Mi Profesora de Seducción (+18)

Autor: LauraAtenea
Género: + 18
Fecha Creación: 11/03/2013
Fecha Actualización: 05/05/2013
Finalizado: NO
Votos: 13
Comentarios: 19
Visitas: 13708
Capítulos: 8

PREFACIO

—¿Crees….crees que si me enseñas todo lo que sabes sobre….sexo —susurró —podré estar con Tanya? —miré a Edward de arriba abajo. Gafas de pasta, ropa anticuada y…virgen. ¿Podría con este reto?

—Por supuesto, Edward….seré su profesora de seducción… 

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Capítulo 2: Capítulo 2 Tanya, me matas

CAPÍTULO 2 TANYA, ME MATAS

Eran las ocho menos veinte de la mañana de un lunes. Me encontraba sentado en la cocina de mi casa esperando a que mi hermana terminara de arreglarse. Alice llevaba exactamente desde las siete de la mañana metida en el cuarto de baño. ¿Para qué se arreglaba tanto una chica si sólo íbamos a clases? No entendía por qué la gente iba a la universidad como si de una pasarela se tratase. Íbamos a estudiar, no a desfilar. "Es cuestión de moda", se limitaba a decir Alice, mi hermana melliza.

Alice era una adicta compulsiva a las compras, que el cielo nos ayudase. En su habitación estaba el vestidor más grande que jamás podría ver...Llevaba detrás de mí más tiempo del que podía recordar para hacerme un cambio de imagen...Definitivamente mi aspecto no era el mejor, de eso era más que consciente, pero me encontraba seguro tras mi fachada.

De todas formas, ¿para qué cambiar? La gente por lo general no se acercaba a mí; la gente normal, me refiero. Los únicos con los que tenía contacto en la universidad eran con los chicos del club de ciencias y con los profesores.

Aunque siendo sinceros, eso no era del todo cierto. El año pasado nos mudamos a Seattle en mitad de un semestre debido al traslado de hospital que tanto ansiaba mi padre. Me alegré mucho por él, en serio...pero a mí me costó muchísimo hacerme al cambio. Para mí era un suicidio social; yo era tímido, retraído con la gente y por lo general me encerraba en mi burbuja personal ya que me costaba mucho abrirme a los demás. Para mí fue muy duro el cambio. Ya me había acostumbrado a las clases en Alaska, una universidad sin duda mucho más pequeña que la actual.

Por suerte o por desgracia no estaba sólo. La parte buena era que mis hermanos estaban conmigo. La parte mala es que no nos parecíamos en nada absolutamente. Ellos eran graciosos, estilosos, populares allí donde pisaban. Igualito que yo, vamos. El contraste entre nosotros era devastador...

Alice era mi hermana melliza, aunque lo único que compartíamos en común eran los ojos y el espacio vital en el útero de nuestra madre durante el embarazo. Emmet no hacía más que reírse porque decía que yo había acaparado toda la energía mientras estábamos dentro de nuestra madre, ya que ella era chiquitita y menuda. Era chillona, mandona y algunas veces exasperante, aunque era todo corazón.

Emmet era nuestro hermano mayor. Era grandullón, fuerte y con la mentalidad de un niño pequeño aunque no por ello era menos inteligente, cuando le daba la gana, claro. Podía tirarse horas enteras gastándome bromas sexuales pesadas...Aunque detrás de esa fachada se escondía un tipo listo y con una gran personalidad.

Ambos eran extrovertidos, salían con gente, se divertían...yo no. Siempre me encerré en mi mismo y como vi que en mi burbuja estaba a salvo, ahí me quedé. El tema de las relaciones personales me había costado mucho desde pequeño...así estaba yo ahora.

Cuando empezamos aquí las clases mi hermana no tardó ni diez minutos en hacer amistades, como venía siendo costumbre. El primer día empezó a hablar con una tan Bella. Era una chica muy guapa, con el pelo de color café hasta la cintura y con los ojos marrones. Tenía que reconocer que era una chica bonita.

Bella era amiga de unos hermanos gemelos, los Hale. Rosalie era una chica espectacular, justo del estilo de mi hermano. Llevan juntos desde el minuto en el que pusimos un pie en el campus...no se les puede separar ni con agua caliente...

Jasper era un tipo bastante amable y calmado que se enamoró perdidamente de mi hermana. Pobrecito. Como fuera, me alegraba de que al fin mis hermanos encontraran la estabilidad. En algún momento llegué a pensar que eran balas perdidas.

— ¡Ya estoy! — dijo mi hermana mientras bajaba las escaleras dando saltitos.

— Ya era hora – murmuré.

— Hermanito, yo no tengo la culpa de que vistas como un abuelo en vez de como un chaval de diecinueve años.

Bajé la mirada para revisar mi indumentaria. Quizás no fuera lo más chic del momento, nótese el sarcasmo, pero yo no lo veía tan mal. Llevaba una camisa de rayas abotonada hasta arriba, como siempre. Y mis pantalones beige de pinzas estaban perfectos. ¿qué problema tienen siempre con mi ropa? Sacudí la cabeza sin entender.

— ¿Dónde está Emmet? — le pregunté a mi hermana cambiando de tema.

— Está poniendo a punto el Jeep, gracias a los cielos que lo estrena hoy. Un puñetero día más dándome la brasa con el coche y no sé lo que le hubiera hecho... – rodó los ojos – Así que hoy nos vamos los tres solos.

— ¿A que es precioso mi bebé? — preguntó mi hermano Emmet acariciando el frontal del Jeep justo cuando entramos al garaje.

— Digamos que es proporcional a tu tamaño – le contesté mirando a la mole que tenía por coche.

Contra todo pronóstico, y gracias a la conducción temeraria de mi hermano, llegamos a las ocho menos cinco a la universidad. En el aparcamiento ya estaban los Hale y Bella. Nada más llegar mis hermanos hicieron el ritual de besuqueo delante de nosotros.

Miré de reojo a Bella; he de reconocer que en cierto modo me intimidaba una mujer así, por eso apenas hablaba con ella. Ese día llevaba una falda negra y una camiseta morada que remarcaba sus pechos. Sus bien formados pechos, he de añadir. Estaba sonriendo mientras miraba como mis hermanos recibían las muestras de cariño de sus parejas.

Bella no tenía novio, al menos no serio. En la facultad era conocida por su larga lista de...amantes, por así decirlo. Muchas chicas la envidiaban y otras la odiaban, por eso la insultaban de vez en cuando y se metían con sus "actividades".

No se por qué la increpaban por eso. Era su vida y su cuerpo y ella hacía lo que quería. Yo en cierta manera la envidiaba. Bella era un espíritu libre que vivía la vida sin pensar en el mañana y...Mis pensamientos se disolvieron ipso facto ante la aparición de una chica. Tanya.

Tanya era preciosa. Era alta, con el pelo rojizo y unos ojos azules increíbles. Era perfecta, sin más. Aunque no perfecta para mí, obviamente. Ella era una de las chicas populares, una animadora de esas que salen con los jugadores del equipo de futbol llenos de músculos y expertos en temas de seducción. No es que estuviera enamorado de ella...al menos no aún. Quizás era el prototipo de mujer con el que soñaba, algo así como un amor platónico...Tanya se había colado en mi cabeza de una manera que jamás creí posible. En cierto modo me obsesioné un poco por tener lo que los demás tenían. Si al menos pudiera estar con ella un día...una sola noche...

— Hermano, deja de babear – dijo Emmet. En ese momento me avergoncé. Sentí mi cara arder, lo único de lo que fui capaz fue de agachar la cabeza.

— No le hagas caso...ya sabes cómo es – me susurró Bella.

Eran pocas las veces que hablábamos y en este momento agradecía su apoyo. Yo no era el único que era blanco de las bromas de Emmet; ella también se llevaba buena parte, aunque sabía encajarlas muchísimo mejor que yo. Su humor para ese tipo de cosas también me resultaba envidiable.

Le sonreí o al menos lo intenté y caminé hasta la facultad de medicina. Mi carrera era mi única fórmula de escape para mi día a día. Estaba estudiando para ser tan buen cirujano como mi padre, aunque igualarle sería casi imposible. De todos modos yo le ponía empeño. Ya desde pequeño me fascinó la medicina; cuando mis compañeros leían comics yo leía tomos sobre el sistema circulatorio.

Entré y me senté en mi sitio de siempre, en primera fila para no perder ni una coma de la clase de hoy.

— Cuatro ojos – susurró alguien detrás de mí.

Ahí empezamos con el pan de cada día. Al parecer el estar centrado en mis estudios en vez de en mis músculos y no ir a la moda estaba mal visto. Al menos se cortaban a la hora de pasar a insultos mayores o a algo peor; todos temían a Emmet. Ignoré al chico que me había insultado y me centré de lleno en la clase en cuanto el profesor comenzó.

Estábamos dando un interesantísimo tema de neumología cuando el timbre sonó. Las clases se me pasaban demasiado rápido.

Recogí mis cosas ignorando las risitas que se oían a mi alrededor y caminé solo hasta la cafetería, como siempre. Los chicos según se fueron sentando iban comenzando la sesión de besos, sobeteos y magreos de turno. Rodé los ojos y me metí de lleno en la lectura de uno de mis libros para evitar mirar tal espectáculo e interpuse mi libro como escudo.

— Hola, chicos. Podéis cortaros un poco, aquí delante de vosotros hay gente decente – dijo Bella mientras se sentaba en la mesa. Bajé un poco el libro para mirarla; tenía un brillo especial en la mirada que esta mañana no tenía.

— ¿De quién estás hablando? ¿De ti...? — Alice se acercó a ella y olfateó a su alrededor arrugando su pequeña nariz de duende. La rubia hizo lo mismo.

— ¡Pedazo de puta! — gritó Rose. Tuve que mirar a ambos lados de la mesa para ver si alguien la había oído. Pues...sí, ya había un grupo que miraba hacia nuestra mesa — ¡Vienes de echar un polvo! Hueles a sexo que tiras para atrás.

Dejé caer el libro un poco para centrarme en la conversación de las chicas...¿De echar un...polvo? ¿Pero dónde? Si estábamos en el campus, ¿en verdad había tenido relaciones sexuales aquí? ¿Y olor a sexo? Algunas veces me lamentaba de ser tan inocente.

— Como si fuera algo nuevo – bromeó Emmet. Bella como respuesta le tiró parte de su almuerzo manchándole la cara.

— ¿Quién ha sido el afortunado? — preguntó Jasper con un deje de preocupación.

— James. No es nada nuevo – dijo encogiéndose de hombros como si lo que hubiera compartido con él no fuera nada.

— ¿Nada nuevo? — dijo Alice – Me dijiste que follaba como nadie.

— Y folla como nadie, pero no es nada nuevo.

Dios...¿Por qué siempre me avergonzaba cuando oía estas conversaciones? ¿Y por qué ellos podían hablar con tanta facilidad sobre sexo sin tan siquiera ruborizarse?

Entonces la puerta se abrió y entró Tanya con el resto de las animadoras haciendo que momentáneamente me olvidara de la conversación que mantenían los chicos. Saludó a varios chicos y a algunos los besó en la mejilla con esa risa coqueta en sus labios. Su pelo estaba recogido en una coleta y dejaba ver su cuello y su clavícula...y esa falda...si hiciera un movimiento un poco brusco se la vería...

— Edward, olvídala. Es una estúpida – me dijo Alice de repente despertándome de mi ensoñación. De nuevo había sido pillado mirando a donde no debía. Además esta conversación ya la habíamos tenido unas cuantas veces en casa.

— Alice...aquí no – le rogué. No quería avergonzarme más, al menos por hoy.

— Es verdad, tío. Desde que llegamos aquí el semestre pasado no haces más que babear por esa Barbie...y lamentablemente te ignora y me temo que lo va a seguir haciendo – murmuró Emmet.

Agaché la cabeza pero esta vez no fue por vergüenza...fue por rabia. Siempre estaban con lo mismo y ya estaba empezando a estar harto. Soy miope, no ciego.

— ¿Que te crees? ¿Que no lo sé? Conozco mis limitaciones, créeme. No soy su tipo y tampoco espero serlo...pero...pero no hace falta que me hundáis más en la miseria.

Todos me miraban como si fuera un alien. Era la primera vez que contestaba a mis hermanos de esa manera y delante de la gente. Estaba al límite, así que me levanté y me salí de la cafetería con la intención de que la mente se me despejara un poco antes de terminar diciendo algo de lo que me pudiera arrepentir.

Vi un banco solitario y me senté bajo el tenue sol. ¿Qué pasaba con ellos? ¿Acaso era inferior por no ser tan divertido y enrollado como ellos? Por Dios...me gustaría cambiar, claro que si...pero simplemente no podía, al menos no sólo.

— ¿Puedo?

Alcé la vista y me encontré cara a cara con Bella. Estaba frente a mi con expresión seria. ¿Vendría a darme la puntilla? No...Bella no era así. Me encogí de hombros y ella se sentó a mi lado. En ese momento podía parecer absurdo darse cuenta de que su pelo al sol brillaba con tonalidades rojizas y caobas...

— No te lo tomes a mal, Edward. Tus hermanos se preocupan por ti, sólo es eso – la miré sorprendido. ¿Venía a malgastar su tiempo intentando animarme? Buena suerte, Bella.

— Lo se...— suspiré — pero no soy como ellos. Es...es superior a mis fuerzas...soy tímido. Me veo incapaz de mantener una conversación con alguien sin tartamudear – confesé.

— Conmigo lo estás haciendo – en su boca se formó una sonrisa sincera que agradecí.

— Supongo que es porque tú eres fácil — no, no, no...bocazas. Sentía mi cara arder. ¿De verdad que la había llamado fácil? Ugh — No quería decir que tu fueras...a ver...quería decir...no te estaba llamando chica fácil ni nada de eso...es sólo que...— Dios, qué difícil.

— Edward – me cortó y de nuevo se lo agradecí – Te he entendido. Te resulta fácil hablar conmigo – asentí como un idiota incapaz de decir nada – Bien, puedes hablar conmigo siempre que lo necesites. ¿Vamos dentro?

Asentí y fui junto a ella hasta la cafetería. No se por qué Bella tenía esa fama de frívola. No era como la describían, era una chica agradable...aunque en cierto modo distante. Era una combinación un poco extraña.

— Eddie – dijo Emmet cuando llegamos a la mesa – Lo siento, he sido un gilipollas – miré los ojos arrepentidos de mi hermano.

— No, Emm, tranquilo...es que estoy un poco...déjalo – ni siquiera sabía explicar cómo me sentía. No me aguantaba ni yo mismo.

— Necesitas un cambio, hermanito – me dijo Alice dándome unas palmaditas en el hombro.

— Dime algo nuevo – murmuré.

— Y creemos que tenemos a la persona idónea – Bella miró a mi hermana justo en el momento en el que yo hacía lo mismo — ¿Bella, serías capaz de cambiar a mi hermano?

 

Capítulo 1: Capítulo 1 Soy como soy Capítulo 3: Capítulo 3 Profesora...¿de qué?

 
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