Me encontraba en mi gran apartamento a punto de salir a trabajar. Hoy tenía que llegar antes a la oficina, pues un tal Edward Cullen, llegaría a eso de las 9, y yo tendría que estar allí. Salí de mi casa vestida con una falda, una blusa y unas medias en dirección al trabajo. Llovía, era un día frío en Forks.
Cuando llegué al trabajo, aparqué el coche y me subí a mi despacho.
-Bella, el Señor Cullen ha llamado y ha dicho que vendrá enseguida.- me dijo Alison, mi secretaria.
-Gracias Ali- la contesté mientras me sentaba en la silla y me disponía a encender el ordenador. Era lunes por la mañana, y ya tenía trabajo que hacer. A la media hora de llegar, sonó el teléfono que estaba encima del escritorio.
-Bella, el señor Cullen, está aquí.- me dijo Alison
-Está bien, dígale que pase.- la contesté y colgué el teléfono. Sonó la puerta y entró Edward Cullen. Tenía el pelo despeinado y cobrizo, era alto y vestía con traje, y tenía una hermosa sonrisa que me dejó atónita al verle.
-Hola, tu eres Isabella Swan, ¿verdad?- me dijo mientras me tendía la mano en muestra de saludo.
-Sí, tú debes de ser Edward Cullen- le dije tartamudeando y a la vez tendiéndole la mano. Su belleza era espectacular. Nunca había visto a alguien saludar con esa dulzura.
-He traído los papeles que me pidió- sacó de su maletín un montón de papeles y me los depositó en la mesa.
-Ah, claro…- tartamudeé de nuevo y cogí los papeles para verlos. –Está bien, gracias- le dije devolviéndole una sonrisa.
-Debo de ir a mi despacho, tengo mucho trabajo que hacer- me dijo mirándome- Hasta luego Isabella- me dijo dedicándome una sonrisa.
-Buenos días Edward- le dije despidiéndome de él con cara sonriente y sentándome en la silla. Me quedé asombrada por su belleza y simpatía, por suerte, se quedaría aquí los dos próximos meses, así que podría volver a verle. Librándome de tales pensamientos hacia el Señor Edward Cullen, me puse a trabajar.
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