EL CABALLERO DEMONIO (+18)

Autor: lololitas
Género: Aventura
Fecha Creación: 22/09/2013
Fecha Actualización: 17/11/2013
Finalizado: SI
Votos: 24
Comentarios: 143
Visitas: 60994
Capítulos: 22

"FANFIC FINALIZADO"

SU PRISIONERA, SU DESEO…

Edward Masen, atractivo caballero inglés sin tierras, llega a las Highlands escocesas para evitar un matrimonio que uniría a dos poderosos clanes contra la Corona Inglesa. Pero no podrá disuadir a la novia, la salvaje y testaruda Isabella, Doncella de Cullen. Aunque es prisionera de Edward, la tentadora, orgullosa y desafiante dama nunca dejará que la confinen en un convento, y tampoco abandonará ni a su familia ni su determinación de casarse con el laird Black… dejando a Edward con sólo un camino que escoger: casarse él mismo con Isabella.

…SU NOVIA

¡Ese descarado canalla pronto descubrirá que ha encontrado a una igual! Sin embargo, Isabella no puede evitar sentirse conmovida por la ternura y la nobleza de Edward… y por un peligroso deseo al que no quiere dar cabida en su corazón.

Nada bueno puede resultar de su unión con este caballero que primero le robó su libertad y ahora le roba el aliento. Y aunque ha sido ella quien ha puesto al notorio guerrero enemigo de rodillas, ahora es Isabella quien debe rendirse… a la pasión y el amor.

 

 

Adaptacion de los personajes de crepusculo del libro

"El Sabor del Pecado" de Connie Mason

 

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Capítulo 22: VEINTIUNO.

-Ya estamos casi al final del túnel -aseguró Sam-. Sir Jasper y los demás están prisioneros en el almacén que hay al lado de la armería.

-Conozco esa estancia -respondió Edward-. Es un cuarto grande y sin ventanas que el anterior señor de Cullen utilizaba como cárcel provisional. Si no recuerdo mal, tiene una barra de madera que se coloca en su sitio desde fuera. ¿Está vigilada la estancia?

-Sí, pero lord Charlie apenas la utilizaba. Hay un guarda, pero seguramente estará dormido. Ya hemos llegado, mi señor -susurró Sam mientras apagaba el farol y abría la puerta.

Edward entró detrás de Sam y miró hacía el salón. No vio más que las llamas bailando en la chimenea y una estancia vacía envuelta en sombras. Salió del túnel, pero permaneció escondido bajo las escaleras hasta que Sam se unió a él.

-Espera aquí a Jem y a los demás -le ordenó Edward-. Voy a liberar a sir Jasper y al resto de mis hombres. No tardaré mucho.

Edward cruzó sigilosamente el salón en dirección a las estrechas escaleras que daban a la armería. Pegándose contra la pared, descendió lentamente los escalones. Cuando llegó al final, miró doblando la esquina hacia la habitación que se utilizaba para almacenar el armamento antiguo y las armas más modernas que utilizaban los guardas de la fortaleza. Un farol colgado del techo revelaba la figura de un hombre tumbado sobre un banco, al parecer profundamente dormido. Moviéndose sigilosamente, Edward lo dejó inconsciente con un golpe certero en la cabeza propinado con la culata de su pistola.

Luego dirigió su atención al almacén en el que estaban confinados sus hombres. Sólo tardó un instante en levantar la barra y abrir la puerta de par en par.

-Sois libres. Salid -exclamó Edward.

Sir Jasper salió, entrecerrando los ojos ante el repentino resplandor de luz.

-¿Eres tú, Edward? Por todos los diablos, eres la última persona que esperaba ver. ¿Cómo has entrado en el castillo?

Un gran número de hombres salió del almacén.

-Te lo explicaré más tarde. ¿Se encuentra todo el mundo bien?

-Más o menos -reconoció Jasper-. Gracias a Dios que has aparecido ahora. Estamos listos y preparados para recuperar el castillo.

-Primero tenéis que armaros -dijo Edward mientras él mismo escogía una espada. -Elegid vuestras armas en la armería y hacedlo en silencio, o despertaremos a los Black de su sueño.

Un hombre arrastró al inmóvil guarda hasta el almacén y cerró la puerta asegurándola mientras los demás escogían las armas que más les convenían.

-Estamos preparados -dijo sir Jasper. Sir Carlisle se colocó al lado de Edward.

-Estoy preocupado por lady Esme y por Renesmee. Podrían correr peligro.

-Ya no están en el castillo -respondió Edward-. Isabella las ha llevado a un lugar seguro.

-¿Isabella ha estado aquí? -preguntó sir Jasper-. No tenía ni idea. ¿Y qué hay de Alice? ¿Ha escapado con Isabella y con las demás?

-No he visto a Alice, Jazz. No estaba con Isabella.

Edward llegó a lo alto de las escaleras y guió a sus hombres a través del salón vacío. Sam surgió de entre las sombras. Entonces, Jem y los hombres que habían seguido a Edward a través del túnel hicieron su aparición.

-Has tenido éxito -se alegró Sam-. Espero que tus hombres estén bien.

-Sí. Ya les he puesto al corriente. Acercaos todos para recibir órdenes. Jem, sube dos hombres a los parapetos y desarmad a los guardas. No los matéis a menos que sea absolutamente necesario. -Sí, mi señor -respondió Jem mientras él y dos hombres se apartaban del grupo y se fundían entre las sombras.

-Sir Carlisle, doy por hecho que hay guardas en el patio, y también en la caseta de vigilancia -continuó Edward-. Llévate a dos hombres contigo. Ya sabes lo que tienes que hacer.

-Sí, mi señor -contestó Carlisle.

-Jazz, a ti te reservo el trabajo más peligroso de todos. ¿Cuántos Black hay en el castillo?

-Al menos hay cincuenta hombres -recordó Jazz-. Pero escuché a dos guardas hablando, y uno de ellos decía que la mitad de los hombres habían regresado a sus casas con sus familias. Los que se han quedado están durmiendo en los barracones.

Edward digirió aquella información.

-Llévate a los hombres que quedan a los barracones, Jazz.

Tienes que reducir al enemigo y encerrarlo en el almacén hasta que yo pueda enfrentarme a ellos. Recuerda lo que he dicho sobre el derramamiento de sangre. Evítalo si puedes.

-Considéralo hecho, Edward. Por lo que veo, vas a ir tú mismo a por el jefe de los Black.

-Sí -Edward se giró hacia Sam-. ¿Dónde encontraré a ese malnacido?

-Se ha quedado con tu habitación -respondió Sam-. Iré contigo.

-No. Busca a Alice. Asegúrate de que se quede en la sala de mujeres -Edward no quería que ni el anciano ni Alice resultaran heridos.

-Gracias por pensar en Alice -susurró Jazz mientras se dirigía hacia los barracones.

Con una expresión grave y decidida en el rostro, Edward cruzó el salón y subió por las escaleras hacia la torre. Se detuvo frente a la puerta de su habitación, sacó la espada con una mano, giró el picaporte con la otra y abrió la puerta. El sonido apenas resultó audible, pero provocó una respuesta inmediata en Jacob Black. Se levantó de la cama de un salto, su desnuda figura se mostraba ágil y flexible bajo el resplandor del fuego de la chimenea mientras iba en busca de su espada, que estaba apoyada contra la pared.

-¿Cómo has entrado aquí? -bramó Black.

-Me crecieron alas y salí volando -se burló Edward-. Ríndete, Black. Mis hombres han recuperado el control del castillo.

-No te creo -le espetó Black lanzándole una estocada con la espada.

Edward esquivó con facilidad la afilada punta y alzó su propia espada para defenderse.

-Mientras hablamos, mis hombres están rodeando a los miembros de tu clan y encerrándolos a buen recaudo. Estás solo, Black. Te aconsejo muy en serio que bajes la espada.

-¡Jamás! -bramó Black-. Me robaste a mi mujer. Tanto Isabella como Cullen deberían ser míos. Charlie Swan me prometió ambas cosas. ¡Te mataré!

Levantando la espada con ambas manos, Black se lanzó brutalmente contra Edward, sin saber que carecía de las habilidades de Edward como espadachín. Edward se rió ante los torpes esfuerzos de Black y esquivó con facilidad la hoja de la espada. Entonces se lanzó a la ofensiva, atacando y dando estocadas hasta que Black estuvo acorralado en un rincón. Black se lanzó furiosamente contra Edward, pero debió darse cuenta de que la derrota estaba muy cerca, porque empezó a gritar:

-¡Un Black! ¡Un Black!

-Nadie vendrá en tu ayuda, Black. Baja la espada antes de que me vea obligado a matarte.

-¡No si yo te mato antes, inglés!

Edward lanzó una estocada mientras se agachaba y hacía una pirueta para evitar la espada de Black. El metal chocó contra el metal una y otra vez mientras las hojas se cruzaban en un duelo de fuerza. El cuerpo desnudo de Black estaba surcado de sangre, y un golpe de suerte había hecho un corte en el hombro de Edward, pero ninguno de los dos hombres quería reconocer sus heridas. Cansado de aquel juego, Edward llevó con destreza aquel cruce de espadas hacia su inevitable final.

El siguiente movimiento de Edward ocurrió tan deprisa que Black no consiguió reaccionar con la suficiente rapidez. La espada de Black salió volando de su mano al mismo tiempo que la punta de la hoja de Edward presionaba un punto vulnerable del cuello de Black.

-¡Adelante, malnacido, mátame! -lo retó Black.

-Eso sería demasiado fácil- le soltó Edward-. Vístete.

Un ruido en la puerta distrajo a Edward, que se giró ligeramente, soltado una maldición al ver a Isabella de pie en el umbral.

-¿Qué diablos estás haciendo aquí?

-Tenía que venir. No podía soportar no saber qué estaba pasando. ¿Y si resultabas herido?

Aquella breve distracción le brindó a Black una nueva oportunidad. Levantó la espada y la lanzó contra Edward, que instintivamente se agachó cuando la hoja pasó rozando por encima de su cabeza. Isabella gritó cuando la punta de la espada le atravesó la manga y fue a clavarse en el quicio de la puerta. Con el corazón latiéndole a toda prisa por el miedo, Edward corrió a su lado, temiendo que estuviera gravemente herida.

De pronto, Black lo empujó a un lado y estuvo a punto de ser arrollado por él cuando salió precipitadamente por la puerta. Preocupado como estaba por Isabella, Edward no hizo amago de detenerlo. Agarró la empuñadura de la espada de Black, la sacó del quicio y la arrojó a un lado, aliviado al ver que no había sangre que manchara la hoja.

-¿Estás herida, amor? -le preguntó a Isabella estrechándola entre sus brazos.

-No, la espada no me ha tocado la piel.

Edward la agarró de los hombros y la abrazó con más fuerza. -Gracias a Dios. Debería darte una buena azotaina por haberme desobedecido, aunque preferiría mil veces besarte -la apartó de sí a regañadientes-. Pero tendremos que esperar. Tengo un asunto pendiente con Black. Quédate aquí. Esta vez haz lo que te digo.

En cuanto se dio la vuelta, un grito desgarrador resonó por la escalera, erizándole el vello de la nuca. Haciéndole un gesto a Isabella para que se quedara allí atrás, Edward corrió por el pasillo hacía los traicioneros escalones de piedra. Cuando llegó abajo, vio a Sam inclinado sobre una figura inmóvil tendida a sus pies.

-¿Black? -preguntó arrodillándose para examinar el cuerpo.

-Si -respondió Sam-. Se ha roto el cuello. ¿Estáis bien Isabella y tú? Vi cómo te seguía hasta la torre.

-Estoy bien -dijo Isabella detrás de Edward. Edward se giró y la miró fijamente.

-Creí que te había dicho que te quedaras dónde estabas.

-¿Cuándo he hecho yo lo que tú me dices? -preguntó ella con descaro. -¿Es Jacob? ¿Está muerto?

-La respuesta a ambas preguntas es sí. Lo siento, amor, nunca fue mi intención matarlo.

-No lo sientas, Edward. Jacob perdió todo mi respeto hace tiempo. Mamá estaba en contra de ese matrimonio desde el principio; era papá quien deseaba que se celebrara. Tanto Jacob como yo odiábamos a los ingleses, pero no estábamos de acuerdo respecto a no querer más derramamiento de sangre. Ya ha habido suficiente para toda una vida. Lo que Jacob planeaba podría habernos destruido.

-Sus días de traición han terminado -dijo Edward levantándose cuando vio a Jem dirigiéndose hacia él con paso firme.

-Los guardias del parapeto ya no suponen una amenaza para nosotros -informó Jem.

Antes de que Edward pudiera responder, sir Jasper y sir Carlisle regresaron de sus misiones.

-Los hombres de Black han sido rodeados y confinados en el almacén -dijo sir Jasper.

-¿Presentaron dura batalla?

-No, fue un golpe sin derramamiento de sangre. Se rindieron sin luchar en cuanto los despertamos.

-Los guardas del patio tiraron las armas cuando nos vieron, y tuvimos que despertar al centinela de la puerta para que pudiera rendirse -informó a su vez sir Carlisle.

-¿Es este el jefe de los Black? -preguntó Jasper dándole un golpecito con el pie al cuerpo sin vida de Jacob-. ¿Está muerto?

-Sí -respondió Edward-. Cayó por las escaleras y se rompió el cuello.

-Qué alivio -dijo Jasper-. Parece que Cullen vuelve a ser tuyo. ¿Has visto a Alice?

-Yo dejé a Alice en la sala de mujeres. -Intervino Sam.

-Iré a buscar a lady Esme y a Renesmee si me dices dónde puedo encontrarlas -se ofreció sir Carlisle.

-Yo te mostraré el camino. -dijo Sam. Edward asintió y los dos hombres se marcharon.

-¿Qué vamos a hacer con Black? -preguntó sir Jasper.

-Por el momento, llevar su cuerpo al cobertizo de las herramientas. Los demás sois libres de iros a la cama. No espero más problemas.

-¿De verdad ha terminado todo, Edward? -preguntó Isabella- ¿De verdad el rey le ha dado sus bendiciones a nuestro matrimonio?

-Todo ha terminado, cariño -Edward extendió la mano. -¿Nos vamos a la cama?

Tomados de la mano, subieron las escaleras que llevaban a la habitación de Isabella. Estaba a punto de amanecer; el cielo se estaba transformando de negro a gris por el este, cuando Edward ayudó a Isabella a desvestirse. Luego la cogió en brazos, la llevó hasta la cama y la colocó bajo la colcha. Sintió su mirada siguiéndolo mientras él se quitaba la ropa y se lavaba la sangre del cuerpo.

-¡Estás herido! -exclamó Isabella.

-Es sólo un rasguño.

-Deja que te lo vende.

-No es necesario. Ya ha dejado de sangrar.

Suspirando de placer, Edward se reunió con ella en la cama y la estrechó entre sus brazos.

Isabella se acurrucó contra él.

-Tenía miedo de que no volviéramos a estar juntos así nunca más.

-Yo también, mi amor.

-Hazme el amor, Edward.

-¿Estás segura? Debes estar exhausta.

-No tan exhausta como para no hacer el amor con mi marido.

Con la boca, las manos y la lengua, Edward la besó, la acarició y la llevó hacia una pasión desatada hasta que el cuerpo de Isabella se convirtió en una ardiente llama de fuego entre sus brazos. Se amaron, descansaron, volvieron a amarse, y finalmente se dispusieron a dormir.

De pronto, Isabella se incorporó y se apoyó sobre un codo. -¡Edward! ¡Despierta!

-No creo que pueda estar a la altura de la ocasión hasta dentro de al menos una hora -murmuró Edward adormilado.

-Por favor, Edward, esto es importante.

-¿No puede esperar? Ambos estamos agotados.

-Supongo que sí, pero pensé que te gustaría saber que estoy esperando un hijo tuyo.

-Mm, eso está bien.

Decepcionada por la reacción de Edward, Isabella suspiró y volvió a acostarse. De pronto, Edward se incorporó de un salto. -¿Qué es lo que has dicho?

-Voy a tener un hijo tuyo.

-¿Por qué no me lo habías dicho?

-Acabo de hacerlo. Tienes razón, mejor duerme. Esto puede esperar a otro momento.

-¡Ni hablar! ¿Desde cuándo lo sabes?

-Ya lo sospechaba antes de que fuera arrestada y me llevaran a Londres.

Edward la estrechó entre sus brazos y lo sintió estremecerse mientras la apretaba contra él.

-Es un milagro que no hayas perdido el bebé después de todo lo que has pasado.

-¿Estás contento?

-Extasiado. Fundaremos una nueva dinastía para Cullen -Edward se quedó pensativo-. Nana tenía razón, ¿verdad?

-Sí, pero yo no quise creerla. Dijo que tendríamos un varón.

-Varón o mujer, eso no tiene importancia. Estoy seguro de que este no será el único hijo que concibamos juntos. Te amo, Isabella. Fui un estúpido al no darme cuenta. ¿Podrás perdonarme por haberte tratado como lo hice?

-Sí, mi amor. Yo no me mostré precisamente reticente a pregonar mi odio por los ingleses. ¿Quién hubiera imaginado que el Caballero Demonio tenía un corazón dulce?

-Ni yo mismo lo sabía hasta que una muchacha de las Tierras Altas entró en mi vida. Tú encontraste algo en mi interior que yo no tenía ni idea de que existiera.

Isabella suspiró adormilada.

-Y yo encontré a mi único y verdadero amor.

Durmieron la mayor parte del día y finalmente salieron del dormitorio para participar en la cena. Su aparición fue causa de celebración, y todo el mundo alzó sus copas hacia ellos en gesto de saludo. El recibimiento de Esme y de Renesmee tampoco se quedó atrás. Todo el mundo empezó a hablar a la vez mientras servían la comida y la disfrutaban con gusto. Cuando hubo comido hasta saciarse, Edward le pidió a sir Jasper que llevara a los prisioneros al salón.

-¿Qué vas a hacer con ellos? -preguntó Isabella.

-Enviados a Londres, supongo.

-¿Debes hacerlo? Sin Jacob creando problemas, los Black ya no representarán ninguna molestia para Inglaterra en el futuro.

Edward se la quedó mirando fijamente. -¿Estás sugiriendo que los deje libres?

-Sí. La mayoría de los hombres tienen familias que mantener, y no ha sido nada fácil para ellos. Muchos viven en cuevas o en cabañas rudimentarias que no son siquiera habitables. Pídeles a esos hombres que te juren fidelidad y suéltalos.

Edward se quedó pensativo.

-Me estás pidiendo demasiado, Isabella.

-Por favor, tú sólo habla con ellos. Si se muestran obstinados, envíalos a Londres, pero dales la oportunidad de redimirse.

-Eres muy compasiva, mi amor.

-Por favor, Edward, trata de hacer las paces con los Black por mí. Han perdido a su jefe, la rebelión se ha atajado de raíz.

Sir Jasper regresó con los prisioneros antes de que Edward pudiera responder a la petición de Isabella.

-Habéis sido declarados fuera de la ley -les dijo Edward a los hoscos prisioneros-. Si os envío a Londres, lo más probable es que os condenen a la horca. ¿Tenéis algo que decir a vuestro favor?

Los Black se revolvieron incómodos, y entonces uno de ellos dio un paso adelante.

-Nos ponemos a tu disposición, mi señor. Nuestro jefe ha muerto; no hay nadie entre nosotros que desee continuar con lo que él empezó. Tenemos familias que alimentar y que vestir. No hay suficiente comida para que podamos salir adelante, y nuestros hijos se mueren de hambre.

Edward escuchó con atención. Luego se giró hacia Isabella. -¿Tú qué dices, esposa?

A Isabella le dio un vuelco el corazón de alegría. ¿De verdad iba a permitir Edward que ella decidiera el destino de aquellos hombres?

-Yo me inclino por la benevolencia -aseguró-. Pero es mi esposo quien debe decidir. ¿Cuántos de vosotros estaríais dispuestos a jurarle fidelidad al señor de Cullen?

Se hizo una larga pausa, y luego, uno a uno, todos los hombres hincaron una rodilla en el suelo delante de Edward. Edward se levantó, abrió los brazos y dijo:

-Que así sea. A mi esposa le complacería que trajerais a vuestras mujeres y a vuestros hijos de las montañas y formarais vuestro hogar en el pueblo. Las tierras de Cullen son vastas. Siempre hacen falta pastores y granjeros. Yo os proporcionaré los materiales para que podáis construir cabañas que den cobijo a vuestras familias.

El silencio cayó sobre el grupo. Luego comenzaron los vítores.

Edward alzó una mano para pedir silencio.

-Tenéis mi permiso para llevarle el cuerpo de Jacob Black a su familia y que puedan enterrarlo, luego regresaréis a Cullen con los vuestros. Jem, ocúpate de todo.

-Gracias, Edward -susurró Isabella-. Estoy segura de que no te arrepentirás.

Cuando los Black hubieron salido, sir Jasper dio un paso adelante y se aclaró la garganta.

-Edward, ¿puedo hablar un momento contigo?

-Por supuesto, Jazz, ¿de qué se trata?

-Bueno, he estado pensando en esto durante algún tiempo -su mirada se dirigió hacia Alice y Jazz extendió la mano. Sonriendo, la joven se acercó y puso la mano sobre la suya.

-Alice y yo solicitamos tu permiso para casarnos.

Isabella se puso de pie de un salto.

-¡Oh, Alice, cuánto me alegro por ti! Sé lo mucho que quieres a sir Jasper.

-¿Doy por hecho que se trata de un matrimonio por amor? -preguntó Edward arrastrando las palabras.

Sir Jasper sonrió a una sonrojada Alice.

-Nunca creí que pudiera sucederme, pero sí, es un matrimonio por amor.

-Entonces tienes mi aprobación -Edward sonrió de oreja a oreja. -¿Cuándo celebraremos la boda?

-En cuanto...

-Un momento -interrumpió sir Carlisle lanzándole a Esme una tierna mirada. -A lady Esme y a mí nos gustaría celebrar una boda doble.

Una expresión de asombro cruzó el rostro de Edward. -Lady Esme, ¿deseas casarte con sir Carlisle?

La dama sonrió con timidez.

-Si os parece bien a mi hija y a ti sí, mi señor.

-¡Mamá! No tenía ni idea de que estabas pensando en casarte -exclamó Isabella-. Por supuesto que me parece bien, y estoy segura de que Edward está de acuerdo.

-Haremos una gran celebración -dijo Edward-. Esto es justo lo que necesitábamos para unir a los clanes de nuevo pacíficamente.

-¿Y qué pasa conmigo? -preguntó Renesmee quejumbrosa. Edward se rió.

-Tú eres demasiado pequeña para casarte, pero te prometo que tendrás el mejor marido de estas tierras en cuanto estés preparada.

-Puedes ayudarme a preparar las bodas -sugirió Isabella. Aquello pareció aplacar a Renesmee, porque rodeó a su hermana con los brazos y le dio un fuerte abrazo.

-Ahora somos familia, ¿verdad, Edward? -preguntó tímidamente.

Edward le dio un beso en la frente.

-Sí, pequeña. Somos una auténtica familia.

De pronto, Nana se puso de pie y alzó su copa para hacer un brindis.

-Bebed todos, bravos muchachos y hermosas muchachas. Bebed por el nuevo señor de Cullen y su dama. Bebed por el heredero que espera nuestra muchacha, y por la paz y la prosperidad que su nacimiento traerá consigo.

-Amén -dijo Edward alzando su copa y apurándola de un trago.

Todo el mundo se puso de pie y saludó al señor y la señora de Cullen.

Edward sonrió a Isabella y luego la sentó en su regazo para besarla sonora y apasionadamente. Todo el mundo se rió y aplaudió cuando Edward la cogió en brazos y se la llevó de allí. Pero los amantes no oían más que el latido de sus corazones, ni veían otra cosa aparte del amor que brillaba en los ojos del otro.

-Te amo, mi maravillosa muchacha escocesa -susurró Edward estrechándola contra su corazón.

-Yo también te amo, mi feroz Caballero Demonio

 

FIN

 

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:( OTRA AVENTURA MAS QUE FINALIZA, Y ES AQUI DONDE ESTOY SUMIDA EN LA TRISTEZA :( QUE BONITO, JASPER CON ALICE Y CARLISLE CON ESME, QUE EMOCION, ESTA HISTORIA NOS TUVO ALFILO  DEL ASIENTO Y NO SE VEA UN FINAL FELIZ, PERO COMO DIGO EL AMOR LO VENCE TODO JAJAJA.

GRACIAS GUAPAS, POR ACOMPAÑARME EN ESTA AVENTURA, GRACIAS POR SUS VISITAS, SUS VOTOS, PERO MAS QUENADA GRACIAS A TODAS ESAS HERMONAS AMIGAS QUE ME COMENTAN Y ME ANIMAN A SEGUIR, CON TODO MI CORAZON MUCHAS GRACIAS.

 

BESITOS ESPERO VERNOS PRONTO EN OTRA AVENTURA MAS.

Capítulo 21: VEINTE

 
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