Sólo 24 Horas más

Autor: Day_Swan
Género: Fantasí­a
Fecha Creación: 31/12/2013
Fecha Actualización: 16/01/2014
Finalizado: NO
Votos: 9
Comentarios: 6
Visitas: 11504
Capítulos: 9

Sólo 24 horas más

Sinopsis

“Todas mis posesiones por un poco más de tiempo”. Edward ha prometido un amor eterno a Bella; no obstante, un accidente automovilístico hace lo impensable: los separa. ¿Cuáles son los pensamientos de Edward antes de morir? Bella. Sólo ella. Tiempo. Sólo un día, para decirle todo lo que no le dijo. Un deseo de navidad, un amor inmortal y la intensidad de dos almas con el único deseo de estar juntas, sólo 24 horas más… para luego decir adiós.


Hola chicas, creo que tardé en subir el fic en esta página. La tengo en Fanfiction bajo mi usario "Day M. Odair" Está prohibido publicarla sin autorización previa. 

La trama es completamente de mi autoría. Es súper triste, pero con final feliz.

¡Espero se animen a leer!

Day_Swan

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Capítulo 2: Capítulo I

Capítulo I

20 de diciembre, 2013. Lexington Kentucky.

 No puedo odiar a Dios.
No puedo reprocharle el haberme permitido que muriera.
Después de todo, soy o era un mortal,
y nadie jamás me prometió un final feliz.

Edward

Primero todo lo que veo es oscuridad y me pregunto si es eso lo que veré a partir de ahora sin Bella a mi lado: oscuridad. Me pregunto si eso es lo que las personas que mueren ven, porque, ¿quién ha regresado de allá arriba para contarlo? Por eso nosotros los humanos le tememos tanto a la muerte: porque no sabemos qué ocurrirá después.

Pues yo te cuento todo lo que ocurre a mí, a partir de momento en que las luces se encienden y los gritos y sonidos ensordecedores se hacen escuchar nuevamente:

Todo es un revoltijo en mi mente, como si alguien hubiera abierto mi cerebro y mesclado todo con una cuchara. ¿Dónde estoy? ¿Qué estoy haciendo? ¿Por qué todos gritan? Y luego lo recuerdo todo: estoy en el lugar del accidente, del accidente que he sufrido y por el que morí. Oh no, no estoy muerto, porque sigo en este lugar, ¿no? Pero entonces... si estuviera vivo... ¿por qué ya no me duele nada? Quizás ocurrió un milagro y...

Pero nada de eso es cierto. Lo primero que alcanzo a ver cuando decido buscar respuestas es el puñado de personas que se arremolinan en esa parte de la calle. Hay tres ambulancias, paramédicos, bomberos y policías. Vuelvo mi vista a la derecha y me encuentro con el camión que ocasionó el accidente. Por alguna razón, los paramédicos están más concentrados en ese camión que en otra cosa, y luego me doy cuenta del porqué: hay un niño allí atrapado y no encuentran la manera de sacarlo.

El niño grita y mi garganta al mismo tiempo arde lágrimas que por alguna razón no derramo. Corro hacia el camión y observo cómo dos hombres intentan abrir la puerta chamuscada del camión. Alguien grita algo, pero no escucho... por alguna razón no puedo moverme, porque no sé qué hacer.

—¡El niño! —Vuelve a gritar la voz de una mujer, ella llora y grita y patalea para que los dos hombres gigantescos que la sostienen relajen su agarre—. ¡¿Cómo está el niño?! —Vuelve a gritar, con tal sentimiento que quisiera correr a consolarla, pero no puedo moverme, no puedo consolarla, no la conozco.

—Él estará bien —digo, sin saber si aquello tiene algún sentido. Miro a los ojos a la mujer de cabellos negros y ojos azules; sin embargo ella no me devuelve la mirada en ningún momento—. Estará bien —repito más fuerte, pero ella no se inmuta.

—¡Hay que sacar al niño! —Grita alguien.

La mujer de cabellos negros enloquece cuando aquel hombre dice eso y se echa a llorar.

—¿Y Anthony? —dice en un sollozo—. ¡¿Mi hermano está bien?!

Nadie le responde.

Sigo observando el interior de camión, mientras que los estresados bomberos continúan con su labor, hasta que me doy cuenta de que ninguno de ellos me ha observado.

Nadie puede verme.

¿Estoy muerto?

Y al no saber la respuesta, miro a alrededor y me tambaleo un poco a causa del impacto.

Esto no puede estar pasando.

Hay dos personas en el pavimento. Me acerco a quien reconozco como una mujer y cuando, me fijo en que dos hombres la toman y meten en una bolsa de plástico, para después cerrarla.

La mujer está muerta.

Vuelvo mi cabeza al camión donde las personas continúan tratando de rescatar al niño, y sus chillidos y gemidos me paralizan. Por eso no me acerco, porque no tengo nada que hacer, no sé cómo ayudar, porque estoy y a la vez no en este lugar. ¿Si soy sólo un alma, dónde está mi cuerpo?

La policía se encarga de colocar señales que indiquen que, la calle donde ha ocurrido el accidente, es inaccesible, por lo cual se ha armado un tráfico de muerte al otro lado de la calle. Me doy cuenta de que hay una luz cegadora que proviene de ningún lugar, pero me mantengo aquí, sin interesarme en buscar su paradero, sólo sé que debo quedarme y ver mi cuerpo, ver qué pasa con mi cuerpo, ver qué pasa con el niño del camión, y el hermano de la chica de cabellos negros.

Pero soy cobarde y no me acerco al camión por miedo a ver al niño morir. Es sumamente incomprensible el por qué siento aquella extraña conexión con el niño, y con el hermano —llamado Anthony— de la chica de cabello negro, después de todo, el que conducía el camión fue el culpable de mi accidente y supongo que el conductor era ese chico llamado Anthony.

¿Cómo se atravesó de esa manera en mi camino cuando tenía un niño con él en ese camión?

Irresponsable.

Y yo... ¿estoy muerto? ¿Dónde debería ir? Siempre pensaba que, cuando una persona muere, es llamado por alguna señal divina para después marcharse de la tierra a aquel lugar llamado el paraíso. Me entra el pánico al pensar aquello. ¿Entonces iré al infierno?

Sacudo la cabeza.

Mi cuerpo permanece tendido en el suelo. Mi rostro se halla pálido y aparentemente sin vida; no obstante, dos paramédicos comprueban mis signos vitales, e inyectan algo en mis venas. Observo mi apariencia: estoy semidesnudo. Es decir, alguien ha arrebatado mi abrigo y mi camiseta —o tal vez fue el accidente que los rompió—, sangre sale de mi nariz y boca y mi pierna derecha parece gravemente herida. Un paramédico rasga mis vaqueros por la parte de mi rodilla derecha y al ver la herida aparto la mirada, no sin antes ver cómo el paramédico sacude la cabeza con una expresión de tristeza.

Una muchacha de cabello castaño chocolate se encuentra tendida en el suelo, justo al lado de mi cuerpo inerte. Ella llora y un gigante hombre la sostiene entre sus brazos, estabilizando.

—¡Lo estamos perdiendo! —grita alguien y sé que están hablando de mí.

Estoy muriendo.

***

Nunca pensé que el amor verdadero me alcanzaría a una edad tan joven. Yo solía ser en la secundaria un poco popular, y el jugar el fútbol me ayudaba en extremo con las chicas. Es decir, ¿quién no se acercaba a mí por interés? Bella. Ella era la única. Cuando la conocí supe que me odiaba sin razón aparente y la chica inmediatamente se convirtió en la fuente de mi diversión. Ella era linda, con un rostro infantil pero con una madurez que no había visto en nadie más. Poseía un cabello castaño pero del color exacto del chocolate, sus ojos eran del mismo color y tenía pestañas gruesas y anormalmente largas. Sus cejas eran alineadas y le daban un aspecto de misterio a su angelical rostro; cuando ella se sonrojaba... era como ver el arcoíris después de un día de lluvia, por eso me agradaba molestarla o avergonzarla.

Recuerdo perfectamente aquel día en el que la intercepté después de que la vi salir de su clase de español. Ella vestía unos jeans rotos por el lado de las rodillas y una camiseta negra que se ceñía a su figura y rezaba por la parte de sus pechos el nombre de una banda local. Sólo llevábamos dos semanas conociéndonos y ella no me había dado ni la hora, sospechaba que me odiaba ya que la primera vez que la hablé me fulminó con la mirada y echó su cabello suave hacia atrás y salió de mi camino sin mirarme una vez más. Desde entonces había estado siguiéndola, como un perrito faldero.

—Tengo entradas para la banda de tu camiseta —anuncié con una sonrisa coqueta.

Ella ni siquiera se inmutó de lo que había dicho.

—No voy a prestarte mis apuntes de química. —Fue lo que dijo cuando me interpuse en su camino aquella mañana—. ¿Por qué no se los pides a Jasper? —Su ceño se frunció con frustración, pero yo no me dejé intimidar por eso.

—Porque Jasper no es de mi tipo —contesté con un encogimiento de hombros—. Lo invitaría a salir... pero no es mi tipo —repetí como un idiota.

Ella se echó a reír, y al darse cuenta de aquello, volvió a su actitud fría.

—¿Le invitas a salir a las personas que te prestan los apuntes de química?

Sacudí la cabeza en negación.

—Por supuesto que no, sólo quiero salir contigo. ¿Irás al concierto conmigo o qué? —Coloqué mis brazos cruzados detrás de mi cabeza.

Sip, podría estar intentando parecer relajado, pero la realidad era que mi corazón se saldría de mi pecho en cualquier momento de lo rápido que latía.

—Vaya, que caballero más romántico—murmuró con sorna—. ¿Por qué no me das las entradas y simplemente te pierdes?

Alcé una ceja en su dirección.

—De ninguna manera. Las compré para ti.

—Pensé que tus padres no te estaban dando dinero por tu castigo —contestó en voz baja.

Me sonrojé, realmente me sonrojé porque lo que estaba a punto de decirle me avergonzaba extremadamente. Demonios, ¿y si me decía que me fuese al demonio? Tendría que irme, no iba a obligarla a quererme, no cuando yo literalmente babeaba cada día por ella y ya la imaginaba en mi futuro.

Y pensar que sólo teníamos dieciséis años... si hubiera sabido lo que ocurriría cinco años después, la habría hecho mi esposa en ese mismo momento.

***

La muchacha de cabello castaño achocolatado, quien se halla al lado de mi cuerpo inerte, es Bella Swan. Mi Bella.

Recuerdo que, la última vez que estuve dentro de mi cuerpo, pensé que había alucinado con ella. Pero ahora sé que fue real, ella estuvo conmigo hasta que abandoné mi cuerpo, ella me pidió que me quedara a su lado, y después dejé de escucharla.

Lo último que pensé fue un: Te amo, Bella. Volveré.

Y pensé que había muerto.

Ahora me hallo aquí sin poder saber si seré capaz de permanecer a su lado.

—Él va a estar bien —dice Jacob, uno de mis mejores amigos, en su oído. Siempre pensé que Jacob está secretamente enamorado de mi chica, no es tan increíble, porque para cualquier chico que la conociera sería absolutamente fácil caer enamorado de ella; ahora, cuando veo cómo él la observa con ese anhelo en sus ojos, yo estoy seguro de que mis sospechas siempre fueron ciertas, y sonrío levemente porque en ningún momento mi amigo intentó algo con mi chica. Así era Jacob, leal, sincero, un buen hombre—. Vamos Bella, levántate.

Pero ella no lo hace. Sólo intenta llegar a mi cuerpo pero los paramédicos se lo impiden. Ella grita cuando, después de acomodarme en una camilla, meten mi cuerpo en una ambulancia y le dicen que por su estado no la dejarán viajar conmigo.

—¡No! —Su voz se quiebra—. ¡Edward, no! ¡Edward! —Se echa a llorar y le pide a Jacob que vayan al hospital. Él acepta y evita su mirada, y yo sé por qué lo hace.

Está llorando. Sabe que no voy a sobrevivir.

Jacob estudia medicina en la misma universidad que Bella y yo, sólo que nosotros optamos por estudiar enfermería. Lo irónico del asunto es que podría estar ayudando en esta catástrofe, pero mi cuerpo está dañado y nadie puede verme. Es como si no estuviera aquí.

Quizás era un fantasma, o simplemente mi alma se está preparando para partir.

Un sólo día, Dios, sólo uno más.

Sin embargo yo sé que aquello es imposible. No existen los milagros en esta ocasión y los deseos raras veces se hacen realidad. ¿Cómo puedo sobrevivir con todas esas heridas en mi cuerpo? ¿Cómo puedo volver junto a Bella si mi cuerpo no va a resistir ni siquiera una operación? Estoy tratando de aceptarlo... pero... aceptar tu propia muerte no es tan fácil... es difícil... es imposible.

***

—¿Edward? —Me urgió Bella, mirando su reloj consecutivamente. Uff, genial, la estaba aburriendo.

¿Podría ser esto más vergonzoso?

—Tengo un dinero que… —Me interrumpí. ¿Qué iba a decirle? Tenía que ser meticuloso con ella; llevaba observándola por dos semanas y a ciencia cierta sabía que me rechazaría si le dijera de dónde saqué el dinero.

—Estuve trabajando.

Bella alzó una es más su ceja de forma interrogativa.

—¿Trabajas? —Estaba llena de dudas, podía notarlo—. Pensé que apenas y te daba tiempo para estudiar y el fútbol.

Ella estaba en lo cierto, mas, por supuesto, yo no iba a decírselo.

—Wow. —Sonreí tan ampliamente como mis labios me lo permitieron y la vi una vez más sonrojarse sin razón alguna—. Has estado muy al pendiente de mi vida, ¿uh?

Inmediatamente ella se dio la vuelta y me dio la espalda. Comenzó a andar, alejándose completamente de mí. Por consiguiente, la seguí hasta alcanzarla y suavemente la tomé de la mano, apretándola con dulzura y sentí como su pulso tembló.

Sostuve su mano y ella no hizo ningún intento de rechazarme.

Fue entonces cuando descubrí que ella también lo sentía.

Sentía que había algo entre nosotros, algo que no tenía comparación.

***

Imposible... aquella palabra se está convirtiendo en el titulo de lo que ocurre justo ahora.

Si otra persona estuviera en mi lugar, supongo que al ver que llevan su cuerpo a una ambulancia y su novia y su amigo se van al hospital en coche, los seguiría. Quizás aquello será lo lógico. Pero yo no me voy por lo lógico en esta situación de la cual no tengo el control. Mi cuerpo se ve impulsado por una fuerza suprema y de un momento a otro estoy cerca del camión una vez más, y algo se despierta en mi pecho cuando descubro que los paramédicos han sacado al niño, quien permanece inconsciente, pero con vida.

Los paramédicos se centran sólo en el niño, conforme la chica de cabellos negros continúa gritando:

—¡¿Dónde está Anthony?!

Un paramédico de ojos marrones sacude la cabeza, conforme otros dos finalmente sacan del camión el cuerpo inerte de un joven de unos veinticinco años y cabello castaño casi rubio. Sus ojos están cerrados y tiene una profunda herida en la cabeza, sus labios están pálidos y sé que ellos ya han anunciado su muerte, pero la muchacha de cabellos negros se niega a creerles y continúa pidiendo que le salven. Que él no puede morir.

Quiero decirle a la muchacha que nadie debería morir pero igual morimos, pero no lo hago, pues no me escuchará, vivo o muerto, ella seguirá rogando por la vida de Anthony hasta que se dé cuenta de que rogar no sirve de nada, porque su sentencia está escrita. Él muere en este accidente, y quizás yo también.

No obstante, el niño sigue con vida.

Colocan el cuerpo de Anthony en una bolsa de plástico y cuando están a punto de cerrar la bolsa y dejar su cuerpo allí junto con el resto de los cadáveres, lo veo.

El mueve un dedo.

Luego dos.

—¡Él está vivo! —grito, pero evidentemente nadie me escucha.

¿Qué clase de paramédicos son estos? ¿Es que no comprobaron su pulso? ¿O sólo imaginé que había movido su dedo? Pero no, él mueve su dedo índice una tercera vez, y luego cierran la bolsa.

Me quedo sin aire, y siento el pánico apoderarse de mi cuerpo. Ese muchacho está vivo... pero si no lo asisten rápido morirá. Tal vez tiene una hemorragia interna o alguna contusión cerebral... pero ellos creen que está muerto pero... ¿por qué?

Tomo mi cabeza entre mis manos y suelto una exclamación de frustración. Esto es horrible… simplemente… ¿cómo puedo ver todo esto y no poder hacer nada para detenerlo? Es un infierno, quizás estoy castigado con ver como muero y cómo mueren las demás personas de este accidente. Quizás cuando mi cuerpo muera, mi alma se quedará en la tierra como un espíritu en pena y todo lo que haré será ver cómo todos viven después de mi muerte, después de que me olviden…

—¡Él está vivo! —grito nuevamente, con toda mi frustración dejándola fuera. La chica de cabellos negros deja de gritar y su rostro se torna pálido. Sus piernas temblorosas se mueven hasta el cuerpo del chico y con manos, también temblorosas, abre la cremallera de la bolsa. Ella lo toca y jadea, para después comenzar a llorar y gritar a todo el mundo que ha ocurrido un milagro.

Los paramédicos asisten a Anthony.

Yo sólo me quedo sin aliento, allí, parado, observando todo.

Y cuando pienso que debo ir a ver mi cuerpo y saber cuál será mi destino, cuando me pregunto vagamente si en mí también ocurrirá esa clase de milagro y me salvaré, una voz, cantarina y aniñada, dice cerca de mí:

—No fue un milagro. —Se trata de una pequeña niña de unos quince años, con cabellos demasiado rubios y ojos azules como el cobalto. Ella mira fijamente la escena que yo presencio y suelta un suspiro—. Tú lo salvaste. Tendrás tus 24 horas, pero deberás seguir las reglas.

¿Lo salvé? ¿Reglas? ¿De qué está hablando?

—¿Quién eres? —murmuro, dándome cuenta que las personas que nos rodean no pueden vernos a ninguno de los dos.

—Eso no importa —responde ella con voz solemne. Va vestida casualmente, con unos jeans de mezclilla y una camiseta oscura y un abrigo grueso, que la protege del frío de invierno—. Sólo estoy aquí para guiarte.

Estoy confundido.

—¿Guiarme?

—Sí. Guiarte —responde secamente—. Estuviste a punto de morir, Edward. Pero por alguna razón no lo hiciste. Salvaste a un hombre, gritando con todas tus fuerzas que permanecía con vida. Su destino no era este, pero las decisiones que tomó lo llevaron a su muerte pero tú la impediste.

—¿O sea que él debió morir? —Mierda. ¿Esto era sólo un sueño? No parece real… yo simplemente…, esto no puede estar pasando.

—Sí. Él iba a morir. —Asiente con la cabeza—. Al igual que tú. —Algo en mi alma se rompe—. Pero, Edward, tu cuerpo está demasiado…

—Lo sé —interrumpo, porque no quiero seguir escuchándola—. No puedo aferrarme a una vida que ya se ha marchitado. Yo sólo quiero… despedirme y decirle que…

La amo. Que la amo. Porque cuando estuve con vida no fui capaz de hacerlo.

Ella parece leer mis pensamientos.

La muerte sólo tiene importancia en la medida en que nos hace reflexionar sobre el valor de la vida. —Me mira fijamente, y sé que está recriminándome y yo me siento tan intimidado a pesar de su rostro angelical—. Una frase muy cierta, Edward. ¿No es así? Ustedes los humanos reflexionan cuando, quizás, ya es demasiado tarde.

—Lo sé. —Mi voz se quiebra y agacho la cabeza.

La muchacha de cabellos rubios continúa hablando:

—Tendrás sólo 24 horas —revela ella, aún con seriedad—. Tu alma permanece intacta; sin embargo, el alma de Anthony Masen está desvaneciéndose.

Y con eso ambos desaparecemos.

Capítulo 1: Prólogo Capítulo 3: Capítulo II

 


 


 
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