Mi última voluntad

Autor: MafeLovesTwilight
Género: Romance
Fecha Creación: 11/08/2009
Fecha Actualización: 30/06/2012
Finalizado: SI
Votos: 59
Comentarios: 253
Visitas: 255220
Capítulos: 44

¡FIC FINALIZADO!

 

Mi vista se volvía nítida de nuevo y me encontraba en una habitación llena de mucha claridad.

Noté la aparición de una luz blanca. Un quirófano. Edward entraba con una bata azul y con dolor en su rostro. Caminaba lentamente hacia mí, viendo a la altura de mi cintura, pero no parecía verme a mí, parecía ver algo más… Algo a través de mí.

-Bella…-Habló entrecortadamente. Suspiró en manera de intento de tranquilizarse.

-¿Qué pasa?-Le pregunté dulcemente. Traté de acercarme, pero no podía, y no sabía por qué. Aunque estaba a menos de un paso de mí, no me veía.

Tomó una silla y se sentó a mi lado. Lo que no entendía es que me hablaba, pero estaba lateral a mí y viendo a mis espaldas.

-Bella, bella… mi amor, despierta.-Alzó su mano y la colocó sobre una camilla que estaba detrás de mí. Alguien reposaba en ella.

-Estoy aquí, Edward-Susurré sin voltear totalmente, evitando encontrarme con el ser que nos acompañaba.

-Tú sólo estás dormida.-Inquirió dudoso.- Ya te extraño amor mío, tienes una vida que seguir, tienes a muchas personas que te aman, y a muchas que debes cuidar-Estaba sollozando y su voz se trancaba. – ¿Cómo me haces esto? ¿Cómo te atreves a dejarme? Tú me habías prometido, tú te quedarías… tu me prometiste que nunca me ibas a dejar.

No sabía si lo que veía era posible, pero lo que estaba viendo era algo más que real, sobrepasaba los límites de mis creencias. Edward lloraba a mi lado, y yo me rehusaba a voltear mi mirada.

No podía contener las ganas de gritarle que ahí estaba, que yo me quedaría con él. Salté a sus brazos, pero no conseguí más que caer al suelo. Me levanté quedando de la misma manera en la que se sentaba él, mirando hacia lo mismo que veía él.

Yo descansaba sobre esa camilla. Mis ojos estaban cerrados… y estaba sin vida.

-Bella, mi amor mírame, aquí estoy…-No paraba de llorar, su respiración se cortaba entre los sollozos.-Bella, levántate mi vida, párate por favor.-Apoyó su rostro sobre mí pecho y no dejó de llorar jamás mientras esa dolorosa imagen se oscurecía.

Tenía el corazón hecho pedazos.

Desde hacía cinco años, mi vida no era normal, yo no era normal, algo había hecho esto, había cambiado mi propósito y la visión de la vida.  No sabía que me esperaba en Forks, pero algo en mí, me decía que, algo iba a ser diferente.

Mejor…

Me llamo Isabella Swan, y ésta es mi historia…

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Capítulo 31: Tour

Aunque la escena desde mi punto de vista, era del todo dramática, desde otra parte podía pasar como graciosa. Yo veía a un Jacob desolado, abandonándome en medio de una noche con luna llena… desde afuera se veía a un borracho cruzando la esquina, tomando de la camisa a otro –Más ebrio que él- y arrastrándolo por la calle.

Permanecí en ese sitio, estática, por unos minutos, mientras sentía la mirada analizadora de Edward sobre mí. Por el rabillo de mi ojo vi de una manera fugaz su expresión de excesiva concentración, que cambiaba deliberadamente varias veces a confusión; supuse que se estaba insultando a él mismo por ser incapaz de leerme los pensamientos.

Abrió la boca repetidas veces, pero dudaba, y la cerraba de nuevo. No sabía como dirigirme la palabra.

Levantó su mano lentamente, y yo reaccioné.

-Hablamos mañana.-Refuté muy chocante y me volteé a entrar a mi casa.

-Era por tu bien.-Murmuró con un hilo de voz.

Quedé a un paso de entrar, dudando si insultarlo o no, pero ya que al final Jacob Black no había declarado nada, no quería sacar conclusiones de lo que pudiera pasar, ni tampoco de si Edward se encontraba en lo cierto, así que no sentí remordimiento alguno en mi comportamiento tajante.

-Mañana, dije-Repetí con el mismo tono, pero en un susurro.

-Lo siento.-Susurraba mientras cerré la puerta sin mirar atrás. El remordimiento me inundaría si hubiera visto la cara de mi amado, aunque la culpa no estaba clara.

En mi cuarto, Christine parecía poseída.

-¿Quién era ese moco, cochino, borracho y asqueroso con el que hablabas?-Preguntó separando palabra por palabra.

-Cállate, no es…-Cerré mis ojos, conté hasta tres, mentalmente, y suspiré con intención de bajar los humos por mi propia salud.-No tengo por qué darte explicaciones.

-Bueno, no tienes por qué hablarme así, recuerda que puedo decir lo que acaba de pasar.-Advirtió con voz amenazante.- ¿Por qué el otro dijo que tenías un “Chupasangre” como novio?-Dijo haciendo una mueca de comillas con sus manos mientras describía a Edward.

-Hablamos mañana. Ahora duerme.-Repliqué enrollándome en las sábanas.

Escuché como refutaba, pero después se hizo el silencio, lo cual era lo que deseaba. Poco a poco recordé la mirada de mi amigo partiendo… ahora quería que hubiera llovido, y que la lluvia hiciera un estruendo sonoro, para que mis sollozos no fueran lo único que llenaran la habitación, además de la luz de la luna atravesando por mi ventana, que alumbraba cada una de mis lágrimas.

No quería engañarme a mi misma, lo que más me dolía era que Edward me escondía algo, y yo que pensaba que era siempre sincero.

Aunque fuera la más mínima estupidez, o el hecho más grande, lo hubiera compartido con él. En la mañana siguiente, di gracias al cielo que Christine estaba dormida, así no me caería la lluvia de preguntas.

Extrañé tomar esas viejas llaves de mi pick-up, en cambio a esto, tomé un sofisticado control con unos cuantos botones.
Salí a la calle tratando de no mirar hacia el lugar de nuestro encuentro de anoche, y una nota en mi parabrisas me tomó por sorpresa. Con delicadeza la saqué, esperanzada de que fuera Jacob, pero me desilusioné al leer el escrito.

“Tu auto está increíble, éstos juguetes no deberían permitirse para menores de treinta. Maneja con cuidado, estaré vigilándote, mira que no pasarás desapercibida. Charlie.”

Arrojé la nota en la basura, negando algo con la cabeza, que no se me había preguntado, de manera para despreciar lo que Charlie había escrito.

Encendí el auto y un rugido me hizo estremecerme. Recosté mi frente contra el volante y empecé a darme unos cuántos golpes.

-¿Por qué permiten a gente menor de treinta manejar estas naves?-Me pregunté a mi misma.

Arranqué rápido y llegué al colegio en menos de tres minutos, aunque casi no pisé el acelerador.

Mi padre estaba en lo cierto, no pude pasar desapercibida. Más de veinte pares de ojos se posaron sobre mí.

Me había estacionado al lado de un auto nuevo, pero no tan pomposo y extravagante como mi Mercedes. De pronto, dos brazos tan gruesos como los de Emmett, me encerraron, haciéndome que me quedara atrapada sobre mi auto.

-Swan-Cantó con una voz gruesa.

-¿Qué quieres?

-Con qué… bonito auto.-Inquirió mientras lo analizaba de un lado a otro. El novio de Jessica Stanley se encontraba a muy pocos centímetros de mí.

-¿Tendrías la amabilidad de apartarte?-Le pedí mientras intentaba apartar mi rostro.

-Nah…-Respondió con desgana.-La amabilidad no es muy común en mí, así que mejor conversemos un rato.

-De verdad, lo siento mucho por ti, tengo que irme.-Me agaché intentando zafarme debajo de sus músculos, pero fue un intento en vano.

-Ahora te quedas-Replicó con una sonrisa macabra.

Una mano se asomó sobre su hombro izquierdo y jaló fuertemente de su abrigo, hasta dejarlo en el piso.

Edward no parecía haber esfuerzo alguno y a sus espaldas se encontraban sus dos hermanos. Jasper con los brazos cruzados y en una pose firme, a diferencia de Emmett, que sonaba sus nudillos con una expresión divertida.

-¿Por qué no te quedas tú?-Le preguntó Edward en un tono divertido.

El chico estaba sobre el asfalto y veía a los tres vampiros intentando esconder su miedo. Pero tomó valentía y se levantó para enfrentarlos.

-Si así lo quieres, aquí me quedo, Cullen.-Dijo con bastante valor. De un momento a otro aparecieron otros cinco chicos, de su
misma contextura corporal y se colocaron detrás de él como si fueran guardaespaldas. –Entonces, ¿Ustedes y quién más?

Edward rió de manera natural y en son de burla, Emmett parecía un niño impaciente por abrir un regalo y Jasper, raramente, dio una media sonrisa de satisfacción.

-Así lo quiero y así será…-Sentenció en un hilo de voz mi prometido.

Yo era la intermediaria entre los desequilibrados bandos. Por supuesto, el peso de número iba hacia el novio de Jessica.

Empecé a preocuparme por mis defensores y Alice, que apareció de la nada a mi lado, me sacó del centro de la tensión.

-¿Qué haces ahí parada? Podrías salir herida, amiga mía.-Inquirió con voz amable.

-Tengo que evitar que peleen, no quiero que salgan heridos.-Me quejé mientras clavaba mi mirada en Edward.

Alice se paró en seco y soltó una carcajada.

-¿Qué?-Pregunté con inocencia.

-Como se nota que no los has visto pelear.-Me dio una sonrisa de despreocupación.-Yo si lo he visto, y obviamente ellos ganan.-Se encogió de hombros.

-Hoy es un día muy importante.-Repuso ella viendo al cielo.

-¿Debería saber por qué?

-Muy pronto lo sabrás.-Me guiñó el ojo.

Estaba harta de quedarme en medio de las incógnitas.

Mientras caminaba, Alice me rodeaba con uno de sus delicados brazos, y no me dejaba voltear. Hice una estrategia de quedarme tranquila y de repente voltear, la cual me funciono a la perfección.

Cuando volteé, tres chicos en el piso, y de pie al frente de ellos se encontraba Emmett, uno lo sostenía Jasper por los brazos y lo tenía contra un auto, mientras que Edward colgaba al novio de Jessica por el abrigo–Que veía preocupada desde el otro lado del estacionamiento- y éste parecía sumamente asustado.

Edward vio hacia mi dirección y me sonrió con la misma despreocupación que lo había hecho Alice, unos segundos atrás. Sentí como me ruborizaba, como si hubiera sido la primera vez que veía a mi amado. Soltó al chico sin quitar la vista de mí, por consiguiente así lo hicieron sus hermanos y toda la banda de chicos salió corriendo. Jessica me miraba molesta pero no me importaba, ellos se lo buscaron.

-Te dije que más nunca te molestarían.-Susurró a mi oído y colocó su mano alrededor de mi sonrisa.

Le iba a decir algo, pero recordé la situación de la noche anterior.

-No creas que ya te perdono.-Refuté.

-Aún no, pero tendrás que hacerlo.

-¿Quién me obliga?-Le pregunté con descaro.

-La presentación de geografía que tenemos hoy.-Replicó con emoción. Como si una exposición de las potencias turísticas
mundiales tuvieran alguna clase de recreación. Me recordó que debía repasar algunas líneas que tenía que explicar. De resultado, Edward consiguió preocuparme por la asignación y no presté atención hacia él, aunque por supuesto, mi mente no funciona sin pensarlo y mi corazón no late si no lo tengo cerca.

Me tomó de la mano y desvió mi concentración mientras estudiaba características geográficas de un país que nunca logré aprender, por más que intentaba, no podía. Sentía que mi mirada le iba a abrir un hoyo a la hoja, pero al final no pude más. Había pasado toda la mañana así, y ya al mediodía no podía quedarme callada.

-¿Por qué no me habías contado?-Le cuestioné con seriedad. -Aguanta el llanto-Pensé.

Él estaba riendo con Alice de algo que no estaba enterada, cuando le hablé volteó y frunció el ceño levemente, su hermana mordió su labio inferior e hizo una mueca de preocupación también, tomó a Jasper del brazo y lo levantó de su puesto. La pequeña volteó de nuevo hacia nuestra mesa y miró fugazmente a Rosalie y a Emmett que todavía permanecían en el lugar, los aludidos reaccionaron a un movimiento de su pequeña cabecilla, donde las puntas de su cabello se ondeaban en dirección contraria.

-Deja que me explique, antes de que decidas interrumpirme.

Asentí y entrecerré un poco mis ojos, con fastidio.

-Todo comenzó cuando Jacob y yo empezamos a tratarnos mejor, bueno, en realidad cuando él empezó a comportarse porque jamás fui maleducado con él, sólo en momentos de necesidad, podía dejar de serlo un poco.

-Y esos momentos de necesidad son la mayoría del tiempo.-Inquirí.

-Es cierto. El punto es el siguiente: el pasó un día por mi casa, y me habló…-Mientras me explicaba, trataba de desviar el tema, siendo explícito con algunas cosas que no nos interesaban a ninguno de los dos. Perdíamos tiempo.
La campana sonó de repente y lo miré decepcionada.

-Que bien, lograste dejarme… ¿a ver?-Hice una mueca fingida de estar pensando.-En el mismo lugar que antes-Me levanté y tomé rápido mis libros, dejándolo con una expresión de desentendimiento.

-Pero…-Había murmurado.

Entramos en el salón para presentar nuestra exposición y pareció olvidarse de mi molestia, se colocó al frente de toda la clase y me tomó de la mano. Disimuladamente me entregó un papel pequeño y dio un paso para alejarse.


Lo miré con duda y el sonreía sin ver a nadie.

Coloqué el papel en mi bolsillo, mientras el profesor nos daba paso a comenzar.

Todo salió a la perfección-del lado de Edward-, yo me trababa muchísimo y confundía las palabras, Edward hacía el esfuerzo y me cubría cuando me equivocaba.

Nos tomaron por sorpresa cuando nos reunieron en el salón con el director de la escuela.

Estaban anunciando en cada uno de los salones que empezarían la remodelación de vacaciones, pero que la harían un poco más temprano de lo normal. Me dejaron fuera de base cuando anunciaron que acabaríamos clases dentro de dos semanas, pero si ya habíamos presentado todas nuestras evaluaciones podíamos abandonar la escuela.

Todos gritaban con satisfacción.

Esa misma noche llegué a mi casa con buen humor, satisfactoriamente había aprobado todas mis materias y ya estaba literalmente graduada.

Ordené mi casa, mientras que mi familia paseaba por La Push.

Revisé mis bolsillos antes de llevar la ropa a la lavadora y recordé que había dejado una nota de Edward en ellos.


“Revisa tu bolso, pero debes prometerme que no te molestarás… Alice”


La letra era reconocible, porque no conocía a nadie con la caligrafía tan estilizada, y aunque la de Edward era hermosa, nada se comparaba con la sutileza con la que ella escribía.

-Está bien.-Me dije a mi misma.-Respira hondo y relájate.-Así lo hice y busqué mi bolso.

Me encontré con un sobre blanco, de cartulina con texturas elegantes. Tenía un lazo en la punta del flequillo, de color azul muy claro y de un tamaño mediano.

En una esquina decía: “Isabella Marie Swan” con un lapicero plateado.

Analicé mucho el misterioso sobre antes de abrirlo. No tenía ni la menor idea de cual era la expresión que marcaba mi rostro.

Era una especie de invitación.

“El comienzo de la eternidad. Nuestro •felices para siempre• comienza ahora… El amor sobrepasó los límites de todo y nos inundó de felicidad por el resto de nuestros días, es por eso que nos llenamos de júbilo en éste día tan especial:

Isabella Marie Swan
Edward Anthony Cullen


Lugar: Hotel Ritz

Día: 03-07-2008

No dejes de presenciar la unión de dos almas destinadas a estar juntas.”


Mi mente aun no procesaba las cosas.

Instintivamente, tomé las llaves de mi auto, sin decir nada. Arranqué a toda velocidad, sin saber a cuantos
kilómetros por hora iba, ni la hora que era. Pasé la avenida principal con las manos fuertemente aferradas al volante. Llegué en un tiempo récord y frené ruidosamente al frente de la casa de los Cullen. Tomé la invitación y me
bajé del auto.

Alice y Edward me esperaban en la entrada. Edward mantenía una expresión calmada y Alice parecía impaciente.

Respiré hondo y emané mi rabia de la manera más audible posible.

-¡¿Paris?!-Pregunté viéndolos y señalando la inocente invitación que había sido víctima de mis manos y ya no era muy lisa que digamos.

Edward apretaba sus labios conteniendo una carcajada, pero le fue inútil el intento. Serenó su expresión y señaló con el índice a su hermana, ésta lo vio con rabia y sonrió inocentemente hacia mí.

-Bella, es el hotel más encantador que puedes conocer en tu vida, es perfecto-Sonaba más ilusionada que nadie.-No me hagas volver a escribir las invitaciones y cancelar las reservaciones. Además, ya pagamos un adelanto.-Repuso con inocencia y mordiendo la punta de uno de sus índices.

-Tu, pequeña… siniestra. No entiendo, ¿quién se casa? ¿Tú o yo?-Le pregunté.

-Tú, pero la organizadora soy yo y yo me encargo de todo lo que incluya la boda. Espero no te moleste, pero ya he escogido tu vestido.

La miré con mucha rabia, pero me concentré en culpar a Edward sólo con una mirada frívola.

-Fue inevitable, ésta niña es imparable.-Se excusó.

-¿Cómo lo permitiste? ¡¿Paris?!-Pregunté haciendo la misma mueca que había hecho antes.

-Bella, ella se ha esforzado tanto en esto, de verdad, si no la dejamos que lo haga, se va a sentir realmente
mal.-Inquirió viéndola apiadado.

Se veía realmente triste y de un momento a otro calmé mi furia.

-¿Y cómo se supone que vamos a pagar un viaje a Paris?-Le pregunté haciendo pucheros y al borde de las lágrimas de la desesperación.

-No lo sé, últimamente se la ha pasado metida en casinos dentro de Seattle. Obviamente tiene que cambiar constantemente de locación porque se darían cuenta de la casualidad de que ella gane todos los juegos en los que apuesta.-Ella sonreía tímidamente.-Y bueno, obviamente pagaré lo que sea necesario.

-Edward, ¿por qué me pones en éste tipo de situaciones? Sabes que ya a diario me siento inútil. Me haces sentir mal.

-Al contrario, en tus manos está la decisión más importante de todas, tienes que acceder a las pautas de ésta pequeñuela. Así que, lo demás queda de tu lado.

Alcé mi ceja y lo quede viendo incrédula.

-¿Accedes? ¿Verdad?-Me preguntó con su vocecita angelical.

-No puedo creer que me estés haciendo esto… no puedo creer que vaya a hacer esto.-Suspiré y llevé las manos a mi cadera con determinación.-Está bien, pero al próximo detalle de ésta magnitud, quiero que me consulten.-Advertí.-Y quiero que sepas que lo hago más que todo por ti, Alice, y por que ya pagaron un adelanto.

-¿Lo juras por todo el amor que sientes a Edward que no te arrepentirás?-Me cuestionó dudosa.

-Si, si, lo juro por lo que quieras.

Me abrazó emocionada y se fue dando saltitos. Entró a la casa, pero se estancó en la entrada y asomó su cabeza por encima del marco de la puerta.

-Gracias, Bella.-Dijo con sentimiento.-Se volteó pero regresó de nuevo.-Ah, una cosa más.

Edward crispó los ojos e hizo un intento de señales raras con la mano, de derecha a izquierda a la altura de su cuello y su boca estaba tensa.

-¿Qué?-Pregunté ansiosa.

-Aún no habíamos hecho la reserva, así que… gracias.-Repuso con inocencia y me sacó la lengua muy infantilmente.
Edward estaba con una cara de ángel, y se encogió de hombros con sus palmas hacia arriba.

-Ya tu familia está en tu casa, ¿quieres que te lleve?

-No, tengo una nave espacial, ¿No lo recuerdas?-Dije irónicamente mientras hacia un movimiento hacia atrás mi cabeza.

Soltó una risita y tomó las llaves de mi auto.

-¿Les dirás lo que has decidido?-Me preguntó cuando íbamos a la mitad del camino.

-¿Perdón? Lo que han decidido por mí, querrás decir.

-Tú entendiste, ¿No?

-No creo que mi mamá esté muy contenta.-Le advertí.

Arrugó la frente y siguió manejando.



-¡¿Paris?!-Preguntaron mis padres al unísono.

Volteé hacia mi novio con una expresión que decía: “Te lo advertí”, a cambio de esto conseguí que soltara una risita.

Mi madre salió con los brazos abiertos hacia él y yo la miré sumamente extrañada. Colocó el rostro de Edward entre sus manos y éste parecía apenado.

-¿Mamá que haces?-Le pregunté mientras apartaba sus manos de Edward.

-Bella, éste niño debe tener alguna clase de enfermedad rara que afecte su sistema nervioso.-Dijo con voz de madre preocupada, no dejaba de mirarlo nerviosa.

El vampiro soltó una carcajada.

-Mamá, no estamos jugando. Alice planeó la boda para comienzos de julio.

Charlie y ella se sorprendieron y se miraron el uno al otro.

-Bella…

-No te enfades ahora, no quiero escándalos delante de Edward.-Dije con voz fuerte.

-Bella… ¿Tan rápido?-Sus ojos se llenaban de lágrimas.

-Oh, no.-Me lamenté para mis adentros, aquí venía el diluvio.

-Y no tengo nada que usar…-Empezó a lloriquear y se apoyó sobre el hombro de Charlie. Mi padre empezó a calmarla, dándole palmaditas en su espalda.

-Está sensible, creo que le ha venido la menstruación.-Susurró bajito hacia nosotros sin dejar de consolarla.

Me apenó que mi prometido oyera el drama en mi familia, pero ya tenía que ir haciéndose una idea de lo que se siente compartir el día a día con Reneé y Charlie Swan.


Después de que a Reneé se le bajó el nivel exagerado de depresión, Edward explicó los ambientes del hotel, pero no nos dio detalles de la boda porque declaró que Alice se reservaba los planes sólo para ella, que ni siquiera Jasper podía. Ya me podía hacer una idea de cómo Edward sometía a Jasper a sacarle información a Alice, o como Alice se concentraba en algo más para que Edward no pudiera entrar en sus planes mentales.

Mi padre, siempre curioso, preguntó sobre los gastos y Edward tranquilamente le explicó que nosotros no teníamos la necesidad de pagar nada, porque él era el que quería ésta boda por sobre todas las cosas. Mi tía había bajado las escaleras y le habíamos contado sobre los planes. Al igual que Reneé, reaccionó de forma exagerada, obviamente con un sentimiento diferente, ella veía a Edward con demasiada admiración y no parecía dejar de estar sorprendida.

Regresamos al hogar de los Cullen, porque Edward se negaba rotundamente a dejarme sin auto.

-¿Nos vemos mañana?-Le pregunté antes de que bajara del auto.

-¿Qué pregunta es esa?-Cuestionó con una sonrisa.-Sabes que lo que más me gusta hacer, desde que te conozco, es estar a tu lado.-Inquirió tocando la punta de mi nariz.

-¿Y qué te gustaba hacer antes de conocerme?-Pregunté con curiosidad.

-Antes de conocerte no tenía vida, Bella.-Repuso en un hilo de voz.

Me besó dulcemente y bajó del auto.

Volví a mi casa y me encerré en mi cuarto.

-Hola.-Susurró Christine desde la esquina que daba a la ventana.

-¿Qué tienes?-Me acerqué a ella y parecía un poco triste.

-Me he dado cuenta de muchas cosas.-Murmuró con nostalgia.

-¿Qué te pasa? ¿Ocurrió algo?-Me estaba preocupando, su semblante no pintaba nada bien.

-¿Tan mala persona soy?-Me preguntó con sus ojos aguados.

-¿A qué te refieres Christine? Si me dices que te pasa, creo que podría ayudarte mejor.

-Tu amigo, me ha dicho de todo. Y creo que es verdad, me ha hecho darme cuenta de muchas cosas.

-¿Jacob?

-Me ha dicho que soy una mala persona, que no tengo sentimientos y que soy sólo una materialista.

-¿Por qué te dijo eso? ¿Cómo se atreve a hablarte así, si apenas lo conoces?-No entendía esta actitud agresiva que había tomado Jacob, y si estaba molesto con alguien, era conmigo.

-Ese es el punto, Bella. Yo no lo he tratado nada bien, y ni siquiera lo conocía. Así soy con todo el mundo y yo cegada porque estaba mentalizada que la imagen era lo más importante, pero ¿de qué vale ser tan bonita, si nadie me quiere cerca?

-Esa es tu forma de ser, Christine. Nadie podría cambiar eso, sólo tu misma. Tú debes ser como te sientas cómoda y como seas feliz.-Le aconsejé.

-Es por eso que nunca he conseguido el cariño de nadie, ni siquiera el tuyo-Replicó con tristeza.-Discúlpame todo lo malo, Bella. Espero que aún no sea tarde de arrepentirme de los errores tan horribles que he cometido. Todos me lo decían y yo nunca quise hacer caso, porque soy terca. “Eres una mala persona”, “No tienes sentimientos”, “Solo tienes ojos para lo material”, eran unas de las pocas cosas que me repetían a diario. Quiero ser alguien diferente, Bella.-Ahora hablaba en serio, se notaba la sinceridad en su voz quebrada.

-Lo más importante es ver a los demás, por lo que son en su interior. Aunque no lo creas, muchas personas creen que yo estoy con Edward porque tiene dinero y porque es guapo. Son todas mentiras, yo no soy así, pero eso es algo que la gente aprecia, pues, por mi lado, sólo me importa que el sepa que estoy con el por los sentimientos.

Siempre me ha apoyado en todo, y, ya vez, estuvo dispuesto a ayudarme en todo lo referente a mi enfermedad.
Doy gracias al cielo que llegó a mi vida.


-Jacob me ha hecho cambiar mi punto de vista de todo.

-No me has terminado de decir lo que pasó.

-Llegamos a casa del Sr. Billy, que por cierto fue muy amable. Los adultos empezaron a hablar y yo no me quería quedar ahí. Así que salí a dar un paseo caminando. Ya había caminado unos quinientos metros y estaba un poco
perdida, había cruzado algunas calles y no recordaba cuales. Miré a mí alrededor, y entre los árboles vi la silueta de un joven que llevaba más de diez minutos mirándome de una manera muy rara, parecía hipnotizado pero como molesto. Salí corriendo a pedir ayuda y era Jacob. Lo miré con obstinación y le pedí que me ayudara. “Debiste ser más amable conmigo aquella noche” dijo con su voz grave. Caminamos hasta su garaje y me pidió de una manera no tan tosca que lo acompañara mientras arreglaba algunas cosas, yo me negué de una forma muy descortés y…

-¿Y qué?-Le animé a seguir.

-Me empezó a gritar, parecía estar perturbado y como que la pagó conmigo. Me dijo de todo lo que puedas imaginarte. Como yo ya estaba acostumbrada a oír toda esa clase de comentarios, lo ignoré por completo y me iba a levantar y me dijo algo que me dejó fría.-Tragó saliva para seguir.-“No pareces familia de Bella, ella es de buenos sentimientos y al parecer tu ni siquiera los tienes” “En el primer segundo que te vi, había sentido algo extraño, me parecías la persona más hermosa que había visto en mi vida, hasta que hablaste, sólo con esa expresión de asco, me di cuenta de lo horrible que eras” había dicho con desprecio. Yo, por supuesto ni siquiera volteé a verlo, sólo abandoné el lugar con mi cabeza llena de pensamientos.

-No te sientas mal, fue muy duro contigo. El está molesto conmigo, y lo que hizo estuvo mal.

-En parte, podría ser, pero doy gracias de que fue así, de otra manera no hubiera hecho caso. Me refiero a que si nadie me lo hubiera dicho de esa manera tan hostil y fuerte, nunca habría abierto los ojos.

-Es cierto. Pero igual, no te sientas mal. Nadie es perfecto y todo el mundo comete errores. Siéntete bien porque estás dispuesta a cambiar.-Dije con optimismo.

-¿Quieres algo?-Le ofrecí.

-Sólo un poco de agua…-Me volteé para levantarme y me tomó delicadamente por el brazo.-Tranquila, voy yo.

Me quedé pasmada sobre mi cama, totalmente sorprendida del cambio que habían hecho unas simples palabras de Jacob sobre mi prima, Christine. Que increíble es darte cuenta de todos los errores que has cometido en tu vida, y arrepentirte de ellos. Ahora podía imaginar lo fácil que se me haría convivir con Christine en los pocos días que le quedaban en mi casa.

Una ráfaga de viento helado se asomó por mi ventana, poniéndome la piel de gallina, me acerqué a la ventana para cerrarla y la silueta de Edward descansaba sobre el árbol del bosque más cercano a la carretera al frente de mi casa. Me sonreía con satisfacción y después desaparecía en la oscuridad.

Al parecer había estado escuchando todo lo que había dicho. Es la ventaja que tenía al estar al lado de Edward, todo lo que el escuchara sin yo saberlo, era sincero, no tenía nada que ocultarle.

En cambio él seguía ocultándome eso que no quería que supiera.


El resto de mi semana me pasó rápido. Entre tantas cosas, presenté todas mis pruebas, e hice algunos preparativos para nuestra graduación, que tenían lugar la segunda semana de junio. Estábamos en el fin de la primera y ya sólo faltaban unas tres semanas para mi boda. Aún no sabía nada, Alice seguía ocultando todo con demasiado drama. Se la pasaba hablando por teléfono en francés, y, a veces, en otros idiomas que no podía reconocer, la mayoría de las veces era árabe.

Para mí sorpresa, llegué el viernes a mi casa y me encontré a Christine concentrada sobre un recetario enorme y muy viejo, que había dejado nuestra abuela materna. En el inicio de la página que clavaba sus ojos, resaltaba la palabra “Postres”.

-¿Qué intentas?-Pregunté mientras colocaba mi bolso al pie de las escaleras.

Pegó un salto y suspiró al verme.

-Bella, ¡me has asustado!-Volteó su vista al libro y lo apartó un poco del mesón.-No lo sé, quiero hacer un postre para Jacob, pero nunca se me ha dado eso de la cocina como a mi abuela, y mi madre siempre cocina en el apartamento.

Crispé los ojos.

-¿Qué?

-¡¿Para Jacob?!-pregunté exaltada.

-Si, ¿Por qué?

-¿Podría saber la razón?-Ni siquiera a mí se me había pasado por la mente alguna vez cocinarle a Jacob.

-Tengo que disculparme de alguna manera, y la moral la tengo por el subsuelo, la única forma de medio maquillar mi pena es llevando algún presente.

Arrugué mi frente extrañada y sin dejar de verla tomé el libro. Estuvimos toda la tarde cocinando, mi lavaplatos tenía una torre de ellos. Lo más fácil fue cocinar unos muffins que nuestra abuela solía hacernos y quedaban muy sabrosos. Nuestra primera ronda había quedado terrible, no parecían precisamente muffins, sino pequeños hongos. De sabor estaban bien, aunque a Christine se le había pasado un poco el azúcar así que tuvimos que hacer mucha más mezcla. Al final quedaron como cincuenta y tuvimos que decorar cada uno. Mis padres llegaron junto a mi tía, y se quedaron sorprendidos de las habilidades culinarias de mi prima, ya que, por mi lado, yo cocinaba desde pequeña ya que mi madre repetía el mismo plato siempre y Charlie aún no sabía hacer espagueti.

Me animaron a llevar un poco a los Cullen, no pude negarme porque mi familia pensaría que soy una descortés, lo que ellos no sabían era lo mal que les sabrían.

Ella vestía de una forma muy inusual desde hace días atrás, trataba de usar lo más sencillo que encontraba. En el trayecto sus manos no paraban de sudar y parecía muy nerviosa. Dejé a Christine en casa de los Black, ella me había pedido que le deseara suerte y yo le pedí que saludara a Jacob de mi parte; ella prometió hacerlo.

Toqué el timbre de los Cullen y me abrió Emmett.

Yo sostenía una bandeja con un muffin para cada uno. El Vampiro me vio y en menos de un segundo bufó y soltó una carcajada burlona que pudo haberse oído hasta Phoenix.

-Lo siento, Bella. No nos gustan las scout girls. Pero ¿Dónde está tu banda de identificación?-Dijo en tono de broma.

Empecé a reírme en forma falsa, mientras mi expresión no denotaba felicidad. Llevaba más de cinco minutos en la entrada con la bandeja en las manos.

Empezaba a fastidiarme cuando la risa de Emmett paró repentinamente.

-Ya basta, Emmett.-Edward había aparecido a sus espaldas y le había propiciado un buen golpe en la cabeza que lo había dejado un poco fuera de lugar, mientras se volteaba aún se sobaba la cabeza.

-¡Me las pagarás!-Gritó desde el interior.

-¿Qué has traído?-Me preguntó viendo de una manera un poco repulsiva a mis muffins.

-Muffins.

-Pero si sabes que…

-He venido a decorar su cocina con ellos-Repliqué con ironía-No creas que se me olvida que tendré que hacer comida para mí sola cuando estemos en la universidad.

-Cierto. Pero, ¿En la misma habitación?

-Edward, nos casamos en dos semanas. ¿Te preocupa que estemos en la misma habitación?

-Sabes que no.-Repuso con sequedad.

-¿Nos quedaremos en Paris para después de la boda?-Le pregunté mientras colocaba la bandeja sobre el mesón de su cocina.

-¿Te refieres a la luna de miel?-Preguntó divertido.

Asentí lentamente y sentí mis mejillas ardiendo.

-Todo está absolutamente bajo mis manos-Repuso con seguridad.

Capítulo 30: Alcohol caliente Capítulo 32: Paris, Cambon & Vendôme

 


 


 
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