Bella y El Duque ( TERMINADO )

Autor: MalusitaCullen
Género: Romance
Fecha Creación: 27/11/2011
Fecha Actualización: 05/04/2012
Finalizado: SI
Votos: 13
Comentarios: 40
Visitas: 37411
Capítulos: 14

Hola antes que nada quiero aclarar que  esta historia no es de mi autoria sino una adaptación de la obra de Kathrin Smith Ana y el Duque con lo personajes de Crepúscuo de la grandiosa Stephanie Meyer

Ahora disfurtenla ...:D

xoxo

 


 

 

Bella y el Duque



Escocia, 1818. Poco esperaba el joven Edward Masen que su padre, Carlisle un Duque inglés que lo abandonó, le nombrara heredero justo antes de morir. Y mucho menos esperaba conocer a Bella en tan especiales circunstancias.


Al acudir a Londres a la lectura del testamento, Edward encuentra a su nueva familia: la viuda de su padre y sus hermanos Alice y Mike, así como a la prometida de éste. La delicada Bella. No todos le dan la bienvenida, ya que Mike tenía previsto ser el único heredero, y urdirá una oscura intriga contra el recién llegado.

Sin embargo, no cuenta con los sentimientos de la tímida Bella, quien sueña con el verdadero amor.Frente a ella, Mike cada vez se muestra más mezquino, mientras que el coraje y la honestidad de Edward la hacen sentirse muy próxima a él.¿Cómo conciliar su obligación de prometida y esos nuevos sentimientos desconocidos? Debatiéndose entre los intereses familiares y la fuerza de las emociones, Bella y Edward comprenderán que han de desafiar todas las convenciones para cumplir su destino juntos.

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Capítulo 12:

Hola Chikas

Perdon por el mega retraso pero es que la Uni me tiene loca

este cap lo quiero dedicar a alguien muy especial y que  tengo

muy pero muy olvidada a mí  mami Bellsamy para ti con todo mi cariño =)


A las nueve y media, Bella se excusó diciendo que tenía dolor de cabeza y subió a su habitación, una vez allí, comenzó a prepararse para su aventura. Tenía las palmas de las manos húmedas y el corazón le latía frenéticamente ¡No podía creer que estuviera haciendo realmente eso! Era como algo sacado de una novela.

No le importaba echar a perder su reputación, la buena sociedad la perdonaría en cuanto se convirtiera en Duquesa. Habría quienes pensarían que sólo quería el título y que se había casado con Edward en vez de con Mike sólo para mejorar su propia posición, pero no le importaba. Amaba a Edward, no a Mike, y nada más importaba.

Poco después de las diez, oyó a sus padres subir por las escaleras hacia sus habitaciones. Su madre, no queriendo molestarla por si estaba durmiendo, ni siquiera llamó a su puerta. Bella se sentía un poco culpable por engañar a sus padres, pero no podía arriesgarse a que intentaran evitar su fuga con Edward. Su madre estaba empezando a comprender la clase de violencia de la que Mike era capaz, pero nadie sabía hasta dónde se atrevería a llegar para reclamar el Ducado. Bella no tenía intención de arriesgar la vida de Edward para descubrirlo.

Incluso se sentía un poco culpable por engañar a Mike, pero sólo muy poco, se merecía que lo humillaran después de lo que había intentado hacerle a Edward, sólo pensar en él le causaba una extraña sensación en el estómago y la piel le picaba como cargada de electricidad.

Miró al reloj. Eran casi las once, en poco más de una hora, estaría de camino a Escocia con el hombre al que amaba. Era difícil creer que no fuera un sueño.

De pie en medio de la habitación, Bella miró por última vez en derredor. Pasaría mucho tiempo antes de que volviera a ver, en caso de que volviera a verlo, el papel amarillo con pequeñas rayas y flores de la pared. Había dormido en el lecho rosa con dosel durante toda su vida, se había despertado en él casi todas las mañanas desde que su padre se lo compró, también le había comprado el tocador a juego, aunque en aquel momento no le sirviera de mucho, hasta que su madre empezó a llevarla a las reuniones sociales no necesitó el alto espejo ni los elegantes cajones entonces comenzó a atesorar una gran colección de cintas, lazos y otros accesorios para el cabello, como las tenazas de rizar, los pasadores y las horquillas. Era allí donde tenía todos los objetos de belleza, supuso que tendría otro tocador en el castillo de los Masen.

¡Un castillo! ¡Iba a vivir en un castillo! Parecía demasiado maravilloso para creerlo y sería su hogar, suyo y de Edward, lo podría decorar como quisiera, crear un verdadero hogar. Y los dos vivirían allí para siempre, criarían a sus hijos y nietos y nunca tendrían que regresar al sucio y apestoso Londres a no ser que les apeteciera y Mike no podría hacerles daño allí.

Edward le había dicho que tomara sólo lo indispensable y, por eso, tan pocas cosas faltaban de su lugar habitual, un cepillo, una crema para la cara, agua de lavanda, unas cuantas cintas y unas cuantas joyas era todo lo que había tomado del tocador. El baúl contenía suficiente ropa interior y vestidos para una semana o unos cuantos días más antes de que necesitaran ser lavados. Había metido la ropa más adecuada para viajar que tenía, cosas que no se arrugaban fácilmente o que no necesitaban demasiados cuidados, porque no tendría una doncella que se ocupara de sus cosas durante el viaje. Deseaba con todas sus fuerzas llevarse el vestido de satén azul pálido para casarse vestida con él, pero cuando llegaran a Escocia sería una masa arrugada, y prefería casarse con un traje de terciopelo rosa pálido que con un vestido lleno de arrugas.

Miró el reloj que estaba sobre la repisa de la chimenea. Sólo faltaban cincuenta y cinco minutos de espera.

Fue hasta el armario de la pared del fondo, y sacó unos cuantos vestidos más y un par de medias gruesas, por si hacía fresco en Escocia durante el verano. De repente se le ocurrió pensar que casi no sabía nada de la tierra de Edward, sólo que era hermosa y que él la amaba. Estaba segura de que ella también la amaría. ¿Cómo podría ser de otro modo cuando significaba tanto para él?

Cuarenta y cinco minutos.

Cerró la tapa del baúl y suspiró, no tenía nada más que hacer había comprobado y vuelto a comprobar todo, lo único que podía hacer era sentarse y esperar a que Edward fuera a buscarla. Dejó una capa y un sombrero sobre el baúl después de cerrarlo con llave y fue hasta la ventana. Por suerte, su ventana daba a la tranquila calle en la que vivían. Las habitaciones de sus padres se hallaban en el lado opuesto de la casa, por lo que cuando Edward apareciera en la calle, Bella podría bajar sigilosamente y dejarle entrar, entonces él recogería su baúl y los dos partirían. Hasta la mañana sus padres, y Mike, no se darían cuenta de que no estaba y para entonces Edward y ella les llevarían unas ocho o diez horas de ventaja. Se acurrucó en el asiento de la ventana y apoyó la cabeza contra el cristal, contemplando la calle. Y esperó.

Cuarenta y dos minutos…

Cuarenta y uno...

Cuarenta...



....................................................



—No te atreverás a hacerle daño. —mientras hablaba, Edward tiró de la cadena que lo mantenía cautivo como un animal salvaje.

Mike sonrió, era una sonrisa segura y confiada. Claro que podía sentirse seguro de sí mismo; él no estaba encadenado a la pared.

—¿Eso crees? Bella es una chica encantadora, pero no significa tanto para mí como es evidente que significa para ti. —se acercó otro paso a Edward, pero aún no lo suficiente para estar a su alcance—. La pregunta es: ¿significa para ti más que el título y la fortuna de nuestro padre? —Edward lo miró fijamente en un silencio furioso. Mike rió.

—Veo por ese brillo asesino en tu mirada que así es. —«asesino» apenas llegaba a describir cómo se sentía Edward.

—No puedes creer realmente que te saldrás con la tuya. —Mike sonrió de nuevo. ¡Oh, cuánto le habría gustado a Edward borrar aquella estúpida sonrisa de su rostro!

—Claro que sí. Nadie me hará preguntas, y como tú estarás de vuelta sano y salvo en tu ruinoso castillo, nadie sospechará que te he manipulado y como no es muy probable que regreses a Inglaterra, sobre todo después de que me haya casado con la chica que amas, todos supondrán que has vuelto a Escocia para esconder tu vergüenza, es perfecto.

A Edward le empezaba a doler la pierna de tanto tirar de la cadena.

—Bella nunca se casará contigo. Me ama a mí. —la expresión divertida de su hermano no cambió.

—¿Cómo crees que se sentirá cuando no aparezcas esta noche? —Edward se quedó helado.

—Oh, sí. Sé lo que habías planeado. —su voz rebosaba satisfacción—. Os vi en la biblioteca. Fue por casualidad, te lo aseguro, siempre voy a la biblioteca cuando quiero estar solo, parece que tenemos eso en común excepto que yo fui allí para pensar y tú fuiste para besar a mi prometida.

—Si estabas allí, entonces ya sabes que no tiene ninguna intención de casarse contigo. —a Edward le daba vueltas la cabeza. ¿Le habría oído también decir a Bella que fuera a Bow Street? ¿Habría oído todos sus planes?

—¿Eso dijo? —preguntó Mike, frunciendo el entrecejo.

Edward casi soltó un suspiro de alivio, Mike no había oído esa parte de la conversación. Si lo hubiera hecho, ya habría dicho algo.

—Bueno —prosiguió Mike—, realmente no importa lo que quiera. No tendrá más alternativa que casarse conmigo cuando tú estés fuera de juego, su madre no le permitirá que deje a un Duque.

—Nuestro padre te despreciaría por lo que estás haciendo —le dijo Edward con un bufido de desdén, si no podía pillar a su hermano con la pérdida del amor de Bella, le atacaría por donde sabía que podía hacerle daño. El cebo funcionó Mike dio un paso más con el rostro tenso de furia.

—¡No lo haría! ¡No era de mí de quien se avergonzaba tanto que ni siquiera le habló a su familia de su existencia! —el insulto le mordió, pero Edward lo pasó por alto.

—¿De verdad? ¡Qué curioso! No hace mucho me dijiste que siempre te habías sentido como si te estuviera comparando con un rival invisible, yo. Estaba orgulloso de mí y tú lo sabes, igual que sabes que nunca pudiste compararte conmigo. — Mike dio otro paso, con los puños apretados.

—Me equivoqué. Él me quería, me quería más que a ti. ¡Ni siquiera soportaba verte! Por eso os dejó a ti y a tu madre. —esta vez le tocó a Edward sonreír.

—No es eso lo que decía en la carta que me dejó. La verdad es que me dijo que siempre había pensado en mí, y lo mucho que me quiso hasta el final. ¿Qué te dijo a ti en tu carta?

Edward sabía perfectamente que esa carta no existía, su hermano había tenido la suerte de estar con su padre hasta que éste murió. Había tenido la fortuna de pasar toda la vida con él, Edward no, pero esperaba que Mike estuviera tan enfadado, tan loco, como para no pensar en eso. La carta era simplemente otra cosa que Edward había tenido y Mike no. Su plan funcionó, gruñendo, Mike se tiró sobre él, y Edward, al ser más grande y más fuerte, agarró a su hermano por la chaqueta y le golpeó con el puño en la cara antes de que el joven tuviera oportunidad de darse cuenta de lo que estaba pasando. La cabeza de Mike se fue hacia un lado como la de una muñeca de trapo.

—Dame la llave de la cadena —le ordenó Edward, preparándose para asestarle otro puñetazo. Estaba tentado de golpear a su hermano de nuevo, como pago por los golpes que sus matones le habían dado. De repente, se vio mirando al cañón de una temblorosa pistola.

—Suéltame —le ordenó Mike, en una voz que temblaba casi tanto como la mano que sujetaba la pistola.

Edward lo soltó, apartó las manos de la chaqueta de su hermano sin protestar y las alzó mientras retrocedía, para que Mike las pudiera ver. Dudaba de que su hermano fuera capaz de dispararle a sangre fría, pero no quería provocarlo. Mike estaba loco, y su locura hacía que su comportamiento fuera impredecible.

—Baja la pistola. —no sabía muy bien cómo había conseguido mantener la voz firme. —sorprendido, vio que Mike bajaba la pistola.

—No vuelvas a intentar eso —le advirtió Mike, limpiándose la sangre del labio con el dorso de la mano—. La próxima vez te dispararé, hermano o no hermano.

Edward asintió con un gesto, tenía suerte de que su hermano no le hubiera disparado. Le resultaría fácil hacerlo pasar por la obra de unos ladrones, y entonces Mike heredaría el título sin problemas. Pero quizá su hermano sospechaba que Bella sabía lo suficiente sobre él para que la muerte de Edward no se tomara como un accidente. Mike era demasiado listo para arriesgarse, pero eso no quería decir que no perdiera la cabeza y disparara a Edward en un ataque de furia.

—Todo esto se podría haber evitado si te hubieras quedado en Escocia, que es adonde perteneces.

Edward no pensaba que eso hubiera cambiado las cosas. Jenks habría sabido igualmente de su existencia. Intentó razonar con su hermano.

—Mike, si lo que necesitas es dinero, yo pagaré tus deudas. —Mike se rió de eso, una risa seca y amarga.

—No es sólo el dinero, hermano, quiero lo que me corresponde por derecho. Quiero el título, quiero a mi prometida y quiero olvidar que has existido.

Edward retrocedió ante la fuerza del odio de Mike, no podría razonar con él. Su hermano estaba demasiado loco para escuchar nada de lo que pudiera decirle.

—Aparte de matándome, no sé cómo puedes conseguir que eso pase. —en cuanto hubo hablado, se arrepintió de sus palabras. No quería darle al joven ninguna idea.

Mike metió la mano en la chaqueta y sacó varias hojas de papel dobladas. Con la pistola apuntando al pecho de Edward, dejó los papeles en una mesa en la que había un tintero y una pluma. Señaló la mesa con la pistola.

—Ven aquí. Quiero que escribas algo.

Lentamente, para no hacer ningún movimiento que asustara a su hermano y le hiciera disparar, Edward se acercó a la mesa, la cadena casi no le permitía llegar.

—¿Qué tengo que escribir? —preguntó, aflojando la tapa del tintero.

—Cartas nombrándome el legítimo Duque y una carta a Bella explicándole por qué la has dejado. —Edward alzó la vista y miró a su hermano fijamente a los ojos.

—¿Y cuál es mi razón para dejarla? —Mike sonrió.

—Has decidido que no estás preparado para el matrimonio, te has dado cuenta de que realmente no la amas, lo lamentas, pero ya estás prometido a una chica en Escocia.

«Ésas son muchas razones», pensó Edward y Bella no creería ninguna de ellas. ¿O sí? Sólo Dios sabía lo que habría pensado cuando él no había aparecido a buscarla. Sin duda estaría enferma de preocupación o de furia, o ambas cosas.

—No lo creerá. — Mike suspiró.

—Ya hemos tenido esta conversación antes. Deja de ganar tiempo. —Alzó la pistola—. Escribe.

Edward se concentró en el papel en blanco, no podía creer que un título pudiera significar tanto para alguien que lo llevara a destruir tantas vidas, y a arriesgarse a destruir la suya propia para conseguirlo. En cierto modo, sentía pena de Mike por pensar que el Ducado era tan importante. Su obsesión con él provenía, obviamente, de que sentía que era lo único que le quedaba de su padre. El pobre idiota. Incluso Edward conocía a su padre lo suficiente para saber que había dejado a sus dos hijos muchas otras formas de recordarlo y honrarlo.

Pero aunque lo sabía, Edward no quería ceder el título tan fácilmente, era suyo legítimamente. El dinero serviría para reparar el castillo y alimentar a su gente y no estaba dispuesto a escribir nada que afirmara que su padre no había estado legalmente casado con su madre, no cuando era una descarada mentira. Pero Mike estaba muy cerca, moviendo la pistola como alguien deseoso de usarla, y Edward no tenía muchas alternativas, metió la plumilla en el tintero, la sacudió para eliminar el exceso de tinta y la colocó sobre el papel.

Su hermano le dictó lo que tenía que escribir. Edward tuvo que admitir, con una terrible sensación, que Mike sabía decir las cosas como Edward las hubiera dicho. Nadie que leyera esas cartas dudaría de que Edward fuera el autor, sobre todo porque la letra era evidentemente la suya.

¿Cómo iba a indicarles, especialmente a Bella, que nada de eso era cierto? De repente se le ocurrió la respuesta, y con una floritura, firmó las cartas, esperando que su hermano no notara el error hasta que Edward pudiera escapar y, quizá, llegar hasta Bella. Su hermano pareció complacido cuando todas las cartas estuvieron firmadas, se las quitó de la mano a Edward y después de una rápida ojeada, se las metió en la chaqueta.

—Ahora me iré, hermano —dijo Mike con una amplia sonrisa—. Debo ir a casa y dormir toda la noche, por la mañana tendré una prometida con el corazón roto a la que consolar. —fue hacia la puerta, con la pistola apuntando al pecho de Edward.

Edward permaneció en silencio, pero en su interior hervía de furia. También se sentía un poco satisfecho de sí mismo, su ardid le permitiría ganar algo de tiempo como mínimo. Cuando su hermano se diera cuenta del error en la firma, Edward posiblemente ya estaría libre, al menos, Bella notaría el error y sabría que Mike tenía a Edward prisionero. Si iba a Bow Street como le había dicho, ellos podrían desbaratar los viles planes de Mike. O eso esperaba.



.......................................................

El brillo dorado del amanecer relució tras los párpados de Bella. Con un gemido, se frotó los ojos con el dorso de la mano para alejar el sueño y los guiñó contra el fulgor que entraba por la ventana. La misma ventana donde había pasado la noche esperando a Edward.

A pesar del calor del sol, Bella sintió frío, Edward no había acudido. Había pasado horas sentada junto a la ventana, mirando hacia la calle para verle aparecer. Con cada minuto que pasaba de la medianoche, su ansiedad había aumentado tanto que finalmente pensó que iba a ponerse a gritar. Luego la ansiedad dio paso al miedo y éste a la depresión. Ni siquiera entonces había perdido la esperanza de que apareciera. Se había quedado dormida esperando. ¿Qué habría pasado? ¿Dónde estaría? No era propio de él no aparecer sin avisar. Quizás hubiera enviado alguna nota, entumecida, se puso en pie, gruñendo cuando sus músculos protestaron por el movimiento. La repisa de la ventana no era el lugar más cómodo para dormir.

Se lavó la cara con agua del lavamanos que había en la esquina, y después de secarse las mejillas con una toalla, se pasó las manos por el cabello y por el vestido, y salió de la habitación. Cerró la puerta tras ella para que nadie pudiera ver el baúl preparado sobre la cama. Tendría que esconderlo antes de que su doncella pasara por la habitación, bajó las escaleras como si la persiguiera una manada de perros salvajes. Tenía que ver si Edward le había enviado una nota, algo que pudiera explicarle por qué aún era la señorita Swan en vez de estar en camino para convertirse en la Duquesa de Cullen o lady Masen, según fuera el título que él eligiera usar después de casados.

—¿Hay algún mensaje para mí? —le preguntó al lacayo después de detenerse patinando en el vestíbulo. Si el criado se sorprendió por su falta de modales, no lo demostró.

—No, señorita, pero el correo aún tardará una par de horas en llegar.

Ausente, Bella asintió con la cabeza y murmuró las gracias. Ningún mensaje. ¿Por qué no había enviado un mensaje? El sonido de la aldaba de la puerta hizo que el corazón le saltara dentro del pecho, sería Edward, ¡lo sabía! Habría ido a explicarle lo que había pasado y a concertar otra cita para su partida, ¡estaba segura!

El corazón se le cayó a los pies cuando la puerta se abrió y vio a Mike. ¿Qué estaba haciendo él allí a aquellas horas de la mañana? Era demasiado temprano para una visita social. Él sonrió al verla.

—Bella, querida, pareces claramente infeliz de verme. ¿Estabas esperando a otra persona? —su voz tenía un tono extraño, lo bastante como para que Bella le mirase con ojos suspicaces.

—De hecho, así es —le contestó, cansada de mantener el juego con él. Él hizo un sonido de pena con la lengua.

—Me temo que no va a venir. — Bella se sobresaltó, al parecer, Mike también estaba cansado de juegos.

—¿Qué quieres decir? — aun sonriendo, Mike se acercó a ella.

—Mantengamos esta conversación en algún lugar un poco más privado, ¿de acuerdo? — Pasó a su lado y se dirigió hacia el salón, Bella no tuvo más remedio que seguirle. ¡Qué osadía, tratarla como a una inferior en su propia casa!

—Cierra la puerta —le ordenó cuando ella entró en la habitación. Furiosa, Bella lo hizo. Luego se volvió hacia él con los brazos cruzados sobre el pecho.

—¿Qué está pasando, Mike?— la sonrisa del joven ya no era tan resplandeciente.

—Lo mismo te podría preguntar yo, querida. Después de todo, tú eres la que me ha estado tratando como a un idiota estos últimos días —Bella arqueó el entrecejo.

—Pero me lo has puesto tan fácil. —repuso, pero inmediatamente pensó: «¡Para, Bella, para! No sabes lo inestable que es, y estás sola con él. No lo pongas en tu contra hasta que averigües dónde está Edward.» Sorprendida, vio que Mike reía.

—Lo hice, ¿verdad? Bueno, eso ya ha acabado. —apretando las rodillas para que no le temblaran, Bella alzó la mirada.

—Has dicho que Edward no iba a venir. Supongo que eso significa que conocías nuestros planes.

—¿De escaparos? —ella asintió con la cabeza y él prosiguió— Sí, oí lo suficiente para juntar todas las piezas cuando os espié en la biblioteca ayer. Realmente deberías mirar bien a quién besas, Bella, nunca se sabe quién puede estar mirando. —un rubor de furia cubrió las mejillas de Bella.

—O en este caso «qué» puede estar mirando. —Mike apretó los labios en una fingida mueca de dolor.

—No sabía que pudieras ser tan... corrosiva, querida. Te tendré que curar de eso cuando estemos casados.— Bella se sorprendió. ¿Todavía quería casarse con ella? ¿Para qué?

—No voy a casarme contigo.

—Sí que lo vas a hacer. —Mike sonrió.

—¿Dónde está Edward? —le preguntó, sin hacer caso de su sarcasmo. Mike se aproximó a la repisa y apoyó el codo, miró a Bella como si fuera una niña traviesa.

—Pronto estará de camino a Escocia. — Bella alzó la barbilla, desafiante.

—No te creo. — aun sonriendo, ¡demonios, cuánto le desagradaba a Bella aquella sonrisa!, Mike metió la mano en la chaqueta y sacó unos papeles. Los desdobló, tomó el que estaba encima y se lo tendió.

—Compruébalo tú misma. — sin acercarse más de lo imprescindible, Bella le arrancó el papel de las manos y se apartó hasta que consideró que había suficiente distancia entre los dos. La distancia de seguridad la llevó cerca de la chimenea, donde había un atizador a mano por si necesitaba un arma, entonces leyó lo que le había dado.



Querida Bella:

Ya debes de haber supuesto que no voy a acudir a la cita que planeamos. De hecho, cuando leas esto, me estaré preparando para regresar a Escocia.

Tengo demasiada buena opinión de ti para seguir con este engaño. No soy el Duque de sospechas de Mike estaban fundadas.

Yo quería el título, el dinero y tu dote para reparar mi casa, pero no puedo destruir tantas vidas sólo para mi propio beneficio.

Estoy comprometido con una muchacha de casa, y el honor no me permite tratarla de una forma tan despreciable como mi padre trató a mi madre.

Espero que puedas perdonar mi doblez. Lamento haberte engañado. Nunca tuve intención de herirte ni de interponerme entre tú y Mike.

Es él quien puede darte el tipo de vida que mereces.

Te deseo mucha felicidad y espero que me recuerdes con cariño.

Con sincero afecto,

EDWARD FACINELLI



Bella se quedó mirando el papel. ¿Comprometido? ¡Pero si le había dicho que la amaba! No, había dicho que la adoraba, y había una gran diferencia entre eso y el amor. Aun así, era todo muy conveniente. Demasiado conveniente para el hombre que podía ganarlo todo con Edward fuera de su camino. Alzó la cabeza, con una profunda furia en su interior.

—Le has hecho escribir esto. —Mike se encogió de hombros.

—Si te hace sentir mejor pensar eso, entonces no intentaré impedírtelo. Pero ¿parece una carta escrita por un hombre al que le han obligado?

La miró con expresión expectante y Bella se dio cuenta de que no iba a continuar hasta que ella le contestara.

—Parece que escribió lo que alguien le dictaba.

Mike volvió a hacer un sonido con la lengua mientras negaba con la cabeza. La mirada que le lanzó era de piedad, Bella estuvo tentada de agarrar el atizador y golpearlo con él.

—Mi querida Bella, lamento tener que ser quien te dé esta decepción, pero sabes tan bien como yo que Edward sólo te quería por tu dote.

—Estás mintiendo. —Bella temblaba de rabia.

—¿Seguro? —replicó Mike mirándola con aire de complicidad—. Sin duda te mencionó el lamentable estado en que se halla su hogar ancestral, sé de buena fuente que ha estado intentando devolverle su antiguo esplendor desde hace algún tiempo con tu dote podría haberlo hecho.

—Lo podría haber hecho con su herencia —repuso Bella, conocía las esperanzas que tenía Edward de reparar su castillo, se lo había explicado, Mike no iba a hacerla dudar de él, no por ese camino.

—Bella —la reprendió suavemente, como si fuera una niña pequeña y no una mujer—. Reparar ese montón de piedras mohosas costaría mucho más dinero del que mi padre le dejó. —Bella no respondió, no quería escuchar nada de eso. ¡No lo haría!

—¿No creerías realmente que se había enamorado de ti?

Bella intentó mantener una expresión neutra, pero no pudo evitar sonrojarse. Lo había creído, había querido creérselo. Aún lo creía, pero Mike se había aprovechado de sus dudas sobre sí misma y le hacía cuestionarse los motivos de Edward. Mike sonrió compasivamente, como si pudiera ver por dónde iban sus pensamientos.

—Bella, sólo te conoce desde hace unas semanas. ¿Cómo podría amarte? Él no te conoce. —se acercó un paso—. No como te conozco yo. No como yo te amo.

Después de todos esos meses, ¿Mike elegía ese momento para decirle que la amaba? Era demasiado tarde para eso, él era el hermano malo. Pero Mike era el que estaba ante ella diciendo las palabras adecuadas, no Edward. Bella sintió que el corazón podía rompérsele.

—¿Qué quieres, Mike? — Mike juntó las manos ante sí y la miró con una mirada que parecía sorprendentemente sincera.

—Quiero que te cases conmigo como habíamos planeado. —¿qué?

—¿Por qué? —quiso saber, formulando la pregunta que le había querido hacer desde que se le había declarado hacía meses—. ¿Por qué quieres casarte conmigo? Lo tienes todo.

De nuevo, Mike dio un paso hacia ella y esta vez Bella retrocedió. Tenía el aplastante temor de que él la fuera a tocar. Si lo hacía, gritaría. Sabiamente, Mike se detuvo.

—Te lo acabo de decir. Te amo.

—No te creo. —era demasiado fácil, Mike ya no podía enredarla con sus manipulaciones, Bella no sabía si Edward la amaba o no, pero sabía con seguridad que Mike no la amaba. Otra sonrisa compasiva. ¡Cómo le gustaría borrar esa expresión de compasión de su cara!

—Bella, entiendo lo turbada que debes de...

—Tú no entiendes nada.

—¿Por qué no te dejo para que puedas decidir por ti misma? —alargó la mano para acariciarle la mejilla, pero Bella apartó el rostro. Mike dejó caer el brazo con una expresión apenada. ¡Qué buen actor era! Casi le había hecho creer que se sentía mal por ella, que sentía algo por ella.

—Cuando hayas tomado una decisión, me lo haces saber. —Bella permaneció en silencio mientras el joven se volvía y cruzaba la alfombra hasta la puerta. Se detuvo con la mano puesta en el pomo y se volvió para mirarla de nuevo.

—Te amo, Bella —dijo—. Y sé que tomarás la decisión adecuada. —esperó, como si pensara que ella le daría la respuesta en aquel momento.

—Buenos días, Mike. —el tono de Bella era tan frío que hasta ella se estremeció.

Oyó a Mike suspirar mientras salía por la puerta, en cuanto ésta se cerró, Bella se dejó caer sobre el sofá más cercano y se apretó una temblorosa mano contra la boca. ¿Sería verdad? ¿Qué era real y qué no lo era? ¿La habría dejado Edward realmente o algo malo había pasado? Por muy sincero que pareciera Mike, no podía quitarse de encima la sensación de que había estado actuando.

No quería mirar el papel que tenía en la mano, pero algo en su interior le dijo que debía hacerlo. Sí, Mike la había hecho dudar de Edward en su cabeza, pero su corazón insistía en que Edward la amaba como ella lo amaba a él, que nada era lo que parecía y todo lo que tenía para apoyar sus sospechas era aquella carta en su mano. La leyó de nuevo, la letra y la firma eran sin duda de Edward. Incluso por el tono de la carta parecía que la hubiera escrito él pero Bella no podía creer que él pudiera prescindir de ella tan fácilmente. No, tenía que haber alguna otra explicación. Lo sentía.

Hacía referencia a una muchacha «de casa». Normalmente cuando Edward hablaba de «casa» decía «Glenshea». No era propio de él no llamarlo por su nombre, pero eso no era una prueba de que le hubieran obligado a escribir la carta. Su mirada cayó sobre la firma, Edward Facinelli ¡Eso era! Con el corazón desbocado, Bella volvió a comprobarlo para asegurarse de que sus ojos no la estaban engañando. No, estaba bien claro Edward Facinelli, pero el apellido de Edward era Masen, no Facinelli, había adoptado el apellido de su madre como parte de la herencia del título de su familia. Recordaba que Edward se lo había explicado poco después de conocerse.

Edward no había escrito esa carta. Oh, sí, podía haber trazado las letras, pero alguien le había dicho que debía poner, claramente bajo algún tipo de amenaza. Sin duda, Mike era quien le había amenazado y Mike, claro, no se daría cuenta de que su hermano había firmado con el nombre equivocado. Después de todo, Edward era técnicamente un Facinelli.

Lo que la llevó a pensar en qué habría hecho Mike con su hermano. ¿Lo estaba reteniendo en alguna parte? ¿Estaría herido? ¿Estaría... muerto? No, no se iba a permitir pensar eso. Ella sabría si Edward había muerto, ¿no? De alguna manera, pensaba que lo sentiría, que en lo más profundo de su interior, sabría si él se había marchado para siempre.

Tenía que salvarlo, tenía que encontrar a Edward y tenía que hacer creer a Mike que su plan había funcionado. Era mucho más probable que cometiera un error si se sentía totalmente confiado, y también sería menos probable que hiciera algo desesperado, algo aún más desesperado de lo que ya había hecho. Atravesó la sala apresuradamente hasta un pequeño escritorio que se hallaba en una esquina. Sacó un trozo de papel y rápidamente escribió una nota muy breve para Mike. ¡Esperaba estar haciendo lo correcto!



Mike:

Tenías razón en todo. He tomado una decisión.

Sí, me casaré contigo. Cuanto antes, mejor.



Envió a un lacayo a la mansión Cullen con la nota, con suerte, Mike no la recibiría hasta más tarde, pero incluso así no tenía mucho tiempo. Tenía que encontrar a Edward y tenía que hacerlo antes de casarse con su hermano.

—Mamá, necesito que me acompañes a Bow Street. —Renne alzó la mirada de su desayuno con una mezcla de sorpresa y horror.

—¿Bow Street? Dios del Cielo, ¿qué ha pasado? — rápidamente, le habló de la visita de Mike y de la carta que le había enseñado.

—Claro que iré contigo —repuso su madre, apartando la silla de la mesa—. Déjame ir a buscar mi manto.

Quince minutos después, ambas se hallaban en el carruaje de camino hacia Bow Street, Bella llevaba en su bolso de red la carta que Edward había encontrado en la habitación de Mike y también la carta que éste le había dado. Apretaba el minúsculo bolso como si fuera todo lo que tenía en este mundo.

No había mucho tráfico a esa hora de la mañana y el trayecto para llegar a la comisaría de Bow Street pareció más corto de lo normal. Para asegurarse de que no las seguían, Renne hizo que el cochero las dejara más abajo de su destino. Luego les resultó fácil mezclarse entre la multitud que llenaba la acera. Bella no creía que a alguien tan presuntuoso como Mike se le ocurriera seguirlas, pero prefería asegurarse.

Finalmente llegaron a los despachos de Bow Street. Bella dejó que su madre la precediera al interior, donde los funcionarios y los criminales ya se arremolinaban como abejas alrededor de las flores estivales. ¿Cómo iban a encontrar a alguien que las escuchara en medio de todo aquel bullicio? Había subestimado el poder del carácter ruidoso de su madre, Renne sabía organizar un alboroto capaz de levantar a un muerto. En unos minutos estaban en un despacho privado con un alguacil, que les prestaba toda su atención.

—Bueno —dijo el hombre, de nombre Eleazar—. ¿Qué puedo hacer para ayudaros, mis señoras?

—Me temo que un grande del reino pueda estar en peligro —contestó Bella. —la expresión de Eleazar perdió inmediatamente su ligereza.

—¿Y quién puede ser?

—El Duque de Cullen —repuso Bella después de respirar hondo, le explicó toda la historia, comenzando por que el padre de Edward había mantenido en secreto la existencia de su hijo y acabando con la visita de Mike aquella mañana. No se dejó nada, ni siquiera que ella y Edward habían planeado escaparse juntos. Su madre parecía sorprendida, pero se mantuvo callada, sin duda Bella oiría todo lo que Renne tuviera que decir sobre eso cuando regresaran a casa. Cuando el agente acabó de hacerle preguntas y de pedirle que le repitiera cosas, Bella estaba agotada, pero su ánimo había mejorado, porque el agente parecía pensar que serían capaces de encontrar a Edward con sólo que alguien siguiera a Mike. Se quedó las cartas como pruebas y le dio a Bell una tarjeta con su nombre, por si necesitaba algo o si ocurría cualquier novedad.

—Creo que es una buena idea fingir que estáis de acuerdo con ese tipo, Facinelli —le dijo Eleazar—. No queremos que nadie salga herido, sobre todo vos. Si él cree que todo está saliendo según sus deseos, será más probable que se relaje, que se confíe, y entonces será cuando lo atraparemos.— Bella consiguió esbozar una sonrisa.

—Muchas gracias, señor Eleazar. Os agradezco todo lo que hacéis por nosotros.

—Supongo que no tengo que recordaros que no habléis de esto con nadie, ¿no? —Bella y su madre negaron con la cabeza—. Bueno, ahora quiero que volváis a casa y descanséis. Me pondré en contacto con ustedes en cuanto tenga noticias.

Y con eso, las acompañó a la puerta. Cuando salieron al exterior, su madre le dio a Bella una firme palmada en el hombro.

—Todo irá bien, querida. Ya lo verás.

Bella confiaba en que tuviera razón, porque si no podía acabar casada con un hombre al que despreciaba, mientras que perdería para siempre al que amaba.

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