Epílogo
Seis meses después, el 18 de junio a las doce y media de la mañana, el sol escocés brillaba alegre para celebrar una boda.
El castillo de Eilean Donan, engalanado para una celebración, estaba espléndido, mientras los invitados se arremolinaban en la pequeña capilla del castillo para compartir la alegría de los contrayentes.
Los novios, guapísimos, acababan de intercambiar los anillos, y decir sus emocionados votos matrimoniales, por lo que el párroco terminó.
—Por el poder que me otorga la Santa Madre Iglesia, yo os declaro marido y mujer. Puedes besar a la novia.
—Por fin eres mi mujer.
—No lo dudes y bésame.
Sin esperar un segundo más, el nervioso novio se lanzó sobre su preciosa mujer, quien para delicia de todos acogió aquel beso con una enorme pasión, mientras Lexie, preciosa con su vestido rosa de tul, llevaba las arras y se tapaba los ojos al ver aquel tórrido beso.
La salida de la capilla fue triunfal. Todo el mundo echó arroz para felicitar a los nuevos esposos.
—Están guapísimos —sonrió Rose mirándoles desde lejos con cariño.
—Tú sí que estás guapa, española —la abrazó Emmett haciéndola reír.
—Por favor... por favor —señaló Jacob a su lado, emocionado al ver a la pareja disfrutar entre el gentío—. ¡Qué guapa y elegante está la novia!
—El traje es de Christian Lacroix —señaló Bella, sentada junto a Jacob. Ella misma se lo había elegido a la novia.
Había cambiado mucho, pero no tanto como para no adorar la ropa cara y las altas tecnologías, no.
— ¿Pero ese hombre no hace relojes? —preguntó Rose.
—Venga... venga...—animó Peter que escapó de la multitud y llegó hasta donde estaban sentadas sus nuevas hijas—. Hagamos una foto de familia.
— ¡Cariño! —Llamó Bella a Edward, que saludaba a unos amigos—. Vamos a hacernos una foto.
— ¡falbh, Edward! —Gritó Reneé, que también había llegado hasta ellos, deslumbrante con su traje de novias francés, y agarrada a Peter dijo—, ¿lo he dicho bien?
Su marido le sonrió.
—Pero hermosa ¿desde cuando hablas gaélico? —preguntó la señora Darcy. Que había viajado desde Londres junto a otros vecinos para asistir a la boda, aunque decidió dejar las cenizas de su marido en casa, no fuera que se las perdieran.
—Estoy dando clases —señaló Reneé a su vecina, momento en que agarró a Emmett—. Quiero poder hablar con mis futuros yernos y que me entiendan —y señalando al pelirrojo añadió—. Emmett también está aprendiendo español ¿verdad?
—Oh, sí —aseguró Emmett sin saber qué más decir.
—Hermosa ¡qué ilusión! —Aplaudió la señora Darcy—. Eso es maravilloso.
—Di algo en español, cariño —le animó Rose.
— ¡Gilipollas! Eh, tú, cabrón. Mierda —soltó Emmett con una carcajada.
— ¡Por todos los santos! —Bufó la vecina—. ¿Pero qué le enseñas a este hombre?
— ¡Oh, Dios mío! —Señaló Reneé que miró a su hija—. ¡Rose, eres una sinvergüenza!
— ¿Y ahora te das cuenta? —señaló Jacob tan muerto de risa como ellos, mientras los colocaba para la foto.
Se hicieron no una, sino cientos de fotos, hasta que Ona animó a la novia para que lanzase el ramo.
—Voy a tirar el ramillete —gritó la novia en español mirando a sus hijas—. ¡Eh... Chatungas! A ver si lo cogéis y dejáis de vivir en pecado.
—Me encanta ser pecadora —murmuró Bella guiñándole un ojo a Edward.
—Venga, mamá —animo Rose—. ¡Tíralo!
— ¡Diane Lane! —gritó Jacob—.Tíramelo a mí, que ya encontré novio.
—Pero bueno, ¿quién es ese chulazo con más fibra que el kiwi? —señaló Rose refiriéndose a un enorme nórdico que no se separaba de Jacob.
—Mi novio Ofsam —sonrió Jacob al ver cómo lo miraban—. ¡Es vikingo! ¿A que es mono?
—Ufff... —silbó Jacob al verle—. ¡Madre del amor hermoso!
Al decir aquello, miró a Edward, quién levantando una ceja sonrió.
— ¡Chatungas! —Volvió a gritar Reneéa sus hijas—. Agarrad el ramo con fuerza, que veo mucha desesperada por pillar cacho, y vuestros novios están muy lustrosos.
— ¡Mamá, por Dios! —gritaron avergonzadas Rose y Bella.
— ¡Diane Lane! —Se carcajeó Jacob—. Al loro con lo que dices, que estos pelirrojos son muy listos y somos minoría.
—Tú cállate ¡so... vikingo! —rió Reneé guiñándole un ojo.
— ¿Qué ha dicho tu madre? —preguntó Emmett con curiosidad a Rose, gritando para hacerse oír.
—Por sus gestos y la cara de nuestras chicas —se carcajeó Edward—, mejor no saberlo.
— ¡Exacto mi amor! —señaló Bella tirándole un beso.
Con decisión, Reneé lanzó el ramo que cayó sin ningún esfuerzo en las manos de Alice. Ella comenzó a sonreír, mientras los hombres daban sonoros golpes en las espaldas a Set, animándolo. Divertidos, los novios entraron en el salón del castillo, seguidos por los invitados, mientras Edward y Bella se quedaban rezagados.
* * *
—Este vestido de seda que llevas te queda muy bien —sonrió Edward atrayéndola hacia él—. Tan bien, que estoy hasta celoso.
—Como diría mi hermana. Estoy más buena que el chocolate y encima no engordo —rió con él y tras darle un beso dijo—. Gracias cariño. Tú estás guapísimo.
— ¿Tanto como el vikingo? —preguntó sorprendiéndola.
Sabía que él había escuchado sus risas con Jacob y eso le divirtió, por lo que con picardía dijo.
—Hombre, el vikingo es mono, pero tú —susurró rozándole los labios—, eres sexy, atractivo y me gustas mucho, mucho, mucho más.
—No me convences —murmuró Edward.
—Cómo puedo convencerte —suspiró mordiéndole los labios.
—Sólo conozco una manera —dijo echándosela al hombro.
— ¡Edward, bájame! —se carcajeó—. Cariño, estamos en la boda de mi madre.
—Me da igual —asintió sin inmutarse—. Mi suegra me comprenderá.
Subiendo por las estrechas escaleras del castillo, Bella sonrió al ver dónde la llevaba. Tras abrir la puerta y cerrarla con llave, la soltó con cuidado sobre la enorme cama con dosel, y mirándola con una peligrosa sonrisa dijo con voz ronca y sexy, quitándose la chaqueta.
—Ven aquí, cariño, y convénceme.
Fin
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