Un amor perdido... ¿por siempre?

Autor: Sasha_amane
Género: Romance
Fecha Creación: 26/06/2015
Fecha Actualización: 30/06/2015
Finalizado: NO
Votos: 3
Comentarios: 0
Visitas: 6077
Capítulos: 4

A pocos días de la boda, Bella descubre a Alice y a Edward en una situación muy desagradable. Sintiéndose devastada, toma la decisión de empezar una nueva vida en otra ciudad, sin embargo, el rencor la obliga a quedarse y a idear una venganza junto a su hermana mayor. Edward, por su parte, tratará de reconquistar al amor de su vida y enmendar aquel error que sigue sin comprender.

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Esta historia también la pueden encontrar en fanfiction, con el usuario Mary1996z2. Espero que alguna chica que lee fics aquí le guste n.n 

 

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Capítulo 2: VENGANZA

Un amor perdido… ¿Por siempre?

Capítulo 2: Venganza

Isabella no tardó en caer rendida después de que se duchó. El llanto la había agotado y su hermana dio gracias al cielo por aquello ya que podía tomar cartas en el asunto. Se cambió de ropa y se llevó un impermeable por si acaso llovía de nuevo; también tomó aquella agenda donde tenía anotada la dirección de Edward en caso de alguna emergencia. Estaba lista.

-Edward me las va a pagar— susurró mientras encendía su Challenger azul eléctrico. Lagrimas ardientes se deslizaban por sus mejillas y en su bolsa descansaba una Calibre 22 con la que pretendía asesinar o por lo menos lastimar a aquellos miserables que traicionaron a la persona más importante de su vida: su hermana.

Al llegar al edificio se sorprendió al ver una ambulancia, una patrulla y muchos inquilinos afuera, observando a la persona que iba en la camilla. Su boca formó una perfecta "o" cuando se acercó y se percató de que era Alice quien ingresaría al hospital.

Afuera de la patrulla declaraba un magullado Edward y en el interior, había un furioso e ileso Jasper. Una sonrisa maliciosa cruzó su rostro al especular lo que pudo haber sucedido. De pronto, los ojos de Edward se enfocaron en ella y se acercó a toda velocidad, dejando al policía con el que estaba hablando.

-¡Tanya!— exclamó—. Necesito ver a tu hermana…

-¡No te me acerques, asqueroso cerdo!— gritó ella, dando un paso atrás. Los ojos de Edward se llenaron de lágrimas.

-Tanya, déjame explicarte lo sucedido, yo no quería...

-¿Qué no querías?— Tanya se echó a reír de forma sarcástica—. Pero por supuesto que querías. No te importó nada, no te importó el amor que mi hermana te profesaba y óyeme bien, Edward Cullen, vas a pagar con creces el haberla traicionado. Ella no está sola, me tiene a mí, tiene a…— se calló abruptamente, maldiciendo en su fuero interno. Había estado a punto de rebelarle a Edward la existencia de un ser que no tenía la culpa de nada pero que sin dudas estaba relacionado a él.

Por fortuna, el enojado policía llamó la atención de Edward y Tanya pudo escabullirse. Al entrar al auto lamentó que Jasper le arrebatara la oportunidad de darle su merecido a esas dos sabandijas pero por otro lado lo agradecía ya que estar presa arruinaría su reputación y sobre todo, Bella se quedaría sola.

Encendió el Challenger y condujo hasta su casa. Lo primero que hizo fue verificar que su hermana durmiese y comprobó con alivio que así era. En su habitación se desvistió y se dio una rápida ducha para después ponerse el pijama. Su celular sonó. Era Dimitri…

-Hola, cariño— la saludó él.

-Hola, Dim—Tanya suspiró.

-Te quería decir que si podíamos vernos. Te necesito, nena…

-No, gracias. No estoy de humor— gruñó.

-¿Qué te sucede, princesa?—inquirió Dimitri con preocupación y Tanya se sintió culpable por tratarlo mal siendo que él no tenía culpa alguna. Su novio, con el que llevaba saliendo un año, había vivido en carne propia lo que era un engaño por lo que decidió hablar con él sobre el asunto.

-Estoy mal— dijo con la voz rota—. Bella está destruida

-¿Qué pasó? ¿Le sucedió algo al bebé?

-No…

-No me digas que Edward…

-Sí, amor… Edward engañó a mi hermanita. Bella está muy mal y yo me siento peor. Fallé, Dim, fallé— sollozó—. No pude proteger a mi hermana…

-Tranquilízate, mi amor. Tú no tienes la culpa de nada, la culpa la tiene ese malnacido…

-Yo tengo la culpa, no debí dejar que saliera con él. Yo jamás le he cortado las alas a mi hermana pero debí haberlo hecho en esta ocasión

-Nena, tú no sabías lo que iba a pasar, así que no te culpes. Te amo ¿lo sabías? Pienso que Bella no podría tener una mejor hermana

-¿Podrías venir?—preguntó Tanya haciendo un puchero—. Sé que te dije que no lo hicieras pero…

-En diez minutos estoy allá, mi cielo. Juntos idearemos algo para hacer pagar a ese imbécil. Quiero a Bella como si fuese mi hermana y no dejaré que ese bastardo salga bien parado de esta

-Oh, mi vida muchas gracias— a pesar del llanto, Tanya sonrió. Siempre podía contar con Dimitri

En menos de diez minutos, Dimitri ya estaba estacionándose frente a la casa. Tanya corrió a recibirlo y ambos se fundieron en un reconfortante abrazo. Esa noche no hicieron el amor ni hablaron sobre ellos como hacían cada vez que se encontraban. Sus energías estaban puestas en Isabella y su situación.

-Podríamos dañar su auto— sugirió Tanya—. Sin que nadie nos vea, claro

-Normalmente te diría que es una locura, pero en esta ocasión te apoyaré. Arruinemos la pintura de su auto, ponchemos las llantas y le quitamos la batería… se volverá loco

-Lo sé, él ama a su auto más que nada en esta vida, incluyendo a Bella, pero no lo sé, siento que lo del auto no es suficiente… quiero asesinarlo

-No, amor. No vale la pena mancharse las manos con la sangre de ese cabrón. Llamaré a Félix, mi hermano, para que se ocupe de su auto, es mecánico y así como puede reparar un auto y dejarlo como nuevo, puede dejarlo totalmente inservible…

-Me gustaría hacerlo yo—gruñó Tanya—. Pero Félix puede acompañarme, orientarme…

-No, nena. No dejaré que te expongas a que te descubran… confía en mi hermano

-Está bien— aceptó a regañadientes—. Entonces tenemos un plan…

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Isabella despertó sobresaltada y deseando que todo lo que había ocurrido la noche anterior no fuera más que un horrible sueño. Sí, eso debía ser. Edward la amaba y sería incapaz de engañarla. Se casarían, serían muy felices y el hijo que esperaban era el primero de los muchos que tendrían.

De pronto Tanya entró a su habitación y al ver su mirada triste de golpe comprendió que la traición de Edward era absolutamente real. Frunció el ceño y nuevas lágrimas amenazaron con salir.

-Dime que fue todo un sueño— imploró a su hermana quien palideció.

-Bella, cariño…— intentó responder Tanya pero Isabella la cortó abruptamente.

-Dime que todo fue un maldito sueño, Tan, por favor

-Nena, no fue un sueño, pero cálmate— Tanya se sentó junto a ella y la abrazó. Isabella sollozó fuertemente.

-¡Bella, mi amor!— unos gritos histéricos afuera de la casa, alertaron a las dos hermanas.

-Edward— susurró Bella antes de echarse a llorar de nuevo.

-Ese maldito… — masculló Tanya y se levantó.

-¿A dónde vas?— cuestionó Isabella con nerviosismo.

-A correr a ese estúpido... ¿o es que acaso quieres que derrumbe la puerta?

-¡No!— Isabella no deseaba verlo en ese momento ya que el hacerlo abriría más su herida.

-¡¿QUÉ DEMONIOS QUIERES?!— escuchó gritar a su hermana segundos después de que saliera de su habitación. Isabella se levantó y entreabrió la puerta para -escuchar.

-¡Quiero verla, por favor!—le respondió Edward, llorando amargamente. El corazón de Isabella se estrujó al escucharlo tan mal, pero no pensaba perdonarlo. Amaba a Edward como jamás amaría a ningún otro hombre pero la traición era algo imperdonable para ella.

-¡LARGATE DE MI CASA SI NO QUIERES QUE LLAME A LA POLICÍA!— bramó Tanya.

-Bella me ama, tiene que escucharme, déjame pasar, necesito verla. Isabella es mi vida, no la puedo perder. Ella es mi todo…

-Sí realmente sintieras eso por mi hermana, no la habrías traicionado— replicó Tanya, al borde del llanto—. Yo comenzaba a creer en ti y me defraudaste, defraudaste a Bella y ahora tendrás que aprender a vivir sin ella porque mientras yo viva, me encargaré de que nunca te le vuelvas a acercar

-Tanya, te lo imploro, déjame hablar con Isabella. Si me rechaza me iré, pero no me moveré de aquí hasta que me dejes hablar con ella

Isabella no pudo resistirlo más y salió de la habitación. Con paso firme se dirigió hasta la entrada donde Tanya y Edward discutían. Cuando los hermosos ojos verdes de Edward se enfocaron en ella, todo su ser se estremeció. El bello rostro de su ex prometido estaba desfigurado, como si alguien le hubiese dado una buena paliza pero se abstuvo de preguntarle qué había ocurrido. No era de su incumbencia y se lo tenía bien merecido.

-Bella, mi vida— dijo él, dando un paso al frente. Isabella retrocedió uno y alzó la mano.

-No me toques

Edward se arrodilló ante la mirada atónita de las hermanas. Parecía devastado e Isabella sabía que no estaba fingiendo, que realmente le dolía el haber cometido semejante error.

-¡Perdóname, por favor! Dame otra oportunidad, te juro que no se va a volver a repetir

-Levántate— le ordenó Isabella y Tanya resopló.

-Déjalo, Bella... verlo así me divierte mucho porque sé que no lo vas a perdonar

-¡No, Bella, no!— gimoteó Edward con el rostro bañado en lágrimas—. Yo te amo, eres mi vida

-Ponte de pie y lárgate de mi casa— pidió Bella empleando el tono de voz más severo que pudo.

-No me iré de aquí hasta que…

-Tú dijiste que te irías si te rechazaba, es eso lo que estoy haciendo...

-Pero tú me amas, vamos a casarnos. No puedes tirar por la borda nuestro amor, nos matará…

-En primer lugar, si piensas que la boda sigue en pie, estás muy equivocado— refutó Isabella—. En segundo lugar, no fui yo quien tiró por la borda nuestro amor, tú lo hiciste, no te importó lo mucho que yo te amaba, te tiraste a mi mejor amiga

-Quien por cierto está en el hospital— intervino Tanya con una sonrisa maliciosa y Bella miró a su hermana interrogante.

-¿Qué?

-Cuando me recuperé del dolor, me vestí y salí a buscarte— dijo Edward mientras se ponía de pie lentamente—. Pero no te encontré así que decidí ir por mis llaves para venir aquí y al llegar al departamento te llamé pero cuando me colgaste y no volviste a atenderme decidí salir de una vez por todas pero Alice me interceptó y me pidió que habláramos de lo ocurrido. La rechacé pero ella empezó a armar un escándalo y en ese momento entró Jasper muy enfadado porque lo había escuchado todo. Me golpeó y Alice al intentar separarnos fue empujada por Jasper con mucha fuerza y se golpeó la cabeza, perdiendo el conocimiento varias horas. Sigue internada, pero está fuera de peligro…

Isabella no pudo evitar sentirse preocupada por la salud de Alice ya que después de todo, ella había sido su mejor amiga desde pequeña. Sin embargo, no iría a verla al hospital, el rencor se lo impedía.

-Me alegra que esté fuera de peligro, así pueden vivir su amor— contestó Isabella con desprecio.

-Bella, a la única que amo es a ti, déjame explicarte cómo sucedieron las cosas

-Lo consideraré solo si me respondes una pregunta: ¿te acostaste con Alice realmente o todo fue un error?

Edward abrió y cerró la boca varias veces. Aquello bastó para confirmar lo que Bella ya sabía.

-Me acosté con ella— reconoció Edward finalmente—. Pero…

-Entonces no tienes nada que explicarme, todo está muy claro…

Dio media vuelta para volver a su habitación. Edward intentó detenerla pero Tanya fue rápida y lo detuvo a él. Isabella se encerró rápidamente y se recargó en la puerta mientras intentaba controlar su frenética respiración. Su visión se tornó borrosa debido a las lágrimas acumuladas en sus ojos y no tardó en derramarlas. Edward gritaba su nombre como un poseso pero no acudiría a su llamado, todo estaba terminado entre ellos.

-Tengo que irme— musitó antes de correr hacia su armario y sacar una maleta pequeña. Comenzó a empacar sus cosas sin ver realmente lo que estaba metiendo en ella. Solo deseaba irse muy lejos y no volver a saber de Edward.

Escondió la maleta cuando escuchó pasos en el pasillo. Se sentó en la cama y limpió sus lágrimas. Los gritos de Edward habían cesado y supuso que él dejó de luchar para poder verla. En el fondo se sentía decepcionada, aunque sabía que era mejor así.

-Ya se fue pero me amenazó con volver a buscarte— gruñó Tanya mientras entraba.

-No me encontrará…— aseguró Isabella y Tanya asintió sin sospechar la razón por la que decía aquello.

-No, Dimitri y yo nos encargaremos de que no se te vuelva a acercar

-¿Dimitri?

-Sí, él está preocupado por ti…

-¿Se lo contaste?— gimió Bella.

-Sí, ya sabes que él te quiere como a su hermanita. Tenía que saberlo…

-Yo también lo quiero como a mi hermano mayor pero no me gusta que se preocupe— suspiró Bella.

-Hoy no irás a la universidad— dijo Tanya de repente.

-No, ya es demasiado tarde— no volveré a la universidad nunca más porque me iré, pensó—. No estoy de ánimos, todo lo que quiero es morirme

-¡No digas eso!— exclamó su hermana—. Tienes que salir adelante, Bella. Sé que te duele lo que Edward te hizo pero…

-Me duele demasiado, arruinó mi vida. Todo pudo ser tan perfecto…— Isabella no pudo seguir hablando debido a los sollozos.

-Nena, entiendo que te sientas pésimo pero esto no le hace bien al bebé. Necesitas tranquilizarte

-¡No puedo!— gritó Bella—. No puedo estar bien, yo lo amo, Tan…

-Lo sé, cielo, pero algún día vas a encontrar a alguien que…

-No… no quiero volver a enamorarme— Isabella negó con la cabeza con tanta fuerza que se mareó—. Todos los hombres son iguales

-No todos, Bella…

-Bueno, Dimitri no es así pero eso es solo porque a él lo engañaron primero

Tanya suspiró frustrada y se sentó con ella, pasándole un brazo por el hombro para abrazarla. Permanecieron así un par de minutos hasta que Isabella se serenó un -poco.

-Debo ir a trabajar— susurró Tanya—. Pero voy a tomarme el día libre…

-¡No!— exclamó Bella con pánico ya que eso arruinaría sus planes de marcharse sin despedidas—. No dejes de hacer tus cosas por mí

-Debo cuidarte— protestó ella—. Ni loca te dejaré sola…

-No estoy sola ¿qué no se supone que María vendría hoy?

María era una señora de aproximadamente cuarenta y cinco años que les ayudaba con la limpieza de la casa dos veces a la semana. No tenían sirvientas ya que no le veían el caso. La casa era pequeña y fácilmente podían ocuparse de las labores domésticas. Bella era una excelente cocinera y Tanya era una mujer muy organizada pero no sabía cómo se las apañaría ya que se hubiese ido. A su hermana se le quemaba hasta el agua…

-Pero María no puede impedir que cometas alguna locura

-Tanya, ¿crees que haría una locura en mi estado?— preguntó una indignada Bella. Si bien cometería una locura, no era tan estúpida para hacer algo que atentara contra su vida y la de su hijo.

-Dijiste hace un momento que querías morirte— Tanya la miró con los ojos entornados.

-Pero no lo haré ¿de acuerdo? Me cuidaré por el bien de mi hijo…

-Aun así no te dejaré sola

-Yo quiero estar sola—gruñó Isabella—. No quiero que me vigiles, ve a hacer tus cosas y trae helado y pañuelos cuando vuelvas. Comer helado y llorar es lo que se supone que se hace ante una ruptura…

Intentó imprimir un poco de diversión a su voz y afortunadamente Tanya sonrió y asintió.

-Está bien, después del trabajo traeré las cosas, hermanita. También alquilaré películas— contestó antes de abrazarla nuevamente—. Sabes que te quiero ¿cierto? Siempre podrás contar conmigo. Tú y mi sobrinito van a estar muy bien

-Sí, de eso estoy completamente segura— Bella sonrió para sus adentros. Le reconfortaba la idea de iniciar una nueva vida junto a su bebé. Extrañaría muchísimo a su hermana, pero deseaba alejarse de todo y de todos; solo ella y su bebé. Nadie más...

-Bueno, me voy a la oficina, no hagas ninguna tontería ¿de acuerdo?

-Solo quiero dormir— mintió Bella—. Puedes ir tranquila…

-En un rato llega María pero si necesitas cualquier cosa, lo que sea, me marcas al celular y yo vendré en seguida

Isabella asintió y Tanya se puso de pie. Antes de que ella saliera, Bella se levantó y fue a abrazarla.

-Gracias por todo, hermanita— agradeció Bella, temiendo que Tanya percibiera que aquello era una despedida.

-No hay de que, nena…

Tanya no pareció sospechar de las intenciones de Bella y se marchó a su habitación a alistarse para el trabajo. Isabella cerró su habitación con seguro y entre lágrimas terminó de preparar la maleta. Le dolía en el alma tomar aquella decisión pero necesitaba desaparecer, olvidarse de lo que había ocurrido o por lo menos intentarlo.

Al cerrar la maleta la escondió de nuevo bajo su cama y se metió a la ducha. Cuando se hubo secado se puso unos pantalones de mezclilla, una camisa de tirantes blanca y una sudadera. Al mirarse en el espejo no se reconoció: su bonito rostro estaba demacrado y sus ojos hinchados y rojos de tanto llorar; aun no tenía ojeras puesto que había dormido bastante, pero sin lugar a dudas las tendría dentro de poco. El brillo en su mirada había desaparecido por completo, lucía apagada, sin vida, expresando exactamente como se sentía por dentro.

Su hermana fue a verla una vez más e Isabella logró que ella se quedara tranquila. Realmente debía considerar el ser actriz ya que pudo convencer a Tanya de que no haría ninguna locura. Cuando estuvo segura de que ella se había ido, abrió el cajón de su mesita de noche y sacó su diario. Arrancó una hoja y escribió una nota a su hermana.

Tan:

Perdóname, nena, pero tengo que hacerlo, tengo que irme de aquí. Necesito y quiero estar sola con mi bebé, calmarme y pensar en lo que va a ser de mi vida de ahora en adelante. Dile a Edward que lo amo pero que no puedo perdonarlo… quizá con el tiempo lo haga pero por ahora no, no quiero ni puedo perdonarlo. Confiaba en él, soñaba estar a su lado toda mi vida pero su traición lo arruinó todo. Entrégale su celular y no le digas nada sobre mi hijo, él es mío solamente, lo criaré sola. Por favor no me busques ni me llames porque no contestaré. Dentro de unos días te diré dónde estoy porque ahora no puedo hacerlo ya que ni yo misma sé a dónde me dirijo… te amo, hermanita. No espero que me perdones pero sí que me entiendas un poco. Estoy muy herida y quizá lo que estoy haciendo es demasiado estúpido pero es lo único que se me ocurrió.

Atte: Bella

No pudo evitar que un par de lágrimas cayeran sobre el espacio vacío de la hoja pero no había tiempo de hacer otra. Dobló la carta y la dejó sobre su cama, poniendo el celular de Edward sobre ésta. Tomó una bolsa pequeña donde metió sus documentos y sus artículos personales y se dirigió al baño a peinarse. Se sujetó el cabello en una coleta y se maquilló ligeramente. Estaba lista.

María llegó justo cuando Isabella colgó el teléfono. Había pedido un taxi luego de comprobar que disponía de suficiente dinero como para viajar. Si bien casi toda su fortuna la donaban a la caridad, Bella ahorraba el dinero que Tanya le daba al mes para sus gastos y había logrado juntar una buena cantidad de dinero que le permitiría rentar un departamento en un sitio decente.

Isabella salió de su habitación para ir a saludar a María quien se preocupó mucho al ver su rostro. ¿Acaso es tan notorio? Se preguntó internamente.

-No dormí bien, eso es todo— le explicó Isabella—. María, ¿podrías hacerme un favor enorme?

-Por supuesto que sí, querida. Dime— María le sonrió de una manera muy dulce y maternal. Realmente la estimaba mucho y la echaría de menos.

-Se acaba de terminar el líquido limpia vidrios y el detergente… ¿podrías ir a comprarlos? Yo no me siento muy bien…

-Claro, Bella… ¿alguna cosa más?

-Mmm…— Bella pensó en alguna otra cosa que pudiese mantenerla entretenida en el supermercado mientras sacaba dinero de su bolsillo—. Quiero helado de queso con zarzamora, se me antoja mucho

María volvió a sonreírle, esta vez con complicidad, y la culpabilidad la invadió mientras le entregaba el dinero. Aun así, debía seguir con el plan. El taxi estaba por llegar, ya no podía arrepentirse.

-Puedes comprarte algo tú también— añadió Isabella. María negó con la cabeza.

-No te molestes…

-María, me enojaré si no te compras algo. Es una orden— Isabella fingió enojo y María solo rió.

-Está bien, está bien…

El plan estaba saliendo a la perfección. María se había ido al supermercado, el cual estaba a una distancia razonable de la casa, y podría escapar sin problemas. Rápidamente se dirigió a su recámara donde tomó la maleta y su bolso, después salió como alma que lleva el diablo de la casa al escuchar al taxi llegar.

Al subir al taxi, echó una última mirada a la casa que fue su hogar durante pocos años. Trató en vano de que los recuerdos no invadieran su mente y sus ojos se llenaron de lágrimas por milésima vez desde que había presenciado aquel terrible engaño.

-Al aeropuerto— ordenó al taxista con voz temblorosa y éste asintió antes de arrancar. Bella sollozó levemente y recargó su cabeza en la ventana.

Tú tienes la culpa de todo esto, aquel pensamiento iba dirigido a Edward, yo te amaba, me entregué a ti por completo, te di mi corazón, te pedí que jamás lo lastimaras pero lo hiciste y ahora me voy lejos, donde no me puedas dañar y engañar más. Siempre te amaré, dudo que pueda dejar de hacerlo ya que me llevo una parte de ti conmigo. A este bebé jamás lo vas a conocer porque no lo mereces, al menos no por ahora…

-Disculpa que me entrometa, señorita— la voz del taxista sacó a Isabella de sus deprimentes pensamientos—. Pero me da la impresión de que usted está huyendo

Isabella estuvo a punto de contestarle al taxista que se metiera en sus propios asuntos pero se mordió la lengua. Jamás había sido maleducada y no comenzaría a hacerlo ahora. El taxista no tenía la culpa de sus problemas y además necesitaba hablar con alguien así fuese un completo extraño.

-Tiene razón— respondió con un suspiro—. Estoy huyendo de mi asquerosa vida ¿podría recomendarme un destino?

-Si yo estuviese huyendo definitivamente saldría del estado de Washington. No me gusta el frío...

-Eso necesito, dejar de sentir frío— musitó Bella. No se refería al frío corporal sino al de su alma. Su alma tenía frío y la única persona que podría devolverle el calor y la paz era la misma que la había defraudado.

-San Diego, California podría ser un buen destino

-Muchas gracias— Bella sonrió. En San Diego vivía Rosalie, una vieja amiga de la secundaria con la que aún tenía contacto por correo electrónico y WhatsApp. Estaba segura de que no le molestaría recibirla en su casa por un par de días en lo que encontraba un empleo.

-No hay de que, señorita…

Isabella permaneció en silencio unos minutos hasta que de pronto hizo una pregunta.

-¿Cree que está bien lo que estoy haciendo?

-¿Huir?

-Sí…

-No, no está bien, pero a veces uno lo necesita. Hubo una época en que si hubiese podido escapar de mis problemas, lo habría hecho…

-Mi prometido se metió con mi mejor amiga— comenzó a relatar Isabella—. Los descubrí y él no lo negó pero me pidió perdón y me aseguró que me amaba ¿debo creerle?

-Una persona que ama nunca la engañaría— respondió el taxista con seriedad—. Quien engaña una vez lo hará siempre a menos que estuviese ebrio o drogado al hacerlo

-No, no lo estaba— susurró Bella—. Estaba en sus cinco sentidos cuando los encontré

-Entonces no vale la pena ese tipo. Permítame que se lo diga pero fue un idiota…

-Realmente sí— convino Bella—. No quiero volver a verlo y por eso me voy, pero me preocupa la reacción que pueda tener mi hermana. Ella me lo ha dado todo desde que nuestros padres murieron, no puedo pagarle de esta manera…

-¿Entonces quiere que de media vuelta y la lleve de regreso a su casa?— inquirió él con una sonrisa. El taxista era bastante atractivo y no pasaba de los veinticinco años pero solo hasta ese momento Isabella se había percatado de aquello.

-¡No! Mi decisión está tomada, me iré. Solo fue un momento de duda— Bella frunció el ceño.

-Entonces seguiré conduciendo hasta el aeropuerto…

-Sí, por favor…

Isabella se limpió las lágrimas y se inclinó para ver la identificación del taxista ya que algo en su sonrisa le había resultado familiar. Jacob Black, decía la tarjeta y abrió mucho los ojos.

-Vaya, que casualidad, tiene el mismo apellido que el novio de mi hermana— comentó. El taxista soltó una leve carcajada que resultó agradable a los oídos de Isabella.

-¿Cómo se llama su cuñado? Quizá seamos parientes…

-Dimitri Black

-Vaya, así se llama mi primo hermano. Él sale con una hermosa chica llamada Tanya Swan que es una diseñadora muy reconocida según mi mujer. A ella le encanta su ropa pero a mí me da igual, la ropa es asunto de mujeres…

Isabella palideció y estuvo a punto de abandonar el taxi. Aquel chico no tardaría en percatarse de que llevaba a la cuñada de su primo rumbo al aeropuerto. Dimitri cuando se enterara de que había huido la buscaría por todos lados junto a Tanya y si la noticia de su desaparición llegaba a oídos de Jacob, definitivamente iban a encontrarla.

-¿Estamos hablando del mismo Dimitri Black?— preguntó el taxista.

-No, por supuesto que no— Isabella se rió histéricamente—. Mi hermana se llama Rosalie…

-De igual manera sigue siendo una coincidencia graciosa que ambos conozcamos a alguien llamado Dimitri Black…

-Sí, es muy gracioso— dijo Bella con ironía más él no lo notó.

Isabella no volvió a hablar durante todo el camino salvó para reírse un poco de las ocurrencias del taxista que le había tocado en suerte. No sabía si era normal sentir cariño hacia una persona que recién había conocido pero debía admitirlo: Jacob Black le gustaba, no en un plan romántico, pero si como un amigo y confidente. Quizá algún día pudiese verlo de nuevo lo cual sin duda sería genial.

-Muchísimas gracias por todo, ¿cuánto te debo?— preguntó Isabella. Decidió que le resultaba más cómodo tutearlo.

-No te voy a cobrar nada— respondió Jacob muy campante, tuteándola también.

-¿Qué?

-Es en serio. Me has caído bastante bien y te veo tan triste que no quiero cobrarte nada…

-Pero eso no es justo…

-Acéptalo, por favor…

-Está bien— sonrió Isabella.

Jacob se bajó del taxi y sacó la maleta de la cajuela para luego entregársela a Isabella.

-Mucha suerte en tu viaje— le deseó el taxista.

-Gracias— respondió ella antes de dar media vuelta y caminar hacia la entrada.

Tienes que hacerlo, Isabella, se dijo a sí misma. Con cada paso que daba su determinación de irse iba menguando. Se detuvo aproximadamente a diez pasos del mostrador de su aerolínea favorita y no supo que hacer.

-¿Bella?— una voz bastante conocida la sacó de su ensoñación. Isabella volteó a verlo y se quedó boquiabierta por la sorpresa.

-¿Jasper?

-¿Qué haces aquí?— cuestionó él.

-Yo… — Bella estaba sonrojada. No sabía que responder a aquella pregunta—. ¿Tú que haces aquí?

-Iré a Georgia a visitar a mi madre— contestó Jasper con voz apagada. Parecía muy decaído y Bella desgraciadamente entendía el por qué. Ella sufría por la misma causa.

-Yo también me voy— admitió Bella—. Pero a San Diego, ya no puedo seguir aquí después de lo que Edward me hizo

-No me digas que lo supiste…— Jasper la miraba horrorizado.

-¿Qué Edward me engañó con Alice? sí, me enteré ayer— Bella se encogió de hombros.

-Con razón luces tan mal… — susurró él.

-Tú no te ves mejor que yo— contraatacó Isabella. Ambos sonrieron tristemente—. Edward fue a buscarme y me dijo que los escuchaste hablando…

-Sí, Alice estaba histérica, le decía a Edward que no se arrepentía de haber hecho el amor con él, que no me amaba. Me enfurecí y comencé a golpear a Edward porque creí que él la sedujo y cuando Alice se interpuso entre nosotros la empujé. Jamás pensé en golpearla a ella pero cuando la aparté se cayó, terminó golpeándose la cabeza contra una mesa de vidrio y fue a dar al hospital. Un vecino que escuchó los gritos llamó a la policía y Edward a la ambulancia

-¿Te detuvieron?— inquirió Bella y Jasper asintió.

-Sí, pero ni Edward ni Alice presentaron cargos y me dejaron salir. Ambos entienden mi reacción…

-¿Viste a Alice?

-Sí— suspiró Jasper—. Estaba arrepentida pero no de haberse acostado con Edward sino por haberme mentido. Me duele amarla de esta manera a pesar de lo que me hizo…

-¿No la odias?

-Un poco, sí— el rubio se rió levemente—. Pero son cosas que suceden. Algún día encontraré a alguien que realmente me ame

-Te admiro por pensar de esa manera. Yo solo quiero huir…

-¿Pero por qué huyes? Tú no tienes la culpa de nada…

-Tú estás haciendo lo mismo. Estás huyendo— lo acusó Isabella con los ojos entrecerrados.

-No, Bella. Yo me voy porque quiero ver a mi madre que está enferma, no estoy huyendo y no tengo por qué hacerlo. No engañé a Alice, ella me engañó a mí...

-¿Quieres decir que ellos son los que deberían irse?

-Desde mi punto de vista, sí— respondió él—. Ellos nos dañaron, jugaron con nosotros, no se merecen que dejemos nuestra vida por ellos. La vida sigue, Isabella. No necesitas huir

-Necesito poner distancia— masculló Bella.

-Él debería dejarte en paz, tú no debes irte, por lo menos no tan apresuradamente…

-Sí, pero…

-Imagino que no se lo dijiste a tu hermana— la interrumpió.

-No, no se lo dije— musitó ella.

-No puedes irte así, Tanya merece que se lo digas de frente

-Pero necesito irme, no quiero ver a Edward— la voz de Bella tembló y Jasper suspiró fuertemente antes de abrazarla.

-Haz lo que necesites hacer, te apoyaré. En este tiempo te has convertido en una muy buena amiga para mí y espero que sigamos en contacto. Lo que sea que necesites solo llámame y ahí estaré ¿de acuerdo?

-Sí, muchas gracias, Jasper…

Los dos jóvenes se despidieron ya que Jasper volaría en otra aerolínea. Isabella al fin se atrevió a avanzar y compró el boleto. Tuvo suerte y encontró un vuelo que salía en una hora. La sala de espera estaba prácticamente vacía. Solo había tres personas además de ella por lo que se sentó alejada de todos.

Los ojos de Bella de nuevo estaban anegados de lágrimas por la traición de Edward, por todo lo que había perdido a causa de ésta.

-¿Qué hice mal?— sollozó—. ¿Qué hice mal?

En cuanto formuló aquella pregunta se sintió furiosa. Ella no había hecho nada mal, Edward era el único culpable de su sufrimiento. Había sido una novia amorosa, comprensiva y se entregó a él por completo pero la lujuria pudo más que el amor que él decía tenerle.

La ira la invadió y solo tenía una palabra en mente: venganza. Deseaba lastimarlo tanto como él la había lastimado a ella. Tenía que darle su lección y humillarlo, no huir como una cobarde, como si ella hubiese sido la responsable de aquel engaño.

Se levantó y se secó las lágrimas de un manotazo.

-Nunca más volveré a llorar por ti, Edward Cullen— susurró—. Vas a pagar muy caro lo que nos hiciste a mí y a tu hijo…

Algunas personas la miraron asustadas mientras caminaba hacia la salida ya que tenía una sonrisa desquiciada en el rostro. De forma estúpida esperaba encontrarse con Jacob pero no lo hizo y tomó otro taxi para regresar a casa. El taxista era un hombre indiferente y muy callado que solo se limitó a preguntarle a donde deseaba ir.

El camino de regreso le pareció eterno. Solo deseaba llegar a casa y romper la carta que le había dejado a Tanya. Rezaba porque María no la hubiese leído y diera aviso a su hermana pero la vida, que hasta ayer le sonreía, no iba a ser tan misericordiosa con ella.

Estaba al borde de un ataque de nervios cuando el taxi aparcó frente a la casa. Después de que el vehículo se hubo ido tardó unos minutos en reunir el valor necesario y aventurarse a investigar la situación en la casa.

Mientras caminaba por el porche sacó la llave de su bolsa y cuando se disponía a introducirla en la cerradura la puerta se abrió bruscamente. No fue María quien le abrió sino una angustiada y llorosa Tanya.

-¡Isabella Marie Swan!— gritó colérica y Bella se encogió de miedo.

Si algo supo en ese momento era que Tanya la iba a matar.

Capítulo 1: DESILUSIÓN Capítulo 3: PLAN EN MARCHA

 


 


 
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