Ángel

Autor: Lily_cullen
Género: Romance
Fecha Creación: 20/09/2016
Fecha Actualización: 01/02/2018
Finalizado: SI
Votos: 3
Comentarios: 18
Visitas: 93751
Capítulos: 38

La hermosa y caprichosa Isabella Devreaux puede ir a la cárcel o casarse con el misterioso hombre que le ha elegido su padre. Los matrimonios concertados no suceden en el mundo moderno, así que... ¿cómo se ha metido Bella en este lío?

 

Edward Mase, tan serio como guapo, no tiene la menor intención de hacer el papel de prometido amante de una consentida cabeza de chorlito con cierta debilidad por el champán. Aparta a Bella de su vida llena de comodidades, la lleva de viaje a un lugar que ella jamás imagino y se propone domarla.

 

Pero este hombre sin alma ha encontrado la horma de su zapato en una mujer que es todo corazón. No pasará demasiado tiempo hasta que la pasión le haga remontar el vuelo sin red de seguridad... arriesgándolo todo en busca de un amor que durará para siempre.

 

Algunos personajes le pertenecen a Stephanie Meyer la mayoría son propiedad de Susan Elizabeth Phillips. Esta historia es una adaptación del libro Besar A un Ángel de Susan Elizabeth Phillips. 

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Capítulo 27: Lo siento

 

Edward se quedó mirando el oscuro escaparate de la tienda de postales de Hallmark. Tres puertas más abajo brillaban las luces de una pequeña pizzería mientras, junto a ellos, parpadeaba el letrero de neón de una tintorería cerrada. Hacía mucho tiempo que había dejado de pensar en el robo de Bella, pero lo cierto era que nunca había creído que fuera inocente. Tenía que asumir la terrible injusticia que había cometido con ella.

¿Por qué no la había creído? Siempre se había enorgullecido de ser imparcial, pero había estado tan seguro de que la desesperación de Bella la había conducido a robar el dinero que no le había ofrecido el beneficio de la duda. Debería haber sabido que el fuerte código moral de su esposa jamás le permitiría robar.

Ella se removió inquieta a su lado.

— ¿Podemos irnos ya?

Bella no había querido acompañarlo a dar un paseo nocturno por la alameda desierta, cerca de donde se había instalado el recinto del circo, pero Edward no estaba preparado para volver a los estrechos confines de la caravana y había insistido en ello. Dio la espalda al despliegue de postales y figuras de ángeles y sintió la tensión y la mirada preocupada de Bella.

Los rizos negros enmarcaban las mejillas de su esposa y su boca parecía tierna y delicada. Sintió temor ante aquella dulce cabeza hueca que poseía una voluntad tan firme como la suya. Le rozó la mejilla con el pulgar.

— ¿Por qué no me contaste que lo hizo Heather?

— Podemos hablar de eso más tarde —dijo Bella mirando impacientemente hacia la carretera y alejándose de él de nuevo.

— ¡Espera! —la cogió suavemente por los hombros y ella se removió como un niño impaciente.

— ¡Suéltame! Nunca deberías haber dejado que Brady se la llevara así. ¿Has visto lo enfadado que estaba? Si le hace daño. . .

— Espero que le caliente el trasero. 

— ¿Cómo puedes decir eso? Sólo tiene dieciséis años y ha sido un verano horrible para ella.

— Tampoco ha sido demasiado bueno para ti. ¿Cómo puedes defenderla después de lo que te hizo?

— Eso no importa. La experiencia me curtió, algo que ciertamente necesitaba. ¿Por qué has dejado que se la llevara estando tan enfadado? Prácticamente le has dado permiso para que le dé una zurra. No esperaba eso de ti, Edward, de verdad. ¡Ahora!, por favor, te lo ruego. Volvamos y deja que me asegure de que está bien. «Te lo ruego.»

Bella repetía eso todo el tiempo. Las mismas palabras que habían envenenado el espíritu de Sheba Vulturi dos años antes, cuando le había implorado que la amase, salían de la boca de Bella continuamente. Por la mañana, con el cepillo de dientes en la boca le gritaba: «¡Café! ¡Por favor, te lo ruego!» La noche anterior le había susurrado suave y tímidamente al oído: «Hazme el amor, Edward. Te lo ruego.» Como si tuviese que rogárselo.

Pero implorar no amenazaba el orgullo de Bella. Era sólo su manera de expresarse y, si en algún momento fuera lo suficientemente tonto para sugerirle que suplicar podía ser humillante, Bella le lanzaría esa mirada compasiva que él había llegado a conocer tan bien y le diría que dejara de ser tan estirado.

Edward le acarició el labio inferior con el índice.

— ¿Te haces una idea de lo mucho que lo siento?

Bella se removió con impaciencia bajo el roce de su mano.

— ¡Ya te he perdonado! ¡Ahora, vámonos!

Edward quiso besarla y sacudirla al mismo tiempo.

— ¿No lo entiendes? Por culpa de Heather todo el circo pensó que eras una ladrona. Ni siquiera yo te creí.

— Eso es porque eres pesimista por naturaleza. Ahora, basta ya, Edward. Entiendo que te remuerda la conciencia, pero tendrás que dejarlo para otro momento. Si Brady. . .

— No hará nada. Está cabreado, pero no le pondrá un dedo encima.

— ¿Cómo puedes estar seguro?

— Brady grita mucho, pero no es violento, en especial con su hija.

— Siempre hay una primera vez.

— Le oí hablando con Sheba un poco antes de que saliéramos. Ella protegerá a Heather como una leona a sus cachorros.

— Que Heather vaya a ser protegida por Lizzie Borden no me tranquiliza —dijo Bella mencionando a una famosa parricida.

— Sheba no es cruel con todo el mundo.

— Me odia.

— Habría odiado a cualquiera que se hubiera casado conmigo.

— Tal vez. Pero no de la manera que me odia a mí. Al principio no era tan malo, pero ahora. . .

— Era más fácil cuando te odiaba todo el mundo. —Le frotó el hombro. —Siento que te hayas visto envuelta en esta batalla que tiene Sheba con su orgullo. Siempre ha poseído talento, incluso de niña, y por ese motivo han sido demasiado indulgentes con ella. Su padre la hacía trabajar duro, pero también alimentó su ego, y Sheba creció pensando que era perfecta. No puede aceptar que tiene debilidades como todo el mundo, así que siempre les echa la culpa de todo a los demás.

— Supongo que no es fácil enfrentarse a tus propios defectos.

— Oh, no. No comiences a sentir pena por ella. No bajes la guardia, ¿me oyes?

— Pero yo no le he hecho nada.

— Te has casado conmigo.

Bella frunció el ceño.

— ¿Qué fue lo que sucedió entre vosotros?

— Ella creía que estaba enamorada de mí. Pero no lo estaba, sólo amaba mi linaje, aunque todavía no se ha dado cuenta. Tuvimos una escena muy desagradable y perdió los nervios. Cualquier otra mujer lo habría olvidado, pero Sheba no. Es demasiado arrogante para pensar que es culpa suya, por lo tanto la culpa es mía. Nuestro matrimonio fue un enorme golpe para su orgullo, pero mientras estuviste en desgracia, resultó llevadero para ella. No sé cómo reaccionará ahora.

— Mal, supongo.

— Sheba y yo nos conocemos bastante bien. Podía vivir con el pasado mientras me veía como un ser desgraciado, pero ahora no. Querrá castigarme por ser feliz y sólo tengo una debilidad. —La miró.

— ¿Yo? ¿Yo soy tu debilidad?

— Si te hace daño a ti, me lo hace a mí. Por eso quiero que tengas cuidado.

— Me parece una pérdida de tiempo malgastar toda esa energía intentando convencer a todo el mundo de que uno es mejor que nadie. No puedo comprenderlo.

— Claro que no puedes. Te encanta señalar tus defectos a todo aquel que quiera escucharte.

Bella debió encontrar divertida la exasperación de Edward porque sonrió.

— De cualquier manera acabarían descubriéndolos por sí solos en cuanto pasaran el tiempo suficiente conmigo. Sólo les evito el esfuerzo.

— Lo único que descubrirían es que eres una de las personas más decentes que conozco.

Una expresión muy parecida a la culpa asomó en el rostro de Bella, aunque Edward no podía imaginar de qué se sentía culpable. De repente, la joven volvió a mostrar su preocupación.

— ¿Estás seguro de que a Heather no le pasará nada? 

— No he dicho eso. Te aseguro que Brady la castigará.

— Dado que soy la persona agraviada, debería decidir yo el castigo.

— Brady no lo verá de ese modo, y Sheba tampoco.

— ¡Sheba! ¡Qué hipócrita! Le encantaba creer que yo era una ladrona. ¿Cómo puede castigar a Heather por concederle su más anhelado deseo?

— Sheba estaba encantada porque pensaba que era verdad. Pero tiene un fuerte sentido de la justicia. Las gentes del circo llevan una vida itinerante y no hay nada que odien más que a un ladrón. Cuando Heather cometió el robo y mintió, violó todo en lo que Sheba cree.

— Aun así, creo que es una hipócrita y no harás que cambie de idea. Si no haces algo con respecto a Brady, lo haré yo.

— No, tú no harás nada.

Bella abrió la boca para discutir con él, pero antes de que pudiera emitir una palabra, Edward se inclinó y la besó. La joven resistió dos segundos intentando demostrar que no era una chica fácil, pero enseguida se rindió.

Santo Dios, a Edward le encantaba besarla, le encantaba sentir cómo se fusionaba con él, la presión suave de sus pechos. ¿Qué había hecho para merecer a esa mujer? Era su ángel personal.

Lo atravesó una oleada de frustración porque ella no exigía la venganza que merecía. Pero vengarse no formaba parte de la naturaleza de Bella, por eso era tan vulnerable.

Se apartó ligeramente para hablar y tuvo que obligarse a decir aquellas palabras tan inusuales en él.

— Lo siento, cariño. Siento no haberte creído.

— No importa —repuso ella.

Edward supo lo que ella quería decir y sintió como si su corazón explotara.

 

Sheba estaba bajo las sombras del toldo, ocultando su sufrimiento, mientras observaba reírse a Edward y Bella frente a su caravana. Él quitó una paja del pelo de su esposa y luego le rozó la cara; un gesto tan íntimo que fue como si le hubiera acariciado el pecho. La amargura se extendió por su cuerpo como una vid corrupta, despojándola de todo lo demás. Habían pasado cuatro días desde que Heather había confesado la verdad y Sheba no podía soportar lo feliz que parecía la pareja. Sentía como si fuera a su costa, y Edward no merecía ser feliz.

— Olvídalo, Sheba.

Se giró y vio a Brady caminando hacia ella. Él llevaba pavoneándose como un gallito por el recinto del circo desde la noche que habían pasado juntos. Sheba casi esperaba que se pusiera las manos bajo las axilas y cacarease. Era típico de Brady Pepper creer que porque se hubiera metido en su cama una vez tenía derecho de entrometerse en su vida.

— Déjame en paz.

— No es eso lo que quieres que haga.

Sheba odió la mirada de lástima que él le lanzó.

— No sabes nada.

— Déjalo, Sheba. Edward forma parte de tu pasado. Será mejor que lo olvides.

— Suponía que dirías algo así. Eres todo un experto en olvidar, ¿no es cierto?

— Si estás hablando de Heather. . .

— Ya sabes que sí.

Digirió la mirada hacia el camión de los elefantes donde Heather empujaba una carretilla cargada de estiércol. Ahora era ella quien se encargaba de esa tarea, la misma que había realizado Bella. Sheba lo consideraba un castigo apropiado, pero Brady no estaba satisfecho. Lo había arreglado todo para enviar a Heather con su cuñada Terry en cuanto ésta regresara de visitar a su madre en Wichita.

— Heather es cosa mía. En lugar de preocuparte por ella, por qué no piensas en lo bien que lo pasamos juntos la otra noche.

— ¿Bien? Pero ¡si casi nos matamos el uno al otro!

— Sí. ¿No estuvo genial?

Brady sonrió ampliamente ante el recuerdo y Sheba sintió un escalofrío traidor en su interior. Había estado bien: la excitación, la emoción de alcanzar el clímax junto a alguien con tan mal genio y tan exigente como ella. Se moría por acostarse con él otra vez, así que se puso una mano en la cadera y adelantó el labio inferior.

— Preferiría que me abrieran en canal.

— Pues nena, yo siempre tengo el taladro listo para el trabajo.

Ella casi sonrió. Entonces vio que Edward se inclinaba para besar a Bella en la punta de la nariz. Cómo lo odiaba. Cómo los odiaba a los dos. A ella nunca la había mirado así.

— Mantente alejado de mí, Brady. —Lo empujó al pasar por su lado y se alejó con paso airado.  

 

 

Capítulo 26: Los odio! Capítulo 28: Díselo ya

 
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