Me despertó un rayo de sol que entraba por la ventana. Estaba tumbada sobre el pecho de Edward, y él me acariciaba la espalda con sus finos dedos. Entonces yo levanté la cabeza para mirarle.
-Buenos días preciosa- me dijo sonriéndome y acariciando mi mejilla.
-Hola- le dije bostezando. Me alcé un poco y le besé en sus labios y después fui bajando por el cuello.
-Cariño, hay que ir a trabajar- me dijo separando sus labios de los míos. Ambos nos vestimos y nos fuimos directos al trabajo, cada uno en su coche. Era jueves, y el día se pasó muy rápido. Edward se quedó a dormir en mi casa, pero esta vez no tuvimos sexo, pues estábamos agotados.
Pronto llegó el sábado, día en el que tendríamos que ir a comer a casa de Alice, la hermana de Edward. Me puse unos vaqueros y una camiseta negra con un poquito de escote.
-Estas muy guapa- me dijo Edward besándome el cuello por detrás mientras yo estaba enfrente del espejo poniéndome los pendientes.
-Gracias- le dije sonriendo a través del espejo. Me dio la vuelta y me besó.
-Vamos a llegar tarde- le dije riéndome mientras me separaba de él. La verdad es que no quería hacerlo, pero si no lo hacía, podríamos acabar en la cama, y entonces llegaríamos tarde a casa de Alice.
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