Bella y El Duque ( TERMINADO )

Autor: MalusitaCullen
Género: Romance
Fecha Creación: 27/11/2011
Fecha Actualización: 05/04/2012
Finalizado: SI
Votos: 13
Comentarios: 40
Visitas: 37414
Capítulos: 14

Hola antes que nada quiero aclarar que  esta historia no es de mi autoria sino una adaptación de la obra de Kathrin Smith Ana y el Duque con lo personajes de Crepúscuo de la grandiosa Stephanie Meyer

Ahora disfurtenla ...:D

xoxo

 


 

 

Bella y el Duque



Escocia, 1818. Poco esperaba el joven Edward Masen que su padre, Carlisle un Duque inglés que lo abandonó, le nombrara heredero justo antes de morir. Y mucho menos esperaba conocer a Bella en tan especiales circunstancias.


Al acudir a Londres a la lectura del testamento, Edward encuentra a su nueva familia: la viuda de su padre y sus hermanos Alice y Mike, así como a la prometida de éste. La delicada Bella. No todos le dan la bienvenida, ya que Mike tenía previsto ser el único heredero, y urdirá una oscura intriga contra el recién llegado.

Sin embargo, no cuenta con los sentimientos de la tímida Bella, quien sueña con el verdadero amor.Frente a ella, Mike cada vez se muestra más mezquino, mientras que el coraje y la honestidad de Edward la hacen sentirse muy próxima a él.¿Cómo conciliar su obligación de prometida y esos nuevos sentimientos desconocidos? Debatiéndose entre los intereses familiares y la fuerza de las emociones, Bella y Edward comprenderán que han de desafiar todas las convenciones para cumplir su destino juntos.

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Capítulo 6: Capítulo 6

 

— ¿Por qué estás aquí?— Edward se volvió, sobresaltado.

De nada le había servido intentar colarse inadvertido en la lectura del testamento de su padre, incluso le había pedido a Peter, que no le anunciara, no había contado con que hubiera alguien de la familia rondando por la casa, como mínimo no había llegado tan tarde como temía llegar, le había costado una eternidad decidir qué ponerse, y no es que tuviera mucho donde escoger, no había querido asistir a la lectura del testamento con el aspecto de un torpe bárbaro escocés y lo había logrado, vestido con una chaqueta azul oscuro y pantalones de color ocre, parecía un enorme dandy; iba perfectamente vestido y perfectamente arreglado, ni siquiera Mike sería capaz de encontrar un fallo en su aspecto, aunque ni siquiera quería pensar en por qué le importaba lo que los demás pensaran de su apariencia, corrección: lo que pensara Bella de su apariencia, aun que no era muy probable que estuviera presente en la lectura del testamento.

—Buenos días, Mike —murmuró Edward, apartándo se de la puerta para que el resto de la familia no lo viera— Me temo que no entiendo tu pregunta—el rostro del joven se tensó.

—Ya me has oído. ¿Por qué estás aquí?

—Un hombrecillo calvo fue a Escocia y me invitó —respondió Edward, con una forzada sonrisa en los labios— Dijo algo sobre que yo estaba en el testamento— si el rostro de Mike se hubiera endurecido un poco más, lo podrían haber puesto en el tejado de la casa para que hiciera de gárgola.

—Sí, ya lo sé, por eso quiero saber por qué estás aquí, ya nos esperábamos que te quedaras con todo ¿Has venido para hacer también de amo y señor? ¿Tienes planeado vengarte en nosotros y echarnos a la calle? ¿Nos castigarás por cómo piensas que mi padre te trató?

Edward miró asombrado a su hermano, abrió la boca para responderle, pero no fue capaz de articular palabra ¿Cómo podía Mike pensar una cosa así? ¿Era eso lo que él haría a Edward si los papeles estuvieran invertidos?

—Yo nunca haría eso —contestó cuando encontró la voz— Es con nuestro padre con quien estás enfadado Mike ,y yo también, no deberíamos enfrentarnos entre nosotros.

—¿Qué razones tienes tú para estar enfadado? —se burló Mike— Te quedas con todo: el título, la casa, el dinero, lo tienes todo— Edward se tragó el orgullo y encaró la dolida expresión de su hermano con una mirada franca.

—Nunca he tenido un padre, y eso hubiera significado más para mí que cualquier título o fortuna, como mínimo, tú lo tenías a él— Mike miró a Edward como si le hubiera salido un tercer ojo.

—¿Y de qué me servirá ahora el haberlo tenido? Toda mi vida me han educado para ser algo que nunca iba a ser, ¡y él lo sabía! Sabía que tú serías el Duque y nunca me lo dijo. ¡Nunca!— resultaba difícil contemplar tanto dolor y furia, Edward no sabía qué decir.

—Quiero pedirte un favor —dijo Mike, después de un momento de silencio.

—Lo que sea —repuso Edward, y se arrepintió de haber lo dicho en cuanto las palabras cruzaron sus labios, era horrible por su parte, pero aún no confiaba en su hermano y no podía evitar pensar que le intentaría engañar. Mike tenía una expresión tan desagradable que parecía que acababa de morder algo muy amargo.

—Te pediría que cuidases de mi madre y de Alice en caso de que yo no pudiera, no me gustaría que sufrieran más de lo que ya han sufrido.

«Y han sufrido por mi causa», pensó Edward amargamente, debían de considerarle una especie de monstruo si pensaban que los iba a echar a la calle, pero ¿qué sabían realmente de él? Para ellos era un desconocido, y eran lo suficientemente inteligentes para saber lo mucho que despreciaba a su padre, tampoco resultaba tan sorprendente que pensaran que pudiera querer vengarse en ellos.

—Me haré cargo de ellas —y así lo haría, podrían que darse en la mansión Cullen todo el tiempo que quisieran, además, no era que la casa le sirviera a él para nada, porque tenía planeado regresar a Glenshea en cuanto pudiera.

—Bien —repuso Mike, asintiendo secamente con la cabeza.

—Pero estoy convencido de que no tienes nada de qué preocuparte, seguro que te ha dejado bien cubierto — Edward no sabía mucho sobre su padre, pero sí que Esme, Alice e incluso Mike lo querían; no habría dejado sin un penique a la familia que había amado.

Su hermano no dijo nada, sólo lo miró con una expresión extraña que Edward no supo interpretar, no podía librarse de la sensación de que Mike estaba jugando con él, de que estaba preparando algo, pero antes de que pudiera descubrir nada más, Mike le dio la espalda y se alejó, Edward siguió a su hermano con la mirada hasta que tuvo la extraña sensación de que lo miraban, y era cierto, el corazón le dio un vuelco cuando su mirada se en contró con la de Bella, y un escalofrío le recorrió la espalda, sus ojos color chocolates sinceros, parecían poder verle el alma. « ¿Le gustará lo que ve en ella?», se preguntó, ciertamente a él sí que le gustaba lo que veía cuando miraba a Bella.

Iba vestida austeramente, su brillante pelo marrón estaba recogido en lo alto de la cabeza en un simple moño, no llevaba joyas, y el vestido era de seda azul, tan oscura que parecía negro, su único adorno era el suave color rosado de las mejillas y una única lila sobre su pecho, estaba tan hermosa que le dejó sin aliento ¿Quién hubiera pensado que podía sentirse tan turbado al ver a una joven inglesa? debería preocuparse por sentirse tan atraído por ella, y sobre todo porque eso no le produjera ninguna sensación de culpabilidad, su sangre inglesa se estaba haciendo notar.

¿Qué hacía ella allí? Aparte de algún sirviente y del señor Jenks, no había ninguna persona en la habitación que no fuera de la familia, no era probable que ella estuviera incluida en el testamento tampoco podía imaginar a Mike admitiendo ser tan vulnerable como para necesitar apoyo moral aunque como prometida de Mike, lo que estuviera escrito en el testamento también afectaría a su futuro. En realidad, Edward no esperaba heredar más de lo que la ley establecía, como heredero, recibiría el título y cualquier casa, tierra o dinero que fuera con él, no imaginaba que su padre le dejara voluntariamente a él, al hijo que no había querido, nada más.

Fue él quien apartó la mirada primero, el escrutinio de Bella le hizo sonrojarse, y no quería que ella supiera el efecto que le causaba, no quería que aquella chica inglesa le afectase como le afectaba, intencionadamente, se sentó lejos de la familia, solo y situado en un lado, se recordó que era un intruso, la sensación era, como mínimo, incómoda, pero le iría bien recordar cuál era su lugar.

Esme le miró, inclinó la cabeza y le sonrió ligeramente, y él casi pudo oír su silenciosa pregunta ¿Por qué esta ba sentado tan lejos? Pero entonces, en los rasgos de Esme se pudo ver que había comprendido el por qué y su sonrisa se entristeció, aunque no pareció que la decisión de Edward la molestara, parecía... decepcionada.

—Si ya están todos aquí, podemos empezar —dijo el señor Jenks, y su voz interrumpió los murmullos que llenaban la sala.

Cuando Edward volvió la mirada hacia el minúsculo abogado, se encontró de nuevo con la de Bella, pero ella miró hacia otro lado antes de que él pudiera sonreírle, se le hizo un nudo de inquietud en el estómago, por su causa, Bella ya no sería Duquesa, y se preguntó si lo culparía por ello ¿O se contentaba con casarse con el hombre a quien amaba? Le costaba imaginar que alguien amase a Mike, pero, él aún no había visto el lado bueno de su hermano, si en realidad tenía uno, casi no oyó al señor Jenks comenzar a leer, las palabras escritas por la mano de su padre le parecían tristes y cargadas de arrepentimiento, nada parecido a lo que había esperado, Carlisle Facinelli Duque de Cullen siempre le había parecido tan lejos de su vida, que se sorprendió ante la compasión que sentía, su padre ni siquiera había cumplido los cincuenta años al morir, aún era un hombre joven, hablaba de su esposa, de sus hijos y hablaba de Edward.

Pido a mi primogénito, Edward a quien sólo he visto una vez desde que abandoné Escocia, que no me juzgue con demasiada dureza o que no piense que lo he olvidado. Lo he vigilado toda su vida, y aunque quizá no me crea, siempre me he sentido orgulloso de llamarle hijo.

Un grueso nudo se formó en la garganta de Edward, sintió que le miraban fijamente y bajó la cabeza para ocultar las lágrimas que le quemaban los ojos, no quería saber lo que su padre pensaba de él ¿De qué serviría ya saberlo? ¿Dónde había estado su padre cuando lo necesitaba?, notó que la furia le secaba las lágrimas su padre habría hecho mejor guardándose sus bonitas palabras nada podía compensar su abandono, nada en absoluto.

Como mi primogénito y heredero, Edward Masen hereda el título de Duque de Cullen y la propiedad de la mansión Cullen en Londres y de Cullen Park en Derbyshire, al igual que la finca más pequeña de Featherington Keep en Yorkshire los ingresos de ambas fincas son de unas cien mil libras al año. También lego a Edward la suma de cincuenta mil libras, la cantidad exacta que me dio su madre, Elizabeth Masen.

Al oír mencionar a su madre, Edward se sintió furioso, su padre la había destruido y ninguna cantidad de dinero o poder podría compensar eso, pero ¿qué quería decir con que su madre le «dio»? Él se había llevado el dinero, la madre de Edward no se lo había dado. ¿O sí?

También ruego a mi primogénito que no haga pagar a su madrastra y a sus hermanos los pecados de su padre, y que cuide de ellos como si hubieran crecido juntos.

Edward se atrevió a lanzar una mirada a Mike para captar su reacción, era la misma petición que él le había hecho, excepto que su padre había incluido a Mike, sin duda, con veinte años Mike se creía más que capaz de cuidar de sí mismo y de su familia, y así como también de ser un buen marido, Edward que era cuatro años mayor que él, no estaba muy seguro de poder cumplir con éxito ninguna de esas misiones.

El señor Jenks leyó el resto del testamento, en el que se estipulaba dinero y una dote para Alice, una casa y dinero para Esme, propiedades y dinero para Mike, dinero para unos cuantos sirvientes fieles... Lo normal. También había algo para Bella: un pequeño cuadro que al parecer admiraba, la garganta se le encogió a Edward cuando oyó al abogado mencionarlo, era un cuadro de Loch Glenshea. ¿Por qué lo habría conservado su padre todos aquellos años? ¿Era posible que Edward y su madre significasen algo para él a pesar de todo?

—El Duque dejó cartas para algunos de ustedes —dijo el señor Jenks una vez acabada la lectura, sacó dos gruesos sobres de vitela de su cartera, uno se lo llevó a Esme y el otro se lo tendió a Edward— Edward lo miró como si estuviera lleno de gusanos.

—Se tomó un gran trabajo para escribir esta carta, excelencia —le informó el señor Jenks con su suave voz habitual— Tenía muchas esperanzas de que la leyerais.

Lentamente Edward alzó la mano, con dedos muertos tomó la carta de manos del abogado, él fajo de papeles temblaba como hojas al viento, y Edward lo apretó contra su regazo para que nadie viera que le temblaban las manos, no quería esa carta, y en absoluto no quería leerla, pero lo haría, lo haría porque deseaba desesperadamente poder creer que había significado algo para su padre, por mucho que la vida le hubiera dicho lo contrario.

Una silla golpeó el suelo y Edward al levantar la cabeza vio a Mike salir a toda prisa de la sala, Edward se levantó de un salto y, metiéndose la carta de su padre en el bolsillo interior de la chaqueta, fue corriendo tras su hermano, ya estaba asumiendo el papel de cabeza de familia.

No sabía qué iba a decirle, ni siquiera sabía por qué Mike estaba tan furioso, Edward era muy pequeño cuando murió su madre, no la había llorado como adulto y tampoco a su padre, al menos no en el sentido tradicional, en realidad no había conocido ni a su madre ni a su padre; lo único que tenía eran borrosos recuerdos de cuando era muy pequeño, sentía la pérdida de lo que habría podido ser, pero no tenía ni idea de lo que se sentía al perder a al guien que lo había visto crecer. Mike podía haber salido con ventaja, pero Edward tenía las piernas más largas y alcanzó a su hermano en el vacío vestíbulo que llevaba a las escaleras de los sirvientes.

—¿Qué quieres? —preguntó Mike, volviéndose a medio paso.

—Pensé que quizá quisieras hablar —contestó Edward sin convicción, la verdad era que había puesto tanto empeño en alcanzar a Mike que no había pensado en qué hacer con él cuando lo encontrara.

—Uh —repuso Mike sarcásticamente— ¿Y qué te hace pensar que querría hablar contigo? Tú eres la última persona con la que quiero hablar, si no fuera por ti, mi vida sería lo que tenía que ser.

—Quieres decir que ahora tú serías el Duque. — el tono de Edward no era nada amistoso, alzó la mirada para contemplar los cuadros de paisajes que colgaban de las paredes. ¡Demonios, por mucho que tuviera que reprocharle a su padre, ni siquiera él había estado esperando a que el viejo muriera!

—Quiero decir que eres un torpe patán, que yo habría sido el primogénito de mi padre, su único hijo, y que no me hubiera pasado la vida entera preguntándome por qué siempre parecía compararme con un rival invisible— la mirada de Edward se volvió como un rayo hacia su hermano.

—¿Rival invisible? ¿De qué estás hablando?

—De ti —repuso Mike con toda su furia, mientras clavaba un dedo en el pecho de Edward— Mientras crecía, no me podía imaginar por qué siempre me sentía como si estuviera compitiendo por su afecto, cuando murió, revisé sus cosas para decidir qué se tiraba y qué se guardaba, encontré cartas, cartas escritas primero por tu madre y luego por tu abuela, donde le explicaban cada detalle de tu vida.

Anonadado, Edward fue incapaz de hablar, ni siquiera podía pensar, toda su vida había creído que su padre había abandonado Escocia sin mirar nunca hacia atrás. Que había robado a su madre y los había dejado prácticamente en la ruina. ¿Y su madre le escribía? ¿Su abuela?

—No... no lo entiendo— en los ojos de Mike brillaban lágrimas.

—Puede que nunca haya hablado de ti, pero siempre fuiste el primero en su corazón, me lo arrebataste y nunca te lo perdonaré — le dio la espalda y salió corriendo por el vestíbulo como si el diablo le pisara los talones.

Edward estaba paralizado de asombro, no podía creer lo que Mike acababa de decirle ¿Él había sido el primero en el corazón de su padre? ¿Cómo podía Mike creer semejante tontería? Era Mike quien había tenido el beneficio de conocer a su padre Carlisle Cullen ni siquiera había guardado luto por su primera esposa durante el tiempo debido antes de casarse con Esme y formar otra familia ¿Cómo podía Mike pensar que Edward había significado algo para su padre? Pero ¿cómo explicar lo de las cartas? Cartas que habían escrito su madre y su abuela, podía ver a su madre aferrándose a la esperanza de que su padre regresara, pero no a su abuela, su abuela no le habría hecho caso en absoluto, a no ser que ella quisiera, o a no ser que se lo hubiera prometido a su hija, sí sería eso, le habría prometido a su hija escribir a su marido, pero no había sido porque Carlisle hubiera querido tener noticias de su hijo, entonces ¿por qué había conservado las cartas? ¡Oh, era una locura! Alzó las manos en un gesto de exasperación y se dirigió de vuelta al estudio, decidido a no volver a pensar en el asunto, tenía su propia carta que leer.

Lo primero que hizo Bella cuando Edward regresó al salón fue fijarse en su rostro y luego en sus nudillos, no tenían ninguna marca eso quería decir que él y Mike no habían llegado a las manos, aunque eso no significaba que no se hubieran hecho daño mutuamente, con sólo mirarlo, Bella podía ver que Edward estaba enfadado, no conocía los detalles, pero tenía suficiente inteligencia para deducir que, por muy difícil que le resultara a Edward aceptar que el padre que le había abandonado pensara en él, mucho más difícil le resultaría la situación a Mike, que había pasado toda su vida creyendo que era el heredero, ambos debían de estar confusos y heridos, y el desagrado que sentían el uno por el otro sólo hacía que las cosas fueran peores. Claro que, por lo que Bella había visto, el abismo que los separaba era más creación de Mike que de Edward, aunque ya había obser vado que Edward podía mostrarse igual de hostil.

—¿Habéis hablado con él? —preguntó, acercándose a Edward al ver que no se unía al resto de la familia.

Edward alzó la cabeza de golpe, había estado mirando la carta cerrada que tenía en las manos, Bella no pudo evitar preguntarse qué pondría ¿Cómo explicaría un padre el haber estado ausente toda la vida de su hijo?

—Sí —contestó Edward en tono ausente— hemos... hablado.

—¿Queréis hablar de ello? — Bella sabía que no tenía que implicarse en aquel asunto, pero no pudo evitar preguntárselo, no sabía qué tenía Edward que hacía que ella quisiera acercarse a él, y esa atracción era más fuerte que todo el sentido común que pudiera tener.

La expresión de Edward era de duda, no estaba seguro de que Bella no le fuera a contar la conversación a Mike. ¿Por qué iba a confiar en ella? Al fin y al cabo, era la prometida de Mike.

—Os prometo que cualquier cosa que me digáis que dará en el más estricto secreto — Bella le puso la mano sobre la manga— Me gustaría que fuéramos amigos.

Edward miró la mano de la chica con tanta extrañeza que Bella casi sintió el peso de su mirada, estuvo tentada de apartar rápidamente el miembro ofensor y esconderlo entre los pliegues de su falda pero en vez de ello, retiró la mano lentamente, y se la llevó al costado sin que Edward apartase la mirada alzó los ojos para mirarla al rostro las profundidades chocolates de sus ojos eran tan intensas que Bella contuvo el aliento, nunca había visto a nadie que necesitara un amigo tan desesperadamente ¿Y cómo no? En Inglaterra, él estaba rodeado de extraños, por mucho que los Cullen fueran su familia, sintió una gran compasión por él.

—No podemos hablar aquí —murmuró Edward, lan zando una mirada en dirección a Esme y Alice, que los observaban con expresión preocupada, les sonrió para tranquilizarlas, como si hubiera formado parte de la familia durante años y no sólo desde hacía un par de días.

—Quizá seríais tan amable de acompañarme, junto con mi doncella, hasta casa, ya que Mike no puede —su girió Bella, Edward asintió con la cabeza; su sonrisa se desvaneció al volverse hacia Bella.

—Sí, es una buena idea— intentando ocultar su desilusión por la desaparición de la sonrisa, Bella consiguió forzar una.

—Iré a buscar mi chal— lo dejó allí, agarrando la misteriosa carta, mientras se dirigía hacia donde se hallaban sentadas Esme y Alice Recogió el chal y el sombrero del respaldo del sofá y se inclinó para besarlas en la mejilla.

—Su excelencia se ha ofrecido a acompañarme a casa en ausencia de Mike —explicó— Así que me despido ahora, a no ser que queráis que me quede— Esme negó con la cabeza, tomando la mano de Bella entre las suyas.

—No hace falta que te quedes, querida, debo pedirte disculpas por el comportamiento de Mike la muerte de su padre le ha afectado mucho— las lágrimas que inundaban los ojos de Esme demostraban que su hijo no era el único que tenía dificultades para adaptarse a la vida sin el difunto Duque.

—Toda la familia está pasando por un mal momento —repuso Bella en tono comprensivo, y apretó la mano de la Duquesa.

—Sí —convino Esme, mirando a Edward— Espero que ambos consigan perdonar a Carlisle lo que ha hecho.

—Seguro que lo harán. —Pero Bella no estaba en absoluto convencida de que los dos hermanos consiguieran perdonarse, con un suspiro Esme le apretó la mano.

—Era un marido bueno y amante, y así es como quiero recordarlo, no por los secretos que me ocultó— una triste sonrisa curvó los labios de la Duquesa al ver la compasiva mirada de Bella.

—Me enfadé mucho cuando finalmente me contó la verdad, pero me parece una tonta pérdida de energía ahora que él ya no está lo único que puedo sentir ahora es lo mucho que lo echo a falta— Bella tenía tal nudo en la garganta que no se atrevió a hablar, pobre, pobre Esme ¿Cómo sería querer a alguien tanto y tener tal sensación de vacío al perderlo que no había lugar para sentir nada más? Bella soltó la mano de Esme y se volvió hacia Alice.

—¿Te veré mañana por la noche?

—Me hace mucha ilusión —asintió Alice con una sonrisa.

No era demasiado correcto, porque Alice estaba de luto por su padre, pero el difunto Duque, en su lecho de muerte había insistido en que su voluntad era que los miembros de la familia no pasaran todo un año vestidos de negro y comportándose como si también ellos estuvieran muertos, para satisfacer a todas las partes, la familia acordó vestir de medio luto, con grises, marrones y violetas en vez de negro. Alice había evitado los bailes y las fiestas durante el resto de la temporada de Londres, pero ésta ya había acabado y Alice decidió aceptar los deseos de su padre y asistir a algunas reuniones, al día siguiente por la noche tendría lugar la primera de esas salidas, incluso Esme y Mike habían decidido asistir, y Bella y su madre también estarían. Un sirviente entró y le entregó a Bella un paquete en vuelto en papel marrón.

—Es el cuadro —le dijo Esme— Pensé que querrías llevártelo a casa— Bella sonrió con los ojos cargados de lágrimas, el regalo del Duque le había llegado al corazón siempre le había en cantado el cuadro del negro lago rodeado por montañas y un tumulto de árboles de fuertes colores. Se despidió y se colocó el chal sobre los hombros, mientras Edward se acercaba. El joven se inclinó ante Esme y Alice.

—Yo también debo despedirme.

—¿Regresarás más tarde? —había urgencia en la voz de Esme, Edward asintió con la cabeza.

—¿Y traerás tus cosas? —de nuevo, el tono era casi de pánico, la sonrisa de Edward era, como mínimo, de incomodidad, pero sus ojos resultaban cálidos de emoción.

—Si así lo deseáis.

—Lo deseamos —repuso Alice con lo que sonó como un suspiro de alivio.

Con eso acordado, Bella y Edward salieron de la sala y recorrieron el pasillo hasta el vestíbulo, donde un sirviente le entregó a Edward el sombrero y los guantes, apartando al sirviente con un gesto, Edward sostuvo la puerta para que salieran Bella y su doncella, Jane, que se sonrojó y tartamudeo agradeciendo su galantería.

Permanecieron en silencio hasta que la puerta se cerró tras ellos y salieron al exterior bajo un sol húmedo, una fresca brisa, de las que siempre soplaban tras las lluvias de verano, rozó el rostro de Bella y ésta respiró hondo hinchando los pulmones, saboreando el olor de la tierra húmeda y de los caballos limpios, apretándose más el chal de cachemira color crema sobre los hombros para que no cayera, Bella dejó que Edward la ayudara a subir al carruaje descubierto antes de ayudar también a Jane, el asiento delantero era lo suficientemente grande para que se sentaran juntos sin que resultara incorrecto, y también había un asiento para la doncella de Bella, lo suficientemente cerca para que la situación fuera decorosa, pero no para oír su conversación Edward arreó los caballos con las riendas, y empezaron a avanzar por el sendero de salida, con los cascos repicando sobre la gravilla a un ritmo perezoso.

— Esme y Alice parecen haberos tomado cariño —observó Bella al ver que él no parecía dispuesto a iniciar la conversación, él no la miró, y el ala de su sombrero le ocultaba los ojos.

—Sí, sospecho que les recuerdo a mi padre y debo confesar que la comparación no me causa una gran alegría, pero me compensa si ello les proporciona algún placer en este difícil momento— ella lo observó atentamente, sorprendiéndose al darse cuenta de que era totalmente sincero, algo que no se solía encontrar entre la gente de su clase, la aristocracia siem pre parecía ocultarse tras una máscara de cortesía, decir las palabras correctas y expresar los sentimientos adecua dos, cuando en realidad a menudo pensaban algo total mente diferente permitir que se viera los auténticos sentimientos se consideraba situarse en posición de ser ridiculizado.

—Sois un buen hombre, excelencia —dijo Bella en voz baja, él no la miró, pero sus mejillas enrojecieron.

—Lo intento ser.

—Lo que os convierte en una rareza. — y lo decía sin ceramente.

—No creo ser tan raro —repuso tímidamente mientras un sirviente les abría la verja con mano experta, condujo los caballos y el carruaje hasta la calle— ¿No sois vos una buena persona? ¿No lo es Mike?

—Mike es muy correcto —contestó Bella, contemplando el paso de los otros carruajes le encantaba el sonido de los cascos de los caballos sobre los adoquines—A veces pienso que la gente se obsesiona tanto con aparentar ser buena que se olvida de lo que realmente significa la bondad en una persona— él la miró con expresión divertida.

—No os puedo imaginar tan preocupada por las apariencias, después de todo, disteis el libro que deseabais a un desconocido en una librería— una sensación cálida invadió el estómago de Bella al recordar su primer encuentro.

—Nunca he aguantado la puerta para que pasara un sirviente —admitió, aunque le avergonzaba, una sonrisa burlona iluminó el rostro de Edward, suavizándolo y haciendo que le brillaran los ojos, que eran de un verde esmeralda brillante bajo la luz del sol.

—Tenéis razón, sois una persona horrible, no puedo entender por qué Mike va a casarse con vos, dejando aparte vuestra belleza.

—Sí —repuso Bella con un tono en el que se mezclaba la despreocupación que quería mostrar con la amargura que sentía— Pero mi madre también fue hermosa, Mike corre un gran riesgo al casarse conmigo, sobre todo si heredo los incomparables modales de mi madre.

Edward vaciló, sólo un segundo, pero Bella lo vio, el joven había captado la duda en su voz, estaba segura en verdad, probablemente no debería estar hablando con él sobre sus asuntos personales, era impropio, pero no le importa ba le sentaba bien hablar.

—Es valiente porque os adora —replicó Edward, con la vista puesta en el tráfico que tenía ante sí.

Bella se preguntó si había usado deliberadamente el verbo «adorar» en vez de «amar». Había veces en las que ni si quiera ella conocía la profundidad del afecto de Mike al ser un caballero considerado hacia su «sensibilidad femenina», reprimía con gran cuidado sus emociones más pasionales.

—No dudo de que Mike me tenga afecto, excelencia. — contempló al pasar la perfección de la mansión Devonshire en vez de mirar a Edward— Nos llevamos bastante bien, pero a veces me pregunto si Mike se va a casar conmigo o con el negocio de mi padre, no tengo ni idea de si me adora, como vos decís.

—Debería hacerlo— el sol desapareció tras una nube mientras decía eso, lo que incrementó el escalofrío que recorrió la espalda de Bella, tenía razón Mike debería adorarla, él debería amarla, lo mismo que ella le debería amar

—¿Dudáis de vuestra decisión de casaros con él?— Bella se puso tensa ¿Le había leído el pensamiento?

—Eso no es asunto vuestro, excelencia.

—Parad de llamarme así —dijo él bruscamente, sobre saltándola— Me llamo Edward, si os resulta difícil llamar a vuestro futuro cuñado por su nombre de pila en privado, entonces me podéis llamar lord Keir, pero por el amor de Dios, ¡no me llaméis usando su título!

Bella lo miró con la boca abierta de asombro, la furia le había hecho perder el control de los caballos, que habían acelerado el paso de una forma alarmante Bella se agarró a su lado del asiento con una mano y al sombrero con la otra, temerosa con la misma rapidez, los caballos disminuyeron el paso, Bella miró a Edward aún tenía los dientes apretados, pero había relajado ligeramente los hombros y de nuevo tenía a los caballos bajo control Edward murmuró una disculpa.

—Pero sí que es asunto mío —prosiguió mientras ella también se relajaba— Así como lamentaría veros atrapada en un matrimonio sin amor, me molestaría incluso más veros amar a un hombre que no os amara, mi madre amó a un hombre que no la amaba, Bella, y eso acabó con ella— su furia herida la cubrió como una ola en un océano tormentoso a ella ni siquiera le importó que la llamara por su nombre de pila.

—Y todavía lo odiáis por ello, ¿no? — Edward miró al frente.

—Lo odio por muchas cosas, pero no consigo despreciarlo totalmente Mike dice que siempre sintió como si lo estuvieran comparando conmigo mientras crecía; me llamó un «rival invisible» — hizo un sonido de desprecio— Dice que se lo he quitado todo, no entiende que cambiaría alegremente el título por tener la oportunidad de conocer a mi padre, eso es lo que odio, que aunque ese hombre nos dejó sin nada, yo aún buscaba, aún busco, su aprobación.

El corazón de Bella se estaba rompiendo, quería que él se sincerara con ella, que confiara en ella, pero nunca hubiera imaginado que su dolor fuera tan profundo, que lo compartiera con ella era un honor que no se podía tomar a la ligera pero tampoco podía permitirse interpretar nada aparte de que él necesitaba un confidente eso no la hacía especial.

—Quizá cuando leáis su carta os sentiréis mejor.

—Quizá—dijo él, encogiéndose de hombros— Mientras tanto tengo que trasladarme a una casa con dos mujeres que desean quererme y un joven decidido a odiarme. —suspiró.

—Supongo que hay destinos peores que tener dos mujeres decididas a quereros —bromeó Bella, intentando animar la situación.

—No si no son las que convienen —replicó él con una ligera sonrisa, sin hacer caso de los violentos latidos de corazón que le causaba la expresión de Edward, Bella intentó bromear de nuevo,

—Según la mayoría de los hombres, no existe la mujer adecuada, sólo es cuestión de encontrar la menos mala y aprovechar lo que se pueda— Edward apartó los ojos del camino el tiempo suficiente para mirarla, sorprendido.

—¿Dónde habéis oído esa estupidez?

—Escuché accidentalmente a dos caballeros charlando en un baile —contestó, sonrojándose, Edward agitó la cabeza y miró hacia el cielo Bella miró también iba a llover otra vez, maldición.

—Son unos idiotas —dijo él— Estoy seguro de que Mike opina que sois la mujer adecuada, digáis lo que digáis, y estoy seguro de que hay al menos un centenar de hombres más que estarían de acuerdo— Bella rió, enternecida por su insistencia, aunque supiera que lo que decía no era cierto.

—Dudo de que pudierais encontrar a un hombre en todo Londres que me quisiera tomar por esposa sin mi fortuna, exce... Edward.

—Estoy seguro de que al menos encontraría uno —repuso él con expresión súbitamente muy seria.

Bella tardó en aceptar lo que sus palabras implicaban, pero entonces su corazón comenzó a latir con aún mayor violencia algo en la manera en que la miraba hacía evidente quién era aquel hombre, cualquiera que fuera ese sentimiento, esa fascinación, estaba mal ella estaba prometida a Mike.

—Lo volvéis a hacer —replicó, intentando mantener un tono sereno— Otra vez estáis siendo amable cuando no hace falta que lo seáis.

Él no respondió, pero su expresión se cerró aún más, como si se hubiera dado cuenta de que se había pasado de la raya, el resto del camino lo hicieron en silencio, era un trayecto bastante largo, que aún resultaba más largo por el abundante tráfico y la tensión que había entre ellos, empezaba a llover cuando el carruaje se detuvo en la puerta, Edward bajó y ofreció su mano a Bella para ayudarla a des cender sus miradas se cruzaron mientras Bella apoyaba con actitud vacilante su enguantada mano en la de él, incluso a través de las capas de ropa que los separaban, Bella notó el calor y la fuerza de la mano de Edward, no era la mano de un mimado aristócrata de ciudad, sino la mano de un hombre, esta certeza le produjo un temblor de advertencia. Cuando saltó al suelo, calculó mal la distancia y acabó prácticamente encima de Edward, lo único que impedía que sus cuerpos se tocaran era el cuadro que Bella apretaba contra su pecho de hecho, la frente de Bella se apoyaba con fuerza contra la sólida muralla del torso de Edward, ella le miró fijamente y él la miró fijamente.

—¿Os importa que vaya ya para la casa, señorita Swan?— el hechizo se rompió, Bella se volvió hacia su doncella, asintiendo con la cabeza.

—Ve ya, Jane

Resultaba indecoroso quedarse a solas con un chico, pero Bella no creía que su reputación pudiera mancharse en su propio jardín, la doncella los dejó, haciendo una ligera reverencia a ambos antes de correr hacia la puerta de la entrada del servicio.

—Yo también debo entrar —murmuró Bella, intentando en vano escapar de la hipnotizadora mirada de Edward. ¿Qué diablos le estaba pasando? Nunca había reaccionado así ante ningún chico en toda su vida. Liberó su mano de la de él.

—Lo he dicho de corazón —dijo él cuando finalmente ella encontró la fuerza necesaria para volverse— Hay muchos hombres ahí fuera que se considerarían afortunados por tener a alguien como vos— el calor invadió las mejillas de Bella, haciendo que las primeras gotas de lluvia parecieran aún más frías al caer sobre ella.

—Gracias. — alzó la mirada y vio de nuevo esa sinceridad clara y sin remilgos en los ojos de Edward.

—Pero dudo sinceramente de que ninguno de ellos os mereciera, ni siquiera uno.

Y dicho esto, Edward volvió a subir al asiento y dirigió los caballos hacia la calle mientras la lluvia empezaba a caer con fuerza. Bella se quedó en los escalones y contempló el carruaje mientras se alejaba, casi no sentía la lluvia que le caía sobre el rostro y le empapaba el chal y el vestido hasta que el carruaje y su conductor desaparecieron de la vista, no se dio cuenta de que estaba bajo la lluvia como una tonta, una tonta culpable y temblorosa, que no tenía derecho a sentir tanto placer por los inadecuados comentarios de un hombre que algún día sería su cuñado.

 

 


 

Hola a todas las lindas personitas que estan siguiendo esta historia

Me da mucho gusto que les guste la historia

Tambien quiero disculparme por la vez anterior que tarde mucho en actualizar ...

y quiero agradecerles todos sus lindos comentarios que me han dejado no saben lo feliz que me hacen

las quiero mucho y les mando mis mas sinceros agradecimientos


Capítulo 5: Capítulo 5 Capítulo 7: Cap 7

 


 


 
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