Los meses transcurrieron poco a poco. Mi embarazo fue progresando poco a poco, todo iba saliendo bien, y cada vez estaba más cerca de ver a Daniella. Estábamos a 30 de Enero, y el 3 del próximo mes, yo salía de cuentas. Edward y yo estábamos muy contentos con la idea de ser padres. Todo el mundo nos decía que era algo difícil, pero también nos decían, que la experiencia es tan maravillosa, que supera a todo lo difícil y complicado que pueda parecer. Yo ya estaba muy cansada, y la tripa me pesaba mucho. Estaba deseando que llegara el parto, el cual llegó antes de lo previsto.
Era día 1 de Febrero y tuve que ir, junto con Edward, al hospital debido a las fuertes contracciones que tenía.
-Bella, tranquila, ya llegamos- me dijo Edward. Estábamos en el coche camino al hospital. Quería responderle y hablarle, pero no podía debido al fuerte dolor que me otorgaban las contracciones. Llegamos al hospital y me metieron en una habitación, en la cual, la matrona me examinó.
-Bella, has dilatado 8 centímetros, estás de parto- fue una noticia que me alegró, pero a la vez me atemorizó, ya que no había tenido nunca esta experiencia, y no sabía lo que me esperaba. Edward llamó a mi padre y a su hermana para comunicarles la noticia de que me había puesto de parto. Llegaron enseguida. Mi padre estaba algo más que contento. Alice ya había tenido a su niña Samantha, que había nacido el pasado mes de Diciembre, en concreto el día 30.
Entraron en la habitación un grupo de enfermeros y les dijeron a Edward, Charlie y a Alice, que salieran unos minutos, ya que me tenía que poner la epidural. Al cabo de media hora, la matrona me volvió a examinar, y me dijo que ya había dilatado lo suficiente, 9 centímetros. Edward entró conmigo al paritorio, donde la matrona me tumbó en la camilla para prepararme para el parto. Edward me cogía la mano con dulzura a la vez que desprendía una reluciente sonrisa, la cual me inundaba mis pensamientos, y se me quitaba el miedo en cuestión de segundos.
-Bella cuando yo te diga, empujas, ¿vale?- me dijo la matrona preparada.
-Vale – me temblaba la voz, pero Edward me tranquilizaba.
-Una, dos y tres.. AHORA EMPUJA- empujé fuertemente. El dolor era muy fuerte, pero se podía soportar con Edward al lado. Él era mi referencia, en la cual debería pensar cuando el dolor me estuviera inundando el cuerpo.
Empujé varias veces, hasta que noté que algo salía de mi interior y que Edward lo contemplaba con enorme dulzura. Era mi preciosa y pequeña niña Daniella, a la cual fue verla y echarme a llorar de la emoción.
-Aquí tienes a tu niña- me dijo la matrona entregándomela con cuidado. Las lágrimas se me saltaron cuando me depositaron a mi pequeña bebé en mis brazos, los cuales la acogían con dulzura.
-Mi niña- las palabras me salían con dificultad por el nudo que tenía en la garganta debido a la emoción que sentía. Edward también lloró al verla, y también la cogió, después de cinco minutos en mis brazos. Era preciosa, se parecía a su padre.
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