Sálvame (+18)

Autor: PrincessCullen
Género: Romance
Fecha Creación: 06/08/2013
Fecha Actualización: 25/05/2018
Finalizado: SI
Votos: 16
Comentarios: 51
Visitas: 47484
Capítulos: 15

-¡¡¡Tú me engañas!!! - Gritó acercándose a mí, con sus ojos llenos de furia.

- Claro que no, por favor... Sabes que jamás lo haría. Yo te quiero. - Lágrimas corrían por mis mejillas. Dios… ¿cuánto más tendría que aguantar esto? 

- Mentira... ¡Me engañas!... ¡Te revuelcas con el primero que se te aparece! - Volvió a gritar empujándome contra la pared. Mis músculos no reaccionaban, estaba asustada, no era la primera vez que lo veía así, pero hoy estaba peor. Mucho más enfadado que las veces anteriores.

- Eso no es cierto... - Lloré, las palabras salían entrecortadas de mi boca. Casi forzadas.

- ¡¡¡Eres una cualquiera!!! – Gritó de nuevo y estampó su puño contra mi mejilla. Lo último que sentí fue la sangre saliendo de mis labios.

Nota: Los recuerdos y los sueños de los personajes, los podrán encontrar en letra Cursiva. Mensajes de texto y llamadas telefónicas en Negrita. 

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Declaimer: Todos los personajes pertenecen a Stephenie Meyer, pero la trama es de mi autoría. (Fic protegido por SafeCreative)

 

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Capítulo 10: En la piel de Paul.

Sálvame.

Capítulo 10: En la piel de Paul.

 

PAUL POV

 

Salí corriendo de mi habitación cuando escuché a mis padres discutir abajo, no me gustaban sus peleas, no me gustaba que se gritaran cosas feas, pero era inevitable, esa era la rutina de mi familia. Cuando llegué abajo cuadros rotos, floreros destrozados en el suelo, junto a grandes pozos de agua y flores llegadas por todos lados… Las flores que mi papá le traía a mi mamá cada noche.

 

Cuando me asomé a la cocina, mi mamá se encontraba acurrucada entre sus propios brazos, mientras mi papá soltaba un montón de improperios contra ella, la obligó a mirarlo, y la bofeteó. Fruncí el ceño, no era la primera vez que veía como él la golpeaba, pero siempre sentía que debía protegerla, pero nunca lo hacía.


Papá notó que estaba ahí.

 

-¿Ves esto, Paul? Se llama poder, jamás dejes que te pisoteen hijo, nunca estés por debajo de una mujer, al final todas son iguales, unas zorras. Así como lo es tu madre. Nosotros somos superiores, somos sus amos… debes entender eso. Si lo logras, serás grande.-dijo antes de volver a golpear a mi mamá. Yo asentí.

 

Con el paso de los años, entendí más a mi papá, él tenía razón, todas la mujeres eran iguales, sin corazón, unas expertas en el engaño, dispuestas a todo sólo por conseguir dinero, joyas y todas esas mierdas que les gustan a ellas.

 

Cuando cumplí los quince años conocí a la mujer que pensé sería el amor de mi vida, para siempre, pero me equivoqué y monumentalmente. En principio nada me importó siempre y cuando estuviera con ella, aunque fuera siete años mayor que yo, con ella tuve mi primera vez.

 

Con el correr de los meses, nuestra relación en secreto se fue fortaleciendo, nos veíamos todas las mañanas antes de que yo entrara al instituto y todas las noches hasta pasada la madrugada que nos separábamos porque yo tenía que ir a casa.

 

 

La pasábamos de maravilla estando juntos. Teníamos un sexo maravilloso, llegué a creer que me amaba, hasta que  una noche descubrí que me robaba, la muy sucia me robaba el dinero que me ganaba trabajando para mi papá en la constructora. No me lo podía creer. Había estado usándome.

 

Se lo había dicho, le había reclamado y había hecho saber mis acusaciones, ella al principio se negó y dijo que era imposible, que ella jamás lo haría, pero después de tanto insistir, admitió que si tomaba mi dinero, le pregunté por qué y su respuesta fue sacar un paquetico de entre su escote, al enfocarlo quedé en blanco… era droga. Ella me robaba mi trabajo para consumir su porquería, vaya zorra. En ese momento me di cuenta de que mi padre siempre había tenido razón.

 

Esa noche la enfrenté y le dejé saber que no volvería a verla, ella muy pagada para sí misma, contoneando sus caderas protuberantes me decía que no podría olvidarla jamás, que estaba en la palma de su mano. “Un mocoso como tú…” había susurrado. Eso me sacó de mis casillas en ese momento y la golpee, la golpee con fuerza, descargando mi ira, ella sólo gritaba y gritaba, no dejé de golpearla hasta que tocaron la puerta. Fue entonces que noté lo que había hecho, ella yacía sobre el piso gimoteando de dolor mientras brotaba sangre de su labio partido y yo a su lado respiraba con dificultad. Entonces lo supe, así tenía que ser…

 

María había presentado una demanda en mi contra por agresión física, pero siendo menor de edad no fue mucho el tiempo que estuve en un correccional para menores, sin contar que había contribuido al descubrimiento de su consumo de drogas, al final todo acabó y no supe más de ella.

 

 

Entonces conocí a Bella, era fantástica, inteligente, sensible y realmente hermosa, su hermano, Emmett, era mi amigo y nos la llevábamos muy bien, cuando me la presentó creí conocer a la mujer de mi vida, creí que podía olvidar a María y toda esa mierda para comenzar de nuevo. Pero no pude, me engañé a mi mismo durante un tiempo, hasta que descubrí que Isabella no era más que las otras, sólo una del montón. Ella gozaba de la atención masculina siendo mi esposa  y eso me sacaba de quicio, hasta que una noche no me aguanté y la golpee. Me sentí fuerte. Visualicé a María…

 

Fue entonces que entendí que solo golpeándola la mantendría a mi lado, seguro de que no podría perderla, tranquilo porque me temía y eso la hacía quedarse. A demás podía revivir mi frustración y eso me daba determinación y afianzaba mi propósito, cada que veía a Isabella, veía a María riéndose de mí, mostrándome su porquería que había conseguido a costa de mi esfuerzo.

 

Salí de mis pensamientos cuando alguien tocó la puerta de mi despacho. Parpadeé varias veces y fruncí el ceño.

 

-Sr. McGregor… tiene una llamada por la línea dos. –me avisó mi secretaria, para luego cerrar la puerta.

 

Apreté un botón en el panel de mando del teléfono y pronto escuché la voz de mi ‘otro jefe’

 

-Paul, esta noche tenemos que retirar una mercancía en el puerto. Yo no podré asistir, tengo cosas que hacer, ve con Félix y Ted, y por favor, por favor, recuerda lo que te he dicho. Ah, sí, ¡No toques a tu mujer!

 

Y con eso, colgó

 

Joder con este cabrón.

 

Ah, sí, olvidé mencionar que todo, todo, absolutamente todo actualmente era una tremenda mierda, no podía mover ni un dedo sin informarle al imbécil de mi jefe. ¿Cómo me había metido en esta porquería? Ah, sí, ya sé, mi obsesión por el dinero y las ganancias que se obtienen al ensuciarse las manos. Ahora, las tenía más que sucias.

 

Mientras golpeaba con los dedos la superficie de mi escritorio pensaba en las palabras de mi jefe.

 

Me importa un frijol cuan molesto estés, no la toques o tendrás la policía encima de ti en segundos, y sabes que si van por ti, van por todos nosotros. No eres tan valiente como para no abrir la boca como un canario cuando te interroguen.”

 

¿Él tenía razón? Quién sabe… Lo que seguía sin entender, qué papel jugaba Isabella en todo esto, desde que las cosas se habían complicado con la policía, el muy idiota me había dicho que me alejara de ella, que no la golpeara, que si no podía evitarlo me limitara a amedrentarla e insultarla pero me quedaba terminantemente prohibido tocarla, ni siquiera para tener sexo.

 

Le había preguntado por qué y su respuesta había sido que no quería más problemas. No cuestioné más nada, mis ganancias, mis acciones y todo estaban en juego, no podía darme la lija de perderlo todo por el simple hecho de no poder controlar mis impulsos. Tenía que hacerlo, aunque las ganas de moler a Bella a golpes me superaran.

 

Volvieron a tocar la puerta y estaba a punto de mandar al que estuviera tocando  a la mierda, cuando Heidi entró a mi oficina, me acomodé sobre mi silla, sonriéndole de lado. Ah, Heidi, una empleada, una linda zorra empleada, se acercó a mi escritorio y lo rodeó llegando frente a mí. Se sentó sobre mis piernas y rió con picardía…

 

.___.

 

Llegando a casa, estaba relajado, había ido todo bien tanto en la empresa como en ‘lo otro’.

 

M bajé del auto, lo cerré y coloqué la alarma. Me encaminé a mi casa y al entrar lo primero que percibí fue el olor a comida recién hecha, Bella realmente era una artista en la cocina, nadie que yo conociera cocinaba tan bien como ella.

 

Entré en la cocina y ahí estaba, de espaldas a mí, brindándome una vista muy hermosa de su cuerpo. María…

 

-Isabella, vengo agotado, así que mejor que esté mi cena servida cuando baje ¿de acuerdo? –ella dio un respingo y se volteo asustada, yo sonreí de lado y me marché con los puños cerrados y la mandíbula tensa.

 

Mientras me duchaba soltaba un montón de ofensas contra María, contra Isabella, contra todas las mujeres del mundo que no saben más que explotarnos a nosotros los hombres y creerse que son mejores, cuando no son nada en realidad, cuando para lo único que nacieron fue para servirnos, ser zorras y más nada. ¿Machista? Claro que no, simplemente veo las cosas como son en verdad.

 

Al salir de la ducha, me envolví en una bata y bajé a cenar, la mesa ya estaba puesta y la comida humeante, sonreí amplio, era obvio que Bella temía de mí y lo mejor de todo es que no se atrevía a abrir la boca, ni con su hermano ni con nadie, aunque a veces le provocase ella tenía presente que se las vería conmigo si me delataba.

 

-Ay, Bella… tan ingenua… -negué con la cabeza riendo mientras sopeteaba mi ensalada. Me sentía seguro en estos momentos, el negocio de hoy había sido un éxito y mi mujer tenía miedo de mí ¿qué más podía pedir? 

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Hola mis amores, siento la demora, he estado muy ocupada, pero bueno, aquí se los traje. Ahora, quiero pedirles un favor; les agradecería que me dejaran sus opiniones en los comentarios y me dijeran que esperan o qué les gustaría leer en los próximos capítulos. 

 

Con cariño, su siempre amiga:

 

PrincessCullen.

Capítulo 9: Confusión. Capítulo 11: No puedes salvarme.

 
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