Ángel

Autor: Lily_cullen
Género: Romance
Fecha Creación: 20/09/2016
Fecha Actualización: 01/02/2018
Finalizado: SI
Votos: 3
Comentarios: 18
Visitas: 99822
Capítulos: 38

La hermosa y caprichosa Isabella Devreaux puede ir a la cárcel o casarse con el misterioso hombre que le ha elegido su padre. Los matrimonios concertados no suceden en el mundo moderno, así que... ¿cómo se ha metido Bella en este lío?

 

Edward Mase, tan serio como guapo, no tiene la menor intención de hacer el papel de prometido amante de una consentida cabeza de chorlito con cierta debilidad por el champán. Aparta a Bella de su vida llena de comodidades, la lleva de viaje a un lugar que ella jamás imagino y se propone domarla.

 

Pero este hombre sin alma ha encontrado la horma de su zapato en una mujer que es todo corazón. No pasará demasiado tiempo hasta que la pasión le haga remontar el vuelo sin red de seguridad... arriesgándolo todo en busca de un amor que durará para siempre.

 

Algunos personajes le pertenecen a Stephanie Meyer la mayoría son propiedad de Susan Elizabeth Phillips. Esta historia es una adaptación del libro Besar A un Ángel de Susan Elizabeth Phillips. 

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Capítulo 35: Ya no sé que hacer

Edward metió las manos en los bolsillos del impermeable y se apoyó en la cerca contra huracanes que marcaba el borde del recinto donde pasarían los dos días siguientes. Estaban en Monroe County, Georgia; la fresca brisa de esa mañana del mes de octubre traía la esencia del invierno.

Brady se acercó a él. 

— Tienes un aspecto horrible. 

— Bueno, tú no pareces estar mucho mejor. 

— Mujeres —bufó Brady. —No se puede vivir con ellas, pero tampoco sin ellas.

Edward ni siquiera logró esbozar una sonrisa. Puede que Brady tuviera problemas con Sheba, pero al menos su relación con Heather iba viento en popa. Pasaban mucho tiempo juntos, y era un entrenador más paciente que nunca. Algo que daba frutos, porque las actuaciones de Heather habían mejorado sustancialmente.

Bella y él habían regresado diez días antes y todos se habían dado cuenta de que a Bella le pasaba algo malo. Su esposa ya no se reía ni rondaba por el recinto con su coleta rebotando al viento. Era educada con todos —incluso ayudaba a Heather con los deberes, —pero todas las cualidades especiales que la hacían ser como era parecían haber desaparecido. Y todos esperaban que él tomara cartas en el asunto.

Brady cogió un palillo del bolsillo do su camisa y se lo puso en la boca.

— Bella no parece la misma.

— Son los primeros meses de embarazo, nada más.

Brady no pareció convencido.

— Echo de menos cómo era. Bueno, no echo de menos que meta la nariz en mis asuntos como solía hacerlo, eso te lo aseguro, pero sí que añoro la manera en que se preocupaba por todos. Parece que ahora sólo le interesan Sinjun y los elefantes.

— Lo superará.

— Supongo.

Observaron en silencio cómo un camión descargaba heno. Edward miró cómo Bella lavaba a Puddin. Le había dicho que no quería que siguiera trabajando, pero ella le respondió que se había acostumbrado a hacerlo. Luego había intentado que se mantuviera alejada de los elefantes a excepción de Tater, temiendo que alguno le hiciera daño. Bella lo había mirado sin responder y había hecho lo que le vino en gana.

Brady se cruzó de brazos.

— Creo que deberías saber que anoche volví a verla dentro de la jaula de Sinjun.

— ¡Maldita sea! Te juro que la esposaré para que se mantenga alejada de la jaula de ese tigre.

— Me asusta cómo está. Odio verla así.

— Bueno, pues no eres el único.

— ¿Por qué no haces algo?

— ¿Qué me sugieres? He hecho traer uno de mis coches desde Connecticut para que no tuviera que desplazarse en la camioneta, pero me dijo que le gustaba la camioneta. Le he comprado flores, pero las ignora. Intenté que nos trasladáramos a una caravana RV nueva, pero casi le dio un ataque cuando se enteró, así que lo dejé pasar. Ya no sé qué hacer. —Edward se pasó una mano por el pelo. —Pero ¿por qué te cuento todo esto? Si supieras algo de mujeres no andarías detrás de Sheba.

— No pienso discutir contigo.

— Bella se pondrá bien. Es sólo cuestión de tiempo.

— Puede que tengas razón.

— Te aseguro que la tengo.

Si se lo repetía lo suficiente, tal vez se convertiría en realidad. La echaba de menos. Ahora Bella ya no lloraba. Aquellas lágrimas repentinas que habían sido parte de ella como el aire que respiraba, habían desaparecido; era como si se hubiese anestesiado para no sentir nada. Recordaba cómo solía lanzarse a sus brazos desde la rampa del camión, su risa, cómo le acariciaba el pelo. La necesitaba como nunca había necesitado a nadie. . . Y para colmo, la noche anterior había tocado fondo.

Hizo una mueca sólo de recordarlo.

Estaba soñando que Bella le sonreía como antes, con su cara iluminada por completo y ofreciéndose a él. Se había despertado acurrucado contra ella. Había pasado demasiado tiempo desde la última vez que habían hecho el amor y la deseaba demasiado para alejarse.

Le deslizó la mano por la cadera y por el vientre redondeado. Ella se despertó al momento y se tensó bajo sus caricias, pero no se apartó. Ni siquiera se resistió cuando le separó los muslos y se colocó encima. Bella se mantuvo inmóvil mientras él añadía un pecado más a la lista de los que ya había cometido contra ella. Se había sentido como un violador y esa mañana ni siquiera se había afeitado para no verse en el espejo.

— Sigue hablando con Heather —dijo Brady. —Pero no como solía hacerlo. Heather está tan preocupada como todos nosotros.   

 

 

 

Heather terminó los tacos que Sheba había preparado y se limpió los dedos en la servilleta de papel.

— ¿Quieres saber lo que me dijo mi padre ayer por la noche?

Sheba la miró desde el fregadero.

— Claro.

Heather sonrió ampliamente, luego resopló.

— Me dijo: «Bueno, Heather, saca tus cosas del sofá. Que te quiera tanto no significa que quiera mancharme el culo de maquillaje.»

Sheba se rio.

— Tu padre sabe cómo engatusar a la gente. 

— Sheba, aquel día en el aeropuerto. . . —Heather parpadeó. —Mi padre tenía los ojos llenos de lágrimas. 

— Te quiere mucho.

— Supongo que sí. —Su sonrisa se desvaneció. —Me siento culpable de ser tan feliz cuando Bella está tan jodida. Ayer dije «joder» delante de ella y ni siquiera se inmutó.

Sheba pasó un paño por la encimera de la cocina.

— No hacéis más que hablar de ella. Me pone enferma.

— Eso es porque no la soportas. No entiendo por qué. Quiero decir que sé que Edward y tú estuvisteis saliendo y todo eso, pero a ti ya no te interesa él y Bella está muy deprimida. ¿Qué es lo que tienes contra ella?

— Lo que pasa es que Sheba no puede aguantar que haya alguien que no la considere el ombligo del mundo. —Brady estaba al lado de la puerta, aunque ninguna de las dos lo había oído entrar.

Sheba se volvió hacia él hecha una furia.

— ¿No sabes llamar a la puerta?

Heather suspiró.

— ¿Vais a empezar a discutir otra vez?

— Yo no discuto —dijo Brady. —Es ella.

— ¡Ja! Se cree que puede decirme lo que tengo que hacer y no pienso consentirlo.

— Eso es lo que él dice de ti —señaló Heather con paciencia. Y luego, aunque pensaba que gastaba saliva inútilmente añadió: —Si os casarais de una vez por todas estaríais tan ocupados dándoos órdenes mutuamente que nos dejaríais en paz a todos los demás.

— ¡No me casaría con él por nada del mundo!

— ¡No me casaría con ella aunque fuera la última mujer de la tierra!

— Entonces no deberíais acostaros juntos. —Heather imitó lo mejor que supo a Bella Masen. —Papá, sé que sales a hurtadillas todas las noches para dormir con ella, pero mantener relaciones sexuales con otra persona sin estar enamorado de ella es inmoral.

Sheba se puso roja. Su padre abrió y cerró la boca un par de veces como si fuera una carpa dorada, luego comenzó a farfullar.

— No sabes lo que dices, señorita. Sheba y yo sólo somos amigos, eso es todo. Tuvo problemas con el depósito de agua y yo. . .

Heather puso los ojos en blanco. 

— No soy imbécil, papá.

— Escúchame. . .

— ¿Qué clase de ejemplo crees que me estás dando? Ayer mismo leí algo sobre madurez psicológica en mis deberes, y parece que tengo dos cosas en mi contra.

— ¿Cuáles?

— Perdí a mi madre y soy producto de una familia desestructurada. Eso y lo que veo que hacen los dos adultos más influyentes de mi vida hace que tenga muchas posibilidades de acabar embarazada antes de cumplir los veinte años.

Brady arqueó las cejas hasta que prácticamente se perdieron en el nacimiento del pelo, y Heather llegó a pensar que perdería el control. Aunque Brady ya no le daba el mismo miedo que antes, no era estúpida.

— Me piro. Nos vemos, chicos.

Cerró de un portazo al salir de la caravana.

— ¡Qué cabrita!

— Siéntate —dijo Sheba. —Sólo intenta decirnos algo. 

— ¿Qué?

— Que deberíamos casarnos. —Sheba se llevó un trozo de carne a la boca. —Lo que demuestra lo poco que sabe de la vida.

— No la has entendido bien.

— Aún no se ha dado cuenta de lo incompatibles que somos.

— Excepto ahí dentro. —Brady señaló con la cabeza el dormitorio de la parte de atrás.

— Bueno, lo cierto es. . . —Una astuta sonrisa se extendió por la cara de Sheba —que parece que los chicos de las clases bajas tenéis vuestra utilidad.

— Pues claro que la tenemos. —La tomó entre sus brazos y ella se apretó contra él. Comenzó a besarla, pero se apartó porque los dos tenían cosas que hacer y una vez que empezaban no habría nada que los detuviera.

Brady notó la preocupación en los ojos de Sheba.

— La temporada termina —dijo ella. —En un par de semanas estaremos en Tampa.

— Nos veremos en invierno.

— ¿Quién ha dicho que quiera verte?

Sheba mentía y los dos lo sabían. Estaban muy a gusto juntos, pero Brady tenía el presentimiento de que ella quería algo que él no podía darle.

Enterró los labios en el pelo de Sheba.

— Sheba, tengo que protegerme de ti. Creo que te amo, pero no puedo casarme contigo. Soy un hombre orgulloso y tú siempre estás pisoteando mi orgullo.

Ella se tensó y se alejó de él, lanzándole una mirada tan desdeñosa que Brady se sintió como una cucaracha.

— Creo que nadie ha hablado de matrimonio.

Brady no sabía expresarse bien, pero había algo importante que quería decirle desde hacía tiempo.

— Me gustaría casarme contigo, pero me resultaría imposible estar casado con alguien que disfruta humillándome todo el tiempo.

— ¿Qué dices? Tú también me humillas.

— Sí, pero yo lo hago sin querer y tú no. Hay una gran diferencia. Lo cierto es que te crees mejor que los demás. Piensas que eres perfecta.

— Nunca he dicho eso.

— Entonces cuéntame algo malo de ti.

— Ya no soy tan buena trapecista como antes.

— No hablo de eso. Hablo de algo que tengas dentro, algo que no sea como debería ser. A todos nos pasa.

— No me pasa nada malo, no sé de qué me hablas.

Brady negó tristemente con la cabeza.

— Te conozco, nena. Y hasta que no resuelvas eso, no hay esperanza para nosotros.

La soltó y se dio la vuelta para marcharse, pero antes de que él llegara a la puerta, Sheba comenzó a gritar:

— ¡No sabes nada de mí! Que sea dura no quiere decir que sea una mala persona. ¡No lo soy, maldita sea! ¡Soy buena!

— Además, eres una esnob —repuso él, mirándola. —Sólo te importa lo que tú sientes. Hieres a los demás. Estás obsesionada con el pasado y eres la persona más engreída que he conocido nunca.

Por un momento Sheba se quedó atontada, pero luego volvió a gritar:

— ¡Mentiroso! ¡Soy buena! ¡Lo soy!

El grito furioso de Sheba hizo que Brady se estremeciera. Supo que ella le atacaría y logró salir antes de que estrellara el plato de tacos contra la puerta.

 

 

Capítulo 34: Tienes que comer Capítulo 36: Déjame ir

 
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