El sábado al mediodía era mi inquebrantable cita semanal para tomar café con Alice, y mientras yo paseaba por nuestra cafetería habitual, cogí un pelo de gato de mi suéter negro. —Maldito gato —murmuré.
—¿Tienes un gato?¿Desde cuándo? —dijo Alice apareciendo detrás de mí.
—Oh, bueno, sí. Tengo un gato esta semana.
Ella me analizó con curiosidad. —Bi-en. Pero odias los gatos.
—Yo no odio los gatos. —En realidad los odiaba.
—Lo que tú digas. —Hizo rodar los ojos.
Ordenamos nuestro café y reclamamos los sillones de la parte trasera. Los ojos de Alice estaban sobre mí desde el segundo en que me senté. —¿Qué?
Ella ladeo la cabeza. —Algo está pasando contigo. —Tomó un sorbo de su Americano helado tamaño cubo, mordiendo la pajilla.
Traté de actuar de forma casual, pero mierda, una vez que Alice sospechaba algo, no había nada que no quisieras que ella supiera que pudieras guardarte.
—Estás guardándote algo. Has estado trabajando con Logan. El profesor Masón me dijo que se fue del hospital y tú sigues estando perdida en acción durante toda la semana. Y tienes que admitir que lo del gato es extraño.
Quité la tapa de mi café con leche, necesitando hacer algo con mis manos. —No, nada está pasando. Masón me devolvió mi tesis con toneladas de cambios, así que sólo he estado ocupada trabajando en eso. Y el gato. . . No es nada. No era más que un gato callejero cuando lo encontré.
Ella entornó sus ojos hacía mí. —¿Estas bromeando?¿Piensas que es tu trabajo arreglar a todos los hombres y animales callejeros de Chicago? Cariño. . . —Negó con la cabeza—. Tienes que dejar ir esto.
Tomé otro sorbo de mi bebida, intentando pensar en una forma de cambiar el tema. Alice tenía antecedentes de sonsacarme verdades que no necesitaba saber. Tal como mis hábitos de arreglo personal, o el hecho de que no era dueña de los juguetes sexuales, hecho que cambiamos rápidamente en un viaje a la tienda de sexo hace varios meses. No es que yo lamentara esa intervención en particular. Pero aun así, ¿no tengo derecho a un poco de privacidad?
Además, se alteraría si se enteraba de que Logan estaba viviendo conmigo. Si se lo decía a Masón o a alguien más, no quería pensar en qué sería de mi beca para estudiar pacientes de amnesia. Seguramente esto estaba cruzando una especie de línea. Al menos no habíamos tenido sexo. Dios, si alguien pensaba que estaba negociando favores sexuales para la investigación académica. . . Me estremecí.
Alice se dio cuenta, entornó los ojos mirándome. —Espera un segundo. —Levantó un dedo en el aire. —Uh-uh, no. De ninguna manera.
—¿Qué? —Mi estomagó se llenó de nudos por los nervios.
—Sigues en contacto con él, ¿Verdad?
—¿Quién?
—No te hagas la tonta. Sabes que estoy hablando de Logan. Aún debes estar hablando con él; de lo contrario estarías más molesta o parloteando de él sin parar.
—Tal vez.
—Chica, es mejor que lo sueltes en este momento.
—Para, Alice. —Miré mi bebida—. No hay nada que decir. —Aparte de que estoy deseando gravemente a un hombre enfermo, posiblemente violento, con un pasado en el que ninguno de nosotros sabe indagar. Oh, sólo eso.
Ella entrecerró los ojos, pero afortunadamente lo dejó pasar.
Después de que Alice y yo charláramos un poco más de tiempo, insistió en llevarme a casa, diciendo que quería conocer a mi gato. No importó que tratara de decirle que prefería caminar, o que me detendría en la biblioteca de camino, ella siguió insistiendo, hasta el punto de que supe que si seguía inventándome excusas, ella comenzaría a sospechar. Finalmente cedí.
—¿Cuál es su nombre de todos modos?
—¿Quién?
—El gato.
—Oh, bueno, Tom.
—¿Tom? —Preguntó con una sonrisa—. Estas aún más necesitada de un hombre de lo que me di cuenta.
Manejamos en silencio hasta mi apartamento, a la vez que rogaba que Logan estuviera fuera. Él no trabaja los sábados, pero si había un Dios, le pedí que me concediera mi petición.
Cuando abrí la puerta de mi apartamento, y la abrí de un empujón, suspiré de alivio. Todo estaba quieto y silencioso. Gracias a Dios. Logan no estaba aquí.
—Aquí Tommy —se rió Alice. Amaba a los gatos, y tenía dos, de lo cual yo siempre me había quejado, resaltando el hecho de que tuviera un gato aún más increíble.
Oh, mierda, las pinturas. A pesar de que Logan no estaba aquí, a menos que pudiera convencer a Alice que repentinamente había empezado a pintar, tan pronto como entrara en el comedor estaría jodida. Y puesto que ella sabía que yo no tenía un hueso artístico en mi cuerpo, la mentira se habría descubierto.
—Bueno, hola, Thomas. —Oí hablar a Alice desde la otra habitación—. Eres un gatito bonito. —Volví a entrar en la sala de estar. Tal vez sólo pudiera mantenerla en esta sala. Gracias a Dios por ese maldito gato.
—Sí. Es él, el nuevo hombre en mi vida. —Sonreí. Era un lindo gato, tenía que admitirlo. Era de un suave gris y blanco. La mejor parte de él era que no utilizaba una caja de arena, arañaba la puerta cuando necesitaba salir, así que no había lío que limpiar.
Sentó al gato a sus pies. —Voy a usar el baño antes de salir. Demasiado café.
—Está bien.
Dejé escapar un suspiro de alivio en el momento en que desapareció por el pasillo. Tal vez podría tirar esto.
Un segundo más tarde, Alice estalló por el pasillo. —¡Llama a la policía!
—¿Qué? ¿Por qué?
—¡Hay un hombre masturbándose en el baño! —Agarró un paraguas del vestíbulo y lo sostuvo delante de ella como un arma, lista para la batalla. —¡Isabella! ¿Escuchaste lo que dije? ¡Llama a la policía!
Me tragué mi orgullo. —Logan. Será mejor que vengas aquí —le grité por el pasillo.
Los ojos de Alice se abrieron en shock. —¿Lo-Logan?
Salió a la sala un segundo después, una toalla blanca envuelta alrededor de sus caderas, su pecho todavía húmedo y brillante con gotas de agua de la ducha. Sus mejillas estaban rojas y recordé de pronto la exclamación de Alice de que se estaba masturbando. Archivé esa imagen mental para inspeccionarla más tarde.
—¿Qué demonios está haciendo él aquí? —gritó Alice, señalando a Logan.
Logan parecía incómodo y avergonzado. Un impulso protector creció dentro de mí. Nadie haría que Logan se sintiera mal por estar aquí. —Alice, relájate. Te lo explicaré. Logan, ¿por qué no vas a mi habitación y te vistes?
Desapareció por el pasillo sin una palabra.
—¿Qué demonios te pasa? —susurró Alice tan pronto como él se había ido.
Levanté mi mano, deteniéndola antes de que empezara a despotricar. —No es lo que piensas. Solo va a estar aquí hasta que pueda descubrir quien es. Y no pasa nada entre nosotros.
—Correcto. Y es por eso que se está masturbando en tu cuarto de baño, ¿por qué nada está pasando?
—Sí. Exactamente. Él no está recibiendo ninguna acción por mi parte. Sé que te parece una locura, pero es mi amigo.
Respiró hondo y cerró los ojos. Cuando los volvió a abrir, parecía un poco más relajada. —Tienes suerte de que te quiero niña, porque de lo contrario, estaría llamando a la policía.
—Gracias, Alice, pero no puedes decirle a nadie sobre esto. En especial a Masón.
—Obviamente —se burló ella—. Al menos aún tienes un poco de sentido del bien y del mal.
Le quité el paraguas de las manos. —Suelta el arma. Te prometo que es agradable.
Logan salió unos minutos después, vestido con vaqueros y una desgastada camiseta gris.
—Hola, soy Logan. Le tendió la mano a Alice. Le sonreí cálidamente, agradecida de que a pesar de esta incómoda situación, fuera cortés y bien educado.
Alice le sonrió también, pareciendo notar por primera vez lo atractivo que era. Yo había visto esa sonrisa antes, y normalmente estaba reservada para un hombre al que estaba tratando de impresionar. —Es agradable conocerte. —Sonrió.
—Y, veo que has conocido a Tom. —Logan bajó la vista hacia el gato, que serpenteaba alrededor de los tobillos de Alice.
—Ah. Ahora tiene sentido. Tom es obra tuya.
Él asintió y se agachó para recoger al gato, sosteniéndolo contra su pecho. —Sí.
—Bella odia a los gatos —comentó Alice.
—¿Odias los gatos? —preguntó Logan, volviéndose hacia mí con una mirada de preocupación.
—Yo no los odio.
Logan se volvió hacia Alice en busca de la verdad, ya consciente a los treinta segundos de conocerla de que ella no era dada a contenerse. —Los odia. Lo que significa que realmente tienes que gustarle.
Logan me sonrió cálidamente. —Sal a la calle, Tom. —Logan encaminó al gato hacia la puerta y lo condujo fuera.
Alice se quedó casi toda la tarde conversando con Logan y conmigo. Compartimos una copa de vino y puse un poco de música, ese blues que parecía hablarle a Logan, pero aún tenía que provocar un recuerdo. Me sentí aliviada al ver que Alice era amable con él, aunque me di cuenta de que expresaría todo lo que estaba realmente en su mente después.
Cuando estuvo lista para irse, me pidió que la acompañara afuera, lo cual era la clave para: Te voy a bombear para obtener información fuera del alcance del oído de tu compañía.
Estupendo. Me deslicé sobre mis zapatos y la seguí hasta el pasillo. Se quedó callada mientras descendíamos las escaleras, pero me di cuenta de que su cabeza estaba dando vueltas. Eso sólo me asustó más.
Una vez que llegamos a la calle, nos detuvimos delante de su auto. —Así que, ¿realmente no está pasando nada entre tú y Logan?
Asentí con la cabeza.
—Demuéstramelo.
Incliné la cabeza, tratando de entender. ¿Quería inspeccionar mis partes femeninas para detectar signos de penetración? —¿Cómo?
—Como por ejemplo. . . si te fijo una cita, ¿irías?
Oh mierda. —Por supuesto.
Tomó una respiración profunda, obviamente satisfecha de sí misma. —Genial. Es mañana por la noche. A las Ocho con Mike, el tipo al que conociste en el club. Ha estado preguntando por ti.
Tenía esto arreglado desde el principio, ¡que sorpresa! Abrí la boca para protestar, cuando Alice palmeó la parte superior de mi cabeza.
—Y ponte un vestido.
Se metió en su coche y se marchó.
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