Mi corazón siempre sera tuyo (+18)

Autor: solcullen
Género: Romance
Fecha Creación: 11/08/2011
Fecha Actualización: 11/02/2013
Finalizado: SI
Votos: 100
Comentarios: 536
Visitas: 374047
Capítulos: 32

Fic recomendado por LNM

 

La lluvia caía sin cesar, golpeaba fuertemente mi ventana, el viento azotaba fuertemente las copas de los árboles, ya sin hojas. Era invierno, un crudo y frío invierno, pero más frío se había vuelto su corazón... Y aquí estaba yo, perdida en mis pensamientos, como cada día preguntándome: ¿cómo un amor tan grande podía haber terminado en esto? Juntos, pero tan lejos a la vez... ¿Será que esta lucha constante terminará alguna vez? ¿Será que alguna vez el corazón de mi gran amor, Edward Cullen, Mi Edward, volverá a latir por mí otra vez?Mi nombre es Isabella Swan y esta es mi historia...

 

 

 

La historia es completamente salida de mi imaginación, los personajes pertenecen a Stephenie Meyer.

 

 

Este Fic. esta protegido por derechos de autor por Safe Creative. ¡NO APOYES EL PLAGIO!

 

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Las invito a pasar por mi nuevo Fic. "El Chico de Ipanema"

 

 

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Capítulo 12: Adiós mi amor, no estés triste solo es un adiós no un hasta siempre

Capitulo 12: Adiós mi amor, no estés triste solo es un adiós no un hasta siempre.

 

Bella’s Pov

 

—Amor duérmete ¿sí? Mañana será un gran día —me pedía mi adorado Edward por enésima vez esta noche, mientras besaba mi frente y continuaba cantando suavemente con su aterciopelada voz mi nana.

 

—No tengo sueño y no quiero ir, quiero quedarme contigo —refunfuñé haciendo un puchero y acurrucándome en su pecho.

 

Habíamos vuelto de Martha´s Vineyard, estábamos en mi cuarto, solos, Renée había viajado a Francia a encontrarse con Charlie y estarían este miércoles de vuelta los dos. Solo esperaba que con este viaje mamá pusiera sobre aviso a mi padre de Edward antes que yo, así me evitaría enfrentar su furia de buenas a primeras, por lo menos sabía que tenía una aliada en ella, ya que a veces parecía que Renée estaba más enamorada de Edward que yo. Realmente babeaba cuando lo veía, bueno y quién no.

 

Pasamos unos días realmente maravillosos, mágicos, mi corazón ya no daba más de felicidad, si fuera por mí me hubiese quedado por siempre en la playa con mi Edward, en ese hermoso lugar que llevaría guardado por siempre en mi memoria. En aquel lugar donde Edward me hizo mujer, donde me regaló los mejores días de mi vida, sin complicaciones, sin responsabilidades, ni nada que estropeara nuestro perfecto mundo.

 

Pero en el mundo no todo es color de rosa. Así que aquí estaba yo, a solo unas horas de mi primer día de clases en la universidad para estudiar aquella carrera que detestaba.

 

—Bella amor, no me pongas esa cara, sabes bien que no puedo negarte nada, y en esto no te puedo decir que si y lo sabes. Además solo serán unas cuantas horas princesa y yo te llevaré y te iré a buscar.

 

—Si lo sé, pero no quiero ir, además… —guardé silencio, no estaba segura si debía tocar el tema de Jake.

 

— ¿Qué? —preguntó curioso.

 

—Este…Edward…verás, bueno estará Jake y no quiero que discutan otra vez.

 

Apenas el nombre salió de mis labios sus manos se asieron fuertes a mi cintura.

 

—Princesa, yo no discutiría con él, si él no estuviera siempre poniendo sus manos donde no debe. ¿Qué quieres que haga? ¿Qué deje que te falte el respeto? ¿Qué te trate como a una cualquiera? —preguntó con ira contenida, se veía que estaba haciendo un gran esfuerzo para no molestarse.

 

—Amor no sucederá mas, hablaré con el mañana mismo ¿sí? Realmente no se que le sucede, antes no era así —acaricié su rostro intentando tranquilizarlo.

 

— ¡Bella, por Dios! ¿Como no lo ves? ¡Si hasta lo defiendes! ese perro esta baboso por ti. No quiero que te le acerques y mucho menos hables una sola palabra con el —ordenó muy enojado, con sus ojos centelleando furiosos.

 

—Edward amor no te molestes ¿sí?, no quiero tener problemas contigo por culpa de Jacob.

 

—Okey, okey no discutiremos, por culpa del perro ese —dijo rendido y bufando.

 

Sabía que solo lo hacía por darme en el gusto y nada más. Tenía más que claro que para Edward, el tema de Jacob no estaba terminado en lo absoluto.

 

— ¿Edward?

 

— ¿Si, amor?

 

—Te amo

 

—Y yo te amo más mi pequeña, ahora duerme ¿sí? —me estrechó más hacia él y besó el tope de mi cabeza.

 

La verdad no tenía una gota de sueño, yo solo quería perderme en sus intensos pozos verdes que me miraban con un inmenso amor, expresando miles de sentimientos que no son necesarios decir con palabras. Quería mirarlo toda la noche, no quería perder ni un solo minuto de mi tiempo durmiendo mientras aun estuviera junto a él.

 

Comencé a acariciar lentamente su espalda desnuda con la yema de mis dedos y lo besé suavemente.

 

Poco a poco mis caricias se fueron haciendo más urgentes, más pasionales al igual que nuestros besos, nuestras lenguas jugaban una apasionada danza de amor.

 

Mis manos codiciosas acariciaban cada centímetro de su sedosa piel, de su perfecto abdomen de su marcado y fuerte torso. El a su vez como siempre, su toque era majestuoso, abrasadoras caricias que quemaban cada fibra de mi ser.

 

No tardamos en fundirnos en uno solo, era tanta la necesidad que teníamos el uno por el otro que llegaba a doler. Pronto nos dejamos llevar por un espiral de placer, donde nuestros cuerpos unidos en aquel roce perfecto, se entregaban mutuamente el alma y el corazón.

 

Después de hermosas palabras de amor y miles de te amo nos miramos a los ojos por largo rato perdiéndonos en nuestra mirada enamorada y así poco a poco no quedamos dormidos abrazados en un profundo sueño.

 


—Bella durmiente —susurró bajito Edward— amor despierta —me pedía besando dulcemente mis labios.

 

—Tengo sueño —contesté apretándome más hacia él.

 

—Vamos princesa, que se te hará tarde —insistía mientras suavemente acomodaba el cabello que caía en mi cara detrás de una de mis orejas.

 

—Buenos días —saludé con pereza abriendo lentamente mis ojos.

 

—Buenos días dormilona, vamos gatito levántate, no quiero que llegues tarde a tu primer día en la universidad.

 

—Si papi —contesté divertida con voz de niña pequeña mientras me subía encima de él y lo aprisionaba con piernas y brazos— ¿te duchas conmigo? —pregunté sensualmente mientras restregaba mi intimidad con la suya que por supuesto como siempre estaba más que despierta.

 

Edward me tomó en sus brazos tal como estábamos y corrió conmigo al baño los dos riendo a carcajadas.

 

Una vez duchados y vestidos bajamos a tomar desayuno.

 

En la cocina como siempre estaba la señora María, que tenía listo nuestro desayuno. Ella era un encanto y por supuesto era la única que sabía en la casa que Edward pasaba todas las noches conmigo desde que estamos juntos, ella lo adoraba al igual que a mí por lo que guardaría nuestro secreto de Charlie y Renée.

 

—Buenos días mis niños —saludó sonriente y pícara la señora María— apúrense en tomar desayuno si no quieren llegar tarde.

 

—Hola nanita —contesté besando su mejilla.

 

—Hola señora María, gracias por el desayuno, este pequeño monstruo no quería levantase —saludó mi hermoso novio besando su mejilla.

 

— ¡Me imagino! —exclamó sonriendo y guiñándole un ojo cómplice a Edward— ya niños menos conversación y coman rápido para que esta señorita llegue a la hora a su primer día en la universidad.

 

Después de tomar desayuno fuimos a lavar nuestros dientes, Edward tomó mis libros y nos fuimos directo a la universidad.

 

Por supuesto que llegamos más que rápido por la forma alocada de conducir que tenía Edward. Abrió la puerta del auto para mí como siempre caballero, me tomó de la mano y nos encaminamos a la facultad de economía.

 

En el camino todas las mujeres miraban a mi Edward con cara de tontas regaladas, si había hasta algunas prácticamente les falto solo el babero. Tuve que respirar varias veces para no lanzarme encima de ellas a jalar su cabello y dejarlas sin pelo alguno en la cabeza.

 

El solo me miraba divertido, con cara de disculpa y esa sonrisa malditamente sexy mostrándome todos sus blancos y relucientes dientes, como diciendo “lo siento ya sé que soy bello es inevitable” ¡Agh maldito engreído! Nota mental: la próxima vez que traigas a tú hermoso y sexy novio a la universidad tráelo con una capucha en la cabeza.

 

Cuando estábamos llegando al salón de mi primera clase vimos a Jacob entrando en esta.

 

Edward soltó mi mano y me tomó de la cintura posesivamente apretándome hacia él, lo sentí gruñir bajito, mientras yo solo rogaba que a Jake no se le ocurriera abrir su tremenda bocota otra vez, y provocara el mismo altercado de siempre. Se miraron fijamente unos segundos lanzándose dardos venenosos con la mirada, hasta que Jake desapareció por la puerta. Suspiré de alivio.

 

— ¿Esperamos a que llegue Alice? —preguntó Edward, que me miraba muy ansioso.

 

—Sí, si no la espero me castigará llevándome de compras todo el día durante una semana —contesté divertida para alivianar la situación, mientras vi a Alice que venía en nuestra dirección.

 

— ¡Hola chicos! —nos saludó Alice, siempre llena de energía besando nuestras mejillas y dándonos un cálido abrazo.

 

— ¡Hola Alice! —saludamos juntos.

 

—Bien, las dejo chicas, suerte en su primer día, no se distraigan mucho conversando que después no entenderán nada y se cuidan —dijo esto mirando a Alice intensamente, con una mirada que no supe descifrar, pero me dio la sensación que Alice lo entendió perfectamente.

 

—Nos vemos Edward —se despidió Alice entrado al salón— te espero Bella no demores que el profesor no tarda en llegar.

 

—Te extrañaré —dije haciendo un puchero y abrazándolo por la cintura, el besó mi cabeza.

 

—Y yo a ti gatito, me mandas un mensaje unos quince minutos antes que salgas y vendré por ti, nos juntamos en el estacionamiento —me dio un dulce beso en los labios y me entregó mis libros— te amo princesa.

 

—Y yo más —lo besé otra vez.

 

—Adiós amor —lo observé hasta que se perdió de vista y entré al salón.

 

Cuando entré busqué a Alice con la mirada, la encontré sentada en la primera fila justo al medio frente al escritorio del profesor.

 

El salón era enorme, tenía forma de anfiteatro y estaba casi lleno. En las filas del final del pude observar a Jacob, cuando él vio donde me senté tomó sus libros y se sentó justo detrás de nosotras en la segunda fila.

 

— ¿Ahora vienes con guardaespaldas a la universidad? —escupió claramente molesto.

 

— ¡Jacob termina! contigo hablaré después de clases este no es el momento ¡no sigas! —lo corté realmente cabreada.

 

Como era posible que ni siquiera en este instante bajara la guardia. Centré mi atención en Alice, por más que me conversara lo ignoraría, por lo visto el no estaba dispuesto a llevar una relación cordial en estos momentos.

 

—Alice ¿tenias que sentarte justo en medio del salón? —le reproché.

 

Lo menos que quería era llamar la atención sentada aquí, ya bastaba lo suficiente con que la que la había llamado con Edward al venirme a dejar, ya que por supuesto todas mis compañeras de clases también lo quedaron mirando con cara de tontas deslumbradas.

 

—Lo siento Bells, pero es que realmente estoy asustada, tu sabes, ¿sí? Se buena conmigo —me dijo haciendo los famosos pucheros made in Alice Brandon.

 

—Está bien —acepté bufando y rodando mis ojos.

 

Pobre Alice la verdad no me gustaría estar en sus zapatos solo a ella se le ocurría venir a estudiar esto.

 

— ¡Bella! Mira lo que te traje de regalo —buscó entre sus cosas dentro de una carpeta, sacó unas fotos y las extendió para mí.

 

Eran unas hermosas fotos de Edward junto a mí en la playa. En algunas estábamos juntos abrazados mirando la puesta de sol y en otras nos besábamos apasionadamente en la orilla de la playa.

 

—Son hermosas Alice gracias —le dije sinceramente.

 

Este fin de semana nos habíamos tomado muchas fotos los dos solos y con los chicos, pero lo que nunca esperé era verlas impresas tan pronto.

 

—De nada amiga están tan hermosas que no pude evitar mandarlas a revelar y traerte unas copias de regalo para que las pongas en tu mesita de noche para que veas a Edward al despertar y al dormir cuando no esté.

 

—Gracias Alice están preciosas, me has traído fotos del mejor recuerdo que tengo en mi vida —le agradecí de todo corazón besando su mejilla.

 

Las fotos estaban hermosas, se plasmaba en todo su esplendor el amor que nos teníamos Edward y yo. Las tomé con mucho cuidado y las guardé como el más delicado pétalo dentro de uno de mis libros.

 

La clase de cálculo I pasó sin contratiempos. El profesor Stewart era un señor regordete, pero muy compresivo y amoroso que nos llenó la cabeza de límites y derivas parciales de segundo orden. Luego llegamos al receso y tuvimos que cambiarnos de salón a uno idéntico al anterior solo que la clase esta vez era algebra I.

 

La profesora Cope una señora de edad media de colorina melena con anteojos de media luna y mirada amable, explicaba pésimo y entre sus demostraciones de lógica que apenas entendía, me perdí pensando en Edward así que la verdad, solo anoté lo ella explicaba porque no le entendí nada de nada.

 

Me preguntaba que estaría haciendo mi amor en estos instantes, solo quería que las horas pasaran rápido para estar con él nuevamente, así que de vez en cuando, cuando la señora Cope se giraba al pizarrón para escribir, sacaba las fotos que Alice me había regalado y me perdía mirándolas por unos instantes.

 

—Bella. —susurró Alice—. ¿Quieres poner atención? no estás escuchando nada de lo que habla la profesora y yo cuento contigo para que me expliques después.

 

—Perdón. —dije muy bajito volviendo a guardar las fotos en uno de mis libros, mientras observaba que Jacob miraba todos mis movimientos muy atento desde su posición detrás de nosotras resoplando y murmurando algo para sí mismo.

—Lo que faltaba hasta en clases tengo que ver al maldito de Cullen. —masculló con desdén.

 


Pronto llegó el receso. Salimos con Alice a sentarnos a unas bancas en los hermosos y verdes parques que la universidad tenía para hacer hora, en 45 minutos más teníamos nuestra última clase del día.

 

— ¡Oh, Bella soy tan feliz! —Exclamó Alice emocionada— te dije que mi Jazz me pediría ser su novia cuando estuviéramos en la playa, fue tan romántico —dijo suspirando con ojos soñadores, recordando el momento, lo que me dio mucha risa.

 

—Alice, es verdad, quizás te equivocaste de carrera, en vez de venir a Harvard a estudiar economía internacional, mejor debieses trabajar vaticinando el futuro —bromeé riendo nuevamente a carcajadas— “madame Alice clarividente profesional” —hice un gesto frente a nuestros ojos acariciando el aire en redondo como si pudiese vislumbrar el cartel.

 

—“Ja” “ja” “ja” —rió sarcásticamente— tu ríete no mas, ya verás que mis predicciones son siempre exactas, cuando menos te lo esperes vendrás a mí, pidiéndome ayuda —y me sacó la lengua fingiendo estar indignada.

 

— ¿Qué harás después de clases?

 

—Iré con Jasper a almorzar al puerto, ya que el después tiene que volver a su trabajo. Y en la noche no sé, quizás nos quedemos en mi departamento ¿y tú?

 

—No sé, la verdad estaremos en casa aprovechando que mis padres no están, o quizás vayamos a ver a Esme, días que no la veo y la echo de menos —contesté pensando que no importaba en que depararía el día, mientras pudiese compartirlo con mi Edward, con mi Dios personal.

 

Cuando en eso vi a Jacob acercándose a nosotras.

 

—Bella, Alice —saludó cortésmente para luego dirigirse a mi— ¿Bells podemos conversar?

 

—Ok Jacob hablaremos —accedí, era mejor aclarar esto de una vez, que seguir dilatando este molesto problema— pero te advierto que no aguantaré que te pongas pesado.

 

—Bella no creo que sea buena idea —reprochó Alice— tu sabes cómo se pone —me advirtió, entrecerrando los ojos y mirándolo con desprecio.

 

—Tranquila amiga, solo estaremos unos metros más allá.

 

—Está bien —aceptó rendida— pero los estaré vigilando, no me gusta cómo te trata este niñito.

 

No entendía que le había dado a Alice con Jacob, pero algo me decía que Edward estaba detrás de esto. Lo dejaría pasar por el momento, ya luego le preguntaría, por el minuto solo quería arreglar mi amistad con Jake.

 


Caminamos con Jake en dirección a unos frondosos castaños, que estaban unos metros más allá, para poder hablar tranquilos.

 

—Bien Jacob, te escucho. Que me quieres decir ahora —afirmé cansada, esta situación me tenía más que harta.

 

—Bells sabes que te quiero y me da mucha tristeza que estemos peleados —dijo con cara de perro atropellado.

 

—Jacob sabes bien que a mí tampoco me gusta estar así contigo, pero tu comenzaste todo desde que conociste a Edward lo odiaste sin razón y me reclamaste cosas que no te corresponden.

 

—Lo sé Bells, sé que he sido un imbécil contigo, pero es realmente tú no sabes con quien te estás metiendo. Estás cegada, no sabes quién es en verdad ese chupasangre que dice ser tu novio.

 

— ¿Así? Entonces porque no me lo aclaras Jacob, de seguro que tu sabes mejor que yo, quien es Edward —le pregunté con sarcasmo arqueando una ceja y cruzándome de brazos. La paciencia se me comenzaba a acabar.

 

—Bella, ¿acaso no sabes que tu perfecto novio se ha acostado con todo Boston? Y también con toda la universidad de Dartmouth —soltó exasperado con una mueca de asco— realmente tú no sabes quién es, créeme he conocido muchas chicas con el corazón destrozado por culpa de él. El jamás les hizo caso, se acostaba con ellas y después las botaba y tú no serás la excepción. Estás ciega, no quieres abrir los ojos, pero te aseguro que más pronto de lo que imaginas Edward Cullen caerá del altar en que lo tienes —terminó su discurso muy serio y pagado de sí mismo, como si me hubiese contado algo que yo no supiera ya.

 

—Jacob déjame informarte que se perfectamente quien es Edward y si pretendías espantarme con tus declaraciones, pues no, para mí no son ninguna novedad. Lo que si me gustaría ahora es que entendieras qué Edward primero que todo, es el hombre al cual amo y lo amaré toda la vida, es la persona más hermosa que he conocido jamás, es tierno, cariñoso, comprensivo, inteligente, bondadoso y muchas cualidades mas que no te voy a decir en estos momentos y sobre todo lo más importante, se, que jamás, óyeme bien, Edward jamás me hará daño, él nunca sería capaz de hacerme algo semejante —dije con mis palabras llenas de convicción para ver si así se convencía de mis sentimientos por Edward y lo aceptaba de una buena vez.

 

—Bella, nena ¿por qué no abres tu ojos y miras a tu alrededor? —Trago pesado y dijo dolorosamente— Bells, yo soy mejor que él, estás con la mente obnubilada por el amor que crees sentir por Edward, pero antes que él estaba yo, yo era más importante para ti —se acercó un paso hacia mí me tomó de las manos y me miró directo a los ojos con profunda emoción— Bella yo te amo.

 

Abrí mis ojos como platos, no daba crédito a sus palabras, ¿Jacob? ¿Jacob me amaba? ¿A qué venía todo esto? ¿Por qué ahora? No entendía que diablos le pasaba a Jacob, pero esto lo aclararía ahora.

 

Solté sus manos de su agarre y di un paso hacia atrás.

 

—Jake yo lo siento, siento si alguna vez te hice pensar que sentía algo mas por ti, pero creo jamás fue así, eres mi mejor amigo y nada más, eres como un hermano para mí— expresé con sinceridad— y si no eres capaz de entenderlo y apoyarme en mis decisiones, creo que no tenemos nada más que hablar, me da mucha pena que haya pasado esto realmente te necesito Jake, pero solo como un amigo.

 

Me di la vuelta y lo dejé solo ahí, debajo de los castaños, esperando realmente de todo corazón que lo meditara y las cosas mejoraran entre nosotros. Caminé hacia donde me esperaba Alice que había estado mirando atentamente toda situación.

 

Miré mi reloj de pulsera, quedaban solo diez minutos para nuestra próxima clase.

 

— ¿Bella estas bien? —preguntó muy preocupada mi querida amiga.

 

—Si Alice, solo espero que las cosas realmente mejoren de ahora en adelante, luego te cuento que apenas nos quedan diez minutos para llegar al próximo salón.

 

Llegamos justo un minuto antes para tomar nuestros puestos como en todas las otras clases en la fila de adelante.

 

Cuando la profesa entró mis ojos no podían creer lo que veían. Era realmente hermosa, alta, cuerpo escultural, el pelo rubio y sedoso que le llegaba hasta la cintura, unos ojos celestes tan hermosos, que hasta el mismo cielo tendría envidia de ellos, quizás un poco plástica para mi gusto, pero era realmente bella, no era para nada el prototipo de profesor de universidad o lo que imaginaba yo por lo menos.

 

—Buenos días alumnos mi nombre es Heidi Vulturi, soy economista graduada con honores en la universidad de Dartmouth y seré su profesora de introducción a la economía este semestre.

 

—Buenos días —contestamos todos a la vez.

 

Después de pasar la lista, comenzó la cátedra. Era realmente muy buena profesora explicaba muy bien se entendía todo muy claro.

 

Cuando nos hizo abrir el libro para ver el comportamiento de las curvas de oferta y demanda, su mirada se posó fijamente en mí, caminó hasta donde yo estaba, se agachó al frente de mi mesa y cuando se levantó, llevaba en una de sus manos una de las fotos que estaban en mi libro. No me percaté que se me había caído.

 

La miró por unos instantes. Su rostro se puso blanco como la cal, sus ojos se abrieron inmensos, incrédulos, incluso diría que le temblaron las piernas, luego posó la vista en mi para mirar nuevamente la foto. Repitió esta operación varias veces, hasta que me dio una mirada de odio que me provocó escalofríos.

 

— ¿Señorita? —me preguntó con fuego en los ojos.

 

—Swan, Isabella Swan —contesté muy nerviosa no comprendía su actitud.

 

—Bien señorita Swan —dijo escupiendo las palabras y devolviéndome la foto bruscamente— guarde mejor sus pertenencias, que la universidad no es para traer fotos personales, usted aquí viene a estudiar ¿está claro? —preguntó con abierto desdén en sus palabras.

 

¿Qué diablos le pasaba a esta mujer? ¿Solo por una foto? no era para tanto creí yo hasta ese minuto. Miré la fotografía por un instante antes de guardarla otra vez dentro del libro, era una de las que salía besándome apasionadamente con Edward.

 

Cuando quedaban veinte minutos para que terminara la clase, saqué sigilosamente el celular de mi cartera y le mandé un corto mensaje a Edward ya que tenía miedo que esta mujer me volviera a regañar.

 

Por supuesto después de este raro incidente me fue imposible seguir poniendo atención a la clase, solo me limite a escribir lo que ella hablaba, era definitivo introducción a la economía no sería una de mis materias favoritas.

 

Al fin la cátedra terminó, estaba más que ansiosa por salir de ahí y ver a mí amado Edward. Tomé mis libros y salí como un rayo junto con Alice, ya no soportaba estar un segundo más ahí dentro.

 

— ¿Me puedes explicar qué diablos le pasó a la profesora contigo? —preguntó Alice incrédula por lo que acababa de presenciar en clase.

 

—No sé Alice, te juro que no entendí nada, solo se quedó viendo la foto, luego su rostro cambió y me miró con odio, nada más.

 

—Mmm es extraño, muy extraño —dijo quedándose unos segundos pensativa— bueno creo que mejor lo olvidamos y esperemos a que no sea algo realmente importante. Ahora vamos de una vez, que Edward debe estar impaciente esperándote.

 

Casi llegábamos al estacionamiento cuando divisé a mi milagro personal hermoso como siempre. Ahí estaba el, esperándome apoyado de forma desinteresada en una de las puertas de su Volvo con los pies cruzados, sonriéndome con esa sonrisa sexy que aceleraba mi corazón y nublaba todos mis sentidos.

 

Cuando nuestras miradas se encontraron llenas de alegría, abrió sus brazos para mí invitándome a su encuentro. Comencé a correr hacia él cuando me dieron un empujón con el que casi caigo al piso y luego escuché:

 

— ¡Eddie mi amor! ¿Eres tú? ¡No lo puedo creer!

 

Alcé mi vista para ver quién era la dueña de esa desagradable voz, mis ojos no se pudieron abrir más por la sorpresa. Heidi Vulturi estaba colgada del cuello de mi Edward.

 

Ahora encajaban todas las piezas, ahora entendía todo.

 

Su actitud conmigo cuando vio la foto, de seguro que era una de esas locas mujeres que perseguían a mi Edward en Dartmouth. Terminé de confirmar mis rápidas teorías, cuando vi la cara de desagrado de mi hermoso novio al tratar de sacársela de encima lo más caballerosamente posible mientras me daba una mirada de disculpa.

 

—Hola Heidi —saludó de manera seca mientras llegaba a su lado.

 

Me rodeó con sus brazos y me besó dulcemente, ella volvió a mirarme con cara de odio. Si las miradas mataran, pensé

 

—Hola princesa —susurró en mis labios.

 

—Hola amor te extrañé —lo besé nuevamente para que esa estúpida viera que mi amor tenia dueña.

 

—Yo también mi pequeña —dijo besando mi frente para luego dirigirse a ella— Heidi, ella es mi “novia” Bella Swan y ella nuestra amiga Alice Brandon —recalcó la palabra novia— Amor, Alice ella es Heidi Vulturi una amiga de la universidad —la presentó con cara de asco.

 

—No son necesarias las presentaciones Eddie —le contestó batiendo sus pestañas e ignorándonos olímpicamente— estas niñitas son alumnas mías, pero eso no es lo que me importa ahora.

 

Edward me estrechó más hacia el imaginando lo que venía, cuando una sonrisa malvada y traviesa atravesó por los labios de Heidi.

 

—Quiero saber porque no pasaste a despedirte de mí cuando te fuiste de la universidad ¿Recuerdas que quedaste de pasar por mi departamento a darte un relajante baño de tina conmigo? —preguntó coqueta la muy zorra como si yo no estuviera aquí.

 

—Heidi no empieces por favor, este no el momento ni el lugar para conversar esto, además sabes bien que te dije que no iría — le advirtió Edward fiero, con una mueca de desagrado mientras besaba mi frente y acariciaba mi pelo protectoramente para demostrarme que todo estaba bien.

 

Alice solo miraba la situación con los ojos muy abiertos, se notaba que le picaba la lengua por decirle algo.

 

—Oh, Eddie cariño aunque lo quieras negar, porque está esta cosa aquí presente —me señaló con desprecio— sabes que estás loco por mi y cuando termines de jugar con esta niñita insignificante sabes bien donde buscarme —terminó de decir suficiente.

 

—Heidi, Bella no es ninguna niñita insignificante y mucho menos una cosa, ella es la mujer que amo y la que he elegido para pasar el resto de mi vida. Así que métetelo bien en tu hueca cabeza por favor, antes que me hagas olvidar que soy un caballero y te diga lo que pienso realmente de ti, donde lo mínimo que te diría es que aquí la única mujer insignificante y poca cosa eres tu —le contestó furibundo intentado no explotar, tomándose firmemente el puente de la nariz.

 

Si esta mujer seguía Edward, no se contendría. Se veía que ya le quedaba poca paciencia y lo peor es que lo llamaba Eddie a cada segundo.

 

—Está bien Eddie querido —aceptó sin tomarle importancia a las palabras de Edward— no discutamos por eso hoy, ya veremos más adelante, adiós bebé —le lanzó un beso con la mano y se fue moviendo sus caderas de un lado a otro intentado ser sexy.

 

La observamos hasta que se perdió de vista.

 

Sentía que me hervía la sangre. ¡Quien se creía que era! ¡Reclamándole cosas a MI Edward! ¡Venir a tratarme de cosa! y por otro lado sentí terror. Primero porque con solo verla mi autoestima cayó por los suelos y segundo porque estaba claro que por más que me esforzara solo me sacaría malas calificaciones en su ramo.

 

—Ok chicos me voy —habló Alice sacándome de mis pensamientos— Jasper me espera para ir a almorzar, ha sido suficiente por hoy soportando a esa loca, y creo que al ver la cara que tiene Edward, algo importante quiere explicar, nos vemos mañana — nos dio un beso en la mejilla se subió a su Porsche amarillo y desapareció a toda velocidad.

— ¿Nos vamos? —dijo Edward abriendo la puerta del auto para mí.

 

—Sí, vamos.

 

— ¿Cómo estuvo tu primer día de clases amor? —preguntó inquieto mientras íbamos en el auto, sabía que me quería explicar quién era Heidi para él y que también lo inquietaba la situación de Jacob.

 

Pensé por unos segundos si debía contarle lo que me había dicho Jake hoy, pero rápidamente lo deseché ya que la verdad a pesar de sus declaraciones no había pasado nada y no tenía ganas de discutir con él ni que se molestara.

 

—Bien, las clases algo aburridas —contesté sin ganas de tan solo recordar— cálculo bien, en álgebra no entendí nada y las clases con tu “querida amiga” bien hasta que centró su atención en mí y me odió sin ninguna razón comprensible hasta ahora.

 

— ¿Cómo princesa no te entiendo? ¿Qué te hizo esa loca en clases? —preguntó molesto y preocupado.

 

Le expliqué rápidamente lo que pasó con las fotos que me había regalado Alice y como me trató después de que las vio.

 

—Lo siento Bella, no es justo que por culpa mía, ella te tratara de manera tan vil, déjame explicarte por favor —dijo mortificado.

 

—No importa Edward, no me tienes nada que explicar, lo entiendo, si ella no asume que ahora entre ustedes no hay nada, entonces es su problema no el nuestro.

 

—Es que amor, entre ella y yo nunca existió una relación. No te voy a negar, que salimos un tiempo, pero nunca fue mi novia, pronto me aburrí de ella cuando me di cuenta como era de verdad y lo loca que estaba. Sabes bien que jamás amé a ninguna de esas mujeres y que la única mujer que he amado en mi vida eres tu mi gatito enfurruñado —aclaró dándome una mirada sincera, con sus ojos llenos de amor.

 

—Lo sé amor confió en ti tranquilo —contesté para cortar el tema.

 

No es que no confiara en Edward, pero de solo pensar en ella y el acostándose, horribles imágenes venían a mi mente que me eran imposibles de soportar, sobre todo porque ella era escultural y yo no.

 

—Okey, entonces no conversemos más de temas desagradables y sin importancia —consintió tomando mi mano izquierda, entrelazó nuestros dedos y dejó un dulce beso en su dorso— ¿Quieres almorzar algo rico mi pequeña? ¿O tienes que estudiar?

 

—No aun no tengo que estudiar y si me gustaría almorzar pasta —le pedí como niña pequeña.

 

—Tus deseos son órdenes para mi, mi pequeña consentida —dijo sonriendo sexy y besando tiernamente mis labios.

 

*
*
*

 

Era viernes, faltaban dos días para que Edward partiera a Chicago.

 

Estaba sentada en un escaño en los jardines de la universidad. Hoy Alice no había venido a clases ya que tenía que atender un asunto importante de su tienda en Los Ángeles, pero llegaría hoy en la tarde para la fiesta de despedida de Edward. Edward, suspiré tristemente.

 

Estas dos semanas que nos quedaban, habían pasado demasiado rápido para mi gusto, sentía cada vez más que mi fecha de muerte estaba cada vez más cerca, como lo extrañaría. Me preguntaba a cada minuto como lo haría para ser feliz sin él a mi lado, debía ser fuerte, Edward sería feliz y yo debería estarlo también por él, pero me era tan difícil.

 

Me maldije una y otra vez por no ser más egoísta, por permitir que esta situación pasara, por dejar que mi Edward se fuera de mi lado.

 

Las cosas entre nosotros estaban mejor que nunca. Todas las mañanas me venía a dejar a la universidad y después cuando me pasaba a buscar, nos arrancábamos todas las tardes al puerto a nuestro “nidito de amor” el yate de sus padres, ya que era el único lugar donde podíamos estar realmente solos.

Sonreí como una tonta al recordar que manejaba como un loco, desesperado por llegar al puerto rápido, cuando llegábamos me tomaba en brazos y casi volando me llevaba dentro del yate para hacerme el amor. Después por las tardes me ayudaba a estudiar o a hacer algún trabajo y si yo no tenía nada que hacer vivíamos felices nuestro mundo perfecto sin que nada ni nadie más importara, tocábamos el piano, veíamos una película o simplemente nos mirábamos y nos acariciábamos por horas. Mandábamos todos los días a pedir algo distinto que comer, ya que como el yate estaba aparcado en el puerto no era necesario que la tripulación fuera a trabajar nada más que por las mañanas.

 

Por las noches Edward seguía quedándose a escondidas conmigo en mi cuarto. Ahora debíamos ser más silenciosos que nunca, ya que ahora se encontraba Charlie en casa, claro que a veces o la mayoría de las veces sucumbíamos a la pasión teniendo que ahogar nuestros gemidos con nuestros besos. Gran susto pasamos hace dos noches cuando a Charlie se le ocurrió hacer una visita nocturna a mi cuarto y mi pobre Edward estuvo una hora y media escondido dentro de mi closet, mientras Charlie me daba la lata preguntándome por la universidad.

 

Con Charlie las cosas no habían ido tan mal como esperaba, Renée había cumplido bien con su trabajo de ablandarlo mientras estuvieron en Europa. Así fue como el fin de semana pasado Edward vino junto a sus padres a cenar a casa, para presentárselo como el novio oficial de su hija.

 

Flashback

 

Me encontraba dentro del vestidor decidiendo que vestido ponerme, faltaba media hora para que Edward llegara con sus padres a cenar. Al final me decidí por un vestido azul strapless con un corte debajo del busto que caía en cascada un poco más arriba de mis rodillas junto con unas bailarinas a juego.

 

Me hice una coleta alta, me maquillé suavemente y me dirigí a la sala donde ya estaban mis padres esperando la llegada de los Cullen. Tomé asiento en el sillón de dos cuerpos bajo la atenta mirada de mi papá.

 

—Charlie —lo llamó Renée— espero que seas amable con Edward ese chico es un encanto y sabes bien que sus padres son unas excelentes personas —le advirtió mamá, justo cuando sonó el timbre anunciando su llegada.

 

Me removí en mi asiento, nerviosa.

 

—Sí, si Renée, ya me lo has dicho mil veces —exclamó cansado papá, rodando sus ojos— ya veremos cuando conozca al famoso muchacho.

 

En eso apareció la señora María anunciando la llegada de los Cullen.

 

— ¡Esme querida! Bienvenidos, estamos dichosos que estén en nuestra casa —exclamó Renée levantándose del sofá junto con Charlie para darles la bienvenida.

 

—Charlie, Renée el gusto es nuestro, mucho tiempo ha pasado desde la última vez que nos vimos —saludó Carlisle siempre tan amable y tranquilo— estamos felices de estar aquí y sobre todo porque adoramos a nuestra pequeña Bella.

 

La hora había llegado, así que me paré del sillón, para saludar a mis suegros y presentarle mi novio a Charlie.

 

Edward se veía hermoso como siempre, la viva imagen de adonis hecha persona, mi corazón latió desbocado como siempre me pasaba cada vez que lo tenía frente a mí. Traía una camisa del mismo color que mi vestido desabrochada en sus primeros botones dejando ver parte de su escultural pecho y del escaso y sexy vello que lo cubría, pantalones y zapatos de vestir negros, su pelo estaba más alborotado que nunca, sus preciosas esmeraldas brillaban con una hermosa intensidad, se veía tranquilo, seguro.

 

Tomó mi mano y me dio un casto y sonoro beso en los labios, sin importar que nos viera Charlie, por supuesto que mis mejillas, se tiñeron de un rojo carmesí inmediatamente.

 

—Papá, te presento a mi novio Edward Cullen —anuncié tímida, muy roja.

 

—Buenas noches señor Swan es un gusto para mi conocerlo al fin —saludó seguro como siempre mi príncipe encantado extendiéndole su mano.

 

—Buenas noches Edward —correspondió su saludo serio, examinándolo de la cabeza a los pies— y créeme el gusto es mío —soltó maliciosamente haciendo que se pusiera pesada la atmósfera.

 

—Pero bueno que hacemos aquí de pie, pasen por favor están en su casa —salió Renée para relajar la situación.

 

Después de las presentaciones y los aperitivos pasamos al comedor a cenar.

 

La cena transcurrió relajada, gran parte de la conversación fue distendida, excepto por alguna que otra mirada asesina que Charlie le lanzaba a Edward cada vez que se me acercaba más de la cuenta o me tocaba.

 

Si supiera que ha hecho mucho más que tocar, pensé.

 

Al pasar nuevamente a la sala después del postre comenzó el interrogatorio de mi padre.

 

Por supuesto como me lo esperaba no le gusto nada que Edward dejara su profesión de médico para ser oficial de la armada, pero gracias a la ayuda de Carlisle y Esme incluso de Renée, mas las respuestas seguras de mi Edward y sus sinceras confesiones de amor que hicieron que me sonrojara furiosamente lo aceptó a regañadientes.

 

Claro que me dio la impresión que lo que más le gustó de todo esto y la razón principal porque aceptó que tuviese novio, fue porque Edward no estaría en Boston prácticamente nunca.

 

Fin Flashback

 


Tomé mis libros y me dirigí a mi última clase del día, solo quería que las dos horas que me quedaban pasaran más que rápido ya que eran con la “Barbie regalada” de Heidi Vulturi. Por supuesto que ella no me lo había hecho fácil estas dos semanas, cada vez que podía me dejaba en ridículo frente a todos mis compañeros y como era de esperar en mas de alguna ocasión volvió a acosar a mi Edward en el estacionamiento.

 

Entre al salón y me senté en el lugar de siempre esperando que comenzara la clase. Estaba distraída leyendo unos apuntes, cuando Jacob me sorprendió sentándose a mi lado, ya que después de la conversación del otro día no me volvió a hablar.

 

—Hola Bells —saludó sonriendo amablemente.

 

—Hola Jake —correspondí su saludo mirándolo con recelo, pensando con que me saldría ahora.

 

—Supe que Edward se va —soltó de la nada. Abrí mis ojos como platos ¿Cómo se habría enterado?— no me mires así Bells, todo se sabe siempre en nuestro círculo y lo sabes.

 

—Eh…bueno…si, tienes razón —no sabía que más decir, ni siquiera podía pensar en ello sin ponerme a llorar.

 

—Te echo de menos —susurró— quiero que volvamos a ser amigos. Si quieres a Edward lo aceptaré, prefiero eso a que no seamos nada —confesó con su voz llena de sentimiento.

 

— ¿De verdad? —pregunté incrédula.

 

Era tan raro su cambio, tan repentino. Además ahora lo llamaba Edward y no chupasangre. Bella no seas paranoica, me reprendí mentalmente para verle el lado positivo, al fin de cuentas esto era lo que anhelaba y así poder mantener mi amistad con Jake que tanto extrañaba.

 

—De verdad —respondió sonriendo sincero— te quiero Bells ¿me perdonas?

 

—Claro que te perdono, también te extraño y te quiero —nos dimos un cálido abrazo, para dar por terminadas nuestras peleas.

Estaba feliz, al fin Jacob ya no sería un problema entre Edward y yo, incluso tenía esperanzas de que llegaran a ser buenos amigos.

 

La clase al fin finalizó, me despedí de Jake y me dirigí al estacionamiento en busca de mi dios griego. Como todos los días corrí a su encuentro, el me tomó en sus brazos y me dio vueltas por el aire, para después llenar mi cara de dulces besos y terminar besando apasionadamente mis labios.

 

—Hola hermosa princesa —susurró sonriendo en mis labios.

 

—Hola hermoso príncipe —contesté besándolo nuevamente con más urgencia, enredando mis dedos en su suave cabello.

 

Nuestras lenguas danzaron con ternura. Cuando terminamos el beso apoyó su frente en la mía y me miró por unos instantes, sus ojos brillaban con una reluciente intensidad, nostálgicos, sabía muy bien lo que sentía porque yo me sentía exactamente de la misma forma, si seguíamos así, terminaríamos llorando los dos aquí mismo.

 

Esta era la situación recurrente de los últimos días, cada vez que se acercaba la fecha de nuestra separación, lágrimas traicioneras, se nos escapaban a Edward o a mí en varias ocasiones.

 

Nos fuimos a su casa ya que Edward tenía que preparar sus maletas, ya que después de la fiesta en su casa nos iríamos al yate a pasar nuestro último día juntos, todo gracias a Alice que no sé exactamente que mentira le dijo a Charlie, para dejarme desaparecer todo el fin de semana, pero al parecer él se la había tragado bien.

 

Después de almorzar con Esme, subimos a la habitación de Edward a que preparara sus cosas. Me senté en la gran cama apoyando mi espalda en el respaldo a observar hipnotizada todos sus movimientos, puso música clásica, sacó su maleta y comenzó a guardar sus cosas.

 

Mis ojos se volvieron cristalinos mientras lo miraba y por un momento me sentí como la protagonista de un drama romántico, en la cual la tonta e insensata actriz aleja al amor de su vida de su lado, por tomar malas decisiones, ¡estúpida!¡estúpida!, me reprendía mentalmente, lo perderás, no ahora, pero poco a poco lo perderás ¡qué has hecho!...

 

Tan perdida estaba en mis dolorosos pensamientos que no me di cuenta que ya había terminado de guardar sus cosas hasta que me llamó.

 

— ¿Bella? ¿Estás bien amor? —preguntó preocupado.

 

—Eh…si…si…disculpa solo estoy un poco distraída. ¿Ya tienes todo listo? —pregunté intentando desviar el tema para que no notara mi angustia.

 

—Si princesa —dijo con sus ojitos llenos de tristeza y me sonrió como pudo.

 

Por un momento tuve la impresión que me rogaba con la mirada que le pidiera que se quedara, ¡hazlo! ¡Hazlo!, me decía mi ángel malo, ¡No! Edward debe cumplir su sueño, debe ser feliz, habló el bueno ¡ahg! Esta lucha interna me estaba matando.

 

—Que bien. ¿Amor trajiste mi maleta? —Seguí en el plan de cambiar el tema— me quiero cambiar de ropa para la fiesta.

 

—Sí, la iré a buscar al auto —y desapareció por la puerta.

 

Esta situación era estresante, ninguno de los dos sabía que decir o cómo comportarse, ninguno de los dos quería enfrentar la realidad.

 

Una vez cambiados de ropa, bajamos a la sala a encontrarnos con todos que ya nos esperaban.

 

Hoy había un aura distinta, estábamos felices, pero la tristeza y la nostalgia se podía sentir en el aire, incluso Emmett estaba más callado que de costumbre, no nos atacaba con sus constantes bromas en doble sentido.

 

Una vez terminada la cena, pasamos a la sala otra vez, a hacer un brindis para desearle buena suerte a Edward. Cuando todos tuvimos nuestra copa de champagne en la mano Carlisle llamó la atención de todos y habló:

 

—Edward hijo, te deseo de todo corazón que en esta nueva etapa que comienzas en tu vida seas muy feliz, conquista el cielo hijo, conquista tu sueño. Nosotros estaremos aquí esperándote y apoyándote observando llenos de orgullo y felicidad como alcanzas el éxito. Vuela hijo, vuela muy alto, te amamos Edward ¡salud!

 

— ¡Salud! —dijimos todos a la vez alzando nuestras copas.

 

Edward y Carlisle se dieron un cálido abrazo, luego lo abrazó Esme con sus ojos emocionados y llenos de lágrimas, Emmett lo abrazó como siempre dejándolo sin aire y después lo abrazaron Rosalie, Alice y Jasper, todos deseándole suerte y buenos deseos.

 

Yo ni pude abrir mi boca, el nudo que tenía en la garganta me lo impedía, estaba a punto de derrumbarme y más todavía que sentía siete pares de ojos puestos en mí esperando mi reacción.

 

—Familia —habló Edward— solo quiero darles las gracias por su apoyo incondicional y vamos, no me iré para siempre solo será un mes, por esta vez, pensé—sonrió pero la alegría no le llegó a sus ojos, me tomó de la mano y me dio un tierno beso en los labios— solo quiero pedirles una cosa, cuiden a mi Bella por mí, pronto estaré de vuelta para tenerla protegida entre mis brazos otra vez, pero mientras tanto espero que todos la apoyen, la cuiden y la acompañen, ustedes saben que ella es lo más importante que tengo en mi vida, ella ahora es mi vida —dijo visiblemente emocionado con sus ojos llenos de lágrimas, me abrazó fuerte, estrechándome hacia el todo lo que nuestros cuerpos lo permitían y besó mi frente con mi devoción. Mis ojos se llenaron de lágrimas también.

 

—Bueno basta de sentimentalismos que Eddie no se va a otro planeta. ¡Que comience la fiesta! —exclamó animado Emmett intentando relajar la alicaída atmósfera.

 

Bailamos animadamente por mucho rato, el ambiente estaba bastante más feliz después de varios tragos.

 

Me comenzaba a sentir mareada por lo que fui al baño a mojarme la cara. Cuando estaba a punto de salir sentí que la puerta se abrió y se cerró detrás de mí, unas fuertes y suaves manos rodearon mi cintura por detrás.

 

— ¿Sabes lo sexy que te ves con ese vestido para tu propia seguridad? —preguntó Edward con la voz ronca, llena de deseo, pegando su cuerpo completamente al mío, pude sentir su erecto miembro en mi trasero.

 

— ¡Edward! —exclamé mientras sentía que mi intimidad se comenzaba a humedecer ante el erótico contacto— tus papas, los chicos…

 

—No me importan, te deseo, te necesito aquí y ahora —susurró seductor en mi oído haciéndome estremecer de la cabeza a los pies, lamiendo el lóbulo de mi oreja y atrapándolo con sus dientes.

 

En un rápido movimiento me dio vuelta, me tomó de la cintura, me sentó en el lavado y me besó furiosamente posicionándose entre medio de mis piernas. Sus manos acariciaron posesivas llenas de deseo mis muslos dejando una ardiente huella a su paso mientras subía mi vestido. Sentí su excitada anatomía rozar insistentemente la mía y no lo aguanté mas, mi cuerpo clamaba por sentirlo dentro de mí a gritos, por lo que mis manos ávidas y golosas viajaron a liberar a esa deliciosa, dura y enorme arma mortal del pecado.

 

No había lugar para preámbulos, solo el más puro e incontenible deseo de fundir nuestros cuerpos en uno solo, de extinguir aquel fuego que nos quemaba por dentro.

 

Una de sus manos expertas se adentró masajeando mi intimidad, hizo a un lado mi ropa interior y sentí la suave punta de su pene juguetear en mí entrada.

 

—Siempre tan húmeda, siempre perfecta para mí —gruñó como animal en celo jadeando encima de mis labios.

 

—Edward, por favor —supliqué al escuchar aquel gruñido ardiente salir de aquellos sexys labios entre abiertos y húmedos.

 

Y sin esperar más me penetró de una estocada.

 

Me abracé a él con brazos y piernas, mientras él me tomaba firmemente de mis nalgas. Sus movimientos eran profundos, duros, frenéticos me sentía desfallecer con cada arremetida, sus duras estocadas eran el mismo cielo. Pronto llegamos al clímax, el estallido de placer fue devastador y salvaje, aunque tratamos de ahogar nuestros gemidos con nuestros besos, estaba segura que nos habían escuchado en toda la casa.

 

Permanecimos unos momentos abrazados en silencio, normalizando nuestras respiraciones, la intensa forma de entregarnos nos había dejado sin palabras. Luego de un momento me dio un tierno beso y se separó de mí para ayudarme a acomodar mi ropa y yo la suya.

 

—Vámonos princesa —me pidió antes de salir del baño.

 

—Pero la fiesta, tus papas…

 

—Sshh…—puso un dedo en mis labios— ellos entenderán, solo quiero estar contigo amor, con nadie más, quiero amarte toda la noche —declaró mirándome con los ojos oscurecidos de pasión y colmados de amor.

 

Tomó de mi mano y me sacó volando de la casa, riéndonos a carcajadas como si estuviéramos haciendo la peor de las travesuras.

 

Al llegar al puerto, me sacó de la misma forma del auto y no alcancé a poner un pie dentro del yate cuando ya me tenía recargada en una de sus murallas con sus manos a través de todo mi cuerpo, mientras yo le quitaba la ropa con desesperación. Era tanta la necesidad de fundirnos en uno solo que quemaba, sentía que ardería en llamas en cualquier momento.

 

No sé cuantas veces hicimos el amor esa noche, de lo único que estaba segura es que quería estar para toda la vida protegida entre los brazos de mi Edward.

 

Desperté la siguiente mañana con las suaves caricias de Edward en mi espalda. Me abracé fuerte a al él, quería impregnarme de todo su ser, que diferente seria mi vida a partir del Lunes cuando ya no despertara refugiada entre sus fuertes brazos, cuando su perfecto y masculino aroma no me embriagara nublando todos mis sentidos, ya nada sería igual sin él.

 

—Buenos días princesa ¿Cómo dormiste?

 

—Buenos días amor —lo saludé besando su perfecto y escultural pecho— dormí bien, mejor que bien ¿Por qué preguntas hablé mucho anoche? ¿Qué dije? —la verdad no recordaba haber soñado nada.

 

—No mucho la verdad —dijo con voz monocorde— lo mismo de siempre.

 

No sé porque algo me decía que no había dicho nada bueno, llevaba varias noches con pesadillas horribles donde Edward me dejaba para siempre y tenía la sensación que esta vez no había sido la excepción, pero no le preguntaría no tenía ganas de pasar nuestro último día hablando tristezas.

 

—Vamos princesa arriba, que nos espera un hermoso día —esta vez habló más animado, se notaba que intentaba sacar ánimos de donde no tenía. Siempre tan tierno y tan bueno mi Edward.

 

— ¿Y el desayuno? —pregunté curiosa.

 

—Ya verás mi gatito curioso te tengo una sorpresa, y no me preguntes nada porque no te lo diré —me contestó divertido.

 

—Okey, ya sé que por más que insista no me dirás nada —le dije rodando mis ojos y besando sus labios. Era tan obstinado.

 

Una vez listos, nos fuimos en el Volvo de Edward a las afueras de la cuidad. No tenía idea donde me llevaba, pero si era junto a él poco me importaba donde fuera.

 

Maravillada iba contemplando el hermoso camino que iba por entre medio del bosque. De vez en cuando se podían observar los acantilados y el océano de un azul profundo con el reflejo del sol haciendo destellar sus distintos matices. Era un día perfecto.

 

De pronto Edward se desvió hacia un camino lateral sin pavimento, cuando llegamos al final de este se estacionó frente a unos árboles enormes. Bajó del auto, abrió mi puerta como siempre caballero y luego sacó de la maleta una canasta para picnic.

 

— ¿Dónde estamos Edward? —la curiosidad me estaba matando.

 

Me miró un instante y me regaló esa sonrisa sexy, torcida, mi favorita.

 

—Espera un poco y verás, vamos —tomó mi mano y caminamos en dirección al bosque.

 

Caminamos unos diez minutos entre medio de esos añosos árboles. En todo momento cuidó que no me cayera, ni tropezara con las inmensas raíces que sobresalían en el suelo, hasta que un poco más adelante pude ver el sol alumbrar en todo su esplendor.

 

Habíamos llegado a un hermoso e impresionante claro.

 

Su prado estaba atiborrado de flores silvestres de todos los colores y formas, me parecía estar sumergida dentro de un cuento de hadas, era realmente precioso. Al final del claro se podía ver nuevamente el acantilado y el mar brillando en toda su intensidad para coronar el paisaje de ensueño.

 

—Es hermoso Edward, es el lugar más hermoso que he visto en mi vida ¿Cómo lo encontraste? —le dije visiblemente emocionada de que compartiera este magnífico lugar conmigo.

 

—Carlisle y Esme nos traían a Emmett y a mí cuando éramos niños a elevar cometas, tengo los mejores recuerdos de mi niñez en este lugar y ahora serán mucho más hermosos porque los compartiré contigo —me contestó con sus ojos brillantes de felicidad.

 

Dejó la canasta en el suelo, de su interior sacó una gran manta y la extendió en el suelo.

 

— ¿Y ahora señorita Swan que desea comer? —dijo sentándose en la manta e invitándome a sentarme junto a él.

 

—Eh…bueno no sé ¿Qué trajiste? —pregunté dudosa, pensando en que se le había ocurrido. Conociéndolo lo más probable que hubiese de todo.

 

—Todo lo que te gusta a ti amor —me contestó con su aterciopelada voz.

 

¡Ay que lindo!, me derretían sus palabras. ¿Podría acaso tener un novio más tierno y perfecto?

 

Comimos en un cómodo silencio.

 

Después nos recostamos a mirar las nubes, jugamos a adivinar sus formas mientras mi cabeza descansaba en su pecho y el jugueteaba delicadamente con mi cabello. Qué momento más perfecto, solo él y yo disfrutando de las cosas más simples de la vida y a la vez las más importantes y hermosas, podría pasar horas haciendo esto, solo para disfrutar un instante más de su compañía, para poder escuchar los latidos de su fuerte corazón. Por unos minutos pude olvidar la pena que tenía y vivir feliz el presente, donde mi Edward y yo estaríamos juntos para siempre.

 

Pero esa maldita pena amenazaba constantemente con salir a flote. Mi corazón cada segundo que pasaba se apretaba más y más, sentía que me faltaba el aire, que se me iba la vida y esa necesidad de saber que pasaría a partir de mañana no lo resistió más y la muy traicionera salió por mi boca.

 

—Tengo miedo —susurré tristemente.

 

— ¿Miedo? ¿Por qué amor?

 

—De perderte para siempre —dije muy bajito mientras mis ojos se comenzaban a llenar de lágrimas.

 

Edward se levantó junto conmigo y quedamos sentados frente a frente me observó unos minutos atravesando mi alma con su penetrante mirada.

 

—Amor —habló tomando mi cara con ambas manos, suavemente mirándome directo a mis ojos—. ¿Recuerdas lo que te prometí en la playa? recuerdas que te dije que pasara lo que pasara y esté donde esté, nos amaríamos siempre para toda la vida y más allá si existe otra, te prometí que volvería por ti ¿verdad? —me miró con un inmenso amor, sus hermosas esmeraldas se volvieron cristalinas mientras intentaba ser fuerte por los dos.

 

—Lo sé Edward, lo sé, pero es que te extrañaré tanto, tengo miedo de que me olvides, no sé qué haría sin ti —confesé cerrando mis ojos y los apreté fuertemente para que no viera el dolor que había en ellos.

 

—Mírame Bella —ordenó— quiero que me mires cuando voy a decir esto. ¿Es que acaso no te he dicho suficientes veces que te amo? que eres mi vida, que eres todo para mi, ¿no te lo he demostrado quizás? —preguntó preocupado, casi ofendido, como si realmente no hubiese hecho ninguna de esas cosas.

 

No pude más y me lancé a sus brazos a llorar sin consuelo.

 

—Edward has hecho todo eso y mucho mas, perdóname amor he sido una tonta, no sé realmente porque tengo miedo, solo debe ser que te extrañaré tanto, porque tú también eres mi vida, eres todo para mí, yo también te amo más que a mi vida —dije sollozando sin parar.

 

—No tengo nada que perdonarte pequeña, yo también te extrañaré, no sabes cuánto, pero ten presente que aunque estemos lejos mi amor siempre estará contigo. No llores más amor esto es solo un adiós, no un hasta siempre.

 

Nos abrazamos y nos besamos como si nuestra vida dependiera de ello, luego de un rato nos separamos y Edward acostó su cabeza en mi regazo. Le hice cariño por largo rato en su cabeza, jugueteando con su suave cabello, lo admiré hasta el cansancio a mi hermoso y regalón Edward.

 

— ¿Me llamaras? —pregunté bajito.

 

—Si amor, todo lo que pueda y si no me dejan, te escribiré mails todos los días y si tampoco puedo te juro que aunque tenga que esconderme para escribirte una carta lo haré.

 

— ¿Me lo prometes? —dije esperanzada.

 

—Si amor, con mi vida.

 

Cuando el sol cayó en el horizonte regresamos al auto, para irnos de vuelta al puerto.

 

Cuando llegamos no comprendía bien que pasaba, todas las luces del yate estaban encendidas. Edward me miraba con una sonrisa deslumbrante.

 

— ¿Otra sorpresa? —pregunté emocionada.

 

—Si amor, vamos que esta sorpresa no puede esperar mucho.

 

Estaba muy emocionado, me preguntaba que se traería entre manos.

 

Me llevó al yate casi volando, como acostumbraba hacerlo ya desde hace dos semanas. Cuando entré no podía creer lo que veían mis ojos, todo estaba iluminado lleno de velas por todos lados, miles de arreglos de rosas rojas estaban repartidos por todo el lugar y millones de pétalos esparcidos por todo el piso, el ambiente era muy romántico, más que romántico, era un sueño.

 

— ¿Te gusta? —me preguntó ilusionado.

 

—Es precioso amor, estoy sin palabras —dije sinceramente.

 

—Ven que la sorpresa aun no termina —me tomó de la mano y me llevó hasta el piano donde había una hermosa caja de regalo dorada envuelta con una cinta roja— ábrela es tuya —sus ojos brillaron expectantes.

 

Abrí la tapa con mucho cuidado y cuando vi el interior no lo podía creer. Un hermoso cachorro de pastor ingles estaba adentro, era precioso, muy tierno parecía un osito.

 

— ¿Es para mí? —pregunté dudosa sacándolo de la caja y tomándolo en mis brazos.

 

—Si amor ¿te gusta? es nuestro hijo y el te acompañará por las noches cuando yo no esté —explicó sonriendo tiernamente acariciando al perrito.

 

— ¡Me encanta! gracias Edward, parece un osito. ¡Ay ya lo amo! —chillé saltando y exclamando como niña pequeña.

 

— ¿Qué nombre le vamos a poner?

 

Entonces recordé que Emmett aun nos la debía, y como el hermoso perrito parecía un osito…

 

—Emmett —solté sin más con una risa maliciosa— se llamará Emmy.

 

Una sonrisa ladina atravesó por los labios de Edward al escuchar como había bautizado a nuestro perrito.

 

—Eres un pequeño monstruo vengativo y me encanta —y sin más se echó a reír con ganas.

 

Después de jugar un rato con Emmy lo acostamos a dormir en la camita que Edward le había comprado, en realidad mi hermoso y tierno novio le había comprado de todo.

 

Me senté en el sofá de la sala a observar el hermoso ambiente que Edward había creado para mí.

 

El se acercó a mí con pasos elegantes se inclinó sobre mi cuerpo me dio un tierno y fugaz beso en los labios y se fue caminando hacia el bar, abrió una botella de champagne sirvió dos copas y volvió para sentarse junto a mi entregándome una copas, las fresas con chocolate ya estaban en una de las mesas laterales.

 

De pronto recordé que yo también le tenía una sorpresa. Me puse muy nerviosa por lo que iba hacer, pero quería hacerlo, tomé un trago de mi copa me armé de valor y hablé.

 

— ¿Tocas el piano para mí? —pedí con mi mejor cara de inocencia.

 

—Por supuesto princesa ¿Qué quieres que toque?

 

—Lo que tú quieras amor —dije levantándome del sofá.

 

— ¿Dónde vas? —preguntó curioso.

 

—Olvidé algo en la habitación, voy y vengo toca para mí por mientras ¿sí? —y salí a toda velocidad en dirección a la cubierta de abajo.

 

Apenas entré me fui directo el vestidor y busqué en mi maleta el conjunto de ropa interior que había traído para esta ocasión. Me sonrojaba de solo verlo, era de encaje rojo casi transparente era pecaminosamente sexy, sabía que a Edward le encantaría.

 

Me lo puse rápidamente sin mirarme al espejo o me arrepentiría, me eché perfume, traté de arreglar mi pelo de forma salvaje y sexy y pinté mis labios de un furioso carmesí. Unos zapatos de taco imposible del mismo color terminaban el conjunto.

 

Inspiré y exhalé varias veces tratando de encontrar valor y salir al encuentro de mi dios griego.

 

Caminé haciendo sonar mis tacos, con la hermosa música que provenía de las prodigiosas manos de Edward como banda sonora. Me acerqué a él seductoramente, pasé mi mano acariciando su espalda con deseo de un hombro al otro, haciendo que se estremeciera ante la ardiente caricia, pero no se volteó.

 

Con un movimiento suave dejé caer mi mano y rodeé el piano rozando su sedosa superficie con un dedo. Edward levantó su vista y al ver como estaba vestida, abrió sus ojos como platos por supuesto que no se esperaba esto. Sus ojos ardieron lujuriosos, oscurecieron por la pasión y el deseo, pero no dejó de tocar me siguió el juego.

 

Me subí al piano de un salto sentándome en su cubierta, me di la vuelta y comencé a gatear lento y sensualmente hacia a él como un felino acechando a su presa, me relamí los labios con deseo, lo vi tragar en seco y dejó de tocar. Cuando llegué hasta el, me di la vuelta y me dejé caer suavemente a horcajadas en su regazo y lo besé apasionadamente, pude sentir su erecto miembro rozar mi intimidad cuando me rodeó con sus brazos y me estrechó hacia a él acariciado mi espalda con deseo. Cuando intentó sacarme el sostén lo de tuve.

 

—No amor, aun no he terminado contigo —le dije con la voz más sensual que pude.

 

Edward estaba sin palabras solo asintió y continuó con el juego.

Me bajé de encima de él, lo tomé de la mano y lo llevé hasta el sofá e hice que se sentara. Le quité su camiseta lenta y tortuosamente acariciando con mis manos la piel expuesta que iba quedando a su paso. Su respiración comenzaba a hacerse pesada y yo continuaba muy nerviosa no sabía si sería capaz de hacer esto.

 

Tomé mi copa de champagne y bebí un poco, luego tomé una fresa la unté en el chocolate y comencé hacer dibujos en su perfecto abdomen, la sujeté con mis dientes y me acerqué seductoramente a su boca, él la mordió de una manera malditamente sexy para luego atrapar mis labios en un beso ardiente.

 

Terminé el beso para descender mordisqueando su mentón y pasar por su cuello dejando húmedos besos. Lamí cada centímetro de su marmóreo pecho, hasta que llegué a su estómago retirando lenta y ardientemente con mi lengua todo el chocolate.

 

Roncos gruñidos escapaban de los labios de Edward, que me miraba fijamente atravesándome con su mirada fogosa, deleitándose con lo que sus ojos veían. Se lamió y mordió el labio inferior varias veces, frunciendo el seño de manera sexy reteniendo la pasión incontenible de lanzarse encima de mí.

 

—Bella amor —me llamó con un aterciopelado jadeo cuando llegué a la pretina de su pantalón que comenzaba a desabrochar— no…amor…

 

Abrí el botón y bajé el cierre, rozando lentamente su enorme erección, lo que hizo que mi ropa interior su humedeciera aun mas al sentir lo duro y grande que estaba.

 

—Princesa —me volvió a llamar con su respiración cada vez más agitada.

 

Rápidamente le saqué sus zapatos, calcetines y su pantalón que disparé por algún lugar de la sala. Cuando me proponía a sacar su bóxer mordí mi labio inferior nerviosa no sabía cómo iba a hacer esto, pero quería hacerlo, quería hacerle este regalo de despedida.

 

Edward tomó conciencia de lo que le pensaba hacer y me tomó por los hombros suavemente y me detuvo.

 

—No princesa, no es necesario que lo hagas —dijo tiernamente dándome un dulce besó en los labios.

 

—Pero Edward yo…yo…quer… —traté de hablar pero me silencio con un beso apasionado.

 

Me tomó en sus brazos y me llevó cargada como a una novia a la habitación.

 

El olor a rozas y vainilla de las velas inundaba la atmósfera, la luz era tenue y romántica el ambiente era simplemente perfecto.

 

Me recostó delicadamente en la cama.

 

—Me querías matar de placer, pequeño y sensual demonio —dijo de una forma malditamente sexy— ya verás — amenazó, lo que provocó que me humedeciera aun más si es que se podía.

 

Comenzó a besarme suavemente nuestras lenguas danzaban tiernamente, poco a poco el beso se fue tornando más intenso, mas lujurioso mientras nuestros sexos se rozaban por encima de la ropa interior suplicando por atención.

 

Quitó mi sostén de manera experta y masajeó mis pechos dándole leves y enloquecedores apretones a mis pezones, ya no podía mas, recién había empezado su tortura y ya me estaba matando con sus maravillosas caricias, era un hecho Edward me hacia arder en llamas con cada toque perfecto que me daba.

 

Sus labios descendieron a mis pechos los cuales lamió y succionó llevándome al abismo de la perdición.

 

—Edward —lo llamé con un audible gemido.

 

— ¿Si? —una sonrisa escapó de sus labios mientras seguía succionado mis pezones y una de sus manos comenzaba a explorar mi intimidad con sus largos dedos.

 

—Te necesito ahora —supliqué como pude arqueando mi espalda y tirando de su alborotado cabello, cuando sentí dos de sus dedos comenzar a embestirme placenteramente y sus dientes clavarse suaves en mi piel.

 

Me miró con sus esmeradas encendidas como dos luceros de fuego y me sonrió malicioso, sexy. Su mano se aferró a uno de los tirantes de mi braguita y me la arrancó de un tirón.

 

¡Ay Dios! ¡Qué hombre!...ahora sí que moriré de excitación…

 

Quitó su bóxer y se recostó sobre mi delicado, subiendo desde mi vientre, pasando por mis pechos dejando húmedos besos a su paso hasta llegar a mis labios los cuales besó con amor, con pasión. Me miró unos instantes profundamente a los ojos y me penetró suave con cuidado, como la primera vez que hicimos el amor.

 

Sus embestidas eran lentas y profundas, el roce era perfecto me llevaba al mismo cielo. Nuestras miradas nuevamente se conectaron y con cada embestida que me daba sus ojos me atravesaban el alma con amor. Era una sensación hermosa, abrumadora, nuestros cuerpos se estremecían juntos de los pies a la cabeza.

 

Te amo, susurraba con su voz ronca, una y otra vez con cada embestida, que se hacían más rápidas, más profundas, más urgentes.

 

— ¡Dios como te extrañaré! —Soltó en un gemido— mi hermosa Bella te amo, te amo, te amo, te amo.

 

—Si Amor…así…así… —eran los únicos gemidos que salían de mi boca.

 

Nuestra necesidad por entregarnos el uno al otro con profundo amor y ternura pronto nos llevó al éxtasis total, llegando juntos a un perfecto e intenso orgasmo.

 

—Te amo —jadeamos juntos en nuestros labios mientras Edward me daba unas últimas, suaves y lentas embestidas.

 

Nuestros cuerpos empapados en sudor permanecieron unidos por un largo rato besándonos y haciéndonos cariño tiernamente, ninguno de los dos quería separarse. Habíamos hecho el amor de una manera tierna y apasionada, pero me sabía a despedida, solo Dios sabe cuánto lo extrañaría.

 

Se separó de mí, y me atrajo para acunarme en su pecho, pronto nos quedamos dormidos con nuestros cuerpos entrelazados.

 

Me desperté cerca del medio día. Edward no estaba conmigo en la cama y una terrible sensación de vacío se alojó en mi pecho, Así será de ahora en adelante acostúmbrate, me recordó esa maldita voz para que afrontara de una vez por todas mi realidad.

 

Escuché la melodiosa y masculina risa de Edward proveniente del pasillo. Entró a la habitación con una bandeja en sus manos junto con Emmy jugueteando con los cordones de sus tennis.

—Buenos días dormilona —saludó sonriendo tierno.

 

—Me dejaste sola —le reproché haciendo un puchero como niña pequeña.

 

—Bueno alguien tenía que hacer el desayuno, además este pequeño no dejaba de llorar y a ti aunque te cayera un meteorito no te despertarías jamás— bromeó y se echo a reír a carcajadas.

 

—Muy gracioso señor Cullen, muy gracioso —contesté con sarcasmo.

 

—Pero así me amas —dijo suficiente— ¿tomemos desayuno?

 

Después de tomar desayuno estuvimos acostados regaloneando y jugando con Emmy. Nos besamos por largo rato y nos miramos a los ojos por instantes interminables, pero lamentablemente la hora de partir se acercaba más y más, mientras la horrible presión de mi pecho crecía con cada segundo que pasaba.

 

Cerca de las cuatro de la tarde nos fuimos a bañar y arreglar, ya que el vuelo de Edward salía a las seis de la tarde. Tratamos de pasar las pocas horas que nos quedaban juntos, lo más cerca que nuestros cuerpos lo permitían, era evidente que ninguno de los dos quería tener que pasar por esta separación.

 

A las cinco de la tarde Edward subió las maletas a su Volvo junto con las cosas de Emmy, yo lo miraba desde la cubierta con Emmy en mis brazos. Cuando estuvo todo listo subió al yate a buscarme.

 

—Está todo listo ¿vamos? —dijo con sus ojos llenos de tristeza.

 

—Si vamos —contesté en un susurro, estaba a punto de ponerme a llorar.

 

Di una última mirada hacia atrás, a aquel lugar donde pasé las semanas más inolvidables de mi vida y mi corazón se quebró en mil pedazos. Edward, susurré suspirando triste.

 


Nos subimos al auto y Edward manejó en dirección al aeropuerto, su familia y los chicos nos estarían esperando allá.

Cuando llegamos al aeropuerto, fuimos directo a chequear el ticket de Edward y a dejar su maleta. Caminamos abrazados a encontramos con su familia en unas de las cafeterías del aeropuerto.

 

—Familia —saludó Edward en general.

 

—Bella, Edward, hijos tardaron los esperábamos hace rato —dijo Carlisle saludándonos con una amable sonrisa.

 

—Perdón papá, es que se nos pasó la hora —contestó mi Edward con pesar en su voz.

 

— ¿Y este tierno cachorrito? —Preguntó Jasper, mientras le hacía cariño a Emmy que jugaba con los pantalones de mi hermoso novio intentado zafarse de la correa que Edward sostenía firme en su mano.

 

—Es nuestro —contesté con una sonrisa malvada mirando de reojo a Edward que apretaba sus labios para no estallar en carcajadas, porque sabía lo que venía.

 

— ¡Es tan lindo parece un osito! —Exclamó Alice— ¿Cómo se llama? — ¡bingo! La hora de la venganza había llegado.

 

—Emmett —contestó Edward reprimiendo una carcajada.

 

— ¿Qué? —preguntó el muy bobo.

 

—El perro se llama Emmett —aclaró Edward divertido.

 

— ¡Queee! —gritó Emmett a viva voz y todos estallaron en carcajadas— ¿Por qué? ¡Osita di algo! —Rose rodó sus ojos mientras Emmett seguía gritando y quejándose como niño pequeño.

 

—Simple mi querido cuñado, Emmy parece un osito y pues cuando lo vi me acordé inmediatamente de ti —afirmé encogiéndome de hombros como si no tuviera la mas mínima importancia— y todos rieron aun mas.

 

Pero el feliz momento tenía que llegar a su fin.

 

“Pasajeros con destino a la cuidad de Chicago del vuelo 862 de American Airlines sírvanse a abordar por la puerta número 15”

 

Sentí que el mundo se me vino abajo, las piernas me tiritaban no estaba preparada para este momento, mis lágrimas traicioneras comenzaron a salir en cascada bañando mis mejillas. Edward lo notó y me estrechó más hacia él y besó el tope de mi cabeza.

 

Caminamos hacia la puerta de embarque, como si fuéramos caminando a que nos dieran nuestra sentencia de muerte, mi sentencia de muerte, pensé.

 

¡Oh, Edward no me dejes sola!, moriré día a día sin ti, quédate, quédate por favor…

 

Cuando llegamos a la puerta de embarque Edward se dirigió a sus padres:

 

—Mamá, Papá cuídense, los extrañaré —y se abrazaron los tres juntos.

 

—Cuídate mucho y mucha suerte —le dijo emocionada Esme.

 

—Te amamos hijo —dijo Carlisle.

 

—Hermano te quiero —expresó Emmett abrazándolo junto a Rose.

 

—Yo también hermano, Rose, cuiden a mi Bella por mí — les pidió mi Edward con su voz quebrada. Sus ojos comenzaban a llenarse de lágrimas.

 

— ¡Edward! —Exclamó Alice lanzándose en sus brazos junto con Jasper—. Te queremos amigo, cuídate te estaremos esperando.

 

—Gracias Alice, gracias Jasper —miró intensamente a Alice y ella solo asintió.

 

Giró hacia mí y metió su mano al bolsillo de su pantalón, sacó la llave de su Volvo y me la entregó.

 

—Cuídalo por mi ¿sí? —me pidió guiñándome un ojo, tratando de alivianar la situación. Yo solo pude asentir.

 

Me abrazó fuertemente por la cintura, pegué mi cabeza en su pecho para escuchar los latidos de su corazón por última vez, para impregnarme de su maravilloso olor, para sentirme protegida en sus brazos y sentir su calor, su respiración, para sentir sus suaves y grandes manos acariciar mi piel.

 

—Te amo —susurró en mi oído— más que a mi propia vida, nunca lo olvides.

 

—Y yo a ti —dije con un hilo de voz.

 

Tomó mi rostro con ambas manos, me miró unos instantes con sus hermosos ojos verdes cristalinos y me besó con tanto amor que sentí desfallecer mientras mis lágrimas seguían saliendo sin control.

 

—Adiós mi amor, no estés triste solo es un adiós no un hasta siempre —besó por última vez mis labios tiernamente— adiós cachorro— se despidió acariciando a Emmy— cuida a mamá por mí.

 

Me miró profundamente por última vez se dio la vuelta y se fue.

 

¡Edward! ¡Edward no te vayas por favor!, gritaba mi roto corazón quien lo miraba alejarse hasta que lo perdí de vista. No me olvides, susurré dolorosamente mientras esa sensación que no me dejaba en paz, me decía que este era el principio del fin.

 

 


Chicas!!!!!!! Ok ok se que me demoré no me maten jejeje aquí les dejo un capitulo súper ultra larga duración, espero no aburrirlas ya que me quedó mas que largo, pero necesitaba explicar en la situación que quedaría Bella al irse Edward.

 

¿Creen en las palabras de Jacob?

¿Qué creen que hará Heidi?

¿Olvidara nuestro adorado Edward a Bella? ¿Cumplirá su palabra?

 

Espero sus comentarios y votitos que son el alimento de mi almaJ

 

Le dedico este capitulo todas mis impacientes amigas del chat!!!!! Las quiero!!!! Y también a mis queridas chicas que se toman el tiempo de comentar y apostar que pasara!!!!!! J

 

También mil gracias a las que pasan silenciosas

 

 

Besos y abrazos para todas

Las quiere

Sol

Los Ángeles, Chile

Capítulo 11: Trazando planes Capítulo 13: Cartas para Bella

 


 


 
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