Libre hasta que tú apareciste en mi vida (+18)

Autor: AnneHilldweller
Género: + 18
Fecha Creación: 27/12/2012
Fecha Actualización: 03/02/2013
Finalizado: SI
Votos: 52
Comentarios: 70
Visitas: 168405
Capítulos: 20

Secuela de ¿Estás libre esta Noche?

Primera parte de este fic AQUI

 

Summary

Bella y Edward se conocieron de una forma poco común, una desconocida le dio a ella el número del celular de él. La noche de su cumpleaños lo llamó debido a su soledad. Él le impuso tres reglas a seguir, sólo se trataba de sexo casual, jamás se imaginaron el giro que darían esos encuentros y hoy se encuentran frente a frente creyendo estar enamorados.

Ella, en un afán por comprobar que sea verdadero amor lo que sienten y no sólo algo físico, repite la cuestión del primer encuentro, imponiendo tres nuevas reglas:

Número 1: No mentiras

Número 2: No arranques de celos

Número 3: No sexo durante un par de meses

Él, en un afán por demostrarle que sí es una cuestión de sentimientos y que está dispuesto a que lo conozca mejor decide contarle su historia, de a poco cada noche en lugar de tener sexo.

¿Qué sucederá cuando ella conozca toda la verdad?

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Capítulo 3: Primera vez

Empecemos con nuestros pequeños secretos

Sólo para guardarlos tú y yo

Demasiado tarde para que te ruborices ahora

Ya has llegado muy lejos

Así que nena, haz tu movimiento

Muéstrame que tienes para mí

 

Era un martes cualquiera del mes de septiembre, al menos eso creía yo en ese momento. Salí de una junta casi interminable, tenía el tiempo justo para ir a dejar mi auto al departamento, tomar mi maleta y dirigirme al aeropuerto. El tráfico estaba imposible, había habido un accidente de tres coches y bloqueaban dos carriles de la avenida, yo miraba desesperado el reloj, cuando finalmente llegamos, le pagué al taxista y le dije que guardara el cambio. Corrí por los pasillos del aeropuerto y al llegar al mostrador me dijeron que el avión estaba por despegar y que ya no podía abordar. Suspiré frustrado, no me quedaba más que comprar un boleto para otro día, en eso estaba cuando mi blackberry sonó.

 

– Hola papá – respondí al reconocer su número.

– Hola hijo, ¿cómo estás?

– Bien, ¿y tú?

– También, hijo te llamo para pedirte un favor, ¿sigues en Nueva Jersey?

– Sí, perdí el avión y creo que no hay vuelos para mañana, ¿qué necesitas?

– ¿Recuerdas a Jane?, una de las chicas que ayudamos en la fundación, que tiene cáncer de estómago en fase terminal.

– Sí, es una chica de veinte años, ¿no?, de origen italiano.

– La misma, ¿sabes?, nunca ha viajado y tiene la ilusión de estar hospedada en un hotel de lujo, en una habitación con jacuzzi y pensé que podríamos hacerle realidad ese sueño en su ciudad natal y ese es el favor que quiero pedirte, que le consigas una habitación en el Rose Imperial por unos días para ella, su mamá y su enfermera.

– Por supuesto papá, pásame su dirección y yo mismo paso por ellas para llevarlas.

– Gracias Edward, ahora te la envío por mensaje.

– No tienes nada que agradecer, sabes que me gusta apoyar en lo que se pueda, ahora mismo llamo para reservar una suite.

– Ok, y entonces, ¿cuándo vienes?

– Yo creo que hasta el fin de semana, quería tomarme unos días libres, pero ya que perdí el avión aprovecharé para visitar a Jane y hacer otras cosas.

– Bueno, cuídate mucho hijo y de nuevo gracias.

– Ni lo menciones, salúdame a mi mamá y dile que los veo el viernes.

– Hasta el viernes, entonces.

 

Salí del aeropuerto, tomé un taxi y le di la dirección de mi departamento. Llamé al hotel y pedí que reservaran una de las suites presidenciales a nombre de Jane Vulturi y les dije que yo cubriría los gastos. Recibí el mensaje de mi padre con la dirección de ella y después de pasar por mi auto me dirigí hacia allá.

 

Su mamá me abrió la puerta, me recibió con un gran abrazo, mi padre ya le había llamado por teléfono para darle la noticia, me dijo que éramos unos ángeles y yo le sonreí, mi padre sí lo era y, en dado caso que yo lo fuera, tenía las alas quemadas. Terminé por entrar a la casa y saludé a Jane que estaba sentada en el sofá, con una sonrisa en su pálida cara y la cabeza cubierta por un turbante para cubrir la calvicie a causa de las quimioterapias, le di un abrazo y la ayudé a levantarse. La encaminé al auto y después de que subió, me regresé por las dos maletas y las metí a la cajuela, en tanto su mamá y su enfermera subían también.

 

Me puse en marcha y manejé a una velocidad bastante lenta para mi gusto, normal para la mayoría de la gente y minutos después me encontraba estacionándome frente al Rose Imperial, de inmediato nos abrieron las puertas del auto para bajar, saqué las maletas y el botones las metió al lobby. Yo mismo me dirigí a la recepción por la tarjeta de la habitación y las acompañé hasta ahí, volvieron a agradecerme el gesto y les prometí que regresaría a verlas los días que estuvieran ahí.

 

Salí del ascensor y saqué mi blackberry para llamar a Jennifer, le pregunté que si estaba disponible para cenar y me dijo que sí, que justo estaba a dos cuadras del hotel, así que entré al restaurante y la esperé en la mesa de siempre. La noté algo extraña cuando entró y me saludó, me sonrió, pero sus ojos lucían apagados.

 

– ¿Otra vez discutiste con Chace? – pregunté mientras le arrimaba la silla para que se sentará.

– No… bueno, sí, dice que el negocio va mal, que hay perdidas en lugar de ganancias – suspiró frustrada – cada vez está más frío conmigo, hace meses que no me toca Edward, siempre está cansado, tiene sueño, se siente agripado, llega en la madrugada… casi estoy segura que anda con alguien más.

– ¿Y qué esperas para botarlo Jennifer?, el tipo es un abusivo, está viviendo en tu departamento, tú fuiste la que puso el capital para la cafetería y el desgraciado todavía se atreve a cometer la canallada de estarte engañando, no hay pérdidas en el negocio, hay desvió de fondos, que es muy diferente, seguro se está gastando el dinero con ella.

– No es seguro Edward, sólo son sospechas mías – se llevó una mano a cabeza y la deslizó por su cabello para luego recargar su mentón en ella – lo mandé investigar.

– ¿Qué hiciste qué? – pregunté sorprendido.

– Lo que oíste, contraté un detective para que lo siguiera y en esta semana me entrega su reporte.

– Y sigues invirtiendo dinero en él – le reproché moviendo la cabeza negativamente.

– Edward, por favor, hablemos de otra cosa, ¿sí?, necesito distraerme y no deprimirme más.

 

Pedimos la cena y le estuve platicando de la junta de en la mañana. Jennifer casi se había vuelto experta en negocios a causa de mis platicas que escuchaba sin chistar y hasta me hacía preguntas, incluso me acompañaba a algunas cenas importantes. Dos horas se pasaron volando y luego la acompañé al estacionamiento, le di un gran abrazo y una vez que arrancó su auto caminé hacia el mío.

 

Acababa de quitarle la alarma cuando el otro celular sonó, lo saqué del saco y era un número que no tenía registrado, seguro se trataba de una chica nueva, la verdad no tenía muchas ganas de responder, pero había sido un día agotador y sería una buena forma de liberar el estrés, así que finalmente sí lo hice.

 

– Hola – dije y me respondió el silencio, pero pude escuchar perfectamente su respiración, un tanto agitada y sonreí.

– Hola – lo intenté una vez más, acentuando la sensualidad.

– ¿Estás libre esta noche? – soltó de forma arrebatada, nerviosa, casi pude jurar que se había mordido el labio inferior.

– Sí, ¿en dónde nos vemos? – respondí mientras se me escapaba una sonrisa por su actitud poco común.

– No lo sé, tú dime – no era la respuesta que esperaba, siempre me indicaban un sitio.

– ¿Te queda cerca el Hotel Rose Imperial? – ya estaba yo ahí y siempre tenía una habitación exclusiva para mí, aunque jamás la había usado para ese fin.

– Como a veinte minutos – dijo titubeante.

– Te veo en el lobby en media hora, ¿te parece bien? – propuse mientras caminaba hacia ahí.

– Sí, claro.

– ¿Cómo te reconozco?

– Mido como 1.60, cabello largo castaño y ondulado, ojos café oscuro, piel blanca y traigo un vestido negro asimétrico de manga corta, que me llega debajo de la rodilla, y yo, ¿cómo te reconozco a ti? – comprobé que en definitiva era nueva en esto, me dio demasiados detalles que jamás me daban.

– Simplemente lo sabrás, en media hora te veo – contesté y le colgué.

 

Volví a ponerle la alarma a mi auto y en tanto caminaba a los elevadores pensaba en lo nada común que había sido esa llamada, la actitud de la chica, sus preguntas y sus respuestas, no había sido la típica mujer seductora, quizá ese era su juego. Caminé a la recepción y pedí la tarjeta, luego me senté en uno de los sillones del lobby y tomé un periódico, había algo extraño ahí, así que la miraría y ya después decidiría si me acercaba a ella o no.

 

Aproximadamente 25 minutos después cruzó la puerta, la descripción encajaba perfecto, pero jamás me dijo lo linda que era, estaba discretamente maquillada, nada presuntuosa, encima del vestido traía un abrigo negro sencillo y se veía sumamente nerviosa. Me dediqué a observarla unos minutos, jugaba con sus manos mientras recorría el lobby de un lado a otro, sin notar mi presencia, miraba al suelo, dudosa, me hubiera encantado saber lo que cruzaba por su mente, entonces decidí acercarme.

 

– ¿Estás libre esta noche? – susurré en su oído y noté como se tensaba.

 

Respondió moviendo la cabeza afirmativamente y volteó, se sorprendió al verme y, a pesar del maquillaje, noté como se ruborizaba, en ese momento supe que ella no era como las demás, no entendía como dio conmigo, no era de mi clase, eso se le notaba, era una chica sencilla, común y muy hermosa. Le tendí mi brazo caballerosamente y lo tomó, sentí el temblor de su mano. La dirigí a los elevadores, una vez que entramos la miré de reojo, ella miraba el suelo, estaba más que nerviosa, seguro era la primera vez en toda su vida que hacía algo así, ¿por qué lo estaría haciendo?, me pregunté. Caminamos por el pasillo hasta la habitación, le cedí el paso y entré detrás de ella encendiendo la luz.

 

– ¿Cómo me contactaste? – pregunté inusualmente, pero desde la llamada todo había sido un poco extraño.

– Una… amiga me dio tu número – respondió no muy segura, no supe si creerle.

– ¿Te explicó las reglas? – inquirí aunque adivinaba la respuesta.

– No… sólo me dijo la clave – contestó girándose.

– Bien, regla número uno: no nombres, no me dirás el tuyo ni yo te diré el mío; regla número dos: no preguntas personales, nada que pueda dar indicios de quienes somos en realidad, ¿entendido? – expliqué minuciosamente, pero como estaba nerviosa decidí guardarme la tercera regla para después.

– Sí, no nombres, no preguntas personales.

 

Me acerqué a ella y le quité el abrigo, comencé a acariciarle suavemente uno de sus brazos con el dorso de mi mano, dándole confianza. Cerró los ojos y entonces acaricié su otro brazo con mis dedos, veía como subía y bajaba su pecho por su acelerada respiración. La tomé por la cintura y le fui besando el cuello de a poco, ella colocó sus manos sobre mi torso y las subió hasta mi cuello, un fuerte suspiro se le escapó, yo deslicé las mías hasta encontrar el cierre del vestido que fui bajando lentamente, acariciando su tersa piel. Su aroma era exquisito, subí dándole cortos besos en su mentón y la besé delicadamente, pero ella me respondió un tanto desesperada uniendo su lengua a la mía para rozarlas. Su sabor era único.

 

Sentí como me quitó el saco y comenzó a desabrochar mi camisa en tanto yo bajaba su vestido. Ella separó sus manos para terminar de quitárselo por completo, con nuestras bocas unidas, después me quitó la camisa y la tiró al suelo. Rompí el beso para colocar mis labios sobre su hombro y besárselo mientras desabrochaba su sostén, cuando la libere de él, besé uno de sus senos suavemente, succionando su pezón en tanto acariciaba el otro, ella tenía sus dedos entre mis cabellos y jadeaba con cada toque.

 

Después fui subiendo por su cuello hasta volver a besarla en los labios más apasionadamente que instantes antes, haciéndola caminar hacia la cama. Una vez ahí, la coloqué encima y me subí en ella, dispuesto a que disfrutara como quizá no lo había hecho antes. Volví a besarle el cuello, presionándolo ligeramente con mis labios, luego bajé por en medio de sus senos, pasé por su abdomen y me detuve en su ombligo en tanto mis manos bajaban su bikini para dejarla completamente desnuda.

 

Sus gemidos eran más intensos y de su boca escapó un grito ahogado cuando sintió mi lengua en su intimidad, la fui recorriendo, saboreándola, concentrado en hacerla vibrar, mi lengua se abría paso entre sus pliegues y llegó a todos y cada uno de sus rincones. Cuando sentí que estaba a punto de terminar sustituí mi lengua por dos dedos y la miré cuando llego al orgasmo. Tenía los ojos cerrados, apretaba el edredón y su grito casi fue ensordecedor.

 

Me levanté para quitarme lo que me quedaba de ropa, estaba demasiado excitado y necesitaba con urgencia estar dentro de su cuerpo. Me puse el condón y caminé de vuelta a la cama, me tendí sobre ella y fui deslizando mis dedos por sus piernas hasta llegar a la pelvis que fui apretando suavemente hasta que encontré el punto exacto que la excitaría de nuevo.

 

Abrió sus piernas dándome la bienvenida a la gloria de su cuerpo, así que entré en ella y el gemido no se hizo esperar al sentirme, comencé a comerme sus senos alternadamente mientras ella me sujetaba fuertemente por la espalda y yo me movía constante, pero lento, prologando el momento, sus fuertes gemidos me indicaban como lo estaba disfrutando y esa era una razón más para que yo lo disfrutara de igual manera que ella. Sentí como tensaba los músculos de su intimidad, aprisionando más mi miembro para lograr un roce más exquisito, entonces, puse mis manos sobre la cama para tomar más impulso y moverme con más rapidez en tanto sentía sus manos recorrer mi espalda.

 

La expresión de placer en su rostro era incomparable, las gotas de sudor en su frente brillaban y se mordía los labios sin quitarme la mirada, suplicaba por más con la voz entrecortada y yo fui aumentando paulatinamente la velocidad de mis movimientos hasta que ya no podía controlarme más y se volvieron delirantes, ansiosos por lograr aquel maravilloso éxtasis que alcancé instantes antes que ella, que me apretó fuertemente la espalda mientras su cuerpo parecía convulsionarse. Me dejé caer sobre ella, rendido y satisfecho, después me acosté a su lado.

 

– ¿Te vas ya? – preguntó cuando me vio levantarme de la cama.

– Sí, pero tú puedes quedarte, la habitación ya está pagada – respondí antes de entrar al baño.

– Espera… tú… – exclamó y supe que era momento de decirle la regla que faltaba.

– Regla número tres: no lazos afectivos.

 

Abrí la regadera, mientras caía el agua me retiré el condón y lo tiré en el bote de basura. Me metí a ducharme, esta experiencia había sido diferente y estaba desconcertado, tenía muchas preguntas en mi cabeza, por primera vez. Todo en ella era diferente, su forma de entregarse, sus palabras, me dio la impresión que no había estado con muchos hombres en la intimidad y lo que más me inquietaba era saber la forma en que ella había dado con esta sociedad. Salí de la ducha, me sequé y salí con una toalla enredada en la cintura.

 

La vi acostada boca abajo, abrazando la almohada. Tomé mi ropa y me vestí, me acerqué a la cama y la miré unos segundos, dormía profundamente, su rostro lucía tranquilo, sereno, pacífico, pero de pronto su seño se frunció.

 

– Sí, ya sé que nunca tienes tiempo – exclamó dormida.

 

Me pregunté con quien estaría soñando y salí de la habitación.

 

Al día siguiente fui a la oficina por la mañana y en la tarde fui a visitar a Jane que estaba muy contenta viendo televisión en la enorme pantalla plana de su habitación. Cuando salí de ahí Jennifer me llamó a mi blackberry, estaba llorando desconsolada, así que de inmediato subí a mi auto y me dirigí a su departamento. Al llegar apagué el otro celular, mi amiga estaba primero, antes que cualquier noche de pasión. En cuanto me abrió la puerta se lanzó a mis brazos.

 

– ¿Qué paso? – pregunté preocupado cerrando la puerta tras de mí.

– Chace se fue, sólo me dejó una nota – apenas y pudo responder entre el llanto tan intenso.

– Cálmate, ese infeliz no merece que estés así, te ha hecho un favor con irse.

– Es que eso no es todo, acaban de entregarme el reporte de la investigación y sí me engañaba.

– Maldito, pero te juro que esto no se va a quedar así, lo voy a buscar y voy a hacer que se arrepienta.

 

La llevé al sillón y ahí nos sentamos, la seguí abrazando mientras seguía llorando, en la mesa de centro vi que tenía un folder abierto con muchos papeles y fotos, tomé una y mis ojos se abrieron como platos, no pude creer con quien lo tomaron besándose al salir de un hotel, no podía ser eso cierto.

 

Fragmento de la canción: (Oh no) What you got.

Intérprete: Justin Timberlake.

Traducción: Anne Hilldweller

 

Capítulo 2: Vivencias Capítulo 4: Por segunda vez

 
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