Bella y El Duque ( TERMINADO )

Autor: MalusitaCullen
Género: Romance
Fecha Creación: 27/11/2011
Fecha Actualización: 05/04/2012
Finalizado: SI
Votos: 13
Comentarios: 40
Visitas: 37405
Capítulos: 14

Hola antes que nada quiero aclarar que  esta historia no es de mi autoria sino una adaptación de la obra de Kathrin Smith Ana y el Duque con lo personajes de Crepúscuo de la grandiosa Stephanie Meyer

Ahora disfurtenla ...:D

xoxo

 


 

 

Bella y el Duque



Escocia, 1818. Poco esperaba el joven Edward Masen que su padre, Carlisle un Duque inglés que lo abandonó, le nombrara heredero justo antes de morir. Y mucho menos esperaba conocer a Bella en tan especiales circunstancias.


Al acudir a Londres a la lectura del testamento, Edward encuentra a su nueva familia: la viuda de su padre y sus hermanos Alice y Mike, así como a la prometida de éste. La delicada Bella. No todos le dan la bienvenida, ya que Mike tenía previsto ser el único heredero, y urdirá una oscura intriga contra el recién llegado.

Sin embargo, no cuenta con los sentimientos de la tímida Bella, quien sueña con el verdadero amor.Frente a ella, Mike cada vez se muestra más mezquino, mientras que el coraje y la honestidad de Edward la hacen sentirse muy próxima a él.¿Cómo conciliar su obligación de prometida y esos nuevos sentimientos desconocidos? Debatiéndose entre los intereses familiares y la fuerza de las emociones, Bella y Edward comprenderán que han de desafiar todas las convenciones para cumplir su destino juntos.

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Capítulo 11: Cap. 10

Hola chikas

Aquí un nuevo cap... espero que les guste

y graxias por sus lindos comnetarios no saben que feliz me pongo cuando los leo... y también graxias por seguir el fic

les mando un gran abraxo


—¿Su excelencia se recuperará bien?

Bella alzó la mirada del tocador al espejo en el que se reflejaba su madre. Era la segunda vez que su madre le preguntaba por el estado de Edward, y Bella no sabía más en aquel instante de lo que había sabido antes. Pero el que su madre entrara en su habitación para preguntar, indicaba lo preocupada que estaba.

—Creo que sí. —rebuscó en su joyero—. Sus heridas no eran graves. —al menos a ella no se lo habían parecido. Un escalofrío de temor la recorrió al pensar que le pudiera pasar algo.

—Gracias a Dios —suspiró su madre.

—¿Por qué estás tan preocupada? —preguntó Bella, colgándose una delicada cadena de oro del cuello. Una pequeña crucecita le caía sobre el esternón. El collar había sido un regalo de su abuela antes de morir y era una de las cosas que Bella más apreciaba. Se volvió en la silla y miró a su madre—. Pensaba que preferirías verlo mortalmente herido para que Mike pudiera heredar el título. —su madre palideció.

—Quizá no haya tratado al Duque de una manera justa anteriormente, pero no tengo ningún deseo de verlo muerto.

—Sospechas que Mike estaba detrás del ataque de anoche, ¿verdad?

—No estoy segura —contestó Renne, hundiéndose en el lecho de Bella. Sus miradas se encontraron—. Sé que no te gusta lo que he hecho, Bella. Sé que intentar probar que lord Cullen era hijo ilegítimo no era correcto, pero nunca quise que sufriera ningún daño. Quiero que lo sepas.

—Lo sé —asintió Bella y era cierto, su madre podía ser muchas cosas, pero no era tan malvada—. ¿Qué sabes de los planes de Mike? —su madre respiró profundamente. Realmente parecía impresionada.

—No sé qué se propone ahora que sabe que el nacimiento del Duque es legítimo.

Bella se sorprendió. ¿Mike ya se creía que los padres de Edward estaban casados? ¿Cómo lo había descubierto tan pronto? Edward le había dicho que su madre tenía una copia de los certificados. Quizá su padre también hubiera guardado una copia. O eso o Mike los había oído hablando durante el baile. No, eso no era posible. Él había estado hablando con un amigo durante la conversación entre ella y Edward.

—¿Te llegó a decir cómo había hecho ese descubrimiento? ¿Y cuándo te lo dijo exactamente? —Renne se sonrojó.

—He recibido una nota de él esta misma mañana.

La sangre se le heló a Bella en las venas. ¿Sería posible que el descubrimiento de Mike fuera una coincidencia, o había estado escuchando al otro lado de la ventana la noche anterior? Gracias a Dios, Edward había tenido el buen sentido de apartarse de la ventana durante el resto de su conversación.

—Bella, Mike está desesperado —prosiguió su madre al ver que Bella seguía callada—. Realmente cree que el título es suyo por derecho. —la urgencia en el tono de su madre captó la atención de Bella.

—Edward no cree correr un verdadero peligro con Mike. —Renne unió las manos sobre su amplio regazo, suspirando.

—Tampoco estoy segura de sí corre un peligro real, pero como he dicho, Mike está desesperado, y los hombres desesperados hacen cosas desesperadas. Quizá querrías advertir a tu joven Duque de que no esté tan seguro en lo referente a su hermano.

—¿Por qué me cuentas todo esto? —preguntó Bella, con el corazón encogido de temor. El rubor de las mejillas de su madre se hizo más profundo. Su expresión era de absoluta incomodidad.

—Porque sé la baja estima en que me tienes y no quería que pensaras que estaba de acuerdo con la violencia de Mike.

—Pero ¿le habrías ayudado a destruir a su hermano? —Renne asintió con la cabeza y mantuvo la mirada baja.

—Lo habría hecho, sí. Pensaba que obraba en tu interés, pero luego vi la manera en que mirabas al Duque y me di cuenta de que había estado obrando en mi propio interés. —alzó la barbilla—. Has empezado a sentir algo por él, ¿verdad?—mentir no tenía sentido; seguramente tenía la verdad escrita en la cara.

—Cierto, pero no tengo ni idea de si comparte mis sentimientos. ¿Estás enfadada? —suspirando profundamente, su madre negó con un ligero movimiento de cabeza.

—A pesar de mi vergonzoso comportamiento en lo concerniente a Mike, prefiero que seas feliz antes que desgraciada. —sonrió astutamente—. Y una Duquesa feliz sería mucho mejor que una desgraciada señora Facinelli.

Bella se puso a reír. No pudo evitarlo. Que su madre reconociera su ambición era hilarante. Que su madre admitiera que realmente quería que su hija fuera feliz era increíble.

—Será mejor que nos marchemos —comentó su madre, poniéndose en pie—. No queremos dejar esperando a los Facinelli.

No, Bella no quería que Edward y su familia tuvieran que esperar. En realidad, no podía esperar para verlo de nuevo.

—¿Cuándo vas a romper tu compromiso con Mike? —le preguntó su madre mientras salían de la habitación. Ni siquiera tuvo que pensar la respuesta.

—Cuando esté segura de que Edward está a salvo de él. No quiero ser la razón que haga ir a Mike más allá del límite. Creo que lo mejor será que tú continúes siguiéndole la corriente. No tienes que animarle, pero déjale que piense que aún estás de su lado.

—Creo que alguien tendría que ir a Bow Street e informar a los agentes de lo que está pasando, por si acaso.

Las palabras de su madre provocaron en Bella un escalofrío que le recorrió la espalda, y tuvo que apoyarse en la barandilla mientras bajaban las escaleras. Las piernas le temblaron ante la idea de que algo más pudiera pasarle a Edward, pero no estaba muy segura de que llamar a los agentes de la ley de Bow Street fuera lo mejor que podían hacer en ese momento.

—No tenemos ninguna prueba que ofrecerles —le recordó a su madre—. E incluso si la tuviéramos, preferiría consultarlo con Edward antes de ir a los alguaciles con ella. Cuando lleguemos a la mansión Cullen, lo arreglaré para hablar con él en privado y preguntarle qué piensa que es lo mejor que podemos hacer.

—Todo irá bien, mi niña. —una mano firme le dio una palmadita en el hombro—. Ya lo verás. —al pie de las escaleras, Bella se detuvo y se volvió hacia su madre.

—Estás muy decepcionada de que las cosas no hayan salido como lo habías planeado, ¿no? — Renne alzó una ceja. Parecía cansada, más cansada de lo que Bella la había visto en toda su vida.

—Me he equivocado en muchas cosas, Bella. Terribles equivocaciones. Mi estupidez podría haberte hecho la vida desgraciada y por poco no ha llevado a que su excelencia resultara herido de gravedad. Es muy difícil no lamentar eso. Estoy muy avergonzada de mi comportamiento.

Era un momento difícil, porque Bella no había intentado abrazar a su madre en mucho tiempo, pero rodeó con los brazos los blandos hombros y apretó, sonriendo cuando notó que le devolvía el abrazo.

—Muy bien, basta de tonterías. —su madre sorbió por la nariz, se separó de Bella y se secó los ojos con un pañuelo que se sacó de la manga. Su expresión cambió a una de fiera determinación—. Vamos a llegar tarde y Mike no debe sospechar nada. Debemos hacer como Edmund Kean y ofrecerle la mejor actuación de nuestra vida.

Edmund Kean era uno de los mejores actores ingleses que hubieran honrado con su presencia el escenario del Drury Lane Theater.

Y fingió, cuando Peter las anunció a la entrada del salón de la mansión de los Cullen, en la elegante Grosvenor Square, su madre actuó exactamente igual que antes, tanto que Bella se preguntó si lo que había pasado en su casa era sólo fruto de su imaginación. Le resultaba difícil saludar primero a Mike y no correr al lado de Edward, pero Bella consiguió representar bien su papel.

—Buenas tardes, Mike —dijo, con voz alegre mientras aguantaba el beso en la mejilla—. Confío en que tus negocios de anoche se resolvieran favorablemente.

Por el rabillo del ojo, Bella vio a su madre hacer una pausa en su conversación con Esme, pero sólo durante una fracción de segundo. Edward, por otro lado, no parecía haber oído la pregunta, aunque estaba lo suficientemente cerca para poder hacerlo. Mike tampoco pareció notar su ironía. De entre todos ellos, quizá fuera él el más digno de remplazar a Kean como mejor actor inglés.

—No exactamente, querida, pero no te aburriré con los detalles. No es el tipo de asunto que interesaría a una muchacha.

¿Y cómo sabía él lo que interesaría o no interesaría a una muchacha? Mike no sabía nada sobre las mujeres. De lo contrario, se habría dado cuenta de que su encanto no daba resultado con ella, y de que su insultante suposición de que ella no entendería lo que le pudiera explicar sólo servía para que la opinión que tenía de él empeorara aún más. Bella forzó una sonrisa.

—Bueno, mientras consiguieras lo que querías... eso es lo único que importa, ¿no?

La sonrisa de Mike se desvaneció. ¡Maldición! ¡Tendría que aprender a morderse la lengua! Mike la tomó de la mano y la condujo hacia la pared del fondo, donde las ventanas daban al jardín trasero. Bella tuvo que hacer un esfuerzo para no clavar los tacones en la alfombra. No quería estar a solas con él. Estaba empezando a darse cuenta del miedo que le tenía. Si había contratado a hombres para que atacaran a su propio hermano, ¿qué sería capaz de hacerle a una simple prometida?

—Bella, querida. ¿Te encuentras bien? —incluso consiguió parecer preocupado por ella.

Durante un momento, Bella se sintió desconcertada. Mike parecía tan sincero, incluso en sus ojos se reflejaba la ternura y el cariño. Era tan difícil recordar de lo que era capaz. Rápido. Tenía que pensar en algo que decirle.

—Mike, yo estaba allí cuando atacaron al Duque anoche, y ni siquiera me has preguntado si me he recuperado de la impresión.

Diablos. Parecía una de esas chicas de pestañas aleteantes y cabello con tirabuzones a las que despreciaba. Muchachas que, intencionadamente, se hacían pasar por más débiles y tontas que el sexo contrario. Mike demostró cuál de los dos era menos inteligente al caer en la trampa.

—Oh, querida. Lo lamento. Había olvidado que tú te ocupaste de sus heridas. —la agarró por los hombros—. ¿Estás bien?

—Sí, Mike. Gracias por preguntar. —se libró de las manos de Mike, intentando disimular la repulsión que su tacto le causaba—. Pero fue horrible. ¿Se ha recuperado ya su excelencia?

—Eso creo —contestó Mike sin ninguna expresión.

—Es muy descortés por mi parte no preguntárselo directamente cuando está sentado aquí mismo con tu hermana. ¿Me excusas para que pueda preguntarle por su salud yo misma?

Un músculo palpitó en la barbilla de Mike. Quizá no era tan buen actor después de todo.

—Naturalmente. Vayamos juntos. Tampoco he tenido ocasión de hablar hoy con él.

Aunque no le gustaba que Mike la acompañara, Bella estaba contenta de tener finalmente la oportunidad de hablar con Edward. Se había pasado la noche despierta preocupada por él y estaba deseosa de saber cómo se encontraba. Y simplemente estaba deseosa de verlo. Edward los recibió con una cálida sonrisa; una sonrisa que Bella sabía que era exclusivamente para ella.

—Señorita Swan, qué placer volver a veros.

Tenía un ojo hinchado y descolorido, y en la barbilla se le veía un morado, pero aparte de eso seguía siendo el guapo Edward.

—Y en unas circunstancias mucho mejores, excelencia —repuso Bella, con voz formal y educada. ¡Cuánto le desagradaba fingir que él no significaba nada para ella!—. Confío en que no hayáis sufrido ningún otro efecto adverso a causa del ataque. —él negó ligeramente con la cabeza.

—Estoy un poco dolorido, pero eso es todo. —sonrió a su hermana—. Fui muy afortunado de tener allí a Alice para rescatarme.

—Lo único que hice fue gritar como una idiota —dijo Alice, sonrojándose con las bienintencionadas alabanzas.

Edward miró a Bella.

—También tuve mucha suerte de teneros a vos, señorita Swan, para atenderme.

—Sí —intervino Mike antes de que Bella pudiera responder—. Realmente fue una gran suerte. Debes tener más cuidado cuando salgas por Londres, hermano. Hay ladrones por todos lados, al parecer. La próxima vez podrías no tener tanta suerte.

Y se alejó, dejando a Bella y a Edward mirándose, y Bella supo que por fin Edward se había dado cuenta de que su hermano era mucho más peligroso de lo que habían pensado al principio.



Habían comenzado a temerle, Mike lo podía notar por la forma en que lo miraban, bien, las cosas iban mejor de lo que esperaba. Él nunca haría nada que dañara seriamente a ninguno de los dos, pero ellos no lo sabían, eso haría que tratar con su hermano fuera mucho más fácil. Edward no pondría en duda que Mike sería capaz de hacer daño a Bella y haría cualquier cosa que le pidiera y Bella haría cualquier cosa para proteger a su amado, los tenía exactamente donde quería. Era perfecto y además no tenían ninguna prueba que lo incriminara, nada que un juez o Bow Street pudieran aceptar. Si todo iba según lo planeado, y lo había planeado meticulosamente, pronto tendría la herencia que le correspondía por derecho, además de la dote de Bella y una parte del negocio de su padre. La idea de tener que dedicarse al comercio, como un plebeyo, le molestaba un poco, pero los ingresos le permitirían conservar el estilo de vida al que estaba acostumbrado, y el dinero serviría para aplacar a los acreedores. Eso era lo más importante. Algunos se estaban volviendo muy insistentes, y si no les pagaba pronto y se daba a conocer su situación, se arriesgaba a la completa ruina económica y social. Tenía que actuar deprisa.

Se acercó a su madre y sonrió a la señora Swan, para que supiera que aún tenía el control de la situación, ella le devolvió la sonrisa, no era su habitual sonrisa de seguridad, pero ya servía. Tampoco iba mal que ella se sintiera un poco inquieta, hasta que Bella y él estuvieran casados y así pasara a tener el control no sólo de la fortuna de Bella sino también de parte del negocio familiar.

Y pronto tendría también el título de su padre, como debía ser, haría que su padre se sintiera orgulloso. No se había sentido muy orgulloso de Edward, de otra forma no lo hubiera mantenido en secreto. Se había estado equivocando todos aquellos años mientras crecía: no era que su padre lo comparara con Edward, era al revés. Era obvio que su padre había esperado que su hijo medio escocés se criara tan bien, tan educado y tan inglés como Mike. Sí, eso era. Él era el que había nacido y se había criado para ser Duque. Y lo único que tenía que hacer era recuperar lo que era suyo por derecho.

Mirando hacia el techo, la sonrisa de Mike se amplió. Esperaba que su padre lo estuviera contemplando.

Después del almuerzo, Renne acorraló a Mike para que jugara a las cartas con ellos de nuevo, con lo que Bella y Edward pudieron hablar.

—Tu madre está siendo muy amable conmigo —comentó él cuando se sentaron tan lejos de los otros como pudieron.

Bella sonrió, agarrando el libro de poesía que había llevado para fingir que charlaban de versos en vez de sobre los oscuros planes de su prometido.

—Al parecer se ha dado cuenta de que se había equivocado con Mike. Al verte anoche se cuestionó sus lealtades. —se sonrojó—. Y se ha dado cuenta de que... de que te considero un amigo muy particular. —hablar más claramente no era decoroso para una joven; eso sin mencionar lo humillante que sería si Edward no correspondía a sus sentimientos. Edward no intentó disimular su sorpresa.

—Habría pensado que eso sería más malo que bueno.

—Prefiere que sea feliz a que sea desgraciada. —el rubor de Bella se intensificó.

—¿Y ella cree que yo tengo la capacidad de hacerte feliz? —su tono era tan incrédulo, que a Bella se le cayó el corazón a los pies. ¡Oh, eso era terrible, terrible!

—Edward, te juro que, en lo que a ti respecta, mi madre no ha considerado la idea de matrimonio. Nunca presupondría...— Edward tomó una de las manos de Bella entre las suyas, mirando alrededor para asegurarse de que nadie se había fijado.

—Bella —murmuró, haciendo una mueca de dolor al inclinarse, sentía más dolor del que ella había pensado al principio—. Me sentiría honrado si se me considerase digno de casarme contigo. Cualquier hombre lo haría.

Los ojos de Ana se abrieron mucho. El corazón se le hinchó al oír sus palabras. ¿Era posible? ¿Podría ser que las intenciones de Edward se dirigieran hacia el matrimonio? Sólo con pensarlo se le hacía un nudo en el estómago.

—¿De verdad? — él asintió, con un brillo travieso en los ojos.

—Y pensar que sólo tengo que poseer dos títulos, varias casas y una pequeña fortuna para ganarme la aprobación de tu madre...

Ana rió. No pudo evitarlo. ¿Quién si no Edward podía aligerar el ambiente y encontrar humor en lo absurdo de su situación? Edward también rió. Pronto estuvieron riendo con tantas ganas que se retorcían apretándose el costado. Edward alternaba la risa con los gemidos, porque su hilaridad le sacudía las tiernas costillas.

—¿Qué es tan divertido? —preguntó alegremente Esme desde el otro lado de la sala.

—Sí, ¿qué? — intervino Alice, dejando las cartas sobre la mesa—. ¡Contádnoslo!

—Su excelencia estaba recitando un poema de Robert Burns —mintió Bella con una gran sonrisa—. Yo me reía de su acento. Sospecho que quiere convencerme de que todos los escoceses tienen un acento casi imposible de entender.

—Pues en mi opinión, el acento de Edward es encantador —repuso Alice, sonriendo a su hermano—. Me encantaría casarme con un escocés sólo para oírlo hablar así durante el resto de mi vida.

Bella sonrió divertida a Edward.

—Sí —dijo Edward, remarcando intencionadamente su acento—. Y hablarte por el resto de tu vida podría un escocés, niña. —todos rieron excepto Mike.

—Supongo que estás bromeando, Ali. — la joven se encogió de hombros.

—El único escocés que he conocido es Edward, pero si un alto y fiero guerrero escocés intentara arrebatarme el corazón, no me opondría. — más risas.

—Acabas de describir a mi primo Jasper —le dijo Edward guiñándole el ojo—. Quizá te lo presente. — el rostro de Mike estaba rojo de furia.

—No permitiré que mi hermana se case con un bárbaro cualquiera.

Un silencio tenso cayó sobre la sala, mientras ansiosas miradas iban de un hermano a otro. El rostro de Edward se endureció tanto y los ojos se le volvieron tan oscuros que Bella se preguntó si Mike no había ido demasiado lejos.

—Entonces es bueno que sea mi permiso el que necesita y no el tuyo, ¿no?

Mike se puso en pie con tal rapidez que volcó la silla. No dijo ni una palabra, sólo le lanzó a Edward una mirada de puro odio y salió de la habitación cerrando de un portazo como un niño con una pataleta. La pobre Esme parecía avergonzada.

—Lamento mucho el comportamiento de Mike, Edward. Aún está sintiendo la muerte de su padre.

—Todos estamos igual —le recordó Edward calmadamente—. No hace falta que os disculpéis por él. Ya es adulto y es capaz de disculparse por sí mismo si quiere hacerlo. —no tuvo que decir que dudaba de que su hermano se arrepintiese de su comportamiento, su voz ya lo decía.

Renne puso una mano sobre Esme para reconfortarla y le habló suavemente. Bella se volvió hacia Edward.

—Nunca he visto a Mike tan odioso —murmuró; y era cierto, parecía enloquecido. Edward respiró hondo e hizo una pausa antes de hablar.

—Vente a Escocia conmigo —dijo repentinamente. Bella abrió mucho los ojos. No la habría sorprendido más si le hubiera dado una torta, pero finalmente consiguió recuperar la voz.

—¿Qué?

El joven se acercó más a ella, tomando el libro de entre sus manos y abriéndolo como si buscara un poema en particular.

—Anoche tenías razón. No creo que aquí estemos seguros, ni tú ni yo. El comentario de Mike sobre no tener la misma suerte la próxima vez es prueba suficiente si su mirada al marcharse no lo hubiera sido ya. —volvió el rostro hacia ella—Escápate conmigo. No quiero correr el riesgo de que Mike te utilice para forzarme la mano. Podríamos salir hacia Escocia y Gretna Green esta misma noche.

A Bella le costaba creer lo que estaba oyendo. ¿Escaparse? ¿A Escocia? ¿Podría hacerlo? ¿Podría abandonar Inglaterra, a sus amigos y a su familia? ¿Podría escaparse a un país extraño donde no conocía a nadie excepto al hombre que amaba? El escándalo sería increíble, aunque parasen en Gretna Green, una pequeña ciudad en la frontera escocesa donde a menudo se celebran matrimonios. Pero el escándalo no los alcanzaría en Escocia, y como todos los chismorreos, finalmente desaparecería.

Él ni siquiera le había dicho lo que sentía por ella. No había hablado de amor, sólo de peligro y de protegerla. Seguramente su propuesta de escapar con él significaba que sus sentimientos eran profundos. ¿No? Y tampoco era que ella le hubiera dicho lo que sentía, pero Bella estaba segura de su amor por él aunque no se lo hubiera dicho.

—Sí —murmuró—. Esta noche. Edward se inclinó y le apretó cariñosamente los dedos.

—Te iré a buscar a medianoche. Lleva sólo lo que necesites. Enviaremos a buscar el resto cuando lleguemos al castillo.

La neblina que ofuscaba el pensamiento de Bella se aclaró.

—¿Castillo? ¿Vives en un castillo? —él asintió con la cabeza, mientras su mirada intentaba calibrar la reacción de la joven.

—¿Te importará vivir en un castillo un poco destartalado?

—No —contestó sinceramente, sin estar aún convencida de que todo no fuera un sueño—. No me importará en absoluto.

—Podrás hacer lo que quieras en él; necesita unas cuantas reparaciones, pero te gustará tanto como me gusta a mí, estoy convencido. —rió por lo bajo—. Antes de venir aquí, no podía esperar para ver el mundo más allá de Escocia. Ahora no puedo esperar para volver. No puedo esperar para enseñarte mi hogar.

Y Bella no podía esperar para verlo.

—¿Tu familia... tu abuela, Emmett y Jasper..., crees que les gustaré?

—Te adorarán casi tanto como yo.

No era una declaración de amor, pero se le parecía mucho. Y ¡oh! ¡Cómo la miró al decirlo! Como si fuera la muchacha más hermosa del mundo entero. Nunca nadie la había mirado con tanta intensidad. Bella abrió la boca pero no salió ningún sonido. ¡Debía de parecer una idiota! Edward sonrió al ver su expresión.

—¿Cómo puede sorprenderte que me importes? No suelo pedir a todas las chicas que conozco que se escapen conmigo. —ella seguía mirándolo, un ligero rubor le subió por la barbilla a Edward—. Como has aceptado escaparte conmigo, lo tomaré como señal de que tú tampoco careces de sentimientos hacia mí

Todo lo que Bella pudo hacer fue asentir con la cabeza. ¡Se sentía como en un sueño!

—¡Sí! —consiguió decir. —la sonrisa de Edward se hizo más amplia.

—Mi timidez es terrible. Lo único que deseo es besarte, pero no puedo. —Aunque estuvieran oficialmente casados, no sería correcto hacer una demostración pública de su afecto, y sobre todo no con sus desprevenidas familias sentadas al otro lado de la sala.

—Excelencia —dijo Bella en voz alta—. Me encantaría que me prestarais uno de esos libros de los que me habéis hablado. ¿Os molestaría acompañarme a la biblioteca? —con los ojos brillando, Edward asintió con la cabeza y alzó la voz igual que ella.

—Estaré encantado, señorita Swan.

Se pusieron en pie y se disculparon ante las otras damas, prometiendo regresar en un momento. Prácticamente corrieron hasta la biblioteca. Riendo como niños, se apresuraron a entrar en la habitación y cerraron las puertas tras de sí. En cuanto Edward se volvió hacia ella, Bella se tiró en sus brazos.

—Bésame —le ordenó, riendo. Pero él no la besó inmediatamente al contrario, su expresión se volvió demasiado seria para el gusto de Bella.

—Bella, quiero que me prometas una cosa.

—Lo que sea —le prometió—. Ahora bésame. —la sonrisa de Edward no se reflejó en sus ojos.

—Si me pasa cualquier cosa antes de que nos marchemos esta noche, quiero que vayas a Bow Street con esto. —le entregó un trozo de papel que sacó del interior de la chaqueta—. Es la carta que escribió Mike haciéndose pasar por el abogado de nuestro padre.

Mientras Bella cerraba los dedos sobre el arrugado papel, un estremecimiento de temor le recorrió la espalda

—Edward, no crees que vaya a intentar algo, ¿verdad?

Él no contestó, la apretó contra su cuerpo y la besó como si no hubiera mañana. Bella intentó no pensar en que podría no haber un mañana para ellos. Lo único que importaba en aquel momento era que Edward estaba en sus brazos. Aquel día era todo lo que importaba y aquella noche era lo más lejos que se permitía pensar. Rodeándole el cuello con los brazos, Bella se entregó al beso y olvidó todo lo demás. Para siempre.



Ella había dicho sí.

Metiendo una camisa en su baúl, Edward aún no se acababa de creer que hubiera conseguido reunir el coraje suficiente para preguntárselo, no tenía intención de hacerlo. La noche anterior, al decirle a Bella que tenía intención de quedarse y enfrentarse con Mike, había sido sincero, pero todo había cambiado al ver el odio en el rostro de su hermano. No era sólo su propia seguridad lo que le preocupaba, era también la de Bella. Y como se vería obligado a atacar a su hermano si se atrevía a tocar a Bella, Edward había decidido que la mejor opción era salir de Inglaterra.

No había nada por lo que quisiera quedarse para siempre, el título y el dinero eran suyos. Se había quedado sólo porque quería aprovechar la oportunidad para conocer mejor a su familia. Desearía poder pasar más tiempo con Esme y Alice, porque habían llegado a significar casi tanto para él como su abuela, pero se alegraría de poner distancia entre Mike y él.

Y sería agradable regresar a casa, había estado demasiado tiempo lejos, más que suficiente para decidir que ya había visto bastante del mundo de fuera de su pueblo. Más que suficiente para saber que, aunque era medio inglés, su corazón era totalmente escocés. Añoraba su casa y su tierra. Incluso añoraba a Emmett y Jasper al igual que a las muchachas que lo seguían a todas partes entre risitas. Sonrió y metió un par de pantalones en el baúl. Sin duda, una esposa desanimaría a las muchachas.

A Bella le encantaría Glenshea, lo sentía en los huesos. Durante el verano podrían salir a merendar junto al lago, y en el invierno se acurrucarían ante el fuego y beberían sidra caliente mientras la nieve caía lentamente en el exterior. Sólo con pensar en ello el corazón le dolía de ilusión, se apresuró a meter sus cosas en el baúl sólo quedaban un par de horas para ir a buscar a Bella. Se puso derecho y suspiró. En dos cortas horas estaría de camino a casa con la mujer que amaba.

Pero ¿lo amaba ella a él? Una voz en su cabeza le dijo que debía de amarle si estaba dispuesta dejar a su familia y amigos para escaparse con él. Pero también había aceptado casarse con Mike, y Edward sabía perfectamente que ella no le había amado. No, Bella le quería, se lo había dicho y lo había visto en sus ojos. Sólo estaba tan asustada de expresarlo como él, pero sabía que ambos sentían lo mismo. Lo sabía igual que sabía que su vida estaría vacía sin ella.

Se podrían casar en Gretna Green, y si Bella quería una boda más espectacular, podría organizar algo más tarde. Siempre había pensado que le daría miedo casarse, la idea siempre le inspiraba temor, pero pensar en casarse con Bella le causaba el efecto opuesto. Sabía que era su mujer ideal, y la idea de pasar el resto de su vida con ella le hacía sonreír de satisfacción.

Acabó de llenar el baúl, lo cerró y se lo cargó al hombro, en silencio, para no despertar a nadie, se deslizó hasta el corredor. Esme y Alice se habían ido a la cama temprano, y Mike aún no había regresado después de su impetuosa salida de horas antes. Con un poco de suerte, la mañana llegaría antes de que nadie se diera cuenta de su ausencia y si a alguien se le ocurría seguirlos, estarían casados antes de que los encontraran.

Mientras bajaba las escaleras de puntillas, la casa estaba tranquila y silenciosa. Los criados también se habían retirado a descansar. En el exterior, el aire de la noche era húmedo y frío. Antes había llovido un poco, pero, con suerte, no lo suficiente para que las carreteras estuvieran en mal estado. El viaje a Escocia ya sería lo bastante largo sin carreteras llenas de barro y baches que aminorasen su marcha.

El carruaje ya le estaba esperando en el sendero, había ordenado que le prepararan uno de los vehículos viejos, para no dejar a la familia sin un medio de transporte adecuado, estaba un tanto descuidado, pero seguía siendo más cómodo que uno alquilado. Pero ¿dónde estaba el cochero? Frunciendo el entrecejo, Edward dejó el baúl en el suelo y se acercó al carruaje.

—¿Hola?

Sintió crujir la grava a su espalda, se volvió, esperando ver al cochero, pero en vez de eso acabó con un trapo húmedo apretado contra la nariz y la boca. Intentó apartarse, pero alguien más le agarró los brazos, sujetándoselos detrás de la espalda para que no pudiera defenderse. El olor dulzón de la tela le hizo rodar la cabeza. ¡Lo habían drogado! En vano luchó por soltarse, pero era demasiado tarde.

La oscuridad lo rodeó.

Se despertó sobre un suelo de tierra, bajo la mejilla sentía frío y humedad, parpadeando, se puso a cuatro patas, sin hacer caso del agudo dolor en los músculos que sintió al hacerlo, tenía la cabeza pesada, la lengua muy seca y se sentía fatal, pero al menos estaba vivo. Por el momento.

Oyó un extraño sonido tintineante mientras luchaba por ponerse en pie, miró hacia abajo y vio el grillete alrededor de su tobillo la cadena que salía de él iba por el suelo hasta la pared, le dio un tirón. No se soltó.

—A no ser que tengas la fuerza de Hércules, no podrás quitarte esa cadena.—Edward no necesitó volverse para saber quién hablaba, conocía la voz.

—¿Qué estás haciendo, Mike?

A su espalda, resonaron pasos sobre la dura tierra, siguió sin volverse. No le iba a dar a su hermano la satisfacción de pensar que le tenía miedo.

—Me parece que estoy impidiendo que te escapes con mi prometida, querido hermano. —el tono de Mike era burlón—. Ése era tu plan, ¿no? —Edward se volvió hacia él.

—Ella no te ama. —no sabía por qué había dicho eso, seguro que no iba a servir para que Mike le soltara.

—Yo tampoco la amo. —Mike sonrió—. Pero sus padres me darán una parte de sus negocios por casarme con ella. Además, tiene una dote muy considerable. —se encogió de hombros—. Y será una buena Duquesa, ¿no estás de acuerdo?

—Excelente —dijo Edward con los dientes apretados, Bella no significaba nada para Mike. Nada—. Por eso tengo intención de casarme con ella. —la expresión de Mike se endureció.

—No te vas a casar con Bella.

Sabía que no debía provocar a su hermano, que obviamente estaba loco, pero no podía evitarlo.

—Bueno, no será una Duquesa si se casa contigo. A no ser que planees matarme. ¿Planeas matarme, Mike? —de ser así, Edward esperaba que tuviera un buen plan, porque si conseguía liberarse, estrangularía su hermano con sus propias manos.

—No, no tengo planeado matarte —dijo Mike con una mueca—. Eso resultaría demasiado sospechoso.

—¿Y cómo planeas conseguir que Bella sea Duquesa?

—Tú me vas a dar el título. —la sonrisa de Mike había regresado. Edward negó con la cabeza, pensando que no había oído bien.

—¿Voy a hacer qué?

—Vas a firmar una carta afirmando que mi padre nunca estuvo legalmente casado con tu madre y que yo soy el verdadero Duque de Cullen.

Edward se quedó mirándolo, sorprendido. Ya no tenía ninguna duda de que su hermano estaba loco.

—Pero nuestro padre estaba legalmente casado con mi madre.

—Los documentos se pueden falsificar, Edward. Pero nadie dudará de tu palabra.

—No lo haré —afirmó Edward, negando con la cabeza—. No difamaré el matrimonio de mis padres sólo por tu ambición.

Mike dio un paso hacia él, y por un momento Edward pensó que iba a pegarle. Estaba preparado. En cuanto el pequeño lunático estuviera a su alcance le daría la paliza de su vida. Mike se detuvo justo fuera de su alcance.

—Lo harás. —apretando los dientes, Edward miró a su hermano fijamente a los ojos.

—¿Y cómo piensas convencerme?

—Es fácil. —Mike cruzó los brazos sobre el pecho—. Si no firmas, me ocuparé de que algo muy, muy desagradable le ocurra a Bella.

 

Capítulo 10: Capítulo 12:

 


 


 
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