Mi Profesora de Seducción (+18)

Autor: LauraAtenea
Género: + 18
Fecha Creación: 11/03/2013
Fecha Actualización: 05/05/2013
Finalizado: NO
Votos: 13
Comentarios: 19
Visitas: 13703
Capítulos: 8

PREFACIO

—¿Crees….crees que si me enseñas todo lo que sabes sobre….sexo —susurró —podré estar con Tanya? —miré a Edward de arriba abajo. Gafas de pasta, ropa anticuada y…virgen. ¿Podría con este reto?

—Por supuesto, Edward….seré su profesora de seducción… 

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Capítulo 4: Capítulo 4 Comenzando...

Al día siguiente en la universidad noté a Edward especialmente nervioso. En la hora del almuerzo no hizo otra cosa que recolocarse innecesariamente las gafas una y otra vez y moverse de su silla cada dos minutos. Incluso llegué a pensar que Emmet le había gastado una broma/putada de las suyas echándole pica pica en la silla. Negué con la cabeza en silencio, ¿qué se esperaba que fuéramos a hacer el primer día?

Los chicos estaban cada uno a lo suyo, es decir, metiéndose mano debajo de la mesa sin molestarse en disimular un poco. Eran únicos. Empecé a sonreír sola hasta que la puerta del comedor se abrió y entró Victoria. Su simple presencia me bastaba para que mi nivel de mala hostia fuera peligroso. Aún no entendía por qué demonios me odiaba tanto.

Se creía un ser completamente superior al resto; se movía por el campus como si de una divinidad se tratase, como si fuera un regalo del cielo...idiota. La pelirroja entró con su séquito de santurronas imbéciles. Sí, santurronas...oh, claro...se me pasaba un pequeño detalle. Victoria, Jessica y Lauren eran animadoras, populares...y habían hecho una estúpida promesa de virginidad. Las tres llevaban el anillo de promesa con el que juraban acabar vírgenes la carrera. De modo que eran estudiantes ejemplares, ciudadanas cívicas y solidarias – ja – y con unos valores que la mayoría de la juventud carecía y bla, bla, bla...Tamaña gilipollez, ¿y a mi qué me importaba si esas tres eran vírgenes? De todos modos, Jessica lo llevaba claro si era verdad lo de la promesa, con lo cabeza hueca que era iba a tardar una vida entera en acabar sus estudios...el pobre tío que se la folle necesitará un cortafríos para hacerse paso...

Como si me hubiera leído el pensamiento, la loca morena y chillona pasó por nuestra mesa para acercarse a mí.

— Chupa pollas – dijo bien alto para que todos lo oyeran.

Rose, como si tuviera un radar escondido, dejó de meter mano a Emmet en el acto. Se levantó y la miró desde arriba ya que le sacaba como diez centímetros de altura a la cotilla.

— ¿Qué has dicho? Es que no sé...creo que no te he oído bien – dijo furiosa. Todos en la mesa nos enderezamos. Todos mirábamos la escena atónitos pero los Cullen los que más.

— Deja a la chismosa, Rosalie...no vale la pena – dije con indiferencia mientras bebía de mi zumo de frutas. Estaba tan acostumbrada a esas cosas, así que me la soplaba.

— Claro que la voy a dejar, pero sin pelo – dijo Rose dando un paso adelante.

— ¿Quieres pelear conmigo por decir las verdades? Todos sabemos que tu amiga es una zorra...sin ir más lejos ayer se la chupó a Tyler en su coche como la guarrilla que es...– oh...Tyler...te la has buscado...

— No se la chupé. Simplemente me le follé...ya le hubiera gustado, no te jode... – Emmet se rio por lo bajo – De todos modos, ¿a tí que más te da? — pregunté con cansancio – Es mi cuerpo y es mi vida. ¿O es que estás tan amargada por no echar un polvo que tienes que meter esa operada nariz en todos lados?

— ¡Mi nariz no está operada! — chilló mientras se sobaba la nariz.

— Jess – la llamó Victoria – Vamos – y se marchó mirándome desafiante.

Tiré de la mano de Rose para que se sentara; conocía muy bien a mi amiga y la creía capaz de ir tras Jessica y arrancarle el implante o lo que quisiera que llevaba en la nariz. En nuestra mesa se hizo un silencio sepulcral, de esos que se cortan con cuchillo. Aunque era normal, era la primera vez que esto pasaba delante de los Cullen. Alcé la cabeza y los miré uno por uno. Nadie hablaba.

— Chicos – los llamé – No pasa nada.

— ¿Que no pasa nada? Te ha vuelto a insultar – espetó Jasper con rabia.

— ¿Y qué? ¿Crees que a estas alturas me afecta lo que me llaman? Pfff, me da igual...lo que no me da igual es que Tyler se haga el machote delante de la gente...el picha floja...— murmuré.

— Pero...pero tú eres libre de hacer lo que quieras – dijo un tímido Edward – No tienen derecho a meterse en tu vida...

— Lamentablemente hace mucho tiempo que se metieron, Edward. Y ahora, chicos...no dejemos que esas zorras puritanas nos arruinen la comida, ¿vale?

Seguimos comiendo en un ambiente algo tenso, aunque gracias a las bromas de Emmet esa incómoda sensación poco a poco fue desapareciendo. Para cuando sonó el timbre que nos avisaba del comienzo de las clases ya nos reíamos a carcajadas, como siempre.

Antes de marcharme a mi siguiente clase cogí a Edward de la manga de la camisa y tiré levemente de él. Al sentirme dio un respingo y me miró muy nervioso. Como siguiera así le iba a dar un yuyu malo.

— Edward, ¿estás bien?

— No...¡digo sí! Algo...algo nerviosillo...por las clases, ya sabes – balbuceó.

— ¿Estás seguro de que quieres seguir adelante con todo esto?

— Por supuesto – dijo mirándome a los ojos. Sincero y directo.

— Bien...entonces te espero en mi casa a las seis, sin prisa, ¿vale? Nos vamos a tomar el tiempo que sea necesario.

— Vale – susurró.

Me marché a mis clases de literatura inglesa y me metí de lleno en el mundo de las letras. Coger un libro me evadía del día a día, me transportaba a nuevos y diferentes horizontes...escapaba de la realidad. Podía parecer lo contrario, pero me encantaba eso, leer y escribir, aunque por desgracia la escritura hacía algún tiempo que la tenía un poco olvidada. Por mi forma de ser daba la impresión de ser una hueca, una tonta que no veía más allá de sus tetas...nada más lejos de la realidad. Nunca había suspendido ninguna asignatura, y mis notas siempre eran buenas; lástima que mis padres nunca habían estado a mi lado cuando recibía las excelentes calificaciones.

La clase se terminó demasiado pronto para mi gusto. Recogí mis cosas y cogí mi mochila para ir al aparcamiento cuando en el pasillo me encontré con Tyler...oh, Tyler...con que te la chupé, ¿no? Se iba a cagar. ¿Que por qué me ofendía? Porque yo siempre era consciente de lo que hacía y sabía que me exponía a que imbéciles como Tyler fueran contando mis intimidades... ¿pero hacerte el machote diciendo mentiras? No, eso sí que no. Además...qué coño, me apetecía atormentarle un poco por el simple hecho de haberme dejado a medias el otro día.

— Hola, Bella – canturreó a mi lado – Que guapa estás hoy – sonreí de la manera más dulce que pude fingir.

— ¿Sí? ¿Estoy guapa? Muchas gracias – ronroneé falsamente – Si quieres...te lo puedo agradecer mejor.

— El pobre rio tontamente mientras yo miraba a ambos lados. No había nadie. Me acerqué a él y le pasé el dedo índice por el pecho.

— ¿Te gustó lo que hicimos en tu coche, Tyler? — paseé mi dedo por su pecho hasta llegar a su estómago.

— Estuvo muuuuy bien – dijo respirando fuerte. Mi dedo pasó el ombligo y llegó a su bragueta.

— ¿Sí? ¿Tanto como para contárselo a tus amigotes? — asintió confundido mientras bajaba más el dedo, por la cremallera – Sí...claro...Esto es para que vuelvas a contar lo que haces con una mujer, boca chancla(1) – le agarré fuertemente de las joyas de su corona – haciendo mi particular "cascanueces" y apreté fuerte. Se le escapó un chillido demasiado agudo para ser un chico...— y esto – giré mi mano haciendo que Tyler se arqueara hacia delante – Por contar mentiras... ¿Yo te la chupé? — como no me contestaba apreté más fuerte — ¿Te la chupé? — negó con la cabeza como pudo. La expresión de su cara era casi cómica, de hecho me daban ganas de reírme – Bien – le solté – Ahora, ya sabes...en boca cerrada no entran moscas...ni huevos retorcidos. Que tengas un buen día, Tyler.

Abandoné el pasillo reprimiendo una carcajada...sí, soy mala...pero me había quedado como Dios. Dejé al maldito bocazas en medio del pasillo y retorciéndose de dolor. Un hombre jamás, jamás debería de contar las intimidades de su amante...aunque fuera tan liberal como yo.

En el aparcamiento me despedí de los chicos, me subí a mi Audi azul y conduje a toda velocidad hasta mi casa. Me di una ducha bien caliente para despejarme; demasiadas emociones y encontronazos por hoy. Aunque la guerra con Victoria era oficial y siempre me mostraba serena tenía que reconocer que por dentro siempre me corroía la sangre. Me tomé mi tiempo en la ducha; me lavé el pelo con mi champú favorito y esperé a que el agua saliera fría para salir del baño. Me puse unos vaqueros y una camiseta de tirantes para recibir a Edward.

Oh Dios mío...oh, Dios mío...Habían acabado las clases y ya íbamos de vuelta a casa. En el coche íbamos Rosalie, Emmet y yo y miedo me daba llegar a nuestro destino. Apenas me quedaban un par de horas para que diera comienzo la primera clase de...Dios santo...la primera clase de sexo.

Esto sería diez veces peor que las clases de educación sexual que habíamos recibido en Alaska cuando teníamos doce años. No, sería cien veces peor. Esta vez recibiría las clases en mis propias carnes y de la mano de una chica guapa, con buen cuerpo y experta en artes amatorias en vez de un hombre cincuentón y con una avanzada alopecia como había sido el señor Smith.

Me iba a morir de la vergüenza, ya lo estoy viendo. Me estallarían los mofletes debido al exceso de trabajo de mi sistema circulatorio. ¿Cómo empezarían las clases? ¿Tendría que desnudarme? Pues claro, imbécil. Vas a dar clases de sexo. De sexo. Arggg. ¿Y si Bella decidía que no había arreglo con lo mío?

Era muy triste, pero a los 19 años no sabía nada en cuanto a sexo me refería. El único contacto más próximo que había tenido con el sexo fue cundo trabajé en el proyecto del aparato reproductor. Y he de reconocer que me avergoncé profundamente cuando tuve que exponer la maqueta que había realizado delante de toda la clase. En fin, que era más virgen que un angelito salvo por los toqueteos que de vez en cuando me daba yo mismo. Mi virginidad me estaba incomodando seriamente en los últimos seis meses.

Pero eso se había acabado...o al menos lo iba a intentar. Sabía que era de locos hacer todo lo que iba a hacer tan sólo por acostarme con Tanya, una chica por la cual parecía que mi corazón latía de manera diferente. ¿Se fijaría en mí una vez acabado todo el proceso? ¿Podría convertirme Bella en un chico que llamara la atención de Tanya aunque fuera por una noche?

Cuando me bajé del enorme coche de mi hermano quise huir a mi habitación, a darme una ducha, a relajarme, a colgarme de la lámpara...pero no. Mi "querido" hermano me agarró del brazo cuando apenas había pisado el primer escalón.

— ¿A dónde crees que vas? — dijo Emmet sonriendo con picardía – Tenemos que darte un par de consejos para esta tarde...

Miré hacia la puerta justo cuando entraban Alice y Jasper. Y quise gritar cuando mi hermana se marchó con Rosalie a la cocina. Ahora me quedaba sólo con aquellas hormonas con patas. Y eso que Jasper casi siempre me echaba un cable...pero su sonrisa diabólica me decía que hoy me iba a dar caña.

— Por Dios, Emmet...bastante me torturasteis el otro día...

— ¿Tu qué crees, Jasper? — dijo ignorándome por completo – ¿Crees que Bella ha trazado un plan de estudios? — ambos se rieron – De seis a seis y media, kamasutra. De seis y media a siete, sexo oral. De siete a...

— Tu sentido del humor hace que se me salten las lágrimas, Emmet – le corté.

— Y tú estás un poco agrio...nadie diría que en pocos minutos vas a empezar unas increíbles clases de sexo – movió las caderas de modo que intentó parecer sensual...en verdad parecía un mono cojo.

— No hace falta que me atormentéis, en serio...para eso me valgo yo solo – murmuré.

— Vamos...en estos momentos cualquier chico pagaría por estar en tu lugar...ya verás que no es tan trágico como piensas. El sexo es algo natural.

— Para ti es fácil decirlo, Emmet. Yo soy virgen – susurré como si alguien pudiera oírme – Todo esto...es nuevo para mí...

— ¿Eres virgen? ¡No jodas! — dijo Emmet riéndose a carcajadas. Ahí vamos de nuevo con la broma — ¿Lo pillas? No jodas – siguió riéndose de su propia broma. Jasper rodó los ojos y me miró.

— Tranquilo, Edward...Bella sabe lo que hace...

— Claro que lo sabe. Es una puta bomba sexual...son contar con mi Rose, claro – dijo Emmet mientras se secaba aún las lágrimas.

— A lo que me refería es que sabrá tratar el tema adecuadamente – explicó Jasper tras dar una mirada matadora a Emmet – Ella no hará nada que pueda incomodarte, te lo aseguro.

— Tú la tienes mucho aprecio, ¿verdad?

— Muchísimo, Edward. La quiero como a una hermana – confesó Jazz – Y la conozco. Te aconsejo abiertamente que confíes en ella. No hagas caso de ninguno de los rumores que vierten sobre su persona – dijo totalmente serio.

— No lo hago – dije con convicción – Por cierto...— bajé la mirada – el numerito de hoy con Jessica y Victoria...— dejé en el aire la pregunta.

— Larga historia, amigo – dijo palmeando mi espalda – Ahora nos vamos a ir y te vamos a dejar tranquilo – Jazz tironeó con fuerza del brazo de mi hermano.

— Está bien...pero antes un consejo – dijo mortalmente serio – Trata de no correrte antes de cinco minutos.

Lo último que oí antes de taparme la cara con las manos fue la risa estridente de mi hermano...y justo después el reloj. Las cinco. Aún me daba tiempo a darme una ducha rápida...o a tirarme por el balcón. Qué vergüenza, que vergüenza...Al final me decanté por la primera opción.

Al bajar de nuevo recé por no encontrarme con ninguno de los chicos. Gracias a los cielos así fue. La única que parecía estar en casa era mi madre.

— Hola, cielo – me besó en la mejilla — ¿Vas a salir? — me preguntó cuando vio que cogía mis llaves.

— Estoooo – no te sonrojes, no te sonrojes...— Voy a casa de...Bella...a...a estudiar – bueno, en eso no mentía.

— ¡Perfecto, hijo! — me aplaudió – Me encanta que salgas un poco de casa, aunque sea para estudiar...ponle empeño, hijo – gemí ante las palabras de mi madre...si tú supieras qué tipo de empeño tenía que poner...

Fui caminando hasta la casa de Bella, apenas estaba a un par de manzanas de la mía. Tras colocarme las gafas diez veces y secarme el sudor inexistente de mis manos en los pantalones decidí llamar. Bella me abrió la puerta y, sinceramente, no sé lo que me esperaba encontrar, pero de seguro no era nada parecido a esto. Bella estaba delante de mí, con unos vaqueros piratas desgastados y con una sencilla camiseta de tirantes. Sin gota de maquillaje. Completamente informal...y nada sexual a la vista. Todo era...normal.

— Hola – susurré.

— Hola, Edward – me sonrió – Ven, pasa...vamos a mi habitación.

Gemí quedamente y tragué en seco mientras subía las escaleras detrás de ella. Que el cielo me ayude.

(1) Boca chancla: bocazas

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Muchas gracias por vuestros comentarios y votos, me alegro que os esté gustando ;)

 

Capítulo 3: Capítulo 3 Profesora...¿de qué? Capítulo 5: Capítulo 5 ¿Qué esperabas?

 
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