Al llegar al restaurante, le vi allí, apoyado en la puerta del local. Al verme, se sobresaltó y me dedicó una sonrisa mientras yo caminaba en su dirección.
-Hola Bella- me dijo con una sonrisa en la cara- Estás…estás muy… guapa- me dijo mirándome desde los pies a la cabeza.
-Gracias- le dije desviando la mirada hacia mis pies.
-Vamos- me dijo abriéndome la puerta del restaurante para que entrase yo primero.
Entramos y nos sentamos en una mesa de dos personas con en medio una vela y una rosa. Una vez sentados, pedimos la bebida y la comida. A mi me trajeron una langosta a la vinagreta y a él, un entrecot con ensalada.
-Bueno… cuéntame, ¿qué es de tu vida?- le pregunté mientras me llevaba un trozo de langosta a la boca.
-Pues… una vida…rara- me dijo sin dejar de mirar al filete.
-Oh, vaya- le dije mirándole y pensando en que había metido la pata. ¿Qué le habría pasado en su vida para contestar así?
-Mis padres murieron hace 3 años y mi única familia es mi hermana Alice y su marido Jasper- me dijo con cara de resignación.
-Lo siento mucho… mi vida también ha sido complicada- le dije metiéndome otro trozo de langosta en la boca.- Lo único que tengo es a mi padre, Charlie, nada más.- le dije mientras miraba a mi plato y cortaba otro trozo de langosta.
-¿No tienes hermanos?- me dijo con su voz seria, pero igualmente dulce.
-No, mi madre murió cuando yo era muy pequeña y mi padre nunca rehizo su vida, siguió trabajando como el jefe de policía Swan.
-Vaya. Bueno, pero tienes una buena relación con él ¿no?- me dijo mirándome con sus dulces ojos y jugueteando con sus labios.
-Sí- le contesté. Ambos seguimos hablando durante toda la cena de nuestras vidas. Edward era un chico sencillo, con una hermana, que al parecer, era encantadora y se había casado con Jasper hace un año. Al fin, terminamos de cenar y nos despedimos hasta el día siguiente en el trabajo.
-Bueno, que duermas bien- me dijo-Me lo he pasado genial, espero repetir otro día- me dijo con una sonrisa en su cara.
-Por supuesto- le contesté. Deseaba volver a verle después del trabajo, Edward me gustaba mucho, y no solo físicamente.
-¿Te parece bien mañana para comer, después del trabajo?- me preguntó con cara de duda.
-Mañana no puedo, he quedado con una amiga- le dije pensando en otro día-¿Qué tal el miércoles para comer?- le pregunté
-Estupendo, mañana te veo- me dijo. Nos dimos dos besos en la mejilla, y ambos nos fuimos cada uno a su casa. Había sido una noche perfecta, pero estaba muy cansada, así que llegué a mi apartamento y me fui a la cama.
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