Isabella se despertó muy temprano y muy ansiosa porque era el día de su casamiento. Sabía que, aún si lo intentase, simplemente no podría dormir más. Se quedó en la cama por algunos minutos, pensando eufóricamente en ele día que tenía por delante y principalmente en la noche.
Acordándose entonces de los anteojos nuevos, se sentó abruptamente en la cama, los sacó de la bolsita de tela en que estaban guardados y se los puso.
Un suspiro de satisfacción brotó de sus labios, el mundo estaba en foco nuevamente. Tenía un constante dolor de cabeza de tanto forzar y estrechar la vista en la tentativa de ver un poco más que meros borrones. Tal vez los anteojos no le quedaban bien , pero el mundo a su alrededor sin duda se veía mucho mejor,
No era nada agradable dejar de usarlos cuando tenía ganas de gritar de alegría para que todos supiesen que finalmente podía ver. Pero consideraba mejor seguir manteniéndolos en secreto hasta que estuviese segura del amor de Edward. A pesar de que él afirmase lo contrario, temía que se hubiese dispuesto a casarse solamente para evitarle un escándalo más.
Con los anteojos ahora, Isabella consideró por un breve momento hacer una escapada hasta la biblioteca para tomar un libro. Pero antes que se hubiese decidido, el sonido de la perilla de la puerta rompió el silencio del cuarto. Ella inmediatamente se sacó los anteojos y tomó la bolsita. Apenas tuvo tiempo de guardarlos, cuando Lydia entró en el cuarto.
La madrastra estaba sujetando algo que colocó sobre la cómoda, pero Isabella no sabría decir qué era. Después ella se aproximó a la la cama. Qué pena que no tenía los anteojos puestos para ver la cara de ella, Isabella pensó. Porque la venida de Lydia a esa hora y en el día de su casamiento no podría tener un propósito muy bueno.
— Tu padre creyó que yo debería explicarte las cosas que suceden en la cama después del casamiento — dijo Lydia, sin ningún preámbulo.
Isabella necesitó contenerse para no soltar un sonoro suspiro. Sospechaba que no le iba a gustar nada esa conversación. Edward parecía haber presentido que su madrastra haría cualquier cosa para asustarla sobre el lecho conyugal, y ahora ella veía que él tenía razón . Intentó pensar en una manera de impedirle hablar, pero desistió. Si todas las mujeres se casaban y sobrevivían, por qué con ella tendría que ser diferente. No se dejaría influenciar por lo que Lydia le dijese. Sólo que no entendía la razón por la cual el propio Edward se había mostrado tan reticente a conversar sobre el tema y , aunque no quisiese pensar respecto a eso, no podía borrarse de la cabeza esa historia del dolor y la sangre.
— Voy a contartelo de la misma manera que mi madre me lo contó — dijo Lydia levantando la mano. — Puedes ver esto?
Isabella forzó la vista. El objeto que Lydia sujetaba era pequeño y oscuro, pero no podía ver qué era.
— Es una llave — Lydia explicó, caminando en dirección a la puerta. — Ven aquí.
Isabella vaciló, después empujó las mantas, se levantó y fue hasta la puerta.
— Agáchate un poco y acerca la cara aquí, Isabella. Es importante que veas esto.
Isabella hizo lo que su madrastra pedía y Lydia colocó la llave en la cerradura.
— Estás viendo que coloqué la llave en la cerradura — confirmó, — Mi madre me explicó que el hombre tiene la llave y la mujer, la cerradura. Edward te va a colocar la llave de él en tu cerradura y así el matrimonio estará consumado.
Isabella se mordió el labio y supo que el objeto rígido que la había tocado entre las piernas era la llave en cuestión . También tenía una buena idea de donde quedaba su cerradura. Edward, en verdad , la había explorado bastante la noche del incendio.
— Pero mi madre era una mentirosa — Lydia continuó e Isabella, muy asombrada, fue nuevamente a sentarse. — No es nada tan simple ni tan limpio como parece con esa demostración — aseguró Lydia. — Ahora ven aquí.
Isabella se levantó y acompañó a Lydia hasta la cómoda donde ella había colocado algunos objetos. Inclinándose y estrechando la vista , Isabella pudo ver que había un pequeña paleta de plata con filo y una torta. Mientras ella todavía estaba inclinada sobre la cómoda, Lydia tomó la paleta.
— Este es el tamaño aproximado del miembro masculino, o , según la explicación de mi madre, de la llave.
Isabella evaluó el objeto, imaginando que debería tener entre quince y veinte centímetros de largo. Nunca había visto aquello antes y se preguntaba de dónde Lydia lo había sacado. Pero dejó, de divagar,para oír a Lydia hablar nuevamente:
— La torta es la cerradura. Tu cerradura no está abierta y no es perfectamente compatible con la llave del hombre. Es pequeña, estrecha y tiene una fina membrana llamada… himen.
Isabella fijó la mirada en el rostro de Lydia al sentir la evidente incomodidad de su voz. Tocar ese aspecto más técnico de la cuestión aparentemente la incomodaba. Pero ella continuó.
— Y el hombre tiene que romper esa membrana la primera vez. Así!
Isabella tuvo un sobresalto cuando Lydia hincó la paleta en la torta con un golpe violento. Isabella miró la torta abierta y entonces tomó un trapo para limpiar la mermelada que se había desparramado por todos lados y había salpicado su cara. La torta era de mermelada de framboesa y, por más ciega que fuese, podía ver la paleta medio enterrado en la torta, recubierta con el rojo oscuro de la mermelada.
— Vas a sangrar — Lydia le avisó con una media sonrisa y, como debes imaginar, vas a sentir dolor, pero si tienes suerte, él acabará rápidamente y te dejará sola para descanses y llores a solas. Personalmente, dudo que lord Cullen tenga esa consideración.
Sin molestarse en limpiar la suciedad que había causado, Lydia se encaminó hacia la puerta y, antes de salir, dijo secamente:
— Que te diviertas estas noche.
Después que la puerta fue cerrada, Isabella se sentó en la cómoda, sintiendo una gran debilidad. No lograba sacar los ojos de la torta. La costra dorada que la recubría estaba toda manchada, y la paleta clavada en ella continuaba firme y orgullosa.
— Mierda! — Había jurado que no permitiría que Lydia la preocupase, pero todo aquello era bastante preocupante.
— Mi lady!
Isabella se volvió al oír la voz de Joan que entraba en el cuarto.
— Su madrastra estaba saliendo cuando llegaba . Todo está bien ?
— Yo ... — Isabella carraspeó y acabó olvidando lo que pretendía decir. Preguntó entonces : — Es verdad que las mujeres tenemos una membrana y que el hombre tiene que romperla?
— Bien…
Isabella notó la reticencia en la voz de la criada e insistió :
— Es o no verdad ?
— Si , pero…
— Es verdad también que sangra y duele?
Joan suspiró.
— Mi lady, no debe permitir que las palabras de su madrastra la dejen preocupada. La primera vez le duele a muchas mujeres, pero…
— Entonces no le duele a todas? — Isabella la interrumpió , esperanzada.
— Oí decir que algunas sufren muy poco — Joan aseguró.
— Oíste decir — Isabella repitió . — Pero entonces no conoces a nadie que no haya sufrido la primera vez?
Joan vaciló nuevamente, después fue a cerrar la puerta del cuarto y, con aire determinado, se aproximó a Isabella.
— Estoy segura que lord Cullen sabrá conducir todo de manera muy delicada. Ahora vamos a cambiar la ropa.
— Pero…
— Mi lady — Joan la interrumpió con calma. — Usted quiere casarse con él, verdad ? O preferiría casarse con lord Vulturi o con alguien de ese tipo? Le aseguro que lord Vulturi no estaría ni un poco preocupado por sus temores .
— Claro que no — Isabella concordó y se levantó con un suspiro. — Ayúdame entonces. Después de todo, voy a casarme hoy.
Era evidente la falta de entusiasmo en la voz de Isabella. Hasta oír las explicaciones de Lydia, estaba ansiosa para que llegase esa noche. Imaginaba que sería todavía mejor que la que había tenido en su cuarto cuando Edward la había excitado tanto . Ahora que sabía lo que la esperaba, sólo podía sentirse triste por haber nacido mujer. Pues no tenía duda de que era mucho mejor ser un cuchillo que una torta!
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El sacerdote era anciano y excesivamente formal y parecía tan insatisfecho como ella de estar allí en ese momento. Y, para completar el cuadro, el día estaba frío y lluvioso, lo que era poco usual en esa época del año. Isabella sólo podía imaginar que se trataba de un mal presagio de lo que estaba por suceder.
— Isabella?
Ella se sobresaltó al oír Edward murmurar su nombre. Aparentemente todos estaban con los ojos puestos en ella.
— Aceptas…? — preguntó el sacerdote, en un tono insistente, como si ya hubiese hecho la pregunta una o dos veces.
— Si — Isabella lo interrumpió prontamente, avergonzada por haber sido atrapada distraída en un momento tan importante.
Dándose cuenta de que había aceptado, ella soltó un suspiro profundo. ya no estaba tan segura de que deseaba haber dicho “si ”, después de saber lo que la esperaba.
Demasiado tarde para arrepentirse ahora. Había hecho sus votos matrimoniales y ahora Edward hacía los de él. Acababa de convertirse en lade Isabella Masen, esposa del conde de Cullen. Y no sería necesario preguntar si él se quería que su llave entrase en la cerradura de ella. Era obvio que él quería.
— Los declaro marido y mujer. Ahora puede besar a la novia.
Apenas había registrado esas palabras cuando Edward la tomó en sus brazos y la besó. Isabella permaneció dura en sus brazos, su mente en total confusión. Ocho horas antes ella estaba feliz y eufórica al pensar que estaban por casarse ese día. Ahora no podía borrar de su mente el cuchillo perforando la torta .
Edward debía sentirse extrañado con la reticencia de ella, pues apartó sus labios de los de ella y la miró con una expresión preocupada. Isabella forzó una sonrisa , intentando parecer natural. Entonces todos comenzaron a aproximarse al mismo tiempo. Se formó una fila para firmar el libro de casamiento y saludar a los novios. Algunos minutos después ella se vio llevadaal interior del carruaje y partiendo hacia la casa. La casa de su padre. Esa que ya no sería su casa. De allí en adelante, viviría con Edward.
— Vamos a casa?
Isabella levantó los ojos de la copa que había estado bebiendo. Su expresión era de pura alarma. Ese era el momento que estaba temiendo desde que había llegado a la casa de su padre para la fiesta de bodas.
Mordiéndose los labios, Isabella desvió la mirada hacia la sala llena de invitados. Era sorprendente ver tanta gente presente, después de haber sido evitada por casi todos los presentes desde que había llegado a Londres. Además de sus propios familiares y los de Edward, allí estaban lord y lady Brandon, lord y lady Denali, lord Vulturi y la madre y otras personas cuyas voces sonaban conocidas, pero que difícilmente ella reconocería en la calle.
Consciente que Edward estaba aguardando su respuesta, Isabella tragó en seco, intentó dar una sonrisa espontánea que no logró. Su voz era un mero susurro al preguntar:
— Por qué tan temprano?
Edward levantó las cejas , sorprendido, y dijo bajito : — Ya es bastante tarde, Isabella. Casi medianoche.
Para un baile no sería tarde, por qué lo sería para su fiesta de bodas? Ella hizo una desesperada tentativa más:
— Si, pero todos todavía están aquí. No deberíamos esperar a que todos los invitados se fuesen?
— Isabella — explicó Edward con paciencia —, forma parte de la tradición que los novios se vayan primero. Todos están aguardando nuestra salida.
— Ah, no sabía. — Incapaz de pensar en cualquier otra manera de postergar el momento de partir , Isabella colocó la copa en la mesa a su lado y capituló : — Voy a buscar mis cosas.
— Los criados ya llevaron todas tus cosas durante la ceremonia — él informó, con delicadeza.
— Oh! Pero ... y Joan?
— Joan ya está allá en casa también. Ven , vamos a despedirnos de tu padre y de Lydia.
— Está bien. — Suspirando, Isabella se dejó conducir por su marido para despedirse primero de su padre y de Lydia, y después de lady Cullen.
Las cosas parecían pasar demasiado rápidamente para ella. En el momento siguiente, ya estaban en el carruaje. Ella se sentó tensa y ansiosa en uno de los rincones, con la mente invadida por lo que estaba por suceder.
Edward se mantuvo callado en el rincón opuesto, pero ella sentía los ojos de él examinándola durante todo el trayecto. Isabella tenía consciencia de que su comportamiento lo incomodaba, y se rompía la cabeza para decir algo que pudiese aliviar la evidente tensión entre ellos. Cualquier cosa . Pero su mente estaba bloqueada con la imagen de la demostración hecha por Lydia.
Los criados de Edward, estaban en fila en la parte delantera de la casa cuando entraron. Todos sonreían y sacudían la cabeza en saludo mientras que Edward, ahora oficialmente, los presentaba a ella, diciéndole sus nombres. Isabella procuraba repartir sonrisas, pero ya no se acordaba de ningún nombre en el momento en que comenzaron a subir la escalera.
Tenía la sensación de estar siendo llevada a la fuerza. Cada nervio de su cuerpo gritaba con miedo y tensión. Ella casi gimió cuando Edward abrió la puerta del cuarto. Viéndola vacilar, él la empujó gentilmente hacia adentro.
Al oír a puerta ser cerrada, Isabella se dio vuelta, abriendo enormemente los ojos. Su marido no había entrado con ella. Sintió como si le hubiesen sacado un peso de los hombros. Habría una breve prorroga.
— En casa nueva finalmente!
Isabella se puso rígida con el sonido de la voz alegre de Joan y al volverse vio el bulto de la criada caminando en su dirección, llena de energía. Isabella tuvo ganas de preguntarle la razón de tanta euforia, pero se contuvo .
— La ceremonia de casamiento fue bonita? Y en la fiesta, había mucha gente? Bailó ? La comida estaba rica? Todos trabajaron mucho para que todo saliese perfecto — Joan comentó y comenzó a desabotonar su vestido.
Se le ocurrió a Isabella más tarde que tal vez hubiese respondido a las preguntas de la criada, pero no sabría decir qué respuestas le había dado . Mientras que la criada la ayudaba a sacarse cada prenda , su pánico sólo parecía aumentar, sintiéndose cada vez más vulnerable.
Poco después , ella ya se había desvestido, tomado un baño y se encontraba metida en la cama, con una lindo camisón de encaje.
— Listo. Está muy linda — Joan le aseguró , como si eso le importase. Deseandole buenas noches , la criada salió del cuarto.
Isabella permaneció estática en medio de la cama. Sus ojos recorrían asustados las sombras oscuras que la rodeaban. No podía ver mucho mas allá de la vela sobre la mesa de cabecera a su lado. Después de vacilar un poco, se sentó y tomó la bolsita que había llevado y pedido a la criada que colocase sobre la mesa de cabecera. Sacó los anteojos de adentro y se los puso para ver mejor su nuevo cuarto.
Ya lo había visto el día anterior cuando Edward la había llevado para conocer la casa. Pero entonces estaba sin los anteojos y la impresión que causaba era muy diferente a la luz de la vela. Oscuro y melancólico, ella pensó. El rojo que le había parecido alegre con la luz del día, ahora le recordaba al color de la sangre.
Suspirando, ella detuvo su mirada en la cama. Era enorme, mucho mas grande que la que tenía en la casa de su padre. Estaba casada ahora y esa era la cama que compartiría con su marido. Ese último pensamiento le provocó un nudo en el estomago. Se sacó los anteojos y volvió a esconderlos en la bolsita. Se acostó después , considerando la posibilidad de fingir estar durmiendo para que Edward, quizás, dejase la consumación para el día siguiente.
Sería una actitud cobarde, pensó Isabella, que sólo prolongaría su miedo y haría con que pasase todo el día siguiente ansiosa hasta que la tarea fuese finalmente completada. Había una cosa que había aprendido en la vida: en vez de postergar, era siempre preferible atacar pronto las tareas desagradables y librarse de ellas de una vez. Además, sería bueno saber lo que tendría que enfrentar todas las noches de su vida de allí en adelante … Si es que tendría que enfrentar todas las noches. Con qué frecuencia su marido desearía ejercer los derechos conyugales? Como, según él, no había sufrimiento para los hombres, sólo el placer que ella había experimentado aquella noche en su cuarto, tal vez Edward quisiese poseerla todas las noches.
Isabella se estremeció ante esa idea. La paleta clavada en la torta todas las noches por el resto de su vida…
No debía ser de ese modo, Isabella decidió de repente. Lady Brandon y lady Denali no estarían tan deseosas de tener un affair con lord Vulturi si fuese de ese modo todas las veces. Tal vez el problema del dolor sólo fuese con la paleta. Ella ya sabía que había muchas cosas que un hombre y una mujer podían hacer juntos que podían ser bastante placenteras.
Isabella hizo una mueca. Era una pena que algo tan agradable terminase de forma tan desagradable; difícil de creer que el placer compensase el dolor. Y aún así lady Brandon y lady Denali parecían no preocuparse ni un poco por el sufrimiento. Por el contrario, ahora ella entendía lo que Vulturi había estado haciendo debajo de las faldas de lady Brandon y, pensándolo bien, sus gemidos y suspiros no revelaban dolor alguno.
Isabella frunció la frente preguntándose si ella también habría emitido sonidos cuando Edward le había hecho esas cosas a ella. Estaba tan distraída descubriendo las sensaciones de su cuerpo que no sabría decirlo. Prestaría mas atención la próxima vez. Además, la idea dela próxima vez hizo que esbozase una sonrisa melancólica. La próxima vez seguramente no terminaría de manera muy agradable.
La mirada impaciente de Isabella se volvió entonces hacia la pared donde quedaba la puerta que daba al cuarto anexo, el de Edward. Ya era tarde y el día había sido largo y muy movido. Quería dormir. Pero a dónde estaría su marido? Le gustaría que él tuviese la consideración de acabar pronto con su ansiedad y le permitiese dormir.
Realmente, ahora le parecía perfecta la idea hacer lo que tenía que ser hecho lo más rápido posible. Isabella se dio vuelta impacientemente de un lado al otro en la cama y entonces arrojó las mantas a un lado y se levantó.
Isabella tomó la vela de la mesa de cabecera y caminó con cuidado en dirección a la puerta de comunicación con el cuarto de su marido. Sin duda, la vida sería mucho más fácil para ella si pudiese usar los anteojos. No veía la hora de poder usarlos delante de Edward. Si él supiese el sacrificio que ella estaba haciendo para ganarse su amor!
Isabella sopró una larga mecha de cabello que le caía sobre el rostro, extendió la mano para evitar chocarse con la pared, y se sintió aliviada al sentir la superficie de la puerta. Entonces se detuvo por un momento, respiró profundamente y , armándose de coraje, colocó la mano en la perilla. Era mejor así. Cuánto tiempo le llevaría? Seguramente no demoraría mucho. Un momento desagradable, después podría relajarse y dormir. Decidida, giró la perilla y abrió la puerta.
Edward se dio vuelta hacia el lado que habitualmente ocupaba en la cama y soltó un suspiro . Después que Keighsley lo había ayudado a desvestirse y bañase, lo dispensó y se sentó en la cama, intentando decidir qué hacer. Su primero impulso fue ir inmediatamente al cuarto de Isabella y consumar el matrimonio. La mera idea lo excitaba.
Pero desgraciadamente había notado que ella no estaba muy bien. El día anterior se había mostrado plenamente confiada y feliz con el casamiento, pero desde el momento en que había entrado en la iglesia, él se había dado cuenta que había algo mal. Ella había estado distraída y ansiosa durante toda la ceremonia, después callada y tensa durante la fiesta, siempre apartándose un poco cuando él se aproximaba a ella, como si no tolerase su presencia. Después no había demostrado ningún entusiasmo en dejar la fiesta e ir a la nueva casa.
El no sabía cuál era el problema y tenía temor de preguntar. Temía que ella hubiese conseguido ver mejor su cara y ahora detestase la idea de vivir con él. Era el tipo de cosa que Lydia podría haber armado, tomando prestados los anteojos de otra persona y haber hecho que Isabella lo mirase por la ventana para ver con quien se estaba casando. Si ese fuese el caso, la felicidad que había tenido en aquellas semanas y que ansiaba perpetuar en el futuro no existiría.
A lo largo de las últimas semanas, la mente de Edward estaba siempre tejiendo sueños y fantasías sobre una feliz vida conyugal. Podía imaginarse una casa llena de amor y risas, gritos de niños, e Isabella siempre a su lado, compartiendo sus días y de sus noches.
Pero su corazón dolía al pensar que todo eso podía estar escapándose de sus manos. No tenía el coraje de preguntarle qué la molestaba y, peor todavía, temía buscarla en la cama y ser rechazado con repulsión. Por eso, estaba acobardado y había resuelto dejarla descansar esa noche. El día había sido largo, se dijo a sí mismo. A la mañana siguiente, vería como ella se estaba sintiendo. Si solamente había sido la tensión del casamiento y el cambio a la nueva casa, Isabella seguramente despertaría con mejor disposición. Y si no fuese así…
Edward maldijo en silencio la herida que lo había transformado en un monstruo. Quería ser atractivo para su esposa, quería que cuando ella se pusiese los anteojos y pudiese continuar mirándolo con el mismo amor y atracción que demostraba desde que se habían conocido.
El ruido de la puerta abriéndose interrumpió los pensamientos que amargaban a Edward. Él se dio vuelta confundido hacia el lado donde quedaba la puerta de comunicación entre los dos cuartos y abrió enormemente los ojos al verla siendo abierta, mostrando la llama de una vela.
— Edward? — Isabella lo llamó bajito , estrechando la vista en la tentativa de localizarlo en el cuarto. — Por qué está tan oscuro aquí ? Dónde estás , marido ?
Edward abrió la boca para responder, pero la voz no salió al oír la palabra “marido”. Marido. Era la primera vez que ella se dirigía a él así y su corazón se apretó en el pecho . Marido. Ahora era el marido de Isabella.
Y era su esposa quien aparecía allí, usando un fino camisón de encaje. Transparente y sensual, un camisón que revelaba mucho más de lo que cubría del cuerpo de ella y no era solamente su corazón lo que reaccionaba ahora a esa imagen.
— Edward?
Carraspeando, él se sentó en la cama.
— Estoy aquí, querida. Qué haces todavía despierta. Pensé que ya estabas durmiendo.
Para su asombro, Isabella pareció contrariada al oír esas palabras.
— Es nuestra noche de bodas , mi lord — dijo ella, como si eso explicase todo.
Edward no tenía tanta certeza. Todo indicaba que Isabella estaba allí buscándolo , ya que él no había ido hacia ella, pero era difícil de creer eso después de la actitud que ella había tenido durante todo el día.
— Creí que estabas cansada y preferías una noche de sueño — Edward se justificó inseguro.
— Qué ?— Isabella protestó, no cabía duda que sus palabras la irritaron. — Y hacerme esperar por más de veinticuatro horas para consumar nuestro matrimonio?
Edward parpadeó . Ella parecía bastante preocupada con esa posibilidad.
— Bien, es que estabas tan tensa y ansiosa durante todo el día , que creí que sería una consideración…
— No quiero tu consideración, mi lord . quiero acabar con esto pronto— Isabella le avisó.
Era bueno saber que ella estaba tan ansiosa, Edward pensó lacónicamente, sobresaltándose al verla dar unos pasos y tropezar con la mesita de al lado de la puerta y derribar una vela apagada que estaba sobre la misma.
Rezongando, Isabella se arrodilló , sujetando con una de las manos la vela que había traído y tanteando el piso con la otra para encontrar lo que había dejado caer.
Edward vaciló un poco, luego arrojó a un lado las mantas y se levantó. Estaba completamente desnudo, pero , pensó, Isabella no podía verlo. No era que le importase estar desnudo delante de ella. Su rostro podía estar marcado, pero su cuerpo estaba ileso y en perfecta forma. Pero en otras circunstancias, hubiese preferido estar usando un pijama por respeto a la virginidad de ella.
— Deja, yo agarro la vela — dijo él, atravesando el cuarto para acercarse a ella.
Edward extendió a mano, con la intención de ayudarla a levantarse, pero , sin notar el gesto de él, Isabella levantó la cabeza para mirarlo. Pero sus ojos no llegaron a la cara de su marido. Se detuvieron en el miembro de él y allí se congelaron. A media luz, Edward observó como ella empalidecio.
— Dios Santo del cielo ! — ella exclamó. — Tu llave es enorme.
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JAJAJA, ME PARTO DE LA RISA, JAJAJA HABIA ESCUCHADO LA VERCION DE LA ABEJITA Y LA FLORECITA, PERO LA LLAVE Y LA CERRADURA ES GENIAL Y LO DE LA TORTA NO SE DIGA JAJAJA, QUE CRUELDAD, PORDIO, LYDIA CONSIGUIO LO QUE QUERIA, LES ESTA FREGANDO LA NOCHE DE BODAS, POBRE EDWARD, ¿QUE HARA AHORA CON SU ESPOSA ASUSTADA?, NO SE PUEDEN PERDER EL PROXIMO CAPITULO.
BESITOS GUAPAS
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