En los días que siguieron, Logan y yo caímos juntos en una rutina fácil. Siguió trabajando en el sitio de construcción cada día, excepto un día que llovió. Ese día había vuelto a casa temprano con un gato extraviado que había encontrado acurrucado afuera y una bolsa de comida seca para gatos, diciendo que el animal estaba abandonado, como él. Me rompió el corazón la manera en que se comparó a sí mismo con el gato callejero, como si realmente creyera que nadie lo quería. No pude decirle nada después de eso, y así fue como el maldito gato, llamado Tom por Tomás de Aquino, llegó a compartir el departamento con nosotros.
Tener a Logan viviendo conmigo tan estrechamente se había convertido rápidamente en algo cómodo. Era amable y atento, a menudo haciendo cosas por mí para mejorar mi día un poco, como tener mi café preparado y una pequeña cacerola de leche hirviendo cuando me levantaba de la cama. Me gustaba su lado educado, incluso si era parte de trabajar a través de su amnesia y una manera para él de sentirse como si estuviera contribuyendo de alguna manera. Luego de perder a mi mamá a una edad tan joven y crecer con un padre soltero, no había sido mimada o cuidada de esa manera. . . jamás. Parecía preocuparse genuinamente, a menudo preguntándome sobre mi día o sobre cómo estaba yendo mi investigación, y escuchaba atentamente mientras yo le respondía. Era lindo tener a alguien cerca. Estar juntos durante tanto tiempo significó que ahora éramos casi inseparables.
Me encontré extrañándolo cuando se iba. Comencé a cambiar mi rutina para poder irme a las mismas horas que él, optando por estudiar en la cafetería o en la biblioteca, así no tenía que estar sola en el departamento. Siempre había adorado mi soledad y prefería vivir sola, pero tener a Logan cerca alteró eso.
Tras las cenas, pasaba unas horas en línea intentando encajar las pequeñas piezas de información que teníamos sobre su pasado. Completó la prueba de Coeficiente Intelectual y un examen de nivel universitario como yo había sugerido, y lo hizo extremadamente bien en ambas. Busqué en redes sociales por alguien llamado Logan en el área de Chicago, pero había unos cientos de ellos, y no pude encontrar nada de interés. También continuó ayudando con las tareas, y pasando tiempo pintando después de que me fuera a la cama.
Esa noche de viernes completó su primera semana conmigo y, de lejos, sus pesadillas no habían cesado. Al principio, solía dormir con la puerta de mi habitación abierta, así podía ir hacia él y consolarlo en la noche cuando lo necesitaba. Las últimas noches, sin embargo, venía a mi cama y no podía rechazarlo. Lo quería cerca, también. Nos habíamos vuelto rápidamente cercanos —simplemente parecíamos encajar juntos.
Después de la comida para llevar y de ver una película en la televisión, ambos estábamos cansados de la agitada semana. Fuimos a la cama juntos, ya sin escondernos bajo el pretexto de armar el sofá para él.
Nos metimos en mi cama, cubriéndonos con las frescas sábanas. Suspiré y cerré los ojos, permitiéndome acurrucarme en sus brazos, sabiendo que eso era lo más lejos que él lo llevaría.
Jamás hubiera pensado que me sentiría tan cercana a alguien que había conocido durante tan poco tiempo. Normalmente era una persona que valoraba mi privacidad y tan cuidadosa sobre dejar a alguien entrar, que mi manera de abrirme con él me había sorprendido. Descansé mi mano encima de su corazón y simplemente disfruté de la sensación del golpeteo constante bajo mi palma. Lentamente, me permití caer dormida en sus brazos.
Logan gritó en sueños y se sentó en la cama. Abrí los ojos de golpe, despertándome abruptamente.
—Está bien. —Coloqué mi mano en su hombro, intentando calmarlo con caricias gentiles.
Su corazón estaba acelerado y su piel húmeda por el sudor.
—¿Otra pesadilla?
—Era tan real. Estaba de vuelta en ese almacén. Recuerdo pelearme con él. Se sintió tan real, como si realmente estuviera allí. Tal vez todo pasó como dijeron que ocurrió.
—Fue en defensa propia, sin embargo, ¿verdad? —¿A quién intentaba convencer, a Logan o a mí?
—Sí. Eso creo. —Lentamente asintió—. Es jodido, sin embargo. No saberlo del todo.
Su duda me sorprendió, pero pude ver el dolor en sus ojos. O bien me arriesgaba y confiaba en él, o saltaba a las acusaciones. Podía darme cuenta de que necesitaba que creyera en él. La policía había retirado todos los cargos, así que no se sentía bien que todavía dudara.
—No eres un monstruo. —Me acurruqué en su pecho, plantando un beso en su cuello—. Eres dulce y gentil.
Frotó sus nudillos contra mi estómago, y se acercó más a mí. Comenzó a bajar la mano, hundiéndola por debajo de la cinturilla de mi ropa interior.
—Logan, no creo que esa sea una buena idea. —Acababa de tener una pesadilla sobre matar a un hombre, por el amor de Cristo. El sexo era lo último en mente.
Sacó la mano como si se hubiera quemado.
—Entonces, me tienes miedo.
—Por supuesto que no. —Levanté mi mano para sujetar su mejilla.
—Entonces estás disgustada conmigo.
—No es eso tampoco. —Me senté en la cama, completamente despierta ahora.
Cerró los ojos con fuerza, como si quisiera que las imágenes de su pesadilla desaparecieran tan repentinamente como su memoria lo había hecho.
—Pero no dejas que te toque.
Mi corazón latía con fuerza en mi pecho. Había deseado que me tocara desde la primera noche aquí. No de esta manera, sin embargo, no porque estuviera aterrorizado y necesitado de consuelo. Cuando me encontré con sus ojos, todas mis objeciones se desvanecieron. Me observó como si fuera algo increíblemente preciado para él. Estaba atrapada en el entendimiento de que si le daba la espalda ahora, estaría confirmando sus ideas de que no era nada más que un monstruo.
Tomé su mano y la apoyé sobre mi pecho, dejando que sintiera el latido de mi corazón. Sus ojos se abrieron momentáneamente, como si sintiera el insistente golpeteo. Mi cuerpo no deseaba nada más que su tacto, pero como lo había rechazado un segundo atrás, no sabía qué decir.
—Logan. —Su nombre se deslizó de mis labios y fue todo lo que se necesitó decir.
Me hizo descender sobre la almohada otra vez, y me inmovilizó en la cama, besando y acariciando mi cuello. Su barba arañaba mi piel e inhalé la esencia de su loción de afeitar, intentando memorizar este momento.
Me levantó hasta colocarme en una posición sentada y me quitó la camiseta, arrojándola al suelo. Me gustó que no hubiera preguntado; sólo hizo lo que quería, todo con perfecta habilidad. Su mirada bajó a mi pecho, y sus manos se unieron a la inspección, suavemente, pasando las yemas de sus dedos por debajo de mis pechos, hundiéndose en mi escote, rodeando mis pezones, pero jamás tocándolos.
El calor y la humedad inundaron mi entrepierna y dejé escapar un pequeño gemido.
—Shh. Lo aliviaré —susurró.
Bajó la cabeza y besó mis pechos con el mismo patrón, todo menos donde lo necesitaba. Cuando mis jadeos se hicieron más pesados, finalmente deslizó su lengua a través de mi pezón y yo incliné la espalda, hundiendo mis pechos más profundamente en su boca. Su lengua trazó círculos lentos y sencillos mientras los juntaba con sus manos. Jamás recibí tanta atención en ellos, y nunca creí que me pondría tan caliente.
Deslicé las manos debajo de su camiseta, y las pasé por sus abdominales, amando su sólido tacto. Le saqué la camiseta por la cabeza y se unió a la mía en el suelo. Siguió besándome y el efecto de su piel, cálida y suave contra la mía, me llevó por encima del borde. Envolví mis piernas alrededor de su cintura y empujé mis caderas contra las suyas, golpeándome contra él. Jadeé ante el contacto.
Después de besarme durante varios minutos más, mientras continuaba apretándome contra él, buscó entre nosotros y bajó las braguitas por mis muslos. Gracias a Dios. Estaba lista. Busqué la cinturilla de sus calzoncillos, pero negó con la cabeza.
—Aún no.
Tragué y dejé mis manos a ambos lados, asintiendo como una buena chica. No quería hacer nada que lo ahuyentara. No cuando estaba tan necesitada de la liberación que él podía darme.
—Logan —gemí sonoramente, la frustración y la tensión sexual evidentes en mi voz.
—Lo sé, nena. —Besó mi frente y se apoyó sobre sus codos, posicionándose entre mis piernas. Las separó de repente, y se mantuvo allí. Estaba completamente expuesta y en exhibición para su inspección, pero no me sentía cohibida en ese momento. Quería todo lo que pudiera darme.
Justo como aquella primera noche, me extendió, manteniéndome abierta, deslizando sus dedos arriba y abajo por la longitud de mi humedad. Amaba que fuera sin prisas. Con los otros dos hombres con los que había estado fue una carrera hacia la meta, se apresuraban a entrar, salir y luego irse. Logan sólo parecía preocupado por mi placer, como si el acto de amarme pudiera sanarlo de alguna pequeña manera.
Tras varios minutos de tortura con sus dedos y observarme retorcerme mientras me besaba la parte interior de los muslos, el vientre y las caderas, finalmente movió su lengua a través de mi clítoris. Mis caderas se separaron de golpe de la cama. Se rio y sostuvo mis piernas en su lugar, luego hundió su boca en mí una vez más. Me chupó el clítoris, su lengua girando contra mí. Jadeé y maldecí, empujando contra su boca, ya sin preocuparme por cómo me veía para él. Me calentaba más de lo que lo hizo jamás nadie.
Abrió mis piernas y con entusiasmo succionó mis pliegues. Grité en voz alta. No había nada tentativo o tímido en sus toques. Me trabajó como si conociera mi cuerpo desde hace años, más que desde hace días. Ver ese lado fue un nuevo descubrimiento. No había nada fugaz o impersonal en esto. Con Logan era todo o nada. ¿Es por eso que se había contenido en hacer el amor conmigo?
Cuando mis gritos aumentaron continuó sin ceder. Sólo me sostuvo y siguió lamiéndome y chupándome en mis partes más sensibles hasta que me derrumbé. Mi orgasmo se construyó lentamente, pero una vez que se desbocó, gemí su nombre en un sollozo final y caí contra la cama, completamente agotada.
Logan se rio sobre mí y acomodó su cuerpo contra el mío, sosteniéndome mientras las réplicas de mi orgasmo latían a través de mi cuerpo.
Más tarde, encontró mis bragas y las deslizó de vuelta por mis piernas, poniéndolas en su lugar y luego apretándome entre sus brazos otra vez. La hora de juego estaba aparentemente acabada.
Odiaba el sentimiento de que lo estaba usando para mi propio placer, pero sabía que no me dejaría devolverle el favor. No tenía la energía para examinar esta nueva parte de nuestra relación como él quería, pero mi último pensamiento antes de caer dormida fue que si esta era la única manera en la que podía darle consuelo y alejar sus pesadillas, entonces que así fuera. Egoísta, lo sé. Jodida Madre Teresa, aquí.
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