Libre hasta que tú apareciste en mi vida (+18)

Autor: AnneHilldweller
Género: + 18
Fecha Creación: 27/12/2012
Fecha Actualización: 03/02/2013
Finalizado: SI
Votos: 52
Comentarios: 70
Visitas: 168396
Capítulos: 20

Secuela de ¿Estás libre esta Noche?

Primera parte de este fic AQUI

 

Summary

Bella y Edward se conocieron de una forma poco común, una desconocida le dio a ella el número del celular de él. La noche de su cumpleaños lo llamó debido a su soledad. Él le impuso tres reglas a seguir, sólo se trataba de sexo casual, jamás se imaginaron el giro que darían esos encuentros y hoy se encuentran frente a frente creyendo estar enamorados.

Ella, en un afán por comprobar que sea verdadero amor lo que sienten y no sólo algo físico, repite la cuestión del primer encuentro, imponiendo tres nuevas reglas:

Número 1: No mentiras

Número 2: No arranques de celos

Número 3: No sexo durante un par de meses

Él, en un afán por demostrarle que sí es una cuestión de sentimientos y que está dispuesto a que lo conozca mejor decide contarle su historia, de a poco cada noche en lugar de tener sexo.

¿Qué sucederá cuando ella conozca toda la verdad?

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Capítulo 6: Al demonio con las reglas

Sólo quiero acercarme a ti

Encontrar lo que se necesita para moverte

Tenlo presente, soy una máquina del amor

Veinticuatro horas al día, siete días de la semana

Llámame cada vez que lo necesites

Sólo quiero sentirme vivo

Y haré lo necesario para satisfacerte

Hora tras hora nena

Toda la noche contigo

 

– ¿Qué? – exclamé más que impresionado y lo miré estupefacto, no podía creer que desconociera tanto a James, jamás me imaginé que fuera capaz de llegar a ese extremo con tal de que su imagen no fuera dañada.

– No me mires así, yo no tuve nada que ver, fue cosa del destino.

– ¿Qué fue lo que pasó?

– No se dio cuenta que su auto se quedó sin frenos así que se estampó en un puente, lo rescataron con vida, pero al parecer en el hospital hubo una equivocación, no supieron que era alérgico a un medicamento y eso fue lo que le ocasionó la muerte sin que pudieran evitarlo – explicó como si me estuviera dando el estado del tiempo.

– Era un mal nacido, pero tampoco era para desear su muerte.

– Creo que tenía muchos enemigos, cuando se es estafador, ese es el riesgo, ¿puedes darme las fotos, por favor?

– Están en mi departamento.

 

Miré el reloj y faltaba media hora para la cita con la desconocida, pero, con tal de no averiguar de qué era capaz James, le dije que fuéramos por ellas. Manejé a toda velocidad, en silencio, en la universidad él había sido el típico chico que molestaba a los nerds y les hacía bromas bastante pesadas, por eso me quedaba la duda de si en verdad había sido un descuido de Chace lo de los frenos, ahora me arrepentía por haber acudido a James para resolver ese asunto, pero se veía tan tranquilo, ¿podría ser tan frío o simplemente sí había sido obra del destino? Llegué a mi edificio y subí rápidamente por el sobre con las fotos, lo tenía en un cajón, debajo de mi ropa, lo saque y volví a bajar a toda velocidad, se lo entregué y me sonrió satisfecho.

 

– Gracias Edward, ahora ya estamos en paz tú y yo, sin nada que nos preocupe – no pude responderle nada – tranquilo, tú y yo seguimos siendo amigos, no pasa nada, olvidemos este mal episodio.

– Voy a otro lado, ¿quieres que te deje en algún lugar?

– No, gracias, el sitio donde me estoy quedando no está lejos de aquí, puedo irme caminando.

– Adiós James – dije subiendo a mi auto, no podía perder más tiempo.

 

Miré por uno de los espejos del auto y me di cuenta como sacaba un encendedor del bolsillo de su pantalón y encendía el sobre. Ahora agradecía no haberme asociado con él. Manejé a toda prisa al hotel, ya eran las 8:05, así que cuando llegué dejé mi auto con el valet parking, no podía perder más tiempo estacionándolo yo mismo. Entré y vi que ella ya estaba por salir, le sonreí, incluso con traje sastre se veía sensual.

 

– Disculpa la tardanza, tuve un contratiempo – dije mientras le tendía el brazo.

– Entiendo – respondió con una sonrisa.

 

Nos dirigimos a la habitación y una vez más maldije a las cámaras de seguridad del ascensor, si no estuvieran, en ese mismo instante lo detendría y la haría mía, era una de mis fantasías que aún no cumplía.

 

Al entrar a la habitación ella se fue directo a la mesa para dejar su bolso, me acerqué y la abracé por la cintura acercándola a mí, su exquisito aroma me inundó y mi cuerpo empezó a reaccionar, comencé a besarle el cuello mientras masajeaba sus senos por encima de la blusa, después le quité el saco y la giré para besarla desesperadamente acariciando sus nalgas, me enloquecía su sabor, sentir como se iba excitando.

 

Después volví a besar su cuello hasta llegar a su oreja, le mordisqué el lóbulo y la escuché gemir, entonces una idea cruzó por mi mente, quería saber si había hecho lo mismo que yo cuando estuve en Seattle. Le pregunté si había seguido mi sugerencia y, para mi sorpresa, respondió que sí, así que le pedí que me lo mostrara y me miró desconcertada.

 

– Quiero que te acaricies para mí – le pedí rozando su boca, ella me miraba sin dar crédito a lo que le solicitaba – anda, compláceme, quiero ver como lo hiciste – insistí en tanto deslizaba mi dedo pulgar por sus labios.

 

Quise tentarla para ver hasta donde era capaz de llegar por complacerme y me encantó su disposición y, sobre todo, ver como se deshacía de la timidez que mostraba en público y se convertía en la mujer más sexy.

 

Me senté en el borde de la cama y fui testigo del más espectacular y seductor striptease que había presenciado jamás. En algún momento liberé mi miembro y lo acaricié mientras la veía autosatisfacerse hasta que ya no aguante más y me acerqué a ella, me miró sorprendida, tomé sus dedos y los lamí disfrutando del sabor de su intimidad, después de colocarme el condón me introduje en ella y comencé a gemir en tanto me movía ávidamente haciéndola mía, luego de un rato me detuvo, provocando que me desconcertará y me fascinó escuchar su respuesta cuando le pregunte qué era lo que hacía.

 

– Lo que me pediste, complacerte – musitó en mi oído con su voz retorcida y sensual.

 

Hizo que me sentara y se montó en mí, puse mis manos en su cintura y me las tomó para entrelazarlas con las suyas, después las puso a los lados de mi cabeza mientras subía y bajaba con rapidez, lamió mi cuello y gimió en mi oído, haciendo que la sensación de placer se incrementara al igual que sus movimientos, instantes después llegamos juntos al orgasmo, se dejó caer sobre mí y luego se sentó a mi lado emitiendo otro gemido delicioso que provocó que me riera, me encantaba ser yo el responsable de esos gemidos.

 

De pronto, se escuchó el rugir de su estómago y le propuse cenar, ella estaba a punto de contarme algo personal, pero el subconsciente me traicionó y levanté una ceja, así que omitió la información y sólo dijo que no había tenido tiempo para comer. Me levanté del sillón para tomar el teléfono y le sugerí las hamburguesas, que eran mis favoritas, se me hizo extraño que pidiera las papas en un plato por separado, sí que era diferente en todos los aspectos.

 

Me tumbé en la cama y encendí el televisor, necesitaba una distracción antes de que la cuestionara sobre su fin de semana y con eso romper por completo las reglas, aún no estaba del todo seguro de querer hacer eso. Ella se metió al baño. Entonces, me reí de mí mismo, las reglas las estaba rompiendo de a poco, sobre todo la tercera, ¿a quién quería engañar?, jamás me había tomado la molestia de verlas dormir como en mi primer encuentro con ella, aunque hayan sido escasos segundos; tampoco había explicado que estaría ausente como lo hice la segunda vez y mucho menos había compartido otra cosa que no fuera sexo como ahora que cenaríamos juntos, no tenía muy claro porque lo estaba haciendo, pero me inquietaba verla en otras circunstancias, conocerla en otros aspectos.

 

Me levanté para retirarme el condón y después me puse una bata que saqué del clóset. Minutos más tarde tocaron la puerta, la abrí y me entregaron la charola con la comida, la puse sobre la mesa y ella salió del baño envuelta en una toalla.

 

Se sentó frente a mí y empezamos a cenar en silencio y de nuevo se me ocurrió tentarla, así que empecé a seducirla acariciándole su pierna por debajo de la mesa y su respuesta fue exquisita, tomó una larga papa y la metió a su boca de una forma demasiado sexual, evidentemente haciendo alusión al miembro masculino, me mordí el labio ante la insinuación, en verdad moría porque me hiciera eso, ¿a qué hombre no le gusta?, sin embargo, no me atrevía a proponérselo, no la obligaría a hacer algo que no quisiera.

 

Continuamos comiendo de la manera más increíblemente sensual que pudiera existir, definitivamente ya no podría comer una hamburguesa y unas papas sin evitar recordar este momento. Cuando terminamos de cenar me levanté para ponerme otro condón y volví a hacerla mía, esta vez en la mesa, me agradaba sobre manera que se dejara llevar y permitiera experimentar otras formas de tener sexo. En esta ocasión terminé segundos antes que ella, después me levanté y fui al baño, me quité el condón y me lavé las manos para quitar el olor de la hamburguesa y las papas, cuando salí la vi vistiéndose.

 

– ¿Qué haces? – pregunté contrariado, no podía irse tan rápido.

– Vistiéndome.

– Aún no terminamos o, ¿ya te tienes que ir? – dije desconcertado.

– No, es sólo que… bueno, entre las reglas y tu actitud, no sé cuando esto se acaba.

– Cuando veas que yo me visto esa es la señal – exclamé tajante.

 

A veces no podía dominar mis emociones, sobre todo la ira, la incertidumbre y la preocupación, reaccionaba irasciblemente. Me acerqué a ella y lamí sus delicados labios, incitándola poco a poco hasta que metí mi lengua en su boca buscando el roce con la suya, la besaba con mucha más frecuencia que a las demás, aparte de su sabor me gustaba su forma de besar, apasionada, sí, pero a la vez suave con un toque de ternura, nadie me había besado de esa manera. Terminé por quitarle las pocas prendas que se había puesto y mientras seguíamos besándonos caminamos hacia la cama para volver a hacerlo.

 

Fui por el último condón que tenía y me subí en ella, besé sus senos mientras ella enterraba sus manos en mis cabellos y gemía una vez más a causa de mis caricias, fui subiendo dándole besos cortos hasta su cuello que mordisqué ligeramente, no quería dejarle marcas, entonces, ella tomó el control de la situación y me hizo girarme, ahora fue ella la que besó y lamió mi cuello, oh sí, que diferente se sentía que lo hiciera ella, me quitó el condón de la mano y se hincó para colocármelo en tanto sus dedos rozaban mi miembro y empecé a jadear, se montó sobre mí y fue moviéndose lentamente en círculos con mi miembro dentro de su centro, era una sensación deliciosamente placentera y mis jadeos aumentaron.

 

– Oh sí, así – exclamé entre gemidos sin poder evitarlo.

– ¿Te gusta? – preguntó en un tono apenas audible.

– Sí, sigue, no te detengas.

 

Me estaba volviendo loco y llevándome al extremo, sus movimientos seguían lentos, provocando un roce de lo más exquisito, empezó a subir y bajar mientras llevaba sus manos a sus cabellos acariciándolos sensualmente, yo puse mis manos sobre su cadera y se la apretaba al compás de su ritmo, de pronto se detuvo y entonces la hice acostarse, era mi turno de llevar el control y la embestí con fuerza en tanto nuestros labios se rozaban y sentía su tibio aliento inundar mi boca y llegar hasta la garganta. Seguí haciéndola mía sin quitarnos la vista de encima, como disfrutaba de su rostro retorcido por el placer que yo le proporcionaba. Abrazó mi espalda con sus piernas y los movimientos se volvieron aún más intensos al igual que sus gritos y volvimos a llegar juntos al orgasmo, me dejé caer sobre su cuerpo aspirando el olor de su sudor y del sexo mismo que flotaba en al aire.

 

– Eres fantástica – dije en voz baja en su oído.

– Y tú eres único – exclamó aún con la voz retorcida de placer.

 

Esas palabras me encantaron, me daba cuenta como gozaba, pero que me lo hiciera saber con palabras era grandioso. Me acosté a su lado, no tenía prisa por irme, no como en otras ocasiones, exhalé fuertemente y de reojo la vi sonreír satisfecha, sabía perfectamente que ella era la causante de esas exhalaciones a causa del magnífico sexo que compartíamos.

 

Cerré los ojos unos instantes mientras mi respiración volvía a su ritmo normal y me quedé dormido unos minutos. Cuando desperté me di cuenta que ella también dormía, así que me levanté, me quité el condón y me vestí. Salí de la habitación tratando de no hacer ruido para evitar que se despertara, mientras caminaba por el pasillo se me ocurrió hacerle saber lo estupenda que había estado la noche así que me dirigí a la oficina del gerente, no quería escribirle la nota a mano. Toqué la puerta y en seguida me abrió.

 

– Buenas noches Arthur, necesito hacer algo en la computadora, ¿me permites?

– Por supuesto Edward, faltaba más, mientras voy a la recepción.

 

Tenía abierto Word, así que di click en nuevo documento y escribí en letras grandes: “Espero que hayas disfrutado de la comida tanto como yo”. Lo mandé imprimir y al leerlo me percaté que había escrito mi nombre, dudé, pero finalmente se lo quité y lo imprimí otra vez, luego cerré el documento sin guardarlo. Subí nuevamente a la habitación y dejé la nota sobre la mesa, me acerqué unos instantes a mirarla, estaba acostada de lado.

 

– No te vayas – dijo entre sueños.

 

¿Acaso estaba soñando conmigo?, ¿sería posible que pensara en mí durante el día? Moví la cabeza y salí otra vez silenciosamente y me fui directo a mi departamento con una sonrisita en la cara. Me bañé y después me acosté, inmediatamente me quedé dormido.

 

Al día siguiente tuvimos un curso en la oficina, se trataba sobre tomar riesgos, claro enfocado al ambiente empresarial, pero muchas cosas me llegaron de forma personal, así que al salir decidí mandar por un tubo las reglas, finalmente no las había creado yo, no había un contrato de por medio y tenía la plena libertad de decidir si quería seguir perteneciendo a esa sociedad o no. En cuanto estuve en mi oficina tomé el teléfono y llamé a un amigo que trabajaba en una compañía telefónica.

 

– Hola Edward, ¿cómo estás? – exclamó amablemente.

– Bien Ethan, ¿y tú?

– También, gracias, ¿en qué puedo ayudarte?

– Necesito que me investigues el nombre de una persona, por favor, tengo su número de celular.

– Por supuesto, mándamelo por mail y en una hora te tengo el dato.

– Gracias, ¿crees que puedas hacer una investigación más profunda?

– ¿Qué más necesitas saber?

– Todo lo que se pueda, dirección, edad, ocupación, con quién vive, la mayor cantidad de información posible.

– Eso no lo puedo hacer yo, pero conozco a alguien que sí, sólo que llevará unos días, déjame le pregunto y te aviso, ¿ok?

– Está bien, mientras tanto envíame el nombre, por favor.

– En una hora lo tendrás y también la respuesta de cuándo podré hacerte llegar el resto de la información.

– Gracias amigo.

– De nada, cuando quieras.

 

Saqué el celular del bolsillo de mi pantalón, busqué el número de ella y se lo envié por mail, en tanto esperaba su respuesta seguí trabajando. Poco más de una hora después recibí su correo y lo leí de inmediato, además de su nombre había podido averiguar su dirección y me informó que el resto de los datos los tendría en una semana.

 

“Isabella Swan”, dije en voz alta leyendo su nombre, la primera regla estaba rota totalmente, la segunda en proceso, aunque no sería ella precisamente la que respondiera las preguntas y la tercera, bueno, definitivamente era la primera que había roto, si no fuera así no estaría ahora investigándola. Pero, a pesar de estar haciendo eso no me atrevía a romper las reglas frente a ella, no sabía cómo actuar o qué decirle, hacía tantos años que no tenía una cita convencional con una chica que me había olvidado del procedimiento, sí me gustaba y demasiado, de eso no había dudas, pero, ¿para ella sería suficiente?, seguramente había una buena razón para que me buscara, pero no creía que fuera por un sentimiento, ni yo mismo estaba seguro de tener alguno por ella.

 

Me llevé una mano a la cabeza, me seguía persiguiendo el fantasma del pasado, me asustaba la idea de que la historia con Tanya se repitiera, sabía perfectamente que era absurdo, no creía que alguien tuviera tan mala suerte como para vivir dos veces la misma tragedia, pero no quería averiguarlo.

 

Al día siguiente, Alice llegó de sorpresa a visitarme, me dijo que andaba buscando un lugar para hacer la presentación de la línea de ropa que lanzaría en poco tiempo y le propuse que la hiciera en uno de los salones del Rose Imperial y le encantó la idea, así que me sacó a rastras de la oficina para ir al hotel y elegir uno de los tres, como siempre de hiperactiva.

 

Aprovechamos y almorzamos ahí mismo, me platicó que estaba vuelta loca organizando eso y su boda, aunque para ambos eventos había contratado a gente especializada, me comentó que le había caído muy bien una de las chicas de la agencia de publicidad que se encargaría de promocionar el lanzamiento, no me imaginé de quien estaba hablando porque no me dijo su nombre.

 

Era jueves y había tenido otra junta con los socios sobre el hotel de Londres, les pedí ir en noviembre para regresar a tiempo a la boda de Alice, no hubo ningún inconveniente. Al salir estaba nuevamente ella esperándome y fuimos al Rose Imperial otra vez, se quedó de ver con la chica de la agencia y me la presentó, Audrey Ward, quien por cierto, me comió con la mirada y, extrañamente, me incomodó.

 

Ya era de noche cuando salimos de ahí, me despedí de Alice y subí a mi auto. Era el tercer día que Isabella no me buscaba y me inquietaba, saqué el celular para llamarla yo, pero de último momento decidí que era mejor ir a su departamento, propiciaría un encuentro casual para terminar de mandar al demonio las dichosas reglas.

 

Llegué y me estacioné en la acera de enfrente, era un edificio de diez pisos y ella vivía en el quinto, de la guantera saqué mi loción y me rocié un poco, la guardé y estaba por bajar del auto cuando volteé y justo en ese momento la vi salir de la mano de un tipo alto, moreno, de cabello oscuro y un poco fornido. Me quedé inmóvil mirándolos, él le abrió la puerta de su auto y antes de que ella subiera le dio un beso en los labios, entonces una sensación desconocida recorrió mi cuerpo al presenciar esa escena.

 

Fragmento de la canción: All day long I dream about sex.

Intérprete: JC Chasez.

Traducción: Anne Hilldweller.

Capítulo 5: Fin de semana en Seattle Capítulo 7: Descubriendo algunas verdades

 
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