Sólo 24 Horas más

Autor: Day_Swan
Género: Fantasí­a
Fecha Creación: 31/12/2013
Fecha Actualización: 16/01/2014
Finalizado: NO
Votos: 9
Comentarios: 6
Visitas: 11503
Capítulos: 9

Sólo 24 horas más

Sinopsis

“Todas mis posesiones por un poco más de tiempo”. Edward ha prometido un amor eterno a Bella; no obstante, un accidente automovilístico hace lo impensable: los separa. ¿Cuáles son los pensamientos de Edward antes de morir? Bella. Sólo ella. Tiempo. Sólo un día, para decirle todo lo que no le dijo. Un deseo de navidad, un amor inmortal y la intensidad de dos almas con el único deseo de estar juntas, sólo 24 horas más… para luego decir adiós.


Hola chicas, creo que tardé en subir el fic en esta página. La tengo en Fanfiction bajo mi usario "Day M. Odair" Está prohibido publicarla sin autorización previa. 

La trama es completamente de mi autoría. Es súper triste, pero con final feliz.

¡Espero se animen a leer!

Day_Swan

+ Añadir a Favoritos
Leer Comentarios
 


Capítulo 6: Capítulo V

 

ADVERTENCIA: PUEDEN NECESITAR PAÑUELOS, POR DIALOGOS Y ESCENAS REALMENTE TRISTES.

 

ESPERO LES GUSTE ELC APÍTULO, ¡A LEER!


Capítulo V

Y en ese momento… cuando descubres que los sueños se hacen realidad
puedes llegar a sentir la absoluta certeza de que todo en navidad es posible.
Y es ahí donde descubro que nunca perdí a Edward,
porque siempre fue mío.

24 de diciembre, 2013. Lexington Kentucky.

Bella

Un inexplicable hormigueo que se manifiesta repentinamente dentro de mi pecho, contraído y palpitante a la vez, cuando nuestras miradas se conectan de aquella forma que siempre ocurría cuando nos perdíamos en nuestro propio, único y cautivador mundo. Un mundo en el que sólo existía el amor de nuestros corazones, un mundo donde nadie, ni siquiera el odio, la envidia, y todas aquellas cosas negativas, lograba separarnos. Un mundo donde sólo habitamos nosotros. ¿Que esto definitivamente es cursi y no tiene ningún sentido? Posiblemente tengas razón; pero pocos tienen la bendición que Edward y yo tenemos, no todos en esta vida pueden sentir el verdadero amor que te lleva hasta el límite y te hace ver el lado bueno de las cosas cuando la persona que amas te devuelve una mirada, una sonrisa, un beso. Esto no es ficción, es la realidad, el amor existe, un amor como este existe pero nunca te has atrevido a notarlo o aceptarlo. Esta es la clase de amor que llega cuando menos te lo esperas; pero a partir de ese momento, el encargado de regarlo y mantenerlo intacto eres tú. Tal vez en algún momento has tenido esta clase de amor justo en tus narices; pero eres lo suficientemente ciego como para darte cuenta que está allí, y sí, esto mismo me ocurrió a mí cuando vi a aquel chico de cabello castaño rubio y ojos hermosamente azules: lo vi, pero no lo vi en realidad. Ahora que realmente he sido capaz de abrazar su mirada cobalto me doy cuenta que hay emociones que sólo una persona puede transmitirme. Este chico, el que justo ahora me observa fijamente con millones de interrogantes en su rostro pálido y herido, me ha dado aquellos dos apretones de manos que sólo significaba algo romántico para Edward y para mí: lo siento y te quiero.

No sé cómo, ni cuándo, ni desde qué momento, pero no tengo ninguna duda, él es Edward. Mi Edward ha vuelto, tal y como me lo prometió desde que supe que moriría.

—¿Edward? —Mi voz es apenas un susurro entrecortado—. Tú....

Edward, Anthony, como sea que deba dirigirme a él, coloca sus manos por encima de mis hombros sin dejar de observarme directamente a los ojos, y es como si me traspasara el alma con sus ojos.

—¿Bella? —susurra él y se aleja abruptamente de mí, quizás por miedo a que lo rechace. Rayos, ¿qué esto es un sueño? ¿O podría estar ocurriendo de verdad? Simplemente... no puedo creerlo—, sabía que me reconocerías —completa con un hilo de voz, y me doy cuenta de que ambos estamos llorando, por la intensidad del momento.

¿Cómo es posible que haya vuelvo? ¿Cómo es posible que se halle dentro del cuerpo de otro chico? Porque lo sé, él está allí dentro, sólo que no he encontrado una explicación que lo rectifique.

—Pero tú... tú... —Sacudo la cabeza, consternada y sin lograr continuar con aquel balbuceo.

—¿Yo qué? —interroga, vertiginosamente acercándose a mí como si temiera que en cualquier momento yo fuera a salir corriendo lejos de él. Quiero alzar una de mis manos, y limpiar sus lágrimas, pero no soy capaz de eso, no soy capaz de nada. Estoy paralizada, no puedo moverme, esto es demasiado increíble y tengo miedo que si lo toco, desaparezca en un santiamén—. ¿Ahora me crees? Dime, Bella. Por favor. Te lo ruego, dime que me crees. No soportaría una negativa de tu parte. Por favor, dime que me crees —ruega.

—Pero tú moriste —digo sacudiendo la cabeza. ¿Existe vida después de la muerte? ¿Cómo es que Edward llegó a ese cuerpo? ¿Cómo es siquiera posible que se encuentre aquí? Quiero explicaciones, pero ahora mismo no me importan, sólo me importa él; no obstante, mi cerebro se halla paralizado y sólo comienzo a balbucear incoherencias—, l-las... las personas mueren y se marchan, por lo tanto jamás... re-regresan.

—Nunca me he ido —responde él tranquilamente, como si hubiese ensayado aquella frase millones de veces—, siempre estuve aquí. Jamás quise marcharme sin despedirme, te prometí que volvería, ¿recuerdas? —Sonríe, y hace el intento de acariciar mis mejillas; sin embargo, se arrepiente y deja su mano suspendida en el aire.

Mi labio inferior tiembla.

—¿Entonces estás de vuelta para siempre? —Lloro y tapo mi boca con ambas manos para amortiguar mis sollozos. Mis piernas tiemblan, todo en mi interior tiembla, y lo único que soy capaz de hacer es correr a los bazos de Edward y abrazarlo con fuerza, porque está aquí, jamás se fue, el está conmigo. ¿Qué más puedo pedir? He recuperado al amor de mi vida, ahora sé que todo es posible—. ¡Oh Edward! No sabes cuánto de he echado de menos —gimoteo.

Edward me abraza de regreso, con fuerza, como si por alguna razón tuviese que aprovechar el tiempo conmigo.

Yo continúo balbuceando entre lágrimas:

—Por todos estos días pensé que tú... que te habías ido. Por todos estos días pensé que tendría que vivir sólo con tu recuerdo, y no poder ver de nuevo el brillo de tu alma..., no me importa si no es tu cuerpo, no me importa cómo has llegado aquí, sólo sé que no voy a dejarte ir, nunca, nunca más. —Edward repentinamente se congela en mis brazos y algo en mi interior se hunde. No me atrevo a mirarlo, no quiero que tenga que darme una mala noticia, así que continúo hablando—: quería decirte tanto, pero ahora no encuentro las palabras. Te amo, Edward. Y vi tu anillo, y tienes que entender que yo iba a decirte que sí, porque desde hace muchísimo tiempo esas palabras las tengo guardadas en mí: si quiero casarme contigo, siempre lo quise. Y ahora que podemos hacerlo... —Me quedo sin palabras de repente—, tal vez debemos irnos, no creo que el resto de tu familia reconozca que tú...

—No van a reconocerme —contesta él con voz plana. Y sé que algo anda mal, puedo percibirlo, él quiere decirme algo, pero no sabe por dónde comenzar.

—¿Qué va mal, Edward?

—Bella yo...

Hala de sus cabellos, como acostumbraba hacerlo desde siempre.

—¿Está todo bien? ¿Ocurre algo malo? Sé que quieres decirme algo. Suéltalo. —Quiero aparentar estar tranquila, pero logro todo lo contrario.

—No puedo quedarme para siempre, Bella.

Y de pronto yo me quedo en blanco. No quiero hablar de esto, sólo quiero tomarlo de la mano y huir lejos, no sé adónde, sólo correr y no regresar. Quiero besarlo y olvidar lo que ha dicho, quiero llorar y rogarle que se quede; no obstante, sus ojos me dicen que eso no es posible. Así que limpio mis lágrimas y asiento con la cabeza. Me aproximo hacia él y aprieto su mano dos veces, para después colocar mi cabeza en su pecho y rodear su cintura en un abrazo. No voy a responder a eso, no quiero hablar de esto, no quiero saber cuánto tiempo nos queda para que nos saquen de nuestra burbuja, sólo quiero estar con él, sin importar el futuro, porque el presente, el ahora, es lo único que realmente me importa.

Edward besa mi cabello y suelta un largo suspiro que suena entrecortado. Desliza sus manos por mi espalda y me acaricia, formando figuras circulares con su palma.

—¿Qué vamos a hacer? —le pregunto al fin, y eso parece relajarle un poco.

—No lo sé. ¿Qué quieres hacer tú?

—Quiero estar contigo.

—Estás conmigo ahora. —Besa una vez más mi cabello—. ¿Quieres continuar con el paseo? ¿O qué quieres hacer?

—Te he dicho que quiero estar contigo —susurro, tratando de ser divertida—. De todas formas, ¿qué se supone que haremos el 24 de diciembre a la 1de la madrugada?

Edward ríe suavemente en mi oído.

—Ellos duermen. Pero justo ahora no quiero dormir.

—Lo que sea que tú quieras hacer, está bien. No me importa. He soñado con tenerte una vez más desde hace días, no voy a exigir más cuando lo único que quiero está junto frente a mí. —Lo miro a los ojos y trato de sonreír, pero mi labio tiembla y las lágrimas no tardan en aparecer—. Estás aquí, no sé por cuánto tiempo, pero justo ahora lo único importante es que puedo hablar contigo.

—Sé lo que quiero hacer, Bella. Pero este cuerpo no me pertenece, y tengo miedo de que él... —Su voz se apaga, se queda en silencio, como si estuviese en una plática consigo mismo—. Bien, creo que él me ha otorgado su permiso.

—¿Él? —inquiero impresionada—. ¿Quién es él?

Edward se encoge de hombros.

—Anthony.

—¿Está aquí? —Vuelvo mi vista por todo el lugar, y por ende Edward comienza a reírse—. ¿Qué?

—No puedes verlo. Él está justo en su cuerpo, conmigo.

Wow...

Edward coloca sus manos en mis mejillas y sonríe de medio lado.

—Creo que en mi mente se está formando una lista de las cosas que quiero hacer en estas horas —dice aún con su ladina sonrisa, y yo tiemblo levemente—. Pero haré el primer deseo de mi lista, antes de decirte el resto, ¿de acuerdo?

Sólo asiento con la cabeza.

No necesito adivinar de qué se trata porque yo también quiero hacerlo. Edward me besa, y tengo que adaptarme a que estoy besando a otro cuerpo al que no estoy acostumbrada; no obstante, aquel sentimiento de familiaridad no tarda en hacer acto de presencia. Sus labios son carnosos, suaves, pero la dulzura de Edward está ahí, la forma en que mueve sus labios y acaricia los míos, la manera en que me sostiene entre sus brazos con tal delicadeza como si estuviese tocando a una delicada rosa, la manera en que acaricia mi mandíbula, trazando círculos en mi cuello, mejilla, espalda, hombros. Pero luego me besa con tal urgencia y deseo que me quedo sin aire en mis pulmones. Me abraza con fuerza y sé que esto lo hará por todo el tiempo que nos quede juntos, y no es una despedida, es un hasta luego. Como si ambos tuviésemos la certeza de que nos volveremos a ver, aún cuando es improbable que eso ocurra.

¿O quizás sí?

—Edward... —gimo en sus labios y el muerde mi labio inferior con avidez. Y suelta un suspiro de deleite—. Te amo...

Nuestros besos poco a poco van haciéndose más lentos y dulces y cuando estamos jadeando por aire, nos separamos lentamente, aunque nuestras frentes permanecen unidas, y nuestras respiraciones pesadas y entrecortadas y cuando pienso que ninguno de los dos va a decir algo hasta que se recupere, él susurra por segunda vez:

—Te amo, Bella. Siempre te he amado. —Sus ojos atrapan los míos en un hechizo desconocido que sólo puede él puede elaborar en mí—. Desde que te vi en historia supe que era tuyo. Que mi corazón te pertenecía. Que eras sólo tú y nadie más.

Y vuelve a besarme y yo me entrego al cúmulo de sentimientos que albergan mi pecho al escucharlo decir aquello, al sentir su alma abriéndose ante mí, al ser testigo de tales sentimientos que compartimos y que nadie, ni siquiera la muerte, podría desaparecer de nuestros corazones y almas.

Edward

En ese momento descubro que ella siempre lo supo
Jamás le dije que la amaba, pero de alguna forma lo sabía.
¿Entonces todo este tiempo la amé como se lo merece?
¿Fui un buen hombre para ella?

¿Qué son 24 horas? Te estarás preguntando, y quizás sea muy poco tiempo, pero para mí es el paraíso. Estar con Bella, aunque sea por un minuto más, es el regalo más grande que una persona puede ofrecerme. Pero sé que con cada hora que pasa quiero más tiempo, y eso es algo que no puedo permitirme.

Son casi las 1:30 de la madrugada y estoy conduciendo el auto de ella sin destino alguno. ¿Dónde ir cuando quieres visitar todo el maldito mundo con el amor de tu vida?

—¿Adónde rayos vamos, Edward? Van a ser las dos de la madrugada, no hay mucho que visitar —dice Bella, sosteniendo mi mano firmemente mientras yo conduzco.

—No lo sé. —Me encojo de hombros—. Supongo que sólo es un paseo, como los muchos que hicimos antes. ¿No crees?

—Pero siento que este es un paseo de despedida —argumenta ella mirando por la ventana—. Quizás si no quedáramos en tu departamento…

—¿Y si alguien nos ve? —pregunto con el ceño fruncido—. Dirán que estás con un desconocido, en el departamento de tu novio muerto. La gente suele pensar mal, Bella. No quiero someterte a comentarios malintencionados de nadie.

—¿Entonces qué vamos a hacer? —Ella abre los ojos como platos cuando aparco el auto a un lado de la carretera—. ¿Qué haces, Edward?

—Eres una de esas chicas que no puede mantenerse en silencio por unos minutos —digo y sonrío ampliamente y casi puedo oír el bufido de Anthony en mis adentros—, y no puedo conducir así, por eso voy a tener que callarte.

—¿Callarme?

—Seh.

Ella se echa a reír al mismo tiempo que se sonroja y pone los ojos en blanco.

—Si me vas a callar de la manera en la que estoy pensando, pues adelante.

Sip, es de la forma en la que estás pensando, pero no voy a besarte ahora, aunque me tientes. —Le guiño un ojo y acaricio su rostro—. Quizás deberías dormir un par de horas, Bella. Y no quiero preocuparte, pero comienzo a sentirme cansado, probablemente sea por los golpes del accidente.

Bella frunce el ceño, y me mira directamente a los ojos.

—¿Cómo es que el cuerpo de ese chico sobrevivió? Dijiste que lo salvaste, pero no entiendo cómo es eso posible.

Le cuento a Bella parte de la historia, explicándole minuciosamente cada detalle. Ella me hace un montón de preguntas sobre Anthony, y cuando ya ha entendido completamente todo, sólo suelta un suspiro y se queda mirando el frente, con la mirada perdida en la nada.

—Es sorprendente… es decir, por él pasaron todas estas cosas…, por sólo cometer un error muchos murieron… —Sacude la cabeza con incredulidad—, él tiene razón, tú le diste una oportunidad a él, eres increíble, Edward. Indudablemente generoso, creo que nadie en tu lugar habría hecho lo que tú hiciste.

—No lo creo —susurro en respuesta—. Yo estaba desesperado, pero creo que cualquier habría actuado igual que yo en mi lugar.

—Es complicado, Edward. Yo pienso que ese chico te arrebató tu vida por sólo una mala elección.

Sólo sacudo la cabeza. A pesar de que estoy en el cuerpo de Anthony por menos de dos horas, siento una extraña conexión con él y no puedo culparlo de nada, porque para mí el no tiene la culpa de nada, fueron las circunstancias, y todos merecemos segundas oportunidades.

“Ella tiene razón —susurra Anthony en mi mente—. Te arrebaté tu vida, y tú me ofreces una segunda oportunidad para recuperar la mía, ¿qué clase de cosa estás haciendo? Deberías odiarme”.

Coloco mi cabeza en el volante del automóvil.

“Pero no te odio”.

“Ese es el problema, no lo haces”.

—No hay tiempo para pensar en estas cosas, Bella. Debemos aprovechar el tiempo juntos —le digo regalándole una sonrisa triste—, hablemos de ambos.

—De acuerdo, pero espero que en tu lista no esté ninguna cosa emocionante o extraña. Quiero hacer algo normal, como si no fuese una clase de despedida o algo así. ¿Me entiendes? Sólo quiero fingir que estoy pasando un día con mi novio, un día común y corriente. ¿De acuerdo? —Cuando asiento con la cabeza, ella sonríe—. Así que vamos a ver el amanecer, y después podemos ir a desayunar, y comprar algunas cosas, para curar esas heridas que tienes.

Vuelvo a asentir con la cabeza.

—Un día normal y corriente… —murmuro saboreando la frase—. Creo que es perfecto.

—Tú eres perfecto —dice acercándose a mis labios—. ¿Nos quedaremos en el auto?

—Sí. Me estoy muriendo de frío aquí mismo. —Apago el motor del auto y me acomodo en mi asiento—. Ahora lo comprendo todo, Bella.

Ella me lanza una mirada curiosa.

—¿Qué es lo que entiendes?

—Que quizás esto, de todas las formas posibles, es una despedida. Pero tú lo conviertes en una cosa normal. Como si sólo estuviéramos pasando el rato antes de irnos de vacaciones cada uno por su lado, para luego reencontrarnos dentro de unas semanas y volver a la normalidad.

Ella se queda en silencio por lo que parece una eternidad; pero luego lo dice, y cuando lo hace, mi corazón se paraliza:

—Tal vez sea así, Edward.

La miro boquiabierto.

—¿Qué estás tratando de decir?

—Que quizás podamos encontrarnos nuevamente. Cuando tú te hayas marchado, podría ir contigo y…

—¡No! Bella, no. ¿Acaso estás loca? —bramo tomándola de los hombros y zarandeándola un poco—. No digas eso ni en broma, ¿está bien? No puedes jugar con estas cosas. Tienes una vida por delante…

—¿Una vida, Edward? Te vas a ir en cualquier momento. ¿Qué va a ser de mí entonces? Si te vas no va a quedar nada de mí, quedaré completamente vacía.

Dios… ¿qué puedo decirle? No quiero verla sufrir, demonios, si tuviera que tomar su dolor y ponerlo dentro de mí, lo haría.

—Bella, no… —Ella me interrumpe.

—Me has hecho entender que hay una vida después de la muerte, Edward. Puedo ir contigo al lugar donde te enviarán, podemos estar juntos por siempre. —Sus ojos brillan con la esperanza impregnada en ellos—. Podemos ser felices.

Ella no puede estar hablando enserio.

—Jamás sería feliz, robándote la vida que te queda —susurro con voz queda, y luego veo como ella se echa a llorar y mi corazón se rompe—. No, mi amor. Bella, no llores. —Me aproximo a ella y la acerco a mi pecho para abrazarla con fuerza—. Estaré contigo, no importa donde me envíen, estaré contigo.

—¿Y qué haré con todo lo que siento por ti? —susurra—. ¿Qué haré con todo lo que quiero darte? ¿Es que no lo entiendes? Yo sólo quiero compartir mi vida contigo.

—Lo mismo que haré yo: guardaré mi amor por ti como uno de los más grandes y valiosos tesoros —musito cerca de su oído—. Porque siempre voy a amarte.

—Y yo a ti —lloriquea ella—, voy a echarte de menos.

—Oye. —Alzo su barbilla con mi dedo índice, causando que sus llorosos ojos del color del chocolate se encuentren con los míos—. Todavía no me iré.

—Pero vas a marcharte, sólo que no me has dicho dentro de cuánto —contesta, colocando sus manos en mis mejillas—. Y yo me quedaré aquí, y la oscuridad estará de vuelta, y yo  no quiero regresar a ella. No quiero.

Le sonrío con ternura y beso suavemente su nariz.

—Entonces no lo hagas.

—No estarás conmigo —repone ella.

—Bella, comprende que la muerte no existe, la gente sólo muere cuando la olvidan; si puedes recordarme, siempre estaré contigo. ¿Me olvidarás?

—Por supuesto que no —contesta con vehemencia y sus ojos brillan por su sinceridad—. Jamás lo haría.

—Entonces, siempre voy estar ahí, para ti. ¿De acuerdo? —Ella asiente con la cabeza y yo beso castamente sus labios—. Yo tampoco voy a olvidarte, no tengas dudas de ello.

Mi corazón está roto y quiero evitar todo este sufrimiento en ella cuando tenga que dejarla y marcharme de su vida, devolviéndole su cuerpo a Anthony. Seré el que ponga lágrimas de dolor en ella, seré el que la haga miserable cuando no pueda consolarla. Todo lo que será a partir de ahora, va a ser mi culpa y vagamente pienso que quizás lo mejor hubiera sido no acercarme a ella. Las despedidas son más dolorosas, y esta despedida que dentro de horas llegará, va a robarse parte de ella. ¿Qué haría yo si estuviera en su lugar? Probablemente desearía morir, para irme con ella. Pero es injusto, para ella, para sus padres… ¿cómo van a tomar la noticia de que ella también se ha ido? Simplemente no se puede renunciar a una vida, no es correcto.

Lo único que tenemos ahora es tiempo. Y luego ambos tomaremos caminos diferentes.

Bella y yo hablamos por lo que parecen son horas, acurrucados en el interior de su coche. El sol comienza a salir dando paso al amanecer cuando ella se despierta después de dormir un par de horas. Miramos el amanecer, juntos, como acostumbrábamos hacerlo en el pasado, sabiendo que es la última vez que veremos algo como esto juntos. Puedo ver las lágrimas brillando en sus ojos, por eso me inclino hacia ella y con una gran sonrisa le digo:

—Cada vez que veas el sol abriéndose paso en el cielo, esa es una sonrisa que te estoy brindando. Sólo para ti, para nadie más.

Ella sonríe ampliamente y me abraza. Veo el reloj en su auto: 5:30 am. Queda tiempo, por supuesto que queda tiempo, ¿entonces por qué siento que faltan millones de cosas que quiero junto a ella?

Porque yo quería veinticuatro horas más, ahora quiero toda una vida a su lado; mas esto último difícilmente alguna vez pueda obtenerlo. 

Capítulo 5: Capítulo IV Capítulo 7: Capítulo VI

 


 


 
14459129 visitas C C L - Web no oficial de la saga Crepúsculo. Esta obra está bajo licencia de Creative Commons -
 10771 usuarios