Odioso adorable (+18)

Autor: Maggie_Swan
Género: Romance
Fecha Creación: 06/05/2017
Fecha Actualización: 23/11/2017
Finalizado: NO
Votos: 1
Comentarios: 15
Visitas: 28275
Capítulos: 12
Una joven ambiciosa.
Un ejecutivo perfeccionista.
Un odio insoportable.
Una atracción irresistible.
Una mezcla perfecta de sexo, amor y mucho descaro.
 
Bella Swan se ha relacionado con los Cullen desde que era una mocosa, así que cuando necesita una beca para finalizar su tesis en empresariales enseguida recurre a la Compañía Cullen Media. Lo que no se imaginaba es que tendría que trabajar para Edward, el atractivo hijo de los Cullen, que se comporta como un perfecto imbécil con Bella... hasta que una tarde, repasando una presentación, acaban sucumbiendo a la pasión encima de la mesa de reuniones.
Tratando de mantener el equilibrio entre la profesionalidad y la lujuria, descubrirán con pavor que no es solo el sexo lo que les une: están perdidamente enamorados. Pero todo es tan complicado... y los continuos malentendidos a los que tienen que enfrentarse no van a facilitarles nada la tarea...
 
Los personajes pertenecen a SM
La historia pertenece a Cristine y Lauren.
Original "Beutiful Bastard"
Esta historia contiene lenguaje sexual y vulgar no apropiado para menores de 18 años.
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Capítulo 12: Capítulo 12

Cuando amaneció el jueves, supe que teníamos que hablar. Yo iba a estar fuera de la oficina todo el viernes, así que el jueves era nuestro último día juntos antes de que se fuera. Había estado con su tutor del máster toda la mañana, y yo, según pasaban los minutos, me iba poniendo cada vez más nervioso acerca de… todo. Estaba bastante seguro de que la interacción en mi despacho del día anterior nos había revelado a ambos que ella estaba lentamente llegándome cada vez más. Quería estar con ella casi todo el tiempo y no solo en plan « desnudos y salvajes» . Quería estar cerca de ella y mi propia necesidad de autoconservación llevaba toda la semana dándome la lata. ¿Qué había dicho ella? « No quiero querer esto. No es bueno para mí» . Y solo cuando nos descubrió Rosalie, al salir del baño, entendí de verdad lo que quería decir Bella. Había estado odiando mi deseo por ella porque era la primera vez en mi toda vida que era incapaz de sacar algo de mi cabeza a la fuerza y centrarme en el trabajo, pero nadie (ni siquiera mi familia) me culparía por sentirme atraído por Bella. Por el contrario, ella siempre se vería afectada por la mala reputación de ser una mujer que se había acostado con el jefe para ascender. Para alguien tan brillante y tan dedicada como ella, esa asociación sería una constante y dolorosa espina. Hacía bien en poner distancia entre nosotros. Esa necesidad que sentíamos cuando estábamos juntos era totalmente insana. Nada bueno podía salir de ahí y decidí una vez más utilizar el tiempo que íbamos a estar separados para volver a centrarme. Cuando entré en mi despacho después de comer, me sorprendió encontrarla sentada en su mesa, muy ocupada trabajando en algo en su ordenador. —No sabía que iba a venir esta tarde —dije intentando mantener mi voz alejada de cualquier emoción. —Sí, tenía que ocuparme de unos preparativos de última hora para San Diego y todavía tengo que hablar de mi ausencia con usted —dijo sin apartar la vista del monitor del ordenador. —¿Por qué no viene a mi despacho entonces? —No —me dijo rápidamente—. Creo que podemos hablar de esto aquí fuera. —Me lanzó una mirada traviesa y me hizo un gesto para señalar la silla que tenía delante—. ¿Por qué no se sienta, señor Cullen? « Ah, la ventaja de jugar en casa» . Me senté frente a ella. —Sé que mañana no va a estar, así que no hay razón para que yo venga entonces. Me he dado cuenta de que no le gusta tener asistente, pero he buscado un reemplazo temporal para las dos semanas que voy a estar ausente y ya le he dado a Alice una lista detallada de su agenda y las cosas que necesita. Dudo que vaya a haber ningún problema, pero, por si acaso, ella me ha prometido estar pendiente de usted también. —Levantó una ceja desafiante y yo puse los ojos en blanco. Ella continuó: —Tiene todos mis números, incluyendo el de la casa de mi padre en Forks, por si necesita algo. Comprobó una lista que tenía delante y me di cuenta de lo serena y eficiente que se estaba mostrando. No es que no supiera que era todas esas cosas, pero me resultó aún más evidente entonces. Nuestras miradas se encontraron y ella prosiguió: —Llegaré a California unas horas antes que usted, así que lo recogeré en el aeropuerto. Seguimos mirándonos unos minutos más y yo estuve casi seguro de que ambos estábamos pensando lo mismo: San Diego iba a ser una prueba tremenda. La atmósfera del despacho empezó a cambiar lentamente, el silencio diciendo mucho más de lo que cualquier palabra podía decir. Apreté con fuerza la mandíbula cuando noté que se le había acelerado la respiración. Necesité toda mi fuerza de voluntad para no rodear su mesa y acercarme a besarla. —Que tenga buen viaje, señorita Swan —le dije satisfecho de que mi voz no traicionara mi agitación interna. Me puse de pie, y añadí—: La veré en San Diego entonces. —Sí. Asentí y entré en mi despacho, cerrando la puerta detrás de mí. No la vi durante el resto del día y por una vez, nuestra tensa despedida me pareció algo completamente inadecuado. Estuve todo el fin de semana pensando cómo viviría su ausencia durante dos semanas. Por un lado sería agradable estar en el trabajo sin distracciones, pero por otro me pregunté si me sentiría raro al no tenerla. Ella había sido una constante en mi vida durante casi un año y, a pesar de nuestras diferencias, saber que estaba por allí se había convertido en algo reconfortante. Alice entró en el despacho a las nueve en punto, sonriendo ampliamente al acercarse a mí. La seguía una morena atractiva de veintitantos que me presentó como Kelsey, mi asistente temporal. Ella me miró con una sonrisa tímida y vi cómo Alice le ponía una mano en el hombro para tranquilizarla. Decidí que iba a utilizar aquello como una oportunidad. Le iba a demostrar a todo el mundo que mi reputación solo era resultado de trabajar con alguien tan cabezota como la señorita Swan. —Encantado de conocerte, Kelsey —dije sonriendo y ofreciéndole la mano para estrechar la suya. Ella me miró extrañada, con los ojos un poco vidriosos. —Encantada de conocerlo también, señor —dijo mirando a Alice. Ella miró mi mano desconcertada y después me miró a mí antes de dirigirse a Kelsey. —Está bien. Ya hemos repasado todo lo que dejó Bella. Ahí está tu mesa. — Llevó a la chica a la silla de la señorita Swan. Sentí una extraña sensación al ver la imagen de otra persona sentada allí. Sentí que mi sonrisa vacilaba y me volví hacia Alice. —Si necesita algo, ya te lo hará saber. Estaré en mi despacho. Kelsey dimitió antes de comer. Aparentemente « fui un poco brusco» cuando ella provocó un pequeño incendio en el microondas de la sala de descanso. La última vez que la vi estaba llorando y salía corriendo por la puerta chillando algo sobre un entorno de trabajo hostil. El segundo asistente temporal, un chico que se llamaba Isaac, llegó a eso de las dos de la tarde. Isaac parecía muy inteligente y yo estaba deseando trabajar con alguien que no fuera una chica emotiva. Pronto me encontré sonriendo ante el repentino giro que habían dado los acontecimientos. Por desgracia, me alegré demasiado pronto. Todas las veces que pasaba junto a Isaac, sentado ante su ordenador, él estaba conectado a internet viendo fotos de gatitos o algún vídeo musical. Minimizaba rápidamente la ventana, pero desafortunadamente para Isaac, yo no soy un idiota integral. Le dije diplomáticamente que no se molestara en venir al día siguiente. La tercera no resultó mucho mejor. Se llamaba Jill; hablaba demasiado, llevaba la ropa demasiado ceñida y la forma con que masticaba la tapa de su bolígrafo me recordaba a un animal que intentara liberarse de una trampa. No tenía nada que ver con la forma en que la señorita Swan sujetaba pensativamente el extremo del boli entre los dientes cuando estaba muy enfrascada en sus pensamientos. Eso era algo sutil y sexy ; esto era obsceno. Inaceptable. El martes por la tarde ya no estaba. La semana continuó más o menos igual. Pasé por diferentes asistentes. Oí la risa atronadora de mi hermano en el pasillo al lado de mi despacho más de una vez. « Imbécil» . Él ni siquiera trabajaba en esta planta. Empecé a sentir que la gente estaba disfrutando demasiado con mi infortunio e incluso empecé a verlo incluso como un caso de recoger lo que había sembrado. Aunque no tenía ninguna duda de que Alice había informado a la señorita Swan de mis pesadillas con los asistentes temporales, recibí varios mensajes de texto de ella durante la primera semana para ver cómo iban las cosas. Empecé a esperarlos con ansiedad, mirando incluso mi teléfono periódicamente para comprobar que no me había perdido la alerta de llegada. Odiaba admitirlo, pero en este punto habría vendido hasta mi coche para tenerla de vuelta a ella y a sus maneras de arpía. Además de echar de menos su cuerpo, algo que necesitaba desesperadamente, también echaba de menos el fuego que había entre nosotros. Ella sabía que yo era un cabrón y lo aguantaba. No tenía ni idea de por qué, pero lo hacía. Durante esa primera semana que estuvimos separados empezó a crecer el respeto que tenía por su profesionalidad. Cuando pasó la segunda semana sin un solo mensaje de ella, me encontré preguntándome qué estaría haciendo y con quién. También me pregunté si habría intercambiado más llamadas con Jacob. Estaba bastante seguro de que no habían vuelto a verse y de que ella y yo habíamos llegado a una precaria tregua con respecto al incidente de las flores. Aun así, no sabía si él habría vuelto a llamarla para ver cómo iban las cosas y si intentaría empezar algo mientras ella estaba en su casa. Su casa. ¿Estaba en su casa ahora, con su padre? ¿O ya consideraba Chicago como su casa? Por primera vez se me pasó por la cabeza que si su padre estaba muy enfermo, ella podría decidir volver a Washington para estar con él. Maldición. Empecé a hacer la maleta para el vuelo del domingo por la noche cuando oí que mi teléfono sonaba en la cama, al lado de mi maletín. Al leer el nombre de la pantalla sentí un leve escalofrío. Lo recogeré mañana a las 11.30. Terminal B, cerca de los monitores de llegadas. Mándeme un mensaje cuando aterrice. Me quedé quieto un momento mientras me hacía a la idea de que íbamos a estar juntos al día siguiente. Lo haré. Gracias. De nada. ¿Ha ido todo bien? Me quedé un poco sorprendido de que me preguntara por el resto de la semana. Estábamos en un territorio desconocido. Mientras trabajábamos ella me escribía mensajes y correos electrónicos con frecuencia, pero normalmente nos limitábamos a simples respuestas de sí y no. Nunca nada personal. ¿Era posible que ella hubiera pasado una semana tan frustrante como la mía? Muy bien. ¿Y tú? ¿Cómo está tu padre? Me reí y pulsé « Enviar» ; esa situación se estaba volviendo cada vez más extraña. Menos de un minuto después recibí otro mensaje. Todo bien. Lo he echado de menos pero tengo ganas de volver a casa. « A casa» . Me fijé en las palabras que había elegido y tragué saliva; de repente sentía mucha tensión en el pecho. Mañana nos vemos. Puse el despertador del teléfono, lo coloqué en la mesita de noche y me senté en la cama al lado de mi equipaje. Iba a verla en menos de doce horas. Y no estaba muy seguro de cómo me hacía sentir eso. 

Capítulo 11: Capítulo 11

 
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