Sólo 24 Horas más

Autor: Day_Swan
Género: Fantasí­a
Fecha Creación: 31/12/2013
Fecha Actualización: 16/01/2014
Finalizado: NO
Votos: 9
Comentarios: 6
Visitas: 11503
Capítulos: 9

Sólo 24 horas más

Sinopsis

“Todas mis posesiones por un poco más de tiempo”. Edward ha prometido un amor eterno a Bella; no obstante, un accidente automovilístico hace lo impensable: los separa. ¿Cuáles son los pensamientos de Edward antes de morir? Bella. Sólo ella. Tiempo. Sólo un día, para decirle todo lo que no le dijo. Un deseo de navidad, un amor inmortal y la intensidad de dos almas con el único deseo de estar juntas, sólo 24 horas más… para luego decir adiós.


Hola chicas, creo que tardé en subir el fic en esta página. La tengo en Fanfiction bajo mi usario "Day M. Odair" Está prohibido publicarla sin autorización previa. 

La trama es completamente de mi autoría. Es súper triste, pero con final feliz.

¡Espero se animen a leer!

Day_Swan

+ Añadir a Favoritos
Leer Comentarios
 


Capítulo 4: Capítulo III

Capítulo III

Adiós, quien inventó esa palabra debería arder en el infierno.

Rachel Van Dyken.

El tiempo es una bendición,
tiempo con él es lo que ya no tengo.
Pero ahora, ¿de qué servirá la vida que me queda si ahora no podré ver sus ojos?
Cambiaría el tiempo que tengo por delante,
por sólo 24 horas más junto a él.

23 de diciembre, 2013. Lexington Kentucky.

Bella

¿Dónde está ahora? ¿Estará mirándome desde allá arriba? Se ha ido, se ha marchado. No está. Sólo quedan en mi mente los recuerdos sobre él que en el tiempo se irán desvaneciendo y me estaré preguntando si Edward Cullen fue real o no. Todo ha perdido el sentido, como si una parte de mi ser se hubiese marchado. Las palabras que no le dije… los besos que no le di… quedan en el olvido e internamente me pregunto si este ha sido nuestro destino desde siempre.

Un final trágico.

Un adiós. Un dolor. Lágrimas.

Quiero soñarlo, de hecho, sólo duermo para poder verlo porque ya no me queda otro remedio que huir de la realidad. Quiero soñar que lo beso, que lo abrazo, que le digo que le amo aunque él jamás me lo haya dicho…, pero nosotros no elegimos los sueños, y cuando cierro los ojos, lo veo muerto, sin vida, sus parpados cerrados y sus labios tan pálidos como una hoja de papel.

Y me vuelvo a preguntar…

¿Qué sentido tiene seguir sin él?

—Bella, por favor, tienes que comer —dice Alice, sin dejar de observarme fijamente. Alice es mi mejor amiga y también mi prima y aunque todos sabemos que ella finge ser la más fuerte de las personas que me rodean, sé que por dentro está destrozada—. ¿Bajemos a la cocina, sí? Por favor.

No digo nada. No he dicho nada desde que él murió. Por Dios, ¿cómo podría decir algo cuando no tengo palabras? Todo lo sucedido… la forma en la que se marchó…, es una mierda. No hay peor dolor que este… perder a la persona que amas, sacude tu mundo y te deja con un hueco profundo en el pecho, hueco que siempre estará allí, recordándote que una vez amaste tanto a una persona, que se ha ido. Para siempre.

—Bella, habla conmigo. —Su voz tembló.

“Habla conmigo”, esa era su frase, la única que usaba cuando me veía triste, desolada e incluso molesta. Recuerdo aquel día, cuando estábamos en el instituto, en ese entonces sólo éramos amigos y los chicos apenas comenzaban a notarme…, yo era tan inocente y él tan divertido… pero una vez se enfadó cuando un chico me invitó a salir y yo le grité de regreso que no tenía que meterse en mi vida. “Bella, perdóname” Sus palabras se reproducen en mi mente, trayendo lágrimas a mis ojos. “Bella, por favor, di algo” no dije nada, porque no tenía nada que decir, lo irónico de todo esto es que ahora tengo tantas palabras en mi garganta, que sólo son dirigidas a él, y nadie más.

¿A quién se las diré ahora?

Al cielo… a las estrellas… sin saber si Edward realmente me está escuchando.

¿Escuchará ahora mis pensamientos en este momento?

—Sólo tienes que recordar las cosas buenas —sigue hablando Alice, alentándome a que hable con ella—. ¿La primera vez que lo viste? ¿El primer beso que te dio? Sólo tienes que verlo y recordarlo, cuando vivía…

Sollozo y me acurruco aún más en mi cama. Sé que mi habitación es un desastre, que yo soy un absoluto desastre, que mi vida sería un desastre de ahora en adelante. Simplemente… ¿Qué voy a hacer sin ti, Edward?

—¡No puedo! —grito a Alice, y el nudo en mi garganta crece con cada lágrima que derramo—. ¡Es imposible! Lo vi moribundo, Alice. Él se ha ido, ¡se ha ido! ¿Qué sentido tiene recordarlo vivo cuando está muerto? —Yo no sé lo que estoy diciendo, sólo me dejo llevar por la ira y la tristeza entremezcladas.

Veo a Alice, a pesar de que mis ojos siguen llenos de lágrimas, que no derramo.

—Tiene sentido. —Asiente Alice, sus ojos negros brillando con lágrimas en los ojos—. Porque fue tuyo. Porque cada recuerdo de ustedes es inmortal. Sí, se ha ido, pero lo disfrutaste mientras estuvo contigo, era demasiado joven para morir, pero, ¿jamás has sopesado lo que quizás Edward piensa sobre todo esto? Quizás está feliz de todo los momentos que tuvo contigo, por eso vale la pena recordarlos, si no lo haces, vas a traicionar su recuerdo y su amor.

—No quiero traicionarlo —digo en un susurro, y es la verdad. Lo último que quiero en esta vida es que Edward, donde quiera que esté, se decepcione de mí.

Alice me dedica una sonrisa triste y toma mis manos entre las suyas.

—Entonces, por favor, levántate. Y dile adiós.

No quiero decirle adiós; pero él se ha ido… definitivamente, ya no hay vuelta atrás. No tiene sentido el que no me despida, si sé que es improbable que lo vuelva a ver de nuevo.

—¿Cómo puedo decirle adiós cuando no quiero que se vaya?

Alice se queda pensativa por un largo momento. Yo por mi parte, enjugo mis lágrimas y suelto un largo suspiro. Miro los alrededores de mi habitación y siento como mi pecho se contrae. Tengo recuerdos, muchos recuerdos de Edward en esta habitación.

—Recuérdalo —dice, encogiéndose de hombros; para mí, aquello no tiene ningún sentido—. Cuéntame nuevamente cosas sobre él. Estábamos en penúltimo año de la secundaria cuando lo conociste, ¿qué sentiste?

Una sonrisa tonta se dibuja en mis labios.

—Lo odiaba.

Alice se echa a reír, aunque ella ya sabía aquello pues estudiamos las secundarias juntas.

—Lindo. Pero recuerdo que para él era todo lo contrario.

Asiento con la cabeza y sé que Alice tiene razón. Y sé que llegará un momento en el que mis recuerdos de Edward ya no duelan, porque cada vez que recuerdo la forma en que me miraba, la forma en que sonreía… soy feliz. Porque formó parte de mi vida. Edward era mi constante. Edward era todo para mí. Pero es tiempo de decir adiós… aunque lo voy a extrañar con todas las fuerzas de mi débil corazón.

***

Penúltimo año de secundaria y yo parecía un renacuajo con senos. O eso era lo que decían mis primas —Alice y Rosalie— cada vez que me veían; no obstante, los chicos pensaban todo lo contrario y cada vez que me veían en la calle o en la cafetería, aseguraban que era demasiado linda y me invitaban a salir.

Era el primer día. Recuerdo lo nerviosa que estaba. Tenía dieciséis años, era un poco más baja que ahora y mi cabello era más corto.

¿Qué hice cuando vi al guapo y sexy Edward Cullen bajar de la camioneta de sus padres?

No hice nada.

Es decir, ¡yo estaba paralizada! Primero, porque era el primer día y estaba nerviosa como el infierno, además que mis cuadernos habían caído de lleno en el suelo cuando una bocina realmente ruidosa causó que yo diese un saltito de asombro. Y mientras yo recogía mis cuadernos… lo vi.

Pero no vi su belleza realmente… no es como si fuese fácil dejar a un lado su increíble físico y su cabello cobrizo que se balanceaba gracias al viento o por su rostro cincelado por los mismísimos ángeles.

Lo que vi ciertamente fue la intensidad de su mirada. Sabía a ciencia cierta que tenía un debate con sus padres en pleno estacionamiento. Él gritó algo a su ceñudo padre mientras se bajaba del auto, y cuando uno de los chicos del último año palmeó su hombro, él le soltó un sartal de malas palabras y se alejó.

Lo único que pensé fue: “Vaya, el chico tiene un gran carácter de mierda”

Y luego él hizo algo que causó que lo odiara. Y creo que ahora descubro el por qué lo odié en ese entonces… es realmente tonto e infantil o quizás era cuestión de orgullo o qué sé yo.

El caminó a largas zancadas lejos del auto de sus padres, y caminó, realmente caminó, encima de mis cuadernos y libros. Quiero decir, ¡él ni siquiera se dignó a notarme! Fue tan humillante, que lo único que hice fue parpadear repetidas veces para saber si aquello había sido real. Y sí, él verdaderamente lo hizo y no se dio cuenta de que yo permanecía arrodillada en el suelo tratando de levantar mis cuadernos para ir a clase.

La marca de sus zapatos quedó dibujada en la portada de uno de mis cuadernos.

Adorable…

Y cuando entramos a clases y me enteré que aquel chico-pisador-de-cuadernos-ajenos y yo compartíamos la clase de historia, me sentí tan indignada cuando él, con rostro tierno e inocente, me murmuró:

—Uh… —Rascó su cuello, con expresión dudosa—. ¿Esos son tus cuadernos marcados con pisadas?

Lindo. Épico. Memorable.

***

Alice ríe tan fuertemente, pero al mismo tiempo lágrimas se desbordan de sus ojos; ella está en la misma situación que yo: hasta los buenos momentos son dolorosos, porque sabemos que nunca van a repetirse.

—Entonces tú guardaste tus cuadernos y libros pisados para recordar lo que él te hizo —dice entre risas, mientras soba su estómago lentamente—. Edward siempre era muy despistado, lo que ocurre es que en ese entonces no lo conocías realmente. Además… —En su rostro apareció una vez más una sonrisa triste—, creo que luego de eso ustedes dos no tardaron en ser amigos.

—Porque él realmente era malo en química —contesto colocando los ojos en blanco—, Edward versión adolescente era un bastardo. Sólo quería robar mis notas de química…

—Pero lo cautivaste y cayó a tus pies —contestó ella riendo—. Eran muy… adorables juntos.

—De acuerdo, Alice. —Ambas nos giramos para ver a Jacob, el vecino y uno de nuestros amigos de la infancia, recargarse en el umbral de la puerta. Él se ve desbastado, Jacob fue uno de los mejores amigos de Edward, y supongo que está pasando por momentos… complicados—, creo que estás deprimiendo aún más a Bells. Bells, debes ir con la familia de… Edward. El auto está esperando fuera.

Supongo que Jacob me está amenazando pero no me importa. He sido una cretina. Me he encerrado en mi propio dolor a sabiendas de que la familia de Edward también tiene mucha tristeza sobre ellos. Oh Dios mío… Esme está destrozada… y Carlisle y Emmett…

—Iré a ducharme —murmuro casi para mí misma, ante las miradas atónitas de mi prima y mi amigo—. El entierro…

—Fue ayer —contesta Alice con un hilo de voz.

Sólo soy capaz de musitar un:

—Oh.

Veintiún años y siento que mi vida está arruinada. Lo que no ayuda es que jamás estuve pasando por el dolor de una pérdida de un ser querido, no es que eso sea conveniente, pero… simplemente…, sacudo la cabeza. Estoy loca, nada cambiaría lo que siento ahora. ¡Se trata de Edward! El amor de mi vida… mi otra mitad…

Mi todo…

Lo vi cuando se estaba muriendo, y no pude hacer nada para impedirlo. Yo sabía que todo había acabado cuando lo sacaron de aquel coche, cuando lo metieron a la sala de urgencias mis esperanzas eran pocas, pero me aferraba a ellas.

Y quizás, sólo quizás, yo pude haberlo ayudado.

***

—¡Maldición, Bella! —Había gritado Edward aquella mañana del 20 de diciembre, la misma mañana que murió—. ¡Debiste avisarme por lo menos que el café causaría una quemadura de tercer grado en mi lengua!

Puse los ojos en blanco y decidí no prestarle mucha atención a su mal genio. Ese era el defecto de Edward: podía ser un maldito ogro cada mañana, y yo solía ser tan pasiva que en ocasiones nuestros caracteres colisionaban.

—Te dije que soplaras, pero no me prestaste atención —murmuré preparándome un emparedado. Él realmente permanecía concentrado en la lectura del periódico; pero esto es algo que no le dije, porque se armaría otra guerra mundial por una reverenda tontería.

—No lo hiciste. —Fue lo único que dijo, su ceño exageradamente fruncido.

Me había quedado en su departamento aquella noche. Él vivía cerca de la universidad, por lo que no era un problema dirigirme hacia allá caminando o con Jake en su auto y como Edward estaba enojado porque tenía que buscar algo —que no me dijo— llegaría más tarde a clases.

Los tres estudiábamos en la universidad de Kentucky y nos graduábamos en unos meses. Por ser nuestro último año, cada uno de nuestros compañeros ya tenían planes de mudarse a otra ciudad e incluso casarse. Edward y yo no habíamos planeado mucho; sin embargo sabía que él sería el hombre que me  acompañaría en mi vejez, de hecho, soñaba con ello cada noche.

—¡Bella tu teléfono lleva sonando una eternidad! —gritó el berrinchudo de Edward, quien odiaba a las mañanas desde tiempos inmemorables. Cuando iba a visitar a Esme, mi suegra, ésta siempre me contaba las numerosas luchas mañaneras cuando le tocaba a levantar al pequeño y malcriado Edward para ir a la escuela.

Una sonrisa tonta se dibujó en mi rostro pues me gustaba imaginar a Edward cuando era sólo um crío.

Así me imaginaba a nuestros hijos. Hermosos y gruñones pero con un corazón gigantesco.

***

Todo lo que una vez planeé, nunca se realizará. Todo lo que una vez soñé, se marchó, se está marchando en este momento y me doy cuenta que los planes no sirven de nada, me doy cuenta que posponer tu tiempo con tus seres queridos es... desperdiciar momentos. Porque todos tenemos un límite de tiempo en esta vida..., ¿quizás es más justo que sepamos cuando vamos a morir? Es inimaginable... pero sería más justo, aunque no menos doloroso.

—Bella, no vayas allí —musita Jake quien maneja mi camioneta de regreso a casa, después que visitamos a los Cullen—. Mantén tu mente en blanco.

—No puedo —respondo con voz ronca a causa del llanto—. Mi mente no puede estar en blanco cuando mis recuerdos la asaltan sin ningún aviso.

Jake a ni lado suspira, y aprieta muy fuerte mi mano, ofreciendo su apoyo.

—Es él —dice con tal vehemencia que comienzo a creerle—. Es él llamándote.

Suelto un largo suspiro y aprieto su mano de regreso, y porque aquel gesto es sólo de Edward y mío, abruptamente retiro mi mano de la de Jane, sintiéndome culpable, aún pensando en lo que Jake ha dicho.

¿Sería posible que...?

—Llévame al cementerio —digo, porque quizás pueda asumir que él ya no está con nosotros y que ha muerto, visitando el lugar donde está su cuerpo realmente.

Porque sé, que el verdadero Edward, no está en ese lugar. No está en ningún lugar de la tierra en lo absoluto.

***

Contesté mi móvil después de algunas protestas de Edward. Una sonrisa permanecía en mi rostro porque en ese momento sólo estaba jugando con él. Hablé unos tres minutos con Jake y le dije que me buscara al cabo de unos veinte minutos, mientras Edward se apresaba a terminar su desayuno, tomar su chaqueta, llaves y su móvil para dirigirse a la puerta.

—¡Me voy! —gritó desde su ubicación.

—¿Adónde irás? —Quise saber, preguntando aquello una vez más.

—¡Nos vemos en la U! —Escuché el portazo de la puerta y fruncí el ceño. ¿Estaba Edward bien? Ahora que lo pensaba, en ningún momento me miró a los ojos. Escuché cómo gritaba un "Volveré" y luego se encendió el motor de su auto.

Edward se había ido.

¿Adónde iba?

Como sólo teníamos que asistir a la universidad para elaborar un examen que se retrasó porque el profesor había enfermado, sólo acomodé mi bolso de mensajero, algunos cosméticos, mi móvil y un bolígrafo. Unos quince minutos después, me hallaba completamente vestida y mientras secaba mi cabello, envié un texto a Jake para que viniera por mí.

El respondió que venía en camino.

Mi camioneta estaba en el taller.

Yo comenzaba a sentirme enferma, en realidad, no me gustaba molestar a Jake. ¿Por qué demonios Edward no me llevó con él?

***

Sé por qué Edward no me llevó con él, pero justo en este momento es demasiado doloroso para recordarlo.

Ahora, cuando veo fijamente el nombre de Edward en aquella lápida, me sigo preguntando lo mismo. ¿Por qué Edward no me llevó con él? Si yo hubiera estado con él en el auto... todo habría cambiado. Quizás él estaría con vida, o quizás los dos habríamos muerto.

Veo a Jake mirarme de reojo y luego tragar saliva. Da dos pasitos tímidos hacia atrás y decide dejarme sola. Aunque el frío es extremo aquí, no me importa y me arrodillo frente a la tumba de Edward. No estoy llorando, pero quiero hacerlo, aún cuando soy cobarde, y sé que me derrumbaré en cualquier momento.

Siento el frío del suelo empapado de nieve en mis rodillas y sé que cuando me levante estaré sucia y mojada; no obstante, aquello no me importa. Clavo mis uñas en mis palmas y me concentro en ese dolor, y no en el de mi pecho. Sólo necesito ser fuerte... no quiero preocupar a Edward.

Pero me preocupas. —Escucho que dice; pero sé que sólo estoy alucinando.

—Edward —gimo, observando fijamente la lapida. Limpio un poco el lugar donde se encuentra su nombre, como si de verdad lo estuviese acariciando a él—. Hay tantas cosas que no te dije, cosas que faltaron por compartir contigo. Pero sólo te diré algo, Edward. —Las lágrimas no tardan en hacer acto de presencia—. Lo siento, Edward. Lo siento muchísimo. Por no amarte como debería haberlo hecho, por no aprovecharte. Nunca me imaginé cómo se sentiría el perderte, porque jamás pensé que ibas a marcharte. Haría cualquier cosa, dejaría todo, lo que tengo, mi vida, mis sueños, todo sólo para que estés con vida. —Sacudo mi cabeza al mismo tiempo que mis lágrimas se resbalan por mis mejillas—. ¿Qué voy a hacer ahora? Mi mundo se está derrumbando ahora. Sé que no estoy sola, pero estoy sin ti.

Pero te prometo que sobreviviré. —Quiero decirle, pero no soy capaz de prometer algo que sé que no voy a cumplir.

 La brisa me hela la piel y me levanto. Cruzo mis brazos después de acomodar mi bufanda y miro el cielo fijamente.

Pidiendo a Dios, al cielo, a los ángeles, que esto sea una pesadilla…, o que simplemente, sólo simplemente, me regalen un día más junto a él…

***

24 de diciembre, 2013. Lexington Kentucky.

24 de diciembre. Medianoche. Estoy aquí esperando encontrar fuerzas para continuar, pero el dolor es inmenso, insoportable, infinito. ¿Por qué vine a este lugar si sabía que iba a recordar a Edward con más potencia?

Estoy en aquel parque, en el cual Edward y yo paseamos todas las tardes desde que comenzamos a salir. La primera vez que vine a este lugar con él fue cuando me invitó al concierto de mi banda local favorita; no obstante, estando en este lugar sin su fuerte y cálida mano apretando la mía, la soledad y la nostalgia son notables, lastimando y desgarrando mi corazón.

La nieve cae suavemente, aunque sólo son unos pocos copos que me hacen sonreír. Edward amaba la nieve y se emocionaba cuando ésta aparecía, e incluso se emocionaba como un pequeño niño. Adoraba hacer muñecos de nievo con su sobrino Nick, adoraba hacer cualquier cosa con ese niño; sé a ciencia cierta que Edward amaba a ese niño como a su propio hijo.

Edward también me amaba…, siempre lo supe, pero al descubrir lo que estaba haciendo aquella mañana en la que murió, tuve la certeza de que yo era la mujer de su vida.

***

Subí al auto de Jake y escuchamos una emisora de villancicos por casi todo el camino. Él a veces bromeaba y me hacía preguntas de Edward y el por qué no estaba conmigo. Yo sólo fui vaga en las respuestas, porque no sabía qué demonios iba a hacer Edward antes de ir a la universidad. ¿Por qué no me quiso llevar con él?

Aquella pregunta se borró de mi mente al contemplar el enorme y grave desastre que se veía en la carretera que nos conducía a la universidad. Jake y yo compartimos una mirada atónita y nos quedamos en silencio. Yo, con el corazón latiendo frenéticamente, miré todo el lugar comprobando no sé qué. Sólo sabía que en esto algo andaba mal y no sabía por qué, pero quería bajarme del coche y ver de qué se trataba el accidente y si Jake y yo podíamos ayudar en algo.

No tardé en descubrirlo.

Es decir, las personas estaban hablando de los heridos en cuanto Jake y yo nos bajamos del coche; en el camión, había un hombre joven y un niño, y en el otro coche, se hallaba un muchacho joven, quien era uno de los más gravemente heridos, junto a las dos personas que se hallaban cerca cuando se produjo el suceso.

Cuando Jake y yo vimos como los paramédicos sacaron un cuerpo con el cabello cobrizo despeinado y lleno de sangre, lo reconocí e inmediatamente estuve cerca de él, gritando, enloqueciendo, estudiando sus heridas, que resultaban ser extremadamente graves: había recibido un golpe en la cabeza, en el esternón, y su rodilla se hallaba completamente desgarrada. De su nariz y boca salía tanta sangre que aquello fue lo que realmente me desesperó, porque no cesaba… ¿así era como Edward Cullen iba a morir?

Pero luego lo vi.

Sus labios se movieron, y aunque quizás sólo fue producto de mi imaginación, leí las palabras en sus labios, a pesar de que sus ojos ya se encontraban cerrados.

“Volveré”.

Probablemente, si no fuese gritado y rogado que se quedara, que no muriera, que él no debía irse, causando así que los paramédicos me apartaran, no habría visto la cajita de terciopelo que se situaba cerca de su pierna herida. Cuando me aproximé a ella a paso rápido y la abrí, descubrí el por qué no me llevó con él y por qué se encontraba tan gruñón y nervioso.

Él iba a pedirme matrimonio, no sé cuándo, pero iba a hacerlo.

Y yo jamás pude decirle que sí.

***

—¿Bella? —Escucho que alguien habla, pero el sonido es lejano, pues estoy perdida en mis pensamientos—. ¿Eres tú?

Me giro para encontrarme con la mirada azul cobalto de un hombre unos tres años mayor que yo. Es alto, quizás de la estatura de Emmett y con la misma musculatura de éste. Su cabello es castaño rubio, labios llenos, mandíbula fuerte y rasgos remarcados. Es de belleza notable, como la de un modelo europeo o algo parecido. Sin embargo, su rostro no me parece familiar. Estoy segura que jamás lo he visto en mi vida.

—¿Disculpa? —Mi voz tiembla por el frío de diciembre.

Él mete sus manos en los bolcillos de su chaqueta. Entonces noto que tiene heridas en su frente y en su ceja. ¿Lo pude haber atendido una vez en mis pasantías en el hospital? Es improbable, difícilmente el rostro de las personas, y más cuando han sido atendidos por mí.

¿Entonces quién es él?

—¿Puedo hablar contigo? —Su rostro, un poco pálido, trasmite un sentimiento de desesperación que me deja helada. ¿Cómo sabe mi nombre y por qué quiere hablar conmigo?, frunzo el ceño, y alzo una ceja en su dirección, dándole una silenciosa interrogante—. Te prometo que no te haré daño, no soy un desquiciado, o un asesino en serie. Además, es navidad.

La verdad es que no me parece que vaya a hacerme daño, pero no se lo digo. Mamá siempre dice que soy muy buena leyendo a las personas, pero yo raras veces confío en ese don que ella dice que tengo.

—Pueden haber asesinos en serie navideños. —Me encojo de hombros.

Él sonríe y algo se remueve en mi estómago… y comienzo a recordar cosas que… no debería pensar en este momento.

—¿Puedo pasear contigo? —pregunta él tímidamente.

“No”. Quiero decirle. “Sólo he paseado por aquí con Edward, ya que es nuestro lugar”. Pero por alguna razón no se lo digo, y comienzan los remordimientos, me siento como una traidora, como una vil traidora que acepta pasear con un extraño en el parque que era sólo mío y de Edward.

Edward debe estar odiándome.

—Sí —digo en un susurro.

El chico que aún no me ha dicho su nombre me dedica una sonrisa ladina que me deja sin aliento. Y pensé que las sonrisas de esa forma sólo pertenecían a una persona, pero ahora me doy cuenta de que aquello no es así.

—Solía pasear por aquí con mi novia —explica él, mirando al frente mientras comenzamos a caminar—. Todos los días, desde que comenzamos a salir en la secundaria. —Sonríe y me mira a los ojos, y veo una luz en ellos, un sentimiento, un amor, algo, apenas lo veo y palidezco. 


Espero les haya gustado, estaré esperando sus opiniones! 

Nos leemos!

Capítulo 3: Capítulo II Capítulo 5: Capítulo IV

 


 


 
14459129 visitas C C L - Web no oficial de la saga Crepúsculo. Esta obra está bajo licencia de Creative Commons -
 10771 usuarios