Era 3 de Junio, el aniversario de Edward y mío. Cumplíamos 1 año, y ya teníamos una hija, que por cierto, fue concebida este mismo día hace una año. Daniella tenía 4 meses y estaba preciosa. Era rubia, con ojos azules, grisáceos y tenía la misma cara dulce y hermosa que su padre. Mi baja por maternidad ya había terminado el día anterior por la mañana. Hoy era Sábado y Edward me tenía preparada una sorpresa para nuestro aniversario: me iba a llevar a cenar a un restaurante de lujo. Decidí llevar a Daniella con mi padre, el cuál estaba encantado de quedarse con la niña.
Eran las 8 y media y Edward tenía reservado para dentro de media hora. Me puse un vestido de palabra de honor morado y corto que tenía una cinta negra justo debajo del pecho, y hacía forma de globo. Me acompañaba con unos altos tacones negros, y por supuesto, llevaba debajo mi juego de lencería negra de encaje, la preferida por Edward. Este iba con un traje color negro y unos zapatos a juego. Me estaba poniendo los pendientes enfrente del espejo cuando él apareció por detrás de mí.
-¿Dónde vas así de guapa?- me rodeó por detrás con sus cálidos brazos atrapándome mientras me daba pequeños besos desde el lóbulo de mi oreja hasta mi hombro derecho.
-Me he arreglado para ti- le contesté en tono seductor y él me dedicó una sonrisa torcida de las suyas.
Salimos de casa camino al restaurante, que estaba a unos 15 kilómetros de casa. Llegamos y en la entrada, había una chica vestida elegantemente esperándonos.
-Buenas noche señor Cullen- le dijo refiriéndose a Edward
-Buenas noches, tengo reservado para las 9- dijo Edward mientras me cogía de la mano
-Sí, vengan por aquí.- la chica nos guió hasta un reservado solo para nosotros en el que había una mesa para dos personas con unas hermosas rosas rojas en el centro, y al fondo, había una enorme cama cubierta por pétalos de rosa que tenía al lado una botella de champán con dos copas.
-Edward… esto… esto es precioso- no me salían las palabras para describir aquello.
-¿Te gusta?- me dijo con una sonrisa seductora mientras me hacía sentarme en la silla.
-Me encanta, ¿esto es solo para nosotros?- le pregunté sorprendida.
-Claro- me respondió como si fuese algo normal
-Edward, esto tiene que costar una pasta- le dije
-¿Qué importa el dinero?- me dijo mientras me cogía de la mano por encima de la mesa- ¿Qué vas a querer comer?- me dijo cogiendo una de las cartas y entregándome la otra a mí. Me puse a ojear la carta, y lo tenía claro, quería unos espaguetis a la boloñesa, mis preferidos. Edward se pidió unas gambas a la plancha. Cenamos tranquilamente mientras los camareros nos servían todo aquello que pedíamos. Después de cenar, Edward les dijo a los camareros que se retiraran, que habían hecho un excelente trabajo, pero que esa noche era solo para nosotros.
Una vez marchados los camareros, Edward se sentó en el piano, y me dedicó una canción. Era preciosa, y la había hecho solo para mí. Las notas me llegaban una a una al corazón haciéndome echar alguna lágrima. Cuando Edward paró de tocar, se acercó a mí y me agarró por la cintura.
-Bella, te amo- me dijo quitándome con la yema de su dedo una lágrima que me caía por la mejilla- Y como te amo tanto quiero pedirte algo- sacó de su bolsillo una pequeña cajita negra, la abrió y en ella había un precioso anillo color oro blanco de diamantes -¿Quieres casarte conmigo?- me preguntó con una sonrisa
-Edward yo… claro que sí mi amor- me abalancé sobre él con un apasionado beso al cuál él respondió llevándome directamente hacia la cama cubierta de rojos pétalos. Me tumbó sobre ella y me besó el cuello haciendo pequeños círculos con su lengua. Nuestras respiraciones se volvieron más aceleradas. Yo comencé a desabrocharle la camisa mientras él metía sus manos dentro de mi vestido y me acariciaba los muslos besándome en la boca y haciéndome gemir. Jadeé su nombre unas cuantas veces. Él estaba sin la camisa y pronto estaría sin nada puesto, pues comencé a desabrocharle el botón del pantalón, y él se lo sacó fácilmente. Me quitó el vestido y me dedicó una sonrisa torcida al ver que me había puesto el conjunto de lencería que a él tanto le gustaba. Me besó los pechos por encima del sujetador de encaje haciéndome gemir. Pude notar su erección aun dentro de su blanco bóxer. Él no paraba de besarme y lamerme toda parte de mi cuerpo. Me quitó el sujetador y me succionó los pezones haciendo que arquease la espalda de placer. Se quitó los bóxer y pude apreciar su duro y erecto miembro cerca de mi intimidad, rozándolo con delicadeza mientras depositaba sus manos en mis pechos y me los masajeaba junto con su lengua. No aguantaba más, y quería sentir dentro de mí en ese mismo instante. Él se dio cuenta de que lo necesitaba y me introdujo poco a oco su miembro en mi vagina haciéndome gritar y obligando a mis manos a acariciar su duro pecho. Fue una noche increíble. Edward me amó unas cuantas veces, hasta que caímos en un profundo sueño.
|