Todo Gracias a mi Cuaderno de Historias (+18)

Autor: Lyhh_mt
Género: Romance
Fecha Creación: 21/04/2011
Fecha Actualización: 26/09/2012
Finalizado: SI
Votos: 16
Comentarios: 87
Visitas: 113345
Capítulos: 28

 

La vida de Bella Swan no es color de rosas. El hombre al que amaba ni la miraba. Al no poder transmitir sus sentimientos, plasmaba todas sus fantasías con ÉL en un cuaderno. Un día, ese cuaderno cambiará su vida para siempre... ¿cómo? averígualo aquí.

 

Amor… odio… dolor… felicidad… y sobre todo… suspenso… muuucho suspenso…

.

.

.

Hola, me llamo Lyane y este es mi primer fanfic. Bueno, qué decirles… me gusta mucho escribir y espero la opinión de ustedes, las lectoras (yo también soy lectora, por eso sé la importancia de la opinión y críticas de ellas a las autoras). Me encantaría saber lo que piensan… claro, pondré todo de mi parte para que esta historia sea de su agrado… yyy con respecto a los mensajes que sé que envían en donde incluyen insultos y demás, pues solo los ignoraré… si es que en esos mensajes, e incluyen algo así como críticas constructivas, que me ayuden a mejorar, que es lo que me importa, entonces, los tomaré en cuenta; mas no aquellos que solo ofendan…

Bueno, espero que les guste la historia y espero sus opiniones…

Lyhaane.

+ Añadir a Favoritos
Leer Comentarios
 


Capítulo 27: CHAPTER 26

DISCLAIMER: Los personajes le pertenecen a la grandiosa Stephenie Meyer... la admiro tanto!... okz okz... yo solo plasmo las ocurrencias de mi mente y juego con sus personajes.


Hola, chicas… yo lo siento mucho… no me alcanzan las palabras para disculparme con todas ustedes, por estar tanto tiempo sin actualizar el fic, pero es que no pude hacerlo por más que quise. He pasado malos momentos. Y todo se salió de control. No sé si lo recuerdan, pero en una ocasión mencioné que yo tenía una beca en una universidad aquí en mi país. Pues, tenía que trabajar muy duro para mantenerla y pues hubieron problemas en mi familia. Ellos no… cómo decirlo… no me apoyaban como yo quería. Me sentía sola y lo peor es que no les pedía grandes cosas. Solo una: tranquilidad. Eso era lo único que necesitaba, y ellos no me lo podían dar. Y por más que les decía que cada vez tenía más que leer y más que hacer, parecía que les llegaba altamente y no valoraban lo que esa beca significaba para mí. Cada vez me sentía más y más sola. Y mi mamá tampoco hacía nada. No sabía a quién recurrir. Fui a especialistas, pero me cansé de escuchar lo mismo de todos: que tenía que salir de esa casa, mudarme, lo que sea, pero irme. Porque los problemas allí no podían no afectarme si yo seguía allí. Porque por más que uno piense para sus adentros “ya, ese no es mi problema sino de ellos” resulta que “ellos” son mi familia y yo no me puedo hacer de la vista gorda. Y bueno, yo no contaba ni cuento con los medios para irme a otro lugar a vivir. Me cansé de todo. Me cansé de hacerlo todo yo sola. Era una carga grande para mí y de remate que ellos inconscientemente me presionaban a que sea como sea conservara la beca y sabían que lo haría porque “yo soy inteligente”. Me daba tanta rabia cuando ellos me decían eso que en esos momentos me callaba y me iba a mi cuarto a despotricar para no hacer algo que originaría pleitos innecesarios. Así que, bueno, mi cabeza ya no pudo más y explotó. Me sumí en una depresión muy fea y no podía estudiar, ni escribir, ni nada. Me rendí. Ya no quería seguir. Y pues, tuve que hacer un tratamiento, de lo cual mi familia no se enteró. Creo que ni siquiera se dieron cuenta de que yo me encontraba mal. Pero como sea, ellos nunca se dan cuenta. Así que, ahora aquí estoy, mucho mejor, con mis decisiones tomadas y con muchas ganas de escribir.

Espero que no me hayan abandonado y que puedan perdonarme. A partir de ahora, actualizaré como hacía antes. Una vez por semana o tal vez dos. Dependiendo de la demanda. Ya saben que ustedes pueden coaccionarme con tan solo unas palabritas. Es lamentable, pero real.

Bueno, con respecto al fic, como se lo dije a una de ustedes hace unos días, mis planes originales era que este capítulo sería el final del fic. Sí, iba a ser una sorpresa para ustedes, pero así lo había planeado. Entonces, debido al tiempo que dejé de actualizar, se vería feo que este cap fuera el final final. Así que decidí que efectivamente sería el final, pero con la diferencia de que dividiría ese final en 3 partes, es decir, el capítulo sería en 3 capítulos distintos. Por lo que aquí les dejo ahora la primera parte. Espero realmente que les guste y agradezco a las chicas que se preocuparon y me preguntaron si iba a seguir o no con la historia. De una vez les vuelvo a repetir: YO NO VOY A ABANDONAR NI ESTE FIC NI NINGUNO QUE ESCRIBA EN UN FUTURO. Así me tarde meses, nunca lo voy a abandonar. Habiendo aclarado esto, les dejo de una vez con el cap. Enjoy! Nos vemos abajito. =)


 

BELLS POV

Me encontraba sentada, mirando por la ventana de mi casa, pensando en cómo mi vida se había asemejado a una novela. Todo lo que me había sucedido era… casi irreal. ¿Existían realmente personas como Tanya? ¿Me había sucedido todo realmente o había sido producto de mi imaginación? ¿Un sueño? ¿Lo había escrito en mi cuaderno y había querido creer que sea real?

No, no podía haber no sido real… si no, no estaría aquí… sola, recordando cada momento de mi vida.

*

*

Después de que Kari y Edú se quedaran a vivir con nosotros, me sentí tan poderosa, porque creía que lo tenía todo. Un esposo que me amaba a morir, una hija maravillosa, unos padres cariñosos, al igual que mis suegros, mis amigos incondicionales, y una casi hija, Kari, que igual la consideraba como tal, y hubiese tenido toda la intención de adoptarla en algún momento, pero no podía quitarle el derecho a Edú, su hermano mayor, de tenerla. Desde un inicio, él quiso cuidarla, hacerse cargo de ella, y yo no podía negárselo. Así que, en mi corazón, ella siempre ha sido mi hija, por más que un papel no lo demostrara jurídicamente.

Todos habíamos conformado una gran familia. Recuerdo muy bien nuestras primeras vacaciones juntos, todos, sí que éramos muchísimos.

Todos abordamos el gran jet de la familia Cullen. Por poco y no cabemos todos, pero lo habíamos logrado. Nos dirigíamos a las Islas Griegas. Escogimos un lugar en el que ninguno de nosotros vivía. Y qué más que Grecia. Siempre había amado ese país. En algún momento de mi vida quería ir allí. Su historia me fascinaba y siempre había querido visitar los monumentos y construcciones arquitectónicas. Bueno, en esta ocasión, no haríamos turismo exactamente por la ciudad, sino nos queríamos alejar de todo el ruido, así que nos instalamos en una isla que todos alquilamos. No sabía que eso era posible, pero sí, la alquilamos y nos quedamos allí mucho tiempo. Claro, que hacíamos incursiones con algunos guías, que nos llevaron a lugares asombrosos. Los niños estaban sumamente fascinados y apenas llegaron habían amado las playas del lugar. Ese que era como un embrujo, que con solo verlo, sentía que te invitaba a que entraras y disfrutaras de sus aguas.

La pasamos fenomenal. Lo difícil fue regresar a nuestras casas. Los primeros en protestar fueron los niños obviamente. Por más que les decíamos que volveríamos en otra ocasión, no dejaban de llorar. Tuvimos que chantajearlos con llevarlos a Disneylandia, a los Estudios Nickelodeon e incluso los Estudios Universal, porque les encantaba Jurassic Park. Solo así aceptaron irnos de vuelta a Forks, y a continuar con nuestra vida diaria. Gracias a Dios no les dijimos cuándo los llevaríamos a esos lugares, ya que con el gasto que realizamos en las vacaciones, para mí, era más que suficiente por lo que llevaba del año. Tal vez, el próximo haríamos ese viaje dedicado solo a nuestros pequeños.

Una vez en nuestro país, todos volvimos a nuestras actividades. Yo trabajaba a medio tiempo, porque quería pasar mucho tiempo con mis dos lindas preciosuras, mi princesa y mi angelito Gabe, como yo lo llamaba, y también con mi esposo, pero a él lo veía a partir de las 6 pm, hora a la que llegaba a casa después del trabajo.

Cada día, Kari fue mejorando en su léxico y poco a poco se le fue entendiendo mejor sus frases en inglés. La estaba preparando para enviarla junto a Kat al preescolar. Ambas estaban muy entusiasmadas, ya que estudiarían juntas y conocerían nuevos amigos. Un día las encontré preparando las cosas que querían llevar cada una en su mochilita. Me pareció gracioso ya que faltaban unos cuantos meses para que empezaran las clases. Pero igualmente les ayudé y dejamos las mochilas colgadas, listas para el gran día.

Cuando el momento llegó, como creí que sucedería, fue difícil para Edward dejar a sus linduras. Y más cuando vio a un diablillo que hacía lo que quería y su madre no podía controlarlo. Trataba de angustiarme diciéndome que ese niño podía hacer daño a nuestras pequeñas y que ahora que estábamos a tiempo, las sacáramos de allí y esperáramos hasta el próximo año. Pero sabía que cuando el próximo año llegara, él me diría lo mismo. Así que no le hice caso y lo convencí. Le dije que nuestras niñas estaban creciendo y teníamos que afrontarlo. Si ellas querían ir a la escuela, no les podíamos negar esa oportunidad. Edward parecía un niño con los pies pegados al suelo, resistiéndose a que me lo llevara a casa. Le habían dado el día libre, así que no habría oficina ni nada ese día. Logré despegarlo diciéndole que había enviado a Zafirina con su madre para que le dé una receta de una comida que solo a Zafirina le salía exquisita, y ella se había llevado al pequeño Gabe con ella ya que sus abuelos decían que ya llevaban mucho tiempo sin verlos – claro, 2 días era muuuucho tiempo para ellos –  y que por tanto estaríamos solos, completamente solos, hasta que terminaran sus clases. Eso fue suficiente para que el que jale al otro sea él a mí. Aceleró el auto después de subir precipitadamente y en cuestión de un par de minutos, llegamos a casa. Él salió velozmente y me cargó como si fuera un saco y así entramos a casa.

Esa mañana fue tan genial… tan… me hacía recordar a nuestros viejos tiempos de adolescentes, en el que nos encerrábamos en mi habitación, aprovechando que mis padres no estaban en la ciudad o llegarían a casa por la noche, y nos la pasábamos entregándonos el uno al otro.

Sin embargo, ni esa ni ninguna otra tarde, mañana o noche se comparó a aquella en el que nos reencontramos el uno con el otro en ese sentido. Cuando después de haber estado separados 6 meses y luego haber esperado un tiempo más debido a la cesárea, volvimos a ser uno.

Ese día, Esme nos había hecho el favor de quedarse con nuestras niñas y obviamente nuestro bebé, Andrew, quien cada día estaba más enorme y más hermoso. Fue algo difícil separarme de mis hijos por todo lo que había pasado tiempo atrás, pero también quería pasar tiempo con Edward, a solas, conversar sobre ese tiempo lejos, desahogarme, amarnos.

Y no me arrepentí de haber aceptado su invitación.

*-*-*-* FLASHBACK *-*-*-*-*

Edward me llevó a un hotel muy bonito. Tenía un estilo victoriano en el interior, elegante, cómodo. Me gustaba. Él habló un momento con la recepcionista y luego volvió conmigo para dirigirnos a la habitación que él había solicitado. Subimos al ascensor y subimos hasta el último piso.

Cuando las puertas del ascensor se abrieron, quedé boquiabierta. Era inmenso… era impresionante… ¿no se suponía que era el último piso? ¿Entonces cómo podía haber otra construcción allí? Él me hizo caminar obnubilada hasta llegar a la entrada, pero no pude pasar desapercibido el exterior del edificio. Era como… mágico. Un paseo de aguas, plantas exóticas flotando. Era magnífico. (N/A: Si gustan ver cómo luce, en mi perfil está una imagen).

-Edwad… esto es…- pero él se puso en frente de mí y me tomó de ambas manos.

-No digas nada aún. Y si lo que quieres decir es que esto es demasiado, será mejor que lo pienses bien y no lo hagas. Nada es suficiente cuando se trata de ti.- su voz, que al inicio tenía ese toque gracioso por haber adivinado lo que diría, se tornó seria en la última parte. Busqué sus ojos y quedé hipnotizada por el amor característico que se desprendía de ellos. Nunca iba a poder creer que existiera alguien que me quisiera como él… y menos aún, que sea justamente él quien lo haga.

Mis manos fueron a sus mejillas casi por instinto y lo miré con todo el amor que sentía por él.

-A veces, siento…- lo pensé mejor y decidí no terminar lo que iba a decir- No. Sé lo que me dirás si acabo la frase, así que mejor no lo hago.- le sonreí con ternura, y cuando estaba retirando mis manos de su rostro, me detuvo.

-Bella, soy yo el que a veces siente que no te merece.- dijo firmemente, y terminando lo que yo no hice, pero aduciendo que yo era la desmerecedora de su amor, y no al revés. Iba a decirle que eso era discutible, pero no me dejó- Cuando éramos jóvenes… cuando íbamos al instituto, yo tenía una visión de la vida muy distinta a esta. Decidí vivir con rencor, abandoné la idea de ser como antes, de volver a serlo. Lo único que había en mi vida era odio, infelicidad, pesimismo… me negué a ser feliz como mis padres… hasta que tú llegaste, Bella. Tú me diste la oportunidad de tener esta vida que anhelaba en secreto. Tú me cambiaste todo. Y el hecho de que hayas sido tú, y sigas siendo tú, ya lo hace para mí, irreal. Te amo tanto… No quiero que pienses que no me mereces, porque es todo lo contrario. Tú hubieras podido conseguir incluso alguien mejor que yo. Tú hub…- mis dedos pulgares se colocaron sobre sus labios, impidiéndole continuar.

-Shhh… si tú no quieres oír de mí que no te merezco, yo no quiero escuchar de ti que hubiera encontrado alguien mejor que tú… porque eso es simplemente imposible.- él solo acarició mis muñecas y sacó con suavidad mis dedos de sus labios. Tenía una sonrisa ligera en ellos.

-Me amas demasiado.- susurró.

-Nunca es demasiado… nunca.- así terminé nuestra conversación, para luego enfundarnos en un beso lleno de amor y cariño.

Pero ese beso… ese beso se transformó en uno de necesidad, anhelo, ansias, pasión… lujuria. En un instante, ya estaba prendida… y quería más.

¿Y quién no? Digo, no habíamos estado juntos de esa forma desde antes de tomar el avión a Sao Paulo. ¡Habían pasado más de 8 meses! Que hubieran sido mucho menos de no haber sido por la cesárea. No había pensado que fuera tan doloroso. Después de eso, decidí no volver a someterme a una cesárea… o al menos hacer hasta lo imposible para que esa no sea la única vía de tener a mi bebé… si es que llegamos a concebir otro. Andrew estaba muy pequeño… sí, tal vez en unos años más. Además, actualmente me encontraba tomando la píldora… por si acaso, así que hoy no me preocuparía por protección ni nada de eso. Hoy solo quería olvidarme de todo y disfrutar.

A lo que iba… el beso. Si seguíamos así, nos quedaríamos aquí fuera y no entraríamos a nuestra… uhm… ¿habitación, supongo?

-Ed…- traté, lo juro, intenté llamarlo, pero sus labios presionaban fuertemente los míos, y eso fue lo único que logré decir. Sin embargo, aún tenía mis manos libres. Coloqué mis palmas en su pecho y lo fui alejando poco a poco. Él parecía desesperado. Tuve que aguantar una carcajada, cuando lo vi: tenía los ojos cerrados y sus labios fruncidos formando un pico en busca de los míos. Fue muy gracioso. Pero tenía que aguantarme.

-Te necesito, Bella.- Oh, Dios. Había escuchado muchas veces la voz de Edward excitado y diciéndome que me necesitaba, pero esta vez… esta vez sonó… diferente. Me hacía recordar a aquel día hace años, que llamé “mi día del sexo”. Oh, Dios. Teníamos que entrar ya, o tendría un orgasmo justo ahora. Digo, el jardín en el que estábamos al exterior de las instalaciones de lo que suponía era un hotel dentro de otro hotel, pero, no nos podíamos quedar aquí. Nos exhibiríamos ante todos, y solo yo puedo ver el magnífico cuerpo desnudo de mi esposo. Nadie más.

- Y yo te necesito a ti, Edward… pero no creo que este sea el lugar más adecuado para hacer lo que tengo en mente.- le susurré a la vez que mordía su labio inferior. Él me pegó más a su cuerpo y pude sentir su dureza en mi bajo estómago. Reprimí un gemido. No podía esperar más.

-¿Así que tienes algo en mente?- me ronroneó con esa sonrisa torcida suya, pero yo no estaba para juegos.

-¿En serio vas a seguir haciéndome preguntas? Necesito que entremos… ya.- le urgí. Tal vez soné como una adolescente hormonal, pero ¡vamos! ¡8 meses sin hacer el amor! ¡8 meses! Eso era demasiado para mí, y estaba totalmente desesperada. Tenía tantas ganas de sentirlo nuevamente… tanto, que con solo pensarlo podía correrme justo ahora.

-Paciencia, amor…- no, no paciencia.

-¿Paciencia? ¿Tienes una idea de cuán…?

-¿…difícil es estar 8 meses, 2 semanas, 5 días, 18 horas, 20 minutos y… 45 segundos sin hacer el amor? Sí, sí lo sé.- estaba segura de que mi boca estaba bien abierta. Tampoco había estado tan desesperada como para contar hasta los segundos. Pero al parecer Edward sí lo había estado. Y eso me encantaba. Prometía ser una gran, pero gran noche.

Lo siguiente que sentí fue que mi espalda chocó contra el frío metal. Parecía una pared. La verdad no me apetecía abrir los ojos para cerciorarme de dónde estábamos, pero el sonidito “pin” me hizo saber que nos encontrábamos en un ascensor. En ese momento, sin importarme de que alguien más pueda entrar en la cabina y pueda ver nuestro espectáculo, llevé mis manos a sus cabellos y lo jalé hacia mí todo lo que pude. Nuestras lenguas batallaban una con otra y exploraban como nunca la boca del otro. Y nuestras piernas… bueno, las mías ya estaban bien cruzaditas alrededor de la cintura de Edward. Ahí se veían bien bonitas. Él me cargó agarrándose de mis nalgas y luego las apretujó con sensualidad. Y eso combinado con que me atrajo más hacia él haciendo que nuestras pelvis se rozaran, me hizo lanzar un gemido de aquellos que emitía en mi adolescencia.

No es que le haya prestado mucha atención, pero creo que nos estábamos tardando mucho en aquel ascensor y por lo que pude observar desde afuera, este edificio no tenía más de 3 pisos. Estaba toda encendida y sentía la humedad en mis bragas, pero no podía permitir que nos encontraran en una situación no apta para menores de edad, ahora que lo pensaba mejor, lo que nuevamente me llevaba a un pensamiento que tuve con anterioridad: ¿Y dejar que vean el perfecto cuerpo desnudo de mi esposo? De ninguna manera.

Con mis manos sobre su pecho, lo alejé unos cuantos centímetros. Él gruñó con desencanto.

-Amor, creo que ya pasamos mucho tiempo aquí en el ascensor… aquí no… vamos a la habitación… ahora… en serio… ahora…- le susurré mientras me frotaba con su cadera. Él me miró con todo ese deseo contenido durante estos meses, me tomó en brazos al estilo novia, y salimos del ascensor. Teníamos prisa, ya que nuestra desesperación por estar juntos se podía palpar en el aire, pero justo cuando estábamos saliendo de aquella cabina tan pequeña, el ascensor contiguo  también se abrió y de allí salieron una mujer como de 40 años y otra muchacha como de 15 quien, suponía yo, era su hija. Al vernos, abrieron mucho sus ojos, pero desviaron su mirada cuando comenzaron a sonrojarse.

Escuché a Edward maldecir internamente cuando se dio cuenta de que ambas mujeres se dirigían en la misma dirección que nosotros. Mi esposo caminaba con paciencia, detrás de las mujeres que ¡carajo! Caminaban más lento que una tortuga. Parecía que iban en una procesión o algo. Ya iba a perder los papeles y les iba a gritar unas cuantas cositas, cuando se me ocurrió algo que una vez vi en una película hace muchos años.

Apoyé mi cabeza en el cuello de Edward y suspiré largamente en silencio, para luego rozar mi nariz por la suave piel de su garganta. Mi nariz se paseaba de arriba abajo, y cuando iba por la tercera vuelta, saqué con cuidado mi lengua y la comencé a pasear por el mismo camino que mi nariz. Sentí cómo la respiración de Edward se agitaba, se aceleraba, y sus brazos alrededor de mí, me apretaron más hacia él.

Estaba funcionando.

Mi lengua subió más allá del cuello de mi esposo, hasta llegar a su mejilla y casi canté victoria cuando llegué a mi objetivo: su tan sensible oreja. Suspiré con exageración antes de lamer su oído con sensualidad, con necesidad. Quería hacer que sepa cuán desesperada estaba. Cogí su lóbulo entre mis labios y lo chupé lentamente. Para esto, Edward ya estaba casi jadeando, deliberando internamente qué hacer. Si seguir el paso de las mujeres delante de nosotros, o mandar la buena educación al diablo y correr hacia nuestra habitación.

Todo su control se fue al tacho cuando moví mi lengua hacia su pequeño hoyo allí en su oreja. Emití un gemido solo para que él lo escuchase y tan solo bastó una lamida en ese agujero, para que sus brazos me tomaran con más fuerza, caminara con rapidez y sobrepasara a las mujeres, que se quedaron muy quietas, cuando escucharon el “con permiso” de Edward con una voz muy ronca debería agregar. Mientras él casi corría por el pasillo, atiné a mirar a aquellas mujeres inmóviles que nos miraban y les guiñé el ojo. ¡Rayos! ¿Es que acaso nunca habían visto a una pareja hacerse demostraciones calientes? ¿Ni siquiera en alguna película?

Bueno, en fin, soy una pobre mujer necesitada de las caricias de su amado esposo.

Las manos de Edward temblaban cuando sacó la tarjeta para abrir la puerta. Sí, gracias a Dios esta cosa no funcionaba con llave, porque sabe Dios cuánto se hubiese tardado en abrirla. Apenas entramos, Edward cerró la puerta con una fuerte patada, que me hizo reír internamente. Y pues, qué decir, mi esposo no estaba para seguir esperando, así que inesperadamente me bajó, para luego apretar sus manos en mi cintura y estrellarme contra la pared con violencia. El impacto solo causó que me humedeciera más. Me encantaba este Edward salvaje. Oh, sí. Ya podía recordar cuánto disfruté aquel día hace años… Este sería: “Mi día del sexo: segunda parte”… aahh suena bien… al menos para mí. Yo podía aún revivir cada segundo de aquel tiempo y podía recordar cómo terminé. Y quería repetirlo. Ya era hora. Sí, sí, quería repetirlo.

Como pude, le arranqué la camisa haciendo volar los botones de esta. Ambos reímos, ya que un botón casi se mete en mi boca, que estaba semi abierta, lo que me hizo poner una mueca graciosa. Pero la risa no duró mucho y los besos y caricias continuaron. Sus manos apretaban mis muslos desnudos, puesto que vestía un vestido, claro, con la intención de que fuera más fácil desvestirme. Además, sabía que cuando llevaba tacones, lo enloquecía incluso sin intentarlo. Estaba a punto de ser despojada de mis muy ligeras bragas, que elegí para que sean más fáciles de arrancar, pero me di cuenta que quería que nuestra segunda primera vez sea en una cama.

-La cama…- fue lo único que pude decir, ya que sus labios aprisionaban fuertemente los míos.

-No sé… dónde está…- jadeó él.

-Edward…- traté de sonar amenazante… creo.

-Está… bien…- pero él no avanzaba. Así que decidí tomar otra medida: deshice el agarre de mis piernas alrededor de su cintura.

-No te bajes…- casi me suplicó.

-Vamos a la cama.- le ordené sin dejar de besarlo y querer casi convertirme en su siamés.

-Si me sigues empujando… no llegaremos.- ¿yo lo estaba empujando?

-Lo… siento… Es que eres tan… atractivo…- finalicé mordiéndole el labio.

-No lo vuelvas a hacer… no lo muerdas… o te lo haré aquí mismo.- me amenazó llevando sus manos a  mis nalgas, incitándome a saltar nuevamente y rodearlo con mis piernas. Sin poder resistirme, eso hice. Y él no avanzó, mientras que sus manos seguían apretando mis nalgas.

-Camina…- mi voz ya estaba bien ronca. Pero al menos me hizo caso. Lento, pero caminó.

Pero…sí, muchos peros… él empujó mis nalgas hacia adelante y choqué contra su erección. Mis caderas por instinto, comenzaron el vaivén muy conocido por ambos, al sentirlo tan duro y grande allí abajo.

Él gimió y me estrelló nuevamente en una pared. Yo jadeé fuerte ante la rapidez y fuerza del movimiento, pero respondí con avidez a su aún más feroz beso y seguí moviéndome más fuerte. Mis manos dejaron sus cabellos y bajaron rápido por su pecho y su estómago, hasta llegar al cinturón, que desabroché sin problemas, y luego abrí el botón y bajé el cierre de su pantalón, dejándolo caer. Él lo pateó fuera, llevando también sus zapatos. Estaba a punto de sacar sus bóxers cuando me di cuenta que aún no estábamos en la habitación, digo, no sentía la cama bajo mi espalda.

-Muévete…- jadeé, pero él malinterpretó mi palabra y en vez de avanzar, comenzó a balancearse fuerte a la par que yo. Casi desfallezco por el contacto entre nuestras partes más que sensibles  y lo mando todo al infierno, pero resistí- No… camina, Cullen… camina.

-No… llego…- ¡Carajo! ¿Lo tenía que poner tan difícil?

-Entonces… corre… ¡Rayos! Aquí no.- casi rogué.

-Maldición… te amo demasiado, ¿sabes?- me susurró comenzando a correr.

-Oh, sí. Como yo a ti, amor.

Escuché cómo Edward abría una puerta y la empujaba con fuerza hasta que esta chocó contra la pared, mientras él con solo una zancada y un salto nos hizo estrellarnos contra la confortable cama. Nos reímos por cómo salimos rebotando por la fuerza que él había empleado, pero al sentir la vibración de nuestros sexos, la risa menguó y la temperatura volvió a subir. Nuestras manos hambrientas recorrieron nuestros cuerpos frenéticamente, y cuando me di cuenta, la tela que nos separaba ya no existía entre nosotros. Estábamos desnudos, desnudos buscando más contacto corporal, buscando unirnos, ser uno, y como si nuestras mentes estuvieran conectadas, nuestros cuerpos se acomodaron: mis piernas se abrieron permitiendo que él se coloque entre ellas, mis caderas se alzaron hasta rozar nuestras pelvis, nuestros gemidos estallaron al unísono, y nuestras miradas se unieron, mientras el momento preliminar al acto nos invadía. Realmente parecía nuestra primera vez, e incluso más cuando Edward habló.

-¿Protección?- preguntó en un susurro, pero sonó más como una súplica. Yo puse los ojos en blanco.

-¿En serio, Edward? ¿Protección? Estamos casados, ¿recuerdas? En verdad suenas como un adolescente.- ¿tenía él que haber dicho eso? Unos segundos atrás, apenas y me podía controlar para no agarrar su miembro e introducirlo en mí yo misma, y ahora…

-Lo sé, amor. Pero si…- él se detuvo un momento y luego siguió hablando- no es que no quiera más hijos, pero Andrew es tan pequeño aún y…

-Edward… no tenemos 18 años… ya no hables más… hace un momento… ¡Aaaahh! Te juro que si no lo hacemos en este preciso momento, soy capaz de violarte.- no podía ser posible que él estuviera hablando sobre esto cuando yo estaba tan caliente y encendida. ¡Rayos! Este es mi día del sexo segunda parte; no el día de hablar si es pronto o no de tener otro hijo.

-Mmmmmhhmm… ¿día del sexo segunda parte?- ronroneó él en mi cuello. Yo no lo había dicho en voz alta, ¿verdad? Yo lo había pensado. Nada más.- Así que quieres quedar como nuestro día del sexo parte uno, ¿eh?- yo me quedé callada. Estaba muy avergonzada. Sabía que esto del día del sexo sonaba como a una chica adolescente de hormonas alborotadas con tendencias ninfómanas y…

Todo pensamiento se evaporó de mi mente cuando lo sentí. Fue solo la punta, pero igualmente me dejó sin aliento.

-Dime, Bella. ¿Quieres que sea como aquella vez?- mi voz no salía, mientras mis caderas luchaban contra el peso de Edward por obtener más.- No, cariño. Sin trampas. Primero me respondes y luego…- se adentró un poco más, haciendo que gimiera alto, pero luego lo sacó, ocasionando en mí un lamento por la pérdida.- Contéstame, Bella. ¿Lo quieres?

-S-ssi-i – no sé cómo rayos logré hacerlo, pero dije “sí”… o algo parecido.

-Mmmhhhmm… ¿Quieres que lo hagamos duro? ¿Cómo ese día? Dime, Bella.- me ordenó introduciéndose y saliendo nuevamente al instante.

-S-sii, sí, Edward…- casi grité.

-¿Tan duro que mañana no puedas andar?- no respondí. No podía. ¡Dios!- ¡Dime!

-¡Sí! ¡Carajo! Y si no lo haces ahora, Edward Cullen, te vas a arrepentir. Lo juro.- mi paciencia se había acabado y hasta yo me sorprendí al escuchar el tono de mi voz.- Así q…

Pero mi voz se fue a pasear nuevamente cuando sentí que entró de lleno con una sola embestida.

-¡Oh, Dios!- no estaba segura de si eso había sido interno, mental, o en voz alta; pero sea como sea, lo dije.

Y en un segundo, llegué al cielo.

Era como si… nos volviéramos a encontrar… como si hubiéramos estado tan lejos el uno del otro, separados como si no perteneciéramos al mismo mundo… como si el cielo, las nubes, las estrellas, hubiesen sido una barrera entre nosotros, apartándonos… y ahora, habiendo quedado todo eso en la nada, nos volvíamos a juntar, a sentirnos, a reconocernos con tan solo caricias, besos, miradas… y, bueno, palabras sin sentido ni coherencia.

Sentirlo dentro de mí otra vez era… inexplicable. Las sensaciones eran únicas… Sabía que las personas sentían lo mismo cuando encontraban realmente al amor de su vida, pero decirlo me hacía sentir como si fuese la única en el mundo que podía llegar a tenerlo. Y el hecho de que ahora mismo estaba viendo cómo nuestros cuerpos se unían una y otra vez, me hacía sentir como si fuese… la reina del mundo.

Sí, suena a lo Di Caprio, pero eso sentía.

-Bella…- escuché que me llamaban- Oh… Bella… no sabes cuánto te he extrañado…- de hecho, sí lo sabía.

-Te equivocas… yo te he extrañado tanto o más que tú a mí…- Oh, mi voz apareció.

-Bella… quiero… necesito ir más rápido… sentirte más… necesito estar más dentro de ti, amor… no lo soporto más…- Oh, cómo amaba que hablara así.

-Entonces… hazlo… Edward… quiero sentirte más profundo… aahh… sí, amor…- él no esperó ni un solo segundo y aumentó la velocidad de sus embestidas y cada vez llegaba más… más adentro.

-¡Oh, cariño!... ¿Así?- susurró en mi oído para luego absorber mi lóbulo.

-Sí… sí… Edward… fuerte… necesito sentirte más…- gemí a la vez que llevaba mis manos a sus nalgas y lo atraía más a mí. Ambos gemimos fuerte por la sensación, pero él se recuperó y entró en mí con más fuerza en cada embestida.

Podía sentir cómo la Bella atrevida y salvaje resurgía del interior de mi cuerpo. Y a cada segundo que pasaba, se apoderaba de mí, me invadía… y quería tomar el control.

-Más… más… Edward…- ya estaba casi gritando… pero poco me importaba.

Mi esposo solo aumentó la fuerza de sus embestidas y yo casi estaba por desfallecer… pero yo aún quería sentirlo más… más cerca.

Como pude, liberé mi muslo derecho de su fuerte agarre y lo levanté por entre nosotros. Primero coloqué la planta de mi pie en su pecho, para luego descansar mi pierna en su hombro.

El ángulo cambió… y yo conseguí por fin lo que quería…

-Mmmhhmm… Edward… justo ahí… oh, Dios… no pares…- gritaba yo, o gemía, ya no lo sabía con exactitud, pero él me acompañaba.

-Bella… cariño… aahh… estoy cerca…

-Edward… Edward…

-Vente conmigo, amor… siénteme en tu interior… siente cómo palpito… siente cómo me envuelves… cómo me aprietas… ¿quieres sentirme pulsar en tu interior?...- Dios, cómo es que conseguía decir tantas palabras seguidas y con sentido…

-Sí… Edward… lléname… quiero sentirte…- con un gruñido gutural, él embistió más rápido y con más fuerza sosteniéndose de mi pierna en su hombro… hasta que ambos llegamos al clímax gritando nuestros nombres, hasta perder el aliento y caer rendidos. Él soltó mi pierna dejándola caer para luego desparramarse sobre mí. Sentía su peso, pero no me importaba. Lo único que quería era sentirlo siempre cerca.

-Te amo tanto, mi Bella…- habló él apenas recuperó su voz. Él se volteó sobre la cama, llevándome con él, por lo que ahora yo estaba arriba y él abajo.- Esta noche… no la voy a olvidar jamás

-Ni yo, cariño. Te amo. Te amo… mucho.- nuestros labios se juntaron, pero ahora con suavidad. Él pasó sus manos alrededor de mi cintura y me apretó más cerca de su pecho, lo que nos hizo sentir la humedad de nuestros cuerpos, nuestro sudor ocasionado por el trajín de nuestro acto de amor.

-Y… ¿ya tuviste suficiente o…?

-¿Bromeas? La noche recién comienza, amor. Además, aún os falta mucho para superar aquella noche hace tantos años, aunque no son tantos, pero ya era hora de repetir el plato… así que… ¿listo?- besé y lamí su pecho, balanceando mis caderas, mientras lo sentía crecer dentro de mí.

-Noche del sexo, allá vamos…- se sentó conmigo aún sobre él, y comenzamos otra vez.

*-*-*-*  FIN FLASHBACK *-*-*-*-*

Como él lo dijo, esa noche no la olvidó jamás… y yo tampoco.

Pero eso fue hace varios años. Y en ese tiempo que pasó, sucedieron muchas cosas.

Buenas, malas… malas… tristes… muy tristes…

Dos años después de aquella noche, todo iba tan bien como la vida de cualquier pareja de casados. Mi familia se encontraba bien, mis amigos también. Nunca faltaban los problemas, pero siempre nos encontrábamos unidos y sabíamos buscar la solución. Y las peleas tampoco faltaron, y aunque   en algún momento pensábamos que todo iba a acabar, el amor que sentíamos nos daba fuerzas y nos hacía recapacitar, pensar y no tomar decisiones de las que nos arrepentiríamos después.

Pero, a veces, ni tu gran amor, ni tu familia, ni tus amigos, ni tus hijos pueden detener lo imparable. No se puede tapar el sol con un dedo… y aunque yo tenía siempre presente que era imposible vivir para toda la eternidad, al menos aquí en la Tierra, aquel día no dejé de maldecir a la muerte… y a la irresponsabilidad de muchas personas allá afuera, que, tal vez sin proponérselo, te arrebatan lo que más quieren.

Sin embargo, siempre me preguntaba… ¿solo 2 años? ¿Dos años de “tranquilidad”? ¿De vivir como los demás? La vida no era fácil, y muchas veces tampoco justa, pero no podía ser que me sucedieran tantas cosas así… a mí, a mi familia… a mi amor.

Lo recuerdo muy bien.

 

*-*-*-* FLASHBACK *-*-*-*-*

Era un viernes por la tarde. Esme se había llevado a las niñas y también a Andrew, que amaba estar con sus abuelitos. Siempre le daban lo que él quería. Y más cuando estaban los cuatro juntos. Charlie y Reneé se habían sumado al grupo y estaban más que encantados de mimar a su nieto menor, que cada día aprendía más palabras, y estaba segura que cada vez que él decía su tierno “te quedo beíta Eme” o su “te quedo beíta Ené” o su “te quedo beíto Alai” o también su “te quedo beíto Ali” o cuando gritaba con sus bracitos abiertos “Los quedo beítooooss”  los orgullosos abuelos le daban todo lo que él les pedía. Les había advertido que dejen de malacostumbrarlo y engreírlo, pero ellos se hacían de orejas sordas. Y yo, cada vez que ellos me hacían este tipo de favores, ya no les decía nada más. Después de todo, no podría hacer lo que tenía previsto si tuviera a los niños aquí, gritando y jugando por toda la casa.

Sí, todo había sido un plan. Yo les había pedido que se quedaran con los niños porque le había preparado una cena especial a Edward. Cuando se los dije, ambas me miraron pícaras, y antes de irse no evitaron decirme:

-Espero que esta vez sea otro niño… ya saben, piensen en ello toda la noche y a ver si tenemos otro príncipe en los próximos nueve meses. La enorme casa Cullen necesita más integrantes que correteen por los pasillos.

-Sí, hija. Y no pierdan el tiempo. Quiero estar aún en forma para poder jugar con todos mis nietos, todos. Y no olvides que Charlie está más que entusiasmado por enseñar a Andrew a pescar y sabes que con él no será suficiente. Si salen gemelos, mucho mejor. Así que, hagan bien su trabajo y a ver si nos dan una sorpresa.

Eso fue suficiente para mí. Les dije que ya era hora que las abuelitas se vayan, y ellas me miraron con reproche. No las entendía. Cuando sus nietos las llamaban “abuelita”, ellas contentas, pero cuando yo o Edward se los decíamos, nos miraban mal. Pero esta vez, con mirada recriminatoria y todo, las saqué de mi casa. Tenía que dejarlo todo listo para antes de las 6 pm.

Una vez ellas se fueron, me puse manos a la obra. Había preparado comida italiana. Podía decir que cocinaba una lasaña y unos enrollados de queso derretido exquisitos. Y sabía cómo Edward disfrutaba de ellos cuando los hacía. Cuando ya tuve todo preparado y la mesa puesta, fui a darme un baño y a cambiarme. Había escogido un vestido sencillo pero muy bonito para esa noche. Era rojo con escote en V, y llegaba hasta mis rodillas. Me puse unos tacones que Alice me había acompañado a comprar, y aunque me parecieron un poco demasiado altos, no me sentía incómoda al lucirlos, ya que tenían plataforma. Me coloqué el perfume que a él tanto le gustaba y me maquillé tan solo un poco, casi nada.

A las 6:20 pm, decidí llamarlo para preguntarle si aún le faltaba mucho para llegar. No estaba segura de si dejar la lasaña aún en el horno o sacarla y colocarla en la mesa. Le marqué y esperé a que contestara. Sabía que si aún se encontraba manejando, estaría en la opción de manos libres en el celular, así que no correría riesgos de manejar con una sola mano.

-¿Amor? ¿Sucede algo?- me contestó algo preocupado.

-Edward, cariño. No, no sucede nada. Solo quería preguntarte si ya estabas viniendo a casa.

-De hecho, en 5 minutos estaré estacionado en el garaje. ¿Por?

-Bueno… digamos que he preparado algo muy rico y no quiero que se enfríe.- casi podía verlo sonreír al otro lado del móvil.

-Mmmmhhmm, entonces no tardo, amor. Y estoy llegando. Incluso, si sales, podrás ver el auto a lo lejos. Yo ya puedo ver nuestra casa.

-¿En serio? Entonces te espero en el porche.

-Está bien, señora Cullen. No tardo.

-Eso espero, señor Cullen.- ambos reímos y colgamos. Yo me arreglé por última vez, y salí para divisarlo. Me paré al borde de la carretera y dirigí mi mirada a la dirección por donde él estaría viniendo, y efectivamente podía ver el Volvo plateado acercándose cada vez más. Ya cuando podía ver su silueta en el asiento del piloto, él hizo señas con los faros delanteros del auto y yo me quedé mirando divertida. Eso de las señales lo solía hacer con Kat, Andrew o Kari, mas no conmigo.

Lo esperé allí viendo cómo una sonrisa adornaba su bello rostro. Una sonrisa que estaba segura también se ensanchaba en el mío. Tan solo unos segundos más y se lo diría. Suspiré con alegría viendo cómo el dueño de mi felicidad se acercaba cada vez a mí.

*-*-*-* FIN FLASHBACK *-*-*-*-*

Un minuto.

Tan solo faltaba un minuto para que nuestras vidas fuesen aún más felices.

Pero no fue así.

Una presión en el pecho me alertó al instante y sentía como con el pasar de los segundos mi cuerpo temblaba imperceptiblemente. Pero no sabía por qué. Estaba un poco nerviosa, todo ese día lo había estado, pero ese temblor en mi cuerpo me asustó.

Y todo empeoró cuando sucedió.

Con el corazón a punto de salírseme por el pecho, vi cómo una camioneta de carga impactaba por el costado el auto de mi esposo, arrastrándolo por la fuerza del impacto. Y aun habiendo chocado, la camioneta no paró.

El grito que quería emitir se quedó atorado en mi garganta. Mi cuerpo se paralizó. Mi respiración se cortó. No sentía mis piernas. No sentía nada. Hasta que una voz me despertó del letargo.

¡Edward!

Mi respiración era rápida, y sentía que de un momento a otro me desvanecería, pero aún así corrí… corrí lo más rápido que pude hacia donde estaba el auto destrozado de mi esposo. Casi me caigo en varias oportunidades, por lo que tiré lejos mis tacones y corrí con pies descalzos por la carretera. Mientras más me iba acercando, más se iba nublando mi vista. Las lágrimas caían sin cesar y sin poder controlarlas.

Fue horrible. Ver cómo todo el lado izquierdo del auto estaba totalmente aplastado, hundido, destrozado. Y la camioneta incrustada allí.

Me acerqué más, pero no podía ver a Edward. Y tampoco podía sacarlo si es que lo veía. Tenía que darme la vuelta e intentar hacerlo por el lado del copiloto.

Corrí alrededor, y tiré con fuerza de la puerta cuando pude ver un cuerpo ensangrentado e inconsciente.

Mi llanto ahora ya no silencioso salía con fuerza. Mis gemidos parecían gritos. Sí, eso quería hacer en ese momento. Gritar. Gritar fuerte. Pero más que eso, quería sacar de allí a Edward. Quería sacarlo y quería que abriera sus ojos cuando se lo pidiese y quería oírlo decirme que todo saldría bien y que no podría librarme fácilmente de él. Quería que me diga que ya no llore más y que no sea tan exagerada. Que no me preocupara porque tan solo se había hecho unos rasguños.

Así que teniendo eso en mente, me estiré todo lo que pude por el asiento del copiloto e intenté sacar a Edward. Él seguía inconsciente y estaba atascado con el cinturón de seguridad. Mi cuerpo temblaba aún más y eso no me estaba ayudando en mi intento de sacarlo de allí. Su cuerpo pesaba mucho y sumando mis nervios y mi desesperación, mis brazos no lograban siquiera moverlo un centímetro.

Intenté hacer que despertara. Lo tomé del rostro e intenté abrirle los ojos. Lo llamé.

-Edward… ¡Edward! Amor, despierta. Por favor, amor. Tengo que sacarte de aquí. Por favor. Edward.

Pero él no respondía. Tenía miedo. Llegué a pensar de que ya era tarde y que no había más que hacer, pero al colocar dos de mis dedos en su cuello, pude sentir su pulso.

Con las fuerzas recobradas por la esperanza de que aún no era tarde, metí mis manos por sus axilas y lo jalé con todas las fuerzas que tenía. Lo arrastré como pude. Cayéndome y volviéndome a levantar. Hasta que lo saqué completamente.

Vi el camino de sangre que había dejado, pero zafé mi vista de ello cuando sentí las náuseas tomar poder en mí. Ese no era el momento para sentirme débil. Tenía que sacar fuerzas. No podía romperme. Rompí la tela de mi vestido y envolví su cabeza con ella. Rompí más pedazos y los amarré alrededor de su brazo izquierdo y su pierna derecha. Luego, lo recosté en mi regazo e intenté despertarlo nuevamente.

-Edward, cariño, despierta, por favor…. ¡Dios! Por favor, Edward. Edward, por favor.

En ese momento, lo único que quería era que él reaccionara, pero luego me di cuenta de que estaba siendo una idiota. Necesitaba ayuda y yo estaba allí perdiendo el tiempo.

Dejé su cuerpo sobre el piso y corrí nuevamente hacia el auto. Busqué su celular por debajo de los asientos, hasta que lo encontré debajo de la palanca de cambios. Con las manos temblando, llamé a una ambulancia.

Volví donde estaba el cuerpo inerte de Edward y lo abracé. Lo besé y le dije que todo estaría bien.

De pronto me di cuenta de que debía avisar a los demás. Así que tan rápido como pude, llamé a la casa Cullen. Sabía que allí estarían las chicas aún, haciendo compañía a Esme y dejando que los niños jugaran un momento.

Alice fue la que contestó.

-¿Edward? ¿Qué…?

-Alice, soy yo. Bella.- hablé con voz ahogada.

-¿Bella? ¿Qué sucede? ¿Estás llorando?

-Alice, tienen que venir. Tienen que ir al hospital. Edward…- pero ella no me dejó terminar.

-¿Qué le pasó a Edward?- de pronto se oyó un movimiento rápido y la voz ya no era la de Alice sino la de Esme.

-¿Bella? ¿Dónde está Edward? ¿Qué pasó?- podía sentir la preocupación en su voz. Y yo no sabía cómo decírselo. Pero tenía que hacerlo.

-Una camioneta… él estaba tan cerca de casa…- mi voz se atoró  y no quería salir.

-Bella, tranquilízate, hija dime qué pasó con mi hijo. ¿Dónde estás?- ella en ese momento ya estaba sollozando como yo, pero sabía que ella necesitaba respuestas y yo tenía que dárselas.

-La camioneta… colisionó contra su auto… - escuché cómo su respiración se detenía y un gemido doloroso hacía acto de presencia- Él no responde, Esme. Hay mucha sangre.

-¿Dónde está, Bella?

-En la carretera. Llamé a una ambulancia. No tardarán en llegar. Esme, tengo miedo.- lloré.

-Tranquila, hija. Todo saldrá bien. Ya verás. Estoy saliendo para allá. Alice está llamando a Carlisle. Nos veremos en un momento, ¿sí? Tranquila, Bella.

-No lo quiero perder.- mi voz salió como una lamentación.

-No lo harás. No lo vamos a perder, hija.- y la línea se cortó.

Me quedé allí, abrazando el cuerpo de mi marido, mientras escuchaba las sirenas de la ambulancia a lo lejos. Esos minutos allí fueron los peores de mi vida. No podía soportar ver cómo me quitaban a Edward de mis manos y yo no podía hacer nada más que esperar. Recuerdo bien cómo me mecía con su cuerpo, llamándolo y diciéndole que se iba a recuperar, y que todo volvería a ser como antes. Tomé sus manos en las mías y no las solté en ningún momento. Y cuando sentí que él apretaba mi agarre, llevé mi mirada rápidamente hacia la suya.

-Bella…

-Shhh… Edward, cariño… tranquilo. Todo va a salir bien. La ayuda ya viene.

-Bella… te amo… t-te…

-No, no, Edward. No te despidas. No lo hagas. Por favor. Edward, escúchame. La ambulancia ya viene. Iremos al hospital. Carlisle nos está esperando. Te van a curar y todo será como antes. No te despidas de mí.

-Sabes que puede… que eso no pase…

-No, no, no. Edward, mírame. Quédate conmigo. Tú eres fuerte. Sé que puedes hacerlo.- en ese momento, me rompí y lloré, rogué. No lo podía dejar ir. Y no podía permitir que se lo llevaran de mis manos- Por favor, Edward. No puedes dejarme. No.

-Bella…- cuando escuché en ese momento cómo su voz se apagaba, lo tomé con más fuerza y lo obligué a no cerrar los ojos.

-Mírame, mírame, Edward. No duermas. Quédate conmigo. Por favor. No me dejes. No ahora. No cuando nuestro amor ha dado frutos… otra vez.- en ese instante, el clavó su mirada en la mía y vi cómo sus ojos se fueron llenando de lágrimas- Sí, amor, estoy embarazada. Te lo iba a decir hoy… lo había preparado todo hoy para decírtelo. Tendremos otro bebé, amor. Así que… por favor… no nos dejes. No lo hagas. Eres fuerte. Lucha, amor. Por nosotros… por nuestros hijos… lucha, cariño.- él se quedó mirándome, pero no dijo nada.

La ambulancia llegó en ese momento y llevó a Edward al hospital. Yo no me separé de él en ningún momento. Tampoco solté su mano. La sostuve incluso cuando lo llevaron en una camilla rápidamente por los pasillos del hospital. Hasta que nos separaron en la entrada al quirófano. Allí vi a Carlisle, quien me dirigió una mirada tranquilizadora, pero solo por un momento, ya quelas puertas se cerraron y yo ya no pude ver más.

Recordar ese momento es incluso más duro que recordar el martirio que viví cuando el avión en el que yo iba se estrelló. Peor que aquel momento en que le pedí a Edward que salvara a nuestro hijo a cuesta de todo. Porque preferiría mil veces morir yo a que él lo hiciera. Y eso no cambiaba. Incluso ahora.

Porque a pesar de que en ese momento tenía mucho miedo de que Edward muriese, sabía muy dentro de mí que eso sería imposible. Nosotros no merecíamos un final así. Nosotros merecíamos ser felices. Habíamos pasado por demasiado para terminar así. Y sabía que Dios no me lo arrebataría. No, no lo haría. Y Edward no lo permitiría. Por mí. Por los niños. Por el nuevo ser que crecía dentro de mí. Porque sabía que al decirle que tendríamos otro hijo, sacó fuerzas de donde no tenía y se aferraría a ella para quedarse con nosotros. Porque aún nos faltaba mucho por vivir.

Y no me equivoqué.

*

*

Continuará…



Bueno, hasta aquí, es la primera parte del final de esta historia. ¿Les pareció muy dramático? Pero es que cosas así pasan. Yo lo he visto. Y uno se siente tan impotente por no poder evitar que personas irresponsables quiten la vida a otros. A nuestros seres queridos. Porque, bueno, no sé si se entendió, pero el chofer de la camioneta fue un irresponsable. Así lo taché, pero más adelante, en el prox cap se entenderá que lo fue porque no estaba en estado adecuado para manejar.

Como dije arriba, las actualizaciones serán semanales o tal vez dos veces por semana. Ahora sí, me despido yyyy nuevamente les agradezco a todas ustedes por seguirme. Adiós yyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyy obviamente que pasen una muy FELIZ NAVIDAAAADDDDDD. No estamos leyendo. Byeeeeeeeeeeee

 

Lyhaane.

Capítulo 26: CHAPTER 25 Capítulo 28: CAPÍTULO FINAL

 
14438619 visitas C C L - Web no oficial de la saga Crepúsculo. Esta obra está bajo licencia de Creative Commons -
 10756 usuarios