El Cisne Negro (+18)

Autor: sistercullen
Género: + 18
Fecha Creación: 18/11/2010
Fecha Actualización: 26/02/2011
Finalizado: SI
Votos: 63
Comentarios: 260
Visitas: 288439
Capítulos: 35

  Edward Cullen se ve en la obligación, por una promesa hecha ya, hacia un tiempo de dar cobijo a una colegiala, que dista mucho de la imagen que él recordaba, cuando era una niña

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Capítulo 19: Capitulo 19

CAPITULO DECIMO NOVENO.

 

  -Edward…- la pasión en las palabras de Jessica, no hicieron mella en el hombre. Desnudos, jadeantes y con la suave iluminación de la inminente mañana, sofocaron los últimos alientos de sexo en el lecho de  recién casados.

   Jessica Stanley….ella merecía mas de lo que él podía darle. Habia sido comprensiva hasta la saciedad. Él le había hablado de Bella en ciertos aspectos, y ella lo había acariciado mentalmente con sus palabras de compañera fiel.

  Sin saber que Jessica había sido una concursante mezquina en la tortuosa labor de engachar a Edward Cullen y hacerlo su esposo.

  Niña rica, mimada y arrogante, había dado una cara frente al hombre que nada tenia que ver con la suya. Pero había una verdad palpable e hiriente en toda esta historia: lo amaba de una manera enfermiza. No soportaba que saliera sin ella a ningún evento de las empresas Cullen, lo había alejado lo posible de todas sus amistades, para que se entregase por completo a ella y así, algún dia él, se olvidaría de su fantasma personal, que era Isabella Swan.

  Jessica sabia positivamente que mirar a Jasper, Alice, Emmet, Rosalie, inclusive Tanya a la que había mandado que le manipularan los frenos de sus mercedes ultimo modelo, para quitársela de encima. Era una dura competencia; sabia que llevaba muchos años enredada con él y que lo amaba muy por encima de su propio orgullo. Era una pieza de aquel tablero, que Jessica debia de quitar de en medio. Y lo hizo. Tanya yacia en la cama de un hospital, en coma, hacia ya varios meses.

   Maquiabelica y celosa enfermiza, como así la denominaban sus antiguos amantes; había intentado meterse en el bolsillo a quel hombre de casi 40 años que la hacia arder con una sola mirada.

  Jhon Stanley, sabia positivamente como era su hija y quiso darle pequeñas pistas al hombre; pero que podía hacer un padre ante la convicción de el futuro esposo de su hija al tacharla de: cariñosa, humana, sensible y sobre todo su tabla de salvación en aquella época amarga de su existencia.

  Jhon Stanley, tenia miedo por su hija; pero también lo tenia por él mismo y por Edward Cullen.

  En el momento en que se descubriera el pastel. Saldria el monstruo interior de Jess y tendría violentas consecuencias. Estaba enferma, loca, transtornada…

 

   Edward besó su frente y la miró tiernamente a los ojos.

-Eres fantástica.

 Ella con un gozo interior inmenso, miró a su recién adquirido marido y sonrió petulante.

 -Tengo al mejor maestro.- acarició las palabras a modo de tortura. Queria más.

 Rodaron por el colchon y volvieron a hacer el amor hasta que se quedaron dormidos.

 

 

  Meses después….

 

 

 

Bella Swan ya estaba totalmente instalada en su nueva casa.

  Habia hecho las compras de la semana por internet, ya que como ella vivía de noche, no tenia tiempo de ir a ningún supermercado a perder horas de sueño.

  Su pelo había crecido hasta llegar a la cintura y sus curvas más voluptuosas, habían hecho en ella un cambio mucho mas sensual.

   En el barrio donde vivía, nadie podía ni siquiera imaginar a lo que se dedicada.

  Salia como Bella Swan y volvia como la misma. Pero durante las mas intempestuosas horas de la noche era otra.

   Mientras se miraba en el espejo de su habitación, creyó no reconocerse mientras se  observaba. Pasaron imágenes por su mente, anteriores en el tiempo.

 

  Cuando se despertó de la cama de aquel hospital, se enfadó con ella misma por no haber conseguido matarse, al tirarse del puente. Aquella maldita mujer había sido la que dio la voz de alarma y la habían sacado del rio, en estado casi comatoso.

   No quiso ver ni a la mujer ni a la hija durante todo el tiempo que estuvo combalenciente.

  En ella se fue gestando un odio descomunal a los hombres en general; pero sobre todo a uno, que ganaba  por votos a todos ellos; Edward Cullen.

  Las dos mujeres, la esperaron en la misma puerta de la habitación, el dia que le dieron el alta.

Cogieron las pocas cosas que llevaba consigo y la llevaron a un suntuoso apartamento de la calle Carnaby. En Wesbsmister, Londres.

  Sugestionada todavía a base de medicamentos, vagaba como un ente sin alma entre aquellas mujeres sin hacer ni decir nada.

  De sobra se dio cuenta que las mujeres padecían por ella. Pero no se fiaba de ellas. Su vida había sido un compendio de idas y venidas; de gente que  desaparecia de la misma manera en que venia.

   Leah Clearwether salía siempre por la noche, ataviada de una manera muy sugestiva , bajo la intensa mirada de su madre, que como si fuera un ritual, todas las noches al salir ella, se encendia un porro de marihuana y se sentaba  comodamente en un sofá de 2000 dolares, mirando la televisión, que estaba previamente apagada.

  Bella se acercaba a ella; la mujer le sonreía y ella asentía con la cabeza. Le hacia un porro y Bella se evadía de toda la rabia y el odio que crecia desmesuradamente en su interior.

  -Un hombre no vale eso, niña.- sentenció la mujer, mientras la veía recostada en el sofá de una sola plaza.- Tus ojos están llenos de rencor, odio y no sé que cosas mas. Tienes que despertar Isabella Swan, hablar, gritar, desahogarte, niña…toda la mierda la estas dejando dentro y eso al final te matará.

   Ella la miró entendiendo perfectamente cada palabra como si se las estuviera grabando a fuego; aquella mujer parecía ver su alma podrida y sin vida.

  Se levantó del sofá con el porro en la boca y se largó a su habitación.

  Aquella noche no pudo dormir.

  Escucho

 como llegaba Leah y se levantó para pronunciar sus primeras palabras en aquella casa, las primeras de mucho tiempo desde que se tiró por el puente de la torre.

 -Quiero gritar.- le dijo con voz templada a Leah, la cual se quedó con los ojos muy abiertos.

  -Espera que me dé una ducha rápida y nos largamos al parque de atracciones, Bella.- caminó hacia ella dejando el bolso de Cartier y los zapatos de Manolo Blanick tirados en el tibio parquet, se acercó a ella con miedo, la miró a los ojos y le dio un suave beso en la mejilla.

  Bella se mantuvo firme, ningún sentimiento se apoderó de su cuerpo. Le daba miedo ella misma. Se había convertido en un monstruo incapaz de valorar,de agradecer, de amar…

 

  El dia fue clamoroso. Bella gritó hasta quedarse sin voz y quemó adrenalina en las paradas de tiro que había en el parque de atracciones.

  Leah la miraba orgullosa pero con cautela.

  La decisión de Bella ya estaba tomada, y Leah no tenia ni idea de lo que iba a plantearle, sentadas en un café después de haber comido hasta saciarse en un restaurant que había ubicado, dentro mismo del parque de atracciones.

  -Quiero trabajar contigo.- le dijo mirándola a los ojos. Leah, apartó su mirada de la de ella y sorbió su largo café americano.

  -No.

 -Sé a lo que te dedicas, Leah. ¿Crees que soy tonta? Te vas cuando dan las doce de la medianoche y no precisamente porque seas cenicienta… Ejerces la prostitución.

 Leah Clerarwether casi se ahoga con el café y le dio una fuerte tos.

  Bella se levantó y le dio unos tenues golpecitos en su espalda; sentándose más próxima a ella.

 -Quiero ganar el suficiente dinero para poder vivir independiente y llegar hasta donde quiero hacerlo.

 -Tú puedes seguir viviendo con nosostras. Bella. Ni te imagines que eres una carga. Mamá te quiere como si fueras su propia hija. Si se entera que te vienes conmigo al burdel, a mi me mata. Además, puedes colocarte en otro lugar. ¿Qué tal una tienda de ropa o algo parecido?

-No. Quiero dinero rápido. Y con el status de una empleada de boutique no llegaré donde quiero.

 Leah, la miró con los ojos levemente entrecerrados.

 -¿Y donde quieres llegar, Bella?

 -Prefiero no hablar de eso ahora. No estoy preparada. Date por satisfecha que esté aquí y haya empezado a vocalizar de nuevo. Hasta yo misma no recordaba el sonido de mi voz.

- Sue, me matará.

Bella cogió la mano de Leah y le dio un suave apretón.

-Ayudame. Haz que confie en ti. Y tú confía en mi. Estoy suficientemente llena de odio para no sentir nada al intimar con hombres que me doblen la edad o que me traten de malas maneras. Eso es con lo que he andado viviendo gran parte de mi vida, Leah, ayudame.

  Leah dio un fuerte suspiró y claudicó.

  -Está bien. Pero no seras una puta común y corriente.

 -¿No?.- dijo Bella,  seria.

 -No.

 

  A Sue casi le da un colapso cuando esa misma noche, Bella se marchó con Leah, hacia el burdel.

  Lloró desconsoladamente, como hacia años que no lo hacia. Se sintió fustrada y abatida.” Otra mas” pensó.

   Y a partir de ese dia, Bella se convirtió en una de las prostitutas mas codiciadas de todo Londres.

   El Cisne Negro, así la llamaban.

 Codiciada y admirada por su  gran educación y ser una persona muy cultivada.

  Sabia ser una poderosa estratega, con el adversario: los hombres en su totalidad.

 Nunca había dejado que la tocara un hombre que no fuese de su agrado.

 Acostarse con El Cisne era una tómbola en la que muy pocos eran los acertados.

 Ganaba tanto dinero que muy pronto el dueño la sedujo con la oferta de hacerla su socia, para tener su completa exclusividad.

  Bella, aceptó, solo con la condición de que Leah Clearwather, fuera tan dueña del burdel como ella, Y así fue.

   Y allí estaba, mirándose al espejo, como Bella Swan, en aquel momento eran sus ojos la que la miraban.

   El Cisne lo veía todo a través de una suntuosa mascara llena de plumas.

   Habia que decir, que nadie tenia ni idea como era el rostro de El Cisne, todos fantaseaban con aquellos, oscuros ojos cafés y  aquella boca llena, sugerente y deliciosa. Pero su identidad, estaba salvaguardada, hasta el punto que Leah, había decidido.

 

 

Su teléfono  mobil sonó y lo cogió indiferente.

 -¿Si?

-Bella, soy Leah, me ha llamado  Eleazar, esta noche, van a burdel unos peces gordos.

-¿Y? .- dijo ella mirándose las uñas, recién pintadas de un violeta oscuro.

- Edward Cullen es uno de ellos, Bella.

 Se quedó sin respiración. Aún le causaba esa maldita sensación aquel hombre. Siniestra y sin  vida sonó su voz a través del teléfono.

-¿Ya se ha cansado de su mujercita?

-Bella… podemos decirle a Eleazar que no puedes ir… no sé; no tienes por que verlo. Todavía te duele. Lo sé.

 -Te equivocas.- inquirió Bella, en tono ronco, apretando la mano desocupada, con todas las fuerzas que tenia.- Ese hombre no me afecta en absoluto. Y además quien te dice que va a follar. Puede ir a tomar algo y punto.

-Bella. Insisto, si no quieres ir no hac…

-Iré. Pensaba hacerlo igualmente. Nadie, escúchame bien, nadie influencia en mi vida hasta el punto de dejar de hacer las cosas que hago habitualmente.

-Está bien. Tú misma, yo solo…

-Gracias Leah, te lo agradezco.

Bella  cerró el móvil, mirando su mano desocupada con una chispa de maldad en los ojos. Se había dejado las uñas enterradas en la palma de su mano.

   Sonrió ante la imagen del espejo, envolvió su mano con una suave gasa y cogió el boso de Gucci, que le había regalado  Leah en su ultimo cumpleaños.

   El Cisne entraba en escena.

 

 

  

 

    La vida de Edward Cullen como hombre casado rozaba  lo exquisito; a su manera de ver.

Aunque peleaba con Jessica a menudo por sus celos, podía controlarla en cierta manera.

 Lo peor estaba por llegar.

  Emmet y él debían de ir a Websmister a una convección sobre estrategias de comunicación. Como uno de los grandes magnates de la comunicación estaba obligado a  hacerlo y eso había hecho estallar una dura pelea verbal con su recién  estrenada esposa.

-No puedo creer que te vayas y me dejes sola por dos días.- le dijo ella con los ojos abnegados en lágrimas.

 Él quiso acercarse a la mujer, pero ella le propinó una patada en la espinilla.

-No te me acerques. Seguro que conoces a alguien y me eres infiel, ¿no te das cuenta que donde vas, las mujeres te devoran? Tengo que ir marcando el terreno como los gatos. Edward, te exijo que no vayas. Además puede que este en estado y no quiero que me des ningún disgusto.

La cara del hombre se convirtió en una mascara de felicidad que no le llegó a los ojos.

--¿Estas…?

-No es seguro.. ¿pero y si lo estoy? Esto podía desgracias a nuestro bebé, Edward, por favor…- suplicó ella con su rostro enterrado en el pecho de él.

-Lo siento, vida. Pero debo de ir, te prometo que son solo dos días, Jess, dos días ¿Qué significa eso? Mira, haremos una cosa , me llevaré el portátil y haré todo lo posible de entrar en comunicacion contigo en el hotel.- le dijo él acariciando levemente las mejillas.

-No me parece una buena idea, pero si no puedo hacer otra cosa…

-Venga, nena.. dos días.Solo dos días.

Jessica Stanley miró a Edward a los ojos y se perdió en su mirada jade, lo besó con crudeza en los labios y lo tiró dándole un fuerte empujón, encima de su lecho matrimonial. Lo deseaba y …tanto…

 

     -Señor Cullen a las 15.30 reunion con los jefes de Empresa de Copsa, están en suspensión de pagos, ósea que hay que hacer movimiento.

 Edward iba dentro de su limosine y miraba su agenda electrónica de manera metódica.

-Si, Irina.

 -Cenaran en el London Palace con Aro Vulturi y de allí se iran al antro de moda en Londres.

 Edward apagó la  agenda electrónica y miró a Irina interrogante.

-¿Dónde?

Irina se ajustó las gafas y carraspeó.

-Queen Velvet…, es un, ejem, ejem, burdel, señor Cullen.

 

 

 

   Continuará…..

Capítulo 18: Capitulo 18 Capítulo 20: Capitulo 20

 
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