SÁLVAME
Capítulo 7: Misión.
Edward PoV
―Edward, ya te he dicho que me importa una mierda quién esté involucrado. Quiero ese informe en menos de una semana ¿entendido? ¡Una semana! ―me gritaba mi jefe como si yo estuviera a veinte metros de distancia y diez años menos ¡Ni mis padres! Todos en la oficina se habían quedado en silencio sólo para poder oír mejor el regaño que me estaba dando este imbécil. Idiota…
―Pero Riley, ella no sabe nada. Él lo ha mantenido en secreto muy bien. ―trataba de razonar. Lo que él decía no tenía razón de ser. Es decir, ¿estaba loco o qué?
―No es mi problema, Cullen. Te ordené acercarte a ella para llegar a su marido y ver en qué anda, no para que te hagas su mejor amigo y vayas a su casa y jugar a la merienda.
―Esa es mi manera de hacerlo, Riley. Si me acerco a ella, será mucho más sencillo llegar a él.
―Cullen, ya te lo dije. No me obligues a repetirme, sabes cuánto me molesta.
Sin decir nada más salí de esa mierda de oficina dando un portazo. Lo dejé con la palabra en la boca; mientras tanto yo soltaba un montón de maldiciones en su contra. Mi compañera, Bree, una chica de veintitantos años, cabello negro y grandes ojos, me detuvo.
―Oye, ¿estás bien?
Negué con la cabeza, ella entendió mi mensaje y tomándome del brazo me llevó fuera de las instalaciones. Ya en la plazoleta, mi ceño se suavizó.
―Edward, creo que Riley tiene razón, es decir; no vemos avance, hace dos semanas no tenemos nada nuevo y eso nos estresa un poco. Tenemos que cumplir con el plazo o enviarán a los especialistas y nos dejaran fuera del caso.
Mi compañera se notaba preocupada, la miré. ¿Por qué demonios nadie me entendía?
―Bree, esta es mi manera de proceder; si hago que ella confíe en mí podré adentrarme en su casa y averiguar lo que necesitamos. Ya la he interrogado, ella no tiene ni la más mínima idea de lo que se está o lo que creemos que se está cociendo.
―Edward, eso yo lo entiendo, no te diré que lo hagas de otra manera, pero sí te voy a pedir que presiones un poco.
En eso ella tenía razón, no había logrado mucho en estas últimas semanas y eso no ayudaba con la misión. Debía ponerme las baterías entonces.
―Lo haré, Bree. Gracias.
Dejé un beso en su mejilla antes de irme.
Estando en mi auto recorría las calles de New York, mientras, pensaba en cómo pedirle a Bella que me dejara entrar al despacho de su marido… ¡Demonios! Cómo lo odiaba; no sólo por la clase de persona que era, sino porque la tenía a ella… ¿En qué mierda piensas, Edward? ¿Acaso te gusta? ¿Me gusta? ¿Bella me gusta? Bueno, no puedo negar que desde el principio me llamó la atención, es hermosa, sencilla, humilde y muy divertida…
― ¡Maldición! ―golpeé el volante frustrado. Increíble, Bella me gusta.
No, no, no, no puedo permitirme estás estupideces, tengo que hacer mi trabajo, tengo que concentrarme, debo hacerlo…
Mi teléfono comenzó a vibrar dentro del bolsillo derecho de mi pantalón. Con un poco de dificultad lo saqué y después de ver el número y suspirar, atendí.
― ¿Qué quieres?
―Hola, Edward, ¿cómo estás? Pues, yo muy bien ¿y tú? ¡Ah, feliz de oírte Alice! ―chilló mi hermana al otro lado de la línea, pero Dios… qué haría con ella.
―Alice, al grano ―suspiré.
―Bueno, bueno, pero no te exasperes Cullen. Sólo te llamaba porque mamá quiere saber si vendrás a cenar. Todos te extrañamos, hace semanas que no te vemos, ni sabemos de ti…
Me lo pensé un momento. Hoy era… Jueves. ¿Por qué no?
―Está bien, dile a mamá que iré a cenar. Nos vemos allá, enana. ―ella rió ante el apodo y me colgó. Tiré el celular sobre el asiento del copiloto.
Estaba cansado, me dolía el cuello, estar toda la noche vigilando no era sano para mi salud mental ni física. La cosa es que Bree había hecho tan bien su trabajo que había conseguido una casa justo enfrente de la residencia McGregor Swan. Me daba risa sólo recordar lo que le había dicho a Isabella. Mi asistente... Sí, claro. Una asistente que dispara excelente y con un solo tiro puede dejarte tendido en la arena.
Doblé en la esquina y estuve dentro del área residencial. Conduje hasta estar frente a ‘mi casa’, me bajé del auto y caminé a paso lento hacía la puerta. Al entrar mis ojos sufrieron por el desastre. En la mesa de centro de la sala de estar, un montón de papeles y carpetas de distintos tamaños y colores. Regados por el piso otro poco de documentos, a un lado sobre uno de los sofás descansaba una grabadora y un peine de balas. Sin mencionar, algunas piezas de ropa esparcidas aquí y allá descuidadamente. Negué y terminé de cerrar la puerta.
Me tiré sobre el sofá más amplio que había, me removí pues estaba incomodó, alcé la cadera y saqué de la parte trasera de mi pantalón el arma, la dejé a un lado, en el suelo. Cerré los ojos y traté de conciliar el sueño.
Para cuando abrí los ojos de nuevo, ya era de noche. Me paré de un salto, eran pasadas las ocho de la noche. Mierda. Había dejado plantada a mi madre, Alice no me lo perdonaría. Busqué mi celular por todo el lugar y recordé que lo tenía en el auto. Busqué una chaqueta y me la puse antes de abrir la puerta. Fuera estaba cayendo un aguacero, las gotas de lluvia eran del tamaño de una metra, apenas si se podía ver algo. Corrí hasta el auto y abrí la puerta del copiloto, tanteé por algunos segundos hasta que di con el condenado teléfono, lo tomé, y estaba a punto de devolverme cuando algo llamó mi atención.
Las luces de un auto pasaron justo enfrente de mí, pero se desviaron a la casa de en frente. Oculto por la lluvia, las sombras y mi auto, observé como Bella y Paul descendían del auto, él lo rodeó con rapidez y la tomó a ella del brazo, zarandeándola un poco. O al menos eso creí ver. Cuando ellos se perdieron tras la puerta me acerqué a paso rápido hacía la ventana por la que había salido una vez. Me asomé con cuidado de no ser visto.
Paul tenía presa a Bella entre la puerta y su cuerpo; la besaba de una manera que debería ser ilegal, ella no ponía resistencia. Yo sentía una impotencia enorme crecer dentro de mí, ¿celos? ¡Claro que son celos! Los observé por un momento hasta que se me fue imposible seguir mirando; me agaché y cerré los ojos unos instantes. Estaba empapado de pies a cabeza, si no me iba pronto cogería un resfriado.
Con calma me fui poniendo de pie para retornar a mi casa, pero entonces oí algo que me detuvo el corazón. Un golpe seco, al parecer contra la puerta de la gran casa frente de mí. Me devolví a mi escondite y eché un vistazo, al principio nada parecía extraño, hasta que la vi…
Isabella estaba tirada en el piso, casi inconsciente… Se movía apenas, sus ojos estaban cerrados, de ellos lágrimas salían a diestra y siniestra. ¿Pero qué demonios…? Entonces Paul apareció en la escena, enredó sus dedos en el cabello de Bella y la alzó en vilo; ella profirió un quejido de dolor, pero reaccionó a los jalones que él le proporcionaba. Yo ya veía rojo, ¿por qué demonios ella no gritaba, por qué no se defendía, por qué no pedía ayuda? ¿Por qué yo estaba aquí parado como un idiota en vez de ir a ayudarla?
No cometas ninguna estupidez, Cullen, o estarás fuera de esto.
Tu trabajo es descubrir en qué anda.
No hagas de esto algo personal, es el peor error que puedes cometer.
Las palabras de Riley hacían eco en mis pensamientos, yo no podía moverme, si entraba ahora y mataba a ese hijo de puta, nunca sabríamos lo que en verdad necesitamos saber para acabarlo, pero ¿qué hacer? Estaba siendo testigo que como Bella era tratada igual un saco de boxeo. Decidí que no podía ver más, me largué de ahí, casi a punto de llorar. No, Bella no…
Sintiendo el agua caliente recorrer mi cuerpo, revivía en mi mente cada golpe, cada insulto que Paul enviaba hacía Isabella una media hora atrás. ¿La seguirá golpeando? ¿Ya habría parado? ¿Bella estaría aunque sea consciente?
Golpeé con mi puño una y otra vez la pared de porcelana de la ducha. Una y otra vez hasta que mis huesos tronaron y el dolor fue insoportable. Me sentía tan impotente, tan inútil, yo no podía ayudarla, al menos no de manera directa, eso sería echar mi trabajo de un año y medio por la borda, y no sólo el mío, sino el de Bree y todos mis compañeros. Qué mierda es esto…
¿Qué iba a hacer ahora?
Cerré el paso de agua y tomé una toalla. Después de secarme la enrollé en mi cintura y así salí hacía la sala, tomé asiento sobre el sofá y me incliné para tomar la carpeta azul claro que descansaba en la mesa frente a mí. La carpeta citaba: Isabella Marie Swan Dywer. La abrí y mi corazón dio un vuelco. Su foto, fue lo primero que vi… Esa foto se la había tomado en el centro comercial, ella iba de paseo con una rubia que según el informe era su cuñada, Rosalie Liliam Hale, ella estaba casada con Emmett Christopher Swan Dywer, hermano de Bella.
Se veía tan hermosa en esa foto, ese día las seguí por todo el centro comercial ¡Vaya que las chicas si compran! Fue el día en que me presenté como su “vecino” Recuerdo que conduje como un poseso para llegar antes que ella a la zona residencial. Observé la foto un tanto más y la pasé. Sus datos…
Nombres: Isabella Marie.
Apellidos: Swan Dywer.
Edad: 23 años.
Nacida en: Forks, Washington, Estados Unidos.
Reside en: New York, Estados Unidos.
Desempeño: Decoradora de Interiores.
Casada con: Paul McGregor Morrison.
-Datos Familiares-
PADRE
Nombre: Charlie Swan.
Edad: 50 años.
Nacido en: Forks, Washington, Estados Unidos.
Residen en: New York, Estados Unidos.
Desempeño: Jefe en Agencia de Seguridad.
Casado con: Reneé Swan.
MADRE
Nombre: Reneé Swan.
Edad: 47 años.
Nacida en: Phoenix, Arizona.
Reside en: New York, Estados Unidos.
Desempeño: ----------
Casada con: Charlie Swan.
HERMANO MAYOR
Nombre: Emmett Christopher Swan Dywer.
Edad: 27 años.
Nacido en: Forks, Washington, Estados Unidos.
Reside en: New York, Estados Unidos.
Desempeño: Dueño en Empresa de Vídeo-juegos.
Casado con: Rosalie Liliam Hale.
Y bueno, lo demás sólo eran más y más cosas acerca de la vida de estas personas. Me lo sabía todo de memoria, había pasado toda una semana estudiando todos y cada uno de los aspectos de la vida de Isabella Swan y Paul McGregor. El más mínimo detalle me lo sabía. Pero, ahora eso no servía de nada…
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