Sólo 24 Horas más

Autor: Day_Swan
Género: Fantasí­a
Fecha Creación: 31/12/2013
Fecha Actualización: 16/01/2014
Finalizado: NO
Votos: 9
Comentarios: 6
Visitas: 11501
Capítulos: 9

Sólo 24 horas más

Sinopsis

“Todas mis posesiones por un poco más de tiempo”. Edward ha prometido un amor eterno a Bella; no obstante, un accidente automovilístico hace lo impensable: los separa. ¿Cuáles son los pensamientos de Edward antes de morir? Bella. Sólo ella. Tiempo. Sólo un día, para decirle todo lo que no le dijo. Un deseo de navidad, un amor inmortal y la intensidad de dos almas con el único deseo de estar juntas, sólo 24 horas más… para luego decir adiós.


Hola chicas, creo que tardé en subir el fic en esta página. La tengo en Fanfiction bajo mi usario "Day M. Odair" Está prohibido publicarla sin autorización previa. 

La trama es completamente de mi autoría. Es súper triste, pero con final feliz.

¡Espero se animen a leer!

Day_Swan

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Capítulo 5: Capítulo IV

Capítulo IV

Desde que desperté, tuve la certeza de que ella me reconocería.
Quizás nosotros dos no tuvimos un final feliz.
Pero tuvimos una corta y hermosa historia, juntos.
Si tengo que morir para vivir aquellos días con Bella una vez más…
Moriré gustosamente.

24 de diciembre, 2013. Lexington Kentucky.

Edward

Tardé media hora en recordar todo lo que había ocurrido y aceptar la idea de que estoy dentro de un cuerpo que no me pertenece. Desperté del coma inmediatamente, y a partir de entonces no he sentido el alma de Anthony aunque Jane me advirtió que eso ocurriría en cualquier instante. Huí del hospital desde ese entonces, tomé la ropa que la hermana de Anthony había dejado en la habitación de éste y, si pudiera haber corrido, lo hubiera hecho, pero mis heridas —o las heridas del cuerpo de Anthony— no me lo permitieron; no obstante, el hospital en el que me encontraba se halla cerca de la plaza que Bells y yo solíamos visitar todo el tiempo. Desde el principio supe que ella está aquí; pero cuando la veo caminando lentamente mientras observa el cielo y sus alrededores, mi corazón se salta un pálpito y me pregunto cómo es posible que exista tanta belleza en una sola mujer.

Hablamos, y cuando le digo que solía visitar este lugar con mi novia, ella no mira al cuerpo de Anthony, ella me mira a mí.

A Edward Cullen.

—¿Qué dijiste? —inquiere con voz trémula y distante.

No quiero decirle que soy Edward, quiero que ella me reconozca.

—Lo que oíste —contesto, tratando que mi voz suene tranquila y relajada—. Ella a veces solía ser tan cursi que llamaba nuestro paseo “el paseo del amor”. —Me echo a reír y tengo la seguridad de que mis ojos brillan en este momento—. La amaba.

—¿Y qué pasó con ella? —Bella suena ligeramente interesada, pero evade mis ojos.

—Me la quitaron de mi lado —contesto fácilmente, para después corregirme—: o quizás me quitaron de su lado.

—Supongo que fue difícil para ti decirle adiós —contesta evadiendo mis ojos—. Pero quizás tuviste suerte de haber tenido eso, a no tener nada.

Ahora lo comprendo todo. Si amas a alguien, jamás puedes decirle adiós porque aquella persona siempre va a estar contigo, en tus recuerdos, en tu corazón, en el aire, a tu lado.

—No le dije adiós porque no se acaba el amor sólo con decir adiós, hay que tener presente que el estar ausente no anula el recuerdo, ni compra el olvido, ni nos borra del mapa.

Ella ahora está observándome fijamente y con los ojos vidriosos abiertos como dos platos. Sus manos tiemblan y noto aquello a pesar de que están dentro de los bolcillos de su abrigo negro que le llega hasta las rodillas. Sus cejas están alzadas y el color ha abandonado su precioso rostro. Balbucea algo incomprensible para después sacudir la cabeza y yo sé que se está debatiendo mentalmente con lo que he dicho.

Toda mi vida he citado a Paulo Coelho. Siempre, lo he hecho y ella lo sabe. De hecho, siempre me molestaba con aquello, diciendo que yo sólo buscaba frases del autor brasilero para deslumbrarla; no obstante, aquello es falso, Coelho es mi autor favorito, y sus frases siempre tienen algún tipo de argumento que me llega directamente al alma por la sinceridad de sus palabras.

Coelho —suspira ella sin dejar de observarme.

—Así es. —Asiento con la cabeza—. Pero cuéntame, ¿qué hace una chica a esta hora paseando por aquí?

Elude mis ojos de nuevo y muerde la uña de su dedo pulgar con nerviosismo.  Luego, cuando ha pasado un santiamén y sólo se ha escuchado el ruido del viento y de los automóviles, ella susurra:

—Solía pasear con mi novio.

Asiento con la cabeza. ¿Qué debería decir ahora para que ella me reconozca?

—¿Cómo sabes mi nombre? —pregunta ella, ahora su voz se ha vuelto monótona—. Me dijiste Bella cuando ni siquiera te he visto en mi vida.

—Sí lo has hecho —confieso sin importarme que ella me tome por un loco, porque demonios, yo sé que ella va a reconocerme, Bella es astuta, y me ama, ¿cómo no reconocer al amor de tu vida? Me miró hace unos instantes y vi el reconocimiento en ellos; mas no se atrevió a decirme ni una palabra, ¿será que tiene miedo?—. Sólo que no me reconoces.

 —¿Cómo te llamas? —inquiere sin apartar la vista de sus pies.

No quiero responderle, así que decido cambiar te tema.

—¿Quieres ir a tomar un café o un chocolate caliente? —Señalo la cafetería de veinticuatro horas que se halla justo en la esquina—. Hace mucho frío aquí, y te ves pálida.

Ella inmediatamente sacude la cabeza, sus ojos muy abiertos, como si estuviese sorprendida por algo.

—Probablemente será mejor que me vaya a casa. Mi familia debe de estarme buscando por todas partes, no es que estén despiertos a esta hora, sino que debería estar durmiendo ahora mismo, pues mañana estaré muy cansada. —Por alguna razón, se halla nerviosa cuando me tiende la mano para que yo la estreche—. Un placer conocerte…

—Anthony —digo, aunque ese no es mi nombre. No, de ninguna manera.

“¿Y qué piensas decirle —me pregunta una voz en mi mente, su voz, la de Anthony, el dueño de éste cuerpo y sé que él ha estado aquí todo este tiempo y no fue capaz de mostrarse ante mi—. ¿Le dirás que te llamas Edward como su novio muerto?”.

“Vaya, ¿Anthony? Un placer conocerte”, menciono con el mismo tono de reproche, aunque por alguna razón me hallo feliz de oírlo.

“¿Placer? ¿De verdad eres así de patético? ¡Por mi culpa estás malditamente muerto! ¡Deberías odiarme! ¡Deberías dejar que muriera! —grita.

No sé qué esperaba de Anthony, pero evidentemente no era esto. Es decir, pensé que no estaría molesto por aquellas razones, pensé que me odiaría por ser el invasor de su cuerpo. ¿Cómo rayos iba yo a saber que se molestaría conmigo por salvarle la vida? Cualquiera en su lugar estaría agradecido.

—¿Anthony? —Llama Bella un tanto preocupada, conforme me estudia con su mirada achocolatada—. ¿Te encuentras bien? Te ves un poco… desubicado.

Por supuesto, estoy desubicado por la actitud de Anthony, además que es difícil acostumbrarte a escuchar una voz gruñona y ronca en tu mente.

¿De verdad esto está ocurriendo?

—No —respondo sin ningún titubeo—. No me siento bien. —Y es la verdad porque siento que la cabeza va a explotarme y no es a causa de la voz de Anthony en mi cabeza, probablemente sea el efecto de mis medicinas que está desapareciendo. Y mi estómago se encuentra vacío.

Bella me mira con ojos invadidos de preocupación.

—¿Quieres que te ayude?

Asiento con la cabeza en afirmación.

Caminamos a la cafetería en silencio. Ella en ocasiones me dedica una mirada para comprobar que me encuentro bien; mas, yo continúo observando al frente, mientras trato de buscar la forma de explicarle a Bella quién soy en realidad y por qué estoy aquí. Es irónico, porque cuando nadie podía verme quería decirle de todo y tenía las palabras adecuadas en la punta de mi lengua, ahora que me encuentro frente a Bella y que ella está enteramente dispuesta a escucharme, no hallo las palabras, porque tengo miedo de que no me reconozca, de que no me crea.

Estoy perdiendo las esperanzas.

“¿Es en serio? —Regaña Anthony con ira en su voz—, ¿ruegas por tu deseo, luchas tanto para conseguirlo y ahora que estás justo al frente de ella no piensas decirle nada? ¡El tiempo se te está escurriendo de los dedos! ¡Pensé que habías aprendido de todo esto!

“¿Y tú? —le pregunto en mi mente—. ¿Has aprendido de todo esto?

Sin embargo él no me responde, sólo piensa, y aunque al estar dentro del cuerpo de Anthony tengo acceso a sus recuerdos, jamás había intentado invadirlos; pero el mismo me los muestra y sé exactamente de qué se arrepiente.

***

Anthony Masen no era la mejor persona del mundo. Desde que tenía quince años tuvo que encargarse de sus hermanos pequeños, por lo cual debió dejar la secundaria sin siquiera haberse graduado. Trabajó en un taller con un asno que le pagaba una miseria que no alcanzaba ni para la quincena; no obstante, no se quejó, porque era menor de edad y solamente era bueno arreglando autos ya que su padre era mecánico y le había enseñado todo lo necesario.

Sin embargo, el padre de Anthony, Albert, era un borracho que sólo trabajaba para comprar alcohol. Aún así, Albert vivía en aquella casa que Anthony sostenía. Al poco tiempo —cuando Caroline cumplió los catorce años— Anthony se convirtió en tío. Y las cosas comenzaron a complicarse desde ese entonces ya que el padre del niño no quería hacerse cargo de esa responsabilidad. Por lo cual Anthony debía mantener a su sobrino, a la madre de este y a su otra hermana llamada Sofía.

Anthony estaba harto.

Un día, cuando tenía dieciséis años, se dio cuenta de que odiaba a su sobrino y que si no fuese por su hermana, la habría abandonado en un hospital para que otras personas se hicieran cargo de él; no obstante, no lo hizo. Al contrario, continuó con su estúpido trabajo, hasta que se dio cuenta de que su vida no tenía ningún sentido y que se comenzaba a sentir vacío, desesperado y desolado por dentro.

Anthony cayó en las drogas desde entonces.

El dinero era un problema cuando cumplió los dieciocho años. Anthony conseguía las drogas pues se las robaba a su jefe —el asno mecánico—, pero cuando éste se dio cuenta de eso lo echó del taller y ya no tenía nada: ni dinero, ni drogas. Por eso Anthony decidió recurrir a un lugar donde encontrara las dos cosas.

Anthony se fue por el lado fácil.

“¿Quién dijo que la vida era tan complicada cuando puedes hacer lo que yo hago?” se preguntaba millones de veces el joven, que a lo largo de los años se fue convirtiendo en un hombre alejado del lado bueno. Nunca se casó, nunca quiso tener hijos porque para él eran un dolor de cabeza, pero aún así continuó haciéndose cargo de su sobrino, pues amaba a sus hermanas y ellas querían que el niño tuviese todo lo mejor. Anthony tenía veinticuatro años cuando su vida cambió: Sofía quedó embarazada y su novio fue a pedirle su mano. Al principio Anthony pensaba que aquello era una broma, pero después de que el joven chico le dijo que hablaba muy en serio, a Anthony no le quedó más remedio que aceptar. Y él no podía alegrarse de que su hermana menor se fuera, porque ella era la luz de sus ojos, ella y Caroline era lo único que le importaba en esta vida. Por eso, cuando recibió la noticia de que Sofía se iba a Oregón con su futuro esposo pues éste encontró un trabajo allá, se sintió aún más vacío de lo que ya estaba.

Pero a Anthony le quedaba aún Caroline.

Drogas, alcohol, robos, prostitutas… para él era la vida que le mantenía sin ese vacío. Pero cuando esa noche del 19 de diciembre, cuando su hermana le dijo que debía cuidar a Sthep —ya que quien cuidaba del niño era Sofía pero ella se había marchado—, su vida cambió drásticamente.

Anthony no cuidó a su sobrino como debería.

Esa noche armó una fiesta y de mala gana le dio de comer a su sobrino y lo mandó a su habitación sin prestarle mucha atención a la tos que poseía la criatura.

—Ese niño está pálido —le había dicho a Anthony la chica con la que se acostaba esa noche—, deberías revisarlo.

—Él está bien. —Fue lo único que contestó.

A la mañana siguiente, la misma chica que le dijo aquello salió gritando de la habitación del sobrino de Anthony, bramando que llamaran a una ambulancia. Al principio Anthony no lo comprendió, pero cuando vio a la muchacha semidesnuda cargando entre sus brazos al hijo de Caroline supo que había sido un imbécil y sin más se lo arrebató de sus brazos, corrió directamente al camión de su padre y encendió el motor. La chica semidesnuda le dio un inhalador a Anthony y él se lo colocó al niño, pero cuando supo que eso no serviría de nada, comenzó a manejar enloquecido, sin saber que el que estaba cerca de su muerte, era él y no su sobrino como más temía.

***

“No temía a la muerte —explica Anthony después de mostrarme sus recuerdos—. Yo sólo quería que él se salvara”.

“Y lo hizo. Se salvó”, contesto yo, aún afectado por todo lo que vi. Por Dios, ¿cómo pudo vivir de esa manera? Las circunstancias de su vida lo llevaron a eso, además de que no tomó las decisiones adecuadas.

“Pero tú moriste. Tú y dos personas más murieron por culpa de mi mierda —repone él con vehemencia—. Yo no quiero esa clase de vida. Ya no más”.

“Pero ahora tú tienes el poder para cambiar eso. Para eso estoy aquí, para que recapacites —le explico, como si estuviera hablando con un niño pequeño que debe aprender de la lección—. Se te dio una oportunidad…

“No, Edward —responde él interrumpiéndome—. Él único que me ha dado la oportunidad has sido tú”. Y con eso se queda en silencio.

—¿Café o chocolate? —pregunto a Bella cuando nos sentamos en uno de los cubículos.

Ella mira los alrededores del lugar, menos a mí. Sus ojos pasean desde los pocos clientes que aguardan sus pedidos y los trabajadores que se limitan sólo en coger nuestras órdenes monótonamente, sin regalarnos siquiera una sonrisa cordial. Pero Bella ha llegado y ahora el oscuro y frio lugar se ve como el paraíso, al menos así lo veo yo, ya que no puedo apartar la mirada de sus mejillas sonrojadas. Ella está sintiéndome, puedo verlo, ella sólo se sonroja conmigo, con nadie más.

—Café —contesta secamente.

Le digo al camarero en voz baja todo lo que quiero para comer mientras Bella por su lado continúa estudiando la cafetería con la mirada. Cuando el camarero se marcha, ella se gira hacia mí y pregunta:

—¿Por qué nunca te he visto pero siento que sí lo he hecho?

Sonrío con ternura y mis manos pican por acariciar sus mejillas.

—Eso no tiene ningún sentido, Bella.

—¡Lo tiene! —exclama vehemente—. Sé que te conozco de alguna parte, pero por más que intento, no puedo recordarte.

—Mírame fijamente a los ojos, y apuesto a que menos de tres minutos, ya me has recordado —repongo con tranquilidad, conforme me deshago de mi bufanda y la coloco a un lado de la mesa—. Cuando me recuerdes, no tendrás ninguna duda.

—Ahora el que no tiene sentido eres tú, Anthony —reflexiona ella, sin dejar de sacudir la cabeza con desconcierto—. Eres desconcertante. De hecho, me recuerdas mucho a… —Sacude la cabeza con más fuerza y yo comienzo a temer que le dé una contusión o algo así.

—No eres la primera que me lo dice.

—Entonces probablemente tengo razón. —Sonríe forzadamente.

Ella probablemente siempre quiere tenerla; no obstante, no se lo digo porque me tomaría por loco. Por supuesto, si no es que ya me está tomando por uno en este mismo momento. Suspiro, poco a poco voy perdiendo las esperanzas y de pronto en mi cabeza aparece la posibilidad de que quizás todo un día se me vaya de las manos en un dos por tres, sin decirle que la amo, sin decirle que siempre estaré con ella, y pedirle que me prometa que intentará ser feliz a partir de momento en que me marche.

—Háblame de ti, Bella —insto penetrando su mirada, y como pensé, ella rehúye de mis ojos.

Pero, ¿por qué lo hace? ¿Se siente intimidada por la apariencia de Anthony? ¿O es por mí?

—No hay mucho que decir. —Se encoge—. No soy tan interesante. ¿Qué hay de ti?

Oh, Bella siempre tan modesta.

—Bella, ¿no te has preguntado qué estás haciendo aquí conmigo? Sé con certeza que no eres de las chicas que salen con chicos que apenas y conocen.

Bella automáticamente se sonroja. Como si de alguna manera hubiese tocado aquel “botón-sonrojo” que hace que en sus mejillas aparezcan dos círculos rosados. Ella realmente es adorable.

—La verdad es que no lo sé —responde ella con sinceridad—. Sólo pensé que necesitabas compañía, te ves muy mal…, en realidad, te ves demasiado… desolado, desesperado. —Junta sus manos por sobre la mesa y mira por encima de mi hombro, alzando un poco la barbilla dice—: lucías como si necesitaras hacer algo urgentemente, como si un reloj de arena estuviese contando tu tiempo o algo así.

Abro la boca para decir algo, pero las palabras me fallan.

—¿Y por eso quisiste acompañarme?

Asiente con la cabeza.

—La cosa es…, Anthony… —Aventura ella, un poco nerviosa y puedo ver las dudas en su rostro—, es que todo eso, desapareció cuando comenzaste a hablar conmigo.

—¿Qué quieres decir con eso? —Mi corazón late con fuerza, mucha fuerza, pues dentro en este cuerpo hay dos almas que anhelan escuchar su respuesta.

Bella respira hondo y por primera vez en días, se atreve a mirarme a los ojos, sin necesidad de que yo atrape su mirada. Esta vez Bella ha buscado mis ojos, y quiero con todas mis fuerzas que me reconozca, que adivine quién soy y qué estoy haciendo aquí.

—Pues… —Duda—. Percibía que necesitabas algo de mí. Que me necesitabas. No sé por qué razón, pero lo sentí, por eso me ofrecí a ayudarte.

Me decepciono inminentemente ante su respuesta. Me hace sentir electrizado pero yo quería que ella dijese mi nombre en reconocimiento. ¿Es que tendré que decírselo yo?

Quizás estoy viviendo en un mundo de fantasías a causa de mi deseo concedido. Quizás ella siente algo, pero no puede decir que soy yo porque estas cosas no ocurren todo el tiempo. El miedo que existe en mí es que se eche a correr en cuanto le diga la verdad. ¿Qué haré entonces? ¿Perseguirla como un desquiciado para asustarla? Desearía que Jane esté aquí para preguntarle, pero no puedo, así que se lo pregunto a Anthony, y él con voz relajada contesta:

“Díselo. ¿Qué tienes que perder?”

“Tiempo —contesto de manera hosca—. Y es algo que no tengo”.

Casi puedo oír el suspiro de Anthony en mi mente.

“Te diré que puedes hacer: dile quién eres, y si no te cree, demuéstrale que dices la verdad. ¿De acuerdo?”

Frunzo el ceño, sin mirar a Bella, sino al café humeante que permanece frente a mí.

“Obviamente no va a creerme”.

Anthony no dice nada, seguramente porque no se halla muy convencido. Él no conoce a Bella, pero al igual que yo la está viendo justo ahora. Además, los recuerdos que pasan por mi mente sobre ella justo ahora, Anthony los puede ver. Quizás él termine enamorado de ella y todo ese rollo, o quizás no. Pero, yo pienso: ¿Quién en su sano juicio no se enamoraría de Bella?

Pero quizás sólo pienso eso porque la amo y no hay nadie como ella.

—Te diré algo, Bella. —Tomo una profunda respiración, como si fuera a decirle el secreto de la inmortalidad o algo parecido—. No sé qué está pasando por tu cabeza y por tu corazón en este momento. Desde que me acerqué a ti, o quizás antes, probablemente desde el 20 de diciembre… —murmuré y ella abrió los ojos como platos—, pensé que me reconocerías, que me besarías y abrazarías para después decirme que no me dejarías ir una vez más, por nada del mundo. —Evito su mirada, porque es demasiado doloroso ver su rostro y yo soy lo suficientemente astuto como para saber que ella probablemente me dirá que estoy loco y me gritará que soy un idiota, mientras sale de la cafetería sin mirar atrás—. Pero esto no fue así por eso me atrevo a confesártelo, aunque parezca una locura. Anthony Masen estuvo en aquel accidente donde morí, pero yo salvé su vida y ahora él está vivo, por eso se me ha concedido un día para decirte que te amo.

—¡¿De qué demonios estás hablando?! —grita ella con lágrimas en los ojos, mientras se levanta de su asiento como un recorte. La veo consternada, molesta, confusa, y algo en mi corazón se rompe, probablemente porque yo he puesto esas lágrimas en sus hermosos ojos, pero sin querer. Y de pronto quiero echarme a llorar yo también. Maldita sea, sólo debí escribirle una carta y decirle a Anthony que se la entregara. Y pienso que ya no quiero esto, quiero rendirme, salir corriendo, morir, dejar la tierra, empacar toda esta conversación y botarla a la basura, y no es porque ella no me crea, es porque está llorando, maldición, ella llora y no puedo consolarla.

—Bella… Bella yo soy… —intento explicarle. Todos en la cafetería nos fruncen en cejo a causa del bullicio.

Bella balbucea algo incomprensible para después gritar:

—¡Aléjate de mí!

Sin embargo, al mismo tiempo que ella dijo aquello, yo susurro un:

—Soy Edward. —Mi voz se quiebra—. Mírame a los ojos y verás que es cierto. —Me aferro a aquello. Sólo mírame, Bella. Mírame y te darás cuenta. Mírame, mírame, mírame.

Una lágrima involuntaria resbala por mi mejilla cuando la veo fruncir el ceño y darse la vuelta para después alejarse de mí. No, no, ¡No! No te vayas Bella, quédate. Quiero decirle todo esto pero un bulto aparece en mi garganta. ¿Es esto lo que quería? Fui egoísta, no pensé en su reacción, sólo asumí que me creería porque me amaba. Pero con todo esto lo que estoy logrando es hacerle daño y alejarla al mismo tiempo.

Limpio mis ojos y la sigo, por supuesto, tengo que seguirla.

A Bella la seguiría hasta el fin del mundo.

—Bella… —musito sin aire en mis pulmones. Ella sale de la cafetería sin mirarme aún; a pesar de las heridas del accidente, yo corro hacia ella y cuando estoy cerca, tomo su mano entre la mía y entrelazo nuestros dedos, y aunque mi mano tiembla, soy capaz de darle dos fuertes apretones.

Un te amo, un lo siento, un eres un idiota. Eso significa ese apretón para nosotros, en esta ocasión videntemente mi apretón significa las dos primeras opciones, y aunque sé que Bella va a zafarse de mi agarre y salir corriendo lejos de mí, lo intento.

No obstante, bajo la leve nieve que cae desde los cielos, bajo las esperanzas que aún sostengo dentro de mi pecho, bajo las intensas ganas que tengo de estrecharla entre mis brazos y decirle que me perdone… Bella hace lo que pensé irrealizable.

Bella me devuelve el apretón, dos veces. Lo siento y te amo.

Y luego me mira a los ojos.


¡Holaaa! Gracias por las visitas y los votos que le han dado a mi fic. Y agradezco a Kris_9 por su coemntario, uff nena lo siento por no advertirte, aunque si dije que sería triste. Ya te pagaré los pañuelos, creo que serán bastantes T___T pero tranqui, yo también en llorado como condenada. >.< saludos para ti, y a las demás chicas que se han animado a leer. :D Mañana subo capítulo, nos leemos!

Capítulo 4: Capítulo III Capítulo 6: Capítulo V

 


 


 
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