*****love Hard******

Autor: ROSSE_CULLEN
Género: Drama
Fecha Creación: 25/08/2013
Fecha Actualización: 24/09/2014
Finalizado: NO
Votos: 5
Comentarios: 13
Visitas: 16095
Capítulos: 10

Argumento:

 

“¿Cómo te has atrevido a ocultármelo?”

Que su exnovia estuviera detrás de la mala prensa de su compañía era una cosa; descubrir que había tenido a su hijo en secreto, otra muy diferente. El millonario Edward Cullen no iba a aceptar ninguna de las excusas de Isabella Swan. Se casaría con él… o Edward usaría todo su poder para alejarla de su hijo. Sin embargo, después de una boda relámpago en Las Vegas, el deseo de Edward por Bella era más intenso que nunca. Pero él sabía que pensar en su matrimonio como algo más que un acuerdo de conveniencia significaría entrar en un terreno para el que no estaba preparado.

 

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Capítulo 4: CONOCIENDO A LOS CULLEN

Capítulo Cuatro

Una vez de vuelta en Los Ángeles, Edward condujo su propio coche por las calles de Beverly Hills mientras Gillian hojeaba sus notas e intentaba no dejarse influir por su cercanía.

Estaba haciendo un gran esfuerzo para olvidar lo que había sentido cuando Edward la había besado. Aquel simple contacto le había hecho recordar un montón de escenas sensuales. Era como si aquel beso hubiera dado rienda suelta a su instinto más primario, pues su cuerpo estaba reaccionando.

Bella volvió a leer sus notas. Ya tendría tiempo después de analizar aquel beso envenenado y de reprogramar sus respuestas.

Segura de sí misma porque se había aprendido todos los detalles, cerró el cuaderno y se puso a enumerar.

–Garret es el mayor. Es serio y más bajo que tú, pero tenéis los ojos y el pelo del color cafe. Tiene una empresa de informática y acaba de romper su compromiso con su novia. Como casi todos en tu familia –dijo mirando a Edward en busca de confirmación.

Edward asintió.

Evitando mirarle los labios, Bella prosiguió.

–Esta noche no estará Alice –continuó–. Emmet es menor que tú, mide lo mismo, tiene los ojos verdes y es el rebelde de la familia. Fue modelo y actor y le iba muy bien, pero decidió ponerse al otro lado de la cámara y se convirtió en director de cine, lo que os sorprendió a todos.

Es de los Angeles  lo que provoca acaloradas conversaciones en la mesa… supongo.

–Siempre se te dieron bien los detalles.

–Gracias.

–¿Y mis padres?

–A tu madre, que se llama Esme, le encanta la jardinería y está entregada a sus obras benéficas. Es una mujer culta y reservada que es muy cariñosa, puede que me tome afecto por su nieto ya que le encantan los niños. Tu padre, Carlisle, hizo dinero como Medico cirujano; claro si me permites decir uno de los mas importantes, juega al golf y le gusta el whisky de malta y, sorpresa, sorpresa, le encanta el béisbol.

–Aprobada –anunció Edward accionando un mando a distancia para abrir las verjas.

Una vez dentro de la finca, condujo bajo los robles hasta la rotonda que servía de entrada de vehículos y paró el coche ante una imponente casa de dos plantas.

–Es fácil recitar todos los detalles de memoria en el coche, pero… –comentó Bella.

–Tranquila, todo va a salir bien –le aseguró Edward.

Tras salir del coche, echaron sus asientos hacia delante para sacar a Tony, que iba en el asiento trasero. Para entonces, la puerta principal se había abierto y una mujer menuda había salido a recibirlos. Llevaba unos pantalones negros y una chaqueta lila que parecía de cachemir. Tenía el pelo color cobre  y lo llevaba cortado a la altura de la barbilla.

–¿Es tu madre? –le preguntó Bella a Edward en voz baja.

–Sí, te voy a llevar yo la maleta –contestó él–. Debe de pesar una tonelada.

Bella soltó la maleta y Edward la tomó con una mano mientras colocaba el otro brazo alrededor de los hombros de su mujer y sonreía.

–Vamos allá –la animó.

Bella tuvo la sensación de que no estaban enfrentados sino de que estaban unidos en aquello y que iban a salir bien parados juntos.

Así que avanzaron hacia la puerta. La madre de Edward  no podía apartar la mirada de Bella y de Antony. Sonreía, pero tenía el ceño fruncido. Para cuando los tres llegaron al porche, Esme había dejado de sonreír y miraba a Antony estupefacta.

–Hola, mamá –la saludó Edward besándola en la mejilla–.Te veo muy bien.

–¿Edward? –contestó su madre ahogándose con la palabra.

A Bella le dio pena. En ese momento, Edward deslizó su brazo desde sus hombros hasta su cintura y ella lo agradeció. Necesitaba esos gestos de apoyo y, además, era consciente de que Edward se lo podría haber puesto mucho más difícil. Aquello no iba a resultar fácil, claro que no, pero podría haber sido mucho peor.

–Te presento a Bella y a Antony. Bella, te presento a Esme, mi madre.

Esme apartó la mirada de Antony y la dirigió hacia Bella, a quien sonrió, pero brevemente, porque volvió a concentrarse en el niño.

–¿Edward? –repitió.

–Sí, les  tengo que anunciar ciertas cosas. Vamos dentro.

–Claro, claro –reaccionó su madre echándose hacia un lado para dejarlos entrar–. Supongo que estarás cansado después de conducir desde Vista del Mar.

–No, hemos venido en avión desde Las Vegas.

Esme abrió los ojos desorbitadamente y su mirada viajó hacia la mano izquierda de Bella, que reposaba en la derecha de Edward. Entonces, vio la alianza de su hijo.

–Carlisle –llamó a su marido para que la ayudara.

Pero la petición había sido emitida en un tono de voz tan bajo que Carlisle no acudió.

–Vamos a sentarnos –le dijo Edward cariñosamente.

Su madre los llevó hasta un espacioso salón de techos altos. Había dos hombres, todos altos y fuertes, sentados en los sofás y pendientes de la televisión. Fue fácil saber quién era cada cual. Edward había descrito bien a sus hermanos y, obviamente, su padre era el mayor de ellos.

Esme carraspeó.

–Han llegado Edward y… sus amigos –anunció.

El hombre que Bella creía que era Emmet llevó la mirada desde el televisor hasta Bella y Antony y se quedó de piedra.

–Carlisle, apaga la tele –le dijo su mujer con amabilidad.

–Espero que sea importante, Edward –añadió el padre que Bella había decidido que era Carlisle mientras accionaba el mando para apagar el televisor.

–Sí, es importante, sí –le aseguró Emmet poniéndose en pie–. Muy importante.

Se  levantaron  y  avanzaron hacia los recién llegados.

–Papá, hermano, les presento a Bella y a Antony – anunció Edward.

Bella recolocó a Tony sobre su cadera para tener una mano libre y poder estrechar la que le tendía Carlisle.

–¿Quieres que agarre yo a Tony? –le ofreció Edward.

Al oír su nombre, Tony se volvió hacia él.

–Papá.

La palabra se oyó alta y clara en el silencio que el silencio que imperaba en el salón. Un silencio que se vio roto al cabo de unos segundos por las carcajadas de Emmet. Antony, encantado de hacer reír a alguien, repitió la palabra tres o cuatro veces más. A sus padres, sin embargo, no parecía hacerles tanta gracia la situación.

Bella miró a Edward, que sostenía a Tony en brazos.

–Bueno, una cosa menos que tengo que explicaros –sonrió Edward a su hermano–. Sólo me queda decir que Bella es vuestra cuñada y nuera respectivamente –añadió.

Bella pensó que era una buena manera de no llamarla «esposa».

–Tú siempre tan discreto –comentó Emmet–. ¿Cuánto tiempo llevas casado?

Edward consultó su reloj.

–¿Quieres las horas y los minutos?

–¿Y no nos has invitado? –insistió su hermano.

–Ha sido una boda un poco diferente.

Aquello lo dejaba todo claro.

–Bienvenida a la familia, Bella –le dijo Esme besándola en la mejilla–. Y bienvenido tú también, Tony–añadió besando al niño en la cabeza–. ¿Por qué no nos sentamos y nos vamos conociendo? Tenemos media hora hasta que la cena esté lista.

A juzgar por la curiosidad con la que la miraban todos, Bella sospechó que iba a ser media hora de interrogatorio. Menos mal que muchas de las preguntas irían destinadas a Edward y que la presencia de antony amortiguaría la situación.

–¿Quieres venirte con tu tío Emmet a escoger algún juguete? –le preguntó Emmet a antony–. Mis sobrinas tienen una habitación llena.

–No creo que quiera –contestó Bella–. Suele ser tímido con la gente que no conoce.

–Sí, sí quiero –contestó el niño para sorpresa de Bella–. ¿Tienen trenes? –añadió acercándose a Emmet, que le guiñó el ojo a su cuñada.

–Ahora volvemos –le dijo.

–¿Cuánto años tiene? –quiso saber la madre de Edward.

–Casi tres –contestó Bella.

–Cumple años el mismo día que yo –apostilló Edward.

Esme se giró hacia su hijo con una expresión en su rostro que Bella no acertó a interpretar.

¿Dolor?

¿Sorpresa?

Esme se apresuró a poner cara de póquer y Bella se dijo que debía de haberlo soñado.

–Siéntate y cuéntanos algo de ti –la invitó Esme.

–Mamá –le advirtió Edward.

–Solo quiero hablar con mi nuera –contestó Esme con inocencia–. Carlisle, apaga eso.

Carlisle seguía pendiente del televisor, pues había quitado el sonido, pero no la imagen.

–Sí, eso mismo estaba yo pensando –contestó su marido apagando el aparato con cierta pena.

Bella se sentó en un sofá, agradecida a Edward  por sentarse a su lado y todavía más agradecida cuando la tomó de la mano, que ella no dudó en apretarle.

–¿A qué te dedicas? –le preguntó su suegra.

Bella sabía que Esme debía de tener preguntas mucho más acuciantes que hacerle, como por ejemplo, por qué había conocido a su nieto con casi tres años, así que le agradeció que empezara suave.

–Soy periodista. Trabajo para un periódico de Vista del Mar.

–El Seaside Gazette –añadió Edward.

–¿No es ése el periódico que te ha estado…? –comentó Carlisle.

–Sí, el que me ha estado molestando –contestó Edward.

Bella se imaginó las quejas que Edward  debía de haber vertido sobre su periódico ante su familia.

–Pero Bella y yo siempre hemos mantenido nuestra vida privada separada de la profesional –les explicó Edward.

Era cierto que cuando habían estado saliendo en Los Ángeles habían separado muy bien sus trabajos de su relación. Bueno, en realidad, habían separado casi todo de su relación. En realidad, lo único que les había interesado había sido la pasión que ardía entre ellos. Bella acababa de llegar a la ciudad y se había convencido de que tenía que ser sofisticada y desapasionada para que le fuera bien. Así había sido en su relación con Edward y se lo habían pasado bien, pero ninguno de ellos había hecho el esfuerzo de conocer de verdad al otro. Ambos estaban convencidos de que tenían la relación que querían: superficial y divertida. Por eso, cuando se había enterado de que estaba embarazada, se había dado cuenta de que quería tener al niño, había tanteado a Edward y él la había dejado, no pudo culparlo de nada.

–Respeto mucho su integridad aunque a veces me parezca que se equivoca –añadió.

Bella no esperaba semejante cumplido, pero sabía que era cierto que Edward  la había admirado en el pasado.

Por lo menos, antes de verse enfrentados por la compra de Industrias Wolf por parte de Empresas Vulturi.

–¿Y a qué se dedican tus padres?

–Mi madre tiene una tienda cerca de port ángeles  y, en cuanto a mi padre, nunca lo conocí, no sé quién es ni a lo que se dedica.

Esme abrió la boca, pero no dijo nada.

–¿Qué tipo de tienda tiene tu madre? –logró preguntar por fin.

–Una especie de galería de arte.

Eso hizo que Esme  sonriera.

–A lo mejor la conocemos.

Bella se fijó en las esculturas y en los cuadros que había en el salón y pensó en los artículos que vendía su madre, cuadros enormes de guías espirituales y ángeles.

–No creo, es muy pequeña y muy new age –contestó.

–Ah.

bella intentó encontrar otro tema de conversación.

Normalmente, no le costaba hablar con la gente, pero allí había demasiados temas difíciles y no sabía por dónde seguir. Por suerte, Antony eligió aquel momento para volver al trote con un cuento en la mano.

–No había ningún tren –anunció Emmet–. Solo muñecas y cuentos, así que ha elegido un cuento, pero le he prometido que habrá un tren cuando venga la próxima vez.

–El tío Emmet nunca le ha perdonado a nuestra madre que le regalara sus trenes al hijo de los vecinos –les explicó Edward–. Eso fue cuando tenía veinte años y lleva desde entonces buscando una excusa para volver a tener trenes.

Aquello hizo reír a los hermanos y a Bella le gustó.

Tony había crecido solo con ella, pero ahora tenía padre, abuelos, varios tíos y una tía, primos y primas.

Aquello la hizo debatirse entre la culpa por haber privado a su hijo de todo eso durante casi tres años y el terror de pensar que lo perdería cuando Edward  se diera cuenta de que, efectivamente, no quería estar casado ni tener hijos.

Emmet se sentó en el sofá y tony se puso a su lado con un cuento de una excavadora amarilla.

Bella siempre había intentado hacer lo que fuera mejor para su hijo.

Pero seguía sin saber lo que era.

Miró a Edward. Estaban en una habitación llena de hombres carismáticos y el que más le llamaba la atención era él. Edward hacía que se le acelerara el pulso. Sus ojos eran como imanes que reflejaban inteligencia y honestidad.

Y pasión.

Edward nunca había escondido la pasión que ella le inspiraba.

Cuando Edward le apretó la mano, Bella recordó aquella arrebatadora pasión. La sintió en la tripa e iluminando sus mejillas. La reacción de su cuerpo la tomó por sorpresa y hubiera preferido que no se produjera. No seguía sintiendo nada por Edward No quería ni podía seguir sintiendo algo por él.

De lo contrario, no sobrevivía a aquel matrimonio.

–¿Cuánto tiempo llevas en Vista del Mar? –le preguntó Esme.

–Seis meses –contestó Bella–. Me encanta, es un lugar perfecto para criar a un hijo.

–¿Y eres de los Dodgers o de los Angels? Eso sí que es importante saberlo –interrumpió Emmet.

Bella negó con la cabeza.

–Ya sé que en esta familia todos son de los Dodgers menos tú, así que yo no voy a avivar el fuego –contestó.

–Es de los Angels –contestó Edward por ella.

–Ya decía yo que me estabas cayendo bien –sonrió Emmet mirando triunfal a a su padre  volviendo a fijar su atención en el cuento que le estaba leyendo a antony.

La conversación se alargó diez minutos más, hasta que Esme se excusó para ir a mirar qué tal iba la cena y le indicó a Edward que le enseñara a Bella su habitación y la de su hijo.

Bella dejó a Tony con su tío Emmet y siguió a Edward escaleras arriba.

–Aquí va a dormir Antony –anunció Edward abriendo una puerta–. Es de niñas porque la decoraron para mis sobrinas, pero ya la cambiaremos un poco.

–No quiero que duerma solo esta noche –contestó Bella–. Es la primera noche que va a pasar aquí.

Había dos camas. Estaba salvada.

Edward cruzó la habitación y abrió otra puerta que daba a otro dormitorio, éste presidido por una enorme cama de matrimonio.

–Ésta es la nuestra –anunció haciéndose a un lado para dejar pasar a Bella–. Podemos dejar la puerta abierta.

Su gozo en un pozo.

Capítulo 3: boda en Las Vegas Capítulo 5: "NOCHE DE BODAS O TRATAR DE DORMIR"

 
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