*****love Hard******

Autor: ROSSE_CULLEN
Género: Drama
Fecha Creación: 25/08/2013
Fecha Actualización: 24/09/2014
Finalizado: NO
Votos: 5
Comentarios: 13
Visitas: 16089
Capítulos: 10

Argumento:

 

“¿Cómo te has atrevido a ocultármelo?”

Que su exnovia estuviera detrás de la mala prensa de su compañía era una cosa; descubrir que había tenido a su hijo en secreto, otra muy diferente. El millonario Edward Cullen no iba a aceptar ninguna de las excusas de Isabella Swan. Se casaría con él… o Edward usaría todo su poder para alejarla de su hijo. Sin embargo, después de una boda relámpago en Las Vegas, el deseo de Edward por Bella era más intenso que nunca. Pero él sabía que pensar en su matrimonio como algo más que un acuerdo de conveniencia significaría entrar en un terreno para el que no estaba preparado.

 

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Capítulo 5: "NOCHE DE BODAS O TRATAR DE DORMIR"

Capítulo Cinco

Bella se quedó mirando la cama de matrimonio y sintió que se le secaba la boca. No había pensado que las cosas pudieran empeorar, pero así era. Había ido lidiando con los sucesos del día a medida que se habían ido produciendo, no se le había ocurrido pensar en la noche.

–No te preocupes, no te voy a tocar –la tranquilizó Edward con frialdad–. La cama es muy grande. La tenemos que compartir por mis padres, para que no se hagan más preguntas de las que ya se deben de estar haciendo.

Tenemos que comportarnos como una pareja normal, como una familia normal.

Demasiado pedir y demasiado deprisa.

¿Cómo iba a compartir cama con aquel hombre con el que había mantenido hacía unos años una apasionada relación, con aquel hombre que había creído que podría quererla? ¿Cómo iban a fingir en público ser unos padres normales con una relación normal si cuando estaban a solas Edward  la trataba con tanta frialdad?

Él mismo se lo demostró después de cenar.

La cena había sido agradable, a pesar de cierta tensión y de las miradas puntuales que Bella había detectado entre la familia de Edward. Todos habían intentando ponérselo fácil. Incluso Edward, que se había mostrado cariñoso y afectuoso. Cualquiera hubiera dicho que lo sentía de verdad.

Cuando estaba con su familia era diferente, era como si estuviera escondiendo algo, como si no se entregara por completo ni les dejara ver completamente a los suyos cómo era.

Sus padres y sus hermanos eran muy agradables y, en otras circunstancias, Bella se habría encontrado muy relajada en su compañía. Sin embargo, en las circunstancias que estaba viviendo, dio gracias al cielo por tener la excusa de tener que ir a bañar a Tony. A duras penas pudo ocultar su sorpresa cuando Edward se levantó también.

Así que ambos se arrodillaron al borde de la bañera mientras el niño jugaba con el agua y con los juguetes acuáticos sin parar de hablar. Ellos no hablaron, pero el silencio que los acompañó mientras compartían aquella tarea cotidiana fue agradable.

Antony dejó caer con fuerza un barco rojo y saltó agua por todas partes, mojando a sus padres, que se encontraron riéndose.

–No creo que hagas esto todos los sábados por la noche, ¿eh? –comentó Bella fijándose en la camisa empapada de Edward.

–No, es la primera vez que hago este plan –contestó Edward mirándola más amablemente–. Para serte sincero, si me hubieras preguntado hace una semana si quería hacer esto, te habría dicho que ni por asomo, pero ahora mismo no querría estar en ningún otro lugar.

Bella desvió la mirada y la bajó.

–Te pido disculpas por no habértelo dicho.

Edward no contestó inmediatamente, así que Bella volvió a elevar la mirada hacia él.

–No sé si podré perdonártelo algún día, pero entiendo por qué lo hiciste, sé que fue por lo que te dije, fiel reflejo de lo que sentía en aquella época. Sabías cuál habría sido mi reacción.

Bella se encogió de hombros. Jamás hubiera soñado con que Edward fuera a admitir algo parecido. Tal vez, pudieran construir algo a partir de ahí.

Bella le indicó a Tony que se levantara para salir de la bañera y agarró una toalla.

–Ya lo saco yo, que te vas a mojar… más –se ofreció Edward.

–Y tú, también –contestó Bella.

–A mí no me importa que se me transparente la camisa y que mis hermanos me vean el pecho, pero tú…

Bella se miró la blusa verde que se había puesto.

Había estado tan pendiente del torso de Edward que se había olvidado de que a ella le habría pasado algo parecido.

–Oh –comentó sonrojándose.

Era ridículo, pues Edward la había visto completamente desnuda, pero eso había sido hacía años y en otras circunstancias.

Sacó a Tony de la bañera y Edward y ella le pusieron el pijama. Su padre lo llevó en brazos a la cama, donde lo arropó. A continuación, ambos se sentaron en el borde de la cama… hasta que Edward se dio cuenta de que Bella quería quedarse un rato a solas con el niño. Tras darle un beso de buenas noches en la frente, avanzó hacia la puerta. Una vez allí, se giró y los miró a los dos con cariño.

Bella miró a su hijo a la pálida luz de la lámpara de la mesilla. A Tony ya se le estaban cerrando los párpados.

Cuánto se parecía a su padre. Bella negó con la cabeza. Y pensar que aquella misma mañana tenía ante sí un sábado normal y corriente…

Y ahora estaba casada con Edward, un hombre que no la quería, pero que Bella esperaba que quisiera a Tony y lo apoyara a lo largo de toda su vida. Si estar casada con él ayudaba a que así fuera, tenía que intentar alegrarse de su matrimonio.

No debía estar asustada.

Ni siquiera sabía por qué estaba asustada. Confiaba en Edward. Era un hombre íntegro. Bella recordaba perfectamente que, cuando habían comenzado a salir, le había dicho lo que quería y lo que no. Si ahora le decía que no la iba a tocar, no la tocaría.

El miedo procedía de ver la ternura que Tony le inspiraba porque lo que le pasaba era que ella también quería inspirársela. Había querido mucho a aquel hombre, más de lo que había admitido y había dejado ver. No había sido sincera en aquel aspecto con él porque sabía que Edward no la quería tanto.

Y ahora tenía que ser fuerte y no volver a enamorarse de él.

Cuando Antony  se quedó dormido, no tuvo más remedio que volver a bajar. Al oír su nombre, se quedó parada al pie de la escalera. La voz provenía del despacho que había visto en la entrada.

–Yo no soy el único que tiene unas cuantas preguntas–estaba diciendo garret parecía que estaba en conferencia todos los hombres cullen.

Bella apretó la barandilla con fuerza.

–Si esas preguntas tienen que ver con Bella, guárdatelas para ti porque no son asunto tuyo –contestó Edward con amabilidad pero firme.

–Si lo que está buscando es quedarse con una parte de la fortuna de los Cullen, sí es asunto mío.

–No le interesa nuestro dinero –contestó Edward.

–¿Ha firmado un acuerdo prenupcial?

–Sí –admitió Edward.

–Espero que estuviera bien hecho porque vales tu peso en oro. Eres muy tentador.

–No te preocupes, Garret. Bella no es así –la defendió Edward, sorprendiéndola–. Te aseguro que no se ha casado conmigo por mi dinero.

Bella sonrió. Eso era cierto. Edward le había contado que Bella sonrió. Eso era cierto Edward le había contado que Garret había estado prometido con una mujer con la que había roto al descubrir que le interesaba más su dinero que él, así que era comprensible que se mostrara desconfiado.

–Es guapa y simpática –concedió Edward.

–Y buena –añadió Edward–. Sí, es guapa, pero también es amable, honrada y valiente. Cuando está convencida de algo, nunca da su brazo a torcer. Eso fue lo primero que me gustó de ella.

Garret se rió.

–Bueno, está bien, a lo mejor fue lo segundo –admitió Edward en tono divertido–. Confía en mí, hermano, sé lo que me hago.

–Tú siempre sabes lo que haces, pero esto nos ha tomado por sorpresa.

Bella aguantó la respiración. ¿Qué contestaría Edward a aquello? Para sorprendidos él, que hacía doce horas que se había enterado de que tenía un hijo. ¿Qué le iba a contar a su hermano?

–Si Antony no fuera tan parecido a ti y a Daniel…–dijo emmet después de que la conversación solo había escuchado al hermano mayor

¿Daniel? Bella repasó mentalmente los nombres de los hermanos de Edward de los que él mismo le había hablado. No había mencionado a ningún Daniel. ¿Sería un primo?

–Pero es exactamente igual que yo, así que dejemos el tema –contestó Edward adoptando de nuevo su tono frío y distante.

Bella no quería que los hermanos tuvieran un desacuerdo por su culpa, así que retrocedió dos pasos e hizo sonar los tacones en el suelo para que la oyeran al pasar de camino al salón. Edward y Emmet la siguieron unos segundos después de cortar la conferencia con garret.

Carlisle le ofreció una copa, pero Bella la rechazó.

–Ya sé que es pronto, pero he tenido un día muy largo y creo que me voy a ir a la cama, estoy agotada –contestó.

Sí, se iba a ir a la cama. A ver si, con un poco de suerte, se quedaba dormida antes de que se le uniera Edward.

–Claro, es su noche de bodas –contestó Emmet sonriente–. Supongo que estaréis deseando iros a la cama.

Edward le puso la mano a Bella en el hombro y ella estuvo a punto de dar un respingo. Tenía los nervios de punta. Edward le masajeó el trapecio y la miró con comprensión.

–Sí, nos vamos a retirar –anunció.

Bella pensó que, si no supiera lo que sabía, diría que… pero sabía lo que sabía, así que mejor no hacerse ilusiones.

Abandonaron el salón y subieron juntos la escalera. Al no estar Antony para distraer su atención, el silencio que se instaló entre ellos se les antojó tirante. Entraron en el dormitorio en el que iban a pasar la noche.

Solos.

En la misma cama.

Edward se devanó los sesos para encontrar algo que decir para romper el silencio. Pensó en preguntarle a Edward por Daniel, pero no le pareció buena idea. Por una parte, no creía que a Edward le hiciera gracia y, por otra, dejaría claro que había oído la conversación entre los hermanos y no quería que Edward creyera que los había estado espiando… aunque fuera verdad…

–Dúchate tú primero –le dijo Edward–. Yo tengo que hacer unas cosas –añadió sacando el ordenador portátil de la maleta y encendiéndolo–. Nos vamos a Vista del Mar en cuanto desayunemos mañana por la mañana –anunció con la mirada fija en la pantalla.

Edward  sintió un gran alivio y una pizca de…

¿decepción?

Se duchó y se puso el pijama. Se entretuvo en el baño todo lo que pudo, pero, al final, no tuvo más remedio que salir y volver a la habitación.

¿Cómo encontraría a Edward? Se dijo que estaría bien que estuviera distante y reservado. Sí, eso sería más seguro.

Estaba preparada para encontrárselo mirándola con frialdad, pero se lo encontró tumbado en la cama, con el ordenador sobre las rodillas y los ojos cerrados, así que se permitió quedarse mirándolo.

Dormido se parecía todavía más a Antony.

Dormido era todavía más seguro que distante y reservado.

Lo único malo de mirarlo así era que algo se reblandeció en su interior. Edward se había desabrochado el primer botón de la camisa y se le veía el pecho. Edward se acercó de puntillas a la cama, apartó con cuidado el edredón lo justo para meterse debajo y se quedó muy quieta, tumbada boca arriba con los brazos a los costados.

Al mirar a Edward por el rabillo del ojo, vio que Edward había abierto los ojos y la miraba divertido.

–¿Qué pasa? –lo increpó.

–¿Te daba miedo que me despertara?

–No –mintió Bella.

Edward dejó de sonreír. La conocía bien. Siempre había podido saber lo que Bella estaba pensando. Antes aquello no era problemático.

Edward cerró el ordenador, se puso en pie y se quedó mirándola. Edward no tenía ni idea de lo que estaría pensando. Al final, se encaminó al baño. Desde la puerta, apagó la luz del dormitorio.

–Bonito pijama, por cierto –le dijo.

¿Bonito pijama? Era amarillo limón con ositos bailando.

Tony le había ayudado a elegirlo y Bella era consciente de que era horrible, pero le había parecido mucho mejor que el camisón medio transparente que a Edward tanto le gustaba.

Bella se quedó inmóvil, intentando dormirse, pero no pudo porque estaba completamente pendiente de lo que hacía Edward, del grifo del agua, del sonido del cepillo de dientes en su boca. Bella se sorprendió a sí misma recordando sus rutinas y se dijo que debía parar aquello.

Pero el olor de Edward cuando se metió en la cama, a su lado, era tan familiar que le evocó más recuerdos.

Edward no solía dormir con pijama.

«Por Dios, que haya cambiado en eso», rezó Bella.

No quería encontrarse con su piel desnuda en mitad de la noche, así que se cruzó de brazos y de piernas y se quedó muy quieta, escuchando los ruidos de la noche.

–Buenas noches, Bella –le dijo Edward en tono bajo y seductor.

–Buenas noches –contestó ella en lo que pareció un graznido.

Qué noche tan larga tenían por delante.

Al cabo de unos minutos, quedó claro que la única que tenía una larga noche por delante era ella porque la respiración de Edwrd se hizo más lenta y profunda, poniendo de manifiesto que dormía plácidamente. ¿Acaso no le afectaba en absoluto su cercanía? Debería sentirse agradecida, pero se sentía casi… insultada.

Bella se giró hacia un costado y le dio la espalda.

Sabía que, tarde o temprano, se quedaría dormida, pero sospechaba que no le iba a resultar fácil.

En algún momento de la madrugada, la voz de Antony llamándola la despertó. Bella saltó de la cama y se apresuró a su habitación para sentarse en el borde de su cama y acariciarle el pelo. El niño ni siquiera estaba totalmente despierto, la debía de haber llamado en sueños, así que la caricia de su madre lo tranquilizó y consiguió que se volviera a dormir.

Ojalá a ella le resultara tan fácil.

Bella se puso en pie para volver a la cama, pero se quedó helada al ver que Edward estaba en la puerta.

En calzoncillos.

El haz anaranjado de la luz de noche que habían dejado encendida en el dormitorio del pequeño le permitió ver eso y también su torso, sus músculos, su piel.

–¿Está bien? –preguntó Edward.

–Sí –contestó Bella andando hacia él.

–¿Lo hace a menudo?

–De vez en cuando –contestó Bella mirando a su hijo.

Edward dudó.

–¿Ha sido difícil hacerlo todo tú sola? –le preguntó, apartándole un rizo de la cara y acariciándole la mejilla.

Bella sabía que aquel gesto tierno e íntimo podría llegar a gustarle, pero no se lo iba a permitir a sí misma.

–No ha sido fácil –contestó tragando saliva.

–¿Pensaste alguna vez en llamarme? –añadió Edward descansando la mano en su hombro.

–Sí.

Todos los días. A veces, a todas horas.

–Pero tú no querías esto.

–No.

–Me he sentido sola a veces –admitió Bella.

Era la primera vez que lo admitía. Jamás se lo había dicho a nadie. Siempre había querido que los demás creyeran que podía con todo, pero eso no quería decir que no hubiera pensado en él, que no lo hubiera echado de menos.

–¿Y no ha habido nadie después de mí? –quiso saber Edward.

–No –contestó Bella, quien no había tenido ni el tiempo ni las ganas de mantener otra relación con otro hombre.

Se había entregado en cuerpo y alma a su hijo y a su trabajo. Después de cómo la había dejado Edward, había sufrido mucho y no le habían quedado ganas de volver a intentar amar a nadie, así que había decidido que prefería pagar el precio de la soledad para proteger su corazón.

Aun así, había echado de menos a Edward, había echado de menos compartir momentos como el que estaban compartiendo.

–Has hecho un buen trabajo. Es un niño maravilloso.

El cumplido y el orgullo con el que lo había dicho la llenaron de calor.

–Gracias, aunque no sé si es mérito mío. Antony es así desde que nació, siempre ha sido un niño feliz y centrado.

He tenido suerte.

–Eso lo ha sacado de ti –añadió Edward.

–Puede, pero la determinación que tiene de hacer las cosas como le da la gana es tuya.

Edward sonrió y Bella se encontró feliz de estar compartiendo con él.

–¿Te vas a poder dormir ahora? Recuerdo que no te solía ser fácil –comentó con inocencia.

Pero aquellas palabras hicieron que bella recordara la manera que Edward había encontrado de dejarla desmadejada y exhausta y lista para dormirse.

–Ahora me cuesta menos –contestó–. Es cuestión de práctica.

Lo que le estaba costando horrores era controlar su reacción ante aquel hombre. Aunque sabía que no debía hacerlo, se moría por acariciarle el pecho, para saber si su piel seguía siendo la de entonces, si la hacía sentir lo mismo…

El aire pareció cargarse de electricidad. Bella se sentía atraída por él y se acercó un poco más. No debería buscar ni querer sus caricias, pero era el padre de su hijo y había compartido más con él que con ningún otro hombre. Lo cierto es que lo había echado de menos todo ese tiempo.

En la penumbra, Edward  miró los labios de Bella, que aguantó la respiración. Sentía el corazón latiéndole aceleradamente.

El tiempo dejó de existir.

Pero, de repente, Edward dio un paso atrás y se fue.

Capítulo 4: CONOCIENDO A LOS CULLEN Capítulo 6: DESPERTAR DIFERENTE

 
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