Ciegos al amor

Autor: Lily_cullen
Género: Romance
Fecha Creación: 03/11/2017
Fecha Actualización: 09/01/2018
Finalizado: SI
Votos: 1
Comentarios: 11
Visitas: 33835
Capítulos: 13

 

El multimillonario Edward Cullen había perdido la vista al rescatar a una niña de un coche en llamas y la única persona que lo trataba sin compasión alguna era la mujer con la que había disfrutado de una noche de pasión. ¡Pero se quedó embarazada!

Y eso provocó la única reacción que Isabella no esperaba: una proposición de matrimonio. Él no se creía enamorado, pero Bella sabía que ella sí lo estaba. Y cuando Edward recuperó la vista, Bella pensó que cambiaría a su diminuta y pelirroja esposa por una de las altas e impresionantes rubias con las que solía salir. . .

Cuando pueda verla, ¿seguirá deseándola?

 

Los personajes le pertenecen a Stephenie Meyer, esta historia está adaptada en el libro Ciegos al amor de: Kim Lawrence. Yo solo la adapte con los nombres de Bella y Edward.

Espero sea de su agrado. :D

+ Añadir a Favoritos
Leer Comentarios
 


Capítulo 12:

Hola chicas, cómo están? Cómo les fue el fin de semana, espero que bien.

Aquí les traigo ya el último capítulo :( ya se terminó esta historia.

Lo único que falta es el epílogo.

Bueno, no las entretengo más y las dejo leer.   

 

 

Cuando oyó la voz de Edward en el pasillo una hora después, Bella había decidido pedirle el divorcio. Se había hecho la fuerte delante de Jane, pero no quería ser el premio de consolación para nadie. Podía quedarse con la rubia y que fuera feliz. Ella no iba a competir por los favores de ningún hombre.

—¡Y espero que se hagan felices el uno al otro! —masculló, con los dientes apretados.

Pero cuando él entró en el salón diez segundos después, había cambiado de opinión. ¿Por qué iba a darle la libertad? ¿Por qué iba a ponerle las cosas tan fáciles a aquella horrible mujer?

Por su hijo, al menos debería luchar. Además, por irritante que fuera Edward, de verdad pensaba que se merecía algo más que aquella frívola y cruel rubia.

Edward tardó dos segundos en descubrir que algo no iba bien. El tormentoso brillo en los ojos azules lo dejaba bien claro.

—Ah, vaya, por fin apareces. Supongo que debería estarte agradecida.

—¿Qué he hecho ahora?

—Nada, absolutamente nada —murmuró Bella.

—¿Vas a contarme qué ha pasado, cara?

—Que mientras estabas fuera he decidido pedir el divorcio.

La expresión de Edward seguía siendo inescrutable.

—¿Vas a explicarme por qué?

No era fácil pensar cuando sus ojos verdes se clavaban en ella de esa manera.

—No tengo por qué darte explicaciones.

—Considerando que acabamos de volver de nuestra luna de miel, ¿no te parece un poco prematuro? ¿Y qué te hace pensar que yo te daría el divorcio?

Bella se encogió de hombros.

—Da igual lo que digas, he tomado una decisión.

—¿Y puedo saber qué he hecho para merecer ese castigo? —suspiró él.

—¡No me hables en ese tono tan paternalista!

Edward se acercó en dos zancadas para tomarla por los hombros.

—¿Y qué tono debo usar cuando mi mujer me anuncia que quiere el divorcio? ¿Tú sabes lo que duele eso?

Bella apretó los puños, pero en cuanto cerró los ojos su rabia se convirtió en tristeza y un sollozo escapó de su garganta.

—¿Isabella. . .?

Incapaz de responder, ella negó con la cabeza.

—No soy feliz —logró decir.

Esas palabras fueron como un cuchillo en el corazón de Edward, un órgano que nunca antes le había dado ningún problema, y juró que haría lo que tuviera que hacer para que la persona que lo había despertado a la vida fuera feliz.

¿Aunque eso significara dejarla ir?

Edward, el primero en admitir que no era un santo, se negaba a contemplar esa posibilidad. La idea de que otro hombre la tocase lo hacía temblar de ira.

—Cambiaré.

—No. . .

—¿No crees que pueda hacerlo?

—Creo que puedes hacer todo lo que te propongas —le confesó ella—. ¿Pero por qué ibas a querer cambiar?

A ella le parecía perfecto y no sería Edward Cullen si no fuera ridículamente orgulloso y obstinado.

—Porque no te hago feliz —dijo él, tomándola por la cintura—. Podemos intentarlo y lo primero que vamos a hacer. . .

Una risa histérica escapó de la garganta de Bella.

—¿Vas a decidirlo tú solo?

—Lo siento, perdona. ¿Por qué no eres feliz, Isabella?

—¿Tú qué crees? Me preguntas si sé lo que duele que no te quieran. . .

Per amore di Dio. . . ¿se puedes saber qué he hecho?

Bella respiró profundamente.

—Te diré lo que has hecho: ¿sabes lo que se siente cuando tu ex aparece aquí y me cuenta que ella no te dejó después del accidente sino que fue al revés?

—¿Jane? —exclamó él, perplejo.

—¿Es que tienes otra ex por ahí?

—¿Jane ha venido a verte? —Edward sacudió la cabeza. De todo lo que había anticipado que podía pasar, aquello ni siquiera se le había ocurrido.

—¿Es verdad, fuiste tú quien rompió el compromiso?

—Sí.

Bella dejó escapar un largo y doloroso suspiro. Se sentía totalmente desinflada.

—Entonces, es verdad.

—¿Qué te ha contado Jane, Isabella?

—Que no quisiste casarte con ella porque no querías cargarla con un marido ciego. Que la amabas y por eso. . .

—Isabella. . .

—Y que sólo te habías casado conmigo porque estaba embarazada. Aunque sé que eso es verdad —admitió Bella—, no me hizo ninguna gracia. Ah, también me dijo que si no hubieras estado ciego, no te habrías acostado conmigo y. . .

—Parece que Jane ha dicho demasiado y, según parece, tú te has creído cada palabra.

—La verdad es que tú nunca me has contado nada sobre ella. Y ahora entiendo por qué.

—No entiendes nada, Isabella —suspiró Edward—. La razón por la que nunca he mencionado a Jane es porque no me importa en absoluto.

—Pero has admitido. . .

—¿Esto qué es, un juicio? —la interrumpió él, airado—. Fuiste tú quien me dijo que era un egoísta, así que no entiendo que me creas capaz de tal sacrificio. Puede que no te dieras cuenta, pero cuando te pedí que te casaras conmigo pensé que estaría ciego durante el resto de mi vida. Y no tuve el menor problema en atarte a ti a un hombre ciego.

—Pero también dijiste que el matrimonio no tiene que durar para siempre.

—Yo nunca diría algo así.

—¡Pero lo dijiste!

Edward se encogió de hombros.

—Bueno, tal vez lo hice como una observación general. No hablaba de nuestra situación. Otras personas pueden divorciarse, pero nuestro matrimonio es para siempre.

—Además, tú no me pediste que me casara contigo, me dijiste que íbamos a casarnos —siguió Bella, buscando un pañuelo en el bolsillo. Pero no iba a llorar y no iba a suplicar. No podía hacer que la amase contra su voluntad—. Y no estás enamorado de mí. Sólo te casaste conmigo porque íbamos a tener un hijo y me parece bien. . . no, no me parece bien —dijo entonces—, pero acepto las cosas como son.

Edward tomó su cara entre las manos.

—Pues yo no puedo aceptar las cosas como son. Isabella, escúchame: rompí con Jane pero no después del accidente.

—No te entiendo.

—Terminé mi relación con Jane dos semanas antes.

—Pero ella. . .

—Ella tiene una relación muy flexible con la verdad —sonrió Edward—. Rompí con Jane el día que descubrí que se acostaba con otro mientras yo estaba en viaje de negocios. ¿Y quieres saber lo que sentí entonces?

Saber lo que había sentido al ser traicionado por una mujer de la que estaba enamorado no era algo que Bella quisiera compartir.

—¿Traicionado, humillado? —sugirió.

—No, me sentí aliviado.

—¿Aliviado?

—Sí, porque así todo era más sencillo. Yo no me hacía ninguna ilusión sobre sus sentimientos por mí. El amor de su vida es y será siempre el bolso último modelo que todo el mundo quiere llevar. Es una chica muy práctica y sabe que la vida profesional de una actriz cuyo único talento consiste en tener un buen cuerpo y una bonita cara es muy limitada. Sólo es un medio para seguir comprando bolsos.

—¿Y por qué ibas a casarte con ella?

—Confieso que mis motivos eran tan egoístas y tan triviales como los de Jane —Edward hizo un gesto de disgusto—. Jamás pensé que el matrimonio con ella pudiera durar para siempre. . . nunca pensé en ello como algo serio, sagrado. Los de su departamento de publicidad no dejaban de molestarme sobre la conveniencia de un posible compromiso, y cuando un periodista me preguntó si era verdad cometí el error de contestar con una ironía. Lamentablemente, los que trabajan en ese tipo de revistas no suelen entender las ironías.

—Pero podrías haberlo negado.

—Podría y debería haberlo hecho —suspiró él—. Pero si quieres que te sea sincero, tenía la sospecha de que algún día podría convertirme en mi padre —la revulsión que le producía esa idea era evidente—. Como él, también yo he tenido relaciones vacías toda mi vida y pensé que, si iba a casarme, debía hacerlo con alguien tan frío como yo, alguien a quien no pudiera hacerle daño.

—¡Tú no eres frío! —protestó Bella.

Cara, antes de conocerte había convertido el cinismo en una forma de arte. En cuanto a Jane, no esperaba nada de ella, pero tampoco esperaba que se acostase con otros hombres en cuanto yo me fuera del país. Y lo del accidente fue un golpe para ella porque la gente pensó que me había dejado al quedarme ciego y nadie quería contratarla. Lo siento por Jane, la verdad.

—No podría haberle ocurrido a una persona mejor —dijo Bella, irónica.

La evidencia de sus celos lo hizo sonreír con una mezcla de satisfacción y alivio.

—Puede que no te hayas dado cuenta, pero estás enamorada de mí.

—¿Tú crees?

—Lo sé —dijo Edward, con su habitual arrogancia; una arrogancia que, en realidad, ella echaría de menos.

—Pues te equivocas, me he dado cuenta. De hecho, lo sabía antes de que nos casáramos. Te quiero, Edward.

Después de unos segundos de silencio, él se apoderó de su boca y la besó hasta que le daba vueltas la cabeza. Y cuando dejó de besarla la abrazó, mirando su cara como si fuera la cosa más perfecta que había visto en toda su vida.

—Mis sentimientos por ti, Isabella. . .

—¿Sientes algo por mí? —preguntó ella inocentemente. Cuáles eran sus sentimientos por ella era algo que Bella estaba encantada de explorar.

—¿Cómo puedes preguntarme eso? La verdad es que yo no podía ponerles nombre porque nunca los había tenido antes. No sabía lo que era el amor y no lo reconocí ni siquiera cuando lo tenía delante. Cada vez que oía tu voz o te tocaba. . . cuando no podía verte imaginaba tu cara, tu preciosa cara. Y cuando hice los votos lo supe, Isabella.

La emoción que había en su voz la tocó en el alma.

—Cuando levantaste el velo me quedé sin aliento. No sabía ni dónde estaba, pero por fin pude reconocer lo que sentía. . . estaba enamorado. Tú me has salvado, Isabella. Había conseguido alejar a todo el mundo y los que seguían conmigo no se atrevían a decirme que era un cobarde. . . pero tú lo hiciste. Tú te convertiste en la luz de mi vida y te estoy inmensamente agradecido.

Bella apretó los labios, emocionada.

—No quiero tu gratitud.

—Pero la tienes de todas formas, cara. Y con ella, mi amor. Puede que tampoco lo quieras, pero es tuyo —dijo él, tomando su mano para llevársela al pecho—. Y mi corazón.

Ella cerró los ojos mientras su propio corazón explotaba de alegría.

—Lo acepto, cariño.

—Ah, y esto también tienes que aceptarlo —Edward se apartó un momento para sacar una cajita de terciopelo del bolsillo de la chaqueta, que había tirado sobre uno de los sofás—. No estoy intentando comprar tu amor, pero quería darte algo que expresara lo que yo no podía expresar con palabras.

—No lo has hecho tan mal —dijo Bella con voz ronca, levantado la tapa. Dentro de la caja había un collar de zafiros montados en oro.

—Quería hacer algo por ti que no hubiera hecho por nadie. ¿Quieres creer que nunca le había comprado personalmente un regalo a una mujer? —rió Edward—. Sé que no son las joyas de la corona, pero si las quieres las compraré. . . o las robaré si hace falta. Pero ese color, ese precioso azul me recuerda a tus ojos. . .

Un suspiro escapó de la garganta de Bella y todas sus dudas desaparecieron.

—Es precioso, Edward.

—La idea de volver a perder la vista me horroriza, pero no tanto como la idea de perderte, Isabella.

Ella tomó su mano y la puso sobre su abdomen.

—No vas a perderme, Edward. Ni al niño —le prometió, sus ojos brillando con la profundidad del amor que sentía por aquel hombre.

 

_______________________________________________________________________

 

Eliananayaraaroa: no hay nada que agradecer con gusto subo los capítulos, ʌʌ; aquí te dejo el capítulo de hoy espero que te guste. :D Sí es una pena que ya se vaya a terminar pero ni modo que hacemos. XD Espero estar subiendo otra pronto. :D Saludos y que tengas una maravillosa semana. Nos vemos el viernes con el epílogo. :)

 

Bueno chicas, ya solo nos falta el epílogo, eso sí, va a ser un epílogo muy corto pero espero que les guste.

Ok chicas, nos el viernes que tengan una maravillosa semana. :D

Saludos.  

Capítulo 11: Capítulo 13: Epílogo

 


 


 
14438347 visitas C C L - Web no oficial de la saga Crepúsculo. Esta obra está bajo licencia de Creative Commons -
 10756 usuarios