Bella y El Duque ( TERMINADO )

Autor: MalusitaCullen
Género: Romance
Fecha Creación: 27/11/2011
Fecha Actualización: 05/04/2012
Finalizado: SI
Votos: 13
Comentarios: 40
Visitas: 37406
Capítulos: 14

Hola antes que nada quiero aclarar que  esta historia no es de mi autoria sino una adaptación de la obra de Kathrin Smith Ana y el Duque con lo personajes de Crepúscuo de la grandiosa Stephanie Meyer

Ahora disfurtenla ...:D

xoxo

 


 

 

Bella y el Duque



Escocia, 1818. Poco esperaba el joven Edward Masen que su padre, Carlisle un Duque inglés que lo abandonó, le nombrara heredero justo antes de morir. Y mucho menos esperaba conocer a Bella en tan especiales circunstancias.


Al acudir a Londres a la lectura del testamento, Edward encuentra a su nueva familia: la viuda de su padre y sus hermanos Alice y Mike, así como a la prometida de éste. La delicada Bella. No todos le dan la bienvenida, ya que Mike tenía previsto ser el único heredero, y urdirá una oscura intriga contra el recién llegado.

Sin embargo, no cuenta con los sentimientos de la tímida Bella, quien sueña con el verdadero amor.Frente a ella, Mike cada vez se muestra más mezquino, mientras que el coraje y la honestidad de Edward la hacen sentirse muy próxima a él.¿Cómo conciliar su obligación de prometida y esos nuevos sentimientos desconocidos? Debatiéndose entre los intereses familiares y la fuerza de las emociones, Bella y Edward comprenderán que han de desafiar todas las convenciones para cumplir su destino juntos.

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Capítulo 13: Cap. 13

Hola Chikas

perdon por haberme desaparecido tanto tiempo pero es que he tenido unos enorme problemas en la escuela

como recompenza les dejo estos dos ultimos caps

Graxias a todos los que lo leyeron y espero les haya gustado

XOXO :D  GRax ...


¡Baaang!

Edward estrelló la pata de la mesa contra la cadena con todas sus fuerzas. Horas después de que Mike se marchara, descubrió que uno de los eslabones estaba mucho más oxidado que los demás, tanto que esperaba que, si lo golpeaba lo suficiente, acabaría por romperse, lo había estado machacando durante varias horas sin ningún resultado. Nunca saldría de allí.

A juzgar por la escasa luz que se filtraba por la ventana de lo alto del muro, Edward supuso que estaba oscureciendo. Había estado prisionero en aquel frío sótano casi veinticuatro horas.

Sin duda, Mike ya habría ido a ver a Bella. ¿Qué le habría dicho? ¿Le habría creído ella? Edward ni siquiera podía pensar en eso, Bella sabía lo que sentía por ella y sabía que Mike estaba tramando algo malo. No era posible que creyera sus mentiras, sobre todo con la firma falsa en la carta que le había obligado a escribir.

Su peor temor era que Bella intentara pelearse con Mike, su hermano era tan inestable mentalmente que cualquier oposición podría provocar su violencia y si Mike tocaba aunque sólo fuera un cabello de la cabeza de Bella... bueno, entonces Edward tendría que hacer daño a Mike.

Se secó el sudor de la frente con la manga, estaba agotado, y la luz era demasiado tenue para que pudiera ver si había roto la cadena o no. ¿Cuánto tiempo más iba a retenerlo allí Mike? Probablemente hasta después de la boda. No se arriesgaría a que Edward interfiriera. Y Edward interferiría si pudiera, no iba a permitir que Bella se casara con Mike, por lo que era mejor que siguiera intentando romper la cadena.

Se abrió la puerta y entró uno de los guardias que Mike había contratado para vigilarle, era uno de los hombres que le habían golpeado la otra noche. Edward lo sabía porque sospechaba que le había roto la nariz con el codo a uno de los atacantes, aquel guardia llevaba la nariz vendada, y siempre que le miraba, Edward podía ver odio en sus ojos. Pero el guardia no había vuelto a intentar hacerle daño, y colgó una linterna en lo alto de la pared, con lo que el sótano se llenó de una luz dorada y cálida. No había mucho que ver, pero Edward agradecía la luz de todas formas.

—Os he traído la cena —le informó el matón, con una voz profunda, dejó una bandeja en el suelo y la deslizó sobre el pavimento, hambriento, Edward fue a por ella, con la cadena estirada al máximo, llegaba justo a poder agarrarla con los dedos, evidentemente, Mike no quería que nadie se le acercara mucho.

—Gracias. —alzó la bandeja y se la puso en el regazo, le llegó el olor de carne asada con salsa y patatas, no era obra del chef francés al que se había acostumbrado en la mansión Cullen, pero de todos modos hizo que su estómago rugiera.

Agarró el cuchillo y el tenedor, y atacó las patatas que flotaban en la oscura y espesa salsa, cerró los ojos y gruñó de placer cuando se metió la comida en la boca. ¡Oh, Dios, era bueno! No había comido nada desde la cena de la noche anterior y no se había dado cuenta de lo hambriento que estaba. Estaba atacando una rebanada de pan fresco untada con mantequilla cuando la puerta se abrió de nuevo. Si era el guardia, que iba a recoger la bandeja, corría un serio riesgo de acabar con la nariz rota otra vez. Edward no había acabado de comer.

Pero era Mike, de repente, la comida que unos segundos antes le parecía tan fantástica le supo a serrín. Edward tragó y contempló hastiado a su hermano. ¿Era el final? ¿Había decidido Mike librarse de él de una vez por todas? El corazón de Edward le golpeaba el pecho, no era la muerte lo que le asustaba, aunque no tenía ningunas ganas de morir. Era la idea de morir sin haber visto a Bella, sin saber si creía en él y la perspectiva de que se casara con Mike le aterrorizaba incluso más. Con una sonrisa satisfecha, Mike lo miró fijamente. Edward siguió comiendo, pero puso la bandeja a un lado.

—Bueno, hermano, pareces un sucio gitano comiendo así en el suelo.

A Edward se le ocurrió pensar que su hermano casi nunca le llamaba por su nombre. ¿Por qué? Quizá le resultaba más fácil llevar a cabo su malvado plan si trataba a Edward más como a un animal que como a una persona. Masticando, Edward alzó la mirada, tragó antes de hablar.

—Pero no soy gitano, tengo la misma sangre que tú, hermano.

—Sólo por un lado —repuso Mike, entrecerrando los ojos. Edward se encogió de hombros.

—Pero es el lado que cuenta, ¿no? —no pretendía ser irrespetuoso con Esme, pero en Inglaterra, era la sangre del padre la que contaba, no la de la madre. En Inglaterra, Edward nunca habría heredado el título a través de su madre. Una mueca retorció la boca de Mike.

—Pero es la sangre de tu madre la que te sale. Su sangre bárbara.

Ya en anteriores ocasiones, Mike había hecho otros comentarios insultantes sobre los escoceses ante Edward, era un estereotipo que Edward no acababa de entender, sobre todo porque Escocia podía enorgullecerse de tener algunos de los mejores médicos y arquitectos del reino.

—Supongo que es bueno que me parezca tanto a nuestro padre, ¿no? —repuso Edwar, sonriendo—. Así la gente sabrá de quién soy hijo. Por suerte, tú eres inglés puro, así que no importa tanto que no te parezcas en nada a él.

Realmente, no debería provocar a Mike de esa manera, pero el temperamento de Edward estaba peligrosamente cerca de empezar a arder. Se estaba notando los efectos de su temor por Bella y del cansancio, y tenía los nervios a flor de piel. Sí, podía ver por la expresión de su hermano que había ido demasiado lejos. Mike parecía estar dispuesto a matarlo.

—¿Por qué estás aquí, Mike? — preguntó Edward, tomando una manzana de la bandeja y frotándola contra el único trozo limpio de su camisa—. Pensaba que nuestro asunto ya había acabado.

Al instante, la furia de Mike desapareció y fue reemplazada por esa altiva confianza que Edward había llegado a odiar.

—Pensé que te gustaría saber que partirás para Escocia mañana por la tarde.

—¿Tan pronto? —repuso Edward, frunciendo el entrecejo, esperaba que su hermano no notara el alivio en su voz, si Mike no iba a matarlo, eso significaba que Edward aún tenía una oportunidad de impedir que se casara con Bella... si pudiera escapar. La sonrisa de Mike se ensanchó.

—Sí, te pondrás en camino poco después de que Bella y yo hayamos hecho nuestros votos.

Edward hizo un esfuerzo para mantener una expresión neutra. Si Mike notaba lo mucho que le herían esas palabras, sabría que su comentario había tenido el efecto deseado.

—Eres todo un hombre, Mike. Aquí estás ahora, todo un grande del reino y aún tienes que obligar a una mujer a que se case contigo, no dice mucho de ti, ¿no crees?

No se esperaba la patada, le alcanzó directamente en la mitad del muslo y aunque no dolía tanto como un golpe en el estómago, dolía bastante. Frotándose la pierna, miró furiosamente a su hermano.

—¿Por qué no me sueltas, Mike, y así podremos arreglar este asunto con un poco más de igualdad? —entonces, con tanta insolencia como pudo reunir, recorrió el cuerpo, más bajo y ligero, de su hermano con la mirada—. Claro que, si yo estoy encadenado, quizás estemos igualados.

Mike echó la pierna hacia atrás para darle otra patada y Edward se puso en pie de un salto. Mike cometió el error de acercarse lo suficiente para golpearlo y eso lo puso al alcance de Edward, que agarró al joven por la solapa de la chaqueta y se lo acercó tanto que sus narices casi se rozaban. Los pies de Mike casi no tocaban el suelo. El grillete se le clavó a Edward en la pierna al estirar la cadena al máximo.

—¡Guardia! —gritó Mike al rostro de Edward—. ¡Guaaaardia!— el miedo en el rostro de su hermano era suficiente para hacer sonreír a Edward, y bien valdría cualquier golpe que el guardia le diera.

—¿Dónde está tu pistola, Mike? —lo sacudió con fuerza—. No eres tan valiente sin tu arma.

La puerta se abrió al entrar el guardia, y Edward tiró a Mike al suelo con un gruñido de resignación. El hombre de la nariz vendada miró primero a Edward y luego a Richard.

—¡Quiero que le des tal paliza que le duela hasta respirar! —gritó Mike, poniéndose en pie con esfuerzo. El guardia lanzó a Edward una oscura mirada, pero asintió.

—Muy bien.

Sacudiéndose la parte posterior de los pantalones, Mike se dirigió a toda prisa hacia la puerta, al parecer, no sólo era un cobarde cuando se trataba de pelear con su hermano, sino que también era demasiado delicado para quedarse a ver cómo se cumplían sus órdenes.

—Lamentarás haberme hecho enfadar —le informó Mike, con la voz temblándole tanto como el dedo con el que señalaba a Edward. Edward sonrió amargamente.

—Mike, lamento haberte conocido. Y pienso que puedes suponer sin equivocarte que lamento todo lo que ha venido después.

—Bien, eso te dará algo en que pensar mañana por la mañana cuando me case con la mujer que amas. —con ese disparo de despedida, Mike atravesó la puerta.

Edward dirigió su atención al guardia, que aún estaba de pie en el mismo punto, mirándole con la misma expresión.

—Bueno —dijo Edward, colocando los brazos en jarras— ¿me vas a pegar ahora? —el guardia negó con la cabeza.

—No, no lucháis como la gente normal. —sus dedos fueron hasta la vendada nariz—. Lucháis sucio.

Sorprendido, Edward vio cómo el hombretón salía de la habitación y cerraba la puerta con llave tras de sí. Bueno, al menos le había dejado la lámpara. Suspirando, Edward se frotó la frente con la palma de la mano. Sólo tenía hasta la mañana para escapar, no podía tener demasiadas esperanzas de que alguien le rescatase, debía arreglárselas solo y de momento golpear la cadena con la pata de la mesa no le había dado demasiado resultado. Entonces lo vio, sobre la bandeja no lejos de él, estaba el tenedor brillando bajo la luz de la lámpara. Miró el grillete que tenía alrededor del tobillo, si torcía los dientes del tenedor lo suficiente para poder meter uno en la cerradura, quizá pudiera abrirla, se colocó con el pie atado hacia la luz, luego agarró el tenedor y se puso a doblarlo. Cuando acabó, metió uno de los dientes en la cerradura y comenzó a hurgar, buscando el punto adecuado. Si funcionaba, el pobre guardia se iba a llevar una sorpresa cuando fuera a recoger la bandeja y Mike también se llevaría su parte.

...

Bella seguía despierta cuando el sol se alzó a la mañana siguiente, a pesar de las promesas de Bow Street de que encontrarían a Edward con tiempo suficiente para impedir su matrimonio con Mike, no podía evitar pensar lo que podría pasar si eso no ocurría. Tendría que seguir adelante con la boda.

Los agentes le habían dicho que no tenía por qué completar la ceremonia, pero Bella tenía miedo de lo que Mike le podría hacer a Edward en tal caso. Si los de Bow Street no encontraban dónde lo retenía, no tendrían ninguna prueba contra Mike y éste sabría que Bella lo había traicionado, y podría vengarse de esa traición en Edward. Así que si llegaban al punto en que Bella tenía que decir «Sí quiero», entonces estaría legalmente unida a Mike.

No soportaba ese pensamiento. Pero si decía «No», podía significar la muerte de Edward. Y eso era peor que pasar el resto de su vida con Mike, lo único que podía hacer era rezar para que los de Bow Street encontraran a Edward o descubrieran suficientes pruebas contra Mike para poder detenerlo hasta que apareciera Edward.

Volvió la cabeza hacia la ventana y desde su cómodo lecho contempló la salida del sol a través del cristal. Quizá si no se moviera de allí, todo se arreglaría. Tal vez pudiera fingirse enferma. Mike no podría obligarla a levantarse de la cama si se hallaba enferma ¿no? No, Mike sabría que mentía y amenazaría a Edward para que ella se levantara de la cama, aunque estuviera enferma de verdad. Eso no le importaría mientras consiguiese lo que pretendía.

Si el plan de Edward hubiera funcionado... Si hubieran conseguido escapar durante la noche, entonces era muy posible que ya fuera su esposa y Edward tendría todo el dinero que necesitaba para reparar su castillo. Quizás entonces decidiera que, a fin de cuentas, no necesitaba una esposa. No, no podía pensar una cosa así, Mike no tenía escrúpulos en mentir para conseguir lo que quería, y ella tenía muchas pruebas de ello. Hasta que volviera a ver a Edward, Bella lo creería sincero en su deseo de casarse con ella, y creería que el dinero no tenía nada que ver con su decisión. Lo único que le daba fuerzas para seguir con esa farsa era la promesa del amor de Edward. Se aferraría a eso y se enfrentaría a la verdad cuando llegara el momento.

La única manera de descubrir la verdad dependía de la capacidad de Bella de seguir fingiendo que estaba de acuerdo con Mike y así dar más tiempo a los de Bow Street. Sólo por esa razón apartó las sábanas y se sentó a un lado de la cama. Era hora de prepararse, la boda sería en la mansión Cullen a las once de la mañana.

Bella dejó escapar un enorme bostezo y se enfundó la bata, cruzó la habitación y tiró del cordón que haría sonar la campanilla en el cuarto del servicio para llamar a su doncella, la pobre muchacha ni siquiera estaría levantada, así que se dejó caer sobre una silla cerca de la chimenea y esperó.

¿Qué les habría dicho Mike a Esme y Alice? ¿Qué Edward había confesado y las había abandonado? ¿Les habría enseñado las falsas cartas? Seguramente se preguntaban a qué venían las prisas por casarse. Originalmente, Mike y ella no se iban a casar hasta la primavera. ¿Sospecharían las dos mujeres de alguna maldad por parte de Mike? ¿O eran felizmente ignorantes de lo que pasaba? No quería poner en peligro a ninguna de ellas explicándoles la verdad, y sobre todo no quería ser ella quien les explicara lo malvado que era Mike realmente. No había manera de evitarlo; ambas quedarían destrozadas cuando supieran lo que había hecho Mike, y a Bella le preocupaba que el disgusto fuera demasiado para la pobre Esme, sobre todo con la muerte de su marido aún tan reciente.

Llamaron a la puerta.

—Adelante —dijo Bella.

La puerta se abrió y entró la doncella medio dormida, así que ya estaba despierta cuando Bella había llamado, aunque acababa de levantarse. Aún tenía las marcas de la almohada en la cara. Bella no pudo evitar una sonrisa ante el aspecto de la muchacha.

—Buenos días, Jane. Disculpa que te llame a una hora tan temprana.— la doncella reprimió un bostezo y sonrió mansamente.

—Buenos días, señorita.

—¿Harás que me traigan agua para bañarme, por favor, Jane? ¿Y comprobarás si mi vestido está a punto? —Jane hizo una pequeña reverencia como respuesta.

—Sí, señorita. ¿Deseáis que os suban algo para desayunar?

Sólo pensar en comer hizo que el estómago de Bella se retorciera de repulsión, pero sabía que tenía que conservar las fuerzas.

—Por ahora una taza de chocolate, comeré más tarde con mi madre.

—¿Deseáis que pida a la señora Swan que venga a veros cuando se levante, señorita?

—Sí, gracias, eso es todo por ahora, Jane. Me temo que nos espera una mañana muy ajetreada.

La muchacha sonrió, hizo otra reverencia y se marchó en busca de un lacayo que subiera el agua.

Bella no creía que su madre hubiera sido capaz de dormir mucho más que ella. Sin duda, su padre había dormido como un tronco, felizmente ignorante de la difícil situación de su hija. Su corazón ya no era tan fuerte como antes y ni Bella ni su madre querían que se preocupara a no ser que fuera absolutamente necesario y tampoco querían arriesgarse a que saliera corriendo e hiciera alguna locura, como enfrentarse a Mike y revelarle sus planes.

Mirando hacia lo alto, Bella envió una silenciosa plegaria, rogando que cuando su madre fuera a su habitación, lo hiciera con noticias de Bow Street. Cualquier noticia, incluso una mala, sería mejor que la incertidumbre absoluta. Poco después llegaron dos lacayos con cubos de agua humeante, cuando se marcharon, Jane regresó y se puso a trabajar, añadiendo agua de fresias al baño, y colocando una pastilla de jabón con olor a fresias y una esponja en la repisa junto a la bañera, también colocó allí varios tarros. Jane se enorgullecía de la calidad de sus cremas y remedios de belleza.

—¿Tienes algo para las ojeras, Jane? —le preguntó Bella mientras se sumergía en la fragante agua, maravillosamente cálida—. Debo de parecer un mapache.

—No os preocupéis, señorita —repuso Jane con una sonrisa—. Cuando haya acabado con vos, volveréis a tener vuestro hermoso aspecto de siempre. — Bella sonrió y apoyó la espalda en la bañera.

—¿Sólo eso? Entonces ahora debo de tener un aspecto absolutamente terrible, ¿no? —Jane soltó una risita e inclinó la cabeza.

—Siempre estáis hermosa, señorita, aunque parezcáis un poco cansada.

Sin dejar de sonreír, Bella apoyó la cabeza sobre el borde de la bañera y dejó que Jane hiciera su magia. Le frotó la piel con uno de los ungüentos que debía dejarse puesto durante un rato, y le lavó el pelo mientras tanto, cuando Jane le volcó un cubo de agua limpia sobre la cabeza para sacar el jabón, la crema también se fue. No había nada como la sensación de estar limpia.

Edward siempre olía a jabón de sándalo y a ese aroma fresco y limpio que era decididamente suyo, sólo pensar en eso era suficiente para que a Bella se le llenaran los ojos de lágrimas, no podía soportar la idea de no volver a verlo, de no volver a respirar su aroma, de no volver a experimentar la manera en que la hacía sentirse. Respiró hondo y se obligó a relajarse, a permitir que el agua caliente le soltara los nudos de la espalda y los hombros. Necesitaba tranquilizarse, tenía que usar la cabeza y controlar las emociones. No sería de ninguna utilidad a Edward si sólo era un manojo de nervios. Pero no dejó de preocuparse, mientras salía de la bañera y se envolvía en las suaves toallas que Jane le ofrecía, la mente de Bella se retorcía de ansiedad.

Sabía que debía confiar en los de Bow Street para encontrar a Edward y llevarlo a salvo a su casa, pero no podía y no podía evitar preguntarse qué haría si no habían encontrado a Edward cuando llegara el momento de los votos, lo encontrarían. Seguro.

¿Y qué pasaría si él no la quería? ¿Y si creía que ella tenía la culpa del loco comportamiento de Mike y la despreciaba? Se estremeció al pensarlo, Jane confundiendo el gesto con verdadero frío, encendió un poco de fuego en la chimenea. Era una bonita mañana de verano y no hacía realmente falta, pero Bella agradeció su calor. Se hallaba sentada junto al fuego, acurrucada en la silla sorbiendo el chocolate caliente cuando su madre entró, llevando una bandeja. Resultaba curioso que el chocolate siempre pareciera mejorar las cosas.

—Te he traído un poco de comida —le dijo Renne, cerrando la puerta tras de sí—. Dudo que te apetezca, pero debes comer un poco. Hay huevos, tostadas y jamón.

Bella sonrió. Eso le sonaba como un desayuno abundante, pero para alguien que amaba la comida tanto como su madre, era ciertamente escaso.

—Gracias. —Bella tomó la bandeja y colocó la taza encima, el estómago le hizo un ruido y se dio cuenta con cierta sorpresa de que tenía más hambre de lo que pensaba aunque no tenía ganas de comer, su cuerpo parecía pensar que lo necesitaba. Masticó un trozo de huevo y lo tragó.

—¿Alguna noticia de Bow Street? —preguntó, temiendo la respuesta. Su madre negó con la cabeza, con unos cuantos rizos escapándosele de la cofia de dormir.

—Aún no, pero dijeron que se pondrían en contacto con nosotras esta mañana, así que espero que digan algo pronto.— frustrada, Bella se dedicó a la comida que tenía en el plato.

—Si han estado siguiendo a Mike desde que fuimos a hablar con ellos, seguramente ya les debe de haber conducido hasta Edward.

—Podría ser —asintió su madre—. Mike está demasiado seguro de su poder sobre tipara pensar que puedas haberle traicionado acudiendo a las autoridades. Y es demasiado engreído para pensar que nadie sería capaz de seguirle.

Bella no quiso recordar a su madre que hacía menos de una semana, Mike tenía todo su apoyo aunque ni le gustaba ni aprobaba que su madre se hubiera confabulado con Mike para destruir a Edward, tenía que admitir que finalmente estaba compensando su mal comportamiento. Consiguió acabarse todo el desayuno, además del chocolate luego, con la barriga llena, se recostó en la silla y miró a su madre.

—¿Crees que lo encontrarán a tiempo, mamá?

—Estoy segura —asintió Renne, con expresión decidida—. De hecho, no me sorprendería que el Duque consiguiera liberarse solo antes de que le encuentren. Sabiendo lo que sabe de las capacidades de Mike, no puedo imaginarme que no esté intentando escapar por todos los medios. —las palabras de su madre reconfortaron un poco a Bella.

—No, sin duda Edward no se quedará de brazos cruzados.

Pero ¿y si los matones contratados por Mike habían herido a Edward hasta tal punto que no pudiera intentar escapar? ¿Y si estuviera tirado en algún sitio, golpeado y sangrante? No, no podía permitirse pensar cosas tan horribles. No era bueno tenía que seguir calmada si quería ayudar a Edward, mientras no le dijeran lo contrario, tenía que suponer que Edward estaba bien y de regreso hacia ella.

Mientras su madre y ella hablaban, Bella se secó el pelo ante el fuego, cuando estuvo casi seco su madre la ayudó a vestirse. Todo era nuevo, excepto el vestido. Siempre había querido casarse con el vestido azul de satén, pero dadas las circunstancias, había decidido no hacerlo. Por eso llevaba un vestido de la temporada anterior, el de su debut. Era el vestido que lucía cuando conoció a Mike y sólo por esa razón, a Bella le desagradaba ponérselo. Era un sencillo vestido de color marfil que su madre y ella habían modificado cosiéndole unas cuantas rosetas en el escote y el bajo para hacerlo más festivo. Tenía mangas cortas abombadas y un modesto escote. Una cinta de color marfil rodeaba la alta cintura, justo bajo el pecho. Era sencillo y elegante, y mucho mejor de lo que se merecía Mike. Después de ponerse las medias, su madre la ayudó a meterse en el vestido, y le abrochó las docenas de botoncitos de perla con que se cerraba por la espalda.

—¿Qué quieres que Jane te haga en el pelo? —preguntó su madre cuando Bella dejó caer la espesa masa de oscuras ondas sobre la espalda.

— ¿Importa mucho?

—¿Y si aparece el Duque? —preguntó su madre con una leve sonrisa—. ¿No quieres estar bonita cuando te vuelva a ver? —no le faltaba razón.

—Quizá pudiera rizarlo un poco...

Sopesaron diferentes peinados durante veinte minutos, o al menos durante todo el tiempo que tardó Bella en darse cuenta de que su madre había empezado la conversación sólo para apartar su pensamiento de la seguridad de Edward. Finalmente, ordenaría a Jane que le rizara el pelo y le recogiera parte en lo alto, mientras que el resto caería sobre los hombros y la espalda, sería un estilo muy griego, que sin duda resultaría elegante. Una llamada en la puerta indicó la llegada de Jane, justo a tiempo pero la doncella se quedó en la puerta con una expresión de confusión en el rostro.

—Disculpad, señorita Swan, pero hay un caballero de Bow Street que desea veros...

La pobre chica no tuvo tiempo de acabar la frase, ya que Bella y su madre salieron a toda prisa de la habitación, con la falda alzada hasta los tobillos, ambas corrieron por las escaleras, con Bella a la cabeza. El alguacil Eleazar estaba en el salón delantero, vestido con una chaqueta marrón en vez de la roja que era el sello de Bow Street. Bella supuso que se la había cambiado intencionadamente, por si Mike tenía la casa vigilada.

—Buenos días, señorita Swan, señora Swan —dijo quitándose el sombrero. Bella y su madre hicieron una pequeña reverencia.

—¿Traéis alguna noticia, señor Eleazar? —preguntó Renne.

—Así es —contestó el señor Eleazar—. Esta mañana nuestros hombres siguieron al señor Facinelli hasta un almacén abandonado en el barrio este de la ciudad, creemos que puede ser ahí donde retiene al Duque varios agentes se dirigirán hacia el edificio en breve.

Con las rodillas temblando, Bella no pudo evitar soltar una fuerte carcajada de alegría.

—Oh, señor Eleazar, muchísimas gracias. —él alzó las manos como si temiera que Bella fuera a intentar abrazarle.

—No me deis aún las gracias, señorita Swan todavía tenemos que entrar y asegurarnos de que es el lugar que buscamos. Me temo que tendréis que seguir con la farsa hasta que tengamos a su excelencia bajo nuestra custodia. —Bella dejó caer los hombros.

—¿De verdad? —pero ella no quería seguir con el engaño; quería a Edward.

—¿Es realmente necesario, señor Eleazar? —preguntó Renne, acercándose a Bella por detrás y colocándole las manos en los hombros—. Aún falta una hora para que tengamos que partir hacia Grosvenor Square.

Eleazar asintió secamente con la cabeza, pero su expresión era de compasión.

—Lo entiendo, señora Swan, y me gustaría poderos decir lo contrario, pero no sabemos con seguridad si el Duque está en ese almacén y no sabemos si Facinelli planea regresar después de la boda o qué órdenes habrá dado a sus hombres. Sinceramente, no quiero confiarme demasiado ni correr riesgos innecesarios con la vida del Duque, cuanto más confiado esté Facinelli, con menos suspicacia obrará.

Tenía razón, naturalmente, pero eso no quería decir que a Bella tuviera que gustarle. Oh, bueno, no era tan malo, no era como si tuviera que pasar esa hora en compañía de Mike pero la iba a pasar preocupándose por Edward y preguntándose cuál sería su reacción hacia ella cuando se vieran de nuevo y eso suponiendo que fuera en aquel edificio abandonado donde Mike lo tenía prisionero.

—Haremos lo que deseéis, señor Eleazar —le aseguró—. Pero haced todo lo que esté en vuestro poder para que el Duque regrese sano y salvo.

—Haremos todo lo que podamos, señorita Swan —repuso con una sonrisa amable, se colocó el sombrero en la cabeza y les dijo—: Las veré a ambas en la boda. —Lo dijo como si todo fuera a arreglarse, pero Bella sospechó que Eleazar tenía un plan de emergencia por si acaso. Cuando la puerta se cerró tras él, Bella se volvió hacia su madre.

—Me fastidia tanto esto. —Renne la abrazó, y Bella se sintió reconfortada.

—A mí tampoco me gusta, querida, pero tenemos que ser fuertes. —soltándola, la tomó de la mano y la llevó hacia las escaleras—. Vamos, que Jane empiece con tu cabello. Quizá su excelencia esté esperándonos cuando lleguemos a la casa.

Bella también deseaba eso, porque si no, no pensaba que tendría que fingir un desmayo; sería verdadero.

...

Mike volvió al sótano aquella mañana aunque sólo durante unos instantes. Los suficientes para pavonearse con sus galas de boda y finalizar los planes para el regreso de Edward a Escocia y los suficientes para decirle lo dispuesta que estaba Bella a casarse.

Edward había necesitado de todo su control para no tirar el grillete y abalanzarse sobre su hermano. La noche anterior había conseguido abrir el cierre, pero esperaba el momento en que regresara el guardia. Atacar a Mike podría hacerle sentir mejor, pero si entraba el guardia, le superarían en número y Edward no tenía ninguna intención de estropear sus planes sólo por no poder controlar su rabia.

Edward sabía que su hermano no dudaría en mentirle, pero no pudo evitar una sombra de duda. ¿Era posible que Bella hubiera empezado a creerse el engaño de Mike? ¿Pensaría que Edward la había abandonado? No quería creerlo. Bella confiaba en él más que eso, ¿no? Pero ¿cómo podía esperar que ella no dudara de él cuando él dudaba de ella? El pánico le roía las entrañas, pero se obligó a olvidarlo tenía que llegar hasta Bella y convencerla de que él nunca le mentiría pero no podía salir corriendo y confiar en escapar del guardia y de la pistola de su hermano. Debía ser paciente y esperar su momento.

Así que esperó, mucho después de que la voz de Mike desapareciera por las escaleras, Edward seguía esperando. Su paciencia estaba llegando al límite, si el guardia no acudía pronto, lo llamaría, pero eso podía despertar las sospechas del hombre. Si conseguía reducir al guardia..., no, no podía permitirse pensar «sí». Cuando redujera al guardia, lo encerraría en el sótano. Con un poco de suerte, no habría más guardias arriba. Edward lo dudaba, su hermano era demasiado cauto para contratar a muchos hombres. El otro hombre que participó en el ataque podía estar arriba, pero Edward no dudaba de que podría con él, suponiendo que no estuviera armado.

Se agachó y manoseó el grillete hasta que éste le quedó abierto sobre el pie. A distancia parecería que aún le agarraba la pierna, pero caería si Edward se movía con rapidez, según planeaba. Acaba de ponerse en pie cuando oyó la llave girar en la cerradura. El guardia entró con otra bandeja, Edward casi se sintió culpable por engañar al hombre. Después de todo, el tipo podía haberle dado una paliza la noche anterior y no lo había hecho. Claro que también le había puesto un ojo morado la noche del ataque aún lo tenía hinchado y amoratado. De repente ya no se sintió tan mal por lo que iba a hacer. El guardia dejó la bandeja en la mesa.

—El jefe ha pensado que podríais querer algo de comer antes de que partamos.

—Qué considerado —repuso Edward con una sonrisa forzada.

Indicando con un gesto la bandeja de la noche anterior, que seguía en el suelo (con un tenedor que no parecía en absoluto haber sido usado para abrir una cerradura), el hombre le lanzó a Edward una mirada inquieta.

—Apartaos mientras recojo eso —ordenó.

Edward le obedeció, pero al hacerlo, el grillete cayó de su pie al suelo. El rostro del guardia se tensó. Con un grito de furia, cargó contra Edward. Con los puños en alto, y el alma y el corazón dispuestos a ganarse la libertad, Edward avanzó para enfrentarse con él.


 

Capítulo 12: Capítulo 14: Cap. 14

 


 


 
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