Sálvame (+18)

Autor: PrincessCullen
Género: Romance
Fecha Creación: 06/08/2013
Fecha Actualización: 25/05/2018
Finalizado: SI
Votos: 16
Comentarios: 51
Visitas: 49835
Capítulos: 15

-¡¡¡Tú me engañas!!! - Gritó acercándose a mí, con sus ojos llenos de furia.

- Claro que no, por favor... Sabes que jamás lo haría. Yo te quiero. - Lágrimas corrían por mis mejillas. Dios… ¿cuánto más tendría que aguantar esto? 

- Mentira... ¡Me engañas!... ¡Te revuelcas con el primero que se te aparece! - Volvió a gritar empujándome contra la pared. Mis músculos no reaccionaban, estaba asustada, no era la primera vez que lo veía así, pero hoy estaba peor. Mucho más enfadado que las veces anteriores.

- Eso no es cierto... - Lloré, las palabras salían entrecortadas de mi boca. Casi forzadas.

- ¡¡¡Eres una cualquiera!!! – Gritó de nuevo y estampó su puño contra mi mejilla. Lo último que sentí fue la sangre saliendo de mis labios.

Nota: Los recuerdos y los sueños de los personajes, los podrán encontrar en letra Cursiva. Mensajes de texto y llamadas telefónicas en Negrita. 

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Declaimer: Todos los personajes pertenecen a Stephenie Meyer, pero la trama es de mi autoría. (Fic protegido por SafeCreative)

 

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Capítulo 6: ¿Amigos?

SÁLVAME

Capítulo 6: ¿Amigos?

 

Bella PoV

 

Un mes había pasado desde esa bendita salida al teatro, mis moretones ya casi ni existían, ese día siguiente por la mañana fui al hospital a hacerme unos rayos X, no tenía nada fracturado, ni una fisura, nada. Agradecí a Dios que los enfermeros que me atendieron no preguntaron nada, sólo mis datos para el informe y fue todo.

 

Ahora estaba en la cocina, preparando el almuerzo, una simple pasta con salsa de carne, no tenía ánimos de más nada, en la sala, sonaba Yaruma desde el equipo de sonido y yo no podía estar más tranquila. Aunque suene a mentira y nadie me crea, Paul no me había tocado desde esa última vez, llevaba cuatro semanas sin golpes, sin insultos, sin nada. Me preguntaba por qué…

 

Mi esposo se levantaba mucho más temprano de lo normal, incluso cuando mi despertador sonaba, que abría los ojos, él ya se había ido. Los primeros días eso me sorprendió, pero ya era así como una costumbre, aunque tampoco era que me permitiera a mí misma bajar la guardia. El resto del día me la pasaba sola en la casa, bueno, no tan sola… Anthony venía de vez en cuando y aunque mis miedos eran terroríficos, lo dejaba pasar y compartíamos unas horas. Por las noches Paul, llegaba, cenaba y se encerraba en su despacho. Cuando yo me iba a dormir él seguía ahí…

 

Mientras ponía la mesa para dos, sonreía como tonta y negaba con la cabeza de vez en cuando, sólo recordando lo que Anthony y yo habíamos compartido aquí.

 

Vamos Bella, no puede ser en serio. —reía él tan fuerte que tuve que unirme a él, mientras ambos degustábamos mis crepas de pollo.

Anthony se burlaba de mí porque le había confesado que había ido a un parque de diversiones una sola vez en toda mi vida y que tenía más de dos años sin ir a la playa, en principio creyó que era una broma, pero cuando logré convencerlo de que era en serio, sólo se burló. No paraba de reírse.

 

—   ¡Es muy en serio, Masen! —golpeé su hombro suavemente y paró de reír.

 

Ok, ok, te creo. Prometo que un día de éstos te llevaré a la playa y a demás visitaremos un parque de diversiones. —había dicho mientras terminaba de comer.

 

La tarde siguió transcurriendo tranquila mientras veíamos una película en la comodidad de la sala, él de vez en cuando hacía algún comentario y me hacía estallar en carcajadas, o hacía muecas, incluso llegó a hacerme cosquillas. La pasaba bien cuando él venía, y enterrando mis miedos y conflictos internos le daba acceso a mi casa, o él me abría las puertas de la suya.

 

Había descubierto que tenía una hermana menor, Alice, la cual era una aficionada por la moda, hacía poco que se graduó y ahora quería montar su propio imperio de moda. Junto con eso, Anthony tenía dos padres maravillosos tal como él mismo decía, Esme y Carlisle. Ella una decoradora de interiores y exteriores y él un reconocido médico. Tal y como me los había pintado, su familia era perfecta. Me hizo ilusión… Ilusión que se desvaneció cuando me pidió hablar de mi familia. ¿Qué le podía decir? “Oh Edward, pues mi mamá es una arpía que sólo piensa en ella y mi padre es su marioneta. Creo que si hablamos de familia, sólo tengo a Emmett y Rose”

 

Él notó mi incomodidad y cambió de tema.

 

Me hizo preguntas sobre Paul, y aunque no era el mejor  tema de conversación, yo le respondía. A qué se dedicaba, dónde trabajaba, familia, hobbies, fortalezas, debilidades, incluso preguntó como era su relación conmigo. Eso si no lo contesté. En principio se me hizo extraño, parecía un interrogatorio, pero bah, con él se me hacía tan fácil hablar que mi lengua no podía estar entre mis dientes.

 

Sonó el timbre y di un respingo.

 

Me reí de mi misma mientras me acercaba a la puerta. Abrí y lo primero que vi fue un hermoso ramo de rosas rojas. Me sonrojé al instante. Anthony era sumamente detallista, lo había descubierto en estas semanas que había tenido la oportunidad de compartir con él.

 

—Son hermosas… —murmuré encantada por el detalle, Anthony dejó ver su rostro detrás del arreglo y me sonrió amplio guiñándome el ojo derecho.

 

—Un hermoso ramo de flores para una hermosa dama, muy apropiado, ¿no crees? —decía mientras me apartaba para que él pudiese pasar, cerré la puerta tras sus espaldas y corrí a buscar un jarrón. Él venía pisándome los talones. Cuando saqué el florero de uno de los compartimientos de la cocina y lo llené de agua, él arregló las flores y lo colocó en medio de la encimera. Sonreí.

 

—Somos un gran equipo ¿no? –me sonrió acercándome a él para abrazarme, se lo permití. Nuestra relación amistosa iba muy bien, con él me sentía segura de alguna manera, sentía que nada ni nadie podía dañarme cuando él andaba cerca de mí pero por las noches, cuando me acostaba y veía el techo un rato me asustaba, ¿qué estaba haciendo?

 

—Oye, ¿todo bien?

 

—Todo bien, tranquilo. ¿Comemos?

 

Pronto estuvimos uno enfrente del otro, comiendo de mi pasta, nos reíamos a carcajadas mientras contábamos anécdotas de la infancia y adolescencia.

 

No notamos el correr de las horas, cayó la tarde y Anthony seguía en mi sofá, conmigo al lado y ambos comiendo palomitas mientras veíamos una película de acción. Todo duró hasta que oímos el rechinar de una llantas, una puerta abrirse y cerrarse y los pasos en el porche, entré en pánico, me levanté de un salto y con disimulo vi a través de la cortina. Era Paul.

 

—   ¡Debes irte! ¡Ahora! —chillé histérica, pero no tan alto para que nadie más nos oyera. Él no entendía mi miedo.

 

—Oye Bella, está bien. Le diremos que sólo vine a ver una película contigo, no es que hayamos hecho algo impropio o algo así.

 

—No entiendes Anthony, debes irte. No puede saber que estuviste aquí, por favor… —decía mientras buscaba un medio de escape rápido. ¡La ventana!— ¡Por ahí! —le señalé. En principio me miró como si estuviera loca o buscando una señal de broma, pero algo debió haber visto en mi cara que no dijo nada y salió por donde le indiqué. Justo en ese momento, entró Paul a la casa.

 

—   ¿Isabella? ¿Qué demonios haces en la ventana? —fue lo primero que dijo al entrar, yo respiré con algo de alivio y me giré para encararlo, se veía confundido y con la ira contenida dentro de sus ojos. ¿Por qué?

 

—Yo, este… La estaba abriendo, tenía un poco de calor. – —e sonreí con nerviosismo. Mis manos sudaban, para tratar de regular mi pulso me acerqué a la televisión y la apagué. Luego me acerqué a donde descansaba el bol de palomitas y lo tomé entre mis dedos. Lo miré— ¿Quieres?

 

Negó. Sólo me miraba. Yo no sabía dónde meterme.

 

—Mejor ve a servirme la cena. Hoy no estoy de humor para tus estupideces y recoge este chiquero, mira no más como está todo. —exclamó en tono desaprobatorio mientras se encaminaba a las escaleras. Esperé hasta oír la puesta de la habitación cerrarse y entonces respiré con calma.

 

Mientras le servía la cena a Paul, eché un vistazo a la casa de enfrente, ya tenía las luces encendidas. Negué con la cabeza, ¿qué estaría haciendo él justo ahora? De seguro ha de estar pensando que soy una loca sin remedio, una histérica que se altera al sentir su esposo llegar. Yo pensaría eso. Pero claro, él no sabía que la realidad era otra. Él no sabía que si Paul nos hubiese visto juntos, de seguro nos mataría a ambos antes de siquiera dar una explicación.

 

—   ¿En qué piensas tanto? —murmuró Paul tras mi espalda, juro que casi se me cae el plato de las manos. Me volteé y ya lo tenía delante de mí, estábamos nariz con nariz, me tenía prisionera entre su cuerpo y la encimera. Sus manos recorrían mis costados y yo no sabía qué hacer. Su aliento estaba cargado de alcohol.

 

—   ¡Respóndeme, Bella! —gruñó contrariado por mi silencio. Yo no podía, tenía la garganta atestada de nudos de puro miedo. Pero tenía que hablar o lo haría enfurecer.

 

—En nada, Paul, en nada. Sólo te servía la cena. —señalé sobre la encimera a un lado de nosotros. Él miró— ¿Ves? Se enfriará si te distraes. Anda, come.

 

Eso pareció convencerlo, me soltó y suspiré.

 

Terminé de hacer todo aquello y lo dejé cenar. Yo subí a nuestra habitación y luego de cambiarme me metí a la cama simulando dormir. Media hora más tarde él ocupó su lugar a mi lado, dándome la espalda. Pude dormir entonces.

 

A mitad de la noche me desperté asustada, las rosas…

Capítulo 5: Un Óscar para Paul. Capítulo 7: Misión.

 
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