Sálvame (+18)

Autor: PrincessCullen
Género: Romance
Fecha Creación: 06/08/2013
Fecha Actualización: 25/05/2018
Finalizado: SI
Votos: 16
Comentarios: 51
Visitas: 47457
Capítulos: 15

-¡¡¡Tú me engañas!!! - Gritó acercándose a mí, con sus ojos llenos de furia.

- Claro que no, por favor... Sabes que jamás lo haría. Yo te quiero. - Lágrimas corrían por mis mejillas. Dios… ¿cuánto más tendría que aguantar esto? 

- Mentira... ¡Me engañas!... ¡Te revuelcas con el primero que se te aparece! - Volvió a gritar empujándome contra la pared. Mis músculos no reaccionaban, estaba asustada, no era la primera vez que lo veía así, pero hoy estaba peor. Mucho más enfadado que las veces anteriores.

- Eso no es cierto... - Lloré, las palabras salían entrecortadas de mi boca. Casi forzadas.

- ¡¡¡Eres una cualquiera!!! – Gritó de nuevo y estampó su puño contra mi mejilla. Lo último que sentí fue la sangre saliendo de mis labios.

Nota: Los recuerdos y los sueños de los personajes, los podrán encontrar en letra Cursiva. Mensajes de texto y llamadas telefónicas en Negrita. 

-

 

Declaimer: Todos los personajes pertenecen a Stephenie Meyer, pero la trama es de mi autoría. (Fic protegido por SafeCreative)

 

+ Añadir a Favoritos
Leer Comentarios
 


Capítulo 8: Impotente.

SÁLVAME

Capítulo 8: Impotente.

 

 

EDWARD POV

 

Una mierda… Así es como me sentía. Una completa y total mierda.

 

¿Por qué? Simple.

 

Había pasado una semana desde que observé como un cobarde sin escrúpulos golpeaba a su esposa, ¿y yo que hacía? Nada. Me sentía de manos atadas.

 

La mañana que siguió a esa noche de porquería había llegado a la agencia con cara de pocos amigos y un nombre entre ceja y ceja: Paul.

 

Sin pedir permiso si quiera me había colado al despacho de mi jefe, el muy imbécil me miró con desaprobación pero lo ignoré, tenía cosas más importantes de decirle que empezar a decirle un montón de improperios.

 

-Riley, la golpea, la golpea como a un saco de papas… -le dije exasperado, pasándome las manos por el cabello mientras recorría su despacho de lado a lado como león enjaulado. Él me miraba sin entender. “Idiota…” -¡Paul McGregor golpea a su esposa! ¿No lo entiendes?

 

Ni se inmutó.

 

Pasaron unos segundos en silencio interminable y yo estaba a punto de arrancarle la cabeza cuando habló.

 

-Bueno, Edward, no es el primer hombre que lo hace. ¿Cuál es la relevancia?

 

Estaba por protestar, pero él se me adelantó.

 

-Te recuerdo que ésta es una agencia de fuerza especiales e inteligencia, nos encargamos de grandes casos, no de pequeñeces como esa, admito que cuando sea juzgado ese detalle puede ayudar, pero mientras no tengas la información que yo realmente quiero, lo que Paul McGregor haga o deje de hacer dentro de las paredes de su casa, no me interesa.  ¿Entendido? Ahora, si no necesitas algo más, quiero que salgas de mi vista.

 

Pedazo de mierda, que era. Salí echando humo y como siempre Bree tuvo que llevarle fuera todo aquello.

 

Eso es lo que había pasado, Riley no se encargaría de nada siempre y cuando no fuera algo relacionado con el motivo por el cual nos habían llamado. Negué con la cabeza mientras me dejaba caer sobre la cama de ‘mi casa’. Lo cierto es que Bree había hecho un excelente trabajo, me encantaba este lugar, era una residencia tranquila, todos eran amigos de todos. Exceptuando a los obvios…  Si fuera por mí, y dejando de lado que estoy en una misión, la compraría de verdad.

 

Mientras observaba el techo un par de ojos achocolatados rondaban mi mente con frecuencia, de hecho, el rostro de Isabella pasaba por mi mente la mayoría del tiempo en los últimos días y no porque hubiese presenciado cómo le daban una paliza, no. Sino más bien, porque en serio era hermosa, tenía una sencillez que la hacía especial, única. Me encantaba estar cerca de ella, charlar, hacerla reír, definitivamente, estar con ella era la mejor parte de mi trabajo.

 

Hipócrita…

 

Mi mente sabía jugarme malas pasadas, realmente. Pero mi cabeza tenía razón, ¿cómo podía ser tan hipócrita? Dios mío. Le había mentido a Isabella desde un principio, había traspasado su muro de seguridad y ahora ella confiaba en mí, ¿y yo que hacía? Engañarla. Ni siquiera la había ido a visitar estos días, creo que era porque simplemente no quería toparme con una imagen desagradable como lo sería verla a ella toda golpeada, con moretones y de más. No, no lo soportaría.

 

En ese instante, mi teléfono me sacó de mis pensamientos. Miré el identificador y suspiré. ¿Qué demonios quería? Decidí atender.

 

-¿Qué pasa, Riley?

 

-Me han dicho que no has estado cumpliendo con tu parte del asunto. Se supone que deberías estarte haciendo mejor amigo de Isabella Swan y es lo menos que estás haciendo. No la has visitado en una semana, ¿qué pasa contigo? ¿Se hizo muy duro para ti? Puedes decírmelo y estás fuera de una. –su tono era calmado y eso lo hacía más insoportable. Respiré hondo y calmé mis ganas de mandarlo a freír espárragos antes de responder. Lo cierto era que no lo entendía, él me había reclamado mi manera de proceder, había dicho que dejara de jugar a la merienda con ella, entonces, no veo el por qué de su llamada. ¿Será bipolar? ¿O tendrá problemas de retención de información?

 

-Sólo no lo he visto apropiado, Riley. En éstos momentos debe estar aplicando una crema sobre la sombra de sus cardenales, ya que su adorado y muy respetuoso marido, ve en ella un saco de box. ¿De acuerdo?

 

-Me importa un bledo lo que esté haciendo, Edward. Por mi puede estar desnuda, en la ducha, llorando, tu deberías estar ahí.

 

-Muy bien, iré a visitarla dentro de un rato. ¿Te parece bien? –pedazo de idiota, ¿cómo podía decir esas cosas y ser tan inhumano?

 

-Excelente, y no quiero volver a tener esta conversación contigo. ¡Sé profesional y cumple con tu trabajo! –dicho esto, colgó. Estuve a punto de aventar el teléfono contra la pared pero luego tendría que ir a comprar otro, transferir la línea, guardar de nuevo los contactos, así que mejor preferí, dejarlo sobre la mesa de noche.

 

Me puse de pie, haciendo las sábanas a un lado, misteriosamente un calorcito se alojó en mi pecho cuando procese el hecho de que vería a Bella de nuevo. Mientras tomaba una ducha el sentimiento de felicidad se fue desplegando y alojándose por todo mi cuerpo, hasta el punto en que pensé que me pondría histérico.  Al final, cuando estuve vestido y listo, estaba con una gran sonrisa en mis labios, definitivamente, Bella, era lo mejor que me había sucedido en esta misión.

 

Salí de casa y caminé los pocos metros que me separaban de la suya, al estar parado frente a la puerta, toqué suavemente y esperé. Se hoyó un pequeño revuelo y luego la puerta se abrió lentamente hasta dejarme ver a una Bella envuelta en su bata de dormir. Tuve que contener una carcajada, después de un intercambio de palabras, entré y ella cerró la puerta.

 

-¿Qué te trae por aquí, Anthony? –me cuestionó ella, yéndose directo a la cocina, la seguí de cerca. Tomé asiento sobre uno de los bancos de la encimera y ella me ofreció café.

 

-¿No puedo visitar a una amiga? –alcé una ceja a lo que ella rió.

 

-¿A las siete y media de la mañana?

 

Mierda. ¿Tan temprano era? Idiota Edward, debiste ver el reloj primero.

 

-Sí… ¿por qué no? Ya sabes lo que dicen, al que madruga… -me corté, ¿cómo era que decía? Mmm…

 

-Dios lo ayuda –completó sonriendo divertida. Al parecer yo le causaba diversión. ¡Bien!

 

-Eso, ¿ves? A demás, no sabía que tenías un horario de visitas supervisadas o algo así.

 

-Bueno, no. No tengo un horario. Simplemente que cuando has tocado la puerta terminaba de tomarme mi café y pretendía volver a la cama.

 

-Oh, interrumpí tus planes, cuanto lo siento.

 

-Está bien.

 

-¿Y tu marido? –Ok, Edward, ha salido a relucir tu lado curioso y metiche.

 

-Ah, él, bueno, se fue muy temprano, como a eso de las seis, es extraño, lleva un par de días haciendo lo mismo, él no es así, digo, ese no es el horario de su trabajo, él siempre se levanta a las siete y media y como a las ocho y media o menos es que se está yendo, pero como ves… -ella también parecía confundida por lo que decía, incluso parecía no estar segura de lo que estaba diciendo.

 

-Bueno, tal vez tiene mucho trabajo y se va más temprano para adelantar… -si, Edward, eso ni tú te lo crees.

 

-Sí, debe ser eso.

 

Luego de aquello, ella me pidió unos minutos para tomar una ducha y arreglarse y por mi parte no pude ver mejor momento para visitar el despacho de Paul, cuando escuché en el piso superior el agua correr, me dirigí por la planta inferior a la única puerta que no había visitado de este piso. El despacho del susodicho.

 

Tomé la perilla entre mis dedos y ¡maldición! Tenía la llave pasada. Estaba a punto de entrar en desesperación cuando una conversación que había tenido con Bella hacia tiempo rondó por mi mente.

 

-Jajajajaja, ay Anthony, qué ocurrencias las tuyas –decía ella mientras estaba se apretaba el estómago debido a las carcajadas que sacudían su cuerpo.

 

-Es cierto, te quedarás fuera un día si sigues haciendo eso –Bella me contaba que ella pasaba seguro a la puerta de su habitación todos los días cuando no estaba dentro de ella, eso me sorprendió y no vi más que burlarme diciendo que un día se quedaría fuera.

 

-Oh no, no lo haría. ¿Sabes? Tengo un llavero, donde tengo las llaves de todas las puertas de esta casa, todas.

 

Importante información, Isabella.

 

-¿Dónde guardas ese llavero, eh?

 

-Ah, ah, ah, no te lo diré. Es un secreto.

 

Para antes de que terminara de hablar ya la tenía bajo mi cuerpo, proporcionándole un inminente ataque de cosquillas, en tanto se retorcía pidiendo piedad y manoteando contra mi pecho para que la dejara, pero no lo haría, nos la estábamos pasando a lo grande.

 

-¡Ok! ¡Te diré dónde están! ¡Para, por favor! –chilló rendida y yo alejé mis manos de su estómago.

 

Mientras la ayudaba a incorporarse, no podía dejar de reír a causa de sus jadeos en busca de aliento y sus mejillas encendidas en un lindo color carmesí. Cuando estuvo completamente de pie y ya con la respiración a un ritmo regular.

 

-Bien, Bella, ¿las llaves? –tendí mi mano derecha hacía ella, suspiró derrotada.

 

Me miró con sus ojos color chocolate de una manera tan intensa que estuve a punto de decirle que no importaba.

 

-Las guardo dentro de un bote de detergente vacío tras la secadora, en el cuarto de lavado. –concluyó.

 

A penas salí de mi recuerdo, corrí hacía el cuarto de lavado, rebusqué entre los botes de jabón y detergentes que habían ahí hasta que di con uno que estaba completamente vacío, quité la tapa y lo voltee sobre mi mano. Las llaves cayeron sobre la palma de esta.

 

De nuevo en frente de la puerta del despacho, iba sorteando las llaves para ver cúal era la que abría la puerta, cuando por fin di con ella, entré y cerré de tras de mí, con prisa, no quería que Bella me descubriera. Con rapidez fui hasta el escritorio de Paul, comencé a hurgar entre los cajones buscando algo que llamara mi atención, abrí y cerré carpetas, leí y leí documentos, hasta que di con lo que buscaba.

 

El papel que tenía entre mis manos, hablaba sobre la entrega de ‘mercancía’ mañana a las 16:00 pm. Tal vez esto era lo que habíamos estado esperando, tal vez era esto por lo que me encontraba aquí. Guardé todo tal y como lo había encontrado y salí. Al pasar la llave y girarme, me quedé paralizado.

 

Ahí, con la duda reflejada en sus ojos, se encontraba Bella, mirándome.

 

-Anthony, ¿qué hacías en el despacho de Paul…? 

Capítulo 7: Misión. Capítulo 9: Confusión.

 
14439185 visitas C C L - Web no oficial de la saga Crepúsculo. Esta obra está bajo licencia de Creative Commons -
 10756 usuarios