Libre hasta que tú apareciste en mi vida (+18)

Autor: AnneHilldweller
Género: + 18
Fecha Creación: 27/12/2012
Fecha Actualización: 03/02/2013
Finalizado: SI
Votos: 52
Comentarios: 70
Visitas: 168399
Capítulos: 20

Secuela de ¿Estás libre esta Noche?

Primera parte de este fic AQUI

 

Summary

Bella y Edward se conocieron de una forma poco común, una desconocida le dio a ella el número del celular de él. La noche de su cumpleaños lo llamó debido a su soledad. Él le impuso tres reglas a seguir, sólo se trataba de sexo casual, jamás se imaginaron el giro que darían esos encuentros y hoy se encuentran frente a frente creyendo estar enamorados.

Ella, en un afán por comprobar que sea verdadero amor lo que sienten y no sólo algo físico, repite la cuestión del primer encuentro, imponiendo tres nuevas reglas:

Número 1: No mentiras

Número 2: No arranques de celos

Número 3: No sexo durante un par de meses

Él, en un afán por demostrarle que sí es una cuestión de sentimientos y que está dispuesto a que lo conozca mejor decide contarle su historia, de a poco cada noche en lugar de tener sexo.

¿Qué sucederá cuando ella conozca toda la verdad?

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Capítulo 4: Por segunda vez

Soy veneno que te arde en los labios

Veneno que derrite tu piel

Veneno que te inunda los sueños

Y que se adueña de ti

Poco a poco

Porque soy veneno

Y si tú quieres yo te quiero

Pero desnúdate primero

Que no se entere la ciudad

Porque yo soy veneno

Y tú ya sabes lo que quiero

Ir dando vueltas por tu cuerpo

No necesito nada más

 

– ¿Cómo fui tan idiota para no haberme dado cuenta? – exclamó Jennifer aún llorando.

– Dicen que el amor es ciego, no en vano nunca me cayó bien, aunque jamás me imaginé que tuviera esas tendencias.

– Eso es lo que más me duele, si me hubiera engañado con una mujer creo que hasta lo hubiera perdonado, pero un hombre…

– Ya no llores, por favor, no vale la pena que estés así, no por él.

– Es que no sabes el shock tan grande, además ve los papeles, es un estafador profesional.

– Pero sus días de vividor han terminado.

– Eran todos mis ahorros Edward, tengo muchísimas deudas.

– No te preocupes por eso, yo te ayudaré a cubrirlas.

– No, de ningún modo lo voy a permitir, te lo agradezco, pero no es justo que tú pagues por mis errores.

– Para eso somos los amigos y yo estoy en deuda contigo.

– Ni lo menciones, sabes que eres otro hermano para mí.

 

La seguí abrazando y cuando se quedó dormida la llevé a su habitación, yo también estaba en shock, nunca me hubiera pasado por la mente que James tuviera esos gustos, lo había visto infinidad de veces con chicas en la universidad, jamás le noté nada extraño, ¿sería reciente su cambio?, ¿o simplemente era bisexual? Hablaría con él, esto no se podía quedar así.

 

Estaba acostado al lado de Jennifer viéndola dormir cuando de pronto una imagen vino a mi mente, el rostro de la chica de la noche anterior, me pregunté que estaría haciendo, si también ya estaría dormida, ¿volvería a verla?, pero, ¿por qué pensaba en ella?, eso no estaba bien, ¿acaso rompería las reglas esta vez?, cerré los ojos tratando de dormir.

 

Cuando desperté, Jennifer ya se había ido a trabajar, me dejó una nota en la mesa de noche diciéndome que me sintiera en casa y desayunara lo que quisiera, me levanté y me dirigí a la cocina, abrí el refrigerador y saqué un bote de leche, me serví en un vaso y después tomé las galletas del anaquel de arriba, me senté frente a la mesa y al terminar le marqué a James y lo cité a las seis en el restaurante del Rose Imperial.

 

Después fui a mi departamento, me bañé, me arreglé y luego fui a la oficina a ver qué pendientes tenía. A las dos almorcé con Jennifer, me dio gusto verla más tranquila, eso siempre se lo había admirado, no se clavaba mucho tiempo en las emociones, las vivía al máximo y en poco tiempo las hacía a un lado.

 

Más tarde me dirigí al Rose Imperial, pasé a saludar a Jane y me quedé poco más de una hora platicando con ella y su mamá, estaban tan felices y agradecidas las dos, me alegraba poder contribuir con esos momentos. Iba saliendo de su habitación cuando el celular sonó, era un poco temprano para esas llamadas, sin embargo, lo saqué y miré sorprendido el número, una sonrisa se dibujó en mis labios al ver de quien se trataba.

 

– Hola.

– ¿Estás libre esta noche? – me sorprendió escuchar su tono sensual y me gustó.

– Sí, te veo en el mismo lugar a las ocho, ¿te parece?

– ¿No podría ser más temprano?, ¿a las 6:30? – ¿por qué querría verme más temprano?, ¿tendría algo que hacer más tarde?

– Lo siento, me es imposible a esa hora – otra razón más para querer golpear a James.

– Ok, entonces a las ocho – respondió un tanto desilusionada.

– A las ocho, en el lobby, cerca de los elevadores.

 

Colgué porque se habían abierto las puertas del ascensor y entré, presioné el botón de planta baja y sonreí ante la expectativa del encuentro nocturno, no estaba muy seguro si volvería a buscarme y no imaginé que llamara tan temprano, de haberlo sabido hubiera citado a James a la hora del almuerzo, pero pensaba llamarla yo después de terminar de arreglar ese asunto, quería volver a verla antes de ir a pasar el fin de semana a casa de mis padres.

 

Puntualmente llegó James, me saludó como siempre con su típica sonrisa y un abrazo, evite pegarme mucho a su cuerpo, ya no lo veía con los mismos ojos que antes. Pedimos de cenar y un par de cervezas.

 

– Que sorpresa viejo, ¿cuánto tiempo sin verte cómo supiste que estaba en Nueva Jersey?

– Todo en esta vida se sabe James, tarde o temprano, no hay nada oculto bajo el sol, por más que uno trate de esconderse – respondí serio y frío.

– ¿Y cómo van los negocios? – respondió mirándome extrañado.

– Muy bien, ¿y los tuyos?

– Bien, gracias.

 

Nos llevaron la cena y estuvimos platicando de cosas triviales, le coqueteó descaradamente a la mesera que se sonrojó, yo moví la cabeza reprobatoriamente. Cuando terminamos de cenar abrí el sobre que traía y saqué las fotos, las fui poniendo una a una sobre la mesa. La expresión de su rostro fue cambiando conforme las veía de sorpresa, a nervios, a vergüenza, a coraje, simplemente no tenía precio verlo así.

 

– No sabía que habías cambiado a las mujeres, ¿te hartaste después de todas las que tuviste en la universidad?

– No, no las he cambiado – respondió nervioso juntando las fotos, pero lo detuve.

– A mí me importa muy poco con quien te revuelques, sea mujer u hombre, pero, este tipejo abusó y utilizó vilmente a alguien sumamente preciado por mí y eso no se puede quedar así y tú vas a ayudarme, si no quieres que estas fotografías sean distribuidas entre las chicas de la sociedad a la que pertenecemos o peor aún, que lleguen a la editorial de una importante revista de sociales.

– Edward, no es lo que piensas, no he dejado a las mujeres, me encantan, tú lo sabes, pero, en una fiesta ya con muchos tragos encima un tipo se me acercó y probé y…

– Ya te dije que eso a mí no me interesa, lo que quiero es que este individuo pague por la canallada que hizo.

– Está bien, ¿qué debo hacer? – preguntó sintiéndose acorralado.

– Hundirlo, quiero verlo en la cárcel, aprovecha tus encantos y dale confianza, deja que te estafe, porque si no lo sabes, a eso se dedica en la vida, hasta te estoy haciendo un favor – moví la cabeza – después refúndelo en prisión.

– ¿Y por qué no lo hace la persona que mencionas?, yo buscaré las pruebas necesarias.

– Porque no pienso permitir que pase por ese proceso, ya suficiente daño le hizo.

– ¿Se trata de Alice?

– No y no es de tu incumbencia quien sea… tienes tres meses James, o esto saldrá a la luz pública – dije determinado en tanto recogía las fotos y las guardaba de nuevo en el sobre.

– De acuerdo, muy pronto estará en prisión.

– Eso espero, buenas noches James.

 

Tomé el sobre y bajé al estacionamiento para guardarlo en mi auto, faltaban cinco minutos para las ocho, me puse un poco de loción y subí de nueva cuenta, pero por las escaleras. La vi recargada en la pared, ¿tenía los ojos cerrados?, sí que era intrigante su forma de comportarse, otra vez estaba nerviosa, ¿por mí?, ¿o sólo por la situación? Me miró, esta vez iba un poco más maquillada que la otra noche, traía su cabello recogido en una coleta y de nuevo vestía su abrigo, pero en esta ocasión cerrado.

 

– Buenas noches – saludé admirándola, que hermosa se veía.

– Buenas noches – respondió mientras me sonreía.

 

Entramos al elevador, me gustaba ver la expresión de su rostro cuando me miraba, era una mezcla de fascinación, deseo, nervios, ansias, de muchas emociones, que francamente alimentaban mi ego. Percibí un ligero movimiento de su parte, acercándose a mí, malditas cámaras de seguridad, yo también ardía en deseos por besarla, pero tenía que advertirla antes de tener que rechazarla y que se lo tomará a mal, pero, ¿por qué me importaba eso?, ya lo había hecho con otras mujeres sin tomar en cuenta que se molestaran o se sintieran ofendidas.

 

– En este hotel hay cámaras en los elevadores, por seguridad – la señalé con los ojos.

– Entiendo, pero no iba a intentar nada extraño – respondió avergonzada.

 

No pude evitar que una sonrisa se me escapara, sabía que estaba tan ansiosa como yo, sus ojos eran ventanas abiertas, ¿acaso no veía el deseo en los míos?, como iba a verlo si prefería mirar el suelo.

 

Salimos del ascensor y caminamos unos metros para llegar a la habitación, me sorprendió gratamente cuando al entrar y encender la luz ella tomó la iniciativa y me acorraló contra la puerta para besarme desesperada, le respondí de igual manera, mi lengua se entrelazaba con la de ella en una lucha sin tregua, frotándose, sintiéndose, en tanto mis manos desabrochaban el estorboso abrigo que dejé caer al suelo segundos después, la separé un poco para mirarla y me quedé perplejo, traía un provocativo vestido rojo de tirantes que acentuaba el color de su blanca piel y mi excitación aumentó, ella se había arreglado para mí.

 

– Wow… ese vestido sí que te queda bien, muy bien.

– ¿En verdad? – preguntó y se dio una vuelta coquetamente

– Por supuesto, aunque a decir verdad, se verá mejor en el suelo.

 

Me gustaba esa combinación en ella, de niña tímida y mujer fatal. Me complacía ser yo quien sacara en ella esa parte sensual que no mostraba en público, no se hubiera puesto el abrigo si lo hiciera.

 

La tomé por la cintura y mi lengua recorrió su oreja exhalando en ella, sentí como se doblaba su cuerpo y me sujetaba por los codos, fui lamiendo hasta llegar a su cuello que besé en tanto bajaba los tirantes del vestido hasta llegar a sus senos que acaricié sobre la tela, después le besé la parte de éstos que sobresalía, luego ella tomó mi cara y me besó frenética, deslicé una de mis manos por debajo de la ropa y noté que traía tanga esta vez, así que masajeé su nalga. Después de romper el beso lamió mi cuello.

 

– Quiero sentirte dentro de mí – musitó en mi oído acariciando mi miembro ya erecto y después desabrochó con rapidez mi pantalón y liberó mi erección.

 

Mientras me ponía el condón, ella se tumbó en la cama y se deshizo de su tanga al tiempo que yo lo hacía de mi pantalón, me coloqué encima subiendo su vestido para entrar en ella que gritó al sentirme, comencé con el movimiento haciéndola mía, haciéndola vibrar en tanto ella me quitaba la camisa y acariciaba mi pecho.

 

Gemí en su oreja, quería que estuviera segura de lo que me hacía sentir, de cómo disfrutaba tenerla entre mis brazos e inundar su cuerpo con el mío, sentí como deslizaba sus manos por mi espalda hasta mis nalgas que empujaba para que llegará más profundo en ella, volví a besarla y mordí sus labios, quería comérmela, ella rompió el intenso beso y gritó de manera deliciosa mientras llegaba al orgasmo y su cuerpo se estremecía, no puede evitar reírme, me llenaba de un gozo incomparable ser yo el responsable de ese grito.

 

– Sshhh, van a pensar que te estoy matando – dije sobre sus labios abiertos.

– Y lo estás haciendo… de placer – respondió mirándome a los ojos.

 

Me senté en la cama, recargado en la cabecera en tanto ella se quitaba el vestido, revelándome la desnudez de su cuerpo perfecto, se sentó sobre mí, rozando exquisitamente su sexo con el mío, lamiendo y mordisqueando mi oreja en tanto presionaba mis pezones con sus dedos. La levanté un poco, a pesar de estar disfrutando del roce de nuestros sexos, quería estar de nuevo dentro de ella.

 

Me encantó que tomara la iniciativa y fuera ella quien se lo introducía, comenzó a moverse lentamente, gimiendo, le solté el cabello y ella se lo acomodó sobre sus hombros de una forma tan increíblemente sensual mientras yo le acariciaba sus muslos y ella se movía a su ritmo, poniendo sus manos sobre mis hombros. Nos miramos a los ojos y eso fue el aliciente que me faltaba para alcanzar el orgasmo en tanto le apretaba sus nalgas y gritaba por la intensa sensación. Calló mi grito besándome mientras ella terminaba también.

 

Suspiró y la miré confundido, no sé porque pero quería saber lo que pensaba en ese momento, me inquietaba su actitud. Me cuestionó si ya me marchaba y cuando le dije que no me comentó que quería hacerme una pregunta, el rubor inundó sus mejillas, ¿cómo podía darle vergüenza hacerme una simple pregunta, cualquiera que fuera, después de haberme entregado su cuerpo?

 

No pude evitar reírme cuando finalmente me hizo saber lo que le inquietaba de mí, ¿cómo era posible que pensara que me prostituía?, entonces terminé por comprender que ella ignoraba toda la cuestión de la sociedad, simplemente alguien le había dado mi teléfono sin darle ninguna explicación y rompiendo la cuarta regla.

 

– No soy un gigoló, si es lo que piensas, esto es sólo placer para ambos y créeme, no hay dinero suficiente para retribuirlo – le expliqué levantándome de la cama para buscar otro condón.

 

Me quité el que traía y lo tiré a la basura, quería hacerla mía una vez más esa noche, no sabía cuándo volvería a verla y deseaba sentirla otra vez temblando entre mis brazos.

 

Me subí a la cama y dejé el condón en la almohada, la hice acostarse nuevamente, fui deslizando con suavidad mis dedos por la piel tersa de sus piernas, acariciando desde el talón y subiendo de a poco, me entretuve en sus rodillas mientras veía como su pecho subía y bajaba cada vez más aprisa porque su respiración se estaba elevando. Al llegar a sus muslos besé y lamí su ombligo, otro gemido se dejó escuchar, así que subí a sus senos y comencé a comerme uno de sus pezones mientras mis dedos pasaban a su centro frotándolo por fuera y me comí el otro pezón.

 

Instintivamente abrió las piernas y le introduje mi dedo mientras la besaba apasionadamente, tratando de sincronizar los movimientos de mi lengua y de mi dedo, me pasó el condón y me lo puse de inmediato. Vi como cerraba los ojos cuando volvió a sentirme dentro de su cuerpo. Comencé a moverme lentamente en tanto le besaba el cuello y le apretaba delicadamente sus nalgas. Sus gemidos me encantaban, sin embargo, disfrutaba más de su sabor así que la besé frenéticamente.

 

Ella se aferró a mi espalda y enrolló sus piernas en mi cintura apretándome para sentir más como la llenaba. Rompí el beso para gruñir, los movimientos de ambos se intensificaron, puse mis manos sobre la cama para levantarme un poco y mirar su rostro, me excitaba más ver su expresión retorcida. Deslizó sus manos a mi torso y lo acarició, se mordía los labios. Embestí con más fuerza, quería que termináramos juntos y a mí me faltaba poco, ella me suplicó por más, estaba a punto de llegar también e instantes después ambos lo logramos. Abrió su boca y su grito se mezcló con el mío, era el éxtasis total, la gloria.

 

Me dejé caer sobre su cuerpo, en tanto nuestras respiraciones trataban de volver a la normalidad, segundos después me acosté a su lado y cuando estaba completamente recuperado me levanté a vestirme, ella no dijo nada, ya había comprendido las reglas. Estaba por retirarme cuando recordé que a la mañana siguiente viajaría, así que me detuve antes de abrir la puerta y me giré.

 

– No estaré disponible hasta el lunes por la noche – aclaré para evitar que me llamara y encontrará el celular fuera de servicio.

– Entiendo – respondió seria.

– Claro que siempre hay otras opciones… puedes acariciarte pensando en mí – sugerí pícaramente – hasta luego.

– Hasta luego.

 

Y salí de la habitación, no entendía porque me tomaba tantas molestias con ella, no tenía porqué haberle aclarado que no estaría disponible, eso rompía en parte las reglas, no sería la primera vez que apagaría ese celular, pero esa desconocida estaba ejerciendo en mí algo extraño y me pregunté nuevamente cómo es que había dado conmigo y por qué se había atrevido a llamarme sin saber nada de mí.

 

Llegué a la casa de mis padres a mediodía, no había nadie, sólo la servidumbre, subí a mi habitación y desempaqué mi maleta. Me tiré en la cama a ver televisión y me quedé dormido no sé cuánto tiempo. La ruidosa llegada de Emmett y Rosalie me despertó, moví mi cabeza, no importaba que él tuviera 29 años ni que estuviera casado, siempre sería como un niño.

 

Así que baje y los saludé, a los pocos minutos llegaron mis padres, que me abrazaron dándome la bienvenida. Más tarde llegó Alice con unas amigas y poco después, Jasper que la abrazó efusivamente. Cenamos y estuvimos platicando largo rato, mi pequeña hermana estaba más que emocionada porque al día siguiente haría oficial su compromiso con Jasper.

 

Me fui a acostar, pero no tenía sueño, entonces me puse a leer mientras escuchaba música. Obviamente no oí cuando abrieron la puerta, me di cuenta que había alguien en mi habitación cuando me quitaron el libro de las manos. Era Maggie, una amiga de Alice, de la cual yo sabía plenamente que sentía algo por mí, me miraba seductora, traía puesto un short y una polera de tirantes ceñida al cuerpo, se mordió un dedo y vi el deseo en sus ojos, estaba determinada a seducirme esa noche y yo sonreí.

 

Fragmento de la canción: Veneno.

Intérprete: Ragazzi.

 

Capítulo 3: Primera vez Capítulo 5: Fin de semana en Seattle

 
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