Sálvame (+18)

Autor: PrincessCullen
Género: Romance
Fecha Creación: 06/08/2013
Fecha Actualización: 25/05/2018
Finalizado: SI
Votos: 16
Comentarios: 51
Visitas: 47459
Capítulos: 15

-¡¡¡Tú me engañas!!! - Gritó acercándose a mí, con sus ojos llenos de furia.

- Claro que no, por favor... Sabes que jamás lo haría. Yo te quiero. - Lágrimas corrían por mis mejillas. Dios… ¿cuánto más tendría que aguantar esto? 

- Mentira... ¡Me engañas!... ¡Te revuelcas con el primero que se te aparece! - Volvió a gritar empujándome contra la pared. Mis músculos no reaccionaban, estaba asustada, no era la primera vez que lo veía así, pero hoy estaba peor. Mucho más enfadado que las veces anteriores.

- Eso no es cierto... - Lloré, las palabras salían entrecortadas de mi boca. Casi forzadas.

- ¡¡¡Eres una cualquiera!!! – Gritó de nuevo y estampó su puño contra mi mejilla. Lo último que sentí fue la sangre saliendo de mis labios.

Nota: Los recuerdos y los sueños de los personajes, los podrán encontrar en letra Cursiva. Mensajes de texto y llamadas telefónicas en Negrita. 

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Declaimer: Todos los personajes pertenecen a Stephenie Meyer, pero la trama es de mi autoría. (Fic protegido por SafeCreative)

 

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Capítulo 4: Preocupaciones.

SÁLVAME

Capítulo 4: Preocupaciones.       

Bella PoV

Me encontraba lavando la ropa, bueno, metiendo la ropa a la lavadora, ella es la que lava ¿no?... Era viernes, Paul no había ido a trabajar hoy, lo cual me tenía sorprendida y algo nerviosa. De hecho, me tenía sumamente nerviosa.

 

Se encontraba encerrado en su despacho dando gritos desde hacía un buen rato, al parecer hablaba con uno de sus colegas del trabajo y las cosas no estaban saliendo bien. Un pitido me indicó que la lavadora había iniciado su trabajo, así que me reincorporé y me puse a preparar el almuerzo. Saqué la carne del refrigerador y la puse a descongelar en el micro-ondas, luego tomé una sartén y la engrasé, poniéndola al fuego. Tomé un bol y corté los vegetales para la ensalada, que serviría de acompañante; en otra olla puse hacer el arroz, y por si no quedaba satisfecho, puse piezas de pollo a dorar en el horno.

 

Unos pasos en el pasillo me pusieron alerta, me volteé mirando la estufa haciendo que estaba controlando el fuego, sentí un golpe en la pared y me giré rápidamente asustada.

 

— ¡Maldita sea! ¡Nada puede salir bien! —empezó a balbucear incoherencias, yo sólo lo miré. Él noto mi mirada y gruñó— ¿Tú qué me ves? —alzó una mano señalándome con gesto molesto. Yo negué con la cabeza alzando las manos en son de paz. Que no me pegue, que no me pegue…

 

—Nada, nada. –me moví inquieta en mi lugar –Mhm, ¿estás bien? —cuestioné con voz baja. Al fin y al cabo me preocupaba lo que le pudiese estar sucediendo.

 

—   ¡No! —gritó y volvió a despotricar como loco, yo simplemente me digné a mirarlo. En ese estado no me atrevía a darle la espalda. El micro-ondas sonó, dando aviso a que la carne estaba lista, eso pareció distraerlo un momento, me miró, luego al aparato y se fue.

 

Suspiré pesadamente dejando caer los hombros, me tomé un momento para recobrar los cinco sentidos, estabilizarlos y me puse manos a la obra, debía terminar la comida antes de que le diera un ataque de nuevo. Puse la carne a cocinar, añadiéndole los condimentos al paso que se iba cosiendo, le agregué un poco de aceite de oliva y la dejé tapada para que terminara de hacerse. Me dispuse a terminar la ensalada agregándole aceite y hojitas de laurel, cuando estuvo, la metí a la nevera, saqué el pollo del horno y lo puse a reposar.

 

En uno de esos momentos, miré por la ventana de la cocina que daba a la calle y divisé un auto negro. El conductor tenía una cámara entre sus manos y estaba apuntando hacia mí… Un momento ¿hacia mí?, parpadeé varias veces, volví a enfocar la vista y ya el auto había desaparecido. Agité mi cabeza, ¿me estaba volviendo loca? ¿O en serio me estaban fotografiando?

 

Decidí ignorarlo.  Seguro eran ideas mías. Total, andaba con los nervios de punta debido a la presencia de Paul en la casa.

 

A la hora del almuerzo preparé la mesa y emplaté la comida, serví dos platos de carne mechada con arroz y tajadas, y a un lado coloqué un plato más pequeño con la ensalada. Caminé hacia el despacho de Paul e iba a tocar la puerta cuando algo en su conversación llamo mi atención. Así que escuché en silencio.

 

—No me interesa, quiero ese encargo aquí mañana... Saliendo del trabajo, mis amigos y yo nos encargamos de él ¿ok?... Sabes dónde dejarlo... Y no te equivoques esta vez porque no seré tan comprensivo... —ok ¿de qué rayos estaba hablando? Bella no te hagas ideas... Sacudí mi cabeza y toqué la puerta.

 

—   ¿Paul?

 

— ¿Qué quieres Bella? —se oía obstinado. Conocía aquel tono de voz, aparecía cuando estaba a punto de perder los estribos.

 

—El almuerzo está listo…

 

—En un momento voy —dicho esto me alejé de la puerta, fui hasta la mesa y esperé que apareciera.

 

Diez minutos más tarde apareció con una sonrisa en el rostro “¿será bipolar?” pensé. En el tiempo que he vivido con él no sé si en serio lo conozco. Haló la silla y se sentó, tomó los cubiertos y comenzó a comer; yo lo imité tratando de mantenerme serena.

 

—Esto está muy bueno, Bella —me felicitó tomando mi mano por sobre la mesa. Yo le sonreí. Entrelazó nuestros dedos y yo clavé los ojos en la unión de nuestras manos.

 

—Gracias —asentí.

 

Ese fue el único diálogo que tuvimos durante la comida. Cuando terminó, me soltó la mano –la cual tuvo sujeta todo el tiempo que duró la comida en el plato-, se levantó, me dejó un beso en la frente, tomó sus llaves y se fue, dejándome sentada perdida en mis propios pensamientos y algo confundida por su actitud. ¿A dónde iba?

 

Decidí terminar mi cena. Al finalizar, ya sin anda en el plato me dispuse a recoger la mesa y lavar los trastes. Cuando terminé con eso sequé mis manos y subí a darme una ducha, una que en serio necesitaba, me sentía estresada… Justo cuando iba a abrir la llave de la ducha sonó el timbre, suspiré pesadamente ¿Y si no habría? Se cansaría y se iría…

 

Esperé a no oír nada para abrir la ducha y meterme directo bajo la caída del agua, mojé mi cabello y tome el jabón pasándolo por mi cuerpo, dejé que el agua me relajara mientras tomaba un poco de champú y lo regaba por todo mi cuero cabelludo. Masajeé mi cabello disfrutando de la sensación que eso me proporcionaba, poco a poco sentía como mis músculos se iban relajando, dejando ir toda la tensión contenida durante el día.

 

Cuando terminé mi baño, cerré la llave y abrí la puerta corrediza, tomé una toalla del perchero a un lado y me sequé detalladamente cada parte del cuerpo. Luego enrollé mi cuerpo con una bata y caminé al lavabo y mirándome en el espejo, gracias a Dios no había rastro de moretones; mañana saldría con mi hermano  y no quería problemas, agarré mi cabello en una coleta para que no escurriese agua por todo el piso y abandoné el baño.

 

Una vez en mi habitación, fui directamente al closet, saqué mi ropa y me vestí. Fui al tocador, arreglándome un poco, dejé la toalla y la bata en cesta de ropa sucia y bajé a sacar la ropa de la lavadora para meterla en la secadora. Cuando terminé con eso, me dispuse a arreglar y limpiar un poco la casa, simplemente quitando la fina capa de polvo que ya cubría algunas superficies de la estancia. Como una hora después con todo limpio y en su sitio, fui al cuarto de lavado, donde con tranquilidad y tarareando una canción doblé las prendas calienticas por el calor de la secadora.

 

Eran ya como las cuatro de la tarde y me encontraba bebiendo un poco de jugo mientras ojeaba una revista, cuando un golpe seco en la puerta hizo que me sobresaltara. Dejé el vaso en la mesa de centro de la sala y me encaminé a la puerta, oí otro golpe y me asusté. Me llevé la mano al pecho alejándome instintivamente. Esperé a que otro golpe se oyera pero no sucedió, con todo el nerviosismo del mundo me acerqué temerosa y tome el pomo de la puerta en mi mano girándolo.

 

Asomando sólo mi cabeza, miré a todos lados y no vi a nadie, ya iba a cerrar la puerta pero fijé mi vista en un sobre que se encontraba encima de la alfombra del porche, me agaché y lo tomé entre mis manos. Citaba en letras negras "Isabella Swan"...Un momento ¿Swan? Todos los paquetes que me llegaban aquí siempre traían mi apellido de casada, esto si era extraño. Cerré la puerta y me encaminé a la sala de nuevo, giré el sobre en mis manos y abrí la solapa, introduje la mano y saqué su contenido. Eran fotos... ¡Fotos mías! En la cocina esta mañana.  

 

Es decir que no habían sido alucinaciones mías. ¡Si me habían fotografiado! Pero… ¿Quién? ¿Para qué? ¿Por qué? Dios…

Capítulo 3: El Vecino. Capítulo 5: Un Óscar para Paul.

 
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