Odioso adorable (+18)

Autor: Maggie_Swan
Género: Romance
Fecha Creación: 06/05/2017
Fecha Actualización: 23/11/2017
Finalizado: NO
Votos: 1
Comentarios: 15
Visitas: 26135
Capítulos: 12
Una joven ambiciosa.
Un ejecutivo perfeccionista.
Un odio insoportable.
Una atracción irresistible.
Una mezcla perfecta de sexo, amor y mucho descaro.
 
Bella Swan se ha relacionado con los Cullen desde que era una mocosa, así que cuando necesita una beca para finalizar su tesis en empresariales enseguida recurre a la Compañía Cullen Media. Lo que no se imaginaba es que tendría que trabajar para Edward, el atractivo hijo de los Cullen, que se comporta como un perfecto imbécil con Bella... hasta que una tarde, repasando una presentación, acaban sucumbiendo a la pasión encima de la mesa de reuniones.
Tratando de mantener el equilibrio entre la profesionalidad y la lujuria, descubrirán con pavor que no es solo el sexo lo que les une: están perdidamente enamorados. Pero todo es tan complicado... y los continuos malentendidos a los que tienen que enfrentarse no van a facilitarles nada la tarea...
 
Los personajes pertenecen a SM
La historia pertenece a Cristine y Lauren.
Original "Beutiful Bastard"
Esta historia contiene lenguaje sexual y vulgar no apropiado para menores de 18 años.
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Capítulo 11: Capítulo 11

Mi cabeza no estaba funcionando en ese momento. Tenía que enseñarle unas cosas al señor Cullen antes de que se fuera, tenía unos documentos que tenía que firmar, pero sentía como si estuviera caminando por arenas movedizas, la conversación con mi padre dándome vueltas sin parar en la cabeza. Cuando entré en el despacho del señor Cullen me quedé mirando los papeles que llevaba en las manos, dándome cuenta de todas las cosas que tenía que organizar ese día: billetes de avión, alguien que se ocupara de mi correo, tal vez la contratación de un trabajador temporal para el tiempo que estuviera fuera. Pero ¿cuánto tiempo iba a estar fuera? Me di cuenta de que el señor Cullen estaba comentando algo (en voz alta) en mi dirección. Pero ¿qué estaba diciendo? Apareció en mi visión y oí el final de lo que decía: —… apenas está prestando atención. Dios, señorita Swan, ¿es que necesito escribírselo? —¿Podemos dejar este jueguecito por hoy? —le pregunté cansada. —El… ¿el qué? —Esta rutina de jefe pendejo. Él abrió mucho los ojos y frunció el ceño. —¿Perdón? —Me he dado cuenta de que te encanta ser un cabrón de los que hacen historia conmigo, y reconozco que es algo sexy a veces, pero llevo un día terrible y de verdad te agradecería que simplemente te limitaras a no hablarme. A mí. — Estaba a punto de echarme a llorar y sentía una presión dolorosa en el pecho—. Por favor. Parecía que alguien le hubiera deslumbrado con unos faros, mirándome fijamente a la vez que parpadeaba. Por fin dijo: —¿Qué ha pasado? Tragué saliva, arrepintiéndome de mi salida de tono. Las cosas siempre iban mejor con él cuando conseguía mantener la compostura. —He reaccionado mal cuando me ha gritado. Discúlpeme. Él se levantó y empezó a caminar hacia mí, pero en el último minuto se detuvo y se sentó en la esquina de su mesa, jugueteando incómodo con un pisapapeles de cristal. —No, quiero decir que ¿por qué llevas un día tan horrible? ¿Qué está pasando? —Su voz era muy suave y nunca le había oído hablar así aparte de en los momentos de sexo. Esta vez hablaba en voz baja y no era para mantener en secreto la conversación, parecía realmente preocupado. No quería hablar con él de aquello porque en parte esperaba que se burlara de mí. Pero una parte mayor estaba empezando a sospechar que no lo haría. —Le han hecho unas pruebas a mi padre. Tenía problemas para comer. El señor Cullen se puso serio. —¿Comer? ¿Es una úlcera? Le expliqué lo que sabía, que era algo que había empezado de repente y que las primeras pruebas mostraban una pequeña masa en el esófago. —¿Puedes ir a casa? Me lo quedé mirando. —No lo sé. ¿Puedo? Él hizo una mueca de dolor y parpadeó. —¿Tan cabrón soy en realidad? —A veces. —Me arrepentí inmediatamente, porque no, nunca había hecho que me hiciera pensar que me impidiera acompañar a mi padre enfermo. Asintió y tragó con dificultad mientras miraba por la ventana. —Te puedes tomar todo el tiempo que necesites, por supuesto. —Gracias. Me quedé mirando al suelo, esperando que continuara con la lista de tareas del día. Pero el silencio llenó el despacho. Podía ver por el rabillo del ojo que había vuelto a girarse y ahora me miraba. —¿Estás bien? —dijo en voz tan baja que ni siquiera estaba segura de haberlo oído. Pensé en mentirle para acabar con aquella conversación tan extraña. Pero en vez de eso le dije: —La verdad es que no. Estiró la mano y me la metió entre el pelo. —Cierra la puerta del despacho —me pidió. Asentí, un poco decepcionada por que me echara de esa forma. —Le traeré los contratos del departamento legal… —Quería decir que cierres la puerta pero que te quedes. Oh. « Oh» . Me volví y caminé por la gruesa alfombra en completo silencio. La puerta del despacho se cerró con un sonoro clic. —Pon el pestillo. Giré el pestillo y sentí que se acercaba hasta que noté su respiración cálida en la nuca. —Déjame tocarte. Déjame hacer algo. Él lo había entendido. Sabía lo que podía darme: distracción, alivio, placer ante esa oleada de dolor. Yo no respondí porque sabía que no necesitaba hacerlo. Había ido a cerrar la puerta después de todo. Pero entonces sentí sus labios apretándose suavemente contra mi hombro y subiendo por mi cuello. —Hueles… tan bien —me dijo soltándome el vestido donde lo llevaba atado detrás del cuello—. Siempre se me queda tu olor impregnado durante horas. No dijo si eso era algo bueno o malo y yo me di cuenta de que no me importaba. Me gustaba que oliera como yo cuando ya no estaba. Cuando bajó las manos hasta las caderas, me volví para mirarlo y él se inclinó para besarme en un solo movimiento fluido. Esto era diferente. Su boca era suave, casi pidiéndome permiso. No había nada de indecisión en el beso (nunca había nada de indecisión en él), pero ese beso parecía más un gesto de cariño y menos la señal de una batalla perdida. Me bajó el vestido por los hombros y cayó al suelo. Él se apartó un poco, dándome solo el espacio para dejar que el aire fresco de la oficina me refrescara su calor de la piel. —Eres preciosa. Antes de que pudiera procesar la forma tan suave en que había dicho esas nuevas palabras, él puso una sonrisita y se inclinó para besarme a la vez que me agarraba las bragas, las retorcía y las rompía. Eso ya era habitual. Bajé las manos hasta sus pantalones, pero él se apartó negando con la cabeza. Metió la mano entre mis piernas y encontró la piel suave y húmeda. Su respiración se aceleró contra mi mejilla. Sus dedos, no sabía cómo, eran fuertes y a la vez cuidadosos, y le salían palabras sucias con voz profunda: me decía que era preciosa y muy zorra. Me decía que era una tentación y cómo lo hacía sentir. Me dijo cuántas ganas tenía de oír el sonido que hacía al venirme. E incluso cuando lo hice, boqueando y agarrando las hombreras de su traje, lo único que podía pensar era en que yo también quería tocarlo. Que quería, igual que él, oírlo perderse en mí. Y eso me aterraba. Él sacó los dedos, rozando con ellos mi sensible clítoris al hacerlo, y se estremeció involuntariamente. —Lo siento, lo siento —me susurró en respuesta, besándome la mandíbula, la barbilla, el… —No lo sientas —le dije apartando la boca de la suya. La repentina intimidad que me ofrecía, además de todo lo que había pasado ese día, era muy desconcertante, demasiado. Apoyó su frente contra la mía durante unos segundos antes de asentir una sola vez. Me sentí devastada de repente porque me di cuenta de que siempre había asumido que él tenía todo el poder y yo ninguno, pero en ese momento supe que podía tener tanto poder sobre él como quisiera. Solo tenía que ser lo bastante valiente para ejercerlo. —Me iré de la ciudad este fin de semana. Y no sé cuánto tiempo estaré fuera. —Bueno, entonces vuelva al trabajo mientras aún está aquí, señorita Swan.

Capítulo 10: Capítulo 10 Capítulo 12: Capítulo 12

 
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