El león masoquista y la oveja enferma
Ya era de noche y no había comido nada desde el mediodía, en realidad no comí mucho ya que estaba tratando de ignorar a Jacob, tratando de averiguar lo que era Edward, cosa que ya no me preocupaba, pero debería. Era un vampiro.
-Tengo que atender tus necesidades humanas.-Dijo Edward colocando mi mano sobre mi abdomen, el cual producía un sonido muy molesto en protesta por el hambre. Era penoso.
-No, puedo resistir hasta mi casa.-Le mentí, seguramente me iba a desmayar en el camino.
-Bella, ¿Piensas despreciar la cena que preparó mi familia?-Preguntó Edward dramáticamente ofendido.
-Lo siento Edward, es que me da muchísima pena bajar, después de todo el escándalo que se for...-Un dedo frío y suave se posó sobre mis labios.
-Nada de esto es tu culpa, además. ¿Quién te dijo que bajarías a comer? Yo te traeré la comida.-Me dijo riendo y desapareciendo, sin permitir que se lo impidiera.
Era tan cortés y amable.
Me volteé a ver su colección de música, la mayoría era clásica e instrumental. Desde décadas pasadas hasta música actual. Edward tenía un siglo de vida, y por lo que pude suponer, su cultura en general debe estar increíblemente avanzada. Mientras tomé un CD al azar, lo solté al instante sintiendo un pinchazo en mi dedo, levanté mi mano para visualizarlo, había un punto marcado en la parte superior de mi dedo índice. Solté un bajo gemido de dolor al presionar el punto rojo.
-¿Te duele?-Apareció Edward sorpresivamente atrás de mi. Colocando una mano alrededor de mi cintura y con la otra tomando mi débil dedo.
-No, sólo es un punto Edward.-Repliqué.
-Bueno, si tú lo dices.-Dijo mientras fruncía un poco los labios, aparentando seriedad para no soltar su risa.
Mis ojos recorrieron el cuarto, había traído una pequeña mesa desplegable, tenía comida de todo tipo de la que había en el comedor, pero estaba delicadamente adornado con pétalos alrededor, formando un mantel de colores pasteles, que me dejaron totalmente fuera de mí.
-Alice es definitivamente obsesiva.-Suspiré.
-En realidad… No fue Alice, fue mi idea.-Susurró en voz baja, si hubiera podido sonrojarse, apostaría lo que sea porque lo hubiera hecho. Su postura se convirtió en incómoda, probablemente pensó que no me había gustado su tierno detalle.
-¿Tú…? Esto, Edward… Es…-Me había quedado sin palabras totalmente.
-Si te molesta, puedo quitarlas.-Repuso con la cabeza baja mientras se acercaba a la mesa a quitar los pétalos.
-No.-Me acerqué e impedí que las quitara.-Iba a decir que es muy dulce… En serio, me encantó.-Me encontré con su mirada, mientras aparté suavemente su mano de la mesa. Mis latidos empezaron de nuevo, apenas podía contarlos. Llevé su mano al lugar superficial de mi corazón.
-Eso es increíblemente maravilloso. Si el mío estuviera funcionando, te aseguro que sería mucho peor que eso.-Dijo refiriéndose con sus ojos a mi corazón.
-Es así cómo me siento cuando estoy contigo.
Me dirigió una mirada suave, que después se tornó confusa y dolorosa, su cara se movió lentamente a un lado y quedó mirando algo atrás de él.
-Creo que deberías comer algo, no quiero que desmayes.-Repuso cambiando el tema, pero sin dejar el dulce tono de voz.
-Yo creo también.-Murmuré colocando instintivamente mis manos alrededor de mi estómago de nuevo.
Me senté en su sillón de cuero blanco, y el procedió a hacer lo mismo después de colocar la mesa al frente de mi. A pesar de que me apenaba muchísimo comer “sola”, no podía evitar probar esa comida que se veía exquisita y más aún cuando mi estómago tenía una sinfonía desde hace media hora. Me observó, siempre sonriendo, sus ojos se posaban en mí cómo si yo fuera una escultura de arte, una reina, algo fascinante, esto me incomodaba un poco, pero trataba de no poner atención a sus ojos dorados. Me pasé todo el rato hablando de lo deliciosa que había quedado esa comida, para ser “Vampiros”, el arte culinaria humana lo tenían muy bien avanzado. Terminé mi tartaleta de fresas con una sonrisa de satisfacción en mi cara.
-Gracias, ha estado delicioso.
-Si me lo vuelves a decir de esa manera, me lo voy a creer. -Repuso mientras tomaba la mesa y la llevaba abajo.
No se tomó más de tres segundos en regresar.
-¿Te importa si bajamos ahora?-Le pregunté con voz de súplica.
Frunció las cejas, pensando.
-De verdad me interesaría hablar con tu familia, a eso vine. ¿O prefieres llevarme a casa?-Traté de sonar lo más convincente posible para quedarme.
-Está bien Bella, pero sólo un momento. Debo llevarte a tu casa temprano.-Refunfuñó rindiéndose.
Caminó delante de mí, aún permaneciendo en guardia, pero no creía que fuera necesario el protocolo extracurricular de guardaespaldas. Todo estaban en la sala acomodados cómo si nos estuvieran esperando, todos me dedicaron una sonrisa, no me sorprendió que Rosalie fuera la única que no sonrío, además de Jasper que mantenía la mirada baja. Nos sentamos y después de extensas disculpas por parte de Carlisle, nuestra conversación se volvió interesante. Él me explicaba las sensaciones de los Vampiros al oler sangre humana, me parecía increíble, eran de otra especie y tenían que sobrevivir entre nosotros como alguien más del montón. Según sus descripciones la sangre era cómo una droga, un olor delicioso y exquisito, único. En cambio para mí, me parecía la cosa más desagradable del mundo, era saborear óxido y sal combinados.
Edward permanecía a mi lado con una cara inexpresiva, al parecer el tema le aburría un poco. Esme y Alice se extendieron a preguntarme acerca de mis intereses personales, mi vida cotidiana, cosas básicas, pero tenían la misma expresión de admiración que tuvo Edward mientras yo cenaba, me escuchaban con paciencia y se interesaban en un tema tan inútil cómo mi comida preferida o mi música favorita. El tema humano sería tan interesante para ellos, cómo para mí sería el de los vampiros.
Mi relación con Edward se había tornado realmente seria, para el poco tiempo que llevábamos conociéndonos. Me percaté por uno de los grandes ventanales de la casa, que el cielo se había vuelto completamente negro, una noche oscura iluminada sólo por la luna. Se me había ido completamente la noción del tiempo, y es que con esa familia me sentía tan cómoda que no me importaba nada, me la pasaba maravillosamente bien.
Sentí un poco de pena al observar disimuladamente mi reloj, a lo mejor se sentirían mal. Pero tuve que hacerlo, noté que eran un poco más de las nueve de la noche, ya que no presté atención a los minutos.
-Creo que se ha hecho un poco tarde-Inquirió Carlisle.
-Ha sido un placer tenerte aquí con nosotros Bella, espero de verdad que vuelvas a visitarnos pronto.-Me dijo esperanzada Esme, mientras tomaba mis manos entre las suyas, que por muy frías, eran suaves y delicadas.
-Ella estará aquí muy seguido-Le aseguró Alice a Esme, propiciándole una sonrisa de felicidad y seguridad.
¿Lo haría?
-Gracias por todo, me he sentido muy bien en su compañía-Admití con mis mejillas un poco rojas.
-Disculpa por lo malo-Dijo Emmett divertidamente, mientras golpeaba en broma a su hermano Jasper.
-Nos vemos Bella-Escuché a mis espaldas de una voz que nunca me imaginé escuchar esa noche. Rosalie.
Sonreí como respuesta ante sus palabras.
Edward dejó que caminara al frente, aún seguía protegiéndome, ya me estaba haciendo sentir un poco incómoda.
Manejó precipitadamente por la carretera cuando mi celular comenzó a sonar. Sólo vi que era mi madre, no quise contestar para no hacer que Edward manejara más rápido, si es que podía.
Se estacionó al frente de mi casa después del “corto” viaje.
Volteé por la ventana, viendo mi casa, esperando un regaño de Charlie o algo por el estilo, suspiré profundamente y coloqué mi mano sobre la manilla del carro.
-Tu madre no está precisamente molesta-Repuso Edward conteniendo una risa.
-¿De qué hablas?
-Ya lo verás.
Después de intentar pensar a qué se refería con lo que había dicho, fruncí el ceño con duda.
-Gracias por todo, en serio, la pasé increíble.-Inquirí con pena.
-No te preocupes, no fue nada.-Respondió levantando sus hombros en señal de insuficiencia.
Me dio una dulce sonrisa, mientras cerraba la puerta de su auto. Se quedó detenido hasta que mi madre me abrió en cuestión de segundos, su cara era… ¿Emoción?
-¡Bella!-Dijo mi madre mientras sonreía despidiéndose del carro que arrancaba a mis espaldas.- ¿Cómo te fue?-Me preguntó interesada.
-Me fue…Increíble-Traté de usar las palabras correctas.
-Cuéntamelo todo, ¿Cómo es su familia? ¿Te tratan bien?-Dijo mi madre aumentando su tono de interés.
-Todos son muy buenos, me prepararon…-Recordé que no debía dar sospechas.-Prepararon una cena fabulosa.
-Me alegra que te hayas divertido hija. Pero necesito saber algo.-Dijo Renee con voz seria.
-¿Qué?
-¿De verdad te gusta ese chico? Te veo diferente, te veo feliz-Respondió con sinceridad.
-Mamá, el es increíble… Me siento tan bien cuando estoy a su lado, jamás me había sentido así.-Confesé finalmente, era la primera vez que mi madre se interesaba en mis relaciones amorosas, y primera vez que respondía a sus preguntas, sentía ganas de contárselo, estaba muy feliz.
A Reneé empezaron a brotarle sutilmente unas cuantas lágrimas de los ojos, me acarició suavemente la mejilla, mientras intentaba sonreír.
-¿Mamá qué pasa? ¿Por qué lloras?-Pregunté preocupada.
-Es sólo que… Me hace tan feliz verte así, sonriendo, alegre. No sabes cuanto hemos luchado Charlie y yo para que seas feliz, y ahora que lo eres, me emociona muchísimo.-Replicó con dulzura.
-Me siento como otra persona. Él ha llegado a cambiar mi vida madre.-Murmuré, sintiendo cómo involuntariamente mis lágrimas salían.
Llorábamos de felicidad. El día que supe que moriría pronto, mis padres prometieron que harían lo posible porque el resto de mis días fueran felices, pero simplemente yo no exigí nada, ni Renee ni Charlie están al alcance de proporcionarme grandes regalos, ni maravillosos viajes, así que yo hacía de mi día a día, lo más normal posible. Era tan satisfactorio sentirme así.
Reneé permitió que subiera después de un abrazo emotivo. Entré al baño, escuchando los ronquidos de Charlie desde la otra habitación. Mis ojos estaban un poco hinchados por las lágrimas, lavé mi cara y me cambié de ropa. Estaba totalmente exhausta. Hacía mas frío de lo común, así que tomé un sweater grueso de mi clóset. Me cubrí totalmente con mi cobija y cerré mis ojos. No faltó mucho para que me empezara a asfixiar debajo de la sábana y me la quité de encima. No podía dejar de pensar en él.
Pero no podía esperar a que se hiciera de día, quería verlo.
Me levanté apenas con el primer rayo de sol. No supe la hora, pero quería llegar lo más rápido al colegio. Me tardé un poco escogiendo que ropa usar, nunca me había importado mi apariencia, pero de nada valió el esfuerzo, tomé la primera camisa que vi.
Al bajar las escaleras, Charlie me vio con sorpresa.
-¿Qué haces tan temprano despierta?-Preguntó él. Generalmente no nos topamos en las mañanas, ya que el sale mucho más temprano que yo.
-Tengo… hambre-Respondí con una sonrisa.
-Ah, entiendo-Murmuró con una expresión de duda en su frente.-Tu madre me contó lo de…éste chico, Edward.-Charlie inquirió, cambiando de tema.
-¿Qué te dijo?-Pregunté asustada. Renee era capaz de colocar en mi boca palabras que jamás he articulado.
-Me dijo que eres feliz, ¿Es así?-Preguntó mi padre con duda e interés.
-Es cierto.-Susurré.
Quedó un rato en silencio.
-Bueno Bells, eso es lo importante, sólo queremos lo mejor para ti.-Replico Charlie dándome un beso de despedida en la frente. Pensé que iba a reaccionar diferente, pero no podía, no debía.
Llegué al colegio lo más rápido que pude. ¿Para qué? Para notar que ni el Volvo plateado, ni el Mercedes Rojo ni el Jeep Blanco estaban ahí. Me sentí decepcionada de mi esfuerzo de llegar temprano, pero no perdí mis esperanzas y esperé unos minutos más en el estacionamiento.
No hubo señales de los Cullen.
-No van a venir-Aseguró Jessica al acercarse a mí.
-No sé de que me hablas-Respondí con sequedad, tratando de enfocarme en el libro de matemática que traía en mi mano.
-Los Cullen, si no llegan a la misma hora, significa que no vienen.-Inquirió ella cómo si los conociera demasiado.
-Nunca pregunté nada.-Mentí literalmente. En cierta parte me frustraba que ella supiera más información que yo.
-Bueno, sólo te aviso.-Murmuró ella un poco molesta.
Regresé mi vista una vez más por encima del estacionamiento. Ninguna señal. Entré a clases con mi mente nublada y llena de dudas que me frustraban. Contesté algunas preguntas en estado inexpresivo en clases de Biología, mientras miraba a la mesa vacía de mi compañero de clases.
Revisé mi celular repetidas veces. Nada aún.
El día pasaba en segundos para mi, lento. Cuando creía que había pasado una hora completa, sólo eran cinco minutos. No podía creer lo mal que me sentía sin Edward, ¿Eran así mis días antes de conocerlo? Tristes, lentos y sin sentido.
Mientras caminaba por el pasillo, la gente corría rápidamente afuera, más desesperados de lo normal, ¿O era que mi velocidad era muy lenta?
-Bella, ¿Por qué caminas tan lento?-Me preguntó Mike, respirando rápidamente después de haber corrido un poco, las gotas de sudor brotaban por su frente.
-¿El colegio se está cayendo o algo por el estilo?-Pregunté con ironía.
-No, aunque es uno de mis deseos más profundos-Bromeó.
-Entonces, ¿Qué está pasando?
-Míralo por ti misma.-Respondió Mike mientras alzaba uno de sus brazos hacia el exterior del colegio.
Mis sentidos se agudizaron en busca de alguna anormalidad. Mi vista se deleito con un sol brillante, alumbrando cada hoja en los árboles, mi oído escuchaba a los chicos gritando de emoción, quitándose los sweaters y tirándolos al suelo y mi tacto se percató del calor delicado que rozaba mi cara. Fue la única cosa que me pudo alegrar el día, ¿Tendría esto algo que ver con la ausencia de los Cullen? Las pocas películas de vampiros que conocía me relataban que ellos sólo salían de noche, ya que la luz del sol los “derretía”, siempre me había parecido ridículo, claro obviando el hecho de que los vampiros no existían. Ya no sabía que otras conclusiones, pero el día era simplemente hermoso para desperdiciarlo, además por la actitud de los chicos, esto no era algo muy común aquí en Forks. Me senté en el árbol de la vez pasada. Coloqué mi mente en blanco. No quería mostrar mi incomodidad.
El resto de las clases pasaron rápido, en comparación con la primera. Entregué unas cuantas actividades y salí más temprano.
Ya empezaba a hacer calor, así que me quité el sweater, agradeciendo que la camisa que me había puesto, no fuera muy vieja. Busqué las llaves de mi camioneta mientras bajaba las cortas escaleras, cuándo escuché cómo un carro frenaba, pasando horizontalmente al frente de mí. Después de que mi corazón volviera a latir, y de que mi cuerpo reaccionó, subí mi vista lentamente, dando respiraciones profundas y entrecortadas, había estado muy cerca.
Un Volvo.
Color plata.
Vampiro.
Edward.
-Hola Bella-Me susurró al oído al bajarse de su flamante carro.
Estaba clara de que casi me pudo haber arrollado con el carro, y que aún así me hablaba cómo si nada. Pero lo que más me frustraba era su cara de simpatía y dulzura, sentía mis rodillas débiles, incapaces de sostener mi peso. Su sonrisa era brillante y delicada. Pero me había dejado todo el día sola, una “eternidad” diría yo. Lo miré fijamente a los ojos, tratando de que mi mirada fuera molesta y de rabia, intentando no distraerme al verlo penetrándome con sus ojos. Aun llevaba puesto su sweater con el clima cómo estaba, aunque se había nublado un poco el cielo. Había desaparecido el rastro del sol.
Me volteé bruscamente hacia mi camioneta, pasando por al lado de su carro, donde se encontraba Alice en el copiloto, dándome una dulce sonrisa que era incapaz de no responder. Caminé más rápido. No pude observarlo, pero de seguro estaría extrañado de mi reacción, no faltó más para que se situara al frente de mí.
-¿Qué ocurre? ¿Pasa algo?-Me preguntó preocupado.
Solté una risa irónica, mientras subía una ceja en señal de impertinencia.
-¿Por qué no viniste hoy?-Pregunté-
-Vine a buscarte Bella, te lo explico todo después.-Me dijo con una sonrisa de alivio en su rostro ante mi pregunta.
-¿Sólo así? ¿No te pasó por la mente avisarme que no vendrías hoy?-Estaba actuando muy exageradamente. Pero era involuntario. Vomitaba las palabras.
-¿Bella, cuál es el problema? Es sólo un día.-Replicó con nervios ante mi tono de voz.
-¿Sabes cuál es el problema Edward? No soy como tú, ni cómo cualquier otro humano. Tú vives por una eternidad, un humano vive varias décadas, pero yo…yo tengo que vivir día a día cómo si fuera el último, aprovechando cada segundo que pasa.-Me sorprendí ante mi revelación, le hablé firme y honestamente. La realidad de mis palabras me abrumaba y me llenaba de melancolía, a su lado se me había olvidado mi maldición. Mis ojos se llenaron de lágrimas-Ahora que llegaste, sin ti siento que pasa una eternidad, para ti son solo segundos sin mi.-Mis palabras empezaban a sonar entrecortadas.- ¿Sabes qué? Olvídalo, sólo… sólo déjame ir a mi camioneta.-Murmuré con un nudo en mi garganta y mis mejillas con unas cuantas lágrimas.
Su expresión era pálida, literalmente, más pálido no podría ser, pero me veía cómo si le hubieran dado la noticia de la muerte de alguien cercano. Podía leer su mirada. Dolor, tristeza, pena…
No se movía, parecía petrificado, congelado.
-Nos vemos Edward-Susurré rompiendo su silencio y avanzando por su lado.
-Por favor Bella, no te vayas…-Dijo con voz sollozante a mis espaldas.
El dolor de sus palabras me hicieron sentir mal por lo que le había dicho. Limpié rápidamente mis lágrimas y volteé mi vista. Se acercó a mi de forma inmediata y me abrazó fuerte, pero dulce y delicadamente a la vez, con el calor que estaba haciendo, la piel de sus brazos rodeándome y tocando parte de mi espalda descubierta por mi camiseta. Se sentía tan bien, pero así fuera, con o sin calor, todo con Edward era perfecto, su olor era penetrante, delicioso.
Le devolví el abrazo en forma de respuesta, mis brazos rodearon su cintura y coloqué mi mejilla sobre su pecho.
-Nunca más te dejaré, tienes toda la razón, jamás lo pensé de esa forma… soy un total desconsiderado.-Refunfuñó hacia sí mismo.
-No te preocupes, sólo vámonos de aquí.-Repliqué mientras miraba la gente a nuestro alrededor que se nos quedaban viendo con una expresión de sorpresa. Mike permanecía con su boca en forma de “o”. Jessica sólo comentaba al oído de muchas chicas de las cuales sólo reconocí a Ángela. Todos miraban hacia nosotros.
Incómodo.
-Vamos Bella, yo te llevaré.-Insistió.
-Pero, si tengo mi camioneta aquí, no es necesario, de verdad.
-Confía en mí. Yo te llevaré, Alice se encargará de llevar tu camioneta a tu casa.-Replicó sospechosamente.
En menos de dos segundos, Alice apareció detrás de mi, y propiciándome una dulce sonrisa, tomó las llaves de mi mano y se dirigió a la camioneta. Levanté mi mano en señal de que esperara, pero ya era tarde.
-¿Nos vamos?-Preguntó abriendo la puerta del copiloto.
Lo miré con duda, tratando de averiguar por qué querría llevarme. Era lo mismo a que yo fuera con mi Pick-up.
Miré el camino, era el mismo hacia mi casa, así que no tramaba nada, aunque su expresión mostraba lo contrario. Mordía su labio inferior, conteniendo una sonrisa.
-¿Me vas a decir por qué faltaste hoy?-Pregunté.
-¿Ya viste el clima?-Respondió riendo.
-Si, pero ¿Qué tiene que ver? ¿Es que ustedes no pueden salir a la luz del sol, como en las películas?
Soltó una gran carcajada.
-No Bella, es sólo un mito, si podemos salir a la luz pero, no debemos.
-¿Por qué?
-Ya verás.-Dijo misteriosamente.
Se estacionó al frente de mi casa y abrió mi puerta caballerosamente.
-¿Podrías acompañarme un momento?-Me preguntó caminando hacia el otro lado de la calle, hacia los árboles.
-¿A dónde vas Edward? No creo que…
-No te preocupes, será sólo un momento. ¿Confías en mi?
-Si, claro.
Colocó una mano en el bolsillo de sus pantalones, sin dejar de sonreírme se acercó lentamente y se colocó detrás de mí.
-Cierra los ojos-Me susurró al oído dulcemente.
Accedí a su extraña petición y colocó sobre mis ojos una venda, obviamente de un color negro, la amarró y me tomó por la cadera, cargándome totalmente, coloqué mis brazos alrededor de su cuello y me acerqué a él lo más que pude. Comencé a sentir la extraña sensación de aquella noche de lluvia en el bosque, el viento rozando mi piel velozmente, las manos frías de Edward alrededor de mí. El azote de los árboles paró repentinamente. Mi vampiro me colocó en el suelo con cuidado, mientras me retiraba la venda de mis ojos.
-Espero que te gusté-Dijo expectativo.
Respiré profundamente, olor a flores y grama.
Quedé sorprendida al ver un suelo de diversos colores brillantes y hermosos a la vista. Flores, muchas flores vestían el prado a donde me había llevado Edward. El pasto era verde en todo el sentido de la palabra. Un paisaje que jamás había deleitado, hermoso, increíble. ¿Cómo existían lugares así?
-Esto es… único. ¿Por qué me trajiste aquí?
-Quería compartir éste lugar contigo. Es especial.-Me respondió con ternura.
-Gracias, de verdad no sé qué decirte.-Repliqué con pena.
-No tienes que decir nada. Sólo con verte feliz me basta y me sobra.-Inquirió en voz baja.
Hubo un momento de silencio entre los dos, mientras el sol aparecía tenuemente entre las nubes, Edward se acercó a la parte más iluminada.
-Ésta es la razón de mi ausencia hoy.-Dijo mientras abría lentamente su camisa. Su físico era impactante, músculos pronunciados. Su piel brillaba cómo si estuviera hecho de diamante, parecía una escultura, una obra de arte, los diamantes estaban esparcidos por cada espacio de su cuerpo. Era hermoso.
-Edward, ¿Cómo…?-No lograba articular las palabras.
-¿Lo ves? La gente se daría cuenta.
-Ya entiendo, es increíble.-Me acerqué a él, a tocar su pecho desnudo, parecía una ilusión óptica, una alucinación. Al principio sonrió, pero después su mirada se tornó preocupada. Tomó mi mano dulcemente y la apartó.
-Tengo miedo.-Confesó con pena.
Estamos claros, Edward es un vampiro, con increíbles agilidades, con unas cuantas décadas más de vida que yo y aún así ¿Le temía a algo?
-¿Tú experimentas ese sentimiento?
-Lo estoy empezando a desarrollar.
-¿A qué le temes?-Pregunté acercándome más a él.
-Tengo miedo a dos cosas, la primera es… No poder controlarme contigo, estar cerca de ti es cómo pecar, jugar con tu muerte; no quiero hacerte daño Bella.-Replicó con melancolía, colocando su mano debajo de mi mejilla.
-Confío en ti. Nada va a pasar.-Le aseguré.
-Espero tener la fuerza…-Murmuró para sí mismo.
-¿Cuál es tu segundo miedo?
-No quiero perderte, no sabes cuánto tiempo he esperado por ti.-Susurró con tristeza mientras acariciaba mi mejilla.
El cielo estaba nublado de nuevo, en realidad ya no había señales de un día soleado cómo el de la mañana, se había tornado gris y frío. Pegó una fuerte ráfaga de viento helado que pasó sobre mí, hizo que mi piel se erizara y me hizo temblar un poco, expresé un poco de incomodidad en la cara.
-Ten.-Inquirió él, quitándose su sweater y colocándolo alrededor de mi. Aunque no estaba caliente me cubría un poco.
-Gracias…-Respondí sonrojándome.
Comenzaron a caer unas cuantas gotas de lluvia. Aún seguíamos cerca el uno del otro. Nuestras miradas estaban conectadas totalmente. De repente él se volteó, dándome la espalda y el diluvio comenzó a caer fuertemente.
-No me vas a perder.-Dije en voz alta cuando me daba la espalda. Entre la lluvia que mojaba mi rostro le grité la respuesta a su segundo miedo.
Volteó lentamente su cara de tristeza y me propició una linda sonrisa. Se acercó una vez más a mi. Tomó rápidamente mi rostro entre sus manos y posó sus dulces y suaves labios sobre los míos, fue difícil asimilarlo al principio, pero después todo fue muy romántico, me besaba lentamente, nunca había sentido esto que sentía, era felicidad. Mi primer beso. Tuve que separarme un poco de él para tomar aire, pero no quería terminar todo ahí coloqué mis brazos alrededor de su cuello, abrazándolo y besándolo enseguida.
-Te Amo Isabella Swan.-Me susurró con sus labios a pocos centímetros de los míos.
Me confundió la realidad de sus palabras.
-Tú… prometiste que no te enamorarías de mi.-Le dije sollozando.
-Fue algo inevitable.-Replicó con una sonrisa.
-Lo sé.-Reí con mis lágrimas confundidas entre las gotas de lluvia.
-Así el león se enamoró de la oveja…-Susurró.
-¿La oveja enferma?-Pregunté graciosamente.
-El león que estaba peligrosamente enamorado.-Respondió con una media sonrisa.
Tomó mis manos y las entrelazó con las suyas.
-Número cinco.-Cité.
-¿A que te refieres con eso?-Preguntó intrigado.
-Mi deseo número cinco, que mi primer beso fuera debajo de la lluvia…-Respondí con pena.
-¿Tienes una lista de deseos?
-Si, pero son sólo unos pocos.-Confesé
-Te prometo, los haré realidad, para ti. Por ti Bella, daría lo que sea. Tú eres mi vida ahora…