Bella seguía en la casa de Edward, intentando distraerse con algo. Pero no podía. Las horas le parecían años enteros, sin él no era lo mismo. Sin su mal genio de vez en cuando, o sus momentos picantes, sin sus sonrisas, ni sus miradas que tanto la excitaban. Sin sus abrazos… sin nada. La casa parecía vacía. Ni el televisor podía sacarla del aburrimiento y la preocupación. Hasta que pasaron las noticias… dentro de los tres días que Edward había prometido y más. Ya había pasado una semana, y nada.
- Se organizó una guerra en Rusia… - decía la joven reportera. Bella solo podía ver cadáveres y incendios –…había agentes y soldados de por en medio, prominentes sobre todo de Estados Unidos… – a Bella se le puso la piel de gallina, deseando que Edward estuviera bien. Siguió escuchando atenta - … treinta y dos muertos y siete heridos graves, otros tantos desaparecidos.
Los ojos de Bella se humedecieron. ¿Ninguno que no hubiera sufrido daños? ¿Alguno siquiera que solo fuera herido leve? Dios mío, rezaba que al menos, Edward fuera uno de esos siete. Llamaron a la puerta. Bella fue a abrir a toda prisa.
- ¡Jacob! – lo abrazó con todas sus fuerzas. Él sonrió amargamente.
- Cuidado, nena… - ella se apartó. Observó que estaba algo mal herido y sobre todo, lleno de polvo.
- Perdóname… - sonrió, buscando algo de esperanza en los ojos del compañero de Edward. Pero no vio nada. Solo un destello. ¿Es que acaso ese rudo hombre estaba a punto de llorar? La chispa de esperanza que le quedaba a Bella se esfumó. Los ojos se le inundaron de lágrimas, sintió una gran opresión en el pecho, el aire le faltó. La garganta le ardía, tenía un nudo en el estómago. Negó con la cabeza, apretando los labios. Y murmuró su nombre – Edward…
- Lo siento… - Jacob la miró, la abrazó, y él también… dejó que salieran las lágrimas – Lo siento, nena…. – hasta a él se le ahogó la voz. – me dijo que te diera esto… - se sacó un sobre de su pantalón y se lo entregó a Bella . – Al menos, a muerto dignamente.
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