Libre hasta que tú apareciste en mi vida (+18)

Autor: AnneHilldweller
Género: + 18
Fecha Creación: 27/12/2012
Fecha Actualización: 03/02/2013
Finalizado: SI
Votos: 52
Comentarios: 70
Visitas: 168388
Capítulos: 20

Secuela de ¿Estás libre esta Noche?

Primera parte de este fic AQUI

 

Summary

Bella y Edward se conocieron de una forma poco común, una desconocida le dio a ella el número del celular de él. La noche de su cumpleaños lo llamó debido a su soledad. Él le impuso tres reglas a seguir, sólo se trataba de sexo casual, jamás se imaginaron el giro que darían esos encuentros y hoy se encuentran frente a frente creyendo estar enamorados.

Ella, en un afán por comprobar que sea verdadero amor lo que sienten y no sólo algo físico, repite la cuestión del primer encuentro, imponiendo tres nuevas reglas:

Número 1: No mentiras

Número 2: No arranques de celos

Número 3: No sexo durante un par de meses

Él, en un afán por demostrarle que sí es una cuestión de sentimientos y que está dispuesto a que lo conozca mejor decide contarle su historia, de a poco cada noche en lugar de tener sexo.

¿Qué sucederá cuando ella conozca toda la verdad?

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Capítulo 12: Malditos celos

Pero nunca celos o envidia de nadie jamás yo sentí

Hasta que el destino me puso ante mí, tu mirada de ángel

Y así comenzó mi obsesión, mi delirio por conquistarte

Pero, al saber que no eras libre, no me alejé y en cambio quise

Estar lo más cerca posible de ti, espiarte y seguirte allí donde vas

Envidia, me muero de celos y envidia

Pensando en la forma en que él te acaricia

No puedo aguantar tantos celos, me muero de envidia

Estos celos con mi vida van a terminar

No sé lo que me pasa, esta maldita envidia

Que va acabar conmigo, yo lo sé, si no te hago mía

En esta agonía vivir así no puedo más

Te digo, no puedo más

 

Apagué la luz y salí del cuarto, tiré el condón en el bote de basura, recogí la pañoleta del suelo, subí a mi habitación y la guardé en mi maleta. Entré al baño y después de lavarme las manos, pegué la oreja en la puerta que daba hacia la habitación de ellos tratando de escuchar algo, que conveniente me había resultado que eligieran esa recámara precisamente, que conectaba con la mía a través del baño. No escuché absolutamente nada, reinaba el silencio así que me fui a acostar, pero no podía dormir, me atormentaba la idea de tenerla tan cerca y que estuviera durmiendo con ese infeliz en lugar de hacerlo conmigo.

 

Me desperté muy temprano, había dormido pocas horas, vi un rato la televisión y después me levanté por un jugo, en la sala me topé con Jacob.

 

– Buenos días Edward.

– Buenos días, ¿vas a salir?

– Sí, voy a correr, lo hago todas las mañanas, ¿no quieres acompañarme?

– No, gracias, no dormí bien y estoy cansado.

– Bueno, nos vemos más tarde.

 

Entré a la cocina, saqué el jugo del refrigerador, lo serví en un vaso y me lo tomé. Debía reconocer que a veces le daba a Jacob las gracias por dejar sola a Isabella, si no fuera así no la hubiera conocido, así que decidí ir a darle los buenos días.

 

Abrí lentamente la puerta de su habitación y la vi dormida boca abajo, con las sábanas cubriéndole medio cuerpo, cerré cuidadosamente y me acosté a su lado, empecé a acariciarla y me di cuenta cómo iba despertando poco a poco, así que bajé mi mano por debajo de su cintura y ella volteó, se levantó asustada de la cama cuando se dio cuenta que era yo, me cuestionó lo que hacía ahí, le aterraba la idea de que Jacob nos descubriera, así que le dije que no estaba y le reproché el hecho de que no me hubiera detenido mientras la tumbaba en la cama y me subía en ella que me aclaró que sabía bien que era yo, que su cuerpo me reconocía, yo le sonreí feliz y después de quitarle un mechón de la cara la besé.

 

– Buenos días Isabella – exclamé rozando su nariz con la mía.

– En serio que sí estás loco, ¿te caíste de niño y te golpeaste la cabeza?

– No, me la golpeó una hermosa desconocida la noche de un martes y ella fue la que me hizo enloquecer – le aclaré metafóricamente en tanto besaba su cuello.

– ¿Así que estás loco por una desconocida?

– Sí, no sé que me ha hecho, creo que me embrujó – respondí jugando.

– Deberías hacerte una limpia para librarte del hechizo – sugirió graciosamente.

– No se me había ocurrido, gracias por el consejo – le dije, pero yo no quería librarme de su hechizo.

 

Volví a besarla mientras nuestros sexos se rozaban, me fascinaba tenerla así y más que ella respondiera a mis juegos y a mis caricias, pues se movía suavemente provocando un delicioso roce, sabía bien que no podríamos culminar el acto en ese momento, pero mientras me conformaría con esas caricias y besos furtivos.

 

Me pidió que me detuviera y volvió a recordarme a su noviecito, así que un tanto enfadado me levanté de la cama y ella también para dirigirse al baño, no pude controlar el impulso y la besé una vez más, no tenía idea en qué momento podríamos estar a solas de nuevo y necesitaba un poco más de su elixir para poder sobrellevar el día alejado de ella. Me detuvo de nuevo y no me quedó más remedio que hacerle caso, así que me fui luego de darle un pequeño beso en sus labios.

 

Entré a mi recámara y me acerqué a la puerta del baño, escuché el agua correr y sentí el impulso de entrar y bañarme con ella, pero, tuve un instante de cordura y me arrepentí, no quería ponerla en más predicamentos, Jacob podría llegar en cualquier momento, así que tomé mi ropa para bañarme en el baño de la habitación de enfrente que conectaba con la de Jennifer, así que primero entré ahí y me di cuenta que ella no estaba y también escuché el agua, entonces esperé a que saliera.

 

– Edward, ¿qué haces aquí? – preguntó al salir.

– Esperándote para bañarme, el otro baño está ocupado.

– Ah ok, por cierto, anoche sin querer pude comprobar si Bella se ponía celosa de Jacob.

– ¿Qué hiciste? – pregunté sorprendido.

– Nada, fui por mi antifaz para dormir a la habitación de ellos, no había nadie y al salir me topé con Bella que según me dijo había bajado a tomarse una pastilla, pero, en realidad estaba contigo, ¿verdad?

– Sí, estuvimos platicando.

– Claro, ahora así se le dice.

– Bueno, ya dime que te dijo cuando te vio salir de la recámara.

– Me preguntó que hacía ahí y ya le expliqué, buenas noticias para ti amigo, no la vi nada celosa, sólo desconcertada, pero quedó bastante satisfecha con mi respuesta, nada que ver con la mirada de odio que me dio en la tarde en la cocina.

– Gracias amiga, de verdad, sin embargo, me gustaría que siguieras con tu actitud cariñosa conmigo, por favor.

– Esto sí voy a cobrártelo, ¿por qué no hablas con ella de una vez por todas y le dices lo que sientes?

– Lo haré en algún momento, ahora me voy a bañar.

 

Después que me vestí bajé a la cocina y vi que estaban las dos, Jennifer me saludó demasiado amable e Isabella me miró con enfado y cuando se volteó sonreí, era grandioso verla celosa, aunque el gusto me duró poco ya que Jacob entró y luego de saludarnos le dio a ella un beso en los labios, entonces decidí que mejor saliéramos a desayunar, al menos en público no se estarían demostrando su supuesto amor.

 

Como el restaurante quedaba cerca nos fuimos caminando, Jennifer siguió con su teatro y me tomó de un brazo mientas Isabella y Jacob iban tomados de la mano, que rabia sentía, así que opté por cargar a Jennifer, no iba a ser el único incómodo de los cuatro.

 

Al llegar nos sentamos y casualmente yo quedé frente a Bella, una vez que nos llevaron lo que habíamos pedido, Jacob empezó a platicarle a Jennifer lo rara que es Isabella para comer, al verla llevarse un pedazo de piña a la boca, recordé la vez que comimos en el hotel y entonces me quité el zapato y puse mi pie sobre su pierna, ella me miró frunciendo el seño y no pude evitar sonreír, debía reconocer que me encantaba ponerla nerviosa, así que, a pesar de que retiró su pie yo seguí con mi juego acariciando su pierna aunque la moviera, hasta que se levantó al baño.

 

Cuando salimos de ahí, a Jennifer se le ocurrió que fuéramos a un hotel a apostar, entonces regresamos a la casa por el auto, de nuevo ellos iban tomados de la mano y yo hice lo mismo con Jennifer que me dedicó una mirada de desacuerdo. En cuanto subimos al Volvo, Jacob abrazó a Isabella, no pude evitar mirarlos por el espejo retrovisor y enfadarme, como odiaba que ese tipo la tocara, así que en respuesta yo jugaba con Jennifer en los altos y a través del espejo me daba cuenta de la expresión que tenía Isabella en el rostro, estábamos iguales, ambos nos moríamos de los celos, claro que ella sin fundamento, a diferencia de mí.

 

Al llegar al hotel, Jacob y yo nos dirigimos a las mesas de póker y ellas se fueron a las maquinitas de dinero rápido, me sorprendió ver lo hábil que era Jacob con las cartas, yo logré ganar mil dólares en una partida y en la siguiente él ganó el doble. Como ya era la hora de la comida dejamos de jugar y al encontrarnos con ellas Jacob cargó a Isabella dándole la noticia del dinero que había ganado, volví a sentir rabia al presenciar esa escena, es que al verlos así me daban ganas de golpearlo y decirle que ella era mía, que quitara sus sucias manos de encima, gritarle que yo no tenía ojos para nadie más, como él sí los tenía para esa tipa con la que se revolcaba y más rabia me dio cuando vi que Isabella lo tomaba amorosamente de la mano y se alejaban.

 

– Por dios, Edward, trata de controlarte – me dijo Jennifer en voz baja.

– Es que no soporto verlos así, me dan ganas de contarle toda la verdad.

– Pues hazlo, sería lo mejor para todos, ya me estoy hartando de este jueguito, ten las agallas para pelear por lo que quieres, pero como hombre no como niño.

– Aunque quiera decírselo, no puedo, está de por medio la reputación de Isabella, no puedo hacerla quedar mal frente a él, tal vez no me lo perdone.

– Entonces compórtate, si sigues así, Jacob se va a dar cuenta, respira profundo y cuenta hasta cien en alemán.

 

El comentario de mi amiga me hizo reír, yo no tenía ni idea de ese idioma. Entramos al restaurante del hotel e Isabella de inmediato se sentó frente a Jennifer, me ganó la risa, ella quería evitar a toda costa que la toqueteara por debajo de la mesa, yo moría por hacerle algo más que eso, pero tenía que aguardar hasta la noche, tenía que ir buscando el pretexto o el chantaje para estar a solas con ella otra vez.

 

Cuando terminamos de comer, Isabella fue al baño y me le quedé viendo discretamente. Un par de minutos después yo también fui hacia allá, afortunadamente las puertas de ambos estaban una frente a la otra y era poca la distancia que las separaba, así que entré al de hombres y estaba vacío, esperé en la puerta y al momento que ella salió, la jalé y la metí a uno de los compartimentos.

 

– ¿Qué te pasa?, ¿estás loco? – exclamó sumamente nerviosa.

– Ya sabes que sí, no puedo estar un minuto más sin besarte.

 

Iba a replicar, pero mis labios callaron los suyos por medio de un ansioso beso que ella me devolvió de la misma forma, mis manos recorrieron su cuerpo y se posaron en sus senos que empecé a masajear, su mano bajó a mi miembro que fue acariciando de a poco, mi lengua viajó a su cuello y se lo mordisqueé ligeramente, un jadeo escapó de sus labios y volví a besarla para evitar que alguien escuchara lo que estábamos haciendo, la adrenalina la sentía al máximo en mi cuerpo, era grandioso hacer cosas prohibidas con ella, como ahora, en un baño público y con el novio cerca.

 

– ¡Edward! – exclamó Jennifer tronando sus dedos en mi cara sacándome de la ensoñación – reacciona .- agregó y me percaté que no me había levantado de la mesa.

– Perdón, ¿qué decías? – ni siquiera tenía idea si era ella la que hablaba o Jacob.

– Que vayamos a comprar los boletos para el espectáculo musical y que mientras empieza podemos recorrer las tiendas a ver que compramos.

– Suena genial – respondí en automático tratando de recobrar el sentido de la realidad.

 

En cuanto Isabella regresó, salimos de ahí para comprar los boletos del dichoso evento que empezaría dos horas después, las cuales se me hicieron eternas, sólo tenía una cosa en mente y me estaba desesperando, afortunadamente Jennifer me distraía, aligerando leventemente la tortuosa espera. Ni siquiera le puse mucha atención al espectáculo, miraba de reojo a Isabella, un asiento nos separaba y yo moría por tocarla, por acariciarla y por besarla, pero tenía que seguir esperando a que llegáramos a la casa y aún no se me había ocurrido nada que decirle para volver a encontrarnos en el cuarto de lavado.

 

Cuando finalmente terminó el show fui el más feliz, durante el regreso a la casa fuimos comentando como había estado y una vez que llegamos, cada quien se fue a su respectiva habitación. Yo caminaba de un lado a otro en la mía y luego pegué la oreja en la puerta del baño y escuché ruidos, aunque no me quedaba claro quién era.

 

Me desvestí y sólo me quedé en bóxers, estaba por marcar el celular de Isabella cuando decidí arriesgarme a asomarme al baño y la vi sin que ella se diera cuenta, regresé por un condón, luego entré y cerré la puerta cuidadosamente, puse el seguro de la que daba a su recámara, dejé el condón en el lavabo y me paré detrás de ella que se llevó un gran susto al verme ahí, alcancé a taparle la boca para ahogar el grito que emitiría y después le expliqué como había entrado ahí.

 

– Ahora sí enloqueciste por completo, Jacob está en la habitación de al lado – exclamó moviendo la cabeza un tanto asustada.

– ¿Y a poco no lo hace más excitante? – ya sentía la adrenalina recorriéndome.

 

Era excepcional tenerla al fin como lo había deseado durante todo el día, besándola, acariciándola, haciéndola mía, sintiendo su humedad, como su cuerpo vibraba ente el contacto con el mío, era mucho mejor que la pequeña fantasía que había tenido en el restaurante. Veía a través del espejo la expresión de placer de su rostro, lo cual hacía que el mío aumentara al verla disfrutar, como primero se mordía los labios y después chupaba mis dedos. Minutos después llegué a un exquisito orgasmo instantes antes que ella que me mordió los dedos para no gritar.

 

– Estuve esperando todo el día por esto, me trastornas Bella, cada día ansío más estar contigo – se lo hice saber y luego la besé apasionadamente.

 

Esa noche dormí mejor que la anterior, a pesar de las muestras de cariño entre Isabella y Jacob me había dado cuenta que yo ejercía en ella un poder mucho mayor que él, casi estaba seguro que no lo amaba, al menos no como yo creía, yo la ponía nerviosa, se encelaba de Jennifer por verla conmigo y se entregaba a mí de una manera suprema, grandiosa y sin tapujos, sin importarle que él estuviera al lado.

 

A la mañana siguiente bajé a la cocina y me topé con una muy desagradable sorpresa, Isabella y Jacob se estaban besando y de inmediato sentí como la ira me inundaba por completo, ¿cómo se atrevía a besarla?, ¿cómo ella lo permitía? Atiné a carraspear y rompieron el beso, pero permanecieron abrazados, Jacob agregó el comentario de que lo dejarían para después y de nuevo me dieron ganas de golpearlo, seguramente Isabella lo notó y se separó de él, entonces le pedí las llaves del Volvo para que me dejara a solas con ella, en cuanto salió la sujeté del brazo.

 

– ¿Qué parte no te quedó clara de que no permitieras que te tocara? – exclamé enfurecido.

– Es mi novio, no puedo rechazarlo todo el tiempo – tenía que recordármelo otra vez.

– Eres mía Isabella, sólo mía y si no quieres que le tumbe los dientes al imbécil ese vas a buscarte un pretexto muy bueno para que ni siquiera te mire.

– Odio que me digan Isabella y suéltame que me estás lastimando, no eres nadie para exigirme nada, recuerda que lo nuestro es sólo sexo sin compromiso, fue fácil conseguirlo y con esa misma facilidad puede acabarse.

– Estás muy equivocada si piensas que te voy a dejar ir con facilidad, me perteneces, no lo olvides – se lo hice saber aún colérico.

– No soy un objeto Edward, puedo tomar mis propias decisiones, no lo olvides.

 

¿Cómo podía decir que lo nuestro era sexo sin compromiso?, para mí no lo era y casi estaba seguro que para ella tampoco, ¿qué no se daba cuenta de lo que me hacía sentir?, estaba más que loco por ella y no era únicamente algo físico, los celos que sentía me lo terminaban de corroborar, yo la quería y por ningún motivo iba a permitir que saliera de mi vida, ella me pertenecía le gustara o no.

 

Instantes después entraron Jennifer y ese infeliz que me entregó las llaves y las dejé en la mesa. El desayuno transcurrió casi en silencio, a excepción de pequeñas líneas que decía Jennifer y que Jacob le respondía. Cuando terminamos, Isabella subió y casi de inmediato Jacob fue detrás de ella. Entonces Jennifer me propuso que jugáramos ping pong para que sacara el enojo que visiblemente se me notaba.

 

Estaba logrando tranquilizarme hasta que ellos bajaron y se unieron al juego, no pude controlarme y empecé a golpear la pelota con demasiada fuerza dirigiéndosela a él con toda la intensión de darle en la cara, las chicas se dieron cuenta que prácticamente las estábamos ignorando y se quitaron de la mesa. Jacob era muy hábil y lograba regresarme la pelota, hubo un momento en el que ellas entraron a la casa, él y yo seguimos jugando, ya había analizado su forma de jugar, así que hice un movimiento que no se esperaba y logré golpearlo en el hombro, me disculpé fingidamente y entonces me dijo que mejor entráramos a la casa, que ya le había dado sed así que dejamos hasta ahí el juego, al menos no me había quedado con las ganas de pegarle.

 

Al entrar, vi a Jennifer mirando un partido de hockey y resultó que a él también le gustaba ese deporte, así que se sentó a su lado y cuando le comenté a ella que debíamos ir al supermercado me sugirió que esperáramos a que terminara, pero yo me negué y Jacob atinó a decir que a Isabella tampoco le gustaba y entonces Jennifer sugirió que fuéramos nosotros por los víveres. Isabella parecía no estar muy de acuerdo con la idea, pero accedió.

 

Íbamos en el auto en completo silencio, de pronto una canción empezó a sonar en la radio, la letra me llegó, apenas y nos conocíamos, ella estaba con alguien más y lo nuestro era indebido y, tal como decía la canción, yo no podía respirar cuando pensaba en ella, a decir verdad, en lo único que pensaba los últimos días era en ella.

 

Entonces me disculpé, ella me recriminó y con toda razón, le di mis motivos, aunque me callé lo referente a mis sentimientos, quizá era demasiado pronto para expresárselos, me asustaba su reacción y a lo único que aspiraba en estos momentos era su perdón por mi insensato comportamiento, pero, no sabía cómo manejar los celos, era la primera vez en mi vida que los sentía y me cegaban por completo la razón, sólo esperaba que ella lo entendiera, que se diera cuenta que era mi todo y también debía recordar que no le gustaba que la llamaran Isabella.

 

Fragmento de la canción: Celos.

Intérprete: Marc Anthony.

Capítulo 11: Lo que me haces sentir Capítulo 13: Eres para mí

 
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