Hola chicas por aquí me tienen de nuevo trayéndoles otro loco producto de mi imaginación que he escrito como siempre con mucho cariño para ustedes y que espero que sea de su agrado. Así que DISFRUTENLO…
Mientras en el exterior nevaba nosotros nos encontrábamos muy cálidos dentro de la cabaña iluminada solamente por el fuego de la chimenea, la noche era muy silenciosa y los únicos sonidos en la habitación eran los de la madera crepitando mientras se consumía y nuestros gemidos.
– Jamás había conocido una mujer como tú – susurró Edward sobre mis labios mientras sus embestidas se volvían cada vez más fuertes, más salvajes y yo me consumía entre sus brazos.
– Eres tan hermosa – cerré mis ojos disfrutando de las sensaciones y saboreando sus palabras.
– Mírame – exigió con la respiración entrecortada – si solo te tendré por poco tiempo quiero grabarte en mi mente de esta manera – dijo mientras los gemidos escapaban uno tras otro de mi garganta al ver esos hermosos ojos verdes mirándome intensamente consumiéndome entre sus brazos hasta que un devastador orgasmo llegó arrastrándonos a ambos.
– ¿Quién eres y que me has hecho Isabella? – murmuró contra mi oído aun con la respiración errática y entonces…. Desperté.
– ¡No otra vez!... – murmuré con la respiración entrecortada y el pulso desatado, me senté y sostuve mi cabeza entre mis manos.
Tomé aire intentando tranquilizarme, me recosté sobre mi almohada y cerré los ojos luchando con desesperación por no llorar pero era una batalla muy dura que a menudo perdía.
Otra vez había soñado con él y con aquellas maravillosas semanas que pasamos juntos, amándonos como si el mañana no existiera.
Soñaba con sus besos y sus caricias, con él haciéndome el amor de la misma manera que cuando estábamos juntos, con la misma pasión, aquellos sueños eran cada vez más reales más intensos.
¿Acaso jamás lograría olvidarlo? ¿Acaso siempre me iba a doler de la misma manera su ausencia? ¿Acaso alguna vez me perdonaría a mí misma por lo que nos hice?
Esas eran las preguntas que me repetía a diario como si mágicamente la respuesta fuera a aparecer delante de mí, lo cierto es que Edward había quedado grabado en mi mente, en mi alma y en mi cuerpo.
Tomé aire intentando tranquilizarme me recosté sobre mi almohada y cerré los ojos luchando desesperadamente por no llorar. No había día en que no pensara en él, no había día en que no lo extrañara, cualquiera pensaría que al pasar tanto tiempo está herida empezaría a sanar pero por el contrario cada día lo extrañaba más.
Los recuerdos que conservaba de él eran tan vividos, podía recordarlo con claridad con su sonrisa radiante, el sol arrancando destellos de su cabello cobrizo mientras el viento lo revolvía, su cuerpo irradiado calor sobre el mío, la suavidad de sus labios.
Con solo cerrar los ojos podía sentir sus manos sobre mi cuerpo, su aroma masculino, el extraño color esmeralda de sus ojos clavando su mirada en los míos de esa manera que hacían que cada terminación nerviosa de mi cuerpo despertara.
– Mami… mami… ya levántate – gritó mi pequeña antes de lanzarse sobre mi cama se veía hermosa con su pijama rosa, su cabello cobrizo destellando bajo la luz que entraba de mi ventana y su oso de peluche en una mano.
– Aún es temprano cielo – contesté mientras me estiraba.
– No lo es – insistió mientras continuaba saltando.
– Ya deja de brincar sobre mi cama y dame un beso – dije extendiendo mis brazos a los que ella se lanzó de inmediato y yo me la comí a besos haciéndole cosquillas.
– El abuelo ya llegó – dijo cuando al fin pudo dejar de reír.
– De acuerdo vamos a verlo. Me levanté tome mi bata, me la puse y fui al encuentro de mi padre, al llegar a la cocina lo encontré preparando el desayuno.
– Buenos días hija – dijo mi papá sonriente como siempre.
– Buenos días papá – contesté y besé su mejilla.
– Papá te he dicho muchas veces que no es necesario que te levantes tan temprano para venir a hacernos el desayuno yo puedo hacerlo – protesté.
– Ay por favor hija que tiene de malo que quiera disfrutar de prepararles el desayuno a las dos mujeres más importantes de mi vida, además no lo hago todos los días – dijo mientras acariciaba el cabello de Nessie quien como siempre estaba colgada de su pierna.
– Además así puedo pasar más tiempo con mi niña consentida – añadió tomando a mi pequeña entre sus brazos.
– De acuerdo tú ganas.
– Mejor vallan a arreglarse mientras yo termino esto o se les hará tarde.
– Ven mi cielo vamos a ducharte – le dije a mi pequeña.
– Un último abrazo al abuelo – dijo envolviendo sus bracitos en el cuello de mi padre.
Cuando la veía así de cariñosa con mi padre siempre tenía sentimientos encontrados pues me sentía dichosa de que mi hija fuese una niña feliz y muy amada, pero no podía evitar preguntarme ¿Cómo sería si tuviera a su padre con ella? ¿Cómo sería Edward como padre? ¿Cómo habría reaccionado si se hubiera enterado de que esperábamos un bebé? Y sobre todo ¿Dónde estaría el ahora? ¿Tendría su propia familia? ¿Qué le diría si algún día lo volviera a ver?
A menudo solía fantasear sobre cómo serían las cosas si estuviéramos juntos, me imagino diciéndole que vamos a ser padres y él cayendo de rodillas para besar mi vientre.
Cuando Nessie era un bebé y la sostenía entre mis brazos la imaginaba en los brazos de su padre mientras él sonreía y tarareaba una nana.
Debí haber sido más valiente, debí haberme aferrado al amor, debí haber sido más egoísta, no puedo creer que mi madre me haya acusado de ser egoísta por no cumplir con sus deseos, pero en cuanto las cosas se pusieron difíciles abandono a papá sin importarle su estado de salud con el que tanto tiempo me manipuló.
Ahora gracias a ella sería siempre infeliz pues aunque encuentre la fuerza para rehacer mi vida con otro hombre jamás volveré a sentir con nadie más lo que sentía cuando estaba con él.
– ¿Hija estas bien? – preguntó mi padre al ver mi gesto ausente.
– Si papá solo estaba pensando en algo del trabajo – mentí.
– Hija debes descansar más trabajas mucho, ya te he dicho que yo puedo aportar para tus gastos y los de mi nieta sabes que puedo permitírmelo, el negocio va muy bien – ofreció mi padre dulcemente.
– Claro que no papá Reneesme es mi responsabilidad además me gusta mi trabajo y me alegro de que todo este funcionado bien – me apresuré a responder mientras mi padre asentía en gesto de rendición.
Y en verdad sabía que podía permitírselo pero prefería encargarme yo misma de los gastos de Nessie, su negocio de talleres y tiendas de autopartes iba viento en popa sobre todo desde que el padre de Alice se había vuelto su socio, lo estaba ayudando a crecer sin temor a que James nos encuentre siendo él la cara del negocio.
Me sentía muy orgullosa de él, siempre tuvo esa afición por los autos, siempre se encargaba de los suyos pese a que mi mamá renegaba de su pasatiempo pero amaba hacerlo y de no ser porque sus padres lo obligaron a estudiar arquitectura seguro habría logrado ser un gran piloto ya que ese era su sueño de joven.
Me sentía muy orgullosa de él, amaba a mi padre y estaba muy agradecida por su apoyo y todo lo que había hecho para apoyarme y para compensar el hecho de que Nessie estuviera creciendo si un padre a su lado.
– Y usted señorita – dije tomándola a mi pequeña de sus brazos – debe ducharse o llegaremos tarde a la escuela.
Para cuando ambas regresamos a la cocina mi padre ya tenía tres platos de huevos revueltos y pan tostado sobre la mesa, luego de servir un poco de jugo ambos nos sentamos a desayunar entre risas por las ocurrencias de mi pequeña y salimos hacia la escuela.
– No olvides que hoy la tía Alice pasara por ti a casa de Nikky, te llevará a casa y te cuidará hasta que yo llegue – dije agachándome para quedar a su altura.
– Está bien mami.
– Ven aquí dame un abrazo – dije mientras la atraía a mi pecho.
– Adiós mami – dijo mi pequeña cuando al fin nos separamos.
– Ten un lindo día – le grité mientras ella corría hacia su maestra.
Subía a mi auto y tras avanzar apenas un par de calles maldije al ver que estaba atrapada en el tráfico de Seattle, así que mejor aproveché para revisar los bocetos que llevaba en mi portafolios y que me habían mantenido despierta hasta tarde pero la pareja en el taxi de al lado capturó mi atención.
No es que estuvieran protagonizando algún acto bochornoso sino al contrario simplemente hablaban pero la forma en que él la miraba y acariciaba su rostro me recordaba a la manera en que Edward me miraba y no pude evitar trasladarme hasta aquella época.
– Bella habla conmigo por favor – dijo con la mirada suplicante.
– Sabrías todo de mí si lo quisieras pero cada vez que intento hablar contigo dices que lo mejor es no saber demasiado el uno del otro porque dentro de poco tendrás que irte ¿Qué demonios quiere decir eso? No sé más que tu nombre, no quieres decirme tu apellido, ni de dónde eres, no quieres hablar de tu familia ¿Qué es eso que te hace pensar que no tienes derecho a ser feliz? Yo no sabía que hacer, mi corazón se estaba partiendo al no poder decirle la verdad pero no sé qué pensaría de mí si lo supiera.
– Y no te atrevas a decir que no sientes lo mismo que yo porque lo puedo percibir al ver tu mirada eres transparente Bella, no importa en donde estemos podemos hacer que funcione no tiene por qué terminar cuando te marches – dijo desesperado mientras me acorralaba contra la pared.
– Hemos pasado un día maravillosos juntos y lo hemos hecho encerrados en una cabaña atrapados por una tormenta de nieve y no ha habido ni un solo minuto en que deseara estar en otro lugar, es la primera vez que siento algo así por una mujer y sé que lo nuestro es más que atracción física – continuó mientras se acercaba más y tomaba mi rostro entre sus manos obligándome a mirarlo a los ojos.
– No me interesa quien eres ni lo que escondes, me basta con la mujer que tengo frente a mí, sea lo que sea que ocurre juntos podemos superarlo, solo tienes que hablar conmigo – dijo acercando sus labios a los míos besándome, devorándome y yo no podía negar más lo que sentía cuando estaba junto a él, lo mismo que sentía desde el primer momento que lo vi así que correspondí a su beso de forma desesperada.
– Desearía decírtelo todo, debería haberme ido cuando te conocí porque desde el momento en que te vi mi corazón supo que serías el amor de mi vida, jamás debí haber permitido que esto llegar tan lejos – dije apoyando mi frente contra la suya sin poder controlar las lágrimas que corrían por mi rostro.
– No llores mi cielo, no me gusta verte así, pero quiero que me prometas que antes de irte hablaremos de todo y lucharemos por nuestro amor – viéndolo a los ojos asentí y volví a sus labios que me brindaban el consuelo que tanto necesitaba en ese momento.
Envolví mis piernas en su cintura mientras nuestras lenguas exploraban hasta el último rincón de la boca del otro y el me llevó hasta la cama donde hicimos el amor hasta quedar saciados el uno del otro y mientras él dormía yo me encontraba despierta contemplando su silueta en la oscuridad sintiéndome como la peor de las mentirosas al saber que no podría cumplir la promesa que mirándolo a los ojos le hice y que él me odiaría siempre por eso, la noche siguiente cuando los caminos estuvieron despejados lo dejé mientras él dormía.
La bocina del auto detrás de mí me saco de mi ensoñación devolviéndome de forma abrupta a la cruel realidad.
– Buenos días Leah – saludé al llegar a mi oficina. – Buenos días Bella, Alice ya llegó y te espera en su oficina.
– Gracias Leah – dije y fui directamente a su oficina.
– Buenos días – dije dejándome caer en su sillón.
– Creo que para ti no lo son y a juzgar por esas ojeras anoche no dormiste bien, déjame adivinar te desvelaste pensando Edward.
– No exactamente, me costó dormir pero lo hice aunque cuando al fin logre hacerlo soñé con él dos veces así que no, no descansé.
– Ay amiga me duele tanto ver como sufres por él y no me digas que no porque desde que tuviste que dejarlo no has vuelto a ser la misma si no fuera por Nessie creo que jamás te habría vuelto a ver sonreír.
– Tienes razón Alice a ti no te lo puedo negar lo sigo amando, a pesar del tiempo y la distancia lo sigo amando y si no fuera por mi pequeña no sé cómo haría para levantarme de la cama cada día.
– Amiga ya no puedo verte así en lugar de mejorar con el tiempo veo como tu dolor crece y no puedo hacer nada para ayudarte, pero creo que si debo animarte a que hagas algo por ti misma – dijo Alice con esa sonrisa que le iluminaba el rostro cuando una idea se le ocurría.
– ¿Algo como qué?
– O lo olvidas y rehaces tu vida con ese bombón Italiano que te ha perseguido desde que te conoció…
– Damon Salvatore es solo un buen vecino y un excelente amigo con el que además tenemos negocios en común, además nació en estados unidos así que técnicamente es americano – la interrumpí.
- Como sea – dijo exasperada por mi interrupción – o intentas rehacer tu vida o buscas a tu príncipe azul, sé que no tienes muchos datos pero tal vez si encontramos a un detective privado pueda conseguirte algo de información – dijo con firmeza.
– ¿Acaso está loca? – casi grité – sabes muy bien que cuando me fui le dejé tan solo una carta pidiéndole que me olvidara, él debe odiarme.
– No me mires como si hubiera dicho un disparate Isabella Swan ya sé que han pasado casi 5 años y que muchas cosas pueden haber pasado pero lo que no creo que haya pasado es que Edward se haya olvidado de ti, él te amaba y tal vez el haya hecho una vida al creer que jamás te encontraría pero el merece saber de la existencia de Nessie – dijo sentándose a mi lado – y piensa en la niña ella necesita de un padre y lo sabes, hasta ahora ha bastado con Charlie pero pronto empezará a preguntar por su padre.
– Tienes razón Alice, nada me haría más feliz que volver a verlo aunque el me odie, saber que está bien y decirle sobre Nessie, pero no hay manera de que lo encuentre no sé nada sobre él sabes muy bien cual era mi situación en ese momento y aunque lo amaba con locura siempre me reusé a compartir información con él o a que él la compartiera conmigo, a duras penas se su nombre y sé que su madre se llama Esme.
– Claro de allí el nombre de Nessie por cierto ¿Cómo supiste su nombre? Por lo que me has contado Edward no parece un nerd de esos que viven hablando de sus mamis – dijo Alice sonriendo haciéndome reír a mí también por sus ocurrencias.
– Es cierto, nunca te lo he contado – dije aun riendo y mientras lo relataba no pude evitar que mi mente me llevara de vuelta a él.
Habíamos dejado Maui después de que Alice me avisara que James vendría por mí, pero gracias a mi querida amiga yo estaba un paso delante de él. Alice le había pagado a una de las empleadas de la casa de James para que le informara cada uno de sus movimientos y cuando le dije a Edward que me iría a una cabaña en Tahoe de inmediato accedió a acompañarme.
Regresábamos a la bellísima cabaña asentada prácticamente a orillas del Lago Tahoe que Alice a través de un amigo había rentado para nosotros de esa manera a James le sería más difícil encontrarme.
Ella era la mente maestra que me había convencido de tomar este tiempo para mí, había trazado mi ruta de escape y mantenía a James vigilado para que yo siempre estuviese un paso más adelante.
El lugar era bellísimo el cielo azul se extendía sobre las montañas que se alzaban imponentes con el lago a sus pies, el aire puro con aroma a pinos llenaba tus pulmones y la vista de dichos arboles con las copas ligeramente cubiertas de nieve solo hacían el lugar aún más irreal, nunca me habían gustado los lugares fríos de manera que a James jamás se le habría ocurrido buscarme aquí en esta época del año en que empiezan a caer las primeras nevadas, Alice también había tenido razón en eso, pero pese a que este clima no era mi favorito la paz de este lugar y mi guapísimo acompañante hacían de este lugar un paraíso terrenal.
Una mañana volvíamos de hacer algunas compras y mientras Edward colocaba las bolsas con comestibles en la cocina fui hasta la contestadoras en la que parpadeaba el aviso de que tenía 2 mensajes uno era de Alice llamándome como siempre para decirme que todo seguía tranquilo pero el segundo me revolvió el estómago
Hola amor soy Esme por favor llámame hace mucho que no se de ti.
En fin… disfruta de tus vacaciones y recuerda que te amo.
Por primera vez en mi vida sufrí un ataque de celos, él le había dado nuestro número a su… novia, me sentía herida, furiosa, tenía un nudo en la garganta y mis ojos ardían.
No fue sino hasta que Edward me explicó que Esme era la única madre que había conocido aunque no lo fuera bilógicamente que logre calmarme.
Ella era la hermana menor de su madre Elizabeth quien murió a causa de una aneurisma cuando Edward nació, el padre de Edward estaba destrozado, Esme fue indispensable para que él retomara el control de su vida y ella se había encariñado mucho con Edward y su hermano.
Según me dijo Edward ella siempre se encargó de que él y su hermano atesoraran el recuerdo de su madre y ambos crecieron amando y respetando su recuerdo pero a quien ven como una madre es a Esme e incuso su padre se enamoró de ella pero ella siempre se mostró renuente porque no quería traicionar a su hermana pero ella también lo amaba y cuando Edward cumplió 8 años ella y su padre al fin se casaron.
– Pero volviendo al tema solo sé que se llama Edward y que para esta fecha debe tener 28 años, se su color favorito, su comida favorita, el sabor de helado que más le gusta y un montón de detalles más que de nada me servirían a la hora de buscarlo, siempre le dije que solo eso nos bastaba – dije luego de haber terminado con mi relato.
– Pero yo tengo un truco bajo la manga – dijo mi amiga enarcando una ceja.
– ¿Cuál? – pregunté intrigada.
– Hay un detective que me recomendó mi abogado dijo que es muy bueno con lo que hace me aseguró que puede encontrar a quien sea.
– Solo tienes que decirme que lo haga y lo haré – dijo enarcando una ceja.
– Déjame pensarlo, ahora debo concentrarme en la reunión con los proveedores pero te prometo que lo consideraré – dije aun distraída.
– Umm… con que veremos al guapísimo Salvatore eh…
– ¿Ya te entregaron tu auto los del taller? – pregunté para cambiar de tema.
– Aun no – contestó con gesto de disgusto.
– Ok entonces te dejaré el mío – dije colocando las llaves de mi auto sobre su escritorio.
– No es necesario Bella – protestó Alice.
– Claro que si hoy tú vas a pasar por Nessie, es más cómodo para ustedes y yo me quedo más tranquila y mejor voy a mi oficina a recoger lo que necesito para la reunión o voy a llegar tarde – dije antes de darle un beso en la mejilla y salir disparada de allí.
Pasé gran parte de la mañana en el taller ultimando detalles para la nueva colección almorcé un sándwich y empecé a recoger las muestras de las telas y las demás cosas que necesitaba de mi oficina, tomé un taxi pero para mí mala suerte me encontré atrapada en el tráfico otra vez dejándome más tiempo para pensar del necesario.
– Hola princesa – dijo Damon saludándome con un beso en la mejilla que hizo que me ganara una mirada envenenada por parte de su asistente.
– Lamento llegar tarde pero el traficó era una pesadilla y mi taxi tardó un siglo en llegar – dije disculpándome.
– Son solo 10 minutos de retraso a cualquiera le puede pasar – dijo restándole importancia.
– ¿Y tú auto? – preguntó.
– Se lo dejé a Alice, su auto está en el taller y necesitaba que pasara a recoger a Nessie – dije encogiéndome de hombros.
– Debiste haberme llamado habría pasado por ti – dijo frunciendo el ceño y tenía que reconocer que Damon se veía realmente guapo, alto delgado y con músculos definidos que resaltaban con ese traje negro a medida que estaba usando sin corbata y con los primeros botones de la camisa abiertos dando una excelente vista de su pecho, ojos azules y un cabello negro azabache que resaltaba en su piel blanca, sería el sueño de cualquier mujer… excepto yo.
– Claro que no Damon para que molestarte cuando puedo tomar un taxi – me apresuré a responder.
– Sabes muy bien que para mí no habría sido ninguna molestia al contrario – dijo dándome esa mirada suya que siempre trataba de evitar porque sabía que implicaba sentimientos muy profundos que ya había rechazado en el pasado.
– Creo que deberíamos empezar ya estamos muy retrasados por mi culpa – dije para cambiar de tema.
La reunión fue agotadora y yo estaba impaciente por ver a mi pequeña, cuando al fin culminó salí rápidamente pero Damon me dio alcance y pese a mis negativas insistió en llevarme después de todo vivíamos en el mismo edifico así que intenté relajarme pero de repente algo captó mi atención.
– No puede ser – murmuré. Era él, Edward Cullen, estaba allí en vivo y a todo color.
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