Sólo 24 Horas más

Autor: Day_Swan
Género: Fantasí­a
Fecha Creación: 31/12/2013
Fecha Actualización: 16/01/2014
Finalizado: NO
Votos: 9
Comentarios: 6
Visitas: 11504
Capítulos: 9

Sólo 24 horas más

Sinopsis

“Todas mis posesiones por un poco más de tiempo”. Edward ha prometido un amor eterno a Bella; no obstante, un accidente automovilístico hace lo impensable: los separa. ¿Cuáles son los pensamientos de Edward antes de morir? Bella. Sólo ella. Tiempo. Sólo un día, para decirle todo lo que no le dijo. Un deseo de navidad, un amor inmortal y la intensidad de dos almas con el único deseo de estar juntas, sólo 24 horas más… para luego decir adiós.


Hola chicas, creo que tardé en subir el fic en esta página. La tengo en Fanfiction bajo mi usario "Day M. Odair" Está prohibido publicarla sin autorización previa. 

La trama es completamente de mi autoría. Es súper triste, pero con final feliz.

¡Espero se animen a leer!

Day_Swan

+ Añadir a Favoritos
Leer Comentarios
 


Capítulo 8: Capítulo VII

Capítulo VII

Lo veo en sus ojos. El miedo.
Desde que regresó, aquella sombra se halla allí.
Por eso he descubierto que el tiempo, el tiempo que se nos ha concedido para despedirnos…
es absolutamente escaso.

24 de diciembre, 2013. Lexington Kentucky. (10:00 pm)

Bella

—Bella, Bella, por favor. —pide Edward tratando de retirar mis manos, la cuales cubren mi rostro—. No llores, Bella. Por favor, no lo hagas.

¿Cómo quiere que no llore?

—¡Dos horas, Edward! —exclamo con mi voz temblando. Nos encontramos juntos en el puente Bridge, observando los fuegos artificiales, luego de haber tenido una cena muy romántica en el restaurante que se halla justo al frente de nosotros. Edward me ha dicho que sólo le dieron un día, ¡un día! Y yo que pensaba que eran varios…—. ¿Y qué voy a hacer después?

No me mira a los ojos, y temo inmediatamente escuchar su respuesta. Sin embargo, lo que he notado en él desde que Alice y Jasper nos encontraron fuera de la pizzería, aparece, y es como si tuviera una guerra consigo mismo, o tal vez se encuentra platicando con Anthony, o distraído por la gravedad del asunto. Podrían ser tantas cosas…

—Tienes que aprender a vivir sin mí —susurra él sin mirarme.

Mi labio inferior tiembla, y con brusquedad limpio las lágrimas que salen de mis ojos.

—NO puedo vivir sin ti. ¿Es que no lo entiendes?

Edward suelta un sonoro suspiro conforme se acerca a mí; no obstante, no me toca. Sólo se encarga de revolver su cabello, como suele hacerlo cuando se encuentra nervioso.

—Puedes vivir sin mí, Bella. Puedes.

—¡Pero no quiero! —grito.

El ruido de la ciudad es lo único que se hace escuchar cuando un silencio se produce entre nosotros dos. Nuestras miradas se unen, él está lleno de incertidumbre e incredulidad, y yo llena de rabia y tristeza. Por alguna razón quiero pegarle en el pecho para hacer que reaccione y me permita ir con él; pero yo sé que esto no va a servir de nada. Edward está decidido a dejarme vivir una vida que no quiero.

Edward sacude la cabeza, para después fruncir el ceño.

—¿Qué está pasando? —inquiero acercándome a él, temerosa. ¿Por qué luce tan asombrado?

—Anthony. —Solamente responde.

—¿Qué ocurre con él?

—No. No pasa nada con él. —Sus ojos vuelven a encontrarse con los míos, y yo sé que está mintiendo—. Tenemos dos horas, Bella y es navidad, no deberías estar llorando justo ahora.

—¿Y qué? No es como si tú estuvieses con ganas de armar una fiesta —contesto tomando una de sus manos, está frío, tembloroso. Acerco mi cuerpo al suyo e inclino mi cabeza hacia atrás para observar nuevamente su rostro tenso y embriagado por la tensión—. Edward, ¿hay una forma para que nos permitan que estemos juntos?

Él levemente se encoge de hombros, a pesar de hallarse completamente helado.

—No lo sé con seguridad, pero Bella, ¿podríamos, por favor, no hablar sobre esto en este momento?

Entrecierro mis ojos en su dirección.

—¿De qué quieres hablar entonces?

—De las estrellas. —Vislumbra el firmamento mientras sus ojos brillan y para mí la vista es tan hermosa, que sólo dejo que mis ojos se deleiten con la imagen de Edward observando el oscuro cielo—. Pensé que no habría estrellas hoy.

—¿Por qué? —pregunto confundida.

—Porque no estás sonriendo. —Acaricia mi mejilla con su dedo índice.

—Edward, ¿por qué ayudaste a Anthony? —inquiero todavía con aquella duda en mis adentros—. Quiero decir, ¿cómo lo ayudaste y por qué?

Edward vuelve a encogerse, y luego coloca sus manos alrededor de mis caderas, acercándome más a él.

—Quizás fue un milagro después de todo.

—No lo fue. Tú lo ayudaste. ¿Por qué?

—Porque sentí que debía hacerlo.

Deposita un beso en mi mejilla y juguetea con mi cabello con sumo cuidado. Estamos en silencio por un largo rato, sólo escuchando el sonido de la ciudad y el de los fuegos artificiales, autos, risas de niños y adultos. Comienzo a sentirme exhausta, pero permanezco donde estoy aunque todo lo que mi cuerpo quiere ahora mismo es dormir.

Pero mi corazón quiere, desea, anhela algo absolutamente diferente: que Edward se quede, que no tenga que despedirse de mí.

—¿Te arrepientes? —pregunto sin pensar muy bien en lo que estoy diciendo.

Esa sensación de vértigo, se acentúa en mi pecho, y el pánico se apodera de mi cabeza, negándose a permitirme ver las cosas con claridad.

—¿De qué me tendría que arrepentir? —Edward se encuentra ligeramente impresionado.

—De salvar a Anthony.

—No puedo arrepentirme, todos merecemos una oportunidad, incluso Anthony. ¿Lo entiendes ahora? —Cuando asiento con la cabeza, él sonríe ligeramente—. Sin contar que, si no lo hubiera salvado, en este momento no estaría aquí contigo, Bella.

Los segundos, minutos, las horas, transcurren…, la gente celebra la casi llegada del niño Jesús, sin comprender siquiera la situación en la que Edward y yo nos encontramos, ignorando el hecho de que estas dos personas, que observan el cielo y se acarician mutuamente y se besan por última vez, tendrán que separarse abruptamente por cosas que no pueden controlar.

—Promételo, Bella —dice él, su voz es un susurro, cerca de mi oído.

El conteo regresivo para anunciar que el veinticinco de diciembre está cerca se hace presente, y mis extrañas se revuelven, mi corazón zumba, mi piel pica, mis ojos se humedecen, y quiero gritar, llorar, patalear, para que lo inevitable no suceda.

—No puedo —susurro sin aliento.

Edward coloca sus manos en mi mejilla, y me obliga a verlo a los ojos. Ellos son azules ahora, pero yo puedo ver aquel tono verde sin embargo, puedo divisar aquel color haciéndose cada vez más presente; pero yo sé que eso es una ilusión, ya que jamás veré esos ojos otra vez.

—Prométeme que serás feliz, que cumplirás tus sueños y metas, aunque yo no esté presente en ellas. Recuerda que, donde sea que me encuentre, ya sea en el cielo, a tu lado, en el espacio, en el sol o en la luna, voy a apoyarte, voy a amarte, voy a estar contigo. —Sus lágrimas se hicieron presentes, multiplicando las mías—. Recuerda, Bella, las personas no mueren cuando evitas no olvidarlas.

—Yo no te olvidaré, Edward —bisbiseo, repartiendo besos en su rostro con una desesperación indescriptible.

Asiente con la cabeza, regalándome una sonrisa triste.

—Lo sé.

—Eso es lo único que puedo prometerte.

—Lo sé. —Besa mi frente dos veces, para luego pasar a mis labios—. Pero tenía que intentarlo.

—Te amo, Edward.

—Te amo, Bella.

Se aleja un poco de mí, sus ojos vidriosos y brillantes, lo veo susurrar un “Cierra la boca, Anthony”, y luego asiente con la cabeza. Vuelve a mirarme, el terror invadiendo poco a poco sus facciones y me pregunto lo mismo que él, ¿cómo va  a ocurrir esto? ¿Cómo va a abandonar el cuerpo de Anthony?

Las personas gritan: 5… 4…

—No puedo vivir sin ti, Edward —susurro.

3…

Limpia las lágrimas de sus ojos y suelta un bufido que suena como un quejido de dolor.

—Yo tampoco, Bella.

Y cuando cierro los ojos, para después abrirlos, él se ha ido.

Navidad, el día más triste de mi vida. Veo el cuerpo inerte de Anthony en el suelo y me paralizo. ¿Debería ir a ayudarlo? Sacudo la cabeza, porque mis pies no responden a mis súplicas, así que sólo me dejo caer de rodillas en el suelo y grito por algo que he perdido. Grito porque esta separación será el motivo de mi eterna nostalgia.  Grito porque tuvimos que decirnos adiós, aún cuando ninguno de los dos lo quería.

Las personas me miran, asisten a Anthony y susurran entre ellas; pero yo no hablo, no digo nada, no existo.

Sólo sé que estas horas, se harán eternamente largas, puesto que en las horas restantes mi mente irremediablemente, va a dedicarse a recordar sucesivamente a Edward. Y Lloraré por Edward, pronunciaré su nombre en la penumbra de mi habitación, y así será por el resto de mi vida. Dias oscuros, sin luz, sin él.

—Señorita —habla un hombre mayor que se acerca a mí. Sus ojos me observan con preocupación plasmada en ellos, y yo sólo soy capaz de limpiar mis lágrimas y mirarlo de vuelta—. ¿Se encuentra bien?

Sonrío tristemente, al mismo tiempo que me levanto.

—No, no me encuentro bien. —Es lo que respondo.

Edward

25 de diciembre, 2013. Lexington Kentucky.

El tiempo se ha ido.
Y el vacío se apodera de mí.
Soy como el aire, que viaja por todo el mundo sin ser visto.
Pero el tiempo se ha ido,
y me siento completamente vacío.

Lo último que veo cuando me marcho, es el cuerpo inmóvil de Anthony tendido en el frío piso de la calle. En un santiamén, tengo a Jane frente a mí, con sus brazos cruzados, mientras me observa atentamente, esperando una explicación de mi parte, quizás, o probablemente esperando para llevarme a donde sea que tenga que irme.

—Tienes muchas que explicarme, Edward —argumenta Jane, jugueteando con las puntas de su rubio cabello.

—¿Qué clase de cosas debería explicarte? —La miro absolutamente anonadado—. Necesito estar solo… —Trato de hacerle entender—, ya no hay un “para siempre” junto a Bella.

Jane bate su mano con desdén, desechando mi comentario.

—De eso nada —dice ella colocando los ojos en blanco—, quiero que me expliques la conversación que tuviste con Anthony. Los he escuchado, Edward.

—¿Cómo pudiste escucharnos si hablamos dentro de nuestra mente? —La miro perplejo.

Ella abre la boca, simulando estás indignada.

—¿Y crees que eso es un impedimento para mí?

Por alguna razón sonrío, Jane guarda un parecido a Alice, lo cual es raro, porque de cierta forma son distintas: Jane es un ángel, Alice en cambio es un demonio.

—Entonces, si has escuchado aquella platica… ¿para qué quieres que te lo explique?

—Porque quiero entender por qué Anthony ha dicho eso.

—Él no es tan malo —contesto frunciendo el ceño—, ¿crees que mintió?

Jane se encoje de hombros.

—Yo creo que se sentía culpable.

—Él mismo me dijo que no era por eso. —La miro a los ojos para que crea en mis palabras—. Él no se siente culpable, porque no es el culpable de nada.

—Sé que no es el culpable, Edward —argumenta Jane—, pero no lo comprendo, y quizás pueda hacer algo por ustedes, ¿sabes? Así que podrías explicarme todo, absolutamente todo lo que te dijo.

Tomo una respiración profunda y, con voz trémula y apresurada, comienzo a contarle:

 

“Yo puedo concederte una segunda oportunidad, Edward. —Había tristeza en su voz y yo temí escuchar lo que él quería decirme—. Mereces más que esto, mereces vivir y yo merezco morir.

Cuando escuché sus palabras sabía exactamente lo que estaba insinuando: él quiere renunciar a su cuerpo, y dejarme a mí con él.

“No. Este es tu cuerpo, es tu vida, eres tú el que tiene una oportunidad para acomodar tu vida. ¿Y piensas renunciar a ella? Si te marchas, nadie podrá hacerse cargo de Sthep y Caroline, ¿vas a abandonarlos como tus padres te abandonaron a ti? —le pregunté—, ¿eres tan cobarde?

Sabía que él, seguramente, a causa del dolor no había pensado en su sobrino y su hermana. Yo, al contrario, los tenía en mi mente a cada instante, sintiéndome culpable por habitar en el cuerpo de un chico que debería de estar con su familia en esos momentos. Yo no podía arrebatarle su cuerpo a Anthony, de ninguna manera.

“Y yo quiero concederte esta oportunidad a ti, Edward. ¿Si te pido que los cuides por mí, lo harás?”.

“Claro que lo haré, pero…”

“Entonces quédate con mi cuerpo”.

Mientras abrazo a Bella, cierro los ojos cuando mis ojos pican por contener las lágrimas. ¿Por qué estas dos personas —Bella y Anthony— estaban tan dispuestas a renunciar a sus vidas por mí? Bella quería morir para irse conmigo, Anthony quería marcharse para que yo me quedara, y yo no quería que nadie muriera, no quería estar con el peso del remordimiento, porque de una cosa estaba seguro: cualquier decisión que tomara, iba a destruirme por dentro.

“No tienes que hacer esto, Anthony”.

“Quiero hacerlo, es lo menos que puedo hacer por ti, y además… —habló soltando un suspiro—, ella no merece esto, y tú tampoco”.

“¡¿Y tú sí?!”, soné exasperado.

“Por supuesto. Yo tejí mi destino, me lo merezco”.

“No seas duro contigo mismo —contesté con amargura—, pagaste caro por tus errores, pero por alguna razón u otra, ibas a vivir en ese accidente”.

“¿Y el coma? Ni siquiera sabes por cuánto tiempo voy a quedarme postrado en esa cama, pues mi alma no tiene las fuerzas para manejar mi cuerpo”.

“Despertarás —repuse—, e irás con tu familia, y corregirás tu vida, ¿de acuerdo? No tienes que sentirte culpable, Bella es fuerte y yo…”

“¡No es porque me sienta culpable, Edward! Quiero hacerlo, quiero darte esto, lo mereces, por eso quiero hacerlo. Quiero darle esto a Bella también, la quiero, te he cogido cariño a ti por sólo estas 24 horas, ¡y tú no quieres aceptar mi sacrificio!”.

Sólo sacudí la cabeza, de pronto queriendo dejarlo de escuchar, pero desde luego, era imposible, y por el resto de las horas que me quedaban, escuché sus quejas y suplicas…

 

—¿Entonces él quiere sacrificarse por ti? —inquiere Jane con sus ojos abiertos como un par de cuencas—. Es increíble.

—Es horrible, no quiero que lo haga.

—Por supuesto, te comprendo, Edward. Pero esto cambia las cosas, ¿es que no lo ves? El Anthony de antes jamás habría deseado algo como esto, ¿te das cuenta? Él era malvado, egoísta, odioso, rencoroso, ¿cómo has hecho que cambie tan drásticamente?

Niego con la cabeza.

—Yo no hice nada, Jane —contesto, mirando fijamente mis pies, mientras me pregunto dónde estoy, dónde está Bella y dónde se encuentra Anthony. ¿Habrá despertado? ¿O continuará en coma como había predicho? ¿Si su alma estaba desvaneciéndose, con este cambio volverá a coger fuerzas?—. Él sólo vio los sucesos mediante dos puntos de vista diferentes.

—¿El tuyo y de Bella?

Asiento con la cabeza.

—El mío y el de Bella.

—Quizás Bella también tenga mucha influencia en las personas  —dice ella—, me parece la persona más pura que he conocido. Quiere renunciar a su vida por ti, creo que eso le dio mucho que pensar a Anthony.

—Sí, y entonces él pensó que el que debería hacer eso, es él y no ella.

Jane de pronto se ve más interesada en lo que dije.

—Entonces… él probablemente no sólo se está sacrificando por ti, sino también por ella. ¡Increíble! Ese chico ha aprendido algo realmente hermoso.

—¿Hermoso? —Suelto un bufido—. Es horrible, no puedo pensar en Anthony muerto o en Bella muerta. Es insoportable. No lo merezco, nadie lo merece.

—El amor se basa en el sacrificio, Edward. Jesús nos amaba, por eso se sacrificó por nosotros. Y no muchos piensan en eso a la hora de vivir aquella vida que él les ha ofrecido. Eso es lo que Anthony comprendió, por eso quiere hacer lo mismo por ti, y por Bella.

Asiento con la cabeza en afirmación.

—Entonces mi trabajo aquí está hecho. —Sonrío tristemente.

—Merecías mucho más, Edward —repone ella con tristeza grabada en su voz—, pero no todos tenemos lo que merecemos. —Seca las lágrimas que aparecen en sus ojos y suspira lentamente—. Puedes ver a tus seres queridos por última vez, ya sé que la peor forma de extrañar a alguien es estar sentado a su lado y saber que nunca lo podrás tener. Pero ya no los verás de cerca, y Edward…

—Lo sé, Jane. Me despediré de ellos aunque ya no puedan verme —contesto con voz queda—, y me despediré de Anthony.

—No puedes ver a Anthony —se apresura a decir ella.

—¿Por qué no?

—Porque tengo que verlo yo primero.

—¿Por qué tienes que verlo tú primero? —Me sobresalto ante aquello—. ¿Él va a morir?

—No, no va a morir, no te preocupes —dice mientras acaricia mi rostro.

¿Entonces por qué va a  verlo? Los vivos no pueden ver a Jane.

—¿Entonces por qué vas a verlo?

—Todavía es navidad, Edward. —Sonríe.

¡Rayos! ¿Por qué tiene que hablar en códigos conmigo?

—Lo sé, ¡lo sé! Sólo explícate, mi cabeza va a explotar.

—Pues, Edward, es que tengo un deseo para Anthony —susurra, para después abrazarme, y eso es lo último que me dice, pues después desaparece.

Capítulo 7: Capítulo VI Capítulo 9: Epílogo

 


 


 
14459149 visitas C C L - Web no oficial de la saga Crepúsculo. Esta obra está bajo licencia de Creative Commons -
 10771 usuarios