Suavemente, me matas (+18)

Autor: LauraAtenea
Género: + 18
Fecha Creación: 15/03/2013
Fecha Actualización: 05/05/2013
Finalizado: NO
Votos: 18
Comentarios: 45
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Capítulos: 7

Bella Swan vive entre lujos, en una jaula de cristal. Desde que se murió su madre vive entre la espada y la pared, sometida por la ira de su padre y perseguida por su pasado. La vida de Bella cambiará de manera radical cuando su padre decide hacer negocios con su peor enemigo, Edward Cullen. Un hombre hecho a sí mismo, autoritario y dominante al que sólo le mueve un sentimiento: la sed de venganza.

— Eres mía por un año, Isabella. Si quiero que trabajes en mi oficina, lo harás. Si quiero que cocines para mí, lo harás. Y si quiero que te desnudes y que te inclines ofreciéndome tu cuerpo, lo harás. Soy tu dueño por ahora...

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Capítulo 4: Capítulo 3 Todo bien atado

CAPITULO 3 TODO BIEN ATADO

 

 

Dejé a Matt en manos de Sue para poder arreglarme. Me recogí el pelo en un moño alto para no mojármelo en la ducha. No tardé ni cinco minutos en ducharme y secarme. Fui hasta mi armario. ¿Qué se supone que me debía de poner para una reunión de la que no sabía nada? No, sí lo sabes. En esa reunión se va a jugar con el destino de tu cabeza y...y seguramente de tu cuerpo. Estaba segura de que mi padre sería implacable en esa reunión, aunque no sabía si conmigo o con Edward Cullen.

Definitivamente mi padre no había salido muy feliz de nuestra cena de anoche con Edward. El motivo no era el hecho de que yo tuviera que estar fuera de casa un año como "pago" extra para que Edward invirtiera dinero en la empresa. No. El motivo era que estaba perdiendo el control total de lo que tanto trabajo le había costado a lo largo de su vida. Y la rabia que sentía mi padre en su interior le convertía en un ser muy peligroso para los que estábamos a su alrededor. En estos momentos estar a su lado era como estar en un campo plagado de minas.

Después de un buen rato delante del armario al final me decidí por un vestido de tubo sin mangas adornado con un fino cinturón. Me puse unos peet toe a pesar del dolor de pies que me causaron los zapatos de anoche. Deshice mi moño, me ahuequé el pelo. Cogí mi bolso y salí corriendo escaleras abajo todo lo rápido que mis zapatos me permitieron. Al llegar al último tramo de escaleras Sue me miró.

—Señorita Swan, su desayuno se va a enfriar y...

—Y se va a seguir enfriando – espetó mi padre apareciendo tras el New York Times de ese día – No tenemos tiempo para eso, ya comerás después – suspiró sonoramente – vamos a llegar tarde por tu culpa...como siempre...

Sue se marchó de nuevo a la cocina visiblemente molesta. La pobre también aguantaba lo imposible...Ambos salimos hasta la puerta de entrada donde ya nos estaba esperando Tom con las puertas traseras del coche abiertas. El interior de ese gran coche azul oscuro se me hacía mucho más pequeño de lo que en verdad era debido a la presencia de mi padre. No podía recordar la última vez que me sentí relajada estando a su lado. Probablemente nunca.

Atravesamos las calles más céntricas con pasmosa lentitud debido al tráfico de la mañana, aunque era sábado. Lo ideal para el estado de mis nervios; por un lado quería llegar ya para salir del ambiente opresivo del coche. Por otro lado me gustaría que el viaje durase una eternidad. Me aterraba la idea de ver a Edward Cullen de nuevo, pero no me quedaba más remedio. ¿Le tienes miedo a ese hombre, Bella? Pues jódete, le tendrás que soportar durante un año, en su casa...Por ese camino de pensamientos iba mal, así que me limité a mirar por la ventanilla del coche. Casi di gracias a Dios en alto cuando, más de media hora después, llegamos al aparcamiento de la Whasington Mutual Tower. Caminé tras los pasos de mi padre hasta los ascensores. Un par de trabajadores auxiliares estaban esperando para subirse en el ascensor, pero cuando vieron la figura de Charlie decidieron esperarse. Chicos listos, yo habría hecho lo mismo. El sonoro ding que hizo el ascensor cuando llegamos al piso dieciocho hizo que pegara un bote del susto. Mi padre me miró con los ojos entrecerrados, sin decir nada. Si las miradas matasen yo ya estaría pudriéndome...

—Buenos días, señor Swan – dijo la señora Smith — ¿Desea que le lleve un café a su despacho? — oh, no...más cafeína no...

—No, estoy esperando la llegada de Edward Cullen – los ojos de la mujer adquirieron un tamaño preocupante – Así que en cuanto cruce la puerta de la entrada quiero que me avise, ¿de acuerdo?

La mujer asintió aún con los ojos como platos. En cuanto la señora Smith me dejó sola con mi padre me dediqué a hacer lo que mejor hacía estando al lado de mi padre; me mimeticé con el paisaje y me puse a mirar por el gran ventanal en silencio. A los pocos minutos alguien llamó a la puerta del despacho. Era Harry Clearwater, el abogado de mi padre de toda la vida.

—Buenos días, Charlie...Bella – me dedicó una sonrisa amable y se sentó en frente del escritorio de caoba de mi padre — ¿Qué me tienes preparado?

—No lo se – gruñó mi padre – Lo sabremos en cuanto aparezca Cullen...

—No se si ha sido buena idea que te involucres con ese chico...Para ser tan joven tiene las ideas muy claras...pero es muy impulsivo.

—Era eso o lo perdía todo...mierda...

Preferí mantenerme totalmente ajena a esa conversación. Era lo mejor. Me resultaba molesto que mi padre siempre hiciera alusión a la pérdida de su empresa y que no se sintiera ni un poquito insultado por la "petición" del señor Cullen. En el fondo rogaba en silencio de que todo ese tema hubiera sido una broma de mal gusto.

El teléfono emitió un pitido, mi padre descolgó y asintió.

—Cullen está dentro.

Sentí escalofríos al sentir esa frase y no supe la razón. Quizás esa sensación la sentía porque sabía que en apenas dos minutos, ese intimidante y atractivo hombre iba a estar en la misma sala que yo. Sin saber por qué lo hacía me alisé las arrugas inexistentes de mi vestido y me pasé la mano por el pelo. Me toqué la mejilla dolorida; menos mal que con el maquillaje había podido arreglar ese pequeño desperfecto obra de mi padre. Un minuto y medio después de la llamada de la señora Smith la puerta del despacho volvió a sonar.

Y ahí estaba.

Edward Cullen entró como si el mundo girara en torno a él, como si fuera el amo y señor del suelo donde pisaba con ese traje oscuro de corte italiano. Pero se notaba que no lo hacía a propósito. Simplemente en él se averiguaba una profunda seguridad en si mismo que yo en esos momentos envidiaba; me encontraba en medio de una habitación llena de hombres esperando a sacar las garras. Sí...en estos momentos me sentía como una gatita indefensa jugando con su madeja de lana...me sentía totalmente fuera de lugar.

Edward venía acompañado por un hombre de unos cincuenta años. Moreno y un poco más bajo que Edward, era un hombre con unos penetrantes ojos dorados y un atractivo que quedaba latente. Edward se adelantó y saludó con la cabeza a mi padre; a mi me miró y me sonrió de lado en un gesto casi imperceptible haciendo que un temblor oscuro me atravesara todo el cuerpo. Céntrate, Bella...céntrate...

—Buenos días, Charlie – murmuró Edward – Este es Eleazar Denali, mi abogado.

—Harry Clearwater – ambos se saludaron formalmente. Todos se sentaron, incluida yo aunque un poco apartada de ellos – Bien, me gustaría conocer las condiciones que impone para que inyecte el capital necesario a la empresa del señor Swan. Quiero comprobar que todo está en orden y que es legal.

—Mi cliente nunca trabaja fuera de la legalidad, señor Clearwater – dijo Eleazar con total tranquilidad – La legalidad ante todo...— mi padre carraspeó.

—Por supuesto, faltaría más...pero me gusta revisar todos y cada uno de los documentos que firmará mi cliente...

Mirar a esos dos hombres era como estar en un partido de tenis, así que desvié la mirada hasta dar con el cuerpo de Edward. Tenía las piernas cruzadas, el tobillo izquierdo sobre la rodilla derecha, haciendo que de esa manera sus pantalones se pegaran a unos muslos que parecían poderosos. Seguí subiendo hacia arriba para...bueno, para encontrarme con cierta parte de su anatomía a la que también se le estaba pegando el pantalón. Oh, por Dios...sentí que me sonrojaba al mirar las partes íntimas de ese hombre. Aun así no podía apartar los ojos de ese cuerpo, parecía como si una fuerza oscura te invitara a pasar la vista una y otra vez por ese cuerpo...seguí subiendo, seguí subiendo...esos labios...esos labios parecían perfectos. Hasta que se curvaron en una sonrisa socarrona. Fruncí el ceño y le miré...para volver a sonrojarme. Ese hombre del demonio me estaba mirando con esos penetrantes ojos verdes de una manera que no supe descifrar. No estaba prestando atención a lo que estaban hablando los abogados. No. Me estaba mirando fijamente con una sonrisa burlona. Sí, él había sido consciente en todo momento del escaneo al que le había sometido, me había observado mientras le miraba...ahí...Tonta, tonta...yo no era de esa manera, yo no miraba a los hombres como lo acababa de hacer...

—Y cumpliendo esos requisitos mí cliente no tendrá ningún problema en invertir los millones necesarios para usted y su empresa – las palabras de Eleazar me devolvieron a la tierra. Y a Edward también.

—Queda por descontado que mi equipo de asesores estarán informados en todo momentos de las cuentas y los gastos de la empresa – acotó Edward – No quiero correr riesgos innecesarios con mi dinero. No se realizará ninguna inversión ni ningún negocio si no lo he supervisado yo antes. Si apuestas sin consultarme y la cosa sale mal, tu pagas...—le dijo a mi padre.

—Es decir, me atas de pies y manos – espetó mi padre.

—Me gusta tenerlo todo muy bien...— me miró de manera fugaz de arriba abajo – atado – que no vuelva a hacer eso, por favor...

—Traiga esos papeles – le dijo mi padre a Harry. Los firmó con rapidez y con un gesto de rabia en su cara.

—Muy bien, Charlie...no te vas a arrepentir – dijo Edward – Ahora viene la segunda parte del trato – me tensé. Oh, oh...iba a hablar de mi...— Tenemos que fijar las condiciones de su hija mientras esté bajo mi techo.

—Edward...esto no es necesario – susurró Eleazar.

—Schhhh – el abogado se encogió en su silla y se calló – Mañana a primera hora irá un coche a buscar a la señorita Swan a su casa. Viajará conmigo a Nueva York, allí tengo mi sede central. Una vez lleguemos allí firmará un contrato de confidencialidad para conmigo – respiré hondo para no tener un ataque de nervios. Eso es Bella...respira...

—Sigo sin entender para qué quieres a mi hija – Edward sonrió de lado ante las palabras de mi padre.

—Puedo instruir a tu hija para hacerla una mujer de provecho – murmuró con esa voz tan elegante – En muchos sentidos...—se relamió rápidamente los labios –

¿Era yo o el tono que había usado para esa última frase había sido demasiado...intenso?

—No se preocupe por su hija, estará bien cuidada...—aseguró Eleazar que no había pasado por alto el cambio en el tono de voz de Edward.

—No me cabe la menor duda – dijo mi padre entre dientes. De verdad, esto no podía estar pasándome a mí...

—Papá, yo...

—Cállate, Isabella – me mordí la lengua para no gritarle que no me gustaba que me llamara así, para no gritarle que me dejara hablar cuando me diera la gana...pero no podía, así que volví a mi posición en la silla e intenté relajarme.

— ¿Qué ocurre, Isabella? - me preguntó Edward. Miró detenidamente mi cara, fijándose más en mi mejilla...quizás aún seguía un poco hinchada...me aguanté las ganas de taparme la cara con las manos muerta de la vergüenza — ¿Quieres decir algo? - los cuatro hombres me miraron, aunque la mirada más aterradora fue la de mi padre; la amenaza estaba implícita en sus ojos. Cerré los ojos y suspiré ya que no me convenía nada enfadarle.

—No...nada...— mi padre asintió satisfecho aunque Edward se quedó mirándome la mejilla con los ojos entrecerrados.

—Creo que podemos dar por terminada nuestra agradable visita – dijo Edward – Charlie, me despido...aunque evidentemente tendrás noticias mías.

Edward Cullen se marchó del despacho de mi padre con su abogado siguiéndole los talones sin dedicarme ni una triste mirada. ¿Ya está? ¿Eso era todo? Me quedé por unos momentos mirando a la puerta totalmente confundida. ¿De qué iba todo esto? Miré a mi padre; tenía los puños apretados contra la boca. Suspiré antes de hablar.

—Papá...—bufó exasperado — ¿De...de verdad vas dejar que Edward Cullen me lleve con él? — me miró con cara de "por favor, no digas más estupideces".

—Harry...déjanos solos – le dijo a su abogado — Por supuesto...— murmuró cuando la puerta ce cerró —ya va siendo hora de que hagas algo de provecho por esta maldita empresa – gruñó.

—Pero Matt...—mi padre dio un sonoro golpe en la mesa.

— ¡Deja de nombrar al niño de una puta vez, Isabella! — di un respingo por el tono de su voz – El niño estará muy bien conmigo, no le va a faltar de nada...— paseó la vista por la copia de los documentos que acababa de firmar —Esto te va a servir para que veas que no eres imprescindible...—apreté la mandíbula – Además, podrás llamarle las veces que quieras. Ahora existe una opción que se llama video llamada, ¿no? – dijo con tono irónico.

Sí, pero no podría besarle antes de dormir, ni podría ayudarle a vestirse, ni podría oler el aroma de su pelo...durante un interminable año. Trescientos sesenta y cinco días. Ocho mil setecientas sesenta horas...no sabría si podría aguantar estará tanto tiempo lejos de casa...con ese hombre y sin morir de un ataque al corazón.

—Recoge tus cosas, nos vamos a casa. Es sábado y he hecho venir a la señora Smith sólo para tener aquí esta reunión...

En pocos minutos me vi de nuevo en el coche de mi padre conducido por Tom; quizás no era momento de parar a pensar en esto, pero no podía recordar la última vez que vi a mi padre conduciendo. Puede que quizás no le haya visto nunca...Así como tampoco podía recordar a mi padre comprando algo o simplemente paseando por la calle tranquilamente. No. Mi padre estaba por encima de todo eso. Si quería ir a algún sitio le llevaba Tom, aunque para ello tuviera que levantarle a altas horas de la noche. Si necesitaba algo no tenía más que descolgar el teléfono y ahí lo tenía...Mi padre vivía en su propio mundo, un mundo de grandeza en el que él era el ser supremo, el que estaba por encima de todas las cosas...

Mucho me temía que había conocido a su más próximo y duro competidor.

No era una persona que se dejara llevar por las primeras impresiones, pero me había parecido que Edward Cullen era más o menos una persona parecida a mi padre. Quizás una versión mejorada de Charlie Swan. Tenía todas las papeletas de ser un tipo serio, frío y arrogante que hacía que la gente se inclinara ante él a cada paso que daba...y ahora me había tocado a mí ser su súbdita más abnegada. Perfecto.

Cuando llegamos a casa mi padre pasó sin saludar a Sue, se fue directamente hasta su despacho y allí se encerró tras dar un sonar portazo. Sue me miró con pena.

— ¿Cómo ha ido la reunión? —suspiré.

—Si la pregunta es "¿cómo le ha ido la reunión a Charlie?" la respuesta es, de maravilla...de momento le han salvado el cuello – dije mientras entraba con ella a la cocina — Si la pregunta es "¿cómo le ha ido la reunión a Bella?" la respuesta es...de lo peor. Mañana vienen a por mi a primera hora...mañana me marcho a Nueva York con Edward Cullen...

Sue y yo oímos un pequeño sollozo a nuestras espaldas. Se me rompió el corazón al ver que era Matt; en este instante me estaba mirando con sus ojitos abiertos de par en par. Me agaché frente a él y le aparté los mechones castaños de su cara.

— ¿Qué pasa, cariño?

— ¡Te vas mañana! —sollozó — ¡No te puedes ir tan pronto! — me mordí el labio presa de una pena incontenible.

—Cariño...te dije que me...tenía que ir – parpadeé rápidamente para alejar esas lágrimas traicioneras – Sabes que sólo será por un tiempo...

— ¡Pero creí que te ibas a ir después! Aún tenemos que ir al parque para ver el estanque de patos – murmuró con su tierna vocecilla infantil – Y...y tienes que venir a ver...la obra de teatro del cole...hago de árbol – sonreí mientras le cogía la carita con las manos – Si tu no vas nadie va a ir a verme, nana...Papá no va a querer ir, él nunca va a verme al cole...– maldije para mis adentros a mi padre.

— ¿Y...y qué te parece si va Sue a verte? — miré a la mujer en busca de su aprobación; ella se limitó a sonreír y a asentir – Puede llevarte uno de esos dulces que hace ella para después de tu obra, ¿qué te parece? — Matt se apartó las lágrimas de la carita y miró a Sue.

— ¿Me llevarías manzanas caramelizadas? ¿Esas que haces taaaan ricas? — preguntó con los ojitos muy abiertos.

—Claro, cariño – dijo Sue.

—Vale...pero te voy a echar de menos, nana...

Por Dios, y yo a él. Agradecí el hecho de que escondiera su carita en mi pecho, porque así no le asustaría con mis lágrimas. En este momento mis miedos a ir sola al mundo de Edward Cullen quedaban en un completo segundo plano; ahora lo que más temía era dejar a Matt expuesto en las fauces de mi padre. Al menos me quedaba el consuelo de que Sue estaría allí con él, como lo hizo desde que vino al mundo. Sabía que con ella estaría en buenas manos...

Ese día no salí de casa para nada; me puse un chándal y aproveché todo lo que pude para estar con Matt. Jugué con él a las carreras de coches, le encantaban los coches...nos tiramos y rodamos por el suelo, riendo y gritando, vimos películas de vídeo tirados en su diminuta cama...Cuando Matt se quedó dormido con su muñeco de Mickey Mouse bajo en brazo comprendí que el día se me había hecho demasiado corto. Quería estar más tiempo con él, quería...quería muchas cosas que ahora no podía tener...Arropé a Matt hasta arriba con sus sábanas de Bob Esponja y besé tiernamente su frente. Apagué la luz y encendí el pequeño aplique por si se despertaba a media noche. Justo cuando iba a salir por la puerta la voz somnolienta de Matt hizo que me detuviera.

—Te quiero mucho, nana...hasta el infinito...y más allá...

—Y yo a ti, pequeño – murmuré sin querer despertarle de sus sueños.

Cuando bajé a cenar comprobé que mi padre no me había esperado, aunque me daba lo mismo; Sue estaba limpiando los platos de la cena de mi padre mientras la de Tom, el chófer, se calentaba en los fogones. Así que la última noche en mi casa cené con los empleados, aunque yo hacía tiempo que no los consideraba como tal. Al fin y al cabo era lo más próximo a una familia para mí, me apoyaba en ellos cuando me daban esos horribles bajones y eso era de agradecer...

Estaba agotada mentalmente; sabía que me iba a costar dormir, pero de todos modos me fui pronto a mi habitación y me tiré en la cama. Apenas puse la cabeza sobre la almohada cuando sonó mi móvil. Sonreí al ver quien era.

—Phill... ¿cómo estás?

Phill era un amigo de mis padres y era como el tío que nunca tuve. Desde siempre le recordaba venir a mi casa a traerme caramelos los fines de semana...aunque todo se perdía. Desde que mi madre murió la relación de Phill con mi padre se distanció. Bueno, no le culpaba. Yo también me habría distanciado de mi padre si hubiera podido...

— ¿Ya no me llamas tío Phill?— sonreí — ¿Cómo estás, pequeña?

—Bueno – suspiré – He estado mejor...

—Ya – dijo alejado el tono de broma de su voz – Me lo imagino...Así que es verdad que tu padre te ha usado como moneda de cambio...—vaya...si que era duro escuchar en otra boca lo que yo llevaba pensando todo el día.

—Las noticias vuelan — murmuré — No creo que sea tan malo...sólo tendré que estar en Nueva York un tiempo – dije sin mucha convicción.

—Espero que todo esto salga bien, pequeña...No me gustaría que tú sufrieras por los errores de tu padre...

—No, está bien, Phill...estoy bien...Me da mucha pena por Matt...

—Es muy pequeño y tu padre apenas le hace caso... ¿Estará bien?

—Sí, seguro...Sue le cuida como nadie y él la adora — dije sonriendo.

—Prométeme que me llamarás de vez en cuando...

—Eso está hecho...— me quedé mirando el teléfono como una imbécil cuando colgué. Parecía de locos que estuviera intentando calmar a alguien cuando no tenía fuerza suficiente para hacerlo yo misma conmigo...

Por segunda noche consecutiva no pegué ojo.

Me desperté exactamente igual o peor que cuando me acosté. Al parecer eso de dormir se estaba convirtiendo en una extraña costumbre en mi...Cuando me miré en el espejo reconozco que me asusté un poco; tenía las ojeras muy acentuadas y estaba un poco más pálida de lo normal debido a la falta de sueño. Decidí ponerme manos a la obra antes de que viniera a buscarme Edward Cullen.

Tras ducharme y secarme el pelo cogí las únicas prendas que había dejado fuera de las maletas para facilitarme la tarea; elegí unos pantalones negros y una camiseta suelta de color rosado, algo cómodo ya que tenía por delante un vuelo de varias horas. Cogí mis maletas y me dirigí hasta la habitación de Matt. Aún dormía, así que no quise despertarle, en parte para que mi corazón no se rompiera de nuevo al ver sus ojitos tristes. Le di un beso en la frente y salí de allí sin hacer ruido y con el alma encogida.

Cuando llegué al piso de abajo vi que mi padre estaba en el salón, leyendo un periódico. A veces le envidiaba, como justo ahora. Había tenido un problema enorme con su empresa que casi le había dejado en la ruina. Enemigo o no, Edward Cullen le había solucionado el marrón. Le había dado el dinero que necesita a cambio de poder y a cambio de mí...compañía. Él no se manchaba las manos. Siempre le daban todo hecho dejando el trabajo sucio a los demás. Me hubiera gustado ser más valiente y enfrentarme a él al principio del todo. Pero no, jamás me atreví a osar tremenda barbaridad...

El timbre de la puerta resonó por toda la casa, o al menos eso me pareció a mí. Sue corrió a abrir la puerta...y me sorprendí al ver a la persona que estaba tras ella. Se trataba de un chico de unos veinte pocos años ataviado con un traje negro e impecable de chófer y con una gorra en las manos. Su sonrisa era sincera y radiante, típica de aquellos que son plenamente felices con lo que hacen.

—Buenos días, señora. Vengo a buscar a la señorita Isabella Swan.

Mi padre levantó la vista del periódico y lo apartó sobre la mesa con un gesto de total hastío. Caminó hasta donde yo estaba y me miró de forma intensa.

—Espero que te comportes como es debido – dijo con dureza – Haz caso en todo lo que te diga Edward...no le lleves la contraria porque te arrepentirás. Si crees que la vida conmigo ha sido dura ni te imaginas como va a ser estar a su lado...Eres una Swan...— dijo mientras miraba hacia otro lado – Y a...Cullen...no le gustan los Swan – abrí la boca para preguntarle qué demonios pasaba con ser una Swan, pero mi padre no me dio opción a hablar – Chico – llamó al chófer – Ayuda a la señorita – espetó.

Me despedí rápidamente de Sue y de Tom ante la atenta mirada de mi padre...él odiaba el drama, así que lo hicimos todo muy rápido. Cuando salí a la calle me encontré con un fabuloso Audi A8 azul oscuro aparcado en la puerta de mi casa. El chófer corrió hasta donde me encontraba y me saludó de nuevo tocándose ligeramente la gorra.

—Me llamo Seth Conray, señorita – hizo una reverencia graciosa – A su servicio.

—Encantada, Seth...y gracias – dije mientras nos acercábamos a la puerta trasera del coche.

Seth me abrió la puerta y esperó a que entrara. El coche por dentro era tan lujoso como por fuera; los acabados eran de madera lacada y los asientos de cuero que te invitaban a pasar la mano por ellos. Y olía de maravilla...era una esencia oscura y masculina con un toque de... ¿vainilla? Como fuera, ese olor me hizo cerrar los ojos e hizo que me tranquilizara un poco...aunque la tranquilidad me duró más bien poco al oír esa aterciopelada y profunda voz.

—Buenos días, Isabella...

A menos de tres centímetros de mi tenía la cara y la boca de Edward Cullen...y me estaban mirando con esa medio sonrisa burlona que le caracterizaba...

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Gracias por vuestros votos y por vuestros comentarios. Ya mpieza la convivencia entre Edward y Bella...¿Qué pasará? Nos leemos pronto!

 

Capítulo 3: Capítulo 2 Quiero a tu hija, Charlie Capítulo 5: Capítulo 4 Hacia lo desconocido

 
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