Libre hasta que tú apareciste en mi vida (+18)

Autor: AnneHilldweller
Género: + 18
Fecha Creación: 27/12/2012
Fecha Actualización: 03/02/2013
Finalizado: SI
Votos: 52
Comentarios: 70
Visitas: 168397
Capítulos: 20

Secuela de ¿Estás libre esta Noche?

Primera parte de este fic AQUI

 

Summary

Bella y Edward se conocieron de una forma poco común, una desconocida le dio a ella el número del celular de él. La noche de su cumpleaños lo llamó debido a su soledad. Él le impuso tres reglas a seguir, sólo se trataba de sexo casual, jamás se imaginaron el giro que darían esos encuentros y hoy se encuentran frente a frente creyendo estar enamorados.

Ella, en un afán por comprobar que sea verdadero amor lo que sienten y no sólo algo físico, repite la cuestión del primer encuentro, imponiendo tres nuevas reglas:

Número 1: No mentiras

Número 2: No arranques de celos

Número 3: No sexo durante un par de meses

Él, en un afán por demostrarle que sí es una cuestión de sentimientos y que está dispuesto a que lo conozca mejor decide contarle su historia, de a poco cada noche en lugar de tener sexo.

¿Qué sucederá cuando ella conozca toda la verdad?

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Capítulo 20: Sexo con amor

Aquí, entre tus brazos, encuentro mi paraíso

Mi única oportunidad para la felicidad

Y si te perdiera ahora, creo que moriría

Oh, di que siempre serás mi nena

Podemos tomar el por siempre

Sólo un minuto a la vez

Sé que en mil años

Me enamoraría de ti otra vez

Esta es la única manera

En la que deberíamos volar

Es el único camino para andar

Más que una mujer para mí

 

Abrí la puerta del departamento y me topé con Jennifer, quien de inmediato se rió al verme con el delantal puesto, yo la miré serio y cambió su expresión, me dio un beso en la mejilla y entró.

 

– Que rico huele, ¿qué preparas? – preguntó mientras cerraba la puerta.

– Ravioles entre otras cosas – dije serio.

– ¿Para qué quieres tantas rosas? – inquirió al mirar los cinco enormes ramos que estaban sobre la mesa – ah ya sé, Bella, ¿aún no te perdona?

– Si no te hubieras desaparecido tanto tiempo ya sabrías esa respuesta – respondí caminando a la cocina.

– Uy, discúlpame por tener una vida, que humorcito, todavía te tiene a dieta, ¿verdad?

– ¿Hasta cuándo pensabas decirme que con quien estás saliendo es Jacob Black? – pregunté ignorando su comentario.

– ¿Cómo sabes eso? – exclamó extrañada.

– Porque hace varios días los vimos en el cine, pero estaban tan acaramelados que ni cuenta se dieron que Bella y yo estábamos ahí.

– Esto era lo que quería evitar, tus reclamos, quería que estuvieras listo para comprender la situación.

– ¿Comprender?, ¿de casualidad sabes que engañaba a Bella con una de sus supuestas mejores amigas?

– Sí lo sé, él mismo me lo contó, pero eso no tiene nada que ver conmigo, su relación con Bella ya había caído en la monotonía, tan es así que ella también tenía otra persona, ¿no es así?

– No es lo mismo Jennifer, yo no era su mejor amigo, ni el engaño fue tan prologando y si las cosas se dieron conmigo y Bella fue por el descuido de él.

– Pero eras su cliente y te fingiste su amigo sólo para bajarle a la novia, ¿por qué tú a ella sí la justificas?, ¿ella no lo descuido también?, sabes muy bien que una relación es de dos, no toda la responsabilidad fue de Jacob.

– Puede ser, pero él fue quien empezó con la infidelidad.

– ¿Y por qué tú sí puedes pasar por alto que Bella haya sido infiel y yo no puedo hacer lo mismo con él?

– Ya te dije que fueron otras las circunstancias.

– ¿Cuáles otras Edward?, estaban dentro de la misma relación y tuvieron los mismos motivos para hacerlo, la única diferencia fue la forma en que se dieron las infidelidades y por favor, no me hagas decirte algo de lo que después me arrepienta.

– Vaya que te tiene loquita, lo defiendes más que a tu hermano.

– ¿Y tú no estás loco por Bella?, no seas injusto Edward, yo tengo el mismo derecho que tú de salir con quien me sienta a gusto y me haga reír y me complemente, no podemos juzgar a las personas por su pasado, todos nos quedaríamos solos al final, como dicen, quien esté libre de pecado que tire la primera piedra.

– Está bien, haz lo que quieras con tu vida.

– Sólo te voy a decir una cosa Edward, todos tenemos derecho a equivocarnos, de los errores es de donde se aprende, así que todos merecemos una segunda oportunidad, ojala lo entiendas, luego nos vemos.

 

Jennifer salió de la cocina y me quedé pensando en sus palabras, tenía, pero me preocupaba el hecho de que la hicieran sufrir una vez más, su vida amorosa no había sido la más optima y deseaba que al fin encontrara a alguien que la valorara y la hiciera feliz, como se lo merecía, sólo esperaba que otra vez no se equivocara.

 

Hice los últimos preparativos en el departamento y después salí para ir por Bella al suyo. La vi salir de su edificio y sonreí, no hacía tanto frío para que se hubiera puesto un abrigo. Subió al auto y me besó en los labios, me sonrió coqueta y se acomodó en su asiento, arranqué y de pronto puso su mano sobre mi pierna y la fue subiendo lentamente hasta posarla sobre mi miembro que empezó a frotar encima del pantalón.

 

– Bella, ¿qué estás haciendo? – pregunté sorprendido y a la vez fascinado.

– Ya no puedo esperar más Edward, te necesito demasiado – respondió mordiéndose el labio – esta vez no traigo pantalón – agregó lamiéndose los labios y pasando sus dedos entre el abrigo para desabrochar el primer botón.

– Estás insinuando que… – dije mientras sentía como mi miembro se endurecía.

 

Me respondió con una sonrisa sensual en tanto tomaba mi mano de la palanca de velocidades para ponerla sobre su pierna, la fui subiendo haciendo a un lado el abrigo y entonces me di cuenta que era lo único que traía puesto encima de la ropa interior, definitivamente esa era la actitud que adoraba de ella. Desabrochó otro botón y me dejó ver el nacimiento de sus senos, estaba tentándome demasiado, no lograríamos llegar a mi departamento si seguía así. Un semáforo se puso en rojo y se acercó a mí.

 

– Edward hazme el amor ahora, no soporto más tiempo sin sentirte dentro – susurró en mi oreja después de lamerla y me enloqueció por completo.

 

Di una vuelta vertiginosa que hizo rechinar las llantas y ella se rió, manejé unas cuadras hasta que encontré mi objetivo, un callejón oscuro, de inmediato me estacioné ahí y apagué el auto. Hice el asiento hasta atrás y Bella se sentó sobre mí con sus piernas a mis costados, nos besamos con urgencia, nuestras lenguas parecían estar en una batalla campal mientras Bella se desabrochaba el abrigo por completo, con la mirada comprobé lo que mi mano había notado, únicamente traía un sensual conjunto de ropa interior, era de encaje color negro que enmarcaba de forma magistral su figura. Me sonrió, llevó sus manos a los lados de su tanga, hizo un movimiento y ésta se abrió dejándome ver la entrada de su paraíso.

 

– Esta vez sí vine preparada – musitó lengüeteando el lóbulo de mi oreja.

– Eso veo, me fascina que seas así de traviesa.

– Tú lo provocas.

 

Presurosa me desabrochó el pantalón mientras yo hacía lo mismo con su sostén para comerme sus pezones endurecidos. Puso una de sus manos sobre mi miembro y lo dirigió a la entrada de su centro y sin decir más se lo devoró en un solo movimiento en tanto emitió un gritito al sentir como la llenaba, comenzó a moverse en círculos de manera suprema y me mordía los labios, yo tenía mis manos sobre sus nalgas y se las apretaba, me ofreció su cuello y se lo succioné al tiempo que empezó a subir y bajar provocando un exquisito roce de mi miembro y su muy húmeda cavidad.

 

– Te extrañé tanto Bella – exclamé con la voz entrecortada.

– Yo también a ti, no tienes idea de cuánto deseaba este momento – aseguró lamiéndome los labios.

– No creo que más que yo – aclaré mordiéndole el labio inferior.

 

Aceleró sus movimientos, apoyando sus manos en el respaldo, a los lados de mi cabeza, los vidrios estaban completamente empañados y nuestros gemidos inundaban el ambiente, nos besamos casi con furia mientras ella incrementaba más la velocidad hasta que segundos después ambos llegamos al orgasmo. Se quedó quieta, con su frente pegada a la mía, sus ojos brillaban llorosos por el placer y puso sus manos sobre mis mejillas.

 

– Te amo tanto Edward, gracias por este momento, ha sido maravilloso.

– Yo también te amo y las gracias te las doy yo a ti por hacerme tan feliz.

 

Me sonrió sobre mis labios y luego me besó apasionadamente, yo la abracé atrayéndola más hacia mí, si acaso eso era posible mientras acariciaba la tersa piel de su espalda. Rompimos el beso para tomar aire y después se pasó al asiento del copiloto, nos ordenamos las ropas y después encendí al auto y me puse en marcha rumbo a mi departamento, la noche apenas estaba empezando.

 

Me estacioné en mi lugar acostumbrado y luego la ayudé a bajar, entrelazamos las manos y caminamos hacia el ascensor, un par de ancianos también lo estaban esperando y nos saludaron. Subimos los cuatro y ellos bajaron en el segundo piso, mi departamento está en el noveno así que Bella y yo seguíamos subiendo, nuestras miradas se cruzaron un instante y eso bastó para que ambos levantáramos la mano al mismo tiempo y apretáramos el botón para detener el elevador.

 

Nos besamos desesperadamente en tanto nuestras manos se deshacían de nuestras prendas, el abrigo cayó al suelo igual que mi camisa, seguidos por mi pantalón y mi bóxer. Bella lamía mi torso al tiempo que deslizaba su mano a lo largo de mi dureza, yo terminé de desnudarla y llevé dos de mi dedos a su intimidad, ella me mordió un pezón al sentir como la invadían, con su lengua fue subiendo hasta llegar a mi cuello que mordisqueó, yo la tomé de las nalgas y ella me rodeó con sus piernas, entré en su centro y comencé a moverme presurosamente en tanto ella se aferraba a mi espalda y susurraba mi nombre acompañado de suaves gemidos que aumentaban de volumen a medida que yo incrementaba la velocidad de mis embestidas. Entrelacé mis manos a las de ella y las puse a los costados de su cabeza, sobre la esquina en la que nos encontrábamos, me moví con urgencia, estábamos a punto de llegar y cuando yo lo hice no pude contener el impulso y mordí el hombro de Bella que gritó.

 

– Perdóname, no quise lastimarte – exclamé avergonzado aún con la voz retorcida.

– Tranquilo, no me has lastimado – aseguró absorbiendo mi labio inferior en su boca.

– Me vuelves loco.

– Tú me tienes loca desde el primer instante que te vi, te amo.

– Yo también te amo.

 

Nos besamos y después nos vestimos, terminamos de subir los pisos que nos faltaban y finalmente llegamos a mi departamento, Bella se quedó boquiabierta al ver el camino de pétalos de rosa, lo siguió y llegó hasta el jacuzzi de mi habitación, que estaba rodeado de velas que fui encendiendo poco a poco, cuando terminé abrí la llave del agua para que se llenara, me acerqué a ella y la abracé.

 

– Edward, todo esto es tan hermoso – exclamó emocionada rodeándome por el cuello con sus manos.

– Quería que esta noche fuera muy especial, diferente.

– Contigo todas las noches son especiales y diferentes.

– Tendré que seguir esforzándome.

 

Le di un corto beso en los labios y después tomé el recipiente que tenía pétalos y los eché sobre el jacuzzi, luego vacié un poco de jabón y por último destapé el champagne y lo serví en dos copas, le ofrecí una y le di otro beso.

 

– Por nosotros, que nunca se nos termine el amor ni la pasión – dije chocando su copa.

– Que estemos juntos toda la vida y más allá de ella, te amo.

– Te amo corazón.

 

Nos bebimos el líquido y después nos besamos apasionadamente, me separé para cerrar la llave y al girarme Bella ya estaba completamente desnuda, me maravillé mirándola y vi una vez más el parche anticonceptivo que empezó a usar después de aquella vez que pensó estar embarazada, mi niña aún no estaba lista para ser mamá, pensaba que aún era muy joven para eso, luego de contarme la historia de sus padres entendí que lo que en realidad tiene es miedo de serlo y de fallar, ya le demostraré yo con el tiempo que será una labor que no hará sola, yo la ayudaré y juntos seremos los mejores padres, como lo han sido los míos.

 

– ¿En qué piensas? – preguntó caminando sensualmente hacia mí.

– En todo lo que te amo… y lo que te amaré más cuando el fruto de nuestro amor empiece a crecer dentro de ti – respondí acariciándole su abdomen.

– ¿De verdad quieres un hijo?

– Sí – aseguré acariciándole la mejilla – en un futuro, cuando ambos estemos listos.

– ¿Qué te parece un par de años?

– ¿Es una promesa?

– Es un plan de vida, creo que es tiempo suficiente para consolidar nuestra relación, además quiero seguir preparándome en el ámbito profesional, pero ya hablaremos de eso más tarde – lamió mis labios – ahora disfrutemos el presente – agregó abriendo mi camisa con tal fuerza que los botones salieron volando.

 

Fue lamiendo mi abdomen y subió hasta llegar a mi cuello, me quitó la camisa por completo y me besó frenéticamente mientras desabrochaba el pantalón para luego reírse sobre mis labios y se metió al jacuzzi. Yo le sonreí, terminé de desnudarme y entré con ella, serví un poco más de champagne y lo bebimos cruzando nuestras copas, después nos besamos y el licor de sus labios me supo mucho más rico. Bella acariciaba mi espalda en tanto yo hacía lo mismo con sus senos mientras nos mirábamos sin decir nada, volvimos a besarnos apasionadamente en tanto nuestras manos se deslizaban hacia nuestros sexos que cuando estuvieron listos volvimos a unir, esta vez no tratamos de ser silenciosos, al fin estábamos solos completamente, sin peligro a que alguien nos descubriera y nuestros gemidos eran bastante audibles debido a las magníficas sensaciones provocadas por la fusión de nuestros cuerpos hasta que llegamos al orgasmo una vez más.

 

Salimos del jacuzzi, nos secamos, nos colocamos una bata, apagamos las velas y después nos dirigimos al comedor, puse uno de mis cd’s favoritos, Carmina Burana, Bella se quedó sorprendida y me comentó que a ella también le gustaba. No me dejó servir la cena, me dijo que yo ya había hecho suficiente con prepararla, así que mínimo a ella le tocaba servirla y lavar los platos, acepté su propuesta y cenamos, nuestras miradas decían más que mil palabras y nos acariciábamos las manos.

 

Una vez que terminamos de cenar, caminamos a la recámara y volvimos a amarnos, recorrí el cuerpo de Bella con las yemas de mis dedos, con mi lengua, con mis labios, incluso mis dientes se clavaron en algunas partes. Bella estaba acostada boca abajo, yo estaba tan excitado que la hice hincarse y apoyarse con sus manos sobre la colcha, empecé a frotar en medio de sus nalgas y después introduje mi dedo, Bella lanzó un pequeño grito, entonces saqué y metí mi dedo varias veces, hasta que ya no pude aguantar más y lo sustituí por mi miembro, ambos gritamos y fui moviéndome acompasadamente en tanto mi dedo acariciaba su clítoris, vi como se aferraba al edredón y gemía como nunca antes lo había hecho, yo seguí con mis movimientos en tanto vociferaba cuanto me fascinaba aquel exquisito roce en esa parte tan estrecha de su anatomía. Emití un grito casi inhumano cuando alcancé el orgasmo, luego salí de aquel paraíso que era la misma gloria y seguí frotándole su centro con mi dedo hasta que sentí que ella llegó también.

 

Caímos rendidos sobre la cama, nos besamos y no supe en qué momento nos quedamos dormidos con nuestros cuerpos entrelazados. No sé cuánto tiempo pasó, de repente, aún dormido, empecé a sentir que mi miembro se endurecía, aunque no era la típica erección matutina, así que desperté y al abrir los ojos me di cuenta que Bella se lo estaba comiendo, una enorme sonrisa se dibujó en mi rostro, me apoyé en los antebrazos para enderezarme un poco y disfrutar de ese maravilloso espectáculo. Se dio cuenta que había despertado por mis gemidos, sonrió sobre la punta de mi miembro y después de lamerlo volvió a sumergirlo en su boca, me dejé caer sobre la cama, la deliciosa sensación recorría todo mi cuerpo.

 

Bella se detuvo para subir en mí, introduciéndose mi miembro en su húmeda y cálida intimidad. Se apoyó sobre mi pecho y comenzó a moverse hacia arriba y hacia abajo, tratando de mitigar el fuego que la consumía, enloqueciéndome a mí que acariciaba sus muslos. Intensificó sus movimientos, entonces la tomé y la hice girarse, quedando debajo de mí, le sonreí y la besé embistiendo en ella con fuerza, después enterré mi cabeza en su cuello e hice los últimos movimientos que nos llevaron al éxtasis total.

 

– Que delicioso despertar – dije sobre sus labios.

– Buenos días mi vida – respondió con una amplia sonrisa.

– Muy buenos días corazón, así ni siquiera dan ganas de levantarse de la cama.

– No tenemos a que levantarnos, podemos quedarnos aquí… te recuerdo que alguna vez me dijiste que podrías tener sexo conmigo todo el día… ¿qué tal si hoy es ese día?

– ¿Estás segura de lo que estás pidiendo?

– Sí, yo también estuve en abstinencia el mismo tiempo que tú, te amo.

– Yo también te amo… mi desconocida favorita.

– Ya no somos desconocidos, no reglas entre nosotros nunca más.

– Yo diría que sí Bella… sólo una – aseveré quitándole un mechón de su rostro.

– ¿Cuál? – preguntó desconcertada.

– Amarnos para toda la vida.

– Esa no es una regla, es un regalo, un placer infinito… te amo Edward Cullen, te amo con todo mi corazón y mi alma, como jamás había amado a nadie, de eso puedes estar completamente seguro.

– Tú también debes estar segura que te amo como a nadie y, si me dieran a elegir una vez más, sin ninguna duda te elegiría de nuevo y no cambiaría nada de nuestra historia, porque es única e irrepetible, te amo Isabella Swan, mi Isabella, aunque no te guste que te digan así.

 

Me sonrió y me besó apasionadamente. Ese era el inicio de una nueva vida juntos; sin reglas, sin mentiras, sin temores; únicamente amándonos, entregándonos el uno al otro sin pudor, sin tabúes; experimentando, creando, innovando el arte de amar; sin complejos, ni ataduras; libres para amarnos hasta el final de nuestros días, esa sería nuestra única regla de hoy en adelante, la única que seguiríamos sin romper, porque nuestro amor es inmenso, la mezcla perfecta de ternura y sensualidad, amor con sexo y sexo con amor, una verdad innegable.

 

Fin

 

Fragmento de la canción: More tan a woman.

Intérpretes: Bee Gees.

Traducción: Anne Hilldweller.

Capítulo 19: Enfrentando los miedos

 
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