PROTEGEME

Autor: GBCullen
Género: + 18
Fecha Creación: 29/07/2013
Fecha Actualización: 17/09/2013
Finalizado: SI
Votos: 15
Comentarios: 28
Visitas: 43618
Capítulos: 24

Edward agente de la CIA tiene una nueva mision, sera capaz de cumplirla, apegarse a la reglas y sobre todo... ¿que sera capaz de arriesgar por amor? 

Edward dio un par de toques a la puerta.
- Pase.
Giró el pomo y entró a la oficina de su jefe, Sam. Se sentó en frente de él.
- ¿Y bien? – dijo Edward con una expresión fría en su rostro.
.- Te llamé para que nos vuelvas a dar tus servicios.
- Sam, te dejé claro que no volvería a trabajar para la CIA después de lo que paso con Kate.
- Vamos, hace más de tres años que pasó esto. – sacó una foto de una pequeña carpeta. La puso boca abajo. La curiosidad invadió a Edward.
- Esta vez tenemos a una experta masajista. Isabella Swam Ha tratado con personajes importantes, incluido a James Donovan.
- ¿El criminal?
- Eso creemos. Últimamente han muerto muchas chicas, y tememos que haya sido él. Además, pensamos que Isabella a tenido relaciones con James. Y puede ser la próxima en morir. Tendrás que interrogarla para averiguar si sabe algo y… - la penetrante mirada de Sam se clavó en la de Edward– protegerla de cualquier peligro. Tú eres el más adecuado para ello, has sido uno de los mejores entrenados.

Edward Cullen negó con la cabeza. En ese momento Sam giró la foto. Edward se quedó mirando a la seductora mujer que había en ella.
- Piénsatelo.

 

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Capítulo 5: Protègeme

Bella intentaba dar patadas, pero Edward la tenia cogida por los muslos, encima de su hombro.

- Estate quieta muñeca, no me gustaría tener que abusar de mi fuerza. – pero ella no izo caso. Edward le dio un cachete en una de las nalgas, cubiertas solo por aquellas excitantes braguitas negras. Ella abrió los ojos y paró de patalear en el pecho de Edward – Veo que me entendiste. –

Sonrió y la dejó con cuidado en el copiloto. Bella lo miraba con lágrimas en los ojos, de los nervios, de la rabia, de todo. Edward se puso las gafas de sol y metió las llaves por el cerrojo del coche. Le echó un último vistazo a Bella.

 - No me llores ¿eh? – dijo negando con la cabeza - ¿confío de que te puedo desenmordazar? Ella asintió rápidamente. Edward le quitó la mordaza. Bella respiró hondo y profundamente. Edward arrancó el coche, sin una simple sonrisa, ni siquiera una tierna mirada. Frio como él sabía ser. Bella lo observó. La chaqueta de cuero le daba un aire súper erótico, arrapado a sus musculosos brazos, igual que ese jersey negro en sus abdominales. Los pantalones, ni estrechos ni anchos daban mucho a la imaginación, aun que ella ya sabía el par de piernas que escondían. Y las botas a lo militar, terminaban de rematar la virilidad de aquel personaje. Se sonrojó sin saber por qué. Vio el pantalón rasgado, y como de él salía sangre sin cesar.

- Te sangra la pierna. – dijo moviéndose en su asiento, como señal de que la desatara.

 - Ya estoy acostumbrado. Esto es solo un rasguño.

 - ¿Un rasguño? Quizás hacen falta puntos y todo… - Bella consiguió desatarse las manos y se inclinó, ante la pierna de Edward. 

- Eh, ¿Qué coño haces? Quieres que tengamos un accidente…

- Cállate. – le ordenó ella. Edward por primera vez se sintió dominado.

 ¿Por qué? Él era el que dominaba a las mujeres, nunca al revés. Y aquella mujer lo había hecho callar.

– Estudié algo de primeros auxilios.

 Le subió el pantalón a Edward, mientras apoyaba la frente a la rodilla derecha de él. Se mojó un par de dedos con saliva y mojó la herida. A Edward le escoció esa herida. Se tensó y en su cara se expresaba dolor. Aun que no para todos pareció ser dolor… Un policía le mandó que parase.

- Bueno, pero que tenemos aquí. – dijo cuando Edward bajó la ventanilla y Bella se volvió a incorporar en su asiento, habiendo cubierto la herida de Edward con un pañuelo – mamada en plena carretera.

- No, agente, no es lo que parece. – se intentó disculpar Bella.

- Claro, nunca es lo que parece. – la miró, comiéndosela con los ojos, ya que la chica solo iba cubierta por ropa interior. Edward se percató y le lanzó su chaqueta de cuero a Bella. Ella se tapó rápidamente.

- Agente…

- Nada de peros ni quejas. – sonrió – espero que haya disfrutado de la mamada, señor…

- Edward, Edward Cullen- dijo pasándose la mano por el pelo – aun que se equivoca.

- Ya claro… - sonrió de nuevo – por esta vez solo serán doscientos dólares, porque la señorita también iba desabrochada.

Edward sacó su billetera y haciendo de la multa que le dio el policía, una bola tirada en el maletero del Lamborgini, pagó de mala gana. Asegurándose de que esta vez Bella se abrochaba, arrancó de nuevo.

- Lo siento… - murmuró Bella , apenada por el gasto. – No debí moverme.

 - No, no debiste. – dijo Edward gruñendo. – podríamos haber tenido un accidente.

 Bella se sorprendió.

 - Pero no me refiero a eso… a la multa…

- Por eso no te preocupes. No es nada.

- Si lo es...

 - ¿Tienes que tener siempre la última palabra? – dijo Edward mirándola por encima de las gafas de sol.

Ella no dijo nada más, volvió la mirada hacia la ventanilla. Edward se fijó en la deliciosa comisura de sus rosados labios. Y como desearía que el policía hubiera tenido la razón.

Bella se sonrojó. En cambió observó a Edward por el rabillo del ojo. Él no estaba ruborizado, para nada. Después de la acusación del policía... se imaginaba ¿y si aquello hubiera sido cierto?. Sin pensarlo, se aferró más a la chaqueta de Edward. Olía bien, olía a hombre, mezclado con un perfume viril y excitante.

- ¿A dónde vamos? – preguntó Bella pensativa.

- A una casa que tengo en mi cala privada. – dijo orgulloso. Bella supo que a aquel individuo que la había raptado le sobraba el dinero.

- ¿Por qué no me llevas a mi casa y olvidamos lo sucedido? – suspiró – yo como si no te hubiera visto nunca.

- Nena, eso es imposible. – en su rostro se dibujó una sonrisa espectacular. La ronca voz estremeció la espina dorsal de Bella, produciéndole un delicioso escalofrió. – Además, los secuaces de James, una de las bandas de una mafia rusa, te estarán buscando, ahora que ya has tenido trato con él.

- ¿Pero por qué? Yo no hice nada.

- Bastó con las relaciones que tuviste con James Donovan, para que te involucraran con él. Ahora eres tú a la que buscan. Son así de sádicos... – Edward tragó saliva, a Bella le extrañó, y con un hilo de voz terminó la frase – los rusos...

A  Bella se le llenaron los ojos de lágrimas.

- No me llores, ya te he dicho que no me gustan las lágrimas. – Dijo Edward  entrando en un gran subterráneo donde había un BMW plateado, igual de bonito que el caro Lamborgini. – Conmigo estás a salvo, mi jefe me encomendó que te protegiera e intentara sacar de ti más información sobre la mafia de Donovan. Y así lo haré.

 Salió del coche y se dirigió al copiloto. Bella se había olvidado de todo, hasta de desabrocharse los pies. Edward abrió la puerta y al ver que aun seguía con la cuerda se agachó y se la desabrochó. Bella se sonrojó al sentir la respiración de la boca de

Edward chocando contra su muslo. Pronto la cuerda cayó al suelo.

 - Habrá un par de normas. – dijo Edward, estricto – No intentaras huir, a no ser que quieras que te maten – rió – Aun que es prácticamente imposible, el acceso aquí es muy difícil hay muchas armas de protección contra personas alienas. Esta enorme cala es mía, todo lo que tiene me pertenece a mí. – la miró – Ahora tú estás incluida a la lista.

- No te pertenezco – musitó Bella.

- Ahora sí. Estas en mi propiedad, eres de mi propiedad. – la miró – prométeme que por tu seguridad no saldrás de la isla.

Bella agachó la mirada.

- Bella. – la primera vez que decía su nombre. Y fue como el mejor de los roces, su piel se erizó.

- Bueno... – dijo con énfasis en la segunda vocal.

- Isabella – volvió a repetir con más seriedad – si te pasa algo yo seré el responsable.

 - De acuerdo… - suspiró - ¿Hasta cuanto tendré que quedarme aquí?

- Hasta que cojamos a los cabrones que van a por ti. – empezó a caminar hacia una puerta – O los mataran mis compañeros… - la miró sonriendo – o vendrán y me cargaré a los siete secuaces de Donovan, uno por uno.

Bella tuvo otro escalofrío. Edward era un tipo duro, no le importaba matar a la gente.

 - ¿Te gusta tu trabajo? – dijo Bella con expresión preocupada.

 - ¿Te refieres a matar a la gente? – entró en el ascensor, cogiendo del brazo a

Bella . - ¿O a ser un agente secreto?

 - A lo primero…

- No gusta nunca matar a la gente, a no ser que seas uno de esos terroristas, que siguen matando aun que les cueste la vida a ellos.

Bella observó los limpios trechos de su cara. Era guapo… no, guapísimo. Unos ojos color verde claros y penetrantes, que clavaban la vista al vacio, una nariz recta y unos labios generosos. Edward le pilló la mirada con la suya. Ella agachó la vista enseguida. Él sonrió.

- ¿Qué mirabas? – dijo gracioso. El simple tono de frialdad con la que la trataba antes desapareció.

- Na…nada.

- ¿Te gusto? – preguntó sin más, abriendo los brazos. - ¿te gusta esto, muñeca?

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Capítulo 4: Protègeme Capítulo 6: Protegeme

 
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