Capitulo 11: Trazando planes
Edward’s POV
Estaba en la orilla de la playa en la casa de veraneo de mis padres, junto a dos hermosos niños, los dos eran idénticos a mí. El niño tenía sus ojos verdes y un alborotado cabello color bronce; la niña también tenía los ojos verdes y su pelo ondulado hasta la mitad de la espalda color bronce. Jugábamos a construir castillos de arena.
— ¡Papi, papi! ¡Shi! Mi castillo será más grande que el de Lizzie. ¿Papi ayúyame shi?
— ¡No papi! ¡No! —Dijo enfurruñándose igual que Bella— Ayúyame a mi ¿shi? ¡Cállete Anthony mi papi me ayuyará a mí!
Reí con ganas de sus adorables discusiones…
—Mis príncipes. ¿Por qué no hacemos un castillo gigante para los tres y después se lo mostramos a mami?
— ¡Shí! —Gritaron juntos mis hermosos hijos.
De pronto la vista de mi pequeño Anthony se levantó y esbozó una deslumbrante sonrisa, mi Bella, mi hermosa Bella venía caminando por la arena hacia nosotros. Llevaba un bikini azul eléctrico, su pelo estaba un poco más largo, hasta casi llegar a la altura de su cintura.
Ella nos regaló una cálida sonrisa, mientras acariciaba su pancita que aun no era muy grande.
— ¡Mami! —Gritaron ambos niños y corrieron hacia ella. Se abrazaron los tres muy felices, yo miraba la escena embelesado. Tenía una hermosa familia.
— ¿Cómo están mis amores? —Preguntó mi princesa— ¿No han hecho rabiar mucho a papi?
— ¡No mami! —Contestaron juntos mis pequeños traviesos.
—Hola princesa. —La saludé besando dulcemente sus labios, acaricié su pancita, para después llenar su vientre de tiernos besos y preguntar—. ¿Cómo estas hoy Marie? ¿Has pateado mucho a mami?
—Estás loco Amor —dijo mi Bella sonriendo, rodando los ojos y negando con la cabeza.
—Sí amor, estoy loco; loco de amor por ti y por nuestros hijos.
Luego en un abrir y cerrar de ojos el sueño cambió…
Estaba nevando, hacía un frío terrible, ahora también me encontraba en la playa pero no era en la casa de mis padres, no pude reconocer el lugar aunque tenía la sensación de haber estado antes aquí. Lo único familiar que veía era un faro al final de la playa.
De pronto un estremecedor escalofrío recorrió mi espalda y un espantoso miedo apretó mi corazón. Enfoque bien la vista, para asegurarme de que era cierto lo que veía; Bella estaba tirada en la arena toda cubierta de nieve, corrí hacia ella con todas mis fuerzas y la tomé entre mis brazos. Estaba congelada, sus labios estaban azules, apenas respiraba…
— ¡Bella amor! ¡Bella despierta princesa no me dejes! —gritaba desesperado, estrechándola hacia mi pecho intentando darle algo de calor.
¿Por qué le había pasado esto? ¿Quién le había hecho daño a mi princesa? Apenas abrió sus ojos para musitar un te amo, exhalando un último suspiro.
Desperté sobresaltado, mi respiración era agitada. Busqué desesperadamente a mi Bella con mis manos, con mis ojos. Suspiré aliviado cuando la sentí protegida entre mis brazos, durmiendo tranquila, feliz.
Estábamos abrazados de lado, su pequeño cuerpo pegado al mío, su espalda contra mi pecho, uno de mis brazos aferrado a su pequeña cintura, nuestras piernas entrelazadas.
¡Dios que sueño!
Ya era la segunda vez que lo tenía, creo que el miedo de dejarla me estaba pasando la factura.
Enterré mi nariz en su cabello y respiré profundamente su embriagador aroma, intentando calmar los frenéticos latidos de mi corazón. Dejé un suave beso en el tope de cabeza y la estreché más hacia mí, mientras imágenes del sueño danzaban libres por mi memoria.
Entonces sin pensarlo y como en un acto casi reflejo, acaricié su vientre, cuando recordé esos hermosos niños. Anthony, Lizzie, Marie, mis hijos. Los niños eran preciosos, eran mi viva imagen y Bella se veía tan hermosa embarazada, tan dulce, tan tierna.
De pronto una cálida e inexplicable sensación se alojó en mi pecho.
Habíamos hecho tantas veces el amor estos tres días, de todas las formas posibles, por toda la casa. Era tan increíble la necesidad que tenía por ella, que si fuera por mí le haría el amor todo día, estaría todo el día perdiéndome en las profundidades de su cálido cuerpo. Entonces sin poderlo creer, en un arrebato de incontenible posesión y locura, deseé con toda el alma que mi princesa estuviese embarazada.
Sabía que aquello no sería posible. Había observado en estos días que ella se tomaba sus pastillas anticonceptivas religiosamente, todos los días a la misma hora, incluso la alarma de su celular le avisaba para que no se olvidara de alguna, pero el imaginarme creciendo nuestro hijo en su interior me llenaba de felicidad y de amor. Sería algo absolutamente maravilloso, podría llevármela conmigo y así estar juntos para siempre; así mi Bella sería completamente mía.
Pero las cosas no podían ser de esa manera, no podía ser un monstruo tan egoísta. Bella debía estudiar, hacer su vida, ella aun era muy joven. Ya llegaría el minuto en que nos casáramos, el momento para formar nuestra familia. Por lo que lamentablemente por ahora, solo tenía la certeza que cuando ya sea piloto, la vendría a buscar y me la llevaría conmigo.
No se lo había pedido formalmente, era una locura, aun era muy pronto, pero más pronto que tarde Bella sería mi esposa.
Miré la hora en el reloj del buró, eran las 4:37 am, muy temprano aun. Traté de volver a dormir, pero me era imposible, cada vez que cerraba mis ojos imágenes del sueño venían a mi mente una y otra vez. Bella congelada, sus labios azules, la hipotermia haciendo estragos en su delicado cuerpo. -¡Basta Edward! ¡Solo fue un sueño!-. Me reprendía mentalmente, para borrar esa horrible imagen de mi mente.
Cerré mis ojos y continué acariciando su vientre, tratando de pensar en esos hermosos niños, Anthony, Lizzie y Marie. ¡Tres niños! ¿Sería posible que esos niños algún día fueran mis hijos? - ¡Edward! ¡Ahora, sí te volviste loco!-. Rió la voz de mi conciencia, de mis locas ocurrencias. -¡Solo fue un sueño!
Volví a mirar la hora 5:05 AM, solo quedaban cuatro horas para que los chicos llegaran. ¡Maldición! ¿En qué momento se me ocurrió contar que vendríamos aquí?; para que al muy entrometido de Emmett se le ocurriera venir también. Ya no estaríamos completamente solos, y la necesidad por ella nuevamente se hizo presente.
Comencé a acariciarla suavemente pasando mi mano por sus muslos, ascendiendo lentamente por su estómago hasta llegar a sus pechos, los cuales masajeé y apreté ardiente, mientras iba dejando húmedos besos por su espalda, por su cuello, hasta que llegué al lóbulo de su oreja, el cual succioné y después mordí jalando despacio con mis dientes.
Bella comenzó a despertar poco a poco, entregándose a mis caricias, comenzando a restregar su pequeño cuerpo contra él mío; su perfecto y redondeado trasero en mi gran erección.
—Mmm…Edward…—gimió en un susurro apasionado.
Mi mano codiciosa descendió abrasadora desde sus pechos a explorar su intimidad para masajear su clítoris. Los sensuales gemidos de Bella comenzaron a inundar la habitación excitándome mucho más, necesitaba con locura sentirme dentro de su cuerpo.
En un movimiento inesperado, Bella estiró su brazo hacia atrás tomando mi erecto miembro, el cual comenzó a masajear lento, suave, ardiente.
— ¡Ah!…Bella… ¡Diablos! —un ronco gruñido salió de mi garganta.
Nos estábamos dando placer mutuamente. Los sensuales movimientos de Bella restregando su húmeda intimidad contra mi mano, más sus intensas y continuas caricias en mi masculinidad, me estaban volviendo loco. Ya no aguantaba más, si seguía con esos movimientos terminaría ahora y yo necesitaba hacerla mía, perderme en su cálida y estrecha cavidad.
— ¡Bella amor! —jadeé.
— ¿Sí? —preguntó con un sensual gemido.
—Para amor… —Volví a jadear—. Para cariño, me estás matando.
Una suave risa traviesa escapó de sus labios al escuchar mis ruegos.
Tomé su pierna por la rodilla y la levanté pasándola por encima de mi pierna para acomodarme en su entrada. Cuando sentí su tibia y húmeda intimidad la penetré de una estocada.
— ¡Oh Edward!… ¡Sí!
— ¡Ah!… Bella —gruñí cuando me sentí completamente dentro.
Mis embestidas eran fuertes, profundas, en esta posición la sentía más estrecha, la necesidad por ella me estaba llevando a la más negra de las locuras… ¡Dios como amaba a esta mujer!
Bella estiró su mano hacia atrás para tomar mi rostro y juntarlo con el suyo en un beso furioso. Nuestras leguas danzaban lujuriosas, mientras que con una de mis manos continuaba masajeando su clítoris y seguía embistiéndola con fuerza.
— ¡Vamos amor vente conmigo! —ronroneé en su oído.
— ¡Oh! ¡Sí! Edward, amor… así… más… ¡Más duro! —suplicó perdiendo la cabeza.
¡Diablos! con esa petición casi termino en ese instante. Era increíble el efecto que Bella producía en mi cuerpo
— ¿Así? —pregunté ardiente, penetrándola como ella me lo había pedido.
—Sí, amor… así...
Aceleré mis movimientos, aferré una de mis manos a su cadera para embestirla más rápido, más fuerte, hasta que juntos explotamos en un enceguecedor y prolongado orgasmo.
Besé su espalda y su cuello con ternura, mientras continué moviéndome lentamente para absorber los últimos latigazos de placer que se extendían por todo mi cuerpo. Acaricié suavemente su espalda, hasta que nos quedamos abrazados sin separarnos y besé una y otra vez sus labios.
Cuando nuestras respiraciones se normalizaron, Bella se retiró para salir de mí y girarse para que la rodeara con mis brazos.
—Wow, Edward eso estuvo maravilloso, intenso —dijo mi princesa sonriendo y dejando un dulce beso en mi pecho.
—Sí, amor estuvo grandioso. —Contesté volviéndola a besar—. Te amo mi vida.
—Y yo te amo más.
Y así abrazados pronto nos quedamos nuevamente dormidos.
Oí la estruendosa risa de Emmett en el pasillo, junto con los regaños de Rose y las risas de Alice y Jasper; Bella se removió inquieta en mis brazos. Lo vi venir, así que a lo único que atiné, fue a taparnos con las sábanas y el cobertor hasta cubrirnos por completo, incluyendo nuestra cabeza.
— ¡Emmett! —Gritó Rose—. ¡Deja a Edward en paz! —Se escuchó un golpe.
— ¡Auch! Osita. ¿Es qué no ves, que echo mucho de menos a mi hermanito y a Bellita?
— ¡Emmett! —gritaron los tres juntos, seguramente intentando detenerlo.
Obviamente, tratándose de mi hermano aquello era imposible. Oí que la puerta se abrió de golpe, y luego un fuerte estruendo y más carcajadas.
Asomé mi cabeza para ver que había pasado. Me encontré a Emmett tirado en el piso, con Rose encima de él en la entrada de la habitación; seguramente cayeron cuando ella trató de detenerlo, se veían muy divertidos. Bella rió por debajo de las sábanas, aferrándose a mi cuerpo, nerviosa.
— ¡Eso te pasa por entrometido! —acusó Alice a Emmett riendo con aquella risilla que parecían campanillas de navidad.
Jasper observaba la escena más atrás sonriendo y negando con la cabeza.
— ¡Emmett! ¿Cuándo aprenderás a tocar la puerta? —lo regañé cabreado y divertido a la vez, al ver la cara que tenía Rose que aún estaba encaramada en su espalda.
— ¡Ups! Perdón Eddie. —Se disculpó sonriendo como si nada—. Pero ya es tarde, no pensé que aún estuvieran durmiendo. —Contestó moviendo sus cejas de forma sugerente, levantándose del piso junto con Rose.
— ¡Ese es el problema es que no piensas mastodonte! —lo regañó Rosalie mientras le daba otro golpe en la nuca.
— ¡Auch!, para osita.
—Emmett, son recién las nueve de la mañana, es sábado y estamos de vacaciones. Vete, déjanos dormir, un rato mas —le contesté tapando de nuevo mi cabeza con las sábanas y estrechaba a Bella más hacia mí.
Pero sabía que no se rendiría tan fácil, menos cuando vi, que notó el movimiento bajo las sábanas y esbozó una sonrisa malvada.
—Ya Emmett vamos, déjalos dormir —acotó Jasper.
— ¿Y Bella? ¿Dónde está que no la veo? —Preguntó pícaro, el muy entrometido de mi hermano—. ¡Ah! ¡Ya sé! ¡Edward, la mataste con tanta actividad nocturna! —Rió a carcajadas.
— ¡Emmett, vete! —gritó Bella debajo de las sábanas.
— ¡Ahí estás cuñadita! ¿Y yo qué pensé, que no me querías saludar? —Fingió estar sentido—. ¿Por qué no sacas tu hermosa cabecita de ahí abajo para verte? ¿Qué les estás mirando a Eddie? ¡Oh, ya veo! ¿Qué estuvieron haciendo anoche que no puedes salir de ahí? Edward, te dije que no le enseñaras cochinadas, a mi inocente Bells —hablaba sin parar, para terminar estallando en carcajadas nuevamente.
— ¡Emmett! —lo regañamos todos juntos y un nuevo golpe de Rose se escuchó.
— ¡Auch! Okey me rindo, pero levántense luego tórtolos, los estaremos esperando en la sala —y salieron todos juntos cerrando la puerta, a lo lejos podía escuchar a Rose y a Alice continuar regañando a Emmett.
— ¡Qué vergüenza! —Exclamó mi adorable novia, muy sonrojada, sacando su cabeza de debajo de las sábanas—. ¡Ahora no pienso salir de aquí jamás!
—Mmm, esa es una idea tentadora —contesté sugerente mientras acariciaba su espalda con deseo.
— ¡Ya Edward! ¡No sigas tú ahora! —me regañó pellizcándome un brazo.
— ¡Auch Bella, eso duele! —me quejé haciendo un puchero.
— ¡Para que aprendas! —contestó sacándome la lengua.
No pude más que reír de lo adorable que se veía.
—Ya mi pequeña, te juro que ya buscaremos la forma de hacer pagar a Emmett. —Le guiñé un ojo cómplice—. Ahora, vamos a ducharnos, antes de que vuelva a molestar. —La invité, besando la punta de su nariz.
Nos duchamos igual que todos los días anteriores, lavamos mutuamente nuestro cabello, nuestros cuerpos, regalándonos suaves caricias y tiernos besos.
Cuando estuvimos listos, fuimos al closet a vestirnos. Bella se puso un short beige y una blusa blanca y yo unos bermudas blancos, con una camiseta blanca y una camisa a cuadros celeste. Ya vestidos salimos de la habitación tomados de la mano a encontrarnos con los chicos en la sala.
— ¡Hola chicos! —saludamos juntos.
— ¡Buenos días conejitos! ¿Ya terminaron de hacer sus cositas? —se burló Emmett.
—Una semana. —Le advirtió Rosalie sonriendo amenazante. Emmett puso cara de terror y abrió sus ojos como platos, de tan solo pensar, en pasar toda una semana sin tener sexo—. Dos semanas si sigues. —Volvió a amenazar Rose.
Emmett, solo abrió la boca para volver a cerrarla.
— ¡Oh! Al fin lograste callarlo. —Dijo Alice exasperada, para después dirigirse a nosotros—. ¿Cómo están chicos? ¿Cómo lo han pasado? —Nos abrazó y nos dio un beso en la mejilla a ambos—. Wow, pero miren nada más que bronceado. Rose mira el color que tienen, ¡debemos ponernos a tomar sol ya!
—Bien, Alice gracias. Lo hemos pasado muy bien —contestó mi Bella mientras Alice la abrazaba y se iban junto con Rose a la terraza.
—Mmm, me imagino —siguió Emmett aprovechando que las chicas habían salido de la sala.
— ¡Maldición Emmett! ¡Termina! ¡Me tienes harto! —Escupí furioso—. Si nos sigues molestando, te juro que le contaré a Rosalie que, cuando estábamos en la universidad, te paseaste desnudo en los vestidores de las chicas. Además me lo debes por bocazas. ¿Cómo te atreviste a contarle a Bella que me decían, el Dios del sexo en la universidad? —Lo amenacé intentando contener mi ira, con los dientes apretados.
— ¡Oh, no hermanito! Discúlpame, te juro que no los molestaré mas, si mi osita se entera me matará, y Edward, yo no le conté eso a mi Bellita —contestó poniendo su mejor cara de inocencia.
—Emmett, no me des excusas que no te creo. Tú, solo limítate, a mantener tu gran bocota cerrada.
—Ya chicos no discutan. Se supone que vinimos a pasarlo bien, no a ver como Emmett te molesta, y ti como te exasperas. —Nos cortó Jasper muy serio, tratando de calmar nuestros ánimos—. Mejor vamos a la terraza con las chicas a planear nuestro día.
Salimos de la sala a buscar a las chicas.
Apenas Bella me vio, mi hermosa novia me miró con ojos suplicantes, se notaba que Rose y Alice la estaban interrogando de lo que habíamos hecho estos días. Me senté junto a ella, la tomé de la cintura y la senté en mi regazo, ella me miró a los ojos y me dijo un silencioso, gracias con sus labios.
—Y bien, ahora que ya nos han despertado. ¿Qué quieren hacer? —pregunté para cambiar el tema de conversación, con el que estaban torturando a mi Bella.
— ¡Vamos a pasear al faro en bicicleta! —Dijo Emmett muy feliz— ¡Sería genial! ¡Todos vestidos muy lindos como los hijos del Capitán Von Trapp! ¿Qué dices osita? ¿Sí?
—Emmett, tu sí que eres bobo. ¿Y Quién sería la novicia rebelde? —preguntó Alice riendo burlona para picarlo, mientras Jasper la miraba alucinado.
Se veía que muy luego pasaría algo entre esos dos.
—Ah no sé…pues… ¡Mi osita! ¿Sí?
—Oh, cállate Emmett —le dijo Rose rodando sus ojos.
—Nosotras queremos descansar y tomar sol. ¿No es cierto Rose? Recuerden que el lunes comienzan las clases para nosotras. ¿Tú qué dices Bells?
—Bueno no sé, me da lo mismo, lo que quiera Edward —contestó mi princesa mirándome con ojos enamorados y dándome un pequeño beso en los labios.
Yo solo pensaba, que lo único que quería es que se desaparecieran todos y me dejaran solo con mi gatito otra vez.
— ¡Ay Bella! Sí, que te dio fuerte el amor. —Le respondió Alice suspirando y mirando a Jasper—. Ya sé chicos, por qué no hacemos una barbacoa a la hora de almuerzo y luego en la noche hacemos una fiesta en la playa. ¿Qué les parece?
—Me parece buena idea —la secundó Jasper.
—A mi también —apuntó Emmett.
— ¡Sí, fiesta! —gritó Alice aplaudiendo y dando saltitos en su puesto.
— ¡Genial! Entonces ustedes vayan a comprar todo lo necesario y nosotras los esperamos aquí —ordenó Rosalie.
No pude más que rodar mis ojos. Era tan mandona, que me dieron ganas de hacer una saludo militar y gritarle: ¡Sí mi general!
—Vamos chicos —nos llamó Emmett parándose para salir a comprar.
—Okey vamos. —Accedí rendido—. Pero primero Bella y yo primero debemos tomar desayuno.
Me puse de pie, tomé la mano de mi pequeña y nos fuimos a la cocina.
Después de tomar desayuno, dejé a Bella con cara de suplica por la tortura que le esperaba con Alice y Rose. Ellas no dejaron que viniera a comprar con nosotros, alegando que ya llevábamos varios días solos y que ahora era el tiempo de ellas con Bella.
Nos fuimos en dirección a Edgartown a la tienda a comprar todo lo necesario para la barbacoa y la fiesta. La verdad, dejé que Jasper y Emmett compraran todo, ya que sabía que ponernos de acuerdo sería caso perdido; yo solo me preocupé, de echar al carro, las cosas que nos gustaban a mi Bella y a mí.
Estaba eligiendo el helado de chocolate favorito de Bella, cuando lo vi…El perro desgraciado de Jacob Black, aun estaba en Martha’s Vineyard.
Agradecí mentalmente a las chicas que no hayan dejado venir a Bella.
El muy maldito andaba con unos amigos y unas chicas muy sonrientes, muy acaramelado con una de ellas por cierto, y después el muy imbécil se atrevía a reclamarle cosas a mi princesa. Siempre lo supe, desde el primer minuto que lo vi, ese perro no era de fiar, y el muy rastrero se hacia el santo con Bella.
Lo observé fijamente hasta que el notó que alguien lo miraba. Cuando se dio cuenta que era yo quien lo hacía, su expresión inmediatamente cambió y soltó a la chica que tenía agarrada de forma lujuriosa, con sus asquerosas manazas. Mis manos se cerraron en puños fuertemente apretados, podía sentir la piel tirante en mis nudillos, trataba de contener mi furia para no matarlo; aunque estaba completamente seguro de algo: si me provocaba en lo más mínimo, le arrancaría la cabeza de un puñetazo y ahora Bella no estaba para defenderlo.
Pude notar que se puso muy nervioso al ver que lo observaba fijamente con ira contenida, como no, si lo pillé en sus mentiras, con las manos en la masa. Al fin solo me asintió con su cabeza y salió como un rayo de la tienda el muy cobarde.
¡Diablos! Como lo detestaba, siempre haciéndose el santo con Bella y yo siempre quedando como un celoso cavernícola de mierda por culpa de él. No sé, como Bella, no veía sus intenciones hacia ella; no veía una pizca de maldad en el. Tan inocente y buena mi princesa, ella que solo lo ve, como su mejor amigo.
De pronto una terrible frase vino a mi cabeza…
“A partir del lunes, veré a mi Bells todos los días, y ni tú, ni nadie podrá impedirlo”
Se me apretaba el estómago de solo pensarlo. Unos celos furiosos e incontenibles luchaban por salir a flote, de tan solo imaginarlo con sus asquerosas manazas tratando de tocar a mi mujer, mirándola con esos ojos de perro atropellado y yo sin poder hacer nada y peor aún, cuando ni siquiera esté, para poderla proteger de él.
Debía pensar en el algo, se me acababa el tiempo y necesitaba encontrar urgentemente una solución. Por lo pronto la llevaría y la traería de la universidad, estas dos semanas que me quedan, para que el maldito perro vea que no estaba sola. -¿Pero después?-. Me preguntó mi maldita conciencia. - ¡Piensa Edward! ¡Piensa!- ¡Ya sé!...Alice…
Sí, Alice me podría ayudar, a mantener al chucho de mierda alejado de Bella. Ella lo vigilaría, por mi… -¿Y si no acepta? No es correcto lo que vas hacer Edward, te estar convirtiendo en un maldito acosador-. Me reprendió la muy maldita. ¡Cállate! ¡Déjame en paz!
Sí, tiene que aceptar, estoy seguro que ella lo va a comprender. Alice también vio como el muy asqueroso tocaba a mi Bella y como se comportaba con ella. Necesitaba hablar con Alice ahora.
— ¡Hey, Edward! ¿Qué tanto piensas? —Me llamó Emmett sacándome de mis planes y volver a la realidad—. Vamos, ya estamos listos.
—Okey vamos —tomé el helado que había elegido para Bella y nos fuimos a la caja a pagar.
Cuando llegamos a la casa, encontramos a las chicas tomando sol en la playa.
Bella se había puesto un diminuto bikini rojo que se amarraba a los costados de las caderas -¡Dios que fácil de sacar!- Pensé. ¡Maldición que ganas que desaparecieran todos! -Más tarde Edward, más tarde-. Me recordó aquella voz, que me traía nuevamente a la cordura, pero es que me era tan difícil. Tan solo un instante de verla así y mi cuerpo reaccionaba en un segundo reclamando por que la hiciera mía.
Me recosté a su lado rodeé su cintura con mi brazos y la besé apasionadamente.
—Hola amor. —Me saludó sonriendo—. Te extrañé. —Pasó sus delgados brazos por mi cuello, enredó sus dedos en mi pelo, para volverme a besar. Nos separamos cuando necesitamos aire.
—Hola gatito, yo también te extrañé —y era verdad realmente me costaba mucho separarme de ella.
—Demoraste. ¿Qué me trajiste de rico? —preguntó como niña pequeña haciendo un adorable puchero.
—Eres una pequeña consentida. —Besé la punta de su nariz—. Te traje helado de chocolate. -Y estoy deseando como un loco pervertido, lamerlo por todo tu cuerpo-. Pensé.
—Mmm, que rico —contestó, mirándome con fuego en los ojos, como si pudiese adivinar el curso de mis lujuriosos pensamientos.
—Veo que no se ha puesto bloqueador solar señorita Swan, su apetecible piel está muy roja —observé seductor atrapando nuevamente sus labios y acariciando una de sus piernas.
—Esperaba por usted doctor Cullen…
— ¡Edward! ¡Deja a Bella en paz un momento, que no desaparecerá! ¿Nos piensan ayudar? ¿O no? —nos regañó Alice interrumpiendo el curso candente que había tomado nuestra conversación.
No, nos habíamos dado cuenta, que ya los chicos estaban preparando todo para la barbacoa. Bueno, siempre nos pasaba lo mismo cuando estábamos en nuestro perfecto mundo, donde no había cabida para nadie más que Bella y yo.
Cuando todo estuvo listo almorzamos felices entre bromas y anécdotas de nuestra niñez, menos mal que Emmett, había decidido no molestarnos más por el momento.
Pronto llegó la tarde. Me encontraba sentado en la terraza tomando unas cervezas con Jasper, Emmett y Rose se bañaban felices en el mar y Alice y Bella conversaban animadamente recostadas en las reposeras metros más allá en la arena.
Aun no encontraba el momento para conversar con Alice, pero lo único que tenía claro, es que de hoy no iba a pasar. Cuando de repente, Alice se levantó, pasó junto a nosotros y entró en la casa. -¡Este es el momento!-. Pensé.
—Eh…Jasper, voy por otra cerveza a la cocina. ¿Quieres una?
—Sí, gracias Edward.
—De nada.
Y me fui como un rayo en dirección a la cocina.
Cuando iba entrando me encontré con una muy sonriente Alice que traía dos latas de bebida en sus manos.
—Oh, veo que no somos las únicas con sed —observó.
—Eh… si… ¿Alice…? — ¡Diablos! ¿Cómo le digo? -¡Dile ya!-... — ¿Alice?
— ¿Si, Edward?
— ¿Puedo hablar contigo? Es importante —pregunté muy nervioso, pasándome las manos por el cabello.
— ¡Por supuesto! ¿En qué te puedo ayudar? —preguntó curiosa, mirándome con sus penetrantes ojos verdes de gato.
—Eh… Verás…este… ¿Recuerdas al amigo de Bella, Jacob Black?
—Sí, claro. El chico ese manos largas, el que será compañero nuestro en la universidad ¿Qué pasa con él, Edward? — ¡Bien! Por los menos se ve, que no le cae en gracia.
—Estoy preocupado Alice, necesito pedirte un favor. —Tomé aire y lo solté, era ahora o nunca—. Veo que tú también te has dado cuenta que el perro ese, está como tonto detrás de Bella. Que no pierde oportunidad para tocarla, hacerse el santo con ella y decirle cosas en contra mía o reclamar cosas que él cree que son su derecho.
—Sí, lo sé Edward, yo misma lo vi, pero no entiendo. ¿Qué es lo que me quieres pedir?
—Alice… Yo…Yo quiero, que tú, lo vigiles por mí. —prácticamente le rogué muy nervioso. Alice al escuchar lo que le pedía, abrió los ojos como platos.
— ¡Edward! —Reprochó—. Entiendo que no te caiga bien, porque a mí tampoco me agrada, pero lo que tú quieres hacer no es correcto. —Sentenció muy seria.
—Lo sé Alice, lo sé. Sé, que me estoy comportando como un maldito acosador, pero por favor te lo pido Alice ayúdame; recuerda que en dos semanas más me iré, y tengo miedo que ese perro aproveche cualquier oportunidad para separarnos.
—Edward, eso no sucederá. Ustedes se aman, Bella está loca por ti, no deberías temer. Además, si tienes tanto miedo, entonces no te vayas. ¿Acaso no la amas?
—Alice, por favor. —Rogué nuevamente—. No me pidas eso, sabes bien que la decisión está tomada, no me lo hagas más difícil, de lo que ya es. Ayúdame por lo que más quieras, ayúdame, cuídala por mí. —Supliqué con el corazón en la mano.
—Oh, está bien. —Contestó rendida y resoplando—. Como le digo que no a esa carita, pero quiero dejarte en claro que no estoy de acuerdo en lo más mínimo con lo que haces Edward; y si Bella se entera, la culpa será toda tuya.
—Gracias Alice y no se enterará, te lo prometo. Te quiero amiga —le di un abrazo apretado y la besé en la mejilla.
—Yo también te quiero Edward.
Después de la conversación con Alice, sentí que el alma me volvía al cuerpo. Ahora, ella sería mis ojos y mis oídos, para mantener las sucias garras de Jacob Black lejos de mi amada Bella.
Lo siento, lo sé, me he convertido en un maldito acosador; pero él, ni nadie, podrá separarme de mi princesa jamás.
Okey chicas, a pedido de mis queridas amigas que comentan y de mis hermosas amigas del chat que me animan día a día a seguir aquí les dejo el nuevo capitulo en la playa para las que no quieren que separe aun a Bella y Ed. Espero les guste J
Vieron que mi pobre Ed. esta loco de los celos.
¿Qué opinan de su sueño?
Voten y comenten jejeje que me hace muy feliz!! J
Nuevamente muchas gracias y las quiero a todas. Gracias también a las chicas que leen mi historia y pasan silenciosas.
LAS QUIERE
SOLCULLEN
BESOS
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