Agente secreta

Autor: BaaarbyGuffanti
Género: + 18
Fecha Creación: 29/01/2013
Fecha Actualización: 28/04/2013
Finalizado: NO
Votos: 17
Comentarios: 48
Visitas: 32414
Capítulos: 22

Él… Edward Cullen. Coqueto, seductor. Con sólo mover su cabello dorado y lanzar una mirada con sus orbes verdosos, tenía todas a sus pies. Cursa último año de preparatoria en “Imperial London School” Escuela privada, donde sólo estudia gente con una muy buena posición económica. Está amenazado críticamente, pero el todavía desconoce eso. 
Ella… Isabella Marie Swan, agente 023, una importante espía, de uno de los centros de espionaje más importantes a nivel internacional. Irónica, sarcástica, sensual y muy atractiva, tiene todo fríamente calculado. Amante de los riesgos y de la adrenalina. Proviene de Estados Unidos Forks
Es encargada a una nueva misión, la cual implicará una nueva vida, una nueva escuela, un nuevo físico. Ella dejará atrás su sensualidad y atractivo, para entrar a Imperial London School, donde tendrá que simular ser una persona totalmente diferente, para proteger, especialmente, a él, Edward Cullen.
¿Pero que sucederá cuando su trabajo se cruce con los sentimientos?

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Capítulo 17: Bajo el atardecer

La brisa mañanera acariciaba mi rostro y el viento jugaba travieso con mi cabello. Yo me encaminaba al parque, donde vería al dueño de mis pensamientos. La adrenalina subía y bajaba junto con el nerviosismo. Sonreí para mí misma al sentir esas suaves cosquillas en mi estómago. Tener un millón de emociones mezcladas, cada vez que vería a Edward, ya era algo común para mí. 

Tenía puesto un short, una camisa de tirantes de muchos colores y abajo un traje de baño a rayas, también de diferentes colores. Un estilo simple, pero lindo, totalmente playero. 

Llegué al parque y mi mirada quedó perdida entre las personas, cada persona era tan única y diferente, pero a la vez, éramos todos tan iguales… Es decir, es verdad, teníamos diferentes físicos y personalidades, diferentes creencias y status sociales. Unos eran ricos, otros pobres; unos gordos, otros flacos. Sin embargo, las “etiquetas” por decirlo así, gordos, flacos, feos, lindos, no importaban. Todos teníamos sueños, pensamientos y un corazón, con el cual sentíamos. Todos teníamos sentimientos y todos, absolutamente todos, teníamos una persona destinada a nosotros. 

Sentí unas manos tapar mis ojos, obstruyéndome la vista. Me asusté y pensé en actuar violentamente, preparé mi puño y estaba dispuesta a atacar, cuando me detuve, al sentir una voz en mi oído. 

— Hola princesa. 

— Hola, Edward sexy Cullen. – El rió levemente y apartó sus manos de mis ojos. Voltee a verlo y mi mirada se volvió a perder, pero esta vez, en sus ojos. Todas las personas teníamos otra persona destinada a nosotros… ¿Edward sería mi persona? ¿Yo sería la persona de Edward? 

— ¿Nos vamos? – Preguntó besando mi mejilla, 

— Si, a menos de que te quieras quedar aquí parado. – Ambos reímos y el tomó mi mano. Ambos nos encaminamos hacía el carro, el abrió mi puerta, tal como lo había hecho con Moon, sólo que a mí, como Elizabeth Swan, me miraba diferente.

— Siento todavía haber cancelado ayer, en serio. –Dijo mientras manejaba.

— No te preocupes Edward, no soy precisamente una chica celosa. – Sonreí. Si… Claro… No era celosa, para nada, por favor ¿Yo celosa? Nunca. ¡Hey!, ¿Por qué esa chica del auto de al lado está mirando tanto a Edward? ¿¡Qué no ve qué está conmigo!? Zorra…

— Elizabeth ¡Swan! - Me llamó Edward. Voltee a verlo rápidamente. – ¿Escuchaste lo que te dije?

— Emm, sí. No, mentira, no, es que suelo perderme en mis pensamientos. ¿Decías? 

— No importa tontita, no tiene importancia. – Dijo riendo.

— Y… ¿A qué playa iremos? 

— A una que queda a las afueras de Londres, es muy linda. – Sonrió y yo sonreí con él. - ¿Sabes? Hoy va a ser un gran día. 

— ¿Cómo sabes qué será un gran día? – Pregunté. 

— Lo sé porque estarás tu en el. – Automáticamente, el tono rojizo vino a mis mejillas, el volteó su mirada del frente, para dirigirse a mí y sonrió al ver mi sonrojo. Su mano se separó del volante y tomó mi mano. – Te ves muy adorable cuando te sonrojas. – Reí, eso ya lo sabía, me lo había dicho como Moon.

El resto del camino lo pasamos riendo, bromeando, escuchando canciones. Edward era muy agradable, vaya que lo era. A decir verdad, nunca en mi vida había reído tanto en tan poco tiempo. 
Al llegar, ambos nos bajamos del carro y cerré los ojos. El olor tan reconocible del agua marina llegó a mis fosas nasales. Mis pies hundiéndose en la arena, el sonido de las olas chocar contra la orilla, la brisa jugando con mi cabello. En ese momento, sentí toda la paz invadiéndome, toda la paz que nunca pude sentir y, que de un día a otro, sentía gracias a un chico totalmente ajeno a mi vida. No, ya no era ajeno, el ya estaba involucrado en mi vida. Abrí los ojos, el no estaba involucrado en mi vida, ya que no sabía nada de ella. Edward no sabía quién era, no sabía que hacía, no sabía de dónde venía. Él no sabía nada de mí. Me sentí mal, al darme cuenta que él me había contado su secreto más preciado y yo no le podía contar ni cuál era mi profesión.

— ¿De nuevo perdida en tus pensamientos? – Preguntó ubicándose junto a mí. 

— No, sólo que tenía tiempo sin venir a la playa. – Voltee a verlo y vi que sólo traía un short. Se había quitado la camisa y debo decir, tiene un cuerpo muy trabajado. Cada músculo perfectamente detallado. — ¿Vas al gimnasio? 

— Algunas veces, ¿Por qué? – Rió levemente. 

— Debo admitir que tienes excelente cuerpo. – Dije sin pensar, en verdad solía ser así de atrevida y salida, pero con él no podía serlo tan libremente, como con otros hombres. Es que él… Es diferente, es bello, es único… Simplemente es Edward Cullen. 

— Gracias, diría lo mismo, pero si no te sacas la ropa. – Sonrió coqueto y golpee un poco su hombro. Me dispuse a quitar mi camisa y luego quitar mi short. – Bueno, ahora sí, ¡Tienes un excelente cuerpo! 

— Gracias, diría lo mismo, pero ya no creo que tengas un buen cuerpo. – Reí levemente, mientras me cruzaba de brazos y me adelantaba un poco, dejando a Harry atrás. 

— ¿Ah no? – Preguntó atrás de mí, yo negué con la cabeza. – ¿Segura?
— Segurísima. – Mentí, obviamente el chico tenía un cuerpo que parecía tallado por los dioses. 

— Bueno, yo sí creo que tienes un excelente cuerpo. ¿Pero sabes donde se vería mejor? – Preguntó tomándome de la cintura y hablándome al oído. El simple sonido de su voz hizo que me estremeciera. — ¡En el agua! – Exclamó para luego cargarme por atrás y llevarme corriendo al agua. 

— ¡No Edward! ¡No! – Supliqué riendo, pero al final, terminamos ambos en el agua. - ¡Tonto!

— Tenía razón, te vez excelente en el agua. A decir verdad, te ves excelente en todos lados. – Afirmó mientras reía. Yo le di un golpecito en el hombro, para luego empezar a reír junto a él. - ¿Sigues creyendo que no tengo un buen cuerpo?

— No tonto, te ves bien. Eres muy lindo, pero tus pelo desordenada te hacen parecer Tarzan cuando estas mojado. – Reí y el tocó su pelo. 

— ¡Oye! No es cierto, mis pelo sigue siendo sexy. – Dijo acomodándose el cabello mientras yo reía. 

— Si Edward, ya todos nos dimos cuenta de que amas a tu cabello.

— Y que es sexy. – Agregó y yo reí de nuevo. 

— Umm, no lo sé. – Se dio la vuelta de brazos cruzados y me dio la espalda. – Si tonto, tienes pelo sexy. 

— ¡Ja! Al final todas caen ante mi cabello. – Exclamó volteando a verme de nuevo. 

— ¿Sabes? Creo que ya no me gustan tanto. – Dije mientras me iba nadando hacía la orilla. Reí para mis adentros cuando sentí a Edward seguirme. 

— Tonta, mi cabello sexy puede ser sólo tuyo. –Dijo riendo, mientras me tomaba por atrás. Cuando estaba a punto de salir de agua, haciendo que ambos cayéramos. Él encima de mí y yo apoyada sobre la cálida arena. Su cara quedó a centímetros de la mía, tal y como había pasado con Moon. Mi nariz rozaba la suya y sentía su respiración sobre la mía. Nos acercamos lentamente, cuando…

— ¡Fotos! ¡Fotos! ¿Quién quiere tomarse una foto con este clima playero? – Preguntaba un señor, con una cámara colgada del cuello. 

— ¡Yo quiero una foto! Vamos Eli. – Se levantó de la arena rápidamente y me levantó a mí. Parecía un niño pequeño. – Señor, ¿Nos puede tomar una foto? 

— Claro chicos, posen. – Dijo el hombre, mientras Edward buscaba dinero para dárselo. ¿Quién cobra por una foto? Bueno, hay muchas personas que lo hacen, pero ya no importa. 

— Ya va, estoy toda llena de arena, déjenme sacudirme. – Murmuré mientras me sacudía. – Listo. 

— Ya va, todavía tienes algo de arena aquí. – Susurró Harry, mientras se acercaba a mí, para luego tocar mi pulgar con su mejilla. Nuestros ojos se conectaron, de nuevo, nuestros cuerpos a centímetros de distancia, su cara cerca de la mía. Nos acercamos más, cuando… Sentimos un flash que nos sobresalto. 

— ¡Fue una foto muy linda! – Dijo el señor mientras sacaba la foto, era una de esas cámaras que imprimía las fotos instantáneamente.

— ¡Ya va! Esa no era, queremos otra. – Pedí yo y Harry tomó mi cintura, me apegó a él y ambos sonreímos para la foto. 

— Tomen. – Nos entregó las fotos el hombre, mientras sonreía. 

— Déjeme pagarle la segunda. – Intervino Edward.

— No importa, la primera que se tomaron es regalada. – Sonrió mientras Edward recibía las fotos. – Hacen linda pareja, ¿Sabían? 

— Somos sólo amigos. – Sonrió Edward, sin soltarme de la cintura. 

— Oh, siendo así, harían una buena pareja. – Dio una pintoresca sonrisa el fotógrafo, para luego irse. Edward volteó a verme y yo lo vi a él.

— Ese señor tiene mucha razón. – Rozó su nariz con la mía, para luego tomar mi mano. - ¿Comemos? 

— ¿Trajiste comida? 

— Unos sándwich, ¡Exquisitos! Si puedo presumir. – Ambos reímos y el sacó una canasta de su auto. Abrió la canasta y ambos nos sentamos en el piso, abrimos la canasta y empezamos a almorzar. — Dime cosas de ti, no nos conocemos mucho. 

— Bueno, tengo diecisiete años, soy de Forks. Adoro leer, me encantan los casos criminológicos, policiales, etc. Y bueno, no sé que más decirte. – No mentí en absolutamente nada y eso hizo que me sintiera un poco mejor. 

— ¿Eres de Forks? También una amiga mía es de allá, que coincidencia. – Dijo comiendo su sándwich, el veía los parecidos, pero no se daba cuenta de nada. 

— Y ahora, cuéntame cosas de ti. – Quise cambiar el tema. 
— Bueno, me gustan los autos, me agrada estar desnudo en mi casa, creo que sería muy divertido si todos pudiéramos estar desnudos en todos lados, es decir, uno se siente tan libre. – Reí y él se unió a mi risa. – Tengo una hermana, se llama Alice, pero nunca la veo, ella se quedo en Estados Unidos, de ahí vengo. Y me encanta tocar piano, lo adoro Ah y me gusta la musica clasica 

— Sonrió y se acercó más a mí, puso su mano en mi mejilla y, cuando estábamos de nuevo muy cerca, se escuchó la típica música del carrito de los helados, me levanté rápidamente y tomé la mano de Edward, haciendo que también se levantara.

— ¡Helados! – Exclamé corriendo hacía los helados, siendo perseguida por Edward.
Edward me compró mi helado y uno para él. Luego jugamos un rato voleibol de playa, nos metimos al mar, bromeamos, reímos, nos divertimos mucho.
Ya el sol se estaba metiendo y el atardecer estaba a punto de llegar. Yo estaba sentada en la arena, ya tenía puesta mi ropa. Edward tenía la cabeza apoyada en mis piernas y yo acariciaba su cabello sexy. Yo había pedido hacer eso, siempre quise tocar su desordenado sensual cabello y ahora, lo estaba haciendo. 

— Edward, ¿Por qué te emocionaste tanto con tomarnos una foto? 

— Porque las personas se van, se despiden y en muchas ocasiones, olvidan. Ahora, nunca te voy a poder olvidar, porque tenemos un recuerdo, sola y únicamente de nosotros dos. Un recuerdo que nadie más tendrá, tal y como si sólo quedara en nuestra mente, pero sin riesgo de olvidar. – Murmuró y sólo me pude quedar perdida en las perfectas facciones de su rostro. - ¿Puedo quedarme con la primera foto? Por favor.

— Tranquilo, puedes quedarte con ella, la otra también salió linda. 

— Si, todas las fotos en las que tú aparezcas, serán lindas. – Sonrió 

— Edward, esto fue tan perfecto, es decir, la playa, el helado, todo el día en sí. Fue muy divertido. – Le dije y el subió su mirada, para encontrarse con la mía. Me sonrió como un niño pequeño y yo le sonreí. 

— Me alegra que te haya gustado. – Sonrió poniéndose de pie. Hice un puchero que él no percibió, quería seguir tocando su sexy cabello. Me levanté junto a él. – Sabes, sé que nos conocemos poco, pero… no sé, siento que te conozco de antes. En cuanto vi tu mirada, supe que eras diferente. Tienes algo tan distinto a las demás. Tu manera tan despreocupada de perderte en tus pensamientos, ese misterio que tienes en cada una de tus palabras. Eres tan… Tan perfecta.

— La perfección no existe…

— Si la perfección no existe, entonces tú estás a un paso de ella. El punto es que… Te conozco muy poco para amarte, obviamente, pero te conozco lo suficiente para saber que estoy sintiendo cosas por ti, cosas que nunca había sentido. – Dijo Edward, mientras tomaba mi mano. Él estaba sintiendo cosas por mí. No me amaba, no me juraba amor eterno, pero sentía cosas por mí, las mismas cosas que yo sentía por él. ¿Acaso él también sentía ese hormigueo instantáneo y ese nerviosismo cada vez que me veía? ¿Era eso? Lo vi fijamente y le dediqué una sonrisa tímida. No podía decirle que yo también sentía cosas por él, no podía seguir metiéndolo en mi engaño, yo me iría y el seguiría siendo sólo parte de mi misión. Aunque la única parte verdadera de esta misión, era él. Yo era una agente internacional, una espía, pero eso no quitaba que también era una persona. Una persona que respiraba y caminaba, que debía comer y dormir, era una persona que veía y escuchaba, una persona que… sentía. Y a veces olvidaba eso, olvidaba el hecho de que yo si sentía y sentía algo diferente desde que llegué aquí y lo vi. Todavía no amor, pero tampoco era una simple atracción. Era un término entre el amor y la atracción. Era una sensación que… No se puede explicar. 

— Edward yo… 

— No tienes que decir nada. – Susurró mientras tomaba mi mano y se acercaba a mí lentamente. De nuevo nuestras narices se rozaron y, finalmente, nos acercamos más. Su boca y mi boca, unidas en un perfecto y maravilloso beso. Sus manos se posaron en mi cintura, apegándome a él. Yo ubiqué las mías en su cuello. Era todo tan perfecto. La brisa, la arena, el mar, el sonido de las olas. Un recuerdo que será sólo nuestro y de nadie más. Sus labios, los míos, Edward y yo, juntos, bajo el atardecer. 

Capítulo 16: Cambios Capítulo 18: Soledad

 
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